Casi como si se tratara del cuento que quizás le contase cada noche antes de ir a dormir le fue desglosando como un gitano de la Cava, de Triana apodado como “Cachorro” que seguramente tuviese un aspecto a lo “Camarón” con barba y larga melena cruzaba el puente de barcas para ir a Sevilla.
Un payo residente en la ciudad vino a sospechar de este hombre, pensando que su visita no era por otro motivo que el de cometer adulterio con su propia esposa. Los celos llegaron a tales extremos que, cierto día, sabedor de la visita cierta del gitano a la venta Vela, lo esperó oculto. No hizo más que llegar, ajeno a la suerte que iba a correr, mientras sacaba agua del pozo que junto a la referida venta existía, le fue asestada siete puñaladas que le ocasionaron la muerte.
La leyenda vino a completarse con la investigación llevada a cabo por la justicia en la que al fin se conoció la verdad. En efecto el gitano “Cachorro” visitaba cada día a una mujer, aunque resultó que esta dama era en realidad su propia hermana bastarda. El gitano, en el intento de mantener el secreto por temor a perjudicarla, dado su origen, había sido descubierto y acusado de aquellas erróneas intenciones.
Tal como diría el verso que escribió el compositor Juan Luis del Valle en la partitura de su marcha “Lamentos de Alfarería”, “…mirando a los cielos la vida de le escapaba…” y según sigue la leyenda, por allí andaba un utrerano de oficio imaginero dándole vueltas a la cabeza intentando buscar el rostro que quería plasmar en la madera para un crucificado que le había encargado un cofradía que se acaba de fundar en el arrabal. Tendría que ser un crucificado expirante, en su último suspiro y el hombre no quería ser menos ante los crucificados que anteriormente habían dejado Montañés, Mesa o Ocampo en la ciudad.
Francisco Antonio Ruíz Gijón era aquel imaginero que seguramente exaltado al presenciar el crimen se acercó a socorrer al herido sin poder hacer nada por aquel pobre hombre, pero sin antes grabar en su retina el rostro desencajado, terrible y moribundo de aquel gitano.
Así terminaría su obra regalándonos una de las obras más impresionantes que ha dado el mundo del arte y que al parecer el pueblo muy listo en estos detalles no dudo en reconocer en el rostro del Señor a aquel gitano del barrio con la exclamación: “..Pero si es el Cachorro...” así hasta hoy.
Pues bien, esta leyenda puede que se desmontara hace pocos años cuando el mundo cofrade se sorprendiera al conocer la imagen que abre esta entrada, Ntro. Padre Jesús Nazareno de los Santos de Maimona (Badajoz). Este nazareno como creo que es evidente tiene un parecido asombroso con el Cachorro de Triana aunque no se tenga constancia cual es su autor pero tanto los hermanos Cruz Solís y Juan Manuel Miñarro –el cual al restaurarlo en 2004 lo dio a conocer en la Capilla del Patrocinio- creen que el porcentaje de que sea obra de Ruíz Gijón es muy alto.
Tuve la oportunidad de verlo en persona en la pasada edición de MUNARCO en 2006, cuando aquel año se montó una exposición en la Catedral de Sevilla con pasos de algunos puntos de España con sus titulares incluidos –aquí los que se desgarran las vestiduras con el vía crucis de Madrid no hablaron- en el cual estuvo presente, por entonces sobre un sencillo y reducido paso o andas y por lo que puedo ver actualmente han reformando el paso, agrandándolo y preparado para ser portado a costal al igual que “su hermano” sevillano. También presentaba la típica representación barroca del Nazareno revestido con túnica bordada de las denominadas de cola y ahora procesiona con túnica lisa y corta dejando ver mejor su escorzo, pies y movimiento que seguramente le imprimiera Francisco Antonio Ruíz Gijón, ya sea con la cara de un gitano de la cava o simplemente ideado en su mente prodigiosa…