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viernes, 30 de agosto de 2013

BAILÉN 1990. MIÉRCOLES SANTO

Es curioso que ya que está a punto de culminar el mes de agosto, al cual llegué cansado y con ganas de haber puesto la típica foto paradisíaca con el manido lema de “nos vemos después de las vacaciones” -acrecentado con los desagradables comentarios que me dejan algunos que cuando se quedan sin argumentos cogen la vía corta del menosprecio personal-, y vaya a convertirse este mes como uno en los que más entradas he publicado este año, y el más prolífico de todos los meses de agosto en la vida de este blog, y es que cuando se tienen ganas de hablar de cofradías no importa el fuera de fechas, ni nada por el estilo.
Por ello les dejo con una entrada que no me esperaba, dentro de la serie de videos de la Semana Santa de mi pueblo del año 1990. Como dije en la última entrada de la serie, me saltaba el Miércoles Santo, lo primero porque el trabajo videográfico del que me sirvo, no aparecían los actos penitenciales que ocurrieron aquel año, que precisamente no era una procesión como tal, la conocida hoy día como la del “silencio” con la imagen de crucificado del Buen Morir, que precisamente se estrenó aquel año.
Pero gracias al amigo Andrés Rodríguez Ortiz he encontrado en la red los dos videos que les dejo que pertenecen a otro trabajo videográfico de aquel año, que poseo pero que me está costando poder pasar al pc y no sé si podré llegar a mostrarlo en este mi blog. El primer video pertenece a la bendición de la imagen del Cristo gubiado en Córdoba por el desaparecido Miguel Arjona Navarro, en la ermita de la Soledad, donde puede verse al entonces párroco de la Encarnación, don Manuel, el cual me ha devuelto la nostalgia al volver a escuchar su voz, la verdad ya no sé qué habrá sido de él y si aún sigue vivo, el cura que me dio mi primera comunión un año después a estas imágenes. Por cierto, aquel año, para la bendición, volvió la Virgen de los Dolores desde la Encarnación, tras el septenario para estar junto a su “nuevo” hijo presidiendo la ceremonia en su paso de palio.
Pero aquel año, su estreno en plan cofradiero ocurrió el Viernes Santo en la Procesión General del santo Entierro mientras el Miércoles Santo presidió un vía crucis que salió desde la parroquia del Salvador como nos muestra el video, la primera vez que sintió el fresco de Bailén. No sé si aquel vía crucis fue el que abrió la senda de uno que durante muchos años se vino celebrando en esta jornada de la semana de pasión, que partía desde la iglesia del Salvador, con el crucificado que preside la misma y que acababa en la iglesia de San José Obrero, la verdad a día de hoy desconozco si se sigue celebrando. Aun quedaría algunos años hasta que esta nueva imagen encontrara su lugar en la Semana Santa bailenense, si Dios quiere en la próxima serie de 1991 lo veremos en el mediodía del Viernes santo entre el “Calvario” y la Piedad.

jueves, 29 de agosto de 2013

FUE EN LA FERIA CUANDO TE CONOCÍ...

