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domingo, 26 de septiembre de 2021

EL TRONO DE SEBASTIÁN DE SOLÍS DE LA VIRGEN DE ZOCUECA


 

En realidad, se trataba de una peana de camarín, pero he utilizado el término que antaño se usaba para definir estas piezas ornamentales que se utilizaban en los altares, retablos, capillas o camarines para realzar el esplendor de las imágenes. Si, la Virgen de Zocueca tuvo un trono o peana de camarín del mismísimo Sebastián de Solís, el artista más reputado de la historiografía jiennense que vivió entre el siglo XVI y XVII.

Recuerdo cuando era un niño que en las pocas oportunidades que tuve de acceder al camarín de la Virgen de Zocueca en su santuario de la aldea del Rumblar, sentía esas espeluznantes vibraciones como cuando aún sigo extasiándome al contemplar el arte del pasado. Esa extraña sensación que nos transporta a tiempos muy lejanos. Los avatares del tiempo, los gustos, la desidia, las sustracciones indebidas y finalmente la Guerra Civil dejaron tan poco, que para volver a sentir esas emociones tenía que salir indudablemente de Bailén. No solo eran las yeserías dieciochescas que envolvían a aquella otra imagen que estaba en la aldea, la que apenas solo veíamos cuando llegaba la romería. Arte barroco cubriendo a la escuela valenciana con sede en Madrid. Todo eso lo aprendería y lo valoraría mucho después. Pero también recordaba que la Virgen se alzaba y sostenía sobre una peana con ese mismo sabor, con ese mismo encanto de las obras antiguas… pero sobre ella nada se decía, ni nada encontraba.

Como ocurre tantas veces, nadie le prestaba valor, poca atención despertaba la pobre peana. Pero algún día me encontré esta foto en la red y la guardé hasta que el pregonero de romería de este año me la recordarse al añadirla en el espectáculo visual que completó su exaltación. Y por eso estoy aquí, y nace esta entrada para que no sea solo un mero recuerdo de unos pocos.

Desde mi niñez, creo que cuando volví a visitar el camarín (con la suficiente madurez compresiva), la Virgen ya descansaba sobre la actual mesa, donde se han ido alternando sobre ella desde la segunda peana original del paso de los talleres de Angulo de Lucena, a la peanita de Orovio de la Torre de Torralba de Calatrava que sustituyó a la anterior en el paso con el estreno del templete o desde el año pasado en sus actuales andas de traslado, las realizadas por la Casa Meneses estrenadas en 1908.

Sobre las peanas del camarín, publiqué en 2017 que a la Virgen le querían hacer entre 1787-1791 un trono de camarín de plata diseñado por el polifacético artista academicista de Jaén, D. Manuel López, que parece que no llegó a buen puerto. Por cierto, en ése artículo tengo la espinita clavada del error que cometí al interpretar los documentos donde encontré los datos. Por culpa de la costumbre de esta tierra de llamar a los pasos como tronos, creía que en realidad querían hacer una pieza que hiciese las veces de peana en el camarín y de andas procesionales de la imagen. Precisamente por estas peanas en muchos lugares se les llama a los pasos: tronos, porque muchos de ellos eran colocados también en las andas para procesionar de manera más suntuosa a las imágenes, y en Sevilla con las glorias tenemos aún ejemplos de aquello. La palabra “peana” en referencia al ornato sagrado parece que es más reciente. Torpe de mí, sabiendo que tanto la palabra “trono” como los pasos de mayor tamaño, a imitación de Sevilla, no llegarían a esta provincia hasta finales del XIX e incluso no se asentarían hasta la segunda mitad del XX.

Estudiados desde entonces más estos asuntos de nombres y expresiones del pasado, creemos que lo más normal es que la Virgen pudo tener un trono desde el estreno del camarín, tras la finalización de las yeserías sobre 1754-1758. No sabemos cómo, de qué autor, pero probablemente de madera que corrobora el arreglo sobre el mismo que acometió en 1820 el carpintero José Cabrera por lo que la cofradía pagó (junto al desplazamiento del artesano al santuario) 10 reales. Este trabajo también lo confundí con unas posibles andas. Por cierto, un pago que no realizó la parroquia de la “Asunción del Rumblar”, entonces la propietaria de todo desde que la aldea se convirtiese en una de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena. Una pequeña muestra de que la cofradía siguió sufragando costes y no solo la Intendencia y independiente parroquia, aunque aquel Fuero de Carlos III le arrebatara a Bailén su santuario y le complicase mucho la vida con el culto a su patrona, solución que resolvimos de la forma tal vez menos ortodoxa…

Pero ese trono o peana que nos muestra la fotografía que abre esta entrada (desconozco su propietario, la tuve que encontrar en Facebook hace años), nunca fue encargado a Sebastián de Solís, ni estuvo en el camarín desde los tiempos del manierismo. De hecho, para cuando se entronizara la Virgen en el primer nicho u hornacina del nuevo testero del santuario (a mediados del siglo XVII), el artista toledano ya habría muerto (en 1630 es la última noticia que se tiene de él en Jaén).





Lo que sí realizó Sebastián de Solís para Bailén fue el que tal vez fue su mayor obra retablística, el retablo mayor de la iglesia de la Encarnación, obra que tuvo que culminar en torno 1586 y que fue destruido en los episodios iconoclastas de la Guerra Civil. Aunque aún siguen muchos misterios por resolver sobre cómo y qué se destruyó de los bienes-muebles de la iglesia y ermitas de Bailén (santuario incluido), del que recientemente he leído que todo fue transportado al lugar por donde hoy se encuentra la estación de autobuses y fue quemado, lo cierto, es que algunas o muchas piezas, aunque fueran solo fragmentos, se salvaron. Todas ellas desperdigadas por la iglesia o por las calles por donde fueron arrastradas y ultrajadas, muchas tuvieron que ser recogidas por los vecinos, las que luego guardaron en sus domicilios. A algunos se les llegó a denunciar por ello, e incluso se les juzgó, aludiendo aquellos en sus defensas que lo hacían para salvar las piezas y después devolverlas. Esto, claro está, viendo que la guerra la había ganado los que defendían a la iglesia. Fue una tónica general en muchas poblaciones este tipo de actos y confusiones en la represión.



