Sonó el despertador y llegó el
jueves en ese estado que dice la frase popular: reluciendo más que el sol. Que
tendrá este día que parece domingo. Desde 2018, el Jueves Santo ya es lo que en
mis adentros anhelaba desde que Sevilla se cruzó en mi vida. Pero el último, el
de 2019 no amaneció tan radiante y donde nos achicharrábamos este año, caía el
diluvio universal. Me volvía a levantar un jueves del amor fraterno en la vieja
Isbiliya, con apenas 3 horas de sueño, a las 8 de la mañana para cambiar de
hotel a apartamento. Y hasta las 14:30 del viernes no me echaría a dormir… este
año no me he dormido en la sillita, así que quizás los otros años fueron
peores, aunque este me quejara mucho más. Que no se me olvide, qué pellizco
cuando en la plaza del Museo me crucé a la primera… ver a las mantillas por la
calle, eso si es bonito, los cortejos no son para ellas. Los pasos tienen que
venir precedidos de nazarenos.
Como decía antes, en 2019 le
diluviaba a mi amigo Cris en la puerta de Santa Catalina (a mí por el tanatorio
entrando a Sevilla). Entonces, solo he visto a la Exaltación dos veces. A la 4ª
semana Santa iría la vencida. 18 años después por fin el Cristo de la Exaltación
volvió a besar con sus potencias (nunca mejor dicho) los dinteles de su casa.
Se hizo rogar. Y ¿había que vivirlo no? ¿Qué creen ustedes? Pues más de una
hora allí antes a acampar (sin cachimbas ni cosas raras, nosotros y la sillita)
como dicen esos que les gusta llegar de traje a última hora y ponerse los
primeros. Es cierto, observándolo, pocas veces ves a la policía echar al tío
que va con el uniforme de las bodas… habrá que tenerlo en cuenta.
Y diluviaba, pero el rey sol, que
no pude convencer al personal de aguantar lo suficiente para poder ver lo que
buscábamos, la salida de la Exaltación desde Santa Catalina por primera vez. Me
tuve que conformar con un lugar privilegiado bajo la sombra de la taberna del Rinconcillo
(se pueden creer que aun no me he tomado nada allí). Así, en la silla, pensando
que quizás no hubiera merecido la pena comenzar tan temprano, departiendo con
una toledana fascinada de Sevilla y unos sevillanos fascinados conmigo por cómo
conocía y quería a su Semana Santa (y su Corpus, y sus glorias), el exaltado a la
cruz volvió a mirar al cielo de Sevilla en la recóndita plazuela de su antiquísima
iglesia. Se estrenó por fin Málaga tras sus pasos. La banda del Paso y la
Esperanza confirmó primero (es llevar
una banda cigarrera) y sorprendió lo segundo, porque parecían las Cigarreras
con el volumen un poco más subido.
Jueves Santo y sonó “Eucaristía”
a la salida que apenas podía ver por las ventanas del bar. Y la corta calle
dedicada a don Manolo Santiago enmarcaba el asombro, el galeón de Los Caballos
que nos deslumbraba con el refulgente dorado del canasto. Enorme. Lo digo: la Semana
Santa es para las distancias cortas y las estrecheces por más que agote. El
espíritu de la familia Roldán jugaba entre el misterio y el Señor seguía
aceptando su destino alcanzado la cima de la cruz, todo por mí, por ti, y por
ti… “Un cielo para mi Virgen” cronometraba la medida perfecta de la revirá de
tornillo y el galeón se sumergió sin miedo en el estrecho de Gerona. Quedaba su
madre de las Lágrimas que nos trajo el desborde alegre de los palios. La
magnificencia de los pasos buenos de verdad, de bordados de locura y diseños
para paladares exquisitos. Nos anunciaba con la música que ya se esperaba con impaciencia
en la madrugá a la que le dijeron que ¡Como tú, ninguna! La panorámica de irse
un manto de verdad enmarcado entre casas de sabor antiguo cerró el primer
agotamiento con el regusto del placer. “Suerte” nos decíamos los que allí nos
conocimos, quizás ya hasta nunca.
