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jueves, 31 de marzo de 2016

DOMINGO DE RAMOS... LA FELICIDAD PLENA.

Una impresionante manta de agua caía sobre la SE-30, sobre esa Sevilla que no parece Sevilla. La famosa circunvalación se encontraba desierta, apenas tres coches se cruzaron en nuestro camino mientras todos parecíamos atravesar un autentica cascada en el día que menos deseábamos eso… el Domingo de Ramos.
Llegó un año más la semana de la gloria, un año más en Sevilla pero éste de un forma diferente, este año no sería cofrade sino simplemente capillita, desvinculándome de todo servicio cofradiero, esta Semana Santa se planteaba desde las aceras y elegí que sería casi íntegramente sevillana, conociendo el Jueves Santo y la Madrugá, volviendo al Viernes Santo después de seis años aunque con la incertidumbre de qué hacer el Domingo de Resurrección, que cosas de allí arriba decidieron que fuese este año también “cofrade” a ultísima hora. El raso cielo amanecía por Bailén y saliendo desde Linares con Cristóbal todo indicaba que no podríamos encontrarnos el recibimiento sevillano que nos encontramos. Como Pedro Guerrero se hospedaría por Heliópolis, esto haría que por primera vez entrase a Sevilla por la avenida que cobija al estadio del Betis, bajo la tormenta, en una Palmera que parecía salida de las películas de ciencia ficción donde se muestran grandes ciudades abandonadas. No parecía Domingo de Ramos mientras la intensa agua mojaba el asfalto hispalense, mientras buscábamos el centro donde nos alojaríamos, siendo vecinos de la mismísima Santa Marta, como si de Betania se tratase la plaza de San Andrés.

Y es que este año la lluvia y el frio han vuelto a ser protagonistas en esta tempranera Semana Santa, sin cambio de hora y estrenando primavera el mismo domingo aunque solo lo parezca en el calendario. Desde el domingo al martes las nubes acecharían a las cofradías, y en esta primera jornada se nos advertía que las primeras horas cofradieras eran peligrosas, solo quedaba la esperanza de que las ultimas se fiasen de los pronósticos. Así comenzó una Semana Santa con un fiel compañero, el paraguas, la primera vez que me lo llevo desde mi casa. Paraba de llover y buscábamos como manda la tradición algunas capillas que visitar, siendo la primera la vecina Santa Marta para pasar a besar un año más la mano del Dios de Sevilla. Allí en su basílica le volví a pedir, a dar gracias, a hablarle en los escasos segundos que siento su aliento y su mirada me dice que aun con el dolor me ama… ¿cómo pudo Mesa plasmar esa grandeza? También le pedí, si lo veía a bien que soplara para los cielos… y sin duda que lo hizo.



No hay día más grande en el año que un Domingo de Ramos en Sevilla, y ya creo que puedo decirlo, ni la Madrugá lo supera. Así lo cree David Parra que junto a Félix llegaron a nuestro encuentro. Con ellos visitamos San Lorenzo y a la salida pude estrecharle la mano a un símbolo mientras le decía a Carlos Herrera qué cuando alguien iba a poder superar su pregón, y es que su pregón es como mi segundo Padre Nuestro y tras ello en busca de la sagrada de la jornada, previo paso por la Lanzada y de ahí al desprecio y la Amargura de San Juan de la Palma donde le pudimos explicar a Félix la diferencia entre un recorte y un bordado perfectamente, mientras el cielo no parecía querer llorar ni tampoco marcharse. En las setas Cris advertía de que si salía la Paz y se volvía habría que estar en el Porvenir, decisión arriesgada pero total, estábamos allí y había que darlo todo, así que en taxi, conducido por un excostalero del Rocío nos acercamos a los dominios de la cofradía de la plaza de España. No llovía, todo estaba preparado pero la hermandad esperaba una hora, sería el día de las salidas fuera de su hora. En la primera revirá de la cofradía esperábamos el milagro mientras las nubes eran ganadas cada vez por los claros. Esperando alguna noticia nos llegó Rubén y David Gómez, y Felipe con los que compartiríamos grandes momentos durante la semana. Y se hizo el milagro, no sabíamos sin pensaban salir con la idea de refugiarse en algún lugar, o es que los pronósticos daban seguridad, pero lo cierto es que el escuadrón de caballería abría paso a los blancos nazarenos y en la distancia el Dios que recibe con amor todos los pesares del mundo se abría paso, poderoso como suele ser su caminar pero en esta ocasión con más razón porque había que recuperar lo perdido. Sonaba “Ntro. Padre Jesús de la Victoria” y el galeón dorado se presentaba en una sola chicotá en la revirá, la encaró y se marchó sin descanso en busca del corazón de Sevilla mientras el solo de la marcha “Virgen de la Paz” nos llenaba el corazón de eso mismo, de paz, porque la burbuja volvía a hacernos tal como le expliqué una vez a alguien; felices… sin tener que trabajárselo.