Así, algunas columnas y tablas de aquel retablo y quizás de muchos otros se devolvieron en la posguerra a la iglesia. Las columnas estuvieron decorando la iglesia, la sacristía y finalmente acabarían insertadas en el nuevo retablo de la Virgen de Zocueca en la parroquia de Bailén. Tristemente no de la forma más correcta, desvirtuando su primigenio valor, aunque sabemos de las buenas intenciones con la que obraron los promotores. Y es que cuando ignoramos algo es fácil equivocarse, como a mi mismo me pasó y he reconocido renglones más atrás. De aquellas columnas solo queda en su aspecto original una y se encuentra en la iglesia de San José Obrero junto al Cristo de la Humildad y Misericordia.

Pues bien, con aquellas tablas, supongo que algún carpintero tuvo que crear esta singular peana o trono de camarín cuando se restauró el santuario y se devolvió el culto en el mismo y se colocase una nueva imagen de la Virgen en el camarín. Desconozco quien lo hizo y desde cuando ha venido sustentado a la imagen, pero la misma fue sustituida a partir de 2008, cuando se estrena el templete del paso de la Virgen por el bicentenario de la Batalla de Bailén y hay que remodelar su paso, cambiando la peana superior que acabó sobre una mesa haciendo de trono o peana de camarín. Suprimido el templete del paso en los últimos años, la sobre-peana ha vuelto a su lugar en el paso. Aquella singular peana, sin sentido arquitectónico, pero fácilmente reconocibles sus características manieristas y la impronta de Sebastián de Solís, fue desmontada y las piezas se colocaron en la sacristía a modo decorativo o expositivo por el párroco de entonces. Hasta que un nuevo párroco eliminó aquella decoración, guardando las tablas en la misma sacristía donde aún se conservan.

 


miércoles, 22 de septiembre de 2021

LA PROCESIÓN DE LA VIRGEN DE ZOCUECA EN JAÉN DE 1950 EN LAS ACTAS CAPITULARES DEL AYUNTAMIENTO DE BAILÉN (Programa de Romería de Zocueca 2021)

 

La Virgen de Zocueca y tras Ella, la Virgen de la Antigua de la catedral en el Parque de la Victoria de Jaén. Fuente: Juan Simón García.


En las puertas de un nuevo otoño, en el subconsciente del bailenense vuelve a florecer los parajes y contornos de la aldea de Zocueca con esa romería que marca el tiempo en las manecillas del reloj de la ciudad. La pandemia sigue ahí, pero con noticias más esperanzadoras. El culto público está volviendo a las calles en esta nueva realidad, parece que nos están devolviendo los tiempos, pero ojalá que nunca se quede de esta forma y podamos volver a nuestra normalidad, que era ir en masa hacia el Rumblar llevando en volandas a nuestra patrona, sin mascarillas, sin distanciamientos, sin miedo y que todo se pudiera vivir como hasta el mes de marzo de 2020 se vivía.




Por los actos que la situación nos permite realizar, se ha vuelto a editar un nuevo programa de romería, donde he vuelto fiel a mi cita con sus páginas y mi simple ánimo de divulgación de la historia de la Virgen de Zocueca. Este nuevo artículo pretende ser una paginita más que acometa precisamente eso. En primer lugar, la divulgación de un documento. Lo segundo completar un peldaño más de una historia que ya narramos en las mismas páginas del programa de romería de 2019. En este trabajo presentamos la poca o mucha importancia de la transcendencia de la participación de la Virgen de Zocueca en la procesión magna mariana de Jaén en 1950 con motivo de la proclamación del dogma de la Asunción en el archivo municipal. En 2019 me quedé con la espinita de poder haber consultado las actas capitulares de Bailén para darle un broche de oro más completo, pero los autores no pudimos por nuestras ocupaciones acercarnos a realizar la consulta. Pero tras mi digitalización de las actas capitulares, y encontrar referencias a aquel acontecimiento, nació en mí el deseo de realizar este artículo para divulgar esta página de la historia en el Programa de Romería, donde obviamente resaltará la curiosidad de nuevos datos, el recuerdo de las personas que se citan y la nueva publicación de la única fotografía que se conocía de la Virgen de Zocueca en el evento (hasta la publicación de las del Legado Ortega) tras un nuevo escaneado de un original que nos ha cedido gustosamente Juan Simón García, perteneciente al archivo de su familia, una de las más significativas y reconocidas en la historia de la cofradía durante el siglo XX.

Para consultar el artículo en academia.edu pinche aquí.

viernes, 17 de septiembre de 2021

LA RESTAURACIÓN DE LA VIRGEN DE ZOCUECA DE 1832

 

La antigua imagen presentaba una lucidez impropia de una talla tan antigua

Un aspecto desconcertante que creemos que desvelamos en 2018[1], fue la confirmación de que la antigua imagen de la Virgen de Zocueca (destruida en agosto de 1936 en los sucesos intencionados iconoclastas de la Guerra Civil Española) tuvo que ser remodelada en su estética original ya que presentaba para entonces un aspecto confuso o distante a la época en que se tuvo que realizar (siglo XV-XVI) a través de lo que nos decían los grafismos que presentaba su escultura. La reluciente imagen (aun siendo fotografías en blanco y negro) y los matices polícromos de su encarnadura hacían dudar a expertos en historia del arte la probable época de su ejecución.

Éramos de la opinión de que la imagen había sufrido una repolicromía en algún momento de su dilatada historia. Algo común por otra parte, ya que las recientes técnicas de restauración son eso mismo: recientes. Antaño según los gustos o el deterioro, o se cambiaba la imagen o se intervenían a unos niveles (hoy inconcebibles) de tal magnitud que se desvirtuaba el aspecto original, ya fuese con retallados o repolicromías. Incluso, se hacían a conciencia llevados por las corrientes de moda del momento, sobre todo a partir del barroco, para poder revestir aquellas primitivas imágenes de talla completa, en las que incluso, se les añadían nuevos niños, nuevos brazos articulados y manos o candeleros para hacerlas “crecer” en tamaño.

