Buscar este blog

miércoles, 28 de julio de 2021

EL ORATORIO PRIVADO DE SAN PEDRO POVEDA EN LINARES (1908)

 

San Pedro Poveda muestra el Santo Rostro desde el balcón de la catedral de Jaén. 

Hoy, 28 Julio, celebramos San Pedro Poveda, presbítero y mártir. Presbítero, mártir, y canónigo de la catedral de Jaén desde 1913 hasta 1921. Preocupado por la difusión evangelizadora de los cristianos en el mundo, principalmente en los campos de la educación y la cultura, fundó la Institución Teresiana, y al comienzo de la persecución contra la Iglesia en tiempo de guerra, fue asesinado por quienes odiaban la religión, ofreciendo a Dios un claro testimonio de su fe.

San Pedro Poveda Castroverde nació en Linares (Jaén), el 3 de diciembre de 1874. Ya de niño sintió atracción por el sacerdocio. Ingresó en el seminario de Jaén y concluyó los estudios en el de Guadix, diócesis en la que recibió el presbiterado en 1897. Comenzó su ministerio en el Seminario y en la atención pastoral a los que vivían en las cuevas que rodeaban la población, creando una escuela para ellos. Nombrado canónigo de Covadonga se ocupó de la formación cristiana de los peregrinos y comenzó a escribir libros sobre educación y la relación entre la fe y la ciencia.

A partir de 1911, con unas jóvenes colaboradoras, comenzó la fundación de Academias y Centros pedagógicos que darían inicio a la Institución Teresiana. Se trasladó a Jaén para consolidar la misma Institución que recibiría allí la aprobación diocesana y después, estando él ya en Madrid como capellán real, la aprobación pontificia. Sacerdote prudente y audaz, pacífico y abierto al diálogo. Fue detenido y asesinado en los sucesos del comienzo de la Guerra Civil tal día como hoy en Madrid, de madrugada. En la mañana del día 28, dos teresianas encontraron su cuerpo, con disparos de bala, al lado de la capilla del cementerio de La Almudena de Madrid. Les permitieron recogerlo y darle sepultura en la Sacramental de San Lorenzo. Se despidió de su hermano Carlos diciendo: “Se ve que Dios, además de fundador, me quiere mártir”.

Fue beatificado el 10 de octubre de 1993, y canonizado el 4 de mayo de 2003, en España.

Por ser hoy su festividad, he recordado alguno de mis papeles viejos concernientes al santo linarense. En concreto un expediente fechado en febrero de 1908 en el que Enrique Guardia, en nombre y representación de Pedro Poveda Castroviejo, presbítero canónigo de la Real Colegiata de Covadonga, y residente en aquel momento en Linares, informa al obispado de que D. Pedro Poveda había obtenido permiso pontificio para hacer uso cultual de un oratorio privado en su casa, por lo que pedía al prelado autorización para que ordenase la ejecución de referido registro. Examinado el oratorio y dado el visto bueno por el párroco de San Francisco de Linares, Francisco M. Baeza, se expidió desde Jaén la ejecución del registro el 11 de febrero de 1908.

Era común entre las familias más fervorosas, además de con cierta bonanza económica, tener este tipo de habitaciones-capilla en sus propias casas. Se le daba permiso para que pudiera dar misa, aún en los días más solemnes del año, siempre que no le sea posible salir de la casa o ni incomodidad o por encontrase enfermo.

En memoria de San Pedro Poveda, le dejo uno de los documentos, como es, la comunicación pontificia escrita en latín.[1]



[1] Archivo Histórico Diocesano de Jaén, Correspondencia, Linares, San Francisco, C.O. 73 [Linares (1900-1923) - Lopera (1852-1879)], s/f.

domingo, 25 de julio de 2021

SANTIAGO APOSTOL EN LAS CARTAS DE EJECUTORIAS DE HIDALGUÍA

 

Santiago en la Ejecutoria de Hidalguía de los Escalante de Bailen (1639)

Una de las piezas artísticas del Antiguo Régimen más interesantes, bellas y demandadas en la actualidad por coleccionistas (que gastan grandes sumas de dinero en adquirirlas, sobre todo en subastas) son los libros miniados de las Cartas de Ejecutoria de Hidalguía.