Tuvo que ser algún año entre 1986 y 1993, aunque yo apostaría a los últimos años de la maravillosa en muchos sentidos, década de los años ochenta del siglo XX. Aires frescos se asentaron en aquella década en todo los sentidos en la sociedad española. Muchos prácticamente nacimos en aquellos nuevos bríos, por ello es lógico que lo que voy a contarles lo recuerde por sombras, pero patentemente. Es curioso que ahora que esta la ciudad de Linares en su feria de San Agustín, me haya percatado que fue Él, el primero… Pensaba que fue la Borriquilla, pero eso fue la primera en Semana Santa, que digo, fue la Santa Cena, como buen bailenense, en aquella carrera oficial que se montaba en un lugar muy emblemático de Linares y de la feria; Santa margarita, entrada triunfal entonces al Paseo de Linarejos, y por ende al ferial con su portada de luces y la zona donde se levanta uno de los símbolos del linarensismo, su plaza de toros donde Manolete en una mala tarde para su integridad le comenzó a dar fama mundial a la mítica heredera de Cástulo… hace ya tantos años, que el palio blanco de la Paz no le seguía la estela castellanizada a la portentosa obra de Víctor de los Ríos.
Era aquella feria de San Agustín de mi infancia, en la que nos llevaba mi padre en la jornada del sábado por ser el día no laboral a todos mis hermanos, cuatro mocosos, sentados en el asiento trasero de su R-11 blanco, el cual aparcó en la zona donde hoy se levanta la plaza sobre el parking de San Agustín. Es curioso, mi padre siempre encontraba aparcamiento en aquella vieja plaza, por describirla de alguna manera, tan arbolada que cuando comenzaron las obras del nuevo parking, el cual se cargó el acceso a la parroquia salesiana, me parecía que se borraba un trozo de mi vida, aunque sea de Bailén, pero es que la cercanía entre ambas ciudades ha fomentado que el bailenense halla convivido mucho con la ciudad de Linares, sobre todo por motivos de salud, donde teníamos y seguimos teniendo que ir a la consulta de los especialistas, ya que aquí solo seguimos teniendo, por población supongo, un centro de salud, incluso normalmente, en las últimas décadas, prácticamente todos los nacidos bailenenses ven la luz del mundo en el hospital que se levantó en honor al santo padre de la iglesia, el cual se celebra su feria en su honor, San Agustín de Linares. Por no mentar el ir de compras, al cine, a los restaurantes, de tapeo, porque Linares sigue siendo ciudad de tapa… enorme. Entrar en el bar Jamón o en el “Stop” es sinónimo de saludar siempre a algún paisano…
Por estas razones y otras tantas, Bailén, sigue inundando la feria de Linares, desde que tengo uso de razón se esto, aunque hasta que no crecí y tuve la suficiente edad, me tire muchos años sin volver, porque el negro enlutado se cernió demasiado tiempo sobre mi casa, siendo aun demasiado jóvenes. Aún recuerdo el calor de la noche en la lúgubre plazuela, incluso caminar por la calle Carolina, en busca del paseo, la cual se encontraba como decorada con banderitas, quien me iba a decir los sentimientos que ha día de hoy me levanta cada vez que paso por esa calle. Un dato a tener en cuenta, al llegar al paseo, la juventud de entonces, si no me falla la memoria, se arremolinaba para entrar al concierto del grupo musical del momento: MECANO.
Pero aquella noche, siendo un mocoso, vi el portón de la gloria abierto de par en par, aunque el interior de San Agustín estaba prácticamente apagado. Y algo me llamó, ya era lo suficientemente grande para saber que en las iglesias podía haber cofradías y un impulso me llevó hasta su interior, mientras mi madre me regañaba para que no me alejara de ellos. Al entrar, un señor mayor de cabellera plateada creo recordar, comenzaba a cerrar la puerta izquierda conforme entras y me dijo que estaban cerrando… sin contestar vi entre la penumbra unas manos poderosas, llenas de tensión, impactantes, a mí me lo parecieron, en mi pueblo no había manos como esas… llegó mi madre y le pedí seguidamente a este señor si me dejaba entrar para contemplar las imágenes que estaban en aquella sencilla capilla, con sus paredes como forradas en tela o algo similar, la verdad estaba oscuro. Quizás por mi madre y mi demás familia este hombre paró un momento su cometido y nos dejó que nos plantáramos ante la capilla, pero algo alejados, desde el mismo umbral del portón por donde emergen los sentimientos del Jueves Santo.  Muy sencilla, un Cristo cautivo y a su derecha la Virgen, con la mirada alzada al cielo la cual me llamó dos cosas la atención, la primera era la extraña corona como le apunté a mi madre, nunca antes había visto una diadema como aquella, de esas dimensiones, años después las Aguas de Sevilla me enseñaría de que se trataba esa singular corona, que no era corona… y la otra es, que los grafismos de su rostro tampoco me recordaba a lo que conocía hasta entonces, eran diferentes pero no sé, tenían algo que me gustaron… comenzaba mi afición al arte supongo.
No sé dónde escucharía mi madre lo que espetó al ver aquel Cristo que definimos como el “Medinaceli de Linares”, pero que estaba vestido como el Nazareno “el nuevo” de nuestro pueblo, cuando le preguntó a aquel caballero que si el Cristo salía el Jueves Santo como cautivo y luego en la madrugá le ponían una cruz y se convertían en el Nazareno – en un símil similar a lo que ocurre en la también vecina Baños de la Encina-, la verdad nos fuimos pensando que era el Nazareno, que aunque no lo era, mi padre había oído hablar sobre el Nazareno de Linares, ya que un cofrade de la hermandad trabajaba en las aguas de Bailén y coincidían mucho en el bar del “cojo Saavedra”, donde aquel hombre llamado Ramón -que años después sería hermano mayor de la cofradía nazarena linarense- les hablaba de su cofradía, incluso llegó a apuntar a Antonio “El cojo”. La verdad que aquel hombre no contestó a mi madre, seguramente pensaría, ¿pero que dice esta?...

El instante fue fugaz, y lo que contemplé no era exactamente lo que les muestra esta fotografía que ilustra esta historia, pero muy similar, el hueco de San Juan vacío, y todo mucho más sencillo, seguramente llevaban poco tiempo residiendo en su nueva morada, quien le iba a decir a aquel niño de complexión muy delgada y tupido pelo rubio –igual que ahora…- que algún día aquellas desconocidas imágenes iban a ocupar un lugar importante en su corazón, y que incluso llegaría a ser su costalero, que aquel Cristo, que en realidad estaba prendido coronaria el altillo de su cama. Hoy pienso y he llegado a la conclusión que aquello no fue casualidad, ya siendo un jovenzuelo me llamó, quería verme y pasarme revista para su legión de seguidores. Y la verdad siga o no siga estando en su hermandad, si dejara de sacarlo e incluso de aparecer por allí, no me cabe la duda que Él siempre seguirá siendo uno de mis “Cristos”, uno que me dio muchísimo. Me ha sido gratificante recordar que una noche de verano, cuando el mismo comienza su marcha, en aquellas grandiosas ferias de San Agustín, el Soberano de Linares me llamó por primera vez a la igualá del alma…

miércoles, 28 de agosto de 2013

IÑAKI Y LAS COFRADÍAS... Y NO ES SOBRE LA ROSA.