Se hacía por fin la semana esperada aunque como siempre cuesta ir asimilando que ha llegado la hora cuando poco después, fiel al rito, el palio plateado traía a la blanca paloma del Porvenir siempre a los sones de su marcha del maestro Morales. En una sola chicotá, Santiago mandaba la vuelta y los sones clásicos de “Rocío” nos pegaban el pellizco de la bienvenida, esto si era la bienvenida que esperaba no la de la SE-30, un palio moviéndose aunque Rubén dijera que parecía que iba a ruedas, y surgiese la gracia de la semana que nos la quedaremos para nosotros… la luz solar iluminando, el entusiasmo de las gentes y el solo rociero llevándonos sin duda a la gloria.
La vuelta al centro seria distinta a la ida, aun acarreando las consecuencias que pueden arrastrar a quien debe sustentarnos en una larga semana de estar de pie, los pies. Bordeando la plaza de España, a los pies de capitanía general donde los Reyes se inmortalizaron en una histórica fotografía llegamos hasta la salida del parque y nos encaramamos junto el barco del Señor de la Victoria. Que experiencia más bella, justo lo que necesitaba el alma cuando tras la larga espera llega la semana de la gloria. Los espacios abiertos, el caminar poderoso, embriagaba tanto los momentos que cada paso junto a los Legionarios del Porvenir fue puro éxtasis para los sentidos y para el alma mientras la Encarnación de San Benito marcaba el compás con clásicos como “Alma de Dios” o “Costalero”. Enorme la estampa bajo los árboles junto al altísimo canasto mientras con Rubén recordaba aquella primera vez en el mismo lugar con el Cautivo del Tiro de Línea, 11 años ya… y todos los ilustres del palacio de San Telmo parecían inclinar la cabeza ante el poderoso caminar del Señor que abre la Semana Santa.
En la Puerta Jerez no los dejamos mientras por Alemanes buscábamos algo para comer en un ya intenso comienzo de jornada. Esperando noticias del resto de hermandades, mientras la Paz recortaba por la avenida y se dejaba el Arenal, Jesús Despojado y la Cena se echaban igualmente más tarde de su hora a la calle mientras en el Salvador ocurría lo esperado, este año habría Borriquita de noche abriendo la senda del Amor. La Cena se dejaba el rodeo por Gerona y acortaba por la cada día más remozada iglesia de Santa Catalina dibujando una estampa nueva en este ya histórico Domingo de Ramos.














Emergía el galeón decimonónico sustentando el portento de imaginería mientras las Cigarreras elevaban los sones clásicos del maestro Escámez, en una versión que la verdad le quita la fuerza original de estas marchas. Y es que “La Milagrosa” sonó a la idea cigarrera de la primera década de este siglo algo que con las nuevas marchas va cambiando. Revirá fiel a los Palacios, con el paso siempre bien fijado, lleno de fuerza, que fugazmente se llevó al cenáculo errante hasta la plaza o iglesia de San Pedro. Tras Él, el paso que se puede considerar menos atractivo de la cofradía pero el que sin duda tal vez levantó más el pellizco y cerró la burbuja de los tres cuando en silencio llegó el simpar paso de caoba del Cristo de la Humildad y Paciencia, con su mustio exorno y se marcó una revirá como si hubiese llevado banda pero sin ella, una vuelta poco común en los pasos de silencio. Hizo el silencio, apagó la mente, abrió la verdad, sin duda mereció la pena… y acabó cerrando entre las estrechuras de Santa Catalina la soterraña sevillana, la dulce princesa del Subterráneo en su no menos embriagador paso de palio donde la sinfónica de los palios, el Maestro Tejera nos concedió el primer caramelo de la Semana Santa con “Coronación de la Macarena”.
Con la jornada rota sobre el programa, al que apenas miramos hasta el Miércoles Santo, buscamos por San Luis a la Hiniesta que también salió algo más tarde. Creo que es el primer Domingo de Ramos que he contemplado saboreándola a la cofradía de la iglesia de San Julián. Hasta la calle Feria tuvimos que ir buscando la revirá de la misma con la Correduría hasta donde nos llegó el crucificado de Castillo Lastrucci, al que una y otra vez Rubén me indicaba que eso era una buena restauración no como otras. La caoba y la plata, los hachones y María Magdalena dibujaban el singular paso cristo de la Hiniesta y con todo ello su dosel sonoro que consiguió pegarnos uno de los grandes pellizcos de la semana. Los hombres de los Ariza alzaron al dios de la muerte buena, arrancaron sobre los pies y los sones de Arahal entonaron su particular “Saeta”. Los ecos creados por el eterno Rodríguez Ruíz se calaron por los poros del alma y llenó el lugar por donde se despedía el sol de puro misticismo, que dieron ganas de subirse por el tupido monte de clavel –qué me gustan los montes así- y quitarle los clavos a Jesús el Nazareno…








