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lunes, 23 de mayo de 2022

JUEVES SANTO EN SEVILLA 2022

 

































Sonó el despertador y llegó el jueves en ese estado que dice la frase popular: reluciendo más que el sol. Que tendrá este día que parece domingo. Desde 2018, el Jueves Santo ya es lo que en mis adentros anhelaba desde que Sevilla se cruzó en mi vida. Pero el último, el de 2019 no amaneció tan radiante y donde nos achicharrábamos este año, caía el diluvio universal. Me volvía a levantar un jueves del amor fraterno en la vieja Isbiliya, con apenas 3 horas de sueño, a las 8 de la mañana para cambiar de hotel a apartamento. Y hasta las 14:30 del viernes no me echaría a dormir… este año no me he dormido en la sillita, así que quizás los otros años fueron peores, aunque este me quejara mucho más. Que no se me olvide, qué pellizco cuando en la plaza del Museo me crucé a la primera… ver a las mantillas por la calle, eso si es bonito, los cortejos no son para ellas. Los pasos tienen que venir precedidos de nazarenos.

Como decía antes, en 2019 le diluviaba a mi amigo Cris en la puerta de Santa Catalina (a mí por el tanatorio entrando a Sevilla). Entonces, solo he visto a la Exaltación dos veces. A la 4ª semana Santa iría la vencida. 18 años después por fin el Cristo de la Exaltación volvió a besar con sus potencias (nunca mejor dicho) los dinteles de su casa. Se hizo rogar. Y ¿había que vivirlo no? ¿Qué creen ustedes? Pues más de una hora allí antes a acampar (sin cachimbas ni cosas raras, nosotros y la sillita) como dicen esos que les gusta llegar de traje a última hora y ponerse los primeros. Es cierto, observándolo, pocas veces ves a la policía echar al tío que va con el uniforme de las bodas… habrá que tenerlo en cuenta.

Y diluviaba, pero el rey sol, que no pude convencer al personal de aguantar lo suficiente para poder ver lo que buscábamos, la salida de la Exaltación desde Santa Catalina por primera vez. Me tuve que conformar con un lugar privilegiado bajo la sombra de la taberna del Rinconcillo (se pueden creer que aun no me he tomado nada allí). Así, en la silla, pensando que quizás no hubiera merecido la pena comenzar tan temprano, departiendo con una toledana fascinada de Sevilla y unos sevillanos fascinados conmigo por cómo conocía y quería a su Semana Santa (y su Corpus, y sus glorias), el exaltado a la cruz volvió a mirar al cielo de Sevilla en la recóndita plazuela de su antiquísima iglesia. Se estrenó por fin Málaga tras sus pasos. La banda del Paso y la Esperanza  confirmó primero (es llevar una banda cigarrera) y sorprendió lo segundo, porque parecían las Cigarreras con el volumen un poco más subido.

Jueves Santo y sonó “Eucaristía” a la salida que apenas podía ver por las ventanas del bar. Y la corta calle dedicada a don Manolo Santiago enmarcaba el asombro, el galeón de Los Caballos que nos deslumbraba con el refulgente dorado del canasto. Enorme. Lo digo: la Semana Santa es para las distancias cortas y las estrecheces por más que agote. El espíritu de la familia Roldán jugaba entre el misterio y el Señor seguía aceptando su destino alcanzado la cima de la cruz, todo por mí, por ti, y por ti… “Un cielo para mi Virgen” cronometraba la medida perfecta de la revirá de tornillo y el galeón se sumergió sin miedo en el estrecho de Gerona. Quedaba su madre de las Lágrimas que nos trajo el desborde alegre de los palios. La magnificencia de los pasos buenos de verdad, de bordados de locura y diseños para paladares exquisitos. Nos anunciaba con la música que ya se esperaba con impaciencia en la madrugá a la que le dijeron que ¡Como tú, ninguna! La panorámica de irse un manto de verdad enmarcado entre casas de sabor antiguo cerró el primer agotamiento con el regusto del placer. “Suerte” nos decíamos los que allí nos conocimos, quizás ya hasta nunca.

Por Boteros nos fuimos en busca del Dios de los negros (que en Sevilla esto no suena a racismo) y su ángel blanco bajo palio. Un placer cruzarme por Sales y Ferré a grandes maestros de la historiografía giennense disfrutando de la Pasión según Sevilla. “Una procesión muy bonita acaba de pasar por ahí” me dijo Miguel, y es que sin duda era un día hecho para él saboreando los mejores grafismos de la imaginería del XVI-XVII de Sevilla. Abarcaba terreno la hermandad de los Negritos, comenzaban las filas eternas de nazarenos y tuvimos que ir desde la Cuesta del Rosario hasta Tetuán para ver al Cristo de la Fundación. Qué decir que no haya sentido ya al verlo. Este paso no es ni de videos ni fotos. Este Cristo es para verlo recortarse entre sus incomparables faroles sobre ese monte de flor que cada año parece insuperable. Silencio en el júbilo del sol radiante, porque su Madre venia así, radiante de júbilo. Ya la memoria me falla, pero gracias a los videos se vuelve a abrir el archivo que protege mi calavera y he vuelto a sentir las vibraciones de la éffeta con la cornetería de la marcha “Virgen de la Palma” de Marvizón mientras el palio modernista detenía el tiempo flotando en otro tornillo. Un paso, una melodía, Sevilla y a vivir se ha dicho.