Como decíamos, el aspecto era demasiado reluciente, aunque parece que su talla siempre fue respetada. No contamos con testimonios cercanos a la época de su destrucción de una posible intervención. La más próxima fue la que nos relató el último párroco del Rumblar, D. José María Marín Acuña en su monográfico (1923) dedicado a la patrona de Bailén en la que consultando una fuente primaria, que tal vez ya no exista, nos indicó la intervención sobre la imagen tras un incendio fortuito de la imagen en su camarín en el año 1832. Así describió el acontecimiento en su libro:

Retoque de la sagrada imagen: En el año 1832 la llama de una vela, colocada por un devoto en el camarín del Santuario de Ntra. Sra. de Zocueca, quemó el manto que la vestía, salvándose prodigiosamente la imagen del incendio. Algo padeció en su barniz, y, por acuerdo de una junta que celebró la cofradía el 12 de agosto del mismo año, fue restaurada con esmero, previa autorización del prelado, ilustrísimo señor don Diego Martínez Carlón, cubriendo los gastos un piadoso vecino de Bailén cuyo nombre se ignora”.[2]

No me cabe duda, que en un libro de actas tuvo que consultarlo, aunque a falta de una examinación profunda del archivo de la Archicofradía, creemos que no se conserva, al menos en poder de la hermandad. Años después, Marín Acuña, en un artículo fechado en 1932 en una revista local llamada “Bailén Festivo” [3] realizó un pequeño artículo en conmemoración de algunas efemérides como el tercer centenario del comienzo de las obras del santuario (1632) y el centenario de esta restauración citando lo siguiente:

“… y el primero [centenario] del prodigio que conservó casi incólume la imagen venerada de Nuestra Señora mientras ardieron todas sus vestiduras. Algo padeció solo el barniz siendo restaurada seguidamente en Valencia por acuerdo de una junta que celebró su cofradía el 12 de agosto de 1832 y previa autorización del prelado, ilustrísimo señor Don Diego Martínez Carlón, merced a la generosidad de un vecino, quien con humildad cristiana mantuvo oculto su nombre”.[4]

En este articulo añadió el lugar donde se acometió aquella restauración, Valencia, sorprendentemente en un lugar alejado para lo que era entonces las áreas de influencia artísticas. Hasta la creación del ferrocarril, era frecuente entre el siglo XVII-XVIII que los artistas no sobrepasaran su área comercial más allá de la provincia donde vivían y las limítrofes. Por ejemplo, es complicado encontrar “escuela sevillana” en el este andaluz o “escuela granadina” en el oeste de la comunidad, o más bien que los contratantes acudiesen a un taller tan alejado de su tierra. No sería hasta mediados del siglo XIX cuando la llamada “escuela levantina o valenciana”, con centros operativos en ciudades como Valencia, Barcelona, Olot y también Madrid comenzasen a globalizar la industrialización del arte sacro en todo el territorio nacional e intercontinental, aunque los focos locales aun siguieran latentes, en unos lugares lo hicieron con más fuerza que otros, donde llegaron hasta a desaparecer. Así, que en un hipotético libro de actas, Marín Acuña leyó que la Virgen se vio afectada en su “barniz” (policromía) en el incendio y que se llevó hasta Valencia (probablemente en una caballería), donde un artesano anónimo la intervino. Pero ¿Qué le hizo?





Once años después saldría publicada una curiosa noticia en el diario “El Corresponsal” de Madrid, en su edición del 3 de mayo de 1843 donde un anónimo redactor publicó un pequeño artículo lleno de significativas noticias. Entonces, se les llamaba redactores, pero en realidad podrían tratarse en verdad de simples ciudadanos que enviaban noticias u opiniones (sobre todo en la naciente prensa sensacionalista) a través de telegramas que luego eran transcritos en las redacciones. Este es el motivo por el que es fácil encontrarse cuantiosas erratas.

Aquel desconocido aportaba una visión de lo que acontecía entonces entre la sociedad bailenense y la del Rumblar. Da la sensación del que el “periodista” fuese un vecino de la que fue una de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena desde la proclamación del fuero de 1767, hasta que se derogó en 1835 pasando su término municipal a la propiedad de Guarromán, la Nueva Población del fuero promovido por Carlos III más cercana.

Sería complicado en esta pequeña entrada poner en contexto todo lo que contó aquel personaje anónimo a través del periódico, por lo que su escrito no habría que tomarlo al pie de la letra, pero sí valorarlo en el contexto histórico en el que fue publicado. Tan solo pretendemos divulgar este trocito de historia. Entre todo lo que narra, se intuye notoriamente cierto resentimiento o enfrentamiento hacia Bailén. Tan solo hay que leer su significativa opinión sobre la Batalla de Bailén del 19 de julio de 1808, de la que afirma debería “apellidarse con más propiedad de Zocueca; porque Zocueca fue el punto principal de acción y donde se terminó aquel inmenso lance”. Sigue añadiendo la poca dicha de la nueva población (convertida ya en pedanía), la cantidad de viviendas que tenía y la poca fuerza social de su escaso vecindario que incluso los mismos vecinos se veían obligados a abandonar la población ante la poca esperanza de prosperidad que ofrecía la pedanía. Incluso para entonces la parroquia se encontraba cerrada desde 1838 a consecuencia de unos episodios vividos durante la primera Guerra Carlista (1833-1840), entre el párroco y tres sublevados carlistas, siendo restituida al año siguiente de esta noticia.

Son curiosos los ataques a Bailén, definiéndola como atrasada y desagradable en su aspecto (aunque si enfatiza que es rica), colmando su indignación con Bailén narrando el histórico traslado o rapto (según el punto de vista de cada población) de 1834 donde los bailenenses se llevaron la imagen de la Virgen de su iglesia “a mano armada”. Su defensa por el Rumblar es manifiesta como podrán leer de la transcripción que adjuntamos y el recorte de periódico. Aunque lo más significativo, polémicas aparte de la época, y lo que más nos interesa son los datos que aporta de la imagen, de la que sin duda desconoce su antigüedad, -ya estudiada entonces por Rus Puerta (1634)[5] y Ximena Jurado (1654)[6]-, ya que según el corresponsal “…su existencia allí se cree anterior a la fundación de la colonia y aún haber dado lugar a ella, hay quien supone, procedió de la gran batalla de las Navas de Tolosa, cuyo campo dista solo 3 o 4 leguas”. Este detalle creemos que deja claro que el redactor probablemente tuviese un posible origen colono, o por lo menos de Bailén poco demostraba ser, al desconocer por completo la historia de su entorno.

Obviamente, claro que la Virgen de Zocueca era anterior a la creación de las Nuevas Poblaciones, aunque actualmente es hoy cuando a través de las fotografías que se conservan de la Virgen, se está delimitando (gracias a los avances en investigación histórica) el periodo en que la imagen tuvo que ser realizada. Su aspecto tardo-gótico, según el profesor Miguel Ruiz Calvente[7], muy en consonancia con la Virgen de la Capilla de Jaén, conllevaba controversias entre expertos del arte como hemos mencionado. La lucidez de sus vestiduras y sus profusos estofados, la casi nula presencia de oscuras capas de pátina del tiempo, el dulce realismo de los grafismos de su rostro y las características de su encarnadura parecían apuntar a una etapa más cercana que lo que las crónicas nos hablan sobre la presencia más remota de la Virgen en el Herrumblar.

