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domingo, 31 de mayo de 2020

LA NOVIA BLANCA DE MIS SUEÑOS...



Ya que he vuelto por estos lares, ya que he aceptado volver a amarrarme a lo que los tiempos me puedan marcar a este rincón, este mi espacio donde tantas cosas dije, no he podido dejar más pasar una oportunidad que me fui dejando año tras año cuando estuve completamente dedicado a este blog.
Bien saben los que me seguían y tal vez estáis aun por ahí, que siempre intentaba engancharme al calendario y contar historias que viniesen a calzar con algo de lo que ese tiempo o periodo nos ofrecía. Hoy es Pentecostés, y Pentecostés para un andaluz resuena a marismas y a Blanca Paloma. Nunca les hablé (que recuerde) de esa fiesta tan popular de nuestro folclore y religiosidad popular porque ciertamente no he sido tocado por esa gracia que toca a los rocieros. Soy de esos que no soy rociero sin haber ido a la romería. Sí he conocido ya el lugar y a la Virgen y bueno, qué duda cabe que como en todos sitios, si te abres paso al “ruido” de lo mundano encuentras esa especial espiritualidad que debe contener un lugar donde la fe emerge de maneras tan singulares.
Es curioso que visité el Rocío en una época en que afronté ciertos achaques personales que me trastocaron un poco todo. En aquellas fechas, recuerdo que una mujer al saber como estaba me aconsejó que me encomendara a una Virgen que tenía, que no sabía cuál era, simplemente un día le llegó una imagen suya, y como representación de la Madre de Dios, le había pillado cierto apego. Me preguntó si la conocía y le dije: “si… es la Novia de Málaga, la Virgen del Rocío”. Ella ante la sorpresa de ver cómo la había identificado con tanta facilidad y saber por fin de que Virgen se trataba y donde estaba, me contestó: “ve a Málaga y pídele que te ayude…” y así obré, en el día de la Inmaculada Concepción (en que tiene cultos) bajé hasta a Málaga para rezarle a esa simpar imagen malagueña para que me echase un cable en aquel proceso.
Entonces recordé una cosa, siempre se me olvidaba cada Pentecostés una cosa: hablar de los rocíos que a mi me gustan, que son las vírgenes del Rocío que salen en Semana Santa. Por lo menos, recuerdo que cada Pentecostés se me olvidaba que quería contarles, pues como lo hacia antes, algo de la Virgen del Rocío de Málaga. Esto me hizo meditar, estas circunstancias para mi no suelen ser casualidad. ¿Se quedó la Virgen blanca de San Lázaro esperando que la mostrase al mundo desde mi casa? A alguien de confianza que le conté estos sentimientos me dijo: pues hazla. Pero me negué, el blog estaba cerrado, el blog era historia… pero he vuelto. ¿Me ayudó la Virgen? De las zancadillas se aprende para volver a levantarse. Aquello me hizo cambiar, quizás fue el tiempo, pero aquel bache de la vida me hizo levantar la mirada desde nuevas perspectivas… o tal vez es la edad. Quien sabe, pero sin esperármelo he vuelto, negándome a mí mismo engancharme a esto, a un calendario, a una obligación, a el blog antes que lo demás. Pero tal vez se la debía y renunciaré a mis deseos, y aunque con gusto, y les hablaré lo que sea de la Virgen del Rocío, la que es la “Novia de Málaga”.
Ya la había conocido en persona con anterioridad, en mi primera visita capillita a Málaga en 2013 y en la pasada magna mariana de 2018 la conocí sobre su simpar trono. No hay que decir que Rocío me eligió, y la Novia ya es especial para mí, que cuando la vi venir en su inmaculado blanco me traspasó, y aun habiendo visto antes ya el trono más grande de Málaga, el suyo, el trabajo de sus hombres de trono me atrapó, me sumergió en una burbuja de aquella tarde noche que fue bien blanca (recordaré siempre que vi al Madrid ganar la 13ª copa de Europa en la Alameda de Málaga entre tronos de palio surcando la ciudad).