Teníamos esperanzas del ver al cigarrero de Buiza por el Arenal. Era tarde. Ya nos llegaba el barco de los Remedios a la plaza Nueva, y en eso… que no. No se consigue el pellizco, aunque por ser muy tiquismiquis solo. Solo es que mi credo solo me pide burbuja tras burbuja de eternidad. No, que ni la colocación, el lugar escogido, mientras la orquesta sonaba como si estuviera en Heliópolis. Nos dijimos: ¿quién son las Cigarreras, esta o la que va con la Exaltación? Si es cierto, que escuchando a Málaga en videos da la sensación de menos nivel, pero allí, parecía las mismísimas Cigarreras. Llegó el atado a la columna, sonó "Jesús, Salvador y Soberano", revirá medida y examen del misterio de Arteaga, fijate el romano más antiguo como cambia con el resto… quizás su obra cumbre aún…

Palio de cajón de excelsa ejecución. Romanticismo puro conquistando el centro de Sevilla. La Victoria de María se hizo presente en la regordita cara de señorita antigua. De princesa de otra época. Que vino con los compases de otro tiempo. Pero la vimos tan mal que ni fotos pude echarle. El calor apretaba mucho y las sombras se rifaban. También por qué no decirlo, a estas alturas de la semana tu cabeza ya no regula bien… el cansancio te aprieta en muchas ocasiones sin piedad.

Creo seriamente que el jueves se puede salir tarde a verlo completo. Por que ya me lo conozco y ya comenzaba a mostrarnos que no iba a estar tan vacío como las otras veces. O buscamos lo visto o veíamos algo nuevo. ¿Subir hasta Montesión? “Va a ser paliza y quizás no merece la pena”. Vean las fotos, en Conde de Barajas (que no bajaba por Trajano) ver un paso tan lejos… pero el Señor de la Oración en el huerto se me cayó de rondillas, me abrió sus manos y me dijo, que hasta Él tenía miedo. Mientras la Redención tocaba volví a preguntarle ¿pero por qué y para qué todo esto Señor? Aunque estoy seguro de la respuesta, no sé porque me lo pregunto más que nunca. Ojalá no se creciera… a veces.

La Sevilla mariana nos dejaba casi en primera fila para ver a su Madre del Rosario, esta si, en sus misterios dolorosos. La dulce niña de la calle Feria, la del manto blanco recogío y la de la crestería del palio de lo que ya parece que no se puede hacer… volvió a seguir con su camino mientras me recordaba que había alguien esperándome en la mañana. Sonó “Coronación de la Macarena”. Y seguimos sumando pasos en el reloj inteligente, si no reiniciara a las 12 de la noche si les podría decir que anduve mientras estuve despierto alrededor de 40 kilómetros.

Volvimos al Salvador, donde vive el Nazareno perfecto. La talla perfecta. El Dios de los sueños de cualquier artista. El historiador del que os hablé se apostaba para verlo salir bajo el monumento del genio que lo tuvo que hacer, no hay papel viejo que lo confirme, pero es casi pecado dudar de que Pasión no es de Montañés. No estuvo tan cargada la cosa. Y el joyero de plata volvió a bajar la rampla enmudeciéndonos. ¿Por qué es de silencio? No, solo su figura detiene el ruido de la mente para examinarlo desde el talón a las potencias. O te extasía como diletante o de echas a hablar con Él como hacia con el de Alcalá la Real. Él es mucho más que capillismo aun cuando arrancó su cuadrilla en busca de Cuna y no hiciera falta que su túnica bordada se moviera, para verlo caminar con esa majestad. “Esto sí”, me decía Cris. Las cosas del primer orden amigo…

La Virgen de la Merced nos llegó con su dulce belleza apagando la tarde enmudeciendo al joven San Juan. Suntuoso paso, genialidad digna de Sevilla, que pedía a gritos la música fúnebre que le siguió el compás con “Jesús de la Pasión” de Braña. Pero no me gusta tanto movimiento de las bambalinas. Dicen los opinadores que el genio de esto puede cogerla, la verdad que Santiago le vendría como anillo al dedo.

Nos quedamos por la zona. Por la iglesia de las goteras como la sigue llamando mi madre desde que la conoció en 1991. Por la Cuesta del Rosario subía el galeón de la Exaltación como si fuera de papel. Me sonrío leyendo los comentarios de la gente en el video que he buscado para recordarlo. Lo que se sufría debajo de ese paso, y lo que hace hoy el boom de las dos cuadrillas. Arriba los kilos de ese transatlántico. Eso si que es un Saratoga como le decían en mi pueblo unos costaleros a su viejo paso. Y la banda del Paso y la Esperanza de Málaga dejándonos atónitos. “Triana llora tus Penas”, “A Jesús de la Agonía”, “La Trabajadera del Metal” y “Triana” sonaron mientras el paso no se detuvo en su vuelta a Santa Catalina (otro año si Él quiere habrá que probar la entrada). Ya ven, o Cigarreras o la Triana del aniversario como le decimos los viejos banderos que ya subimos de los 40, sonando espectacularmente. Que se pongan muchas las pilas que las de fuera ha pasado como en el futbol, lo mismo te da el de fuera que el de casa, o a veces más. Sin duda me quedo este año con el Rosario de Cádiz y el nivel de esta banda.

