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sábado, 23 de abril de 2016

ADIÓS CAPILLITAS...

La verdad es que no se ni por dónde empezar ni tampoco quiero darle muchas vueltas a esto. Hace unos días diferentes motivos me hicieron recordar el momento en que dejé la banda del Rosario de Linares. Aún recuerdo como muchos no se lo explicaban, como yo, tan apasionado de esto dejaba ese mundo. Y la explicación fue muy sencilla, ya no disfrutaba con lo que hacía, cada día ir a ensayar era un suplicio y me lo tomé como una obligación que en verdad no lo era. Acabó Semana Santa y no quería ver la banda ni en pintura y eso me llevó a decidir que había cerrado una etapa, porque mi única pasión es la Semana Santa, y estando en ella, me da igual la forma en que la viva. Quizás piensan que soy como me dice mi viejo amigo el Cojo Saavedra, “a ver si vas a ser como la pólvora mala, que enseguida se va…”, quizás así lo soy pero bueno ya me da igual lo que piense la gente de mi.
¿Por qué todo esto? Como ven llevo ya más de un mes y de dos, que la intensidad de entradas ha bajado considerablemente. ¿Qué no puedo como antes? Quizás o no, seguramente lo que haya bajado es la pasión por venir a escribir y contarles cosas. Últimamente hay otras cosas de la vida que me alejan de esta pasión de tantos años y la verdad, les aseguro que las últimas entradas, incluso esta, no me satisfacían a la hora de realizarlas o más bien, mi alma no me pedía que estuviese ocupado en eso. Entonces eso trae bajar el nivel y sobre todo la desidia, pocas entradas; pocos visitantes y lo peor, o eso creo, que la gente deje de venir con asiduidad, algunos y no pocos me los he cruzado y me han dicho: “pufff llevo sin leerte meses”. Entonces ¿para qué escribir?
¿Cerrar Simplemente Capillita? Pues sí, no lo voy a borrar y tal vez nunca seré capaz de decir hasta aquí ha llegado, pero hoy mi alma y mi persona no me empujan a ocuparme de este rincón al que le debo, cumplir muchos sueños que ni ansiaba, yo la verdad solo tuve un sueño en esta vida cofradiera, que era conocer la Semana Santa de Sevilla, y gracias a Dios estoy lleno de ello, los demás vinieron sin pedirlo, sin ansiarlo y es algo que me debería hacer ver más positivamente los caminos que recorro por mi vida.

Llega el momento de una pará, y creo que necesaria por la simple razón de que escribo esto y no estoy llorando. Muchas gracias a todos los que me hicisteis sentir especial, incluso a los que despreciasteis mi persona, gracias a Dios os quiero a todos por igual, el capillita se duerme, después de tantos años de haber pasado de moda los blogs, creo que no ha estado mal lo que duró… me dicen que descanse y que vuelva cuando quiera, pudiera ser, pero creo que ya no sería en este formato, de esta forma, no sé… dejemos al tiempo que nos presente los nuevos medios de comunicación y a ver si tengo más ganas de contar cosas, yo me iré a la lectura que tengo atrasada, a ver otras cosas, a vivir la Semana Santa más para mí, para mi gente y a ser simplemente capillita donde nació todo, en la vida. Hace diez años que un símbolo para mi dijo a su gente “hasta siempre”, yo no lo diré, pero simplemente… adiós capillitas.

lunes, 11 de abril de 2016

LUNES SANTO... EL FRACASO DE LA PRECAUCIÓN

La tristeza por despedir el primer día de la semana tan ansiada, aun con el sabor a la gloria alcanzada, se mezcló con la incertidumbre de saber que, según los meteorólogos, el lunes era el peor día dentro de esa horquilla que iba del domingo al miércoles donde sin duda podría aparecer la lluvia. Los pronósticos de este año han sido la verdad, para un cero en aciertos a todos aquellos que nos han tenido en vilo. Pero estábamos más que preparados para vivir una semana con las nubes como segundas protagonistas. Amaneció en el ruidoso ir y venir del hotel mientras al parecer el lunes sagrado era bautizado con una gran manta de agua como ocurrió en el Domingo de Ramos.
Creo recordar que sentados sobre la cama, por Canal Sur Radio nos dieron el primer sinsabor, este año no habría locura de ir hasta esos confines de Sevilla por donde se haría la magia de la Semana Santa. Este 2016 sería el de volver a sentir que es aquello de un Lunes Santo sin los penetrantes ojos verdes del Hijo de Dios y su Santísima Madre. Dijeron los que estudian los cielos, que el cielo no llegaría cautivo y rescatado sobre un galeón dorado, que el ancla de Triana se quedaría sin su matinée cofradiera y que habría que esperar al Jueves Santo para entonar el Santo Rosario ante la presencia de la Virgen. No había dado tiempo a quitarse las lagañas y el Polígono de San Pablo anunciaba que esta Semana Santa no iba a ser completa.