No hay que decir que la Virgen del Rocío llama la atención nada más verla. Esta imagen es especial y su estilo es único, su estilo es Ella misma en sí. Recuerdo que esta sensación la viví cuando la conocí allá por los años noventa cuando mi amigo Alfonso Piñero me dejó una revista de “La Saeta” de finales de los ochenta. En aquellos apasionantes momentos (o que ahora los recuerdo con pasión) de mi vida, cuando todo costaba tanto conseguirlo, ojeaba esa revista como hacían y hacen muchos, deleitándome con las fotografías. Poco leería, entonces lo que me atrapaba (como a la mayoría) eran las fotos y me encontré en su apartado correspondiente ese palio y manto blanco y sobre todo como era representada su iconografía. La Virgen de la mantilla, me decía aquella mujer. Y es que era y es uno de sus sellos más inconfundibles: su forma de vestirla y presentarla. Una mantilla blanca sobre el pelo natural y un nimbo de estrellas. Creo que nunca ha lucido esta imagen una corona (aunque si hay una foto antigua con corona), siempre han respetado que el nimbo es su seña de identidad (que incluso al ser coronada canónicamente fue con nimbo y no corona) a lo que hay que añadir que siempre va vestida de blanco que la simiente del pueblo no fue ajena a esta característica que rápidamente la bautizó como “La Novia de Málaga”.
Ella era una imagen que reía detrás de un cristo caído. ¿Por qué no llora? Me preguntaba con mi edad infantil. Y es que la Virgen del Rocío es sin duda una virgen de gloria tras un cristo pasionista. Su iconografía la verían más apropiada dentro de los estereotipos cofrades tras una Entrada en Jerusalén o un Resucitado, pero no, sus cofrades la trajeron gloriosa para seguir los pasos (nunca mejor dicho) cada Martes Santo de Jesús de los Pasos en el Monte Calvario.
Los orígenes de su cofradía hay que buscarlos en los inicios del siglo XVIII cuando un grupo de hermanos fundan en la Capilla Mayor del Real Hospital de San Lázaro la “Hermandad de los Pasos de Jesús”. La hermandad cimenta sus orígenes en una antigua imagen de cristo caído atribuida a José Micael Alfaro. En 1711 fueron aprobadas sus primeras Constituciones por el obispo Fray Francisco de San José, siendo rey Felipe V. Suponiéndose que el periodo transcurrido de cinco años desde su fundación fue dedicado al culto interno y a su organización.
Pero hay que esperar hasta al año 1795, para obtener el primer documento original que haga una mención expresa de la Hermandad. A partir de entonces podemos extraer el manifiesto fervor popular que, por entonces, gozaba la imagen de Nuestro Padre Jesús de los Pasos en el Monte Calvario. Los primeros años de la Hermandad fueron muy florecientes y en los que los Sumos Pontífices Benedicto XIII, Pío VII, Sixto V y Clemente XIII le concedieron numerosas indulgencias y privilegios espirituales.

En 1860 son redactadas nuevas Constituciones que fueron aprobadas por la Reina Isabel II por Real Decreto de 18 de enero de 1861 con el título de “Ilustre y Venerable Hermandad de Nuestro Padre Jesús de los Pasos Sacramental”.
A principios de la segunda década del Siglo XX la Hermandad entra en un grave declive, sin embargo, comenzó la revitalización de la Hermandad por un grupo de hermanos, que el 5 de octubre de 1924 consiguen se constituya una Junta de Gobierno ante el Previsor y Vicario General de la Diócesis de Málaga.
En 1925 la Hermandad vuelve a recuperar el peso perdido y se convierte en una entidad pujante. También se incorpora en la recién creada Agrupación de Cofradías y en la Semana Santa de ese año realiza su salida procesional Jesús de los Pasos en el Monte Calvario en un trono bañado en oro de 22 kilates, construido por un artista que será esencial en esta historia, el valenciano Pío Mollar Franch.
Un hecho sumamente trascendental para la Hermandad fue ponerla bajo la advocación de María Santísima del Rocío. Para entonces surge el espíritu mariano por tener un titular de la Virgen consiguiendo la donación de una imagen de la Virgen Dolorosa, que fue bendecida solemnemente como María Santísima del Rocío, el 11 de noviembre de 1928. En ese año de 1928 se abriría por vez primera una puerta en la fachada lateral de San Lázaro, que facilitaría la salida de los tronos. Debido a la tardanza manifiesta con la que la Hermandad finalizaba los encargos para sacar en procesión a la imagen dolorosa, sus donantes la retiraron, con lo que la Hermandad se encontró con todo preparado menos con lo más importante, la imagen de la Virgen del Rocío.


