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martes, 30 de julio de 2013

SÁBADO SANTO SEVILLA.(II)

TRIANA NOS LLEVÓ HASTA EL SOL...

Pensando que podríamos llegar algo tarde, la meta final fue bastante diferente, allí aún no había llegado ni un resquicio de arte y sentimiento trianero. Seguramente a David ya le temblaba el pulso aunque siempre muestre una actitud tranquila, ahora si iba a contemplar a su “Cristo del Compás”, es otro como tantos que la estética costalera y la conjunción con el enigmático arte de la música lo ha hecho llevar al Stmo. Cristo de la Tres Caídas en el corazón y a su Morena y Guapa Madre de la calle Larga de Triana, la Esperanza nunca mejor dicho se hacía realidad, y me encanta saber que he sido yo quien le brindara cumplir este sueño, cuando tantos días y tardes su padre se metía, en plan bromista, con esta mi pasión desmesurada por la cofradías de sevillanas maneras y que luego me tocara traerle la gloria bendita a su hijo, la cosas del que iba hundiendo su mano derecha en un derroche trianero de rosas rojas…
Esto nos hacía ver que con música o sin ella, Triana iba hacer lo que siempre hace, y que mejor no ahondar más. Seguramente el Rey de Triana aún no había llegado ante sus Madres Baratilleras, las cuales suspirarían por fin de ver que aunque tarde, el Moreno por fin volvía a casa. Al fin llegaba la cruz de guía, con el periodista cofradiero Esteban Romera de diputado de tramo de cruz de guía, acompañado de un largo cortejo de hermanos de gala acompañando a su Cristo, que aunque no es el “Señor de Sevilla”, si llevaba unas filas qué más quisiéramos los que pensamos que el sentimiento no tiene medida, no tiene comparación, la devoción es grande en cualquier lugar, pero ese orgullo de engrandecer nada más que acompañado que tiene Sevilla no se le acerca nadie…








Por fin a lo lejos un caballo guiaba el camino de vuelta…Para mí no era la primera vez, en 2008 o 2009, ya no recuerdo bien, marché bien temprano hasta sus dominios y pude extasiarme de una idiosincrasia que curiosamente me echa para atrás… pero es la magia de Triana, debe de  ser eso, así crecimos muchos, como David, que sigo trabajando en intentar abrirle el camino para intentar palpar estas teorías inexplicables. Cinco pasos para atrás con la marcha “Maria Stma. del Rocío” me hizo levantarme del asiento agarrándome a unos imaginarios brazos de sillón, a veces el sentimiento que se inyecta con la ilusión es imposible de controlar, ese que Triana siempre defiende con un “al que no le guste que no mire…”
Pero no había música y eso en verdad se notó mucho, pero solo en lo que es el marco ideal de la estampa del Cristo Caído de Triana por las calles de Sevilla, cuando camina en su no menos sevillanísimo paso del maestro Bejarano, orgullo del maestro poder haberle realizado a su Cristo las andas en las que levanta el asombro de la Madrugá… pero sin música. Aquello parecía Vienes Santo abriéndose el día, todo abarrotado, para aquellos que dicen que la Semana Santa se está quedando en un mero espectáculo, aunque había muchas más gente de la que no suele acompañar a este tipo de pasos cargados de coreografías, a veces excesivas. Pero también había otra mucha gente, que lo esperaba con otro compás, y con el paso algo más abierto que al que contemplé en el Cristo de los Gitanos, el Cristo al que solo han acertado a señalar como posible obra de Marcos Cabrera –aunque remodeladísimo hasta la saciedad- se nos aproximó siguiendo la estela que le marca el centurión a lomos del Calamar de Triana… y es que como decía el otro día en Andújar, esta es también muy marinera… y el caballo no podía ser menos…









Mucho cangrejero a su alrededor, y no llevaba a la banda del blanco marinero, del traje de verano de la infantería “esperancista”, no sonaban sus marchas, no hacían falta pero que si hubiese sonado un “Tres Caídas de Esperanza” o un “Triana” tampoco no hubiese estado nada mal. Los Ceballos ordenan el volver definitivamente a Triana y mis acompañantes y por supuesto yo, se nos llenaba el alma de la inmensidad del barco del Caballo de Triana.