En la calle una cola visitaba al Traslado al Sepulcro, majestuoso, puro éxtasis del arte esperando un milagrito, pero eso solo lo hace el que por caridad iba muerto en las manos de los santos varones. Volví a pedir el milagrito mientras no llovía y volví a recrear estampas de aquel primer año en que con mi coche comencé a visitar las cofradías de Sevilla, llevándomelo desde el carísimo parking hasta las puertas del IAPH donde descansaría toda la semana. Los recuerdos volvieron a aflorar en mi cabeza cruzando la pasarela de la Cartuja y es que gracias a Dios han pasado muchos años cargados de fotogramas de gloria. El cielo sobre el rio era enmarcado por unos nubarrones a los que daba miedo mirar, sin duda que la torre Pelli parecía poner el complemento ideal para una película de tintes futuristas donde la fatalidad ambiental colma toda la temática. Un Cautivo se quedaba en casa y el otro, el del Tiro de Línea le echaba arrojo y decidía hacer realidad el milagro aunque la verdad no recuerdo si para ese momento ya lo habían decidido o fue durante la comida que ya buscábamos, este día si, en nuestro lugar de costumbre.
No hubo arrojo de coger el taxi e irnos hasta los dominios de Santa Genoveva, el domingo había hecho mella y solo quedaba encender la radio y esperar el efecto dominó del milagro a las puertas de ese templo, desde donde debería hacerse el milagro que esperaba el taxista de la jornada anterior, que no era otra que ver relucir al Beso de Judas por las calles de Sevilla. Las gentes se agolpaban por las aceras de la calle Santiago aunque curiosamente la zona superior de la plaza del Señor de la Redención se encontraba prácticamente vacía. Fue día de llenar la mano además del paraguas de la sillita, tan criticada pero sin la cual no podría haber echado la semana que eché. Sentados sobre la misma, nos llegó Rubén y David y comenzamos a deshojar el tiempo que no se detenía, sino que aplastaba inmersos en la agonía de la luz que por Santa Genoveva se echaba a la calle. Pero todo se truncó, la hermandad del Cautivo se volvía cuando su recién reestrenado palio llevaba poco en la calle. Al poco comenzó a caer una leve lluvia que comenzó a dar con todo al traste, tristemente, cuando tan poca cantidad se convertiría en lo único que caería en la jornada para llevarse por delante el sueño de ver al Soberano dándose de bruces con Sevilla, viniendo siempre desde Triana con el izquierdo por delante. El galeón del Caifás se quedaba en el Tardón y la Princesa que espera ser coronada repartió salud para solo aquellos que se acercaron a su casa blanca de San Gonzalo a rendirle pleitesía. Nos quedábamos igual sin el Beso, sin el poderío de su galeón llenándolo todo con el olivo y sin ver como su madre Rocío no podría lucir ese elemento mundano que la hace más Reina si cabe, el nuevo manto bordado.
Se rompía la ilusión aun con la promesa de que llegaría el ultimo intervalo de la tarde donde no llovería, con la esperanza aun intacta, Santa Marta no dudó en volver a asestarnos el golpe que más duele, aunque de ellos no extrañe, el embriagador caminar del traslado al sepulcro tampoco surcaría por la Jerusalén de Sevilla. Pero la esperanza seguía intacta aun confiando en aquellos que decían que iba a llover y luego no llovía, por ello podría pasar al contrario por lo que recordé las palabras de mi amigo Eugenio y recordé viejos pasados Lunes Santos donde sin cofradías una gran opción es  sumergirse en la colegiata del Divino Salvador para contemplar cómo se sube una imagen a un paso, como Dios manda y es que si nos referimos a Pasión que se puede esperar… aunque sin duda lo que más me pellizcó el alma es cuando rememoré mi pregón en lo que recordé aquel día de párvulos donde se me invitó a buscar piedrecitas para “adornar altares errantes