Buscar este blog

martes, 28 de abril de 2015

MIÉRCOLES SANTO SEVILLA... DE CABO A RABO.

Un nuevo Miércoles Santo se abrió en esta intensa Semana Santa que dice mi amigo Félix “me he pegao”, aunque él no estaba muy lejos. Este fue especial por varias razones. El año pasado apenas sentí la Semana Santa en este día y encima el anterior fue incompleto por esa lluvia que este año nos dio de lado por fin. Además no sería el día de la despedida ya que una noche más dormimos en Sevilla, por lo que al fin pude tenerlo entero para mí solo aunque me duele decir que me dejé dos pasos sin contemplar. No fue el Miércoles Santo de maletas mañaneras y buscar aparcamiento en los dominios de San Gil, incluso pensamos qué mejor que irnos el jueves y decir que me levanté viendo a la Macarena y acabar paseando al Señor del Prendimiento en Linares. Tampoco hubo arrebato de ir a Nervión, ni siquiera a San Bernardo con las primeras del día, eso sí, era la jornada donde pensábamos que había que dosificarse más o eso me transmitía constantemente mi compañero de trabajadera y amigo, que estuvo todo el día la verdad más con la cabeza en Linares que allí. Pero se alzó la gracia un día más comenzando por donde siempre, que la verdad ya tendríamos que ir buscando otra alternativa, queda dicho y para eso el Señor de la Paz en las Negaciones de San Pedro nos tiene que conceder volver otra vez.







Porque Ómnium Sanctórum volvía a alzarse rasgando un cielo azul bajo ese sol que un día más aplastaba, no sé pero aquel momento se me hizo cuesta arriba, buscando como todo el mundo esa sombra que nos quitara la cruz de ese sol que tanto ansiamos, y es que a veces parece que allí arriba también funciona el dicho ese de “o Juan o Juanillo”. Esperábamos la salida del Carmen y la verdad que por la temperatura no sabía si estábamos en la iglesia correcta o es que por San Gil saldría la bella Virgen letifica que llena julio del amparo carmelita de María. Que calor para recibir al Carmen, doloroso, que solo faltaba el bullicio de las olas, una barca junto a esos marineros que entonaban la Salve Marinera para la Señora que gubiase Berlanga. Pero antes salió el cortejo, corto, pero después de las esperas vividas, casi que lo prefiero. Nazarenos marrones antecedían a la negación del amigo. Por ahí leí que por fin salió el Señor con el color que le pertenece. El Señor de la Paz se dejaba del inmaculado túnico y se revestía de rey y morado, en esta Semana Santa calificada entre otras cosas como “Real”. Es curioso, que la Redención le preste una túnica bordada cuando ellos tampoco sacan nunca a su Cristo con túnicas de colores más “ortodoxos” con la celebración y lisos. El dorado refulgía bajo la ojiva, poquito a poco pero sin muchas complicaciones los hombres de los hermanos Gallego me trajeron otra vez la triste realidad de la vida, y es que el mundo sigue negando, ¿si hicieron eso con el tallo verde que haremos con el seco?… platillos al cielo, que lo de agrupación a cuajado magníficamente en la calle Feria. Himno de España y la marcha del Cristo que nació de cornetas y se le toca ahora en agrupación. Buen andar, yéndose poderoso, aunque siempre sea distinto nos pareció una repetición más de cosas vividas. No pude contemplar nada bien los nuevos respiraderos que están llamados a superar el canasto mientras el galeón del “gallo” se perdía en busca de la Alameda enmarcado entre los tricornios de los Reyes. El palio recuperaba sus primeros varales, los que son de la hermandad y que provienen de tronos malagueños, esos que según me contaron eran todos “maestros”, lo que hacía que el paso diera abajo lo suyo y ese movimiento que a unos extasía y a mí me tira para atrás… no sé por qué este año no volvieron a sacar los antiguos de Montesión. Sonaba alegría cuando la dolorosa del Monte Carmelo se marchaba, la verdad la confundí con la marcha de la Reina de todos los Santos, hasta que llegó el trio y el escalofrío le pudo al calor, y es que está escrita como dijera su autor, para escucharlo mientras ves un palio alejarse… dedicada para la Reina del barrio, que a su vez es la Reina de Sevilla… “Como Tú, ninguna”.