Haces pocas fechas coincidí con un amigo que iba un poquito colado de copas, al cual tengo aprecio y de vez en cuando hemos “discutido” sobre algo que yo creo que le apasiona: la política. Aunque ciertamente yo casi nunca debato en lenguaje político, no me considero ni de derechas ni de izquierdas, aunque como rancio, algo de conservador y también de moderno tengo, simplemente intento exponer como veo la vida y cuáles son las erratas de los políticos y de aquellos que le aguantan la vela. Este amigo pues es de izquierdas, y sin encasillar y mucho menos generalizar, pero como buen estudioso, o eso creo, del mundo político y sus típicos tópicos, se considera ateo y como no, piensa sin vacilación ninguna que la iglesia es un cáncer para la humanidad, y por supuesto que los cofrades, eso sí con respeto me lo suele decir, aun colado de copas, somos unos ignorantes, falsos e interesados, y razón no le faltara con muchos, pero es que el cofrade es humano y vida está llena de gentuza que nace para ser así simplemente… creo que no hace falta que les ponga ejemplos con la clase política…
No dudaba en afirmar que era muy simple pillarnos, dejarnos sin respuestas, y lo cierto es que el cofrade suele ser sencillo, la clase más popular en mayores porcentajes, así que la formación tanto cofradiera y cristiana pues suele lucir por su ausencia, por ello para estos defensores de la única verdad material y no mística, no les tiene que costar mucho callarle o creer que lo consiguen, la boca a los cofrades, más en un pueblo como el nuestro: Bailén, porque la verdad aquí hay que trabajar muchísimo más en este campo. Uno no es que se crea el “sursum corda” y piense que conmigo lo tendrían más difícil, pero su estado me hizo desistir en aquel momento de haber entablado nuestras pacificas discusiones… por eso hoy les dejo un artículo que he encontrado en los viejos Boletines de las Cofradías de Sevilla, del número de cuaresma de 1998 que me ha resultado bastante curioso e enriquecedor, incluso puede que hasta se lo enlace, para intentar mirar las cosas desde otro prisma, en este caso la Semana Santa española, en este caso la sevillana, sin politizar ni encasillar en ninguno de los dos grandes bandos ideológicos de este país. De todos es sabido, sin generalizar ni encasillar, que suelen ser las personas de derechas los grandes defensores y exaltadores de las grandezas de la Semana Santa, pero en la casa de Dios cabemos todos, incluso los que lo niegan. Seguramente para este amigo, que sin encasillar, es admirador de todo tipo de famosos de todas las artes y los medios de comunicación afines pues de los símbolos del izquierdismo en este país, seguramente uno de ellos, será el periodista donostiarra Iñaki Gabilondo, que para sorpresa quizás de muchos como este amigo mío, dios a través de las cofradías le tocó su corazón y se hizo cofrade para siempre, porque cuando conoces la verdad de este mundo, jamás, incluso con las adversidades y las falsedades, te dejas de emocionar con el mundo de Dios visto desde la óptica de las cofradías…
Una rosa roja sobre un mar de lirios son el legado, sello inequívoco de esta historia de amor entre Gabilondo y la Semana Santa, en este caso la de Sevilla, por ello les invito a que lean, como se puede ser de izquierdas, cristiano y cofrade.

LA CASA QUE ESPERO Y SE QUE ME ESPERA
“He cumplido de largo mis bodas de plata con la Semana Santa sevillana, el fenómeno que más me ha impactado en mi vida. Y a estas alturas, después de haber sido vehemente y apasionado propagandista, he llegado a ser incapaz de verbalizar impresiones y sensaciones. Sin duda porque ha llegado a ser algo tan mío, tan interiorizado, que hablar de la Semana Santa es ya confidencia íntima, médula y esencia de mi visión de la vida, confesión. Un proceso de años, de afuera adentro, de algo que pasaba a algo que me pasaba. Lo que soy, lo que no soy, lo que me importa, lo que me pregunto, aquello en lo que creo y en lo que no sé si creo se concentran en ese punto del tiempo y el espacio. Sevilla, Domingo de Ramos, es mi rito de año nuevo. En ese punto de tiempo y del espacio me descubro, suspendido, vivo y atónito de estar vivo, lleno de emociones y ebrio de sensaciones, abrasado de preguntas sin respuesta. Feliz de estar en casa, en la casa que espero y sé que me espera.
Antes, al principio, cuando las impresiones eran fraccionadas, la Semana Santa era un embeleso. Diría que en el principio fue el hechizo, la belleza, la exaltación de la sensualidad. Y podía hablar de mis primeros relámpagos: la salida del Gran Poder, con San Lorenzo estremecido de silencio, Candelaria en los jardines, y las noches tibias, y cada salida, y cada entrada. Y cada rincón. Y la cera, el esparto y las almendras garrapiñadas. Era la ceremonia iniciática de reglamento, la de millones de fascinados antes que yo.
Aunque nunca, ni en los muy primeros años, participé en esa disputa tan sevillana entre sensualistas y capillitas. Enseguida resolví que no había confrontación, que nos hallábamos ante un binomio inseparable, y que sólo la dificultad sevillana para sumar encontraba una excusa para jugar a las disyuntivas.
Luego, la Semana Santa fue penetrando en mí como en cada sevillano lo hace, engarzándose a experiencias de vida, a seres queridos que se fueron, al amor, a la memoria y a la melancolía. Entonces, con historias directas de gran intensidad, Amargura o Santa Marta pasaron a ser cosa mía, parte de mí, de mi yo más íntimo. La Semana Santa dejaba de ser espectáculo y se convertía en biografía personal y sentimental. Comprendí así otro registro: a la sensualidad y a la religiosidad había que agregarle una miríada de extractos de vida sevillana. Cada barrio, cada grupo, cada hombre, cada mujer, han tejido una tupidísima red de historias con cada Hermandad, o con su Virgen o su Cristo. Componen lo que llamo ornamentos invisibles, y que, junto a las flores y las velas, engalanan cada paso, se ciñen a los varales y se cuelan por los respiraderos: las pequeñas vivencias de los habitantes de la ciudad, vivos y muertos, que se transmiten de padres a hijos, como un manto de millones de estrellas.
La tercera fase, la que significa la entrada de la Semana Santa en los territorios más secretos, tiene poco que explicar. Es el enigma mismo de la vida, que todos tenemos que afrontar. Y que en mi caso lo excita de forma múltiple el estallido del Domingo de Ramos. Las batallas que se libran en el rincón en el que uno no puede esconderse, el sentido y el sinsentido de que habla Eugenio Trías, la frontera de la racionalidad con sus vecinos los misterios, me parecen desfilar con Estudiantes en la Plaza de la Contratación, al compás de la marcha Jesús de las Penas. La orteguiana línea intermedia entre el mundo y el ultramundo, la patria de todas las perplejidades, se traza para mí con Amargura ante las monjitas mientras suena en Sor Ángela de la Cruz la marcha de Font de Anta.
La sensualidad, los recuerdos, la belleza, la emoción, el temblor inquietante de todos los enigmas se citan conmigo a hora muy temprana cada Domingo de Ramos. Los salgo a buscar en mi primer paseo matinal, cuando casi todos duermen todavía. Antonio Burgos tiene razón: en ese momento Sevilla estrena aire. Y soy feliz al respirarlo cuando acaba de nacer”.