Las Ejecutorias de Hidalguía son unos documentos que otorgaban las Salas de Nobleza de los dos Altos Tribunales de Justicia de la Corona de Castilla; la Real Chancillería de Granada y Valladolid. Resumidamente, con estos documentos se pretendía demostrar la limpieza de sangre y lustre nobiliario de las familias, sobre todo por los Hidalgos, la considerada más baja clase entre la nobleza. Movidos por algún reclamo administrativo que no les correspondía por disfrutar de los privilegios que su condición les otorgaba, solían entablar pleitos para demostrar la pureza de su linaje. Estos bellos libros eran una copia de la escritura original que se conservaba en las chancillerías, siendo estos los que guardaban las familias como un preciado tesoro. Por eso, estas copias se hacían de manera tan solemne y artística.

Fue entre los Hidalgos, el principal elemento fehaciente y probatorio de la calidad de su sangre ante los ayuntamientos, órganos autores de los padrones fiscales.  En la ejecutoria se reunían todos los símbolos de su nobleza: el rey que la otorga y reconoce, la religión como elemento supremo del sistema de valores, y la pertenencia a un linaje. Pero no fueron los únicos documentos objeto de adorno. La alta nobleza, titulada y notoria, extiende el uso de la miniatura a otros tipos documentales como fundaciones de mayorazgo, cartas de venta o censos, capitulaciones matrimoniales, permutas o privilegios, y a medida que avanza el siglo XVII, a las concesiones de títulos nobiliarios y grandezas de España.

En definitiva, la Carta de Ejecutoria de Hidalguía era el “diploma” con el que podían demostrar que no eran plebeyos, sino los llamados “cristianos viejos”. Por ello, estaban exentos del pago de determinadas obligaciones tributarias y tenían derecho a portar armas ya que el rey podía pedirles en cualquier momento una prestación militar. Era tal el afán por sustentar ese estatus de creerse nobles que gastaban grandes sumas de dinero en sostener estos pleitos.

Probablemente en Valladolid y Granada debería haber artistas que se ocupaban de realizar estos trabajos “editores” a donde los interesados acudían a encargarles la fabricación de estos libros. Este oficio se le llamaba normalmente (consultando en fuentes primarias como protocolos notariales o libros de fábrica de iglesias) como “escritores de libros”. Éstos realizaban artesanalmente una copia que solemnizaban y decoraban o “iluminaban” con este tipo de dibujos creando un documento de gran prestancia para que la familia lo conservase como un tesoro custodiado en casa y heredado por generaciones. Era tal la importancia del documento para ellos, que sin duda se esmeraban para que se hiciera muy bien. Una vez que esta copia estaba terminada e ilustrada conforme al original era finalmente llevada a la Sala de los Hijosdalgo de la Chancillería para que el secretario los encuadernara, contara las páginas, hicieran los colofones del final, etc. es decir, la validara y la sellara con un sello de plomo colgante al final del libro.

Estos libros eran encabezados normalmente por un dibujo o pintura donde se mostraba a la familia que requería la ejecutoria de hidalguía destacando su escudo heráldico y remarcando la patente filiación que la iglesia tenía en la sociedad. Por ello es normal que los familiares se encontrasen reflejados venerando a una iconografía religiosa, la mayoría de las veces a la Virgen Santísima, e incluso a devociones particulares, como por ejemplo puede ser la ejecutoria de la que escribí en septiembre del año pasado, perteneciente a la familia de D. Martín Escalante de Bailén en el año 1639, donde aparecen venerando a la Virgen de Zocueca, patrona y devoción principal de su pueblo.[1]

En esta también aparecía su escudo heráldico, y entre la decoración manierista de esta página aparecen dos representaciones hagiográficas que podrían tener un nexo de unión con la familia. En este caso aparece San Martín de Tours representando su pasaje iconográfico del momento en el que el Santo parte su capa con una espada para compartirla con un mendigo. Es lógico pensar que aparezca por ser el santo de Martín Escalante.