Ante esta situación inmediatamente se encargó una talla al escultor valenciano Pío Mollar Franch, que fue bendecida con toda solemnidad el 8 de marzo de 1931, siendo sus padrinos las dos personas que costearon la realización de la imagen, D. Joaquín León Cabello, Hermano Mayor Honorario y su esposa, Doña Clotilde del Pino Ruiz, Camarera Mayor. Es significativa esta circunstancia sobre el panorama artístico religioso de aquel periodo en España. Aunque la imaginería de la llamada escuela levantina o valenciana inundó todo el territorio español (e incluso Hispanoamérica) parece que los tradicionales obradores sacros andaluces resistieron ante la avalancha que supuso aquellas artes que aun hoy se siguen comercializando con la llamada imaginería de serie de Olot, reducto (a mi parecer) de aquel periodo y escuela artística.
Pareciera que Valencia solo conquistó la provincia de Jaén, pero para su estudio hay que abrir mucho más el abanico porque pocas localidades andaluzas se libró de este arte. Así que Pío Mollar trabajó para Málaga, y la Virgen del Rocío es una de las muestras más palpables de lo que era el estilo de una imagen de “escuela valenciana”.
El Martes Santo de 1931, María Santísima del Rocío procesionó triunfalmente junto a Jesús de los Pasos en el Monte Calvario, pero en el fatídico día 12 de mayo de 1931, en los incontrolados primeros sucesos iconoclastas de la II República, las imágenes de la cofradía fueron destruidas. Como era todo tan reciente, el artista valenciano volvió a realizar una nueva talla idéntica a la que habían destrozado, pero estuvo depositada en la casa de la familia de los donantes hasta el 22 de julio de 1936. Oculta en una alacena estuvo escondida hasta que la ciudad fue tomada por las tropas de “los nacionales” en 1937. La Virgen se bendijo el 10 de abril de 1938 finalmente. La imagen hoy en día se presenta con ligeras reformas en la morfología de sus rasgos, tras una intervención de Luis Álvarez Duarte en 1992, precisamente tras las celebraciones que estos días celebra la hermandad en torno a su imagen mariana.
La hermandad siguió creciendo, enriqueciendo su patrimonio con tronos de primeras calidades. Incluso el atavío de la Virgen evolucionó que incluso se le llegó a poner tocados influidos de su esencia primitiva, aunque admito que prefiero verla con su estética esencial, con la sencillez y elegancia de la mantilla convirtiéndola en una bella novia que alaban y quieren todos los malagueños. El día 12 de septiembre de 2015 quedó de manifiesto la importancia y devoción que ha alcanzado en Málaga esta imagen cuando fue coronada canónicamente.
Virgen de la mantilla, ya la tienes si es que lo querías, a mi no me desampares Novia de Málaga… esposa del Espíritu Santo…


domingo, 17 de mayo de 2020

LA SALVE QUE DURMIÓ A MARIA...


Es este mes de mayo el mes de María. Hoy por fin he vuelto a sentir las vibraciones del tiempo visitando a María en uno de los lugares que más me gusta hacerlo. Hoy hemos dado un pasito más para recuperar eso tan grande que hemos perdido los que la muerte del bichito no nos ha visitado: la libertad. Hoy he vuelto a tomar el alimento del cuerpo y la sangre a los pies de María en su cielo del Zocueca, a orillas de su legendario Rumblar.
Aun no me creo que haya vuelto a escribir en el blog. Se lo deben a mi amigo Juanjo que consiguió abrir una nueva visión en mi alma. En Semana Santa me dijo ante mi decepción e impotencia, que el mundo necesitaba que les contara historias. Que ya no habría procesiones, que los videos los teníamos más que vistos. Me pidió que les regalara algo nuevo porque eso sí será inédito y nunca visto, y se podrá vivir de verdad. Desde entonces tengo más ganas de escribir. Incluso ya me he vuelto un poco a esposar al tiempo que me ahogaba en este rincón. No quería dejarme esto para otra ocasión…
Los asiduos al rezo de las flores de mayo no podrán este año hacerlo como los siglos lo han venido haciendo. Rezar a María en los templos. Rezar a María es sinónimo de Ave María, Rosario o La Salve. Hay una de las salves que es la que más me toca la fibra. Suele ser las que se cantan en procesiones. En Sevilla, en muchas procesiones extraordinarias he vivido momentos mágicos escuchándola, ¿saben por qué? Porque la cantaban casi todo el mundo, desde jóvenes a hombres como castillos. Porque allí ser cristiano es tan normal que los que no lo son parecen los raros, justo lo contrario de lo que vivimos fuera (Tierra Santa está repleta de estampas de imágenes sevillanas por todos lados que dejaban los peregrinos, he ahí las diferencias). Aun recuerdo aquella entrada de la Hiniesta ante la Amargura y la magia de la salve ante el palio encendido. Los momentos mágicos y únicos de Sevilla que tantas veces les he contado.
Hoy viendo a Zocueca he recordado cuando para su romería (tristemente suspendida ya para este año), el padre Alfonso Puche la cantó en su pregón aquel año al mismísimo lienzo que tenía su abuela (y que se llevó al teatro) y que tantas veces vi cuando en su casa jugábamos. Me embriagó, me hizo sentir la importancia de hacerlo bien y con sentimiento, y mi amigo se le da bien cantar, ya lo hacia de laico en los coros parroquiales. Cura de guitarra, aunque yo sea más de órgano y del latín de la noche de los tiempos. El gozo en la basílica de la Anunciación de Nazaret en el ángelus fue indescriptible. Me pasa como a al emperador Carlos I (y V de Alemania), a Dios hay que hablarle en latín (aunque otros dicen que dijo en español).
Pero ni sé latín y ¡nunca recuerdo bien las salves! (yo es que soy de rezar más como en una conversación normal). En el mes de María ha venido a mi memoria una nueva salve del amigo Puche. Fue en Jerusalén. En Tierra Santa se rezó mucho a la Virgen, pero aquella salve no solo me traspasó a mi… llegamos a un lugar entre tantos en aquel primer día en Jerusalén, entre los lugares de los juicios, prisión, negaciones, la última cena… en esa marabunta de recuerdos, recuerdo la cripta donde la Virgen se durmió… a muchos os sonará esto de cada 15 de agosto con esa iconografía de la Virgen como fallecida. Muchos recordaréis mis visitas a Córdoba a la procesión del Tránsito. Aquella visita nos produjo una curiosa disputa, preguntándole al cura ¿Que la Virgen se murió? ¿pero no subió al cielo en cuerpo y alma? No sé, pero todos adolecimos de clases de teología. La basílica de la Asunción o la Dormición con su imagen de la Virgen del Tránsito tallada en mármol se abría a nuestros sentidos.