Miércoles Santo que podría saber a Viernes Santo, lo digo por tanto crucificado aunque la verdad que cada jornada tiene su sabor, y esta no tiene la del viernes. Y es que hasta las tantas de la madrugada no volveríamos a ver un misterio sin crucificado. La siguiente parada para mí era obligada, había que empaparse de San Bernardo por lo que marchamos hasta la Puerta de San Nicolás, con los ecos aun recientes de Candelaria por donde viene la otra cofradía torera de la jornada. Había poca gente, solo en la sombra, en el otro lado de la iglesia cascaba de tal manera que ni las moscas revoloteaban. Se llenó cuando llegó el Señor aunque antes tuviese que decirle adiós a la sillita plantando mis posaderas en el suelo. Y es que con San Bernardo se necesita silla, ¡cuánto nazareno! hasta que al final la silueta inconfundible de su paso y Cristo se dibujó en la prieta distancia. Venía con su son, con sus altos candelabros queriendo robarle un beso al Dios que vivió los tiempos en la Escuela de Cristo hasta que vino a ocupar el hueco que “otro Él” dejó por culpa de unos desaprensivos. La Presentación de Dos Hermanas venía dejándose llevar, aquí le dejan tocar de todo y se notó. “Sangre”, “Tu Cáliz de Amargura” y se plantó ante la puerta de los candelarios. Ya era hora de ver este paso más cerca y el sabor de lo clásico me envolvió, el Cristo me pareció más pequeño de lo normal, no sé, sería la altura. Se marchó al compás de “Cachorro, Eterno Aliento de Sevilla”, una marcha que dibujó la tristeza de la escena, otra autentica banda sonora que a mí por lo menos me pegó el pellizco en el alma, sobre todo el final mientras la poderosa cabeza del Señor se abría al compás… mucho sabor indescriptible en aquella burbuja. La espera, el programa, hizo que nos marcháramos calle San José abajo, no sabíamos lo que podía tardar su Madre de porte y señorío torero. Este año sí que no me iba sin sentir el refugio de María, Ella que es la que da siempre la cara allí arriba por nosotros, Ella que es el refugio de los pecadores. Luminosa, entre el olor del incienso y el adobo venia refulgente en su dorado paso, caminando poderosa, con marchas dignas de los barrios, los repelucos de Sevilla. Fue fugaz pero te vi y en tan pocos segundos pude paladear esos únicos y singulares grafismos que te dotó el maestro Sebastian Santos… y desde entonces vengo sintiendo que le debo una visita en su morada. Entre los soldados de artillería, casi a su marcial paso nos marchamos buscando Santa María la Blanca, el callejón de la anécdota de Pepe Ariza, donde metió entre dos balcones al Cristo de la Sangre, por Mateos Gago, sin la rampa de Santa Cruz, bajo la omnipotencia de la Giralda donde hasta el Giraldillo pedía agua pensamos quedarnos en el Cuesta del Bacalao para empacharnos de Carmen Doloroso y Sed. Pero la primera no había llegado aún ni a la avenida –y ya había gente esperando en Argote de Molina- que nos fuimos en busca de la segunda que tal vez estaría en la revirá de Laraña-Orfila. Acertamos pero tarde, el Cristo que se desploma sediento, como estaba toda Sevilla ya había pasado y por esto me quedé un año más sin verlo, contando que hace dos no salió por la lluvia. Allí estaba el refulgente por lo nuevo, el oro de María Santísima de la Consolación en las bambalinas de su palio. Poca gente en la zona, va a ser verdad, más viendo los videos de Campana que la gente salía cuando el sol se marcha por el Aljarafe cada día. Y es que aplastaba y las botellas de agua y Coca Cola, por eso del azúcar caían como chinches –la rubia agachaba demasiado-. Que bien anda la cuadrilla de la Virgen de los ojos azules, qué categoría de barquita sobre su mano. Como en San Bernardo, al no haber videos ya no recuerdo que sonó, pero diría que fue precisamente lo que venía de ver anteriormente; “El Refugio de María” del genio musical del barrio, Manuel López Farfán, y es que este palio rezuma buen gusto, por lo menos en el musical, y mucho más, así lo veo yo. Tras el glorioso color de su manto nos marchamos, sonando “Pasa la Virgen Macarena” y soñando cositas que se quedarán entre Félix, Cris y un servidor y es que este palio me inspira mucho…