Que apareciera una devoción en concreto (a veces eran simples y comunes iconografías cristianas como una Trinidad o la Inmaculada) respondía a uno notorio signo de veneración y de filiación familiar con el lugar, en este caso la Virgen de Zocueca como gran devoción de Bailén y como protectora de la familia.

Pero una de las iconografías plasmadas en estos libros iluminados más común era la del patrón de España, Santiago apóstol, del que hoy celebramos su festividad. Que aparezca Santiago es algo muy común en este tipo de documentos y es rara la carta de hidalguía donde no aparece. Santiago era el patrón de la Monarquía y de España como el apóstol que trajo el cristianismo a la península. Era el emblema religioso por excelencia del sentimiento nacional, de hecho, sería absurdo negar que nuestra propia cultura actual no sería la misma, si al primer apóstol de Cristo martirizado no llevase a buen puerto la misión que le encomendó el Hijo de Dios, llevar el evangelio hasta los confines del mundo. Y en el siglo I, Finisterre se consideraba como el fin del mundo. Como la tradición cristiana nos cuenta que él trajo a esta península la palabra de Dios, de que sus restos se conservan en la ciudad a la que daría nombre bajo un campo de estrellas (Santiago de Compostela), el hijo de Zebedeo se convertiría en nuestro apóstol por antonomasia para los que sienten que España nació cuando pisó por primera vez esta tierra, la que ha derramado su sangre para que la fe cristiana fuera la fe de sus pobladores e incluso la del nuevo mundo. Normalmente suele representársele en una de sus curiosas iconografías, el “Santiago matamoros”, en la que montado a caballo lucha contra los musulmanes.

Santiago se asociaría a la nobleza porque es el santo “militar” por antonomasia de la monarquía como protagonista tradicional de la reconquista como una figura divina que ayuda directamente a los reyes en la batalla contra el islam, sobre todo desde el milagro de La Batalla de Clavijo (La Rioja) en la que el apóstol se les aparece a las tropas montado a caballo y guía a los cristianos para que salgan vencedores el día 23 de mayo del año 844. Todo visto desde la óptica del Medievo y la Edad Moderna, y claro, esta idea flaquearía ante el concepto que tenemos hoy en día sobre el mensaje de Cristo y las guerras santas. Pero la aparición de esta iconografía en estas cartas de hidalguía, sobre todo, se asocia a la militar por estar montado a caballo, como los caballeros, que son los que pueden mantener una caballería y su servicio en la guerra que en definitiva era la gran manifestación de la nobleza. Este hecho, también es reflejado en la ejecutoria de los Escalante de Bailén en 1639 con San Martín montado a caballo.

Por ello, por ser hoy el día de Santiago les dejo algunas cartas de ejecutoria de hidalguía recopiladas de internet donde se refleja al apóstol Santiago, sobre todo cabalgando con espada en mano guiando a los castellanos viejos en su lucha por devolver la península al cristianismo. Por ello, y para concluir, como decían los antiguos: ¡Santiago y cierra, España!

 



[1] Lendínez Padilla, J.P. (2020): La representación iconográfica más antigua de la Virgen de Zocueca en la Carta de Hidalguía de la familia Escalante (1639). Programa de Romería de Zocueca 2020, pp. 18-25.

 













jueves, 22 de julio de 2021

APUNTES SOBRE LOS ENTIERROS DE LA COFRADIA DE LA MAGDALENA DE BAILEN

 

Antigua imagen de "la Malena" de Mengíbar. fuente: facebook de Antonio Liborio Sánchez Zafra (21/03/2020)


No sabremos como hubiera evolucionado los tiempos, por eso de que por hoy se han venido acabando las Fiestas de Bailén, pero antaño, por hoy, 22 de julio, festividad de Santa María Magdalena, la desaparecida (o absorbida por la Santa Vera Cruz en la posguerra) cofradía de la Magdalena de Bailén celebraba su fiesta, y tal vez hoy hubiese sido su “velada”. Aunque seguramente las circunstancias presentes por las fiestas y el “culto” a las vacaciones, la hubiese trasladado a otra fecha.