Incluso puede que gracias a este corresponsal se desvelara el porqué de una histórica confusión de la inscripción del zapato de la Virgen, el hoy popular y rebatido[8] significado del “NOIRNTOIAI”. En la noticia lo llama sandalia o zapato[9] y la inscripción la describe en su aspecto como “renovada su pintura”. Con este testimonio quería decir que la imagen había sido nuevamente policromada y para aquel año, deducimos que recientemente (apenas once años antes). Seguramente la intervención de 1832 consintiese en una nueva policromía (por otro lado, lógica ante el incendio), motivo por el que la imagen no presentase la pátina del tiempo y su rostro no apuntase a los arcaicos modelos tardo-góticos que presentaban el resto de sus rasgos artísticos. Si se pintó de nuevo, podemos imaginarnos por qué Marín Acuña en 1923 no coincidiese con Rus Puerta (1634) en la trascripción de la extraña palabra del zapato. Tal vez el artista pudo errar (o pudo ser mal informado) en la restauración y en la nueva repolicromía al escribir nuevamente la antiquísima inscripción, no siguió lo que el prior Rus Puerta dejó escrito en sus anales eclesiásticos del siglo XVII. El anónimo corresponsal dijo del aspecto que contemplaba de la Virgen que “…Al renovar la pintura y dorado de la efigie fue sin duda renovada [la inscripción], pues según aparece flamante, no puede ser muy antigua”, aunque tristemente no cite la inscripción (dice de ella: “aunque la tenemos dibujada no la transcribimos por no haber caracteres adecuados”) para poder corroborar lo que Marín Acuña nos describió en 1923.

Esta es la noticia publicada en la edición del día 3 de mayo de 1843:

La memorable Batalla de Baylén, nos escribe un estimado corresponsal, debió apellidarse con más propiedad de Zocueca; porque Zocueca fue el punto principal de acción y donde se terminó aquel inmenso lance. Zocueca es una aldeíta de las Nuevas Poblaciones establecida por Olavide y que nuestros actuales gobernantes por su desgobierno o indolencia destruyen, situada entre Baylén y la parada de postas llamada Casa del Rey: sobre el río Herrumblar, que recoge las aguas de la Alcudia y otra parte de la Mancha, y atravesando la Sierra-Morena se arroja con un ímpetu indescribible (sic) al Guadalquivir por bajo de Jabalquinto.

En esta aldea cuyo porvenir parece desapareció con su fundador [se refiere a Pablo de Olavide], existía una imagen de la Virgen María, notable por su belleza, por la finura de sus formas, y por sus detalles artísticos. Pareciera de ejecución helénica. Su existencia allí se cree anterior a la fundación de la colonia y aun haber dado lugar a ella, hay quien supone, procedió de la gran batalla de las Navas de Tolosa, cuyo campo dista solo 3 o 4 leguas; y que el rio (llamado del Castillo) que lo atraviesa, viene a unirse al Herrumblar junto a Zocueca.

Esta efigie, por su crédito y nombradía ha sido objeto de cuestiones acaloradas entre Baylén y la Colonia, hasta el término de que considerándola un paladión contra el cólera-morbo, los vecinos de aquella villa, la arrebataron a mano armada, despojando a Zocueca de su patrona y, como en tantas otras cosas, ha quedado triunfante el derecho del más fuerte; y el "hecho consumado," justo o injusto está sancionado por la debilidad de los vencidos.

Esta efigie de escultura exquisita, renovada su pintura tiene una inscripción singularísima en caracteres extraños, la cual ha sido objeto de la atención de varios viajeros. Al renovar la pintura y dorado de la efigie fue sin duda renovada, pues según aparece flamante, no puede ser muy antigua. La inscripción se presenta en el grueso de la suela del cothurno [coturno] o sandalia que calza la Señora, y aunque la tenemos dibujada no la transcribimos por no haber caracteres adecuados.

Un orientalista, que la ha examinado recientemente pretende que dice traducida:

"Nunca os dejaré"

Esta Virgen existe hoy (porque los pobres aldeanos de Zocueca no tienen fuerza ni actor para vindicar su derecho) en la iglesia parroquial de Baylén, donde los viajeros podrán entretener en su examen el hastío que causa aquella población tan atrasada en todo y tan desagradable por su aspecto como rica. También sobre la puerta de la sacristía hay un relieve notable, y una inscripción en el palacio y alguna otra antigüedad.

Zocueca, lejos de haber sacado partido, de ser allí donde se decidió la suerte del mundo, capitulando Dupont, tiene hoy desiertas, parte de sus treinta y dos casas; aunque le circunda un despoblado baldío de más de medio millón de fanegadas de tierra (desde Despeñaperros a Montoro, y desde el arrecife hasta la Mancha). Siquiera como monumento de gloria nacional debiera conservarse.

Era de desear que la Jefatura Subalterna que en [1]821 se estableció para aquel territorio, volviera a constituirse en fomento de la prosperidad general y de aquellas hermosas, aunque desiertas comarcas”.[10]



[1] LENDÍNEZ PADILLA, J.P. (2018): Nuevas documentaciones de obras de la escuela de imaginería “levantina” en la provincia de Jaén (s. XIX-XX). Pasión y Gloria, nº 36, Agrupación de Cofradías de Jaén, pp. 103-104. LENDÍNEZ PADILLA, J.P. (2018): La imagen de la Virgen de Zocueca en la prensa. Programa de Romería 2018, pp. 47-48.

 

[2] MARÍN ACUÑA, J.M: “Nuestra Señora de Zocueca, Patrona de la M. N. y L. Ciudad de Bailén”. (1923) Editorial Tip. Del H. de Hombres, Jaén. Pág. 39-40.

 

[3] MARÍN ACUÑA, J. M. (1932): Doble Centenario. Revista “Bailen Festivo”, pp. 23-25.

 

[4] MARÍN ACUÑA; J.M (1932): Doble Centenario. Revista "Bailen Festivo", pp. 23-25.

 

[5] RUS PUERTA, Francisco de (1634): “Historia Eclesiástica del Reino y Obispado de Jaén”. Imprenta de Francisco Pérez de Castilla (Jaén).

 

[6] XIMENA JURADO, Martín de (1654): “Catálogo de los Obispos de las Iglesias Catedrales de la Diócesis de Jaén y Anales Eclesiásticos de este Obispado”. Imprenta de Domingo García y Morras (Madrid).