de amor”, es decir pasos para jugar a las cofradías, y es que el que me invitó y se convirtió en mi primer gran amigo capillita se encontraba celebrando la ceremonia junto a más sacerdotes y el arzobispo Asenjo ante la capilla sacramental donde el Señor de Pasión esperaba sobre las andas ser elevado sobre su joyero de plata. La verdad que encontrarme a mi viejo amigo Alfonso Puche en tan magno acontecimiento me llenó el alma al comprobar que todos los que empezamos acabamos en la universidad de las cofradías y es que debería estar obligado en los estatutos de todo el mundo, el querer aprender y disfrutar de la Semana Santa de Sevilla, sin ninguna duda que a todos les haría más bien que mal… y es que lo que vino después, tras la eucaristía, donde comí del banquete de la vida eterna, llegó algo material pero que te hacia entrar en los fogonazos de eternidad que de vez en cuando sentimos los mundanos. El rezo, el rigor, la sobriedad elegante, el silencio, el eco, el templo y siempre el perfil del Dios de Montañés caminando sobre las cabezas, entrecortándose entre los palios del Socorro y su madre Merced, entre los candelabros de la Borriquita, volvió a situarse en el “ascensor” y nos pareció que se nos fue al cielo, ese cielo real que le creamos los hombres donde la filigrana de Cayetano pareció revestir las paredes de la gloria…
Así quedaría para los anales este Lunes Santo donde al salir a la inmortal plaza nos encontramos a Parrita, Félix, Moro y señora y un cielo que no anunciaba agua pero que si traía las aguas bautismales del costado del Dios de la calle Dos de Mayo que se convertiría en la primera de un Lunes Santo que pintaban en blanco…
La tónica siguió su curso, se esperaba y al final se salía y por los aledaños de su capilla no cabía un alfiler una hora antes de plantar el galeón dorado del Señor de las Aguas en la calle. Por ello nos quedamos en la Puerta del Arenal, donde la revirá daría para el lucimiento y para rascarle al tiempo unos minutos más de eternidad. Pasó la hora entre un tentempié, sentados entre la gran masa que se apostaba y recordando ante los nazarenos blancos y morados aquella anécdota de nuestro amigo Óscar que ya ha pasado a los anales de nuestras Semanas Santas. Las Aguas salieron y el inmenso calvario con recodos de alegórico lo llenó todo al son de la percusión de las Tres Caídas. Y si el domingo acabó en San Juan de la Palma, los sones nos trasladaron a aquel embrujo cuando Dios hundía la cabeza en su pecho en signo de muerte, la Virgen de tintes de Montes de Oca bajaba la resignada mirada mientras Juan miraba al cielo que se apagaba por la boca del Señor, sin ver el ángel que recogía su sangre y el agua que bautizó a esa humanidad que comenzaba a caminar en el mismo lugar del gran martirio, ese calvario del Arenal que se mecía ante una muchedumbre callada y agradecida por tocar la gloria una jornada más. “En tus Lagrimas Amargura” dio paso a los sones del clasicismo corneteril y el gran paso nos entornaba los ojos mientras parecía superarnos y al compás se iba por Castelar… se hacia la Semana Santa mientras por detrás venía el que dicen es el palio más grande de la ciudad, la niña de nuestro Pradas, al son de una marcha que no recuerdo pero que como varias veces comentaríamos en la semana, serían de esas que no te entra nada y no te explicas con lo que hay como pueden tocarle eso… la jovencísima Virgen de Guadalupe llenó la Puerta del Arenal con la magnitud de sus bambalinas donde florece la sevillanía de esta Virgen de tintes devocionales arraigados en Extremadura y en México… Señora de Duarte que no conoció a las Aguas de Triana y de la que aún colean aires de la Judería, esta bella Emperatriz del Arenal que llenaba de la gracia, del son de la gracia a las calles de Sevilla.