Una cofradía, como ya contábamos Juan José Villar Lijarcio y un servidor[1] que fue fundada sin que sepamos muy bien que pudo promover esta nueva cofradía o escuadra en una Semana Santa que llevaba inalterable con sus cuatro escuadras desde 1660-62. Tal vez la cofradía de Mengíbar con su maravillosa imagen (probable obra de José de Medina) tan similar iconográficamente hablando a la que talló Juan Francisco García Martínez "el tomatero" en 1945 o la existencia desde el siglo XVIII de escuadras de la Magdalena en pueblos limítrofes como Baños de la Encina y Linares pudo influir en la idea de creación de esta nueva cofradía de la posguerra de Independencia. Sus estatutos fueron aprobados por el ordinario diocesano el 16 de febrero de 1816. No tenemos un documento grafico de cómo era aquella imagen (destacada por un cronista de antaño como entre las mejores imágenes de Bailén), la que se colocó en 1887 en la antigua capilla de la Virgen de la Guía (actual de la Virgen del Carmen) hasta que en 1913 fue desplazada de la misma, al remodelar el espacio sagrado la Familia Alcalá Torres, que terminarían siendo sus nuevos patronos en 1915. Incluso, movidos por estas circunstancias, los cofrades llegaron a solicitar se les cediese la ermita de la Limpia y Pura, entonces un oratorio dependiente de Dª. Concepción Rentero Rentero donde aún no se albergaba a la imagen de San Juan, algo que ocurriría tras la Guerra Civil.

Nueva imagen de Bailén de Juan Francisco García (1945)

Durante la década de 1940 se haría cargo de su culto la Cofradía de la Santa Vera Cruz, “a la que entregaron sus propiedades, consistentes en un arca, un juego de horquillas de hierro y un gallardete” que aún se conserva, aunque desvirtuado por intervenciones posteriores.

Durante el siglo XIX, es significativa la manda testamentaria en que los cofrades bailenenses pedían que sus cofradías auxiliasen en sus respectivos entierros según correspondiese en sus estatutos, algo por otra parte, también común en siglos pretéritos. Normalmente consistía en la aportación para el velatorio de los gallardetes (a veces tenían uno exclusivo para estos momentos) y cera que iluminara a su hermano difunto. También se podría obligar a los hermanos a asistir al entierro o incluso a sufragarlo. Como esta hermandad nació en este siglo, es curiosa la aportación de una manda testamentaria entre sus hermanos sobre el día de su fallecimiento en distintas décadas de la centuria. 

Por ejemplo, en el testamento de Maria Antonia Arance (7/01/1834) otorgado el día 4 de enero de 1834 manda que su “cadáver sea sepultado en el lugar sagrado que acostumbra hacer en esta villa con la forma de que tiene señalado la hermandad de Santa María Magdalena de la que soy cofrade, y por consiguiente dicho entierro es de cuerpo y cargo de la misma hermandad, por la que se aplicaran por mi alma diez misas que están señaladas en sus constituciones y también las que están concedidas por la de San Francisco que igualmente soy cofrade”.[2] 

Además de pertenecer a una Orden Tercera Franciscana (que llama cofradía, pero que propiamente dicho no es el término más ajustado), nos deja entrever una de las reglas de unos estatutos que a fecha de hoy desconocemos si existe algún original o copia en algún archivo o cajón particular. Hemos encontrado más referencias a esta manda en testamentos en aquel mismo año de 1834, 1835, 1871 y 1884. Por cierto, en esta manda de enterramiento comenzamos a vislumbrar el cambio de los lugares de sepultura, de la iglesia al entonces nuevo cementerio, por lo que la testadora no aclara cual deberia ser el lugar donde debía ser enterrada.