Por Boteros nos fuimos en busca
del Dios de los negros (que en Sevilla esto no suena a racismo) y su ángel
blanco bajo palio. Un placer cruzarme por Sales y Ferré a grandes maestros de
la historiografía giennense disfrutando de la Pasión según Sevilla. “Una procesión
muy bonita acaba de pasar por ahí” me dijo Miguel, y es que sin duda era un
día hecho para él saboreando los mejores grafismos de la imaginería del
XVI-XVII de Sevilla. Abarcaba terreno la hermandad de los Negritos, comenzaban
las filas eternas de nazarenos y tuvimos que ir desde la Cuesta del Rosario
hasta Tetuán para ver al Cristo de la Fundación. Qué decir que no haya sentido
ya al verlo. Este paso no es ni de videos ni fotos. Este Cristo es para verlo
recortarse entre sus incomparables faroles sobre ese monte de flor que cada año
parece insuperable. Silencio en el júbilo del sol radiante, porque su Madre
venia así, radiante de júbilo. Ya la memoria me falla, pero gracias a los
videos se vuelve a abrir el archivo que protege mi calavera y he vuelto a sentir
las vibraciones de la éffeta con la cornetería de la marcha “Virgen de la Palma”
de Marvizón mientras el palio modernista detenía el tiempo flotando en otro
tornillo. Un paso, una melodía, Sevilla y a vivir se ha dicho.
Teníamos esperanzas del ver al
cigarrero de Buiza por el Arenal. Era tarde. Ya nos llegaba el barco de los Remedios
a la plaza Nueva, y en eso… que no. No se consigue el pellizco, aunque por ser
muy tiquismiquis solo. Solo es que mi credo solo me pide burbuja tras burbuja
de eternidad. No, que ni la colocación, el lugar escogido, mientras la orquesta
sonaba como si estuviera en Heliópolis. Nos dijimos: ¿quién son las Cigarreras,
esta o la que va con la Exaltación? Si es cierto, que escuchando a Málaga en
videos da la sensación de menos nivel, pero allí, parecía las mismísimas Cigarreras.
Llegó el atado a la columna, sonó "Jesús, Salvador y Soberano",
revirá medida y examen del misterio de Arteaga, fijate el romano más antiguo
como cambia con el resto… quizás su obra cumbre aún…
Palio de cajón de excelsa ejecución.
Romanticismo puro conquistando el centro de Sevilla. La Victoria de María se
hizo presente en la regordita cara de señorita antigua. De princesa de otra
época. Que vino con los compases de otro tiempo. Pero la vimos tan mal que ni
fotos pude echarle. El calor apretaba mucho y las sombras se rifaban. También por
qué no decirlo, a estas alturas de la semana tu cabeza ya no regula bien… el cansancio
te aprieta en muchas ocasiones sin piedad.
Creo seriamente que el jueves se
puede salir tarde a verlo completo. Por que ya me lo conozco y ya comenzaba a
mostrarnos que no iba a estar tan vacío como las otras veces. O buscamos lo
visto o veíamos algo nuevo. ¿Subir hasta Montesión? “Va a ser paliza y
quizás no merece la pena”. Vean las fotos, en Conde de Barajas (que no
bajaba por Trajano) ver un paso tan lejos… pero el Señor de la Oración en el huerto
se me cayó de rondillas, me abrió sus manos y me dijo, que hasta Él tenía
miedo. Mientras la Redención tocaba volví a preguntarle ¿pero por qué y para qué
todo esto Señor? Aunque estoy seguro de la respuesta, no sé porque me lo
pregunto más que nunca. Ojalá no se creciera… a veces.
La Sevilla mariana nos dejaba
casi en primera fila para ver a su Madre del Rosario, esta si, en sus misterios
dolorosos. La dulce niña de la calle Feria, la del manto blanco recogío y la de
la crestería del palio de lo que ya parece que no se puede hacer… volvió a
seguir con su camino mientras me recordaba que había alguien esperándome en la
mañana. Sonó “Coronación de la Macarena”. Y seguimos sumando pasos en el reloj
inteligente, si no reiniciara a las 12 de la noche si les podría decir que
anduve mientras estuve despierto alrededor de 40 kilómetros.