[7] LINARES LUCENA, Francisco Antonio (2017): Zocueca: un topónimo para una reina. (Nuevas aportaciones al estudio del origen de Nuestra Señora de Zocueca y de su topónimo). Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 215, 2017, pp. 246.

 

[8] "NOIRNTOIAI", según Rus de la Puerta en 1.634 y "NOIRNTONIATI", según Marín Acuña en 1.923. En una conferencia impartida el 2 de diciembre de 2015 por Francisco Antonio Linares Lucena, apuntó la teoría de que podría tratarse de una palabra creada a partir de las abreviaturas de una frase en latín, pudiendo aludir al periodo en que pudo ser realizada la primitiva imagen, gobernando en Castilla el rey Alfonso VII (1105-1157). Para esto se basó en la inscripción que citó Francisco Rus Puerta en 1634. Analizándola filológicamente en más de veinte lenguas medievales o clásicas hispanogalas y no viendo equivalencia posible, y siendo habitual la utilización de abreviaturas o acrónimos en la época, llegó a la hipótesis de que, ya que muchas de ellas y con base en muchos documentos medievales que invocaban a Jesucristo en latín, puede tratarse de un acrónimo. Rastreando las iniciales y en búsqueda de equivalencias, presentó esta hipótesis. Dicho rey, Alfonso VII murió en la Aliseda en 1157 y fue quien vendió la villa de Baylén del Arroyo a Abdelaziz de Baeza. La frase sería esta: NOmine Iesuchristi Redemptoris Nostri, TOleti Imperator Adefonsus Totius Imperii. Y la traducción al castellano: “En el nombre de Jesucristo, Redentor nuestro, [siendo] Alfonso emperador de Toledo, y de todo el Imperio”. LINARES LUCENA, Francisco Antonio (2017): Zocueca: un topónimo para una reina. (Nuevas aportaciones al estudio del origen de Nuestra Señora de Zocueca y de su topónimo)Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 215, 2017, pp. 236-242.

[9] Es curioso que apunta a que la Virgen calzaba coturno o sandalia, mientras en las fotografías conservadas contemplemos que llevaba un zapato.

[10] El Corresponsal, nº 1427. 3 de mayo de 1843. Pág. 3.

sábado, 4 de septiembre de 2021

EL NIÑO DE LAS UVAS DE MENGIBAR ¿OBRA DE SEBASTIÁN DE SOLÍS?


 


Mantiene la ciudad de Mengíbar uno de los ejemplos aun existentes más peculiares de la religiosidad popular. No es otra que la procesión del Domingo de Resurrección con la imagen del que ellos llaman el “Niño de las Uvas” (conocido así por portar un símbolo tan común de la eucaristía como es un racimo de uvas). Este Niño Jesús del Dulce Nombre es una de las pocas muestras en la diócesis de Jaén junto al que procesiona en Baeza. No nos vamos a detener en qué significado tiene, porque ahondar en los misterios teológicos de la Resurrección de Cristo y su iconografía no es tarea fácil. Pero si, las procesiones de imágenes de Cristo Resucitado, o su generalización no va en la mayoría de los casos mucho más allá del siglo XX. Antaño, la procesión de la Resurrección la solían protagonizar estas pequeñas imágenes de Jesús niño, y como ejemplo también tenemos testimonios sobre ello en Bailén donde también existió una cofradía del Dulce Nombre de Jesús y lo procesionaba el Domingo de Resurrección.

En esta labor sorpresiva que me he llevado al leer al historiador jiennense Rafael Galiano Puy con su trabajo de Sebastián de Solís[1], me he ido dando cuenta de las muchas noticias que podemos llegar a tener publicadas y que luego pasan desapercibidas, ya que posteriormente pocos se hacen eco en nuevos trabajos donde sería de obligada citación. Galiano, mencionando un descubrimiento del también gran historiador Manuel López Molina nos habla de una carta de obligación otorgada en Jaén, en la escribanía de Pedro Quesada Cañizares un 7 de marzo de 1609, primer viernes de cuaresma en la que un vecino de Mengíbar, Luis de la Choza Cano, se obligaba a pagarle al ínclito artista de origen toledano, 12 ducados y 1 real por la compra de un Niño Jesús y unas andas.[2] El pago se debía de hacer efectivo en la ciudad de Jaén el día 15 de agosto de ese mismo año.

Además de dejarle una reproducción de la escritura les dejo la transcripción que aportó López Molina:

Sepan cuantos esta carta vieren como yo Luis de la Choza Cano, vecino que soy de la villa de Mengíbar, estando al presente en esta muy noble, famosa y muy leal ciudad de Jaén, otorgo y conozco que me obligo de dar y pagar a Sebastián de Solís, vecino de esta ciudad que está presente, o a quién su poder hubiere en cualquier manera, doce ducados y un real que le debo de la compra de una hechura de un niño Jesús, con sus andas doradas y pintadas, de bulto ... y me obligo a pagárselos en la ciudad de Jaén llanamente y sin pleito alguno al día de Nuestra Señora de Agosto primero que vendrá...[3]




Un mengibareño se hacia con una imagen del Niño Jesús. Hasta aquí esta historia no tiene nada de novedosa. La imaginería de devoción particular es tan antigua como el mismo arte religioso, y estos ejemplos iconográficos eran y siguen siendo muy demandados para los oratorios y rincones hogareños. Lo curioso es que también le encarga unas andas… y eso de que un particular saque una procesión, creo, que eso ya no es tan normal.

Las fuentes históricas sobre la cofradía del Dulce Nombre de Mengíbar que he podido consultar, no nos hablan del autor de la antigua imagen (recuerdo que fue destruida en la Guerra Civil, siendo la actual imagen una obra de Tomás Parra, adquirida en Madrid[4]) y me extraña que la voz más autorizada en la historiografía de nuestros “hermanacos” mengibeños, el Cronista Oficial D. Sebastián Barahona Vallecillo, no haya hecho mención sobre este aspecto en sus incontables trabajos. Más cuando recientemente ha publicado un trabajo sobre la religiosidad popular de su pueblo.[5]