Llegamos a La Abadía de Hagia María en Sion, en el mismísimo Montesión (que bonito se vería por ahí el misterio de la oración de la calle Feria, tal vez el son del olivo convertiría a muchos… ¿Quién sabe?). El nuevo templo que visitamos se encuentra en el lugar en el que, según la tradición, tuvo lugar la Dormición de la Virgen María, por lo que antiguamente fue conocida como Abadía de la Dormición de la Virgen María, pero en 1998 cambió en referencia a la iglesia de Hagia Sion que hubo antiguamente en ese lugar. Horas antes estuvimos en la tumba de María, iglesia ortodoxa (junto a la Gruta del Prendimiento) con techos tan negros por el humo de las velas que parecía que estábamos en el horno de un tejar o una alfarería.
Como ya les he contado en otras entradas, la iglesia también era de arquitectura y arte reciente, construida en unos terrenos que el emperador Guillermo II de Alemania recibió del sultán Abdul Hamid II. El arquitecto del Arzobispado de Colonia Heinrich Renard (1868–1928) investigó el lugar en 1899 y descubrió los restos, entre otros, del templo bizantino de "Hagia Sion". La dirección de la construcción fue confiada al arquitecto Theodor Sandel, residente en Jerusalén. La primera piedra fue colocada el 7 de octubre de 1900 y terminada sólo 10 años después, el 10 de abril de 1910 por el Patriarca Latino de Jerusalén. Por ello está encomendada a los padres benedictinos alemanes. Al bajar a la cripta me encontré con una iconografía muy conocida por mí. Es curioso que haya conseguido visitar antes la Virgen del Tránsito de Jerusalén que la del Pozo Santo de Sevilla. La arquitectura y la decoración es muy bella (de un estilo neo-románico y neo-bizantino), el espacio no dejaba lugar a la indiferencia, aunque los visitantes, ya sean peregrinos o turistas parezcan arrebatarle ese misticismo con tanto fotografiar y observar como si en un museo estuviésemos. De repente, Puche comenzó a entonar la salve y se hizo el silencio, el respeto y todos a nuestra manera le cantamos a la Madre de Dios. Dije que no solo a mi me traspasó ese canto, sino que muchos desconocidos se acercaron al padre Alfonso, a mi amigo Puche a darle las gracias, por que a veces olvidamos la santidad del lugar donde estamos con tanta curiosidad, y una vez más, mi primer amigo por las cofradías, volvió a entonarla como si de una nana fuera, que la Virgen pareció quedarse dormida…

sábado, 9 de mayo de 2020

UNA PROCESIÓN EN ACCIÓN DE GRACIAS DE LA VIRGEN DE ZOCUECA POR EL FIN DE LA I GUERRA CARLISTA


Por culpa del confinamiento y todas las consecuencias que estamos viviendo con esta pandemia, la Real Archicofradía de la Virgen de Zocueca no pudo realizar como a todos nos hubiese gustado, algunos actos y celebraciones que pretendía realizar en conmemoración del III aniversario de la coronación canónica de nuestra Capitana Generala. Para ello, quisieron contar con mi colaboración y me pidieron sí que quería participar con una conferencia. El Covid-19 lo impidió, pero como estamos en esa corriente de intentar suplir el contacto y la vida normal a través de las tecnologías, me pidieron que escribiese algo de historia para añadirlo en unas publicaciones especiales que se compartirían el día 6 de mayo, fecha del aniversario, en el perfil de Facebook de la Real Archicofradía.
Después de darle vueltas a la cabeza sobre qué podría hacer, y que podría contar, pasó ante mis ojos, un documento que colmó mi búsqueda de lo que podría encajar con lo que me pidieron. En este confinamiento estaba reciente mi lectura del nuevo libro que ha editado el Ateneo Jesús de Haro de Bailén sobre el Bailén político del siglo XIX (obra de Daniel Aquillé Domínguez), o de un periodo concreto. Un libro que sirve de base perfecta, para ir complementando en sucesivos nuevos trabajos de investigación la historia de Bailén en un siglo de lo más singular para entender muchos por qué de nuestra actualidad. Con su lectura podíamos recrear en nuestro imaginario como afectó la I Guerra Carlista a nuestra localidad y quise con ello aportar un nuevo capítulo con una pequeña historia local de lo que es más el día a día, enlazado, pero a la vez alejado de lo que era la gestión política y los conflictos nacionales en que se vivía. Con ello pensé que había que poner una vez más en valor a nuestra Virgen siempre presente en los problemas de consideración que se han cernido sobre Bailén. De hecho, su fotografía colgó de muchísimos balcones para como dice su himno… “líbranos del pecado y de las epidemias también”, himno que suena en muchos lugares del pueblo en los aplausos de los balcones.  Estamos viviendo el miedo a una pandemia, cuando hasta aquellas fechas esa era una de las tres grandes fobias que vivía cualquier nacido en su día a día… las plagas, las epidemias y la guerra. Eran tres cosas que traían la muerte con una facilidad pasmosa.