Volvimos al Salvador, donde vive
el Nazareno perfecto. La talla perfecta. El Dios de los sueños de cualquier
artista. El historiador del que os hablé se apostaba para verlo salir bajo el
monumento del genio que lo tuvo que hacer, no hay papel viejo que lo confirme,
pero es casi pecado dudar de que Pasión no es de Montañés. No estuvo tan cargada
la cosa. Y el joyero de plata volvió a bajar la rampla enmudeciéndonos. ¿Por qué
es de silencio? No, solo su figura detiene el ruido de la mente para examinarlo
desde el talón a las potencias. O te extasía como diletante o de echas a hablar
con Él como hacia con el de Alcalá la Real. Él es mucho más que capillismo aun
cuando arrancó su cuadrilla en busca de Cuna y no hiciera falta que su túnica
bordada se moviera, para verlo caminar con esa majestad. “Esto sí”, me decía Cris.
Las cosas del primer orden amigo…
La Virgen de la Merced nos llegó
con su dulce belleza apagando la tarde enmudeciendo al joven San Juan. Suntuoso
paso, genialidad digna de Sevilla, que pedía a gritos la música fúnebre que le siguió
el compás con “Jesús de la Pasión” de Braña. Pero no me gusta tanto movimiento
de las bambalinas. Dicen los opinadores que el genio de esto puede cogerla, la
verdad que Santiago le vendría como anillo al dedo.
Nos quedamos por la zona. Por la
iglesia de las goteras como la sigue llamando mi madre desde que la conoció en
1991. Por la Cuesta del Rosario subía el galeón de la Exaltación como si fuera
de papel. Me sonrío leyendo los comentarios de la gente en el video que he
buscado para recordarlo. Lo que se sufría debajo de ese paso, y lo que hace hoy
el boom de las dos cuadrillas. Arriba los kilos de ese transatlántico. Eso si
que es un Saratoga como le decían en mi pueblo unos costaleros a su viejo paso.
Y la banda del Paso y la Esperanza de Málaga dejándonos atónitos. “Triana llora
tus Penas”, “A Jesús de la Agonía”, “La Trabajadera del Metal” y “Triana”
sonaron mientras el paso no se detuvo en su vuelta a Santa Catalina (otro año
si Él quiere habrá que probar la entrada). Ya ven, o Cigarreras o la Triana del
aniversario como le decimos los viejos banderos que ya subimos de los 40,
sonando espectacularmente. Que se pongan muchas las pilas que las de fuera ha
pasado como en el futbol, lo mismo te da el de fuera que el de casa, o a veces más.
Sin duda me quedo este año con el Rosario de Cádiz y el nivel de esta banda.
En la plaza del Pan nos hinchamos
de bregar buscando pan para cenar. He notado menos servicio de hostelería
callejera. No sabias donde comer. Eso no pasaba antes. Un bocata de jamón “de
pegatina” que casi acaba conmigo en la madrugá. Por Dios, no se pueden cerrar
las tiendas o bares y dejarnos sin agua. Los jartibles no vamos a emborrachanos
señor alcalde, vamos a emborracharnos de otro líquido que sacia la sed por
siempre, bueno una semana al año.
Eso le dijo el Hijo del Padre a
la samaritana. En la plaza nos llegó el agonizante de Montesión. Ahora si había
que vivirlo mejor. Nos hizo disfrutar porque sonó “Padre” (o eso creo), marcha
de una época dulce de la banda a nuestro entender. Lamiendo las casas del
costero izquierdo con el Salvador como telón nos llegó el Señor haciéndome
reflexionar viendo a los apóstoles si a veces preferiría dormir en la ignorancia,
porque como a Jesús, la verdad aplasta y no siempre te baja un ángel a
reconfortarte. Pero estaba allí, viviendo el momento como se dice tanto hoy día.