Todo se rompió y pudo haber sido un Lunes Santo como lo fue el domingo… glorioso, pero no hubo valentía. Pero las cuatro últimas salieron sin miedo, era a esas horas ya todo más fiable y como había que esperar que viniesen de la otra parte de Sevilla, buscamos nuevamente a las únicas aguas que nos trajeron la éffeta de los sentidos. Un acierto el cambio de itinerario de esta hermandad, y es que con las masas que se calzan ya en Sevilla es mejor buscar lugares más amplios que las estrecheces de antaño. Además, si el marco es sublime, como es la plaza de San Pablo o como todo el mundo la conoce, como la Magdalena. A los pies del que dicen es el templo más granadino de Sevilla Dios volvió a morir en la cruz buscando la carrera oficial. Los “banderos” esperábamos en el nuevo reencuentro algo más novedoso de Triana, pero cual sorpresa y mira qué extraña sensación, que al sonar “La Pasión”, la marcha me pareció como desfasada, las cosas de montar tanto y tanto sin control. Guadalupe llegó más sobria, más mustia y como tantas quiso homenajear a una de las ilustres vecinas cuando “La Quinta Angustia” abrazó la congoja de la Señora que talló Álvarez Duarte, la que caminó en un amplia chicotá que no dio tregua al tambor y a los contrastes, de Quinta Angustia a una marcha que me suena mucho a mi pueblo, y es que “Calvario” fue explotada hasta la saciedad… tal vez sonó también por el otro ilustre vecino que conoceríamos en el mismo lugar, días después en la santa Madrugá.
La idea fue buscar la chicotá del Padre Nuestro en Placentines donde antes el rigor de la noche de los tiempos traspasa con los escalofríos la vuelta de la catedral de Vera Cruz. Pero por el Salvador ya había bulla y las calles por donde deberían venir las dos más rancias de la jornada. Por la Alfalfa encontramos uno de esos garitos donde merece la pena dejarse los cuartos en un bocadillo para cenar en un Salvador, en el que sentados parecíamos emular al mismísimo Montañés de bronce. Pesando el tiempo de la espera (con los lingotazos ¿eh Rubén?), llegó el que quitó todo peso, entrecortándose en la distancia, consiguió crear el milagro, que es callar a todo el Salvador. La verdad, me sorprendió, como algunas cofradías de silencio podían hacer eso y otras no. Venia Vera Cruz y con ella venia los nazarenos de la cruz y el verde crucero por antonomasia. Admito que Vera Cruz es de las cofradías que menos pellizcos me ha prendido en las Semanas Santas en Sevilla y que siempre me la dejaba para la Gavidia donde la verdad… poco más encanto que poder contar. Pero estos Lunes Santos son los que te abren a poder conocer y descubrir estas cofradías en lugares donde puedan dar más al “jubileo de la pestaña”. Y la verdad es que, en el Salvador, no esperaba gran cosa pero el pequeño crucificado nos hizo volar a otro tiempo, parecimos aquellos cristianos que observaron a los primeros cofrades purgar sus culpas. La solemnidad estuvo a tal altura que creo que ninguno olvidaremos como el Cristo de la Vera Cruz se nos crucificó en el alma, incluso su poca popular cuadrilla nos dio una lección de cómo hay que andar para que un paso de ese tamaño venga andado como si fuese todo un galeón. Y qué menos María de las Tristezas, estuvo al mismo nivel de gracia y pellizco que su hijo, remontándonos a otras épocas con su sobrio paso de palio donde la Virgen con la cara de la señora Salcedo nos dio una lección de contemporaneidad calzando tan sublimemente con una cofradía que hunde sus raíces en los cimientos del catolicismo tras la recuperación de estas tierras a la santa mano de Dios. El don y el acierto, el buen gusto de un vestidor fue el definitivo telón de fondo a las sensaciones que Vera Cruz nos dejó clavadas como los clavos del Señor a su paso por el Salvador.
Negro sobre negro, más rancidez y la que venía no era cualquier cosa. Nuevamente, en la lejanía pareció nacer como de la nada nuevamente el Hijo de Dios sobre un paso. Dios de las Penas de los parroquianos de San Vicente, caído, aplastado por la suntuosidad del carey sobre un paso que parece un enorme cojín donde el Señor consuela sus caídas. Nuevos ecos de silencio en el respetable y poco a poco, sin darnos tiempo a saborearlo todo, nos fue llegando el primero de los pasos sobre esa joya totalmente desconocida de la retablística en pasos procesionales que son las andas del Cristo de las Penas. El sello Santiago presente, como siempre digo, andando mínimamente como hay que andar dentro de las altas categorías, siendo este el Cristo en silencio que a mi modo, mejor mueven o dejan mover a Antonio Santiago. Él no se marchaba por Cuna, sino que buscaba por Jovellanos la calle Tetuán cuando por fin ya sabíamos porque desde el balcón, encima de la heladería se asomaba tanto Manuel Cuevas… el paso reviraba y siguió el son hasta que se posó ante el quebranto de una voz que no dejó a nadie indiferente, que más decir de este hombre que ha conseguido que me guste lo único que no me gustaba de la Semana Santa; la saeta, pero es que escuchar a este hombre es de otro mundo. Parecía que no pero el Salvador nos regaló momentos de burbuja para saborearlos para siempre, y es que parecía que no se había ido el Señor y nuevamente de las brumas oscuras de la distancia comenzó a sonar Chopin y el palio de María Dolores acabó por prendernos de una sobredosis de gloria. Levantaba el paso y el ruido levantaba la expectación, el techo cayendo a plomo y es que vaya categoría calzan estos chiquitines elegidos de Antonio Santiago. Se abrió la magia, pero pasó tan fugaz, con el son que debe de llevar siempre la Madre de Dios –que me acordaría de esto días después…- que cuando nos arriaron el farol de cola sobre nuestras conciencias, pareció que todos necesitáramos hincharnos de la fragancia de sus formas. Guerrero me decía: “y que no le guste a…” y es que el paladar de esta dulce Señora… qué aires a la antigua, clavando su mirada en los cielos, eso solo es de paladares tocados por el don de descubrir el éxtasis de la gracia.
Ahora tocaba la decana y la que siempre cierra la jornada, en busca de la catedral me llevaba la sorpresa de abrazar a dos compañeros de trabajo, de los buenos, Felipe y mi corneta Fran, que con sus respetivas señoras decidieron conocer el verdadero paraíso en la tierra que no es otra cosa que Sevilla en Semana Santa… aun en la hora del bocata, Felipe, me comenta los grandioso que le pareció todo. Buscamos el Museo y por Alemanes nos encontramos a la Virgen murillesca de Sevilla. Digno fue el momento de haber sido plasmado por el mítico Bartolomé Esteban y es que cuando la Giralda se presta como dosel a un paso de palio, todo torna otro color. Contemplando primeramente el palio, la Expiración ya iba camino de su primera vez por Molviedro, donde la malla cubre a María, tocada de un muy glorioso tocado, con un manto digno de una princesa de las que marcan tendencia y el júbilo de las cornetas de la Oliva tocando “Virgen de la Estrella” de Gámez Laserna, ¿quién no hubiese pensando que estábamos ante una cofradía que buscaba su populoso barrio? pero no, el contraste del Museo aún tenía que esperar porque por San Vicente había que volver a recrear la gloria de la rancidez.