Ante esto, Bailén siempre recurrió a las rogativas a su Patrona y protectora, la Virgen de Zocueca, y no fueron pocas las fiestas y procesiones que se han realizado en acción de gracias por lo que la fe consideraba que era su intercesión. La actual romería surge por el temor a una plaga, el voto del 5 de agosto ante el miedo al cólera y la procesión del día 20 de julio por su intercesión en la Batalla de Bailén del 19 de julio de 1808. Pues por la guerra opté por compartir ese pequeño descubrimiento, una procesión extraordinaria de la Virgen de Zocueca por el fin de la I Guerra Carlista.
Tras la publicación de la cofradía, ahora lo comparto desde aquí para hacerlo más extensible. En este enlace podrán leer y descargar el artículo que he montado con algunas ilustraciones.

miércoles, 6 de mayo de 2020

EL MILAGRO DE LA SEÑORA DE LA CAPA COLORÁ



A quien siga mi página de Facebook ha podido encontrar como he compartido un trabajo de investigación histórica que viene a enriquecer aún más la historia de las bordadoras (las hermanas Gilart, con fotos y retratos de ellas incluidos) que realizaron el manto rojo que la reina Isabel II le regaló a la Virgen de Zocueca en 1862. Su autor, Carlos Elipe Pérez, es un madrileño interesado en investigar a este cada vez más conocido taller de bordado al servicio de la Casa Real durante el reinado de Isabel II. Se interesó por la historia de nuestro manto para poder realizar un nuevo trabajo sobre el conjunto textil para su web. Por ello, contactó conmigo tras encontrar mis trabajos (internet y las RRSS también prestan sus buenos servicios) y me realizó todas las consultas y dudas que tenía al respecto. Una de las preguntas que me hizo me resultó hasta un poco espiritual… “¿es importante para vosotros el manto?”. Pues claro que es importante le dije, por cómo llegó y quien lo regaló, por su calidad y belleza. Era el que vestía en sus más grandes solemnidades, sobre todo cada día 20 de julio. Y es que es sin duda el manto de la reina es pieza indisoluble unida al icono inconfundible de la Virgen de Zocueca en el imaginario de los bailenenses, sobre todo en esa famosa y extendida fotografía que te la puedes encontrar en cualquier casa, en cualquier azulejo y hasta en el lugar más insospechado  (nunca olvido el verlo desde el paseo marítimo en una marisquería de Benidorm).
Pero la pregunta me hizo traspasar la frontera de lo humano… pensé, ¿importante? hasta Ella se apareció con el puesto. Si, escuchan bien, existe una leyenda de una aparición o experiencia milagrosa donde solo podemos concluir (los que tenemos fe) que era la Virgen de Zocueca por el color de su manto. Ella obró un milagro cuidando de una niña que había desaparecido y aquella chiquilla solo supo decir que había estado con una mujer con “la capa colorá”.
Esta historia que les voy a contar ya no es nueva para los bailenenses, pero creo que la Virgen me ha empujado a contarla de nuevo para extenderla, parafraseando a su hijo en Galilea… para que llegue hasta los confines del mundo. Ya en 2002, uno de los buenos cronistas que se han dejado su tiempo altruistamente por las cosas de Bailén (tristemente fallecido) Juan José Izquierdo Rizos (1947-2005) fue el primero en narrarnos tan emocionante historia en el programa de la romería del año 2002[1]. Aun recuerdo emocionado leyendo aquel artículo, pero las cosas de la vida lo perdí.  Pero recientemente pude volver a saborear aquella historia gracias a otro gran impulsor del noble arte de contar las historias de nuestro pueblo, el amigo Francisco Antonio Linares Lucena, que con la edición de su delicioso trabajo bibliográfico “Intervenciones milagrosas de la Virgen de Zocueca” (2016)[2], muchos se deleitaron con las muchas, curiosas y sorprendentes historias de nuestra patrona y como no, con la historia vivida el 23 de enero de 1909 por una joven niña llamada Sampedro Gómez Ramírez.
Juanjo Izquierdo comenzó la investigación tras habérsela narrado su madre, Paco Linares la completó un poco más y yo quizás le introduzca algunos datos más, insignificantes, tan solo desde algún aspecto histórico como ratón de archivo. Mi misión, ya que hoy hace tres años que fue coronada canónicamente, es contarles una historia de la Virgen de Zocueca, y como siempre, que su nombre llegue a todos los rincones del planeta.