Por San Andrés buscábamos un día más la plaza donde se sienta cada tarde a la sombra el Dios de Sevilla a conversar con Juan de Mesa. Bajo su sombra y su gubia nos apostamos a la espera de una nueva cofradía que hace de este marco uno de sus mayores encantos. Un fallo en el cajillo, del sistema que eleva la cruz - hizo que la espera se demorara más de lo normal-, porque obviamente venía otro crucificado, ese que nos muestra que hay muertes con un Buen Fin, pero ninguna como la de Él. Otra cofradía que no disfrutaba como mandan los cánones y por ello nos fuimos a un San Lorenzo donde el lleno tampoco era abultado, quitando los que esperaban a los pasos en la puerta del “capataz divino de la ciudad”, Ntro. Padre Jesús del Gran Poder. Allí se nos incorporó en esta jornada Antonio Pradas al que le expliqué que saboreara una cofradía de casi treinta años antes, cuando la Centuria Macarena soplaba y soplaba tras el crucificado franciscano, eran los sones de otras Semanas Santas cada vez más borradas, por ello sentí que había que saborear estos resquicios que siguen detenidos en el tiempo. Lo mismo que dije el martes que San Esteban lo vi anda mejor sin los Ariza, aquí opino lo contrario. Este paso de Cristo era para mí el que peor andaba de Sevilla y por lo menos yo noté la mano de la vieja saga de capataces, y en lo concerniente a los esencial que debe trabajar cualquier cuadrilla se vio que se ha solventado con notoriedad, con que vaya el paso firme y asentado, fijado y sin botes extraños, la cosa cambia bastante… bello exorno floral de este paso que conocí con misterio, que a mí me gustaba y le daba su hueco especial con las cosas de Sevilla. Perfectamente se dibujaba el permiso del pretorio para que José de Arimatea lo enterrase en su sepulcro de rico, ahora dicen que se están planteando recuperarlo… lo que viene  a desmantelar esa ley de los cánones cofradieros, poca cosa es fija en este mundo, el cofrade no iba a ser menos. “Sobre los pies te lleva Sevilla” y otra vez volví a escuchar “Señor de Sevilla” en la plaza dibujando la verdad una estampa digna de cualquier cartel publicitario o postal de la ciudad de Sevilla.
En esta plaza fue la última vez que vi a su Madre como mandan los cánones y fue en su coronación… ya ha llovido, este año gracias  a Dios no. Tenía ganas de ver el movimiento del palio con los Ariza al frente, pero siguió como siempre, supongo que para lo que a mí me gusta habría que meter mano de priostía y es que para mí ese especial palio tendría que moverse como el de los Estudiantes… delante de Ella caminaba el cardenal que fue el gran Amigo de las cofradías de Sevilla, presidiendo la suya como buenos franciscanos. Disfruté una barbaridad al verla llegar ante el Hijo de Dios según Sevilla con su marcha de Marvizón, un placer para los sentidos. En definitiva me gustaría resaltar de esta experiencia la evidencia que normalmente viene  a justificar que delante de los pasos tienen que estar los que saben y abajo también, los primeros llevan a lo segundo y el Buen Fin a mi parecer ha subido un escalón de calidad con ello. Dudas bajo la presencia del discípulo de Montañés, que si Lanzada o… a la Magdalena a por el Baratillo, donde ya una vez la vimos y se contemplaba muy cómodamente. Apostados a los escalones de las aceras y sillitas nos llegó la Piedad escoltada por esos nazarenos de “Azul mono de trabajo”. Sones de Sol alzaban sus sones clásicos. No venia un crucificado pero sin una cruz que jugaba con la brisa fresca tan ansiada mientras el astro rey se iba despidiendo por Triana. “Soledad de San Pablo” y “A Ti” dibujaron el poderoso y fugaz paso de esta suntuosa y bella Piedad, la cornetera de las tres que se pasen por Sevilla. Alegría de barrio pero con la sobriedad que se requiere, esperábamos a la Reina, o la otra de la calle Adriano, pero supongo que la cercanía de Campana y los retrasos hizo que aquello no avanzara un paso. El paso palio plantado a la vera de la capilla de Montserrat y el tiempo se nos iba demasiado ya, por eso este año no pude disfrutar de su compás, solamente detenida me despedí de la “Caridad del Guadalquivir” mientras anecdóticamente Paco Lola se acercaba hasta el paso.