Corrimos y por Virgen de los Buenos Libros ya era conquistada por la inconfundible silueta del Nazareno derrumbado de las Penas. Seguimos nuestro son hasta alcanzar lo más cercana la puerta de San Vicente, aunque este año algo más alejadillos, la oscuridad volvió a parecernos la luz de la gloria mientras el perfil del Señor se grababa como entre tinieblas en los viejos edificios que llenan de más sabor el entorno. El silencio se podía cortar, el señorío hacía el resto mientras entre los fogonazos de los flashes el Señor fue buscando su fin sin mediar duda, mientras la saeta convirtió la recogía en esos momentos que todos los capillitas llevados esperando todo un año. Manuel Lombo puede ser que fuera uno y el otro sin lugar a dudas, nuevamente Manuel Cuevas, creo que la ración de arte en la garganta en la jornada fue digna de satisfacción, no sé qué opinaría nuestra linarense amiga Mari Ángeles de la experiencia…


Y todo volvió a parecer como siempre, pero nunca nada es igual cuando el aire deja pasar la catedral errante por donde venía María de los Dolores, al son de “La Madrugá”, al son de sus “Tus Dolores son mis Penas”, mientras el Cuevas le volvía a rezar con la agonía del cante español hasta que el son medido, el derroche de arte efímero nos conquistó entre negros naranjos mientras el azahar y el incienso parecía dirigir al Maestro Tejera que volvía a apagar los sueños inenarrables cuando con “Jesús de las Penas” el palio se apagó y volvimos a estar atrapados por el tiempo, aquel que no pareció nunca haber pasado…





Así el lunes acabó como si a esa hora estuviese el Polígono entrando, como si no hubiese pasado nada y estuviésemos comentando el Baratillo de San Gonzalo, pero no, el broche al lunes era el de siempre, pero el lunes fue diferente. Y diferente la recogía del Museo, que acertadamente dejó la fría Alfonso XII y buscó el calor de las apreturas por donde nace como una serpiente la calle de la tierra que me dio la vida. Por Bailén venia la muerte curvada como diría el maestro Herrera, venia la Expiración de Marcos Cabrera… Bailén-Expiración que coctel de tantos recuerdos aunque la estampa fuese tan diferente. Qué me gusta este Cristo como va, en silencio aunque mis acompañantes apostaban de que ese Cristo con el palio que lleva detrás necesitaba unas cornetas y tambores. Pero aparte del contraste de la cofradía, la sobriedad del Señor me tiene atrapado desde la primera vez… qué altura, qué torsión, qué manierismo barroquizado, qué candelabros, qué luz entre tanta tiniebla, qué monte, qué canasto, qué evangelistas y qué son más bueno para callar al firmamento que se asomaba al Museo mientras entre la pinacoteca hispalense nos pareciese ver una muestra de arte total en movimiento.












Qué belleza y qué entrada de gente tendría si fuera a hora más temprana porque vivir la recogía de la Expiración del Museo es algo que no se borra jamás mientras el padre nuestro de la saeta retumba en el fresco de ese relente de la noche que otra vez encontré al recogerse el Museo. Tras Él venía la alegría de la casa, no me extrañaría que así lo tildaran aunque María de las Aguas emergió del itinerario de vuelta que necesitaba con el son del himno no oficial. Volvíamos a acabar la gloria escuchando a Font de Anta mientras el son que tanto le gusta a mi Rubén llenaba como la luz de la candelería las sombras de la plaza. La Inmaculada dolorosa miraba a los cielos y se elevaba  al son de la última saeta del día para volver a llenar del estruendo de su ser a toda la plaza del Museo, con esa potencia de la Oliva que nos hizo pensar que así pocos dormirían por la zona, cuando arrancó la marcha “Virgen de las Aguas”, la gracia de los palios le dio la vuelta y con su mirada clavada en la luna fue desapareciendo bajo el dintel y cerrando un Lunes Santo, que fue el que Dios nos dispuso… ahora tocaba dormir con la incredulidad de no saber que nos depararía el Martes Santo… que me traería el reencuentro con una princesa casi como los enamorados, amarrado a su ventana…

lunes, 4 de abril de 2016

PRESENTACIÓN DEL CONCIERTO DE LA A.M. SAN JUAN DE BAILÉN

Debido al día en que se realizó, no he podido hasta hoy compartir con ustedes la satisfacción que me supuso que el pasado Viernes de Dolores la Agrupación Musical San Juan de Bailén contase con mi humilde colaboración para presentarles el concierto presentación que como cada año realizan de cara a la Semana Santa. Un concierto que fue algo más allá de la mera interpretación musical que contó con el baile de Beatriz Madueño, la saeta de Ana Carmona y la poesía de Francisco Antonio Linares. Un concierto además que venía de cierto modo a homenajear una efeméride especial para la formación musical como son los veinte años de la trasformación de la antigua banda de cornetas y tambores a agrupación musical, al estilo “Guardia Civil” como se le ha venido denominando a este estilo.
Tristemente no pude responder a un deseo de la banda por esta efeméride que era la de pregonar este acontecimiento, los diferentes encargos no me dejaron tiempo, pero pude sacar a ultísima hora un rincón para llegar hasta la misma Semana Santa envuelto en estos menesteres de la oratoria cofradiera, por ello, me sentí más que satisfecho de poder colaborar con esta formación que sin lugar a dudas forma parte de mi historia personal en el mundo de la cofradías y donde tengo la sonrisa y amistad de muchos de sus integrantes.
Por ello les dejo con los textos preparados para la ocasión y unos videos donde se me puede escuchar, los cuales grabó y tuvo la deferencia de realizar mi buen amigo Antonio Pradas aunque no tenga los audios de las marchas.