IÑAKI GABILONDO.

martes, 27 de agosto de 2013

BAILÉN 1990. JUEVES SANTO.

Rememorar aquel Jueves Santo de 1990 con estas imágenes del TELE CABLE BAILÉN lo primero que me traen a  los sentidos era un día especial, siempre soleado como diría Antonio Pradas, sin duda era un día que relucía más que el sol, uno de los tres jueves, si es que hasta entonces el día del Corpus era un día grande y esplendoroso en Bailén. Aquellos Jueves Santos comenzaban tras la comida del medio día visualizando en familia alguna película de tintes histórico-sagrados, de la que disfrutaba sin duda era con la interminable “Jesús de Nazaret” del director Franco Zefirelli, interpretada por el actor inglés Robert Powell, hoy gracias a esto del internet la puedo volver a disfrutar en muchas ocasiones aunque vea más conseguida la historia anterior a la Pasión, Muerte y Resurrección, a mi sin duda la que me toca el alma en las últimas horas trágicas es la más actual y polémica de Mel Gibson.
Pero tras esto tocaba la quizás gran procesión de la Semana Santa de Bailén por entonces junto a la de la mañana o “la de las seis de la mañana” del Viernes Santo, eso de la “Madrugá” es más reciente, término sevillano implantado por los que curiosamente me tachan de “sevillano” y la “Procesión General del Santo Entierro” en la tarde-noche del Viernes Santo. Viendo estas imágenes se puede palpar la grandeza de esta jornada, eso sí, una grandeza a la medida de lo que era y es la idiosincrasia cofradiera de la ciudad, que como he venido muchas veces diciendo, al evolución de aquel modelo está deparando resultados no tan esplendorosos como lo fueron aquellos. Curiosamente la imagen que abría el cortejo, porque salían por primera vez en la semana más de una cofradía en una misma jornada, pero formando un único cortejo como si se tratara de una sola cofradía, algo que los más jóvenes han venido a definir como el “trenecito”, sin duda una de las características de la Semana Santa bailenense, aparece en escena. La primera imagen era la del “Amarrao” a la Columna, tal como se le llama en Bailén, tal como hoy, es la imagen que sigue aguantando sin duda con más éxito su participación en el memorable jueves de la pasión y primera institución de la eucaristía. Por ello sus hermanos suelen defender que esta es la imagen principal de la jornada y la que le daba incluso denominación a esta procesión. Disputas absurdas aparte, los años están demostrando que aquel modelo vivía de la unión y participación de todas, o de cuatro de las cinco hermandades de penitencia del pueblo, y que hoy con la resistencia del Amarrao y la vuelta del Ecce Homo ya no prestan aquel aura que tenía el Jueves Santo de entonces, de mi niñez, hoy sin San Juan y la dolorosa, por lo más común, la Virgen de los dolores. Aunque pienso que estas decisiones no son desacertadas, creo que si se necesita nuevos “impulsos” para desde un nuevo modelo recuperar aquello que para mí, sin duda se ha ido perdiendo.
Salto del martes al jueves porque por entonces no existía un Miércoles Santo procesional como hoy día, aunque si fue la primera salida histórica del nuevo crucificado del Buen Morir, pero en un vía crucis que no fue captado en este documento videográfico. Pero el Jueves Santo se abre con la primera aparición de las populares túnicas moradas, escoltando en la “Cuesta de Jesús” al Amarrao esperando el arranque de su caminar envuelto en todas las características del trono que enumeré en la entrada del saludo. Me resulta curioso el exorno floral, lo que parece ser era un intento de recrear los populares montes de flor creados en Sevilla y que hoy en día se siguen manteniendo, salvando las distancias, pero muy tapados por exuberantes centros de flor que a mí personalmente no me encajan en la estética floral de los pasos, sobre todo los de Cristo, para una boda... Se puede ver que con el simple monte o “calvario” como lo llamaban aquí, sigue teniendo igual o más prestancia.
Tras Él, por cierto portado por la cuadrilla masculina –la femenina haría su primera aparición el Viernes Santo- bajamos hasta la Encarnación donde la imagen de San Juan evangelista salía en la primera de sus procesiones –la Sentencia y muchos menos la Amargura aun no eran ni siquiera un sueño imaginero…-, siempre como complemento del discípulo amado acompañando a la Madre de Dios en el tormento de la Pasión y Muerte de su hijo bendito tal como nos relatan las sagradas escrituras, esta fue la misión de esta cofradía desde que se erigiera en escuadra de la hermandad de la Santa Vera Cruz en el lejano año de 1660.