Por Bailén llegamos al Museo, donde un Murillo del mismo autor de nuestra Matrona del Paseo parecía contemplarnos en los últimos minutos de luz, por donde estarían las Siete Palabras, otra de las cofradías que me faltaba ver en las distancias cortas. Pensé que podría tener el problema del Baratillo pero el Nazareno de la Divina Misericordia, ése otro de los grandes desconocidos de Sevilla venia estrenando también capataces, los Ariza, desdoblamiento como hacen los Villanueva cuando  me pareció que este Nazareno de paso plateado y silente caminar parecía alargar la zancada tal como lo hacía el Gran Poder cuando la familia de la calle Castilla mandaba su caminar. Tras Él buscamos la Puerta Real, donde esta cofradía ha dibujado nuevas y bellas estampas en la revirá de la capilla de las Mercedes. Llegaba el romántico paso de misterio que da nombre a la corporación, al que la verdad le ha venido genial la banda que sigue sus pasos, asentándose definitivamente tras el crucificado, que nos impresionó, al ser el que más alto se eleva sobre los pasos sevillanos. Una muestra más de ese oficio del costal en la ciudad, donde los pasos se mueven con elegancia y buen hacer si arrastrar tras de sí mucha fama. La banda de Esencia suena muy bien y se amolda perfectamente a esa “esencia” que buscan hermandades como esta, pero esta “esencia” no termino de entenderla, pensar que las bandas tienen que sonar como hace treinta años, que hacen tambalear, según los mentideros cofradieros relaciones que parecían indisolubles desde hace décadas entre banda y cofradía. La verdad que el Nazareno en silencio, el misterio muy sobrio y nos llegó la Virgen de la Cabeza, la “morenita” dolorosa de Sevilla bajo su nuevo palio que no es que lo vea un portento, pero sigue igualmente la esencia del anterior, aires decimonónicos para una hermandad que vive por su misterio de aquel tiempo, por eso la revirá con Rocío –que plasta de marcha hasta que no llega la parte del solo de flautín- y otras marchas más alegres pues creo que es el detalle a pulir, tal vez buscando un mucho más sobrio repertorio, aunque eso sí, disfrutamos de la cofradía mientras por fin veía abierta la capilla de la Puerta Real, con la de veces que paso por ahí y nunca está abierta para poder verle la carita a la Virgen de las Mercedes, la que vi entre penumbras, ahora que ya llega su tiempo aunque Ella aun tenga que esperar a septiembre su día grande.










Nuevas experiencias, nuevas escenas, otro día más para la gloria de la vida. Volvimos al bullicioso Salvador por dónde venían de vuelta el Buen Fin y la Sagrada Lanzada. Volvimos a contemplar entera la cofradía del convento de San Antonio llenando su paso de cristo el impresionante marco de la iglesia, con un Montañés colapsado de niños y como ya dije, sin la intimidad que dan los lugares más prietos. La Centuria callaba allá por donde el paso caminaba y para de contar, porque a pocos metros de mí le cantó una saeta Manuel Lombo y lo único que intuimos fue la gesticulación de la cara. El palio de la Palma lo llenó todo de esperanza cuando pasó con la marcha de la Coronación Canónica de la Esperanza de Triana y se nos marchó con la de la Esperanza Macarena, esta dulce Señora que fue coronada por la ejemplar labor social de sus hermanos. Tras ellos llegó la corporación de San Martín, que nos estrenábamos viéndola en otro lugar que no sea salida o su entorno y además de noche. El galeón gótico amansó a la bulla mientras los hombres de Ismael Vargas demostraban que el mundo del costal está en su época dorada aunque las cofradías solo les dé por ponerles peros y más peros a la idiosincrasia de este especial colectivo. Sonaron campanas tubulares y con “Vía Crucis de la Salud” se formó la gigantesca burbuja mientras el crucificado y la lanza de Longinos se recortaba entre el perfecto dosel que solo empañaba la cabeza caliente de la televisión. “Staba Mater”, nueva marcha que llenó de misticismo y rigor más la fugacidad que nos apretó las almas. El gótico del canasto y el gótico del palio de un nuevo Buen Fin, pero esta vez en el rostro de la bella dolorosa bajo palio de esta corporación que volvió a detener el tiempo pasando como un lento comenta rasgando las sensibilidades de los amantes de “La Madrugá”, fue de esos momentos de enmudecer e intentar captar toda la grandeza que poco a poco, como los costaleros andaban, se nos iba ya marchando.