Según este trabajo, nos apunta que la cofradía del Dulce Nombre se fundó el 6 de junio de 1611 en la parroquia de San Pedro de Mengíbar. Aunque este dato es dos años posterior a la hechura de la imagen y andas, eso no quiere decir que no tengan conexión. La formación de las cofradías fue en aquellos tiempos en su mayoría, primeramente, con un carácter espontaneo. Un grupo de fieles se juntaba e incluso encargaban sus imágenes y bienes sin autorización eclesiástica hasta que el prior de turno (por entonces el maestro D. Fernando Cristóbal de Avilés entre 1608-1635) los llamaba al orden y les obligaba a la formalización eclesiástica oficial y normalmente a la confección y aprobación de sus estatutos o reglas. Es decir, la cofradía podía llevar algún tiempo funcionando, pero hasta que no era aprobada por la iglesia, no constaba como asociación oficial de fieles de la iglesia. Por lo que probablemente, Luis de la Choza fuese desde el mayordomo o un cargo de junta que le encargará a Sebastián de Solís el primitivo “Niño de las Uvas”, el que se veneraba, por lo menos en una foto del siglo XX, en la hornacina izquierda del retablo mayor de la iglesia[6], una pieza de los años 40 del siglo XVIII que bien pudo tallar los hermanos Antonio y Juan Briones y Velasco o Juan de la Barrera en sus talleres baezanos si no fue algún tallista del foco artístico de la capital.

Solo bastaría con consultar las fuentes de donde se toma la fundación de la cofradía, cualquier papel sobre sus primitivos hermanos para comprobar si Luis de la Choza Cano era hermano, incluso no descarto que fuese un cura de la parroquia[7]. Probablemente podemos decir, que el primitivo niño del Dulce Nombre de Mengíbar era otro de los trabajos perdidos de Sebastián de Solís, y no se intuye en las fotografías que la imagen se pudiese cambiar en otra época. Barahona nos habla de un decaimiento de la cofradía en el siglo XVIII, y que la imagen aparece en un inventario de bienes de la parroquia en 1723, la que se seguía utilizando para colocarla en el Monumento del Jueves Santo en la iglesia. La cofradía resurge el 28 de noviembre de 1787, tal vez fusionándose o creando una nueva cofradía que rescataría también el culto al Santísimo que venia desarrollando su cofradía Sacramental desde 1541.

Citando nuevamente a Barahona, constan un Juan de la Choza entre los hermanos que figuran en los estatutos fundacionales de la cofradía de la Virgen de la Cabeza de Mengíbar fechados el 7 de marzo de 1573.[8] Entre 1637-1655 estuvo en Mengíbar un escribano llamado Luis de la Choza Santisteban, tal vez su hijo.

 




[1] GALIANO PUY, R (2004): Vida y obra del escultor Sebastián de Solís. Un artista toledano afincado en Jaén. Boletín del Instituto de Estudios Gienneses, nº 187, pp. 309.

[2] LÓPEZ MOLINA, M. (1996): Nuevas obras de Sebastián de Solís. Senda de los Huertos, nº 43-44, julio-diciembre, pp. 29.

[3] Archivo Histórico Provincial de Jaén, Protocolos Notariales (Jaén), Pedro Quesada Cañizares, legajo 1.153, fol. 44v-45r.

[4] Fue adquirida el 22 de marzo de 1940 y costó 1.070 ptas. Consiguieron la financiación a través de una obra de teatro llamada “La mala Uva” de Muñoz Seca que fue representada con gran existo en Mengíbar y Bailén. BARAHONA VALLECILLO, S. (1995): La parroquia de San Pedro Apóstol de Mengíbar (templo y comunidad. Historia, tradición y fe). Imprenta Enrique Reca. Marmolejo, pp. 100.

[5] BARAHONA VALLECILLO, S. (2019): Religiosidad popular en Mengíbar. Costumbres y tradiciones. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 216, pp. 29-57.

[6] La actual imagen estuvo en el mismo lugar en el nuevo retablo de posguerra hasta 1970.

[8] BARAHONA VALLECILLO, S. (2007): Nuestras cofradías (Cofradía de la Virgen de la Cabeza). Programa de Semana Santa de Mengíbar 2007, pp. 100-101.

jueves, 2 de septiembre de 2021

EL ANTIGUO RETABLO DE LA IGLESIA DE SAN PEDRO DE TORREDONJIMENO, OBRA DE DIEGO BRIONES.

Retablo mayor de San Pedro de Torredonjimeno obra de Diego Briones. Fuente: Luis Gómez López.


El antiguo retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Torredonjimeno (destruido en la Guerra Civil Española), se ha venido atribuyendo hasta la fecha a la misma mano del tallista que realizó el retablo mayor del convento de Dominicas de la misma ciudad de Torredonjimeno, Pedro Cano de la Vega[1], entallador vecino de Jaén en 1728.[2] Pero recientemente hemos podido documentar la obra a la gubia del tallista conquense afincando en Baeza, Diego Briones[3]. Aunque el retablo de las Dominicas presenta las lógicas similitudes estilísticas (como el uso de la columna salomónica por ser obras de un periodo coetáneo), el retablo de San Pedro va a ser el hasta ahora único trabajo documentado a Diego Briones en una localidad alejada del norte de la provincia de Jaén, donde como estudié en mi trabajo sobre Briones, fue muy fecundo en esta zona de la diócesis jiennense.

Durante al menos el año 1714, Diego Briones tuvo que realizar el desaparecido retablo mayor de la parroquia de San Pedro de Torredonjimeno. No hemos encontrado el contrato, pero sí una carta de pago y unos poderes fechados en abril y septiembre de 1715 para cobrar lo que se la adeudaba de la obra. Decimos que lo tuvo que realizar el año anterior porque para el 12 de noviembre de 1714 ya estaba finalizado he instalado en la iglesia porque en esa fecha se obliga el maestro dorador de la ciudad de Jaén, Luis de la Barrera para dorarlo. El jiennense volvería a trabajar en el estofado y dorado de un trabajo de Diego Briones en el de la iglesia de Santa María de Linares sobre 1720.

En Baeza, el 30 de abril de 1715, Diego Briones “vecino de esta ciudad de Baeza y maestro de escultor en ella” otorgó carta de pago ante el escribano Íñigo Messia de la Puerta[4] en la que declaró que recibió en nombre del Rey y en “su real nombre de don Diego de Torres y Rincón vecino de la villa de Mestanza como arrendador que es de los bienes y rentas de la encomienda de la Peña de Martos y por mano del licenciado don frey Antonio de Torres y Rincón de la Cruz de Calatrava, prior de la parroquial del señor San Pedro de la villa de la Torredonjimeno como su poderista” 1.412 reales y 6 maravedíes y medio de vellón.