Y parecía que el Señor quería detenerse para que mis amigos lo saborearan un poquito más, para dar gracias por el sueño cumplido y recordar el momento con una foto que se guardará para la posteridad… los relevos nos trajo la curiosidad de cruzarnos con su costalero más famoso, el torero Fran Rivera Ordoñez, que justamente se paró a hablar con una familia que estaba justo al lado nuestro, la gente decía que la niña era su hija, pero el torero se marchó rápido, me gusta que no quieran en estos momento quitarle el único protagonismo al que debe de tenerlo, cuando con la mirada fija en el romano que le guía el camino de la gloria, sin desviar la misión catequética del conjunto como dicen algunos, se elevó al cielo de Sevilla para volver a Triana,  con ese silencio que aun así resonaba a barrio, a su algarabía, y aunque no hubiese cornetas ni izquierdos por delante, eso ya lo poníamos todos con el corazón…


La estampa con la capillita del Carmen en el horizonte se hacía ya nostálgica, seguro que así lo sentía David. Que pronto pasa todo… seguro que los dos sintieron ese aura, en la que alrededor de los pasos todos parecemos iguales, más que en ningún otro lugar, esa es la magia de Sevilla… pero aún quedaba otro plato muy gordo… las filas también se hacían envidiables, las anclas abundaban en los cuellos de los hermanos, que curiosamente, dentro de poco David entrara a formar parte de ellos y es que así lo tiene de “engachao” el vecino más antiguo de la calle Pureza y sin duda su Madre Morena que ya venía rasgando el cielo del Arenal, con la Maestranza arrodillándose a sus pies, con las Baratilleras felices de ver como venía esa Virgen que pareciese una mujer fuerte de la vida, de las que imponen respeto con su presencia, tal como la ve aquella, que cuando me encuentro ante la trianera, me viene siempre a mi mente, mi madre..







La Esperanza más guapa de Sevilla según mi madre venían levantando las grandezas del día grande de la ciudad, aunque trasplantado a un curioso día, ya que en la tarde no saldría el Cachorro a abrir la jornada, sino el Cristo alegórico de la humilde hermandad del Sol, incluso aunque no recuerde que hora sería, quizás en esta Madrugá imprevista ya se estaba haciendo un día más, la Semana Santa de Sevilla –la que sería su última jornada, la lluvias volvían precisamente a la hora de salida del Resucitado-, y por el Plantinar un año más el Sol salía por dos veces en toda la Semana Santa sevillana. Pero había que disfrutar que nos llegaba la Reina de Triana, con el único son de sus bambalinas de aires ceramistas chocando contra sus inconfundibles varales, con sus característicos nudones. El palio de malla cada vez más “soso”, como me gustan los palios andando y que sin música hacia dibujarse una estampa tan atípica, incluso a veces parecía que se hacía una lejana saeta, de alguien agarrado a un ventanal que parecía clamar algo como “soleá, dame la mano”… aquella alma seguramente volvería para acariciar la mano de la Esperanza y dejar en ella una rosa blanca de amor, pero no había música y la música de Manuel Font de Anta solo se podía imaginar, así se lo dije a Pedro, el más mustio de los tres, lo que hubiera sido verla venir con la genial partitura… pero la Morena seguía avanzando con paso firme pero no muy largo, rodeada del derroche de Triana, de la abundancia de flor como los trianeros gusta decorar el paso de su Madre y Señora, aunque con ello se tapen geniales obras de orfebrería que cincelara su mítico capataz, Juan Borrero, entre otros.






Reviraba ante la multitud el palio y en el alma gustaba imaginar que sonaba la marcha que más me toca la fibra sensible de aquellas que más se le toca, hubiese gustado que sonara “Triana de Esperanza” mientras su mirada se clavaba en nuestras almas y nos enmudecía y que en el silencio hubiese emergido el trocito de la salve a la Marinera de Triana y que con la apoteosis se nos hubiese marchado en busca de Triana a la que llegaría mucho más tarde de lo programado, y sin necesidad de que las bandas hubieran perjudicado para ello. Sin duda con todo lo vivido ya mereció la pena el viaje hasta la ciudad donde la Esperanza tiene la cara morena, mientras su manto dibujaba las grandezas del barrio más famoso e independiente del mundo…