La cruz enmarcada entre el sol y la percusión de Arahal se difuminaba en busca de la Alameda mientras subimos hasta la otra revirá de Relator con Feria donde la Hiniesta dolorosa volvía hacerme volar a la intensa jornada de su procesión extraordinaria, como si el tiempo no hubiese pasado, pero no, nazarenos blanquiazules la escoltaban en el anual domingo de la gracia, enmarcando su rostro con un tocado algo serio, por cierto muy de moda este año y el Carmen de Salteras acababa los campases de mi idolatrada marcha “Coronación”. Caminaban rápido las cofradías y así siguió María Santísima de la Hiniesta, la que seguimos casi hasta el mercado por una acera algo despoblada y es que los pronósticos meteorológicos dibujaron un Domingo de Ramos con pocas bullas… según el lugar claro. Con “Madrugá Macarena” se nos marchaba el manto azul y plata mientras Cris detenía el paso para que escuchásemos el final “lo más bonito de la marcha” … y siguiendo nuestros pasos por donde llegamos volvimos hasta San Pedro donde nos encontraríamos con la hermandad de San Roque, la primera del día en salir a su hora.
No era el lugar más bello, Rubén y compañía se marcharon a esperar en un lugar que diera rienda a más belleza, pero es que después venia lo que yo llamo el comienzo definitivo de la Semana Santa. Por ello esperamos al Nazareno de San Roque, el Señor de las Penas, que venía sobre su magnífico paso, genuino en sus trazas que me sorprende, con lo que se mal copia que este paso no haya sido fuente de inspiración para más canastos. Reluciente el dorado para cobijar este Cristo ayudado por el Cirineo que con la túnica lisa volvía a recrear esa escena más realista que en el pasado nos tenía acostumbrados. Gran estreno musical el que lo acompañaba, sorpresa del año y es que aquella banda por la que yo mismo no apostaba un duro su continuidad, ya lleva dos pasos en la Semana Santa sevillana. Buscaban la esencia de una época, lucharon por ella y hermandades como esta están apostando por ella. Renuncian a la radicalidad de la evolución, intentado dibujar el sonido como digo de una época, no el clásico –búsquense grabaciones de Bomberos o Policía Armada y entenderán lo que digo- y consiguen el abrigo de aquellas hermandades que siguen creyendo que su canon es el de una época del tiempo no del que trae la evolución. En fin, tiene que haber de tó… como dijo un torero, ya que quien de ellos fue que los discutan sevillanos y cordobeses, pero lo cierto es que suenan muy bien, tienen buena planta y al Señor de San Roque como ya pasara en las Siete Palabras le vinieron que ni pintados, enhorabuena Esencia, no todo el mundo triunfa siendo fiel a sus ideas.
Tras el Señor llegó el palio de la Virgen de Gracia y Esperanza, la Esperanza más desconocida de Sevilla pero solo pudimos quedarnos con la magnitud de contemplar su paso palio y su delicada belleza porque la música solo fue tambor y por San Juan de la Palma se nos escapaba la hora…