En la plaza del Pan nos hinchamos de bregar buscando pan para cenar. He notado menos servicio de hostelería callejera. No sabias donde comer. Eso no pasaba antes. Un bocata de jamón “de pegatina” que casi acaba conmigo en la madrugá. Por Dios, no se pueden cerrar las tiendas o bares y dejarnos sin agua. Los jartibles no vamos a emborrachanos señor alcalde, vamos a emborracharnos de otro líquido que sacia la sed por siempre, bueno una semana al año.

Eso le dijo el Hijo del Padre a la samaritana. En la plaza nos llegó el agonizante de Montesión. Ahora si había que vivirlo mejor. Nos hizo disfrutar porque sonó “Padre” (o eso creo), marcha de una época dulce de la banda a nuestro entender. Lamiendo las casas del costero izquierdo con el Salvador como telón nos llegó el Señor haciéndome reflexionar viendo a los apóstoles si a veces preferiría dormir en la ignorancia, porque como a Jesús, la verdad aplasta y no siempre te baja un ángel a reconfortarte. Pero estaba allí, viviendo el momento como se dice tanto hoy día.

Nos marchamos tras los bombos de la Redención. Oigan que bien se ha portado todo el mundo este año. En la bullazas que se generaban no había malos royos. Había paciencia. Y los músicos que poco nos regañaban. En algo hemos vuelto mejores. Así estaba todo, con ganas de vivir. Pero muerto venía el Hijo de Dios balanceándose en el sudario de su descendimiento. Quinta Angustia volvía por el Arenal a la Magdalena y lo hacía con gran estreno: banda de música. Por Molviedro había buena entrada. Pero lo alcanzamos en la Puerta del Arenal. Allí, en 2019 estábamos solos (que este si salió) y este año, podías caminar, pero despacito. Un ritual muy curioso con cantores, música de capilla y la música que suena de repente, sin tambor. Caminó por Castelar con “Jesús de las Penas” … ¡cómo no iba a ser sublime! aunque el conjunto de la cruz hacía unos movimientos que daban miedo. Yo pensé en alguna rotura de la sujeción y hasta temí que se nos cayeran el Cristo en lo alto. Luego leí que al parecer la cuadrilla llegó arrastrando los zancos. Hubo disparidad de gustos entre los que estábamos, a mi me encantó, aunque no esperaba esa puesta en escena con distintas músicas o sonidos.

Hacía más calor que en Marruecos, pero entre Cris y la experiencia nos hizo irnos a por los abrigos, que aún quedaba la madrugá entera. A mí con el llamado “fachaleco” me sobró, a las 7 de la mañana me lo puse, solo con camisa “en lo arto la carne”… en contra de lo normal, hizo calor para hartase. Paliza para el hotel y su vuelta. Y el temor a lo que faltaba o aun continuaba… el calor, la sed, la bulla más fuera de lo común me mataba psicológicamente. Encima por la Puerta Real no paraba de entrar una marabunta de gentes que venían a como se ha escrito, recuperar la Madrugá de gente y bulla, cosa que yo apenas he conocido. Ya estaba el Silencio hasta arriba y aun le quedaba tela para salir.

Me desesperó no poder ver el misterio de la Coronación del Valle que volvía por Tetuán, aunque si al también llamado Nazareno del Valle hasta que nos llegó la Virgen que le da nombre a toda la cofradía: la Virgen del Valle. Que cansado y agotado iría que ni fotos eché, bueno de la Virgen sí. Creo que sonó “Amarguras” y la Virgen con el palio más antiguo de Sevilla nos llegó sin él. Estampa para el recuerdo. Todo hay que decirlo. Yo lo viví… pero la Virgen bajo palio siempre y si no se podría haber buscado algo distinto. Pero bueno, ya estaríamos diciendo que las cosas como son y otros lo contrario. Hacer como hizo la Macarena en la extraordinaria del estadio Olímpico (mi pobre Madre María de la Purísima) e incluso que recreara la sacra conversación. Iba muy “pobre” aunque con todo esto, iba sublime.