Prácticamente estas primeras experiencias extraordinarias nos abrió la verdadera jornada a disfrutar, que se hizo extensa en el día, aunque paradójicamente sea en la que Sevilla entierra el cuerpo Mesino del Hijo de Dios, el Sábado Santo… había que comer ya que la hermandad de extrarradio, la única de un día “mustio”, aún estaba lejos y había que decidir donde contemplarla, la verdad es que el Sábado Santo no estaba ni diseñado pero antes había que comer… pensé que en la calle San Fernando, por donde el Varón de Dolores y la Virgen del Sol llegan hasta la vieja Híspalis, suele haber también muchos negocios de hostelería donde podríamos comer y de paso contemplar la hermandad del verde ruan en su largo caminar como hermandad de barrio alejado. Así, frente al lujoso hotel Alfonso XIII y la universidad, antigua fábrica de tabacos de Sevilla, nos apostamos en nuevo lugar donde prácticamente comer lo de siempre, pero bajo una sombrilla y con un nuevo y bello paisaje…
Pero como comimos rápido, más que el andar de los hombres de José Manuel Palomo, pues nos adentramos por la vía sevillana en busca de esas avenidas por donde nos viene el pasito y ese “extraño resucitado” como aun lo tildan los menos doctos, aquellos, sin generalizar, que piensan que con tan solo la fe se puede ver la Semana Santa, pero la formación es necesaria sobre todo ante las alegorías y la simbología de la que está tirando en su conformación la humilde hermandad del Sol… aún se la veía lejos, por la avenida de Carlos V y el calor y el sol, el astro rey en este caso, se hacía aunque deseados también sofocantes, y sobre un banco entre la amplia glorieta que dividen las avenidas, a la sombra, esperamos al Hijo de Dios y a su Madre revestida de sol mientras dos señoras nos pedían consejo para ver las cofradías de la tarde y se sorprendían como les indicábamos alternativas siendo de Bailén…













La verdad que no fue el lugar más embrujador para disfrutar de esta corporación, la situación la hace caminar con decisión, sin apenas trabajar las chicotás con música, pero a ello nos llevó la siguiente parada que nos empujaba a contemplar a la hermandad de la hasta hace dos días, desconocida parroquia de San Diego de Alcalá… esto es lo que dan en Sevilla las hermandades, fama, prestigio e incluso admiración, aunque sea esta humilde cofradía, porque todo hay que decirlo, el exiguo cortejo y el patrimonio de la misma aún está lejos de prácticamente todas las hermandades que hacen estación de penitencia a la Santa Iglesia Catedral. Sin duda el cortejo del Cristo te podría retrotraer a las antiguas fotografías donde el Senatus, la insignia que abre hoy en día comúnmente el segundo tramo de una cofradía, se encontraba a pocos metros del paso de cristo. La verdad que tiene aún mucho trabajo por delante esta corporación, que verdaderamente lleva luchando por ser una más desde los mismísimos tiempos de la II República Española en que nació como lo que hoy conocemos, una simple procesión de cruz de mayo colegial, cuando precisamente el miedo y la maldita política hacia pasar los años más oscuros de la historia reciente de la cofradías. Trabajo de enriquecimiento patrimonial que sin duda le traerán más hermanos de fila, con sus altos capirotes de ruan verde oscuro, aunque una hermandad de centro, de cola, sobria, etc… en un barrio quizás sea un obstáculo también difícil de afrontar, pero esa es la estética que quisieron conformar, quizás para poder entrar en la Semana Santa con más facilidad, en el día con más posibilidades de hueco pero muy restringido a un modelo muy específico. La verdad que no fue un momento para que se disparara la emoción, los pasos pasaron con el compás abierto, comiendo calle al paso de tambor.






El imponente Cristo nos trajo la profecía hecha materia y explicación mundana, de que Dios se haría hombre, seria ultrajado y asesinado y que con su resurrección nos abriría la reconciliación con el Padre Eterno, como digo, pura teología caminante que se cerraba con algo del Apocalipsis, como el final de la Sagrada Escritura, con la Madre acompañada de los fieles amigos, como la quisieron ver en los tiempos de los apasionados románticos, revestida de sol, con la luna a sus pies y coronada de estrellas… una primera prueba de Sábado Santo que tampoco se pueda decir que nos llenara el alma, eso me hizo pensar si mis acompañantes iban algo decepcionados, aunque hoy lo dudo, ellos son otros simples capillitas que ya saben casi lo que se iba a encontrar sin aun haberlo vivido… pero quedaba un plato fuertísimo, donde Dios apretó con fuerza el nudo, como me diría mi segundo capataz Acuña que hoy cumple primaveras, todo estaba medido para estar en primera fila, apoyado sobre la humilde piedra de la casa de la “madre de los pobres”, donde una dolorosa sentada al pie de una cruz revestida de ricos encajes por sudario, les mostraría el cuerpo muerto del Hijo de Dios a las hermanitas de la Cruz…


Fotos: David Mira Durillo.
CONTINUARÁ...