PRESENTACIÓN CONCIERTO DE SAN JUAN
Como olvidar, como obviar que tú formas parte de aquellos pellizcos que, siendo un niño, bajando de la mano de mi madre la calle al profesor Salcedo Guillen, levantaban esa sensación inenarrable que me anunciaba que se aproximaba aquella semana que no es una simple semana. Como olvidar con la pequeñez de mis sentidos como se entrecortaban entre la Limpia y Pura y la fuente del paseo de las Palmeras aquellos hombres que volvían a un reencuentro estipulado en los tiempos, sobre todo cuando lanzaban al aire cortos y escuetos sonidos del percutir en un parche de tambor o el agónico sonido musical que, como alguien acertadamente una vez definió, era la misma agonía de Cristo al trinar de cornetas en su semana de pasión.
Es mi recuerdo más patente de ti, al que los años irían sumando escenas y momentos para el recuerdo mientras te revestías de negra y verde túnica y dibujabas la estela perfecta tras el discípulo predilecto. Erais seguramente de sus más predilectos amigos, porque vuestra oración musical sin lugar a dudas le lanzó una de las señas de identidad más patentes al aquel jovenzuelo que se erige como el más antiguo vecino del viejo camino real. Cuantos años de música siendo el dosel perfecto donde le bordabas notas doradas al caminar del Señor bailenense, a su Santísima Madre y por supuesto, al que os sigue dando nombre. Cuantos años de música banda de San Juan, cuantos años de sentimientos, cuantos años deteniendo el tiempo cuando a través de vuestros instrumentos le hablabais a los sagrados titulares de esta tierra. Hoy me presto como humilde servidor de ustedes para venir a presentaros, y os lo aseguro para mi es mucho más que un honor, porque sin duda mi vida cofradiera no se puede escribir sin estar vosotros presentes. Pero tampoco estamos aquí para ello, porque vuestra alma lleva viva en Bailén más de medio siglo.
Pero dejándome tantas y tantas estampas voy a intentar situarme  en aquellos momentos decisivos que queréis conmemorar en el presente año, cuando ese viejo, plano y agónico sonido comenzó a declinar en busca de una mayor riqueza musical y mucho más allá, en la transformación de un colectivo que abandonaría los escuetos modos cuaresmales para lanzar esta bendita afición a una cultura que se cala por los huesos del alma cada día del año y cada segundo de vuestra existencia amarrados al amor de vuestro inseparable compañero, vuestro instrumento, para realizar la quizás música más especial de las que existen, aquella que se crea para mayor gloria, honra y veneración de Dios.
Como olvidar aquellas primeras marchas que rápidamente os hicieron más grandes en el sentir del bailenensismo cuando los perfiles del barco sanjuanero enmudecían y traspasaban a su paso cuando “La Saeta” o “Alma de Dios” rasgaba la fibra sensible del pueblo. Llegaron las trompetas, y después los trombones y las cornetas legionarias dieron paso a las do-re y el sueño acabó convirtiéndose en deseo cuando una estela de Pasión os enamoró allá por la ciudad renacentista a la que cantó Machado.
Sin cerrar los ojos aun puedo sentir los escalofríos en aquellas frías noches de enero, y no precisamente por el frío, cuando casi a escondidas, sentado sobre un banco de la estación de autobuses me dabais el placer de no tener que recurrir al cassette para escuchar aquellas marchas que vosotros trajisteis a Bailén. Sueños de este humilde capillita al que le daba igual el frío o que, el que pasara me preguntara que esperaba a esas horas, claro como decirle a cualquiera que estabas allí escuchando sones que me sabían a la misma gloria. Estaremos hablando de un periodo comprendido entre esos veinte años que ahora celebráis, en aquellos donde os admito que pensaba que nunca habría en Bailén una banda como la que vosotros decidisteis construir. Y así, quedándome absorto en aquellas melodías de “Oh, Bendita Estrella” o “Reina de mi Amargura” atronando en la techumbre metálica de la estación fuisteis creciendo y vuestras caras fueron haciéndose indispensables en mi memoria aunque os admito que muchas de ellas me hubiesen gustado que estuviesen aquí, porque hoy me dais la oportunidad de daros mi escueto homenaje y mi admiración por todo el duro trabajo que con los años habéis cargado, como cada cruz de nuestra existencia, a todas esas personas a las que de verdad se merecían que menos que mi aplauso. Como pasa el tiempo, cuantas caras nuevas, y lo que más me gusta es que sois jóvenes que estáis superando esos límites que antaño se ponían, que al hacerse hombres esto pasaba a ser como algo de niños. Hoy le dais más planta, más madurez, ya no es solo la ilusión de unos cuantos locos de las bandas e incluso la mujer bailenera también se siente música sanjuanera.
Vuestra música se fue calando cada vez más hondo por las arterias de la gracia en esta vieja Baecula y llegaron los uniformes, ¿recordáis que os decían que parecíais policías? Ahora que venga una banda a Bailén sin uniforme, a ver lo que dice Bailén de ellos. Fuisteis adelantados, la evolución en Bailén entró al compás de vuestra música y aquí seguís un año más presentándoos a vuestro pueblo al que lleváis por toda Andalucía grabando a fuego el nombre de esta legendaria tierra de batallas y sin olvidar el aliento, sea como sea de aquel que apoyó su cabeza en el pecho del Señor.
LA SAETA
Hoy apoyo yo la mía sobre el vuestro y me abro a lección teológica que con vuestra música nos brindareis y que mejor que volando a aquel punto de inflexión, a aquel punto de partida con una oración que escribió el mismo Machado y que Serrat le puso música para que las agrupaciones musicales la convirtieran en himno inconfundible del caminar musical del Señor en Andalucía. Cantar del pueblo andaluz, cantar vuestro para mayor gloria de esta Semana Santa, ¿Quién no se estremece aun con los años en la melancólica melodía? ¿quién no siente un escalofrió electrizante con la culminante fuerte tonada de las cornetas? No se ponen de acuerdo si fue para Granada o para Sevilla, porque su compás nació para un Dios de morena estampa. Resurge la historia, que volvéis a recrear en cada interpretación, alzar las trompetas y decirnos si se puede creer en el Dios que caminó la mar sin antes haber tenido siempre sangre en las manos, haced que una primavera más busquemos escaleras, banda de San Juan llevarnos a la gloria soñada de un Domingo de Ramos con “La Saeta”.