Cuanto ha cambiado la estampa desde entonces, cuando la imagen aun luciendo la impronta insuflada por Palma Burgos, con su dedo aun “levantado”, salía motorizado sobre su pasito de ruedas, con los anteriores candelabros de madera, todo ello creado por el carpintero local Juan Rusillo. Trono que tantos años lleva sirviendo a su cofradía, remodelado y ampliado en infinidad de ocasiones, incluso dicen que ahora le va a tocar convertirse en un canasto para procesionar a los titulares de su cofradía a la antigua manera de los gallegos del puerto sevillano… a costal. Esto es lo que ha deparado veintitrés años de ilusiones de sus hermanos, desde aquellos humildes años, aun a ruedas, la última en salir sin cuadrilla de anderos, pero que años después llegaría a ser la cuadrilla más nutrida y admirada mientras su banda aun sonaba a otra cosa, hasta que el estilo Eritaña-Arahal plantara sus magnificencia tras el santo de Cafarnaúm de la ermita de la Limpia y Pura, de la cual por cierto, seguramente en la mañana de aquel día “Carape”, el “Manchego” y otros tantos más o más bien pocos, lo bajarían desde el barrio de las Palmeras a la céntrica parroquia para comenzar aquella evocadora procesión de la tarde y las horas intensas que comenzaban a partir de ese momento. Aunque no estoy muy seguro que la ermita ya estuviese reabierta al culto tras la gran restauración de entonces, pero de esto hablare el Sábado Santo…
Aunque la segunda en nómina del “trenecito”, en aquella Semana Santa sin carrera oficial, en sí, todo el recorrido se le podría considerar así, entonces no tendría sentido y hoy poco más, era la Santa Vera Cruz en su tercera procesión en la Semana Santa, era la que más veces salía en la Semana santa, motivo que hacía que sus filas nazarenas fueran las más nutridas, pero volvemos a la evolución y al modelo, y el modelo ha deparado que aquello hoy sea completamente diferente… el aun rezumante a estreno, trono de Díaz Roncero cedía el testigo al otro cautivo de la hermandad, el denominado “Ecce Homo”, una de las imágenes que la verdad poco han calado en la cofradía y la Semana Santa, con aquella clámide que imitaba a un estofado en oro –dudo que una imagen de serie se le imprimiera tan costosa técnica de policromado, en sí, costaría más que dos imágenes iguales juntas si lo hubiese sido- en lugar de la clámide púrpura, que es lo más lógico, tal como luce hoy día, aunque la escasísima calidad de la nueva policromía halla hecho que goce aún menos de cierto “cariño” popular, el cual portando su caña real servía de perfecto complemento del Jueves Santo para que muchos como yo disfrutáramos un día más de nuestra cofradía… y aun nos quedaban tres más.
Y la Virgen de los Dolores sobre su trono de orfebrería, -vislumbrándose entre la muchedumbre a su veterano andero, mi vecino y amigo de esta casa Cristóbal Núñez, ejemplo de lo que debe ser un cofrade comprometido con el noble arte de pasear a Dios y su Madre bendita- hoy si, luciendo un tupido mar de flor – y su ya entonces bajísima candelería encendida-, rosas blancas para ser más exactos, un “derroche” como dirían en Triana que curiosamente años antes el exorno emulaba más a los frisos sevillanos que a este modo de exorno muy destilado desde entonces, acompañada por el Patronato Santa Cecilia, por ser una de las procesiones oficiales de la Semana Santa, una circunstancia que deparaba que la banda fuese pagada por el Ayuntamiento ya que el mismo iba representado en la procesión tras el último paso junto a la típica estampa de los cinco nazarenos, uno de cada cofradía como símbolo de aquella naciente Agrupación de Cofradías. No puedo dejarme en el tintero la interpretación de la referida banda de la marcha “Sevilla Cofradiera” de Gámez Laserna en la puerta del bar Piñero, se podrían retomar cosas de aquellos tiempos la verdad…Se pueden contemplar el paso de la “cofradía” del Jueves Santo por la calle Antonio Machado en su parte alta y la calle Real desde el balcón del edificio del bar Piñero.