Total, se hacian las tinieblas de la noche más importante de la humanidad y Jesús volvía cargando la cruz de su Pasión. Repetimos el rito de la ultima vez y en la oscuridad del Salvador los flases (que ya son menos con las nuevas cámaras) iluminaban ese señorial caminar de un mismo Dios hecho hombre subiendo la rampa del imaginario calvario hecho refulgente retablo rococó de Cayetano de Acosta (aunque el suyo es mejor, todo hay que decirlo). Todo terminaba, pero no, llegó la Merced y “Margot” volvió a abrir el frasco de la gloria. Ya no era Jueves Santo. No hay pared, las últimas entran y por Campana ya iba El Silencio. A esa hora dos (más una) locos salían de Bailén después de meterse un paso entre cogote y séptima vertebra y les decía por WhatsApp ¡locos!… porque no acabó una jornada, empezaba otra. Seguimos en la siguiente memoria.

domingo, 15 de mayo de 2022

MIERCOLES SANTO EN SEVILLA 2022





















































 

Ya ha pasado el tiempo suficiente de regeneración tras el agotamiento psicológico producido por toda una semana tan intensa. Jamás me había pasado, serán los años… Los tiempos comienzan a realizar su trabajo y vuelve a prender la chispa indispensable… se enciende la llama de esperarla, que a nuestro modo, todo nos sabrá a la alegría del reencuentro… parafraseando al genio de Barbeito. Ya ha vuelto esa cuesta de las ansias, de la necesidad de que llegue, y lo hacemos rememorando la última. Ahora es cuando gusta ver lo videos, y con ellos, las fotos y mi memoria volveré a contarles lo que fueron los días del gozo.

Terminó un martes que más que santo fue madridista. Por cierto, ya no le cabrá duda a nadie de que Dios es madridista ¿no?, aunque aún nos tiene que elevar a la gloria en la final, y no sé… ya me dijo uno una aplastante verdad: si quieres ver a Dios reír cuéntale tus ambiciones. Y por eso el miércoles amaneció con un cielo limpio vestido de celeste y decidimos la nueva locura, desde las 12 de la mañana hasta más de la 3 de la madrugada (a las 3:18 eché la última foto). Sevilla necesita más líneas de metro, porque está bien eso de ir a ver cofradías en metro, pero la caminata hasta la Puerta Jerez te la tienes que meter y a la vuelta lo mismo. Como lombrices emergimos a la tierra de la nueva Sevilla donde la Giralda parece un faro que ilumina a toda Sevilla. Me decían que había poca gente como os dije el otro día. Las calles de Nervión hervían de gente y no pudimos llegar hasta la salida. Pero de repente llegó el galeón del Señor de la Sed y con su inconmensurable altura, todo lo llenó.

Todos hipócritamente decimos que lo importante es lo que va arriba, pero sabemos que no lo es todo. Que un buen paso, una buena cuadrilla y una buena banda hace mucho.  Pensemos también un poquito de forma terrenal. Y me plantaba en mi primer Miércoles Santo de Sevilla conociendo al Cristo de la Sed con el Rosario de Cádiz detrás, en su barrio (la extraordinaria no vale, no es lo mismo, y no fue lo mismo). Les admito que hasta que no han metido a Cádiz en ese paso, no disfrutaba en lo musical con esta hermandad, buscaba más su arte como aliciente. No le puedo pedir más a lo que viví y me regaló el Señor. Apareció portentoso, poderoso, con su inconfundible escorzo el hijo en la madera de Duarte, quizás su más genial creación, y los gaditanos comenzaron a enamorame como lo hicieron el lunes. Que potencia, que afinación y con “Septem Dolorum” nos metieron en la burbuja de la gracia. Nos vino el Señor arrollador y su escolta nos dejó meternos tras el canasto, en cuanto le dije que llevaba desde el primer año que llegaron esperando hacer eso. Qué me gusta caminar detrás de un paso con el compás de la gracia costalera. Y volvió “El Milagro” y “Eternidad”, y en el hospital de San Juan de Dios me sentí arropado por el Señor, me sentí su protegido privilegiado mientras hablábamos Él y yo de “El Dolor” y sus consecuencias mientras sonaba en las cornetas de los caleteros. El Señor consoló a su barrio como diría el nombre de la marcha con la que nos fuimos detrás, a los pies del Sánchez Pizjuán, nos volvíamos al centro como hacemos en Madrid, bajo tierra… porque había que buscar al negado al oír el canto…del gallo.

Pues en la Puerta Jerez, otra vez, viendo la hora y que había que ir hasta la calle Feria, nos fuimos en un urbano para quitarnos paliza a los pies y las espaldas… ya tempranico, comenzando fuerte. Luego pensé que si hubiésemos cogido un taxi en el Pizjuán nos hubiésemos gastado lo mismo… así, caminamos desde Torneo por el barrio de San Lorenzo, La Alameda y llegamos a Ómnium Sanctórum donde nos desesperábamos por poder comer en el bar de la plazuela. ¡Cuánto han trabajado los hosteleres esta Semana Santa! eso no tiene que estar pagado seguro. Y se abrió la antiquísima ojiva para vivir el reencuentro y el estreno. Apenas pude saborear el lunes un paso sevillano con la Pasión de Linares, y en el Carmen nos íbamos a resarcir. Salía el paso de cuadriculadas formas y la hermandad se le notó que se quiso esmerar, y que busca fórmulas por hacerse notar entre tanta excelencia que derrocha su Semana Santa. La Pasión nos devolvió a la vida con la marcha del Gándara, la cuadrilla la anduvo como si no fuera el primer año y miré la mano de Pedro, y esta vez no fue para acordarme de los que me han negado y traicionado, si no para sentirme Pedro reprochándole y exigiéndole el por qué de los sufrimientos de la vida. Pero allí estaba, mientras me decía: “te he devuelto a la vida” mientras se marchaba negado por su amigo para convertirlo en “Reo de muerte”. Luego los veríamos otra vez, pero aprovecho para decir que para mí la Pasión con el Señor de la Paz en las negaciones de San Pedro estuvo genial, aunque después de ver todo el recorrido en videos, no me ha gustado mucho la elección del repertorio elegido. La Pasión es mucho más que las últimas marchas, tiene auténticas joyas desde el año de su fundación que, o no sonaron o en sitios poco importantes, como por ejemplo “Sangre en tus clavos” que fue en una chicotá de las de “vamos a quitarnos esto rápido” … y Nicolás Barbero tiene que sonar más, y en los lugares más punteros. Es de cárcel que no tocaran “Lloras en tu soledad” o “A la memoria de un amigo”.