He de apuntar que esta señora formaba parte de mi árbol genealógico ya que se casó con Marcos Soriano Martínez, hermano de mi bisabuela Josefa Soriano Martínez (1895-1986), esposa de Juan Garrido Raya (c. 1885) [para los más viejos “El Polonio”]. Sampedro, según el Padrón de vecinos del Archivo Municipal de Bailén realizado en el año 1930 era hija de Antonio Gómez Valero (c. Arjonilla 1870) y Josefa Ramírez Carrión (c Bailén 1870). Aunque según este censo poblacional señala a Antonio Gómez como jornalero era conocida su labor como cordelero, razón por lo que a Sampedro se la conoció siempre como la cordelera. Según el Padrón, Sampedro nació en 1906, por lo que cuando ocurrió el suceso debería contar con 3 años y no con los cuatro que de memoria se narró en la primera entrevista de Izquierdo Rizos. Pero he de advertir las muchas fechas erróneas de estos padrones que muchos bailenenses ya han expresado al buscar sus antepasados. Lo que si se confirma tanto con los relatos orales y la documentación es que vivían en la calle Pérez Galdós (antigua calle del Santo), en el tiempo que se realizó este Padrón vecinal (1930) habitaban la casa número 46. Además, figura aún soltera a sus 24 años. Probablemente sus tres hermanos (dos varones y una hembra) ya estarían casados y residentes en otras viviendas, ya que ella era la pequeña. Sampedro tuvo tres hijos; Marcos, Ana y Antonio Soriano Gómez.
El relato fue transmitido a Juanjo Izquierdo por su hija Ana (antiguos vecinos), prima hermana de mi abuela Isabel Garrido Soriano (que Dios y su Santísima Madre te tengan en el gozo de la eterna luz de su mirada) y vecina durante muchos años en la calle Granada, ya que Ana se mudó a esta calle.
La historia ocurrió el sábado, día 23 de enero de 1909 en que la joven niña fue con sus padres y hermanos hasta la cercana aldea de Zocueca en busca de las lavadoras de entonces… el río Rumblar. Aunque citaron que fueron a la huerta Carrucha, Paco Linares aportó el dato de que aquella desaparecida huerta se encontraba a la mitad de la actual calle María Bellido en pleno centro de Bailén, por lo que ve más lógico que fueran a lavar la ropa al Rumblar (y en la narración de la historia hubiese alguna confusión, lógica al pasar tantos años), junto a la aldea que todos llamamos de Zocueca por estar allí nuestro legendario santuario y donde la niña apareció.
Sampedro Gómez Ramírez
Porque para eso tuvo que desaparecer. Como así ocurrió cuando al acabar la jornada de luz solar y había que volver a Bailén, la niña desapareció de la vista de sus padres. Se dieron cuenta que Sampedro no estaba por ningún lado y comenzaron una desesperada búsqueda de la niña en una zona donde entonces abundaban los lobos. Su padre Antonio dio parte a la Guardia Civil y los empleados muleros de los hacendados don Manuel Corchado Medrano y don José Barreda Contreras se unieron a la búsqueda sin éxito (ya que conocían a Antonio porque les hacía cordeles). Temieron que hubiese caído al rio y que se hubiese ahogado. Es fácil de imaginar la angustia de sus padres y hermanos. Muchos se unieron a una incansable búsqueda. Finalmente, su madre Josefa se encomendó a la protectora de Bailén, a la Virgen de Zocueca, Emperadora desde la noche de los tiempos de los contornos donde la niña desapareció. Pero Reina y Señora de todos los que eran como aquella niña, bailenense.
La noche tuvo que ser eterna, hasta que en la amanecida el panadero de la antigua población del Rumblar, que iba a lomos de su mula como cada día a su trabajo en busca  del antiguo humilladero del Ventorrillo se encontró a la criatura en el camino de la Colá. La niña estaba perfectamente, nada hacía ver que la niña pudo estar a la intemperie en una noche de enero. Parecía recién llegada a aquel lugar.