Era la cuarta y última entrega de los 4.236 reales y 20 maravedíes que se habían mandado pagar con fecha del 3 de marzo del mismo año en Madrid de las rentas y producto de la encomienda de la Peña de Martos de los 11.000 reales en “que se me remató la obra del retablo en blanco que hice y he puesto en dicha iglesia de Sr. San Pedro de dicha villa de Torredonjimeno”.

Debemos advertir las circunstancias especiales de la villa de Torredonjimeno a la hora de entender ciertos aspectos sobre la administración eclesiástica reflejadas en estas escrituras. Torredonjimeno fue una de las villas que perteneció a la Encomienda de la Peña de Martos (además de Jamilena, Higuera de Calatrava y Santiago de Calatrava) en el llamado Partido de Andalucía, un territorio de señorío eclesiástico que dependía para su administración de la Orden Militar de Calatrava.  En la Edad Media, las Órdenes Militares tuvieron una jurisdicción importante sobre los territorios que controlaban, sin embargo, en la Edad Moderna los Reyes Católicos dejarían obsoletas estas órdenes militares nombrándose el rey D. Fernando de Aragón “El Católico” como Gran Maestre de las Órdenes (y con él sus sucesores), perdiendo las Órdenes Militares sus poderes.

Por este motivo, las poblaciones comenzaron a segregarse jurisdiccionalmente, dejando de pertenecer políticamente a la Encomienda de Martos y pasando a convertirse en villas de realengo (dependientes del rey), pero en el ámbito religioso sí continuaron dependiendo de las Órdenes Religiosas, en este caso a la Orden de Calatrava. Por ello, la Orden seguiría nombrando a los curas de estas villas, razón por la que el prior era denominado como “frey” en lugar de “fray” y el otorgante que pagaba era el arrendador de los bienes y rentas de la Encomienda de Martos en nombre del rey.[5]

Tras esta carta de pago, aparecen nuevos documentos en referencia a este trabajo tosiriano. Sobre el pago del retablo encontramos un poder otorgado el 3 de septiembre de 1715. Dio poderes a D. Luis Pedro Otaño de la Cueva vecino de la villa de Madrid para que en su nombre “pueda haber, resolver y cobrar judicial o extrajudicialmente de la mesa maestra del Consejo Real de las Órdenes o de quien la intervención hubiere para hacerles pagos de la mesa maestra de la villa de la Torredonjimeno y de las tesorerías de su majestad (Q. Dios. g) dos mil doscientos y cincuenta y seis reales de vellón los mismos que ha dicho otorgante se le están debiendo resto del retablo que hizo para la iglesia de San Pedro de dicha villa de Torredonjimeno[6].

En esta ocasión pretendía cobrar 2.256 reales de vellón que aún se le debía. Pero por causas que desconocemos, el 25 de septiembre revocó este poder, cambiando a Luis Pedro de Otaño por el baezano Juan Navarro para que en su nombre cobrase esta nueva cantidad que se le seguía adeudando[7].

Como hemos apuntado, para el 12 de noviembre de 1714 el retablo ya estaba instalado en la tosiriana iglesia de San Pedro según se declara en las escrituras de contratación del dorado del retablo con Luis de la Barrera[8]. El dorador jiennense se obligó aquel día ante el escribano público de Torredonjimeno, D. Juan Francisco de Acuña junto a sus fiadores, los presbíteros tosirianos D. Francisco de la Cámara Grima, D. Jorge Alfonso Nieto y Calatayud y D. Juan Muñiz de las Parras a dorar el retablo que había tallado Diego Briones.

El licenciado frey Antonio de Torres y Rincón del hábito de Calatrava y prior de dicha parroquia de San Pedro pidió la fianza para emprender los trabajos que se tasaron en 11.000 reales. Los pagos a Luis de la Barrera se harían en tres pagos y plazos iguales de 3.666 reales y 22 maravedíes de vellón, dándosele la primera para dar comienzo del dorado, la segunda mediado el trabajo y la tercera y última cuando ya estuviese concluido y reconocido el trabajo por peritos que nombrase la iglesia.

A su vez se otorgó un poder en la que Luis de la Barrera daba poderes “al capitán de granaderos D. Luis Pedro Otano de la Cueva vecino de la [villa] de Porcuna, y residente en la villa y corte de Madrid” para que pidiera y cobrase los 11.000 reales que se había tasado la obra de dorado del retablo ante el rey y su Real Consejo de las Órdenes[9].

De esta desaparecida obra contamos con la descripción realizada a través de fotografías por la profesora Ulierte Vázquez en su Retablo en Jaén:

Tan sólo he logrado encontrar una antigua fotografía del [retablo] mayor. Se trataba de una estructura piramidal en que cuatro columnas salomónicas, esbeltas, ornadas con acantos, y de orden colosal, dividían el piso, único, en tres calles, ocupadas por nichos planos con esculturas. El de la calle central, más ancha, lo ornaba la erguida figura de San Pedro revestido de pontifical sobre el templete del manifestador que invadía el banco. Un ático de extremada altura con calle única entre columnas salomónicas ocupada por el Crucificado, remataba el retablo uniéndose a los jarrones extremos por medio de cartones muy calados de enrollados cardos. Amplia decoración vegetal en lugares concentrados completaba la obra”.[10]

ANEXO-TRANSCIPCION

1714, 12 de noviembre. Poder para dorar el retablo mayor de la iglesia de San Pedro de Torredonjimeno por el dorador Luis de la Barrera. Archivo Histórico Provincial de Jaén, Protocolos Notariales (Torredonjimeno), legajo 10.305, Pedro Antonio de Guzmán (1706-1708) que contiene al escribano Juan Francisco de Acuña (1709-1715), fol. 33r-33v.

Poder D. Luis Pedro Otano de la Cueva contra Luis de la Barrera.

Sepan cuantos esta escritura de poder vieren como Luis de la Barrera […] dorador de la ciudad de Jaén estando al presente en esta villa de la Torredonjimeno que doy y otorgo mi poder cumplido bastante el que de derecho se requiere y más pueda y debe valer al capitán de granaderos de Luis Pedro Otano de la Cueva vecino de la de Porcuna, y residente en la villa y corte de Madrid para que en mi nombre y representando mi persona y como yo mismo pudiera hacerla presente siendo parezca  ante su majestad (que Dios guarde) y señores de su real consejo de las órdenes y donde más lo deba hacer y pida demande y cobre de la persona o personas que lo debieren pagar, y se librase, once mil reales de vellón, la misma cantidad en que se me ha rematado la obra de dorado del retablo nuevo que se ha hecho en la iglesia parroquial de señor san pedro de esta villa, cuya cantidad debe percibir en tres plazos y pagas y cuales a tres mil seiscientos sesenta y seis reales y veinte y dos maravedíes cada una, la primera de pronto, luego que de principio a dicha obra, segunda ejecutada la mitad y la tercera y última concluida, vista y reconocida por los peritos que se nombrasen para si estuviese o no conforme a arte en conformidad de mi postura y sus condiciones y del que así cobrase por dicha razón de y otorgue carta de pago, finiquitos y los demás instrumentos y recados que conviniesen, y si la paga no fuese ante escribano que de ella de fe renuncie las leyes de la entrega prueba excepción de la nonumerata pecunia y demás del caso como en ellas en cada una se contiene y […] ello desde ahora para entonces lo apruebo y ratifico sin reserva y con alguna, si para los referidos….