La Virgen del Carmen dolorosa (que dicen que es un error eso de “en sus misterios dolorosos”, eso solo sirve para la advocación del Rosario al parecer [uno no deja de aprender]) volvió a llenar la salida con su salve marinera y su palio azul, como si no llevásemos desde 2016 sin vernos, con su petalada y a los sones de un himno inmortal de la Semana Santa… “Pasan los campanilleros”. No sé, pero noté que la hermandad quería dar un golpe de efecto. Expectantes estamos de ver definitivamente ese palio con tintes carmelitas. Y tantos años con esos varales lucentinos ya son demasiados para todo un Sevilla. No sé porque no se la viste ya como se proyecta, con el manto blanco y el atuendo carmelita propio del inmortal icono glorioso nacido en aquel monte que la Virgen me dio el privilegio de visitar en Haifa. Su escapulario me protege en el coche junto al rosario de Jerusalén, ya paso de medallas…

Después me fui a ver una de esas hermandades a las que le sigo buscando algún año su momentazo. Pero solo nos cabía buscarla por San Nicolás cuando nos sale del puente que le da nombre, a su legendario barrio. Por la calle San José nos venía el sinuoso canasto del Cristo de la Salud, Dios torero de la gente de San Bernardo. Uno de nosotros que no se esperaba gran cosa, fue atrapado por eso momentos de burbuja y ante la puerta de La Candelaria, el Señor nos enmudeció mientras la banda de Dos Hermanas presentaba su apuesta: volver a los orígenes, sonando bien y con fuerza, pero aún le queda para ser la del disco de “La Historia de un Profeta”. Bajamos, (arrollamiento de niño incluido, sin querer claro) a los dominios de Santa María la Blanca por donde nos venía hecha Refugio de los pecadores, con fuerza, con su ritmo rápido, la Virgen del paso de oro sevillano. Fugaz y eterna se quedó en nuestros corazones. Muchos nazarenos para vivirla bien… ese es el problema. Y lo que vino ahora fue de lo poco que planee semanas antes. Mientras por los callejones de Santa Cruz intenté señalarle a Oscar el pasillo de la Escuela de Cristo de donde provenía el cristo san bernadiano… pero no di con el… las prisas.

Seguimos por el laberintico callejero porque había que vivir uno de los momentazos cofrades en los sitios donde casi seguro sabes que van a ocurrir… a la Cuesta del Bacalao. Pero el miércoles comenzaba a dar muestras de lo que nos depararía, una masificación que hace que las jornadas se te hagan durísimas. En el Bacalao veríamos al Carmen y La Sed seguidas. Y aquello creo que supuso unas cinco horas en el sitio. Dicen que no llevemos sillita, que no hagamos acampadas ¿Quién soporta eso de pie? Si hasta sentado te destroza. Más de una hora antes de que llegase la cruz de guia carmelita, estaba aquello a punto de colgar el cartel de completo. Nos pusimos bajo los árboles. Opción desacertada que luego corregí el Domingo de Resurrección. Ya había sombra en toda la calle.  Pero en definitiva, llegó el misterio del gallo, con su apuesta por andar con cambios con una banda deseada para ello por muchos. Menuda absurda batallita parece que hay en las redes, parece ser que Reyes VS Pasión. Que pasa ¿Qué la Redención, San Benito o los Gitanos no sienten que le quiten pasos las de fuera? Pues la Pasión sonó de lujo (los bajos de orquesta) y le vino al paso como anillo al dedo, a mis cortas luces, aunque es cierto que tuve la suerte de verla en lugares con las marchas bien escogidas. Sonó Nicolás Barbero Rivas (debe de componer una nueva obra maestra), y sonó la mítica “Triunfo de tu Santa Cruz”. Si le tengo que poner un pero a ese examen milimétrico a la que está siendo sometida (no entiendo porque en el Cautivo si queda bien y aquí no, para los que dicen eso, yo lo veía totalmente al revés), es que la cornetería no ha sido la de otros años. Dicen que han cambiado de cornetas o no sé qué. Quizás el problema es que la Pasión ya está montando marchas que necesitas a los primeras de Cigarreras para que eso suene como dice la partitura que debe de sonar, o quizás más cornetas... Pero en esa búsqueda de la musicalidad les está pasando como a todas. Está cerca, y parece que está a kilómetros. Triunfó la chicotá con “Triunfo”, que se puede esperar, “jo si hubiera estado el Willy” me decía uno de mis compañeros de fatigas, enamorado del trabajo pasionero… y las negaciones se asentaban en la revirá, la percusión llenaba la calle de los videos que de niños nos hacían soñar con estar allí, y allí estábamos cuando los platillos anunciaban y creo que vivimos el estreno en la cofradía de la marcha que le han dedicado… “Al oír el canto” de Cristóbal López Gándara. Sin duda otro pedazo de obra de este ubetense que a todos nos tiene sorprendidos, donde me quedo sin duda con el principio, con lo que me gusta esas melodías tenebrosas, casi de película de terror, sentí en mis adentros el miedo de Pedro que no fue capaz de decir: “sí, soy su amigo, y daría la vida por Él”, como nos pasaría a todos en la vida. Lo difícil es perdonar, no, rectifico, eso es fácil, lo difícil es perdonar sin que te pidan perdón, y sobre todo olvidar como lo hace el Príncipe de la Paz que lo miraba con amor mientras un gallo cantaba que el sol estaba a punto de asomar en aquella inmortal madrugada del año 33 donde también Él sufrió el abandono de su gente. María del Carmen envuelta en lágrimas venía de vuelta tras la expectación que iba levantando su hijo. La “Estrella Sublime” dibujando otra estampa típica de la Semana Santa sevillana, como advertíamos, es fácil disfrutar en esta calle, por eso cada vez se hace más complicado acceder a ella.