Nos marchamos tras los bombos de
la Redención. Oigan que bien se ha portado todo el mundo este año. En la bullazas
que se generaban no había malos royos. Había paciencia. Y los músicos que poco
nos regañaban. En algo hemos vuelto mejores. Así estaba todo, con ganas de
vivir. Pero muerto venía el Hijo de Dios balanceándose en el sudario de su
descendimiento. Quinta Angustia volvía por el Arenal a la Magdalena y lo hacía con
gran estreno: banda de música. Por Molviedro había buena entrada. Pero lo
alcanzamos en la Puerta del Arenal. Allí, en 2019 estábamos solos (que este si
salió) y este año, podías caminar, pero despacito. Un ritual muy curioso con
cantores, música de capilla y la música que suena de repente, sin tambor. Caminó
por Castelar con “Jesús de las Penas” … ¡cómo no iba a ser sublime! aunque el
conjunto de la cruz hacía unos movimientos que daban miedo. Yo pensé en alguna
rotura de la sujeción y hasta temí que se nos cayeran el Cristo en lo alto.
Luego leí que al parecer la cuadrilla llegó arrastrando los zancos. Hubo disparidad
de gustos entre los que estábamos, a mi me encantó, aunque no esperaba esa
puesta en escena con distintas músicas o sonidos.
Hacía más calor que en Marruecos,
pero entre Cris y la experiencia nos hizo irnos a por los abrigos, que aún
quedaba la madrugá entera. A mí con el llamado “fachaleco” me sobró, a las 7 de
la mañana me lo puse, solo con camisa “en lo arto la carne”… en contra de lo
normal, hizo calor para hartase. Paliza para el hotel y su vuelta. Y el temor a
lo que faltaba o aun continuaba… el calor, la sed, la bulla más fuera de lo
común me mataba psicológicamente. Encima por la Puerta Real no paraba de entrar
una marabunta de gentes que venían a como se ha escrito, recuperar la Madrugá
de gente y bulla, cosa que yo apenas he conocido. Ya estaba el Silencio hasta arriba
y aun le quedaba tela para salir.
Me desesperó no poder ver el
misterio de la Coronación del Valle que volvía por Tetuán, aunque si al también llamado Nazareno del Valle hasta que nos llegó la Virgen que le da
nombre a toda la cofradía: la Virgen del Valle. Que cansado y agotado iría que
ni fotos eché, bueno de la Virgen sí. Creo que sonó “Amarguras” y la Virgen con
el palio más antiguo de Sevilla nos llegó sin él. Estampa para el recuerdo.
Todo hay que decirlo. Yo lo viví… pero la Virgen bajo palio siempre y si no se
podría haber buscado algo distinto. Pero bueno, ya estaríamos diciendo que las
cosas como son y otros lo contrario. Hacer como hizo la Macarena en la
extraordinaria del estadio Olímpico (mi pobre Madre María de la Purísima) e
incluso que recreara la sacra conversación. Iba muy “pobre” aunque con todo
esto, iba sublime.
Total, se hacian las tinieblas de
la noche más importante de la humanidad y Jesús volvía cargando la cruz de su Pasión.
Repetimos el rito de la ultima vez y en la oscuridad del Salvador los flases
(que ya son menos con las nuevas cámaras) iluminaban ese señorial caminar de un
mismo Dios hecho hombre subiendo la rampa del imaginario calvario hecho
refulgente retablo rococó de Cayetano de Acosta (aunque el suyo es mejor, todo hay
que decirlo). Todo terminaba, pero no, llegó la Merced y “Margot” volvió a abrir
el frasco de la gloria. Ya no era Jueves Santo. No hay pared, las últimas
entran y por Campana ya iba El Silencio. A esa hora dos (más una) locos salían
de Bailén después de meterse un paso entre cogote y séptima vertebra y les
decía por WhatsApp ¡locos!… porque no acabó una jornada, empezaba otra. Seguimos
en la siguiente memoria.