lunes, 26 de agosto de 2013

BAILÉN 1990. MARTES SANTO

Siguiendo con el Martes Santo es lógico que en mi germine como el azahar en la primavera la nostalgia, aunque aquí esa evocadora frase de tintes muy cofradieros nunca se ha destilado, y es que a veces pienso que somos totalmente diferentes al resto de mundos cofradieros. Y me salta la nostalgia, porque a Bailén le llega su Señor, su máxima devoción cristífera, con su anterior policromía, bastante superior a la que atesora hoy, si es que se le puede llamar policromía sobre su singular trono, seguramente, si no me fallan mis recuerdos, en el segundo año que se paseó por las calles de Bailén. Este trono, el primero del formato de bombo de la historia cofradiera en la ciudad, con una base en ebanistería barnizada que la cubre la filigrana cordobesa del entonces orfebre cordobés más reconocido de Andalucía, el malogrado Francisco Díaz Roncero. Este trono, según cuentan los mentideros cofrades – vamos el “chismorreo” en términos cofrades- ha sido vendido al parecer a tierras mallorquinas, es decir que la pasada Semana Santa prestó el último de sus servicios a la cofradía de la Santa Vera Cruz – la cual estrenará al parecer un paso nuevo, habrá que esperar al Lunes Santo…-, que en estas imágenes lo lucia por segundo año orgullosa, aun si finalizar, ya que aún no se había completado como dirían aquí, con los “laterales”, es decir, dos respiraderos que convertían este paso en un sucedáneo entre el paso sevillano y el trono malagueño con tan solo varales por la parte delantera y trasera, sin llevar el varal lateral completo incluso por los costeros del paso como es más común, y destilan los tronos de las hermandades de Jesús y San Juan evangelista. Ya entonces cuando los bailenenses veían por televisión al Cautivo de Málaga, solían señalar que este era igual que el de la hermandad del barrio de la Trinidad malacitano, aunque solo sea una ligera impronta a primera vista lo que recuerde al canasto o cajillo malagueño, incluso no compartían ni autor, ni mucho menos tamaño.
Nostalgia del orgullo que teníamos los devotos de esta hermandad, entonces era nuestra gran joya, ver caminar este trono, con su gran cuadrilla –porque lo fue- comandados por el recordado Bernabé Limón, escuchar su voz en el video, me ha hecho sentirme otra vez un niño oliendo a claveles y al “Pronto” que usaban las mujeres de la cofradía para sacarle brillo a la madera de los tronos. Ahora veo la forma de guiar a su cuadrilla y me surge la sonrisa de verme con mis hermanos imitando sus ordenanzas en casa jugando a las procesiones, cuando lo sacaba paso a paso, a toque de campana, - sin la sinrazón de salir de rodillas, eso sí, solo para la salida como después se comenzó a realizar- quizás muy “rustico” para muchos de ustedes, los más ajenos a esta idiosincrasia, pero pura muestra de la disciplina que insufló a aquellos hombres, que no es porque fuera la mía, pero era la que más elegantemente paseaba a Dios por la ciudad alfarera, memorables fueron todos los años que Limón mandó a este trono, muchas emociones hicieron sentir a los hermanos en aquellos primeros años noventa, aquellas vueltas en paso ligero por la calle la Cruz rasgando el final del Viernes Santo, los estrechos giros en la calle Agüera con Antonio Machado, los “cambios de hombro”, etc…  que conformaron mi niñez, los que son más complicados de olvidar, por ello, estoy seguro que hoy estará disfrutando de buena estancia allí junto a Dios que tendría la cara de Señor de Medinaceli o el “Mostrenco” sin ninguna duda. Seguramente un ángel que tuvo a sus órdenes le agradeció que una mañana de Viernes Santo le volviera a la Verónica y a sus compañeros para sentir por última vez la mayor gloria terrenal, la Semana Santa…
El primitivo arco de la campana, los terminales de los varales o aquel exorno floral, que la verdad no sé porque sigo pensando que le sentaba fenomenal a estas pequeñas andas, aunque ello no quiera decir que se recupere, pero ese guiño a las cuatro jarras de piñas de clavel escoltando al “Gitano” del Santo Cristo si se podría tener en cuenta. Tras Él, como lleva tantos años, como el día anterior la Virgen de los Sietes Cuchillos bajo su palio de cajón. Curioso, lo que es la evolución, entonces la banda de cornetas iba tras la Virgen, por aquello de cerrar el cortejo, y el Señor iba en silencio, y no pasaba nada, no había quejas porque no hubiese compás para mover al Señor, el que reparte el mayor respeto devocional entre los bailenenses, día grande sin suda cada Martes Santo. Hoy que salga sin banda… ya lo dije en la entrada de la nueva imagen de la Oración en el Huerto, el modelo cede el testigo aunque no lo queramos ver.

Entonces la procesión bajó por la calle Almendral para desembocar en la calle María Bellido, donde en la misma casa de la jornada anterior, aquel señor saetero entonaba las saetas del puro acervo bailenense para el que aquellos hombres buenos de negro, de la primera cuadrilla de anderos de la hermandad, portaban con majestuosidad, dentro de lo que es Bailén, por las calles del centro. Se puede contemplar los parones que sufrían las procesiones cada vez que a un saetero le daba por arrancarse, algo que hoy día prácticamente está desapareciendo, no solo en Bailén, sino en toda Andalucía. Aun me parece sentir estar volviendo cansado, en la noche, del primer día grande de verdad para los cruceros bailenenses, cruzándonos a las mismas caras de todos los años, con mi familia de vuelta a casa, vestido con la capa blanca, sin caperuz puesto, como se sigue haciendo hoy día –aunque el pasado Viernes Santo un nazareno  atravesó Bailén haciendo gala de la verdadera esencia, ocultado su identidad, en busca o más bien en plena penitencia, la que comienza cuando se sale de casa y termina cuando se llega a la misma, demostrando que SI se puede sin tener que estar en Sevilla…-, con el “blandón” –el cirio vamos- metido en el cucurucho de cartón que me hizo Tomas Ortega, el abuelo de mi amigo Óscar saboreando los días grandes, tal como entonces lo tenían enamorado…

domingo, 25 de agosto de 2013

PARECIÓ UN SUEÑO DE VERANO...