ORANDO AL PADRE Y ESTRELLA, REINA DE LOS CIELOS.
Y la búsqueda de aquel sueño hecho realidad trajo la universal música del estilo al que os inscribís. Apellidos que nos hablan de música para paso de cristo y con ellos para agrupaciones musicales comenzaron a sonar por estas calles apoyándose en los atriles de vuestras oraciones musicales, como el genio de José Manuel Mena Hervás. Os juro que para mí es un orgullo presentar por primera vez marchas de este músico de Dos Hermanas que sentó las bases de la evolución del estilo en los años noventa con su música al que he admirado desde que escuche por primera vez aquella “Oh Bendita Estrella”. Emblema sin duda del estilo, autor de muchas de esas marchas que os aprietan el nudo cuando tú Bailén te sumerges en el paso de las cofradías y San Juan le pone música. Aquel del que siempre se ha dicho que con el manejo de simples notas creaba sublimes oraciones sobre pentagramas. Oraciones al señor, porque los músicos tienen esa extraña forma de rezar con un instrumento cuando bajo los relentes de la noche hacen mella y la fatiga elevaba la mirada al que en lo alto de los pasos no declina su camino. En un momento así pudo nacer la primera marcha de las dos que nos van a interpretar con el sugerente título de “Orando al Padre”. Pero aunque sois lo que se viene a definir como bandas de pasos de cristo, a su Madre tampoco os la dejáis de lado, ella que es el enlace perfecto para que nuestras palabras las escuche su Hijo bendito. Ella que es la gracia inmaculada desde que plantó sus pies en este mundo, la alegría de los que encuentran el consuelo en la tierna mejilla de su cara. Sin duda la ternura de la Madre de Dios se sentirá en la amorosa melodía del maestro Mena Hervás que nos vino a decir con su música que la Virgen es el mayor lucero que nos ilumina desde el cielo, donde Ella es la Reina Soberana y sobre todo Nuestra Madre y en su título lo encierra todo… “Estrella, Reina del Cielo”.