Ahora venía otra vez el Dios de Nervión y la verdad, disfruté, pero Cádiz no tocó precisamente mis marchas favoritas. Nunca me ha hecho tilín “Gitano tu eres de Santa María” y otra vez “Consuela a tu barrio, Señor” en la revirá. Esa calle pedía “De Cádiz un Rosario” y “El Verbo” en la vuelta (y ya podría morirme tranquilo), o eso quería yo... Que lo apunten para la próxima. Eso sí. Impresionante ver siempre retorcerse en la cruz al Señor, aunque dudo que pidiera sed con esa agonía. Lo tuvo que pasar mal, muy mal, pero solo pedía sed para que se cumplieran las escrituras… por eso no bebió. Y ya vimos a su Madre, la Madre de la iglesia, la Consolación que dibuja de verde con sus ojos a todo su barrio… curioso que en el barrio del Sevilla, su Virgen tenga los ojos con los colores del Betis… marchas de corte trianero, andares solemnes y alegres, para éxtasis de los más marianos llegó y se nos marchó la Virgen de Dubé de Luque bajo las lluvias que nos gustan a los capillitas, las de flores… pero sin chilladora-es por favor.

De ahí nos fuimos a ver a las madres baratilleras. Exhaustos por las horas allí y todavía faltaba lo peor. Comenzábamos a ver que en Sevilla no iba a caber más gente. Por el cruce de la Avenida, nos quedamos en primera fila junto a un policía la mar de simpático (ojalá fuesen todos como ese señor, Dios le bendiga y lo proteja en su oficio que con tanto cariño realizó con nosotros) vimos pasar la copia de la Síndone de Turín que lleva el Buen Fin en su cortejo. Por la verdadera plaza de la Magdalena llegaba la Piedad con cornetas de Sevilla. Ya saben hay tres piedades con tres estilos distintos. Nos llegó la primera, siempre sobre los pies, como debe ser cuando lleva al Señor muerto en su regazo, al son de la banda del Sol con una marcha que me agradó. Pero oigan, estas bandas o se ponen las pilas o no sé qué va a pasar porque el jueves se estrenó otra de fuera que no dejó indiferente… feliz con el recuentro, buscamos a la Morena del Arenal que colapsaba la calle Reyes Católicos. Parecía que pasaba la Trianera y aquello ya empezó a “olerme mal”. Llegó la Caridad con la solemnidad con que la llevan los Palacios, con “Madre de los Gitanos Coronada” (cuanto Abel Moreno he escuchado este año) tocada por Salteras (a todo esto ¿se ha retirado el metralleta?) y nos pegó el pellizco de lo efímero. No me gusta ver cofradías tan deprisa. Seis años esperando para unos segundos… como que no.