Un sueño de verano, embrujador, casi de otra época me envolvió en pleno mes estival, en este “tránsito” de agosto donde siempre se aleja el sabor de los días grandes, los que se ven aun inalcanzables y es que a veces me da la sensación de que ni en verano pinta hablar de cofradías en un rincón como este. Pero obviamente esto no es así, aquí estamos los que creen y disfrutan en la cultura del cofradierismo, los que sienten que la gracia se puede respirar cada día del año. Así que aunque algunos nos tilden de “frikis” por buscar la gloria en pleno mes del estío, a nosotros solo nos parece un paso más en la conformación de una esencia, de una forma de vida donde poder trasportarnos a los sueños de la gracia con Dios y María a través de la cofradías.
Nunca antes un quince de agosto, en el día de la Virgen de agosto había experimentado la gloria, mi gloria, de buscar procesiones amoldadas a mi sentir, a mis esencias. En una noche de calor donde no la aprovecharía en nada destacable decidí una vez más y por primera vez coger las autovías de la gloria, con el respeto por delante, para adentrarme en el embrujador callejero del inmortal centro histórico de la ciudad de Córdoba, bajo el oscuro y caluroso manto de la noche el cual parecía invitar al descanso y el sueño de María… hace unos años ya les hablé un poquito de la misma, pero aun no la conocía y en cierto modo no sé si estaría a la altura de mis “exigencias”. Pero me decidí a buscarla y conocer cual es la grandeza que puede llegar a desprender en su calurosa salida anual, de la dormida, aunque siempre bella Virgen del Tránsito del barrio de San Basilio. Barrio como toda la zona de desmesurado encanto y belleza netamente andaluza que le ha dado a esta ciudad uno de los grandes motivos para enamorar al mundo, como así le dije al amigo Pradas que dudaba en sí, de que tanto a él como a Pedro Guerrero o David Mira esta experiencia nos colmara satisfactoriamente. La verdad que tan solo con contemplar la Mezquita-Catedral iluminada atravesando el puente romano, ya de por sí, merece cualquier viaje.




















Una zona como siempre repleta de calor humano, a las horas en que la noche intentaría calmar un poco el fuego del astro rey. El pétreo arcángel del puente parecía darnos las buenas noches, mientras atravesando la Puerta del Puente nos parecía adentrarnos en un viaje en el tiempo. Un policía nos indicaba que el cortejo se encontraba en el interior de la Catedral en plena misa, curiosa circunstancia, no sé si porque se celebraba alguna conmemoración de importancia o que se trata de una costumbre de esta procesión. Ante la espera, nos decidimos a sobrellevarla con un ágape donde un sabrosísimo salmorejo, de una textura increíble nos explosionaba los sentidos gustativos. Rica experiencia para encontrarnos con la verdadera gloria, nunca imaginada ni soñada en un mes de agosto, pero la Virgen dormida, la Virgen de “Acá” de Córdoba, seguramente de las pocas que procesionarán en el mundo,  llenaba los aledaños del primer templo cordobés de una magnificencia que me hizo pensar si en realidad estaba aún, como la Virgen, dormido en la siesta y todo era un sueño… una señora se preguntaba cuál era la razón para que el Santo Entierro saliese en agosto, y es que la iconografía seguramente no está hecha para el fácil entendimiento de todos, pero el ver un paso de urna caminar con “Virgen del Valle” y “Valle de Sevilla” es lógico que a cualquier menos docto le lleve a hacerse esa pregunta.

Lo cierto es que cuando sonó la genial partitura de José de la Vega en honor de la Señora de la sevillana calle Laraña, casi tengo que pellizcarme, porque el embrujo y el aroma a los días grandes inundo mi ser, donde por cierto estrené mi nueva cámara que tanto en lo fotográfico, como en lo videográfico espero que le aporte mucho a las páginas de esta mi bitácora de la vida. En agosto, las palabras de Barbeito llenaron mi espíritu, parecía la hora, aunque no fuera la hora. Pero la espera de la hora, de este modo se hace más llevadera, marcando ya de por si un calendario en el año que llena las eternas vísperas de la gracia.
El recorrido de vuelta hasta San Basilio, donde vive el Nazareno de Pasión, fue un auténtico éxtasis para los sentidos, más si tu sentir es rancio y de mustio corazón. Es una alegría saber que en agosto hay bandas que trabajan y se preocupan de simplemente cumplir como Dios manda. Veníamos unos bailenenses de aburrirnos de ver a nuestra gloria más querida con el mismo son, porque parece que las marchas de Semana Santa no sirven para una gloria y va una desconocida banda en el orbe andaluz, sobre todo para los no fatigas de las cofradías, Tubamirum de Cañete de las Torres, y nos dejó una experiencia que sin duda terminó por dibujar el quizás mejor quince de agosto de mi vida.















