Cuando escribo estas líneas, la
imagen de Jesús del Gran Poder de Sevilla se encuentra paralizando su ciudad en
el primer traslado de esas misiones que nacen con el ánimo de evangelización y reafirmamiento
de la fe en aquellos lugares donde las circunstancias son más difíciles. Además,
nace con el ánimo de llevar a Dios hasta esas personas que no pueden ir a verlo
ni a su casa en San Lorenzo.
Y Dios me libre de pecar por idolatría,
pero así es la fe del sencillo. Sobre esa columna vertebral se sustenta la
religiosidad popular: El ser humano aferrándose a iconos con la misma necesidad
y sensación de sentir que ese “leño dolorido, carne de Dios sevillana”, como
dijo el poeta, es Dios mismo.
Pero el magnetismo que desprende
la imagen que talló hace 401 años Juan de Mesa y Velasco, no necesita de
salidas ni nada más allá que con la simple experiencia de verlo detenido en su basílica.
Probablemente así lo habrá querido
Dios, en la sagrada figura del Gran Poder, de inspirarme y traerme en bandeja
esta nueva y curiosa historia, en la que su veneración se asentó en el corazón de
un bailenense, que lo veneró, lo visitó muchas veces y en su casa lo tuvo
siempre a su lado en nuevos iconos como un gran tesoro.
En un viejo tramo del famoso Camino
Real que atravesaba Bailén desde Madrid a Cádiz, en la actual calle Dr. Fleming
de Bailén, en su casa, un señor llamado D. Antonio Villar Crespo (16 de julio
de 1904 - 28 de noviembre de 1985) levantó en el patio de su casa un altar al Gran
Poder, como gusta en Sevilla, con azulejos pintados y orneados en los famosos hornos
de Triana. Además, también conservan un lienzo del Señor enmarcado por el inconfundible
paisaje sevillano de La Giralda que encargó en Sevilla, quizás a través de la cofradía,
del que desconocemos su autor.
Bailén es tierra de eso, del
alfar y horno, pero su suelo arcilloso y las minas de alcohol (donde se sacaba
el plomo para los vidriados) de su entorno siempre se prestó para la vasijería,
para lo “vasto”, como decíamos en el argot del oficio. Quien no lo sepa, les
habla un descendiente y antiguo aprendiz de una de las casas alfareras más populares
de Bailén en el último siglo. De hecho, muchas orzas y cántaros vendidos en Triana
las haría mi abuelo y sus hermanos, no todo lo que vendían allí se fabricaba en
Sevilla. Los últimos pasos que mi padre ha dado por la calle Castilla siempre venían
acompañados de un: “aquí teníamos un cliente”.
Por esta razón, Bailén no es
tierra de azulejería (más bien de rameadores), aunque en las últimas décadas se
hayan asentado algunos artistas dedicados a esta rama y más elevada categoría artística
del mundo del barro. De hecho, la popular plaza de la Glorieta Virgen de
Zocueca se decoró con azulejos y retablo cerámico de la Patrona de Bailén en
fechas aún indeterminadas con piezas salidas de los hornos cerámicos sevillanos.
Unos apuntan a Mensaque en los programas de fiestas y la firma del primitivo
azulejo (sustituido por una copia ante el deplorable estado de conservación que
presentaba a causa de los ataques vandálicos de los desaprensivos de siempre)
de la Virgen a Ramos Rejano. Los ceramistas de la Plaza de España de Sevilla en
Bailén.
El patio de la casa de Antonio Villar
Crespo está presidido por un singular azulejo del Gran Poder y está firmado por
la inagotable y fecunda empresa o “Fábrica Santa Ana” de Triana. En el azulejo
aparece la firma así: “Fca. Sta. ANA”.
He conocido su historia gracias a
su bisnieto (aunque no directo, si lo fue en lo afectivo que es lo que vale)
Francisco Chica Hergueta. Este bailenense, en su pasión por crear su genealogía
y descubrir la historia de su casa y familia, preguntándome como podía seguir
acrecentando sus campos de investigación, me avisó sobre la existencia del
retablo cerámico, conocedor de mi pasión histórico-artística del mundo
religioso.
En un principio pensaba que la
pieza era anterior a la Guerra Civil, en torno a 1934 que es cuando se casó su
bisabuelo. Pero la empresa Cerámica Santa Ana no comenzó a denominarse así
hasta 1939, he incluso ha podido comprobar que su bisabuelo comenzó a ser el
propietario de la vivienda a partir de 1941. Por lo tanto, el retablo cerámico
tuvo que encargarlo en Sevilla en una fecha indeterminada a partir de 1941,
estando ya seguro instalado en su patio para 1965 según nos apunta una fotografía
de la época de uno de sus familiares posando delante del azulejo.
Antonio Villar Crespo fue una
persona de profundas convicciones cristianas. Fue hijo único de Francisco
Villar García y de Manuela Crespo Moreno. Reconocido por los que lo conocieron
como un hombre noble y bueno. De hecho, se le llamaba “El niño de Dios”. Algunos
creen que era por esa nobleza y profunda fe en Dios, aunque parece que viene de
un hecho milagroso del que salió indemne, al desprender a un niño que se estaba
electrocutando con un cable eléctrico saliendo ambos ilesos.