 



[1] Lendínez Padilla, J. P. y Villar Lijarcio, J. J. (2018): Iconoclastia religiosa en Bailén: la destrucción del patrimonio artístico durante la Guerra Civil. Locvber, vol. 2: pp. 88.

[2] Archivo Histórico Provincial de Jaén, Protocolos Notariales (Bailén), escribano José Godino Sovarzo, legajo 6.118, fol. 9r-9v.

LA TALLA SACRA EN LA CIUDAD DE BAEZA DURANTE EL SIGLO XVIII (I): DIEGO BRIONES Y JUAN DE ARIAS. Boletín del Instituto de Estudios Gienneneses, nº 223 (2021).


 

Nunca fue un sueño, nunca fue un objetivo, pero lo que si es: una gran satisfacción que mi labor investigadora y divulgadora salga y comience (porque me gustaría repetir más) en la considerada revista cultural de investigación, no sé si con más solera, pero si las más valorada de las que tratan la cultura y la historia en la provincia de Jaén: El Boletín del Instituto de Estudios Gienneses.

Hecho la vista atrás, rumiando las intenciones, el por qué comencé a investigar y a día de hoy no salgo de mi asombro. Solo quería hablar de Semana Santa, quizás contar la de mi pueblo de la que nadie se interesaba. La verdad, no es abundante el interés histórico por mi pueblo, como siempre digo, la historia (como casi todo) nos deja de lado como esas carreteras que siguen siendo nudo de Andalucía, pero donde ya pocos paran.

Este “logro” se lo dedico a los que me insistíais que fuese más allá, a los que no me encasillara, aunque este primer trabajo, tenga muchos matices del sector que a mi más me apasiona y se me da bien, o por lo menos es de lo que más intento aprender. También se lo dedico a los que con vuestras criticas constructivas, a veces dolorosas, a veces entendidas me habéis hecho crecer, y lo que aun me queda por avanzar si algún día la vida me dice para y cambia de camino. Os juro, que estuve algunos meses sin poder enfrentarme al ordenador después de la paliza que me supuso escribir la base de este trabajo.

En mi primera incursión, hablo de arte religioso y de sus artistas. Un buen día investigando cofradías de Bailén me comunicó Juanjo Villar Lijarcio que entre el libro de actas de la cofradía de la Soledad que existe en el Archivo Municipal de Bailén y que yo había fotografiado, había unos apuntes sobre el encargo de una imagen en el siglo XVIII a un tal Francisco Briones. Ahí comenzó este trabajo, de un extenso estudio, ya que esta es la primera parte del artículo.

Como pasa en la actualidad, como no sabia quien era ese Francisco Briones, la primera búsqueda fue por internet, la que me descubrió, que efectivamente, había un escultor dieciochesco en la provincia, de Baeza, llamado así. Incluso me despertó ese interés turístico provincial, llevándome a conocer su retablo de Cabra del Santo Cristo.

El simple interés por encontrar algo más sobre ese encargo de imaginería me llevó al Archivo Municipal de Baeza, que tiene la particularidad (junto a Úbeda) de conservar los protocolos notariales de la ciudad. Allí, con la enorme generosidad y tal vez el mejor trato que he recibido en un archivo (que en casi todos ha sido genial), conocí a su archivera, María José Calvo Rentero, que siempre se prestó con una gran profesionalidad a ayudarme en lo que necesitaba. No encontré nada sobre el apunte del archivo bailenense (tengo la teoría que encargos de imaginería en la provincia de Jaén en aquel periodo, pocos se harían con escritura pública), pero si comencé a encontrar noticias de aquellos Briones que curiosamente no estaban publicadas, con lo que ha sido consultado ese archivo y la de libros que han salido de él, sobre todo por investigadores locales.