El panadero observaría si algún adulto estaría cerca con ella, pero no vio a nadie y le preguntó que si estaba sola. “No estoy sola” contestó la niña mientras el desconcertado hombre no veía ni un signo de vida a su alrededor. Le volvió a preguntar con quién estaba y ella contestó: “Con la mujer de la capa colorá”. Sampedro le contó que había estado toda la noche con esa señora que estaba con ella en un lugar con muchos candiles encendidos y que la había cubierto del frío con su capa colorá. El confuso tahonero solo pudo decirle “pues vete con esa señora”, a lo que ella respondió extendiendo el brazo como si se cogiera de la mano de un adulto, pero el solo veía a la niña. Superado por la escena surrealista que estaba viendo, finalmente cogió a la niña y se la llevó al que era el alcalde de la pedanía guarromanera (Ventorrillo y Zocueca) porque no veía aquello normal. Aquel alcalde era mi tatarabuelo Marcos Soriano Muñoz (1853-1952) [su hijo Juan Soriano Martínez acabaría siendo también alcalde de la pedanía] que cosas del destino acabó siendo suegro de Sampedro al casarse con su hijo Marcos Soriano Martínez. En un censo de la población del Rumblar fechado en 1877 he podido encontrar empadronados a mi tatatarabuela María Josefa Muñoz Ramos (c. 1835) y sus hijos Mateo (c.1861), Marcos y Angela Soriano Muñoz (c. 1865). Una rama familiar por mi parte materna muy unida a Zocueca y el Ventorrillo (donde muchos duermen el sueño de los justos en su colonial cementerio). Parece que la Virgen quería a Sampedro con las gentes de su legendarios dominios.
Así, felizmente Sampedro volvió a los brazos de sus padres. La circunstancia tuvo su revuelo en Bailén, no era para menos, tanto que los que creían a la niña la visitaban mientras que las familias hacendadas se repartieron trozos de la bata que vistió aquella noche la niña pensando que había estado en contacto con la mismísima Virgen, haciéndole regalos, como el medallón con figuras de ángeles que le regalaron los Rentero que se llevaron una manga. Otros, como es lógico pensar no se lo tomarían tan en serio que rápidamente la marcaron con el desatinado desprecio que sufrimos el ser humano, como pasa en los pueblos pequeños y la llamaron “la perdía” cuestión por lo que a Sampedro no le agradó nunca hablar de aquel suceso conforme fue creciendo.
La aldea del Rumblar en 1908.
La familia, y muchos (y yo lo creo), creyeron que la Virgen de Zocueca ayudó a aquella niña y quiso vestirse con su manto más famoso, el rojo de la reina para que no quedara duda de que quien es la protectora de Bailén y el Rumblar. Para reafirmarlo más, también se contó, que un día la niña, entró, no sabemos si a la iglesia de la Encarnación (donde estaba la antiquísima imagen) o al santuario (que probablemente contaba con una copia de la original) y al ver a la imagen de la Virgen se llenó de júbilo diciendo: “¡Mamá, mamá, esa, esa es la Señora que estuvo conmigo la otra noche!”. Otro hecho estremecedor fue cuando, tras pasar 23 años del fallecimiento de Sampedro, murió su hijo Antonio, al que dieron sepultura junto a su madre en el mismo féretro. Al descubrir el ataúd se encontraron que Sampedro no tenía las manos cruzadas como cristianamente fue enterrada y que su diestra caía hacia un lado. Inexplicablemente la mano izquierda (sobre su pecho) aún conservaba la carne como si estuviese viva y su cuerpo incorrupto con la carne seca bajo la piel. Estaba perfectamente reconocible, la muerte no había dejado huella en ella. ¿Sería esa mano la que extendió ante el atónito panadero que no veía a nadie que se la sostuviera? ¿fue la mano que tocó las más bendita de las nacidas? ¿Era un signo de que todo lo que Ella toca es VIDA?
Tras esto, su madre Josefa y después Sampedro vivieron hasta el final de sus días vistiendo un hábito marrón e hicieron promesa de que cada noche del 23 de enero dejarían la puerta abierta por si la Virgen volvía. Nadie más sabe si la Madre de Dios volvió con la viva eternidad con que Sampedro la vio, lo que sí es cierto, es que (pasada la guerra civil) cada año, la Virgen de Zocueca  comenzó a pasar ante su casa cuando en su romería caminaba hasta su primitiva morada en la aldea del Rumblar donde Ella la cobijó en esa gruta de fastuoso barroquísimo entre la luz  (los candiles) de la fe de su pueblo. Y qué cosas, la Virgen, hace tres años por hoy, coronada canónicamente volvió a bajar por la calle del Santo, ante el lugar donde vivió Sampedro. Seguro que desde el cielo bajó a recibirla por fin. La Virgen no iba con su “capa colorá”, iba de tisú de plata y oro que aquellos que creen en Ella le regalaron en gracias por todos estos siglos de protección para con sus Hijos de Bailén. Tal vez el niño Jesús le preguntó a la Virgen: “Madre, no te va a reconocer con el manto blanco”, y Ella le contestaría: “el manto era para que los demás creyeran, ella jamás se olvidará de mi…”. Me preguntaba Carlos Elipe Pérez que si el manto era importante… se lo puso para mostrarnos que nunca nos deja solos…