Otro año nos hubiésemos ido de Sevilla pero este año no, tocaba vivir un plato fuerte muy deseado por mi como es la vuelta de la hermandad del Cristo de Burgos, sin lugar a dudas los momentos de más encanto de esta cofradía y uno de los momentos más sublimes de la grandiosa Semana Santa hispalense, recuerdo hace años como una de mis primas de las muy poco cofradieras, al contemplarla me decían que eso si era Semana Santa... Por la plaza del Pan llegaba el cortejo y ya no cabía un alfiler por eso nos marchamos a la setas a cenar y esperar en San Pedro a su cofradía. Esto de no saber ante lo nuevo hizo que no supiéramos que nos esperaba en lo relativo a la bulla. Aquello se llena pero no aprieta, así que puedes vivir la cofradía por toda la plaza hasta la tenebrosa entrada. Por no saber dónde colocarnos escuchamos a Manuel Cuevas en la distancia cuando venía el que se podría llamar también el Santo Crucifijo de Burgos, para eso remanece su culto de aquel popular Cristo burgalés que parece que tiene la piel de verdad. Aunque cuando llegó ante nosotros no sería por saetas, de las de categoría, las que gusta vivir, una desde una azotea, no sé quién era el saetero pero elevaba los repelucos y otra desde la apagada ventana de la iglesia donde el Sacri nos hizo sentirnos privilegiados al vivir lo que vivimos mientras el pasito corto de paso de silencio que no me agrada nos trajo al crucificado que se perdió en la oscuridad de la iglesia y el saetero le rezaba el Padre Nuestro mientras unos del norte decían que “esta letra no es de él…”. La oscuridad se cernía en la amplia plaza, auténticas tinieblas y en la lejanía emergía una jardín Juanmanuelino densamente encendido y Tejera sacaba lo mejor de sí y de la música procesional hispalense… “Valle de Sevilla” o “Amarguras” –curioso, lo que sonó a mi pregón, Ella sabía que tenía ganas de este encuentro…- lo llenaba todo entre la luz y la penumbra mientras nos venía esta delicia de palio donde la mirada de María al cielo se clava en el alma del universo. El paladar del público se notó cuando se desplomó un hombre y fue atendido respetando el máximo silencio y respeto, vamos yo creo que la Virgen, Madre de Dios de la Palma ni se enteró cuando se abrió otra vez la burbuja y el momento comenzó a grabarse en el disco duro del corazón, en esa carpeta que yo llamo, “esto solo puede pasar en Sevilla”. Creo que nunca he escuchado en directo en ningún lugar “Ione” pero esta primera vez iba ser eterna, indescriptible mientras el genial paso de palio parecía flotar en el abismo. La bambalina detenida y el son tan solemne que la nueva saeta del Sacri pareció mandar la maniobra porque apenas se escuchó la órdenes precisas para que el palio entrase de rodillas y los allí presentes casi ni lo percibiéramos.














Era tarde, al final nos tendría que dar las tantas y aun nos quedaba despedirnos con el otro misterio de la jornada, el que no lleva crucificado, el que hace de la calle Orfila una figurada calle de Triana… volvía de vuelta el Soberano Poder, pero al que van intentando prender eternamente, abriendo sus brazos, entregándose sin resistencia, diciéndoles también como hace el otro Soberano de la otra orilla, “YO SOY” pero con el izquierdo por delante. Se acababa todo y esta vez sí, la masa colapsada el tránsito entre Cuna y Orfila porque los Panaderos volvían de recogía. La verdad fue maravilloso pero me fui decepcionado que aunque quedándome hasta tarde no pude darme de bruces como merece la ocasión con el olivo de San Andrés. Vino poderoso, con su singular personalidad, que obviamente levanta el asombro sobre todo ante una jornada tan poco “movida” sobre todo para aquellos que solo saben disfrutar con este tipo de cofradías. “Amor de Madre” nos prendía el alma, para nosotros es un himno y ya presentíamos que llegaba nuestra hora de meternos bajo el palo. Se marchó el misterio que un sayón ilumina con una antorcha en busca de su capillita. La policía nos dejó pasar, allí se quedó Cris y Antonio que continuarían la gloria por las calles de Sevilla… quien se lo diría Antonio, ya te lo dije, este “veneno” te puede cambiar. El cruce nos vino bien porque había menos apreturas y pudimos ver como “Ante Caifás, el Hijo de Dios” volvió a convertirse en perfecta banda sonora, mientras Judas se echaba las manos a la cabeza, el pobre, tan mal valorado, él fue otro equivocado más de la vida, como lo somos tantos, pero a él le debemos que tengamos Semana Santa, yo que me niego a ver a mi Dios como un justiciero, sino como una fuente inagotable de amor creo que lo perdonó y también está en el cielo, ese cielo que Sevilla me volvió a conceder un año más. Tocaba la despedida, la mente nos privaba de disfrutar de la Reina panaera de Sevilla, la Virgen de Regla se nos quedó en el tintero pensando en los que nos esperaba - yo creo que el antiguo recorrido de vuelta de esta hermandad es más beneficioso para el público en amplitud- en una noche donde costó conciliar el sueño porque por ganas yo hubiese podido verla también pero temprano partiríamos en busca de la “casita de Dios” llenita de trabajaderas y el viernes a Córdoba, pero Dios lo quiso, volveré a hablarles de Sevilla por un Sábado Santo antológico y un Domingo de Resurrección donde sentí más que nunca la victoria de Cristo sobre la muerte…