PADRE NUESTRO
“El pan nuestro de cada día, y salud que nunca falte Señor, perdónanos. Que debajo de tu canastilla se olvida el rencor, y líbranos del mal y la tentación, amén”. Si Jesús nos enseñó como rezarle a Dios con el Padre Nuestro, la gracia cofrade también se sacó de la manga su personal Padre Nuestro cofradiero, el de la misa cofrade lo llamaron. No es que el sentido difiera mucho, pero el lenguaje de las cofradías se hizo rezo cantado para el que dentro de unas horas comenzará a caminar por Andalucía. Los Cantores de la vieja Híspalis nos enseñaron a rezar como cofrades y ellos le pusieron como siempre el compás. El clasicismo y la memoria me vuelve a sumergir en aquellas cintas de casete cuando las agrupaciones musicales rezaban con más ahínco el Padre Nuestro, ese que decía una gran verdad y es que debajo de un paso, incluso cuando una banda comienza a sonar, todo pasa a un segundo lugar, se masca una experiencia diferente, se arrima el hombro y todos somos más hermanos, la música hará nuevamente el prodigio de olvidar el rencor cuando el canto jubiloso nos lleve a rezar por las calles de Dios. Escuchen esta oración sin palabras, aunque tenga letra y vibren al compás escuchando y piensen en plural porque el que tienes al lado también es tu hermano para eso invocamos al cielo al que es Padre de todos haciendo sonar el Padre Nuestro.
ACOMPAÑANOS DESDE EL CIELO
Toc toc toc ¿Juan estas despierto?
-Pedro bien sabes que yo nunca duermo, que aquí solo hay luz y no tinieblas que levanten el sueño…
Es verdad amigo mío, pero es que ya sabes…
-Si Pedro llegó otra vez la hora.
Yo ya me he puesto mi túnica ¿y tú? ¿llevarás la bordada para las grandes ocasiones que te bordaron las hermanitas de los pobres?
-Si amigo, como siempre, de rojo y verde.
Estamos todos esperándote, el de la Sentencia nos ha concedido el permiso y el palco nos está esperando, pero bien sabes quien sin ti no nos sentamos ahora que podemos estar contigo para siempre. Aún quedan horas, aún quedan días, pero es que los chicos de la banda vienen a presentarse con la alegría de celebrar veinte años con esa nueva música con la que tanto disfrutas.
-Ay Pedro, ¿cuánto tiempo llevas aquí y aun sientes retazos de gloria que vienen desde la tierra?
Bien sabes que cuando aquel día estabas junto al Pescador de Hombres esperándome sentí la felicidad más grande de mi vida que hasta al jefe del universo aun siente cierta envidia, pero es que allí aprendí a quererte, no puedo olvidar como siendo la más humilde disfrutábamos de ti como si fueses el más grande, bueno que no se entere nadie, tú eres el más grande.
-Ay ¿mis baileneros sanjuaneros, que hice yo para ser tanto en Bailén? Que más tiene que deciros el Maestro para que prefiráis estar toda la eternidad charlando conmigo.
No sé San Juan, bueno, Juan, aun no me acostumbro a hablarte con tanta confianza. ¿No has escuchado a Paco Linares? Que está aquí su abuelo hecho una magdalena, por bajar aunque sea una vez nada más. Yo es que no se explicártelo, yo solo quiero que un año más te asomes con nosotros al balcón del cielo para que escuches lo que muchos sanjuaneros no puede gozar como nosotros que es tenerte bien cerca con la felicidad eterna por bandera. Ya sabes que allí abajo no entendieron muy bien porque tan pronto me vine contigo, si ellos supieran…que es estar contigo siempre disfrutando a tu vera. Ellos fundieron los metales con el amor y desde abajo me siguen hablando con el sentimiento de su música, qué menos que asomarme porque otra vez quieren que haga lo que hago siempre, como si a mí escucharlos me cansara que es estar siempre con ellos para eso me pidieron… Acompáñanos desde el Cielo…

SEÑOR DE SAN ROMÁN
Y para acabar os invitaré a vibrar como vibraba en aquellas noches frías de hace tantos años cuando un quejio de metal retumbaba en el eco de la techumbre de la estación. Os conté algunos ejemplos, pero era la siguiente marcha la que me hacía bajar un día si otro también. La piel de gallina envuelto en el abrigo cuando la instrumentación anunciaba su llegada y la cornetería presentaba la agonía del Dios moreno a quien está dedicada. El sosiego de la melodía que apagaba la mente para masticar cada matiz, de la trompetería y la gravedad de los trombones y nuevamente contestaba la agonía de ese tormentoso camino al calvario, la corneteria haciendo temblar la uralita y los vecinos cerrando las casas a cal y canto. Bendita música la que se perdían cuando la trompeta marcaba la templanza ante la apoteosis final cuando el llanto de Cristo hecho solo de corneta avisaba de que estaba por llegar ese sublime final que cada noche me llevaba a escucharos amigos míos para poder alcanzar esa gloria anticipada que volverá al volver una esquina. Qué mejor final a este día que con la que es mi marcha favorita, gracias San Juan por incluirla, gracias por darme el honor de presentarla e invitar Bailén a perderse en la gloria de sus compases. Marcha dedicada al que vive en un santuario con su duquesa, al hijo de María Angustias, la emperatriz morena, al dios de la morena estampa, al que se le quedan grabados en su túnica los rezos calés, al señor del yunque y el bronce, al que sus gitanos llaman Undebel y también Emmanuel, al que llega como llega siempre y siempre es diferente, al que cierra la Madrugá repartiendo salud, para eso es el Señor de la Salud, nazareno y gitano y al que le bailan con sones de Serrat y bulerías de aquella plaza que aun suena a su figura, siéntanlo con el estruendo final y quédense con el que fue y será por siempre el Señor de San Román…