Así comenzó una historia que pretendía tan solo utilizar para mi trabajo bailenense, pero que poco a poco fue llenando mi alma de un interés mayor: escribir una monografía sobre los Briones para publicarlo ¿dónde?. El Boletín de IEG, era el lugar idóneo. Y así obré, creé un relato documental de esta familia de tallistas que me llevó a peinar todos los protocolos baezanos que se conservan del siglo XVIII y parte del XIX, y algunos de finales del XVII.

El trabajo comenzó en febrero del 2019 y prácticamente terminó tres años después, aunque en esto nunca se termina. Pero la labor no solo se limitó a Baeza, porque había que seguirles la pista por toda la provincia, sobre todo por el norte para poder presentar lo que Dios mediante será todo el estudio.

Por su amplitud, y las normas del BIEG, tuve que hacerlo en dos partes, y al obrar así, vi que podía ampliar el abanico de posibilidades, y como los Briones no estuvieron solos en Baeza, decidí crear un estudio dedicado a los maestros de la talla establecidos en Baeza durante aquella centuria. Por ello, en esta parte se estudia la figura del patriarca de los Briones, un conquense llamado Diego Briones del que incluso he llegado a encontrar muchos de sus descendientes residentes en mi pueblo (también he terminado por hacerme genealogista), porque creo que se ha demostrado con creces que son introductores principales del apellido en la comarca norte jiennense. De él he elaborado la historia familiar más completa que he podido, he contado lo que sobre él ya se había escrito y se conocía, más las nuevas aportaciones sobre su trabajo que he descubierto como fue su trabajo en el retablo de la Trinitarias de Andújar y el retablo mayor de San Pedro en Torredonjimeno.

En definitiva, en esta primera parte, he intentado divulgar la historia del que sería uno de los principales padres de gran parte del trabajo escultórico jiennense para iglesias y cofradías del XVIII. Porque después vinieron sus hijos, nietos y bisnietos, pero eso será para la segunda parte, Dios mediante. En esta primera parte, también culmino tratando a un maestro tallista y sobre todo yesero de la época del que pude encontrar un contrato de su desaparecido camarín para la Virgen del Alcázar, Patrona de Baeza, para su desaparecida iglesia colegiata. Por ello, decidí incluirlo recopilando lo que sobre él había. Es curioso, los pocos datos o casi nulos de su persona en los archivos baezanos, aunque las fuentes que lo han estudiado nos apunten su naturaleza baezana en sus pocos trabajos documentados. En los protocolos admito que se me ha podido escapar algún dato, pero resulta sorprendente que no los hallara en los padrones de vecinos. Tal vez Juan de Arias fuese el padre de dos niños que fueron bautizados en la iglesia de San Pablo en 1723 y 1724. Así consta de las partidas de bautismo de Juan Antonio, hijo de Juan de Arias y de Francisca Javiera de Higueras, que nació el 15 de enero de 1723 y fue bautizado el día 20 y que vivían en la calle Merced. El 14 de febrero de 1724 nació Isabel María Valentina Javiera, hija también de este Juan de Arias y Francisca Javiera Higueras residentes en la calle Merced, siendo bautizada el día 3 de marzo. Estos datos no aparecen en el artículo, porque lo encontré después de enviarlo al consejo de edición del boletín, pero aprovechado esta entrada, los comparto para su mayor difusión, aunque no podamos certificar que este Juan de Arias se trate de nuestro artista. Por cierto, desde aquí las gracias al párroco de San Pablo de Baeza que me dejó consultar los libros sacramentales de la parroquia, previa autorización del obispado.

Con ello les dejo, si así lo desean este primer trabajo sobre, como siempre digo, la aún muy incompleta historia sobre los maestros tallistas o escultores de los siglos dorados del arte en la provincia de Jaén, al que he añadido, un ramillete de diversas fotografías antiguas, muchas de ellas muy desconocidas para el gran público, tanto de algunos trabajos de los que hablamos como de otros que creo que pudieron salir de las gubias de estos, desde hoy cada vez menos, olvidados “arquitectos de retablos”.

En este enlace podrán descargarlo de Academia.edu. Además, les dejo inserto el pdf para una mayor facilidad de descarga.