En la villa de la Torredonjimeno a doce días del mes de noviembre de mil setecientos y catorce años siendo testigos Cristóbal de la Cámara, Bartolomé Pérez y Pedro Fernández Alcázar.

[rúbricas]

Luis de la Barrera.

Ante mi Juan Francisco de Acuña”.

 



1715, 30 de abril. Carta de pago de la hechura del retablo de la iglesia de San Pedro de Torredonjimeno por Diego Briones. Archivo Municipal de Baeza, protocolos notariales de Baeza, escribano Íñigo Messia de la Puerta, años 1716-1719, sala 3, estante 6, nº 159. Fol. 37r-37v.

“[fol. 35r]Carta de pago don Diego Briones a favor de su majestad.

Sépase por esta escritura de carta de pago vieren como yo don Diego Briones vecino de esta ciudad de Baeza y maestro de escultor en ella a que doy fe conozco: otorgo que recibo de su majestad que Dios guarde en su real nombre de don Diego de Torres y Rincón vecino de la villa de Mestanza como arrendador que es de los bienes y rentas de la encomienda de la peña de Martos y por mano del licenciado don frey Antonio de Torres y Rincón de la cruz de Calatrava prior de la parroquial del señor San Pedro de la villa de la Torredonjimeno como su poderista un mil cuatrocientos doce reales y seis maravedís y medio del vellón la misma cantidad que por libramiento del R. D. Alonso de Torralba […] de dicha orden del concejo de su majestad en el real de las tres  militares ordenes juez privativo en virtud del real cédula para conocer de todos los negocios [borrado] reparos y ornamentos [borrado] [fol. 35v] del territorio y jurisdicción de dichas órdenes refrendado de D. Juan de la Torre su fecha en Madrid a tres de marzo pasado de este presente año en que se le manda pagar al otorgante de las rentas y producto de dicha encomienda y de la tercera y última paga de los cuatro mil doscientos treinta y seis reales y veinte maravedíes que se le prorratearan a dicha encomienda y por cuenta de los once mil reales que se me remató la obra del retablo en blanco que hice y he puesto en dicha iglesia de sr. San Pedro de dicha villa de Torredonjimeno todo ello en la conformidad de dicho ¿libranza? que original con traslado de la escritura cual entrego a la parte del dicho don Diego de Torres y Rincón para guarda de su derecho y de dicha cantidad que ha de recibir por las razones expresadas me doy por satisfecho y contento y entregado a mi voluntad sobre que renuncio las leyes de la entrega […] del real […] numerata pecunia y demás [fol. 36r] del caso como en ellas y en cada una de ellas se contiene y de lo dichos un mil cuatrocientos y doce reales y seis maravedíes y medio otorgo carta de pago tan bastante y cumplido como al caso convenga a favor del dicho don Diego de Torres y Rincón.

[…] otro la presente ante el presente escribano público y testigos en la ciudad de Baeza a treinta días del mes de abril de mil setecientos y quince años siendo testigos d. Francisco de Baltodano, Don Rodrigo Marín de Camera y don Francisco Álvarez de […] y […] de Baeza.

[Rúbricas]

Diego de Briones.

Ante mi Íñigo Messia de la Puerta”.

 




[1] Es curioso que el hallazgo de la escritura del retablo para las dominicas y su correspondiente estudio solo sea citado por Mercedes Inmaculada Moreno Martel (MORENO, 2016, pág. 32) [consultado en http://tauja.ujaen.es/jspui/handle/10953.1/3340 el día 24/05/2020]. La escritura fue otorgada el 30 de julio de 1728 ante el escribano de Torredonjimeno Martín Vicente Royo (1726-1728). [AHPJ, Sección Protocolos Notariales Torredonjimeno, legajo 10484].

[3] LENDÍNEZ PADILLA, J.P. (2021): «La talla sacra en la ciudad de Baeza durante el siglo XVIII (I): Diego Briones y Juan de Arias». Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 223, pp. 103-141.

[4] AHMB, Sección Protocolos Notariales Baeza, escribano Íñigo Messia de la Puerta, años 1716-1719, sala 3, estante 6, nº 159, fol. 37r-37v.

[5] ILLANA LÓPEZ, F. J (2019): «La desmembración del territorio de la encomienda calatrava de Martos: jurisdicciones y villazgos en el Partido de Andalucía en la segunda mitad del siglo XVI». En GARCÍA GUERRA, E., LINARES GONZÁLEZ, H. y PERRUCA GRACIA, M. (eds.), (eds.): De la nobleza y la caballería. Privilegio, poder y servicio en la articulación de la sociedad moderna, ss. XVI-XVII. New Digital Press, Palermo, 2019, pp. 375-406.

[6] AHMB, Sección Protocolos Notariales Baeza, escribano Íñigo Messia de la Puerta (1716-1719), sala 3, estante 6, nº 159, fol. 69r-70r.

[7] AHMB, Sección Protocolos Notariales Baeza, escribano Íñigo Messia de la Puerta (1716-1719), sala 3, estante 6, nº 159, fol. 96r-96v.

[8] AHPJ, Sección Protocolos Notariales Torredonjimeno, Pedro Antonio de Guzmán (1706-1708) que contiene al escribano Juan Francisco de Acuña (1709-1715), legajo 10305, fol. 34r-34v.

[9] AHPJ, Sección Protocolos Notariales Torredonjimeno, Pedro Antonio de Guzmán (1706-1708) que contiene al escribano Juan Francisco de Acuña (1709-1715), legajo 10305, fol. 33r-33v.

[10] ULIERTE VÁZQUEZ, M. L. (1986): El Retablo en Jaén (1580-1800). Jaén, Concejalía de Cultura de Excmo. Ayuntamiento de Jaén, pp. 159.