Antonio Villar Crespo vistiendo su tunica de nazareno. |
Fue un destacado cofrade de la cofradía
de Ntro. Padre Jesús Nazareno de Bailén. Lo podemos ver vistiendo la primitiva túnica
nazarena conjugando con las novedosas capas (eliminándose las colas) que, con
esta cofradía, terminaron por configurar la nueva estética de los llamados penitentes
de Bailén. De hecho, en principio pensé que tenia el azulejo del Gran Poder tan
solo porque se representaba la misma iconografía del que es el gran titular de
su cofradía. Exactamente no podemos confirmar cuando y por qué se hizo hermano
de la cofradía nazarena bailenense. En 1917 ya comienza a aparecer una firma [solo
Antonio Villar] entre los libros de actas de la hermandad. Pero no será hasta
el año 1946, cuando entró como secretario Antonio Choza, con sus claras, detalladas
e inconfundibles actas (a igual que las capitulares del Ayuntamiento que también
escribió) en la que certificamos la asistencia a casi todas las juntas de
hermanos de Antonio Villar Crespo, siendo el mayordomo (hermano mayor) en el
curso cofrade de 1948-49. Aunque su cofradía representase a Jesús con la cruz
cuestas, Fran Chica nos confirma su enorme devoción al Señor de Sevilla. También
fue gran devoto de la Virgen de la Cabeza y hermano mayor de la cofradía filial
de Bailén. Por esta devoción también conservan una efigie labrada en piedra en
el mismo patio.
Volviendo al azulejo del Gran
Poder, la pieza en sí, es una verdadera joya por estar realizado en Santa Ana
de Triana. La empresa Cerámica Santa Ana de Triana estuvo situada en la calle
San Jorge, en los mismos alfares y salas de pintores que hasta entonces habían
sido la fábrica de Manuel Montero Asquith y más remotamente de Manuel Corbato y
de la Viuda de Gómez en el siglo XIX. Fue tomada en traspaso a Manuel Montero
por los hermanos Enrique y Eduardo Rodríguez Díaz (la E. servía para los dos)
en unión del ceramista Antonio Kiernam Flores, que se haría cargo de la
dirección artística de la misma a partir de 1939, pasando a denominarse como
Santa Ana en honor de la patrona del barrio de Triana, la “Señá Santana”. El apellido
Kiernam es historia pura de la mejor azulejería sevillana, aunque en la empresa
han pasado gran cantidad de grandes pintores. Curiosamente en este oficio ha
destacado por ser hombres los artistas, acostumbrados en Bailén en las ultimas décadas
a etiquetar a la mujer como la pintora de cerámica. Personalmente no estoy
cualificado para atribuirlo a un artista en concreto ni tampoco en la técnica que
está realizado, pero valga esta publicación para darlo a conocer, y que algunos
de los grandes ceramófilos de Sevilla, quizás puedan catalogar con mayor
acierto.
Antonio Kiernam Flores |
En Cerámica Santa Ana se ha
comercializado tradicionalmente todo tipo de género: murales, rótulos
comerciales, retablos religiosos, cacharrería, letras, zócalos, etc. “Cerámica
Santa Ana” es la marca y “Rodríguez Díaz, S.L.” es la sociedad mercantil.
Enrique Rodríguez García, cabeza visible de la empresa a finales del siglo XX,
falleció el 25 de junio de 2005. Regenta la empresa desde entonces su sobrino
Antonio Rodríguez Berjillos, hijo de Juan Rodríguez García, junto con José
Manuel González Reigada, casado con Emilia Rodríguez Mejías, hija de Enrique
Rodríguez García.
Con motivo del proyecto de
construir un Museo de la Cerámica de Triana en las dependencias que fueran los
talleres y hornos de Cerámica Santa Ana, que se encontraban en estado ruinoso,
el Ayuntamiento de Sevilla llegó a un acuerdo con sus propietarios, comprando
muchas de sus obras cerámicas, diseños, estarcidos, etc, algunos de los cuales
se restauraron y reubicaron en el Centro Cerámica Triana levantado sobre estos
centenarios alfares, que abrió sus puertas el 29 de julio de 2014.
En mayo de 2013 cesó la actividad
comercial de Cerámica Santa Ana. En su
antigua tienda exposición de la calle San Jorge, que estaba en régimen de
alquiler, se ubicó la firma "Cerámica Triana" desde octubre de 2013.
Antonio Rodríguez Berjillos (hijo
de Juan Bautista Rodríguez García) y su primo político José Manuel González
Reigada (casado con Emilia, hija de Enrique Rodríguez García), son los actuales
responsables de Cerámica Santa Ana, a la vez que gestionan la creación del
Museo de la Cerámica de Triana en sus instalaciones.
Información de Cerámica Santa Ana:
www.retabloceramico.net/bio2_santaanaceramica.htm