Pero buscaba una despedida. Mi amigo Oscar se volvía como antaño hacía yo para sacar a su Soberano (y el mío también, no me hace falta sacarlo ni pagar una cuota para quererlo, a mis mañas y maneras) y se iba a Bailén, y por la calle Bailén buscamos la Puerta Real de Sevilla, la calle Goles donde el viernes volveríamos a afincarnos. Llegó Las Siete Palabras y aquello estaba tres veces más lleno que el último año que la vi. Paso de plata para sus divinas plantas, por fin con las dos nuevas águilas del canasto, nazareno de zancada poderosa, muy Ortega Bru aunque en su cara nos engañe. Poderoso y sobrio como siempre con ese trio de viento metal de los Reyes, que a mí, la verdad, no me convenció, y eso que tocaron el “Ánima Christi”, que a mi ese canto de San Ignacio de Loyola me traspasa. Nos traspasó el Señor de la divina e infinita misericordia y nos llegó el Cristo más alto de Sevilla. Jesús, el de las Siete Palabras, pero en verdad, diciendo la 3ª, dejando un mandato, de que María era la nueva Eva, la nueva Madre de la humanidad que con su servicio a Dios, trayéndolo al mundo, el Altísimo se iba a reconciliar con todo el mundo nacido y por nacer representado en la figura de su fiel, amigo y valiente San Juan… he ahí tu(s) hijo(s). Sones clásicos de Esencia para el misterio. La conjunción perfecta se dijo en su día. Sonaba “Eucaristía” como la tocaba las Cigarreras en su concepción hace ya… pufff ¿30 años? Sabor romántico en el paso y el asombro de ver el diálogo del Señor con su madre desbordándonos por completo. Terminó con la Virgen de la Cabeza dolorosa (ven, aquí no se pone “en sus misterios dolorosos”) y sin duda nos fue imposible no recordar los movimientos de cambio de imagen de los últimos tiempos. La “Estrella Sublime” para la dolorosa con tintes de Cerro del Cabezo, de Andújar hasta San Vicente en Sevilla, siguió el rastro del camino de sus hijos, mientras Oscar y yo nos dábamos un abrazo y le deseaba suerte en el viaje y en la salida de costalero, por él, por la gente buena que quedó (a la menos buenos me sigue costando) y porque al Señor del Prendimiento (Soberano de Linares) solo le puedo desear cosas buenas.

No terminé de ver cofradías ese día, y ya me dijo: “estoy ya en Bailén planchado ropa”, lo que se puede hacer mientras se ven pocas cofradías… y volví al encuentro de Cris que se fue buscando otras estampas de la jornada. Entre tanto, siempre un cruce por Sierpes te deja ver algún paso y la Baratillera pasó con su acostumbrada elegancia bajo su coqueto palio en busca de la metropolitana iglesia de Sevilla. Por el Salvador nos veríamos y llegó el caos. En la plaza no se cabía. Acababa de pasar el Cristo del Buen Fin y me tuve que conformar con ver su espalda dolorida colgado del madero muerto por un buen fin: salvarnos para cuando nos llegue nuestro fin y podamos encontrarnos con Él en la gloria. No sé cómo atravesé la bulla metida a presión, la cofradía y bajo Montañés, en mal lugar de visión, pasó el palio de la Virgen de la Palma. Llegó con “Madrugá Macarena” según veo en un video, porque cuando pasó por delante mía ya no lo recuerdo. Me encontraba estresado y desbordado por la marea de gente que había. No estábamos contentos de donde estábamos y lo que parecía que iba a ser un fin de jornada complicado.

Llegó el misterio de La Lanzada y Triana hizo sonar la marcha que ha tocado este año calle si, calle no, calle si, calle no. Pero me atrapó en la burbuja, sonaba “El Hijo de Dios” y Él y yo comenzamos a hablar... “¿Cuánto hay que aguantar más Señor? ¿existe la felicidad? Si hasta aquí sufro” … y de repente, con su barba hundida en el pecho, signo de muerte, me contestó: “mira al de caballo, después de muerto me siguió ultrajando…” entonces me mandó uno de sus guantazos a mano abierta… si te lo hicieron a ti leño verde, ¿qué me harán a mí, leño seco? El galeón nos llenó de eternidad y silencio, me apagó la mente, pero comenzaron las emociones, a partir de ese momento, hubo muchas situaciones donde hice lo que casi nunca he hecho…soltar lágrimas en Semana Santa.

“Vámonos de aquí”, me dijo el Cris, a ver que nos encontramos. “Aquí va a ser imposible. Vamos a San Andrés”, pero al llegar, dije: “por una calle más lo vemos entrar”. Y faltaba mucho para que llegase la cruz de guia y la plaza de San Martín casi a rebosar. En las últimas filas pudimos echar los costeros a la sillita, mientras aquello se seguía llenando. Y valió la pena. Ver entrar al galeón neogótico fue sublime con una banda de las Tres Caídas sacando su artillería pesada, y otra vez “El hijo de Dios”, me recordaba: “mírame, hasta a mi cadáver lo siguieron traspasándolo”. Si estás conmigo, es esto o nada. Ese es el precio para la felicidad que buscas, aquí (aunque no te entienda) y en la gloria (que paradójicamente lo entiendo más o ya veremos el día que vaya y me quiera abrir las puertas). La Lanzada levantaba el asombro entre las tinieblas de la vieja Híspalis de casas señoriales y callejones mudos durante todo un año, hasta que sale el hijo de la Divina Enfermera. Aunque la que lo llora es la Virgen del Buen Fin, que a mi pesar (odio dejarme pasos sin ver) tuvimos que dejar. En aquel callejón, me dijeron eso de tus ídolos porque iba un musico por delante… y pensé aquello de que en verdad no podemos admirar a nadie, las lecciones de la vida… a la más mínima lo podemos crucificar, como hicimos con el que acababa de entrar allá donde enterraron a Juan de Mesa.