Seguía el compás esta urna de agosto, donde la belleza de la Virgen, la cual como cualquier Santo Entierro no se puede visualizar lo más perfectamente posible, dulce y señorial con grafismos dieciochescos, quizás de Sandoval y el sueño seguía su curso, sin despertar, “Hosanna in Excelsis” emocionaba a los buenos amigos Guerreo y Pradas, preguntándose por que apenas diez días antes no podían haber sonado cosas así… no acabaría aquí el éxtasis de una procesión donde eso sí, eché en falta más poderío en la conformación del cortejo, como con un cuerpo de acólitos. En una ciudad con el poderío que ya atesoran sus cofradías, ver una procesión tan interesante como esta sin los turiferarios y ceriferarios, me resultó un poco descolocado.
No éramos los únicos jartibles que buscaríamos la gracia en agosto, amigos de mi hermandad de Linares seguían fieles a los postulados de cualquier capillita, procesiones hasta por los poros, pero que quede claro, que unas procesiones con unas características muy en concreto, que sigan las esencias de las sevillanas maneras, donde los costales seguía dibujando la estela de la gracia, por este motivo desistimos de Baeza por Córdoba, cuando sonó “Procesión de Semana Santa en Sevilla” de Pascual Marquina, fue cuando Pradas me admitió que seguramente habíamos acertado con la elección. Porque en la oscuridad de la noche, entre naranjos buscando las Caballerizas siguió el sueño, mientras hablaba con el amigo Manolo Olmedo, Waly o Carmelo, los aromas de “Amarguras” terminó por erizar el vello de mis sentidos, la verdad parecía Semana Santa, una chica joven seguía dando muestras de lo complicado que es para el entendimiento en nuestros días de las ancestrales muestras iconográficas, “esta creo que sale el Jueves Santo…” pues no, pero aquello solo le faltaban nazarenos para parecerlo, fue donde terminé por decirle a Guerrero, que estaba por darle las gracias al director de la banda por el agosto que me estaba regalando.


Una gloria con una esencia mustia fuera de lo común, que cuando vislumbraba las puertas de su barrio, ese Arco de Caballerizas que trae a la memoria estampas por el Postigo sevillano, se reconvirtió en la pura esencia letífica, pero siempre rayando un buen gusto, que la verdad no me esperaba encontrar mientras viajaba hasta Córdoba. “Virgen de Montserrat” de Pedro Morales abrió la senda del cambio de esencia. Ya llevaba Tubamirum dos marchas que había tocado la fibra sensible de Pradas, pero aún le quedaban más sorpresas, yo creo que él fue el que más se fue tocado de la gracia de esta Virgen dormida cuando terminó por sonar esa marcha que siempre lo hace volar a los grandes recuerdos de su infancia. El arco dibujaba las estampa perfecta mientras me decía que escuchar “Macarena” de Abel Moreno lo emociona profundamente, la verdad que en el brillo de sus ojos se podían leer la rotunda verdad que desprendían sus palabras.











Era la primera vez que conocía esta zona de Córdoba, como dije, su encanto era increíble, parecía la Córdoba que embrujaba a Julio Romero de Torres, que seguramente, si Dios lo quiere, en la magna me haga volver para buscar al Nazareno que reina en el barrio, con ese compás tan de gitanas maneras, las sevillanas, que incluso la banda de los Reyes lo hará caminar, seguramente por tientos de la antigua ciudad de los Califas. Ahora tocaba el turno de “Rocío” de Vidrié para la ante penúltima calle del recorrido, lo que nos llevó hasta la plaza de su templo, el cual parecía abierto que nos llevó para conocer a la hermandad penitencial residente en la misma, pero era solo un espejismo, el sueño de verano no podía ser tan perfecto. Una Coca Cola en el bar de la plaza saciaba nuestra sed, donde me despedí de los amigos linarenses que esperaban allí la recogía. Era ya algo tarde, sobrepasadas las doce de la noche y la verdad era mejor ya volver que al día siguiente tocaba trabajar, a Dios gracias y a María como no, por darme algo que ya es sin duda un motivo de privilegiados. Una última revirá, curiosamente en una calle llamada “Puerta de Sevilla” terminó por llevar a este sueño de agosto a la gloria extrema e infinita, sonaba una marcha que como quiso Pedro Guerrero que le volviera a citar, tiene un trio final que seguramente cuando se esté en el cielo, al entrar en la alcoba de la Madre de Dios, tiene que sonar entonado por coros de voces angelicales, era sin duda “Esperanza Macarena” del maestro Pedro Morales. La urna se alejaba buscando el adiós de su calurosa salida procesional, la última marcha, no la conocía, en las partituras se me invitaba a pensar que estaba dedicada a la dolorosa con la que comparte devociones en el templo donde vive aquel que genialmente, cierto día, Nicolás Barbero Rivas, le hizo el mejor homenaje musical, el “Señor de San Basilio”… sonaba “Virgen del Amor”, su Madre… una foto de todos para el recuerdo, dibujando al final el Triunfo de San Rafael, por tan embrujador entorno, nos hizo sentir si todo había sido un sueño… al día siguiente, trabajando, aun parecía oler el incienso por mis brazos y me seguía preguntando que si todo fue un sueño de verano, lo que la Virgen antes de marcharse al Reino de su Hijo quizás iba soñando en la más especial urna de agosto...