[1]IZQUIERDO RIZOS, Juan José: “Leyenda-realidad”. Programa de Romería de Zocueca (2002). s/p. Desde aquí mi agradecimiento a su sobrino y amigo Pedro Mimbrera Izquierdo por pasarme copias sobre el artículo.
[2] LINARES LUCENA, Francisco Antonio: “Intervenciones milagrosas de la Virgen de Zocueca”, Bailén (2016). Pág. 40-42.

viernes, 1 de mayo de 2020

EN LA CARPINTERÍA DE DIOS...


Estuve en la carpintería de José. En el día que recordamos su patronazgo sobre los trabajadores, ha venido a mi memoria la visita al lugar donde Jesús crecería ayudando a su padre adoptivo en sus labores artesanales y donde ya estaría forjando la misión de su Padre Eterno. Hoy día, aquel lugar es espacio para ello… la iglesia de San José en Nazaret. Es una iglesia que se halla en el mismo recinto de la basílica de la Anunciación, un templo que se levanta sobre las ruinas arqueológicas de la Nazaret del siglo I (en aquel Nazaret vivían sólo 40 familias). Estuvimos en el pueblo de María, en el pueblo donde creció el Mesías, y la palabra del Padre la escuchamos en la carpintería de José.
La iglesia construida en 1914, se decora en su ábside con tres frescos, el más grande de la Sagrada Familia que preside el altar y dos más pequeños a ambos lados en los que se representa El sueño de José y la Muerte de José en brazos de María y su hijo Jesús, obras de A.Della Torre en 1950. Contemplando este último, me llamó poderosamente la iconografía, creo que poco tratada en occidente. Y sobre todo me traspasó cuando nuestra guía nos explicó la historia difusa del padre putativo. Poco se conoce de San José, tal vez porque los escritores sagrados no consideraron que había mucho más que contar sobre su participación en la vida de Jesús, en la Historia de la Salvación. Incluso no se puede saber con certeza si murió antes que Jesús y María.


Aunque la tradición así lo cree. Claudia, la guía, nos habló de la muerte feliz que tuvo que tener José, muriendo ante la presencia de ese chaval que había criado y que era el mismo Dios. Nos habló que a San José se le considera el santo patrón de una “muerte feliz”. Y nos contó cómo podemos encomendar la muerte feliz de un ser querido a San José. Seguro que aquello les tuvo que tocar la fibra a más de uno, el cómo le pidió que su padre se fuese apagando ante su enfermedad con la paz siempre presente y sin dolor. Y que así se cumplió… Muchos estarán en esa situación, ¿verdad? Viendo a un ser querido apagarse poco a poco, y solo pudiendo desear que lo hiciese sin sufrimiento. Vi en ese fresco que el Jesús artesano estaba a punto de emprender el oficio del salvador del mundo, y me dejó mudo, como en esa burbuja de la semana de la gracia… y yo, como me acabaron de enseñar en la carpintería divina obré de la misma forma y cada vez que veo un San José le pido lo mismo.
Son los fogonazos que se quedan clavados en el alma. Por ello les dejo este emocionante relato que pertenece a los escritos de la Venerable Madre María de Jesús de Ágreda, también conocida como la monja con el don de la bilocación. Escribió acerca del episodio en Mística Ciudad de Dios, y se encuentra registrado como una revelación privada. Dice así:
«Entonces, este hombre de Dios [San José] se giró hacia Cristo, nuestro Señor, y en una profunda reverencia, deseó postrarse ante Él. Pero el dulce Jesús se acercó y lo recibió en sus brazos y, reclinando su cabeza hacia él, José dijo: “Mi altísimo Señor y Dios, Hijo del eterno Padre, Creador y Redentor del Mundo, dad vuestra bendición a vuestros siervos y el trabajo de sus manos. Oh Misericordioso, perdona los errores que he cometido en vuestro servicio y relación. Le alabo y magnifico y lo represento eterno y comprensivo. Gracias por haberme elegido, con condescendencia inexpresable, para ser el esposo de la verdadera Madre, que sea su grandeza y gloria mi acción de gracias para toda la eternidad”.
El Redentor del mundo le dio su bendición y añadió: “Padre mío, descanse en paz y en la gracia de mi eterno Padre y mía, y para los profetas y santos que lo esperan en el limbo, lléveles las felices nuevas de la llegada de su redención”. Ante estas palabras de Jesús, y reclinado en sus brazos, el afortunado San José falleció y el propio Señor cerró sus ojos».
¿Por qué no creer que pasó así? José murió en la paz segura de que el niño al que crió como hombre venía a redimir a todos los hombres para abrir las puertas de la eternidad. “díselo a los que esperan que pronto bajaré a por ellos…”. Como no morir feliz en el regazo de Jesús…