Por los callejones del Pozo Santo nos fuimos a buscar al Cristo de Burgos. Quien conozca la plaza del Cristo de Burgos, sabe que es bien grande. Pues bien, un año lo vi entrar y aquello no tenía ni la tercera parte de la media de entrada. Pues estaba colapsado. Apenas pudimos ver bien al silente Cristo de devoción universal burgalesa caminante en la noche con el sobrio discurrir de su cofradía. Llegó su Madre, la de Dios, la de la Palma sobre su juanmanuelino palio haciéndome recordar mis sonrisas cuando debato con los que me dicen que lo sobrio solo le cabe el palio de cajón... pues que me digan si no hubo rancidez absoluta cuando venía flotando la Virgen a las órdenes del genio que hace estas maravillas en el andar. Los hombres del hijo de Manolo Santiago nos trajeron a María implorante al cielo, mientras Tejera seguía demostrando que no hay banda que haga música como ellos. Allí apretaditos y con señoras subidas a unos bancos para que aún lo pudiéramos ver peor. Y luego dicen que los jóvenes somos unos desaprensivos y poco tolerantes… sonó “Amarguras”, y con eso estaba todo dicho. Por cierto, parece que las setas del Cuevas ya pasaron a la historia ¿no?.

De ahí al Salvador… que era imposible entrar, aunque desde el azulejo del Amor en la Cuesta del Rosario pudimos ver pasar decentemente al misterio del Prendimiento, Dios de los Panaderos. Jesús abría sus brazos: aquí me tenéis. Y me dijo aquí me tienes, aquí tienes lo que tanto has pedido. La orquesta de Nuestra Señora de la Victoria “las Cigarreras” hicieron sonar la tetralogía de marchas de “Ante… el hijo de Dios” de Gándara. Las cuatro marchas que lo han elevado al olimpo de la música cofradiera en Andalucía. Les voy a contar un sentimiento, visto de que ya no voy a hacer algo corto y conciso. El Lunes Santo de 2021, amargado por esa Semana Santa alternativa que se inventaron, me fui a “conocer” la Semana Santa de Úbeda (¡incluso el Castillo de Canena!). Entre comillas, por lo que vi fue lo que puedo ver hoy mismo, las imágenes en sus capillas por mucho altar especial que les montaran. Eso no era Semana Santa, no disfrutaba, y ya apenas poca cosa más vi el resto de semana. Me limité a hacer lo que nunca puedo hacer, ir a los oficios (¡e ir al cine el Viernes Santo!). Pues bien, en Santa María, en Úbeda, se iban a realizar algún acto. Y allí había músicos. Conozco a Cristóbal López Gándara de vista, como a tantos, no tengo el placer de su amistad, es famoso pues porque hace música para lo que es mi pasión. Allí estaba con sus músicos y entonces un sentimiento me derrotó. Estuve a punto de decirle como los locos: “¡yo debería estar en el Baratillo con el Soberano escuchando «Ante Caifás el Hijo de Dios»!” su marcha estrella que le abrió las puertas de la gloria.

Pues allí estaba yo en el Salvador (de Sevilla), con otro Soberano, escuchando sus marchas de “tribunal” como ya las han tildado. Los Panaderos para disfrutarlos debería salir por lo menos desde Triana o San Benito y más temprano. Con esta masificación, se te hace imposible verla. A su Madre de Regla solo la pudimos ver malamente revirar en Álvarez Quintero. El día pesaba como si fuera costalero de la Sed y si mi memoria no me falla, porque fotos no hay, acabamos en San Vicente viendo entrar a Las Siete Palabras. Había poca gente, nos pudimos apostar en casi la misma puerta, pero nos quedamos antes. Lo vivido solo se puede escribir con la pesadez a la que alcanza mi crónica. Llegó el Señor de la Divina Misericordia silente y se sumergió en San Vicente, lo mismo el misterio. Bueno el misterio lo seguimos un poco antes por Alfonso XII. Y la noche oscura (del alma también) se llenó con las cornetas de los que dicen que buscan la esencia (cuando la esencia de la vida es la reinvención, quien no lo hace, se estanca y muere). Sonó en la última revirá el himno de las cornetas: Cristo del Amor del linarense Alberto Escámez (recomiendo el libro que el director de esta banda ha sacado sobre la historia de estos compositores, muy recomendable por la labor de investigación) y se perdió el Cristo de las alturas imposibles. Nos levantamos y buscamos a María que si venía más solita. La gente se agolpaba a la entrada. Pero es que en esta Sevilla mariana que dicen que es, cuando pasan los cristos, el aforo se queda a la mitad. La buscamos y con aires de Jaén nos vino. Curioso, la advocación mariana con más devoción de mi provincia con la marcha dedicada al Cristo con más devoción en Jaén. Se acababa a las 3 o más de la mañana el Miércoles Santo con la Virgen de la Cabeza caminando con la marcha del Abuelo de Jaén, del genio de Emilio Cebrián. Rendidos, sin saber que aún nos quedaba jornadas igual de intensas… el jueves ya estaba a las 8 levantado para irme a otro (hubo que hacer peripecias para no pagar el pastón que pedían los alojamientos) y me acostaría cerca de las 2 de la tarde del viernes y antes de las 4 de la tarde ya estaba viendo la Carretería. ¿Entiende ahora porque empecé a decir que ya me he curado del desgaste psicológico? Por cierto, no se me ha olvidado contaros la cena, cené unos kikos con agua de la máquina del hotel cuando llegué…