Llegó un año más el momento, ya no puedo estar en Sevilla un Domingo de Ramos sin repetir el rito de recibir a la Amargura en las calles. La plaza atiborrándose que este año fue más complicado llegar lo máximo posible hasta la puerta. Pero dio igual, el portalón con las cruces de San Juan se abrió y comenzó el sueño donde una serpiente blanca volvía a morder y a envenenar de gracia. La fragancia del lugar, de la luz, embobándome en la espadaña saboreando la bellaza de las cosas de la vida trajo la luz entre la penumbra y unos ciriales anunciaron la libertad del alma de quien no contestó ante palabras invalidas. Blanco reluciente, refulgentes romanos que rezarían a sus dioses y no sabían que tenían al hijo del único dios dando lo único que el da… el amor. Salió el galeón, todo se enmudeció, más tarde que nunca, con el paso fuera surgió de la nada “Silencio Blanco”, cogieron el compás, comenzó la revirá, las voces Villanueva y cuando el perfil maléfico de Herodes se dibujó en nuestras retinas, sin darnos cuenta la butaca se perdía en busca de la Feria… ¿es lo mismo de todos los años verdad? Pues volvió a parecer nuevo un año más… yo lo siento así, es cuando la Semana Santa explosiona en mi interior, es cuando entro en la semana que no es una simple semana…
Más nazarenos, en la noche, como en aquella primera vez de 2008 y la candelería pareció parecerse a un comenta que atravesaba la plaza. El jardín de oro de su palio lamiendo los dinteles, los cuerpos a tierra y con el mimo de las cofradías rancias comenzó a emerger la pareja perfecta siempre al son de la marcha de las marchas. Tanto oro, tanta simbología real y solo me parecía ver a una pobre madre llena de amargura mientras un servicial y jovial San Juan no conseguía contener su interna melancolía. Feliz sin buscarlo, esa es la definición, la Amargura consiguió aquello que en el día a día trabajamos para conseguir, detuvo el tiempo que es lo mismo que detener la mente, vivir el presente, la única vida que existe y con ello merece la pena todo esfuerzo, aunque el esfuerzo sea mínimo… se marchaba la trasera del palio que es lo mismo que decir Sevilla pura y quisimos más ración de Sagrada Cena en las estrechuras de Boteros por donde nos esperaban Félix, David, Pedro, mi “Moro” y su pareja que venían de ver salir al Zapatero y la Amargura en la calle Feria. Se imaginaron que buscaría aquello y acertaron y como siempre solo esperamos al misterio que llegó entre las estrecheces con los nuevos sones cigarreros y una eterna revirá que les hizo tener algún fallo para que David me pusiera en entre dicho la calidad de la cuadrilla. No hay videos y la memoria me falla pero creo que sonó la nueva marcha dedicada a la Carretería “Luz de Misericordia”.







La ruta continuó con David y Félix mientras Pedro se fue solo a buscar cofradías que se le podían quedar en el tintero y es que ver salir al Zapatero acarrea esto, perderte medio Domingo de Ramos. En la confluencia de Cuna, Villasís, Orfila y Laraña se apostaba una gran masa, a diferencia de otros años esperando a la hermandad del Amor. Nazarenitos blancos llenaban de luminosidad la noche escoltando al dios de los niños, al de la ilusión, al Cristo más glorifico del llamado Domingo de Ramos de la Pasión del Señor. La palmera balanceándose y las campanitas avisando de que llegaba un paso único en la pasión hispalense. El galeón dorado surcando entre el mar de gente que David pudo sortear, esa gente por cierto que se olvida dónde está ya que dos chicas casi llegan a las manos y es que estamos en un mundo en que ni se nos puede rozar. El Sol sin plumas y Dios abriendo su semana un poco tarde pero haciéndolo que es lo importante. Curiosamente lo volví a contemplar en el mismo lugar de mi primera vez y con la misma marcha, “Bendición”. Los nazarenos negros dieron paso al contraste de la cofradía, eso sí, siempre sin perder la esencia clásica y nos trajo con un son que me gustó al Cristo del Amor, al portento de la madera muerto por eso mismo, porque lo dio todo por amarnos, esa muerte que dos mil años después el mundo sigue sin entender. Apoteosis en el canasto, elegancia en los candelabros y simbología pura a los pies del que derrama su sangre por amor. Tras Él llegaría el Socorro pero la hora nos hacía tomar rumbo hasta el Baratillo, porque así lo quiso, volví al encuentro con las Penas de Triana.




Por Puente y Pellón, el acotamiento de la Cuesta del Rosario nos dejaba en un tapón a la espera de que el Socorro abandonase la plaza del Salvador. La calle Córdoba era un auténtico tapón humano de los que cuesta horrores traspasar y de ahí hasta la plaza Nueva, Carlos Cañal, Zaragoza… hasta salir a una calle Adriano casi despoblada, la verdad fue una auténtica sorpresa de que solo el espacio en frente de la capilla del Baratillo se encontraba atiborrado de gente mientras a ambos lados el personal parecía simples hormiguitas. Por ello no hubo que irse ni a la heladería, cerca de la capilla nos encaramamos nuevamente tras el galeón del Zapatero de Triana, que nos llegó fugaz y poderoso, siempre mirando al cielo en su última oración, no por Él, sino por la equivocación de nuestros actos, sobre monte de corcho y tupida flor multicolor, con una velocidad pasmosa y es que alguna advertencia de nueva lluvia tuvo que surgir porque todas las hermandades comenzaron a aligerar las vueltas a casa.
Llegó así el Señor a la revirá ante la Piedad y sonó algo que me chocó, segunda vez en la tarde noche en escuchar “Silencio Blanco”, y es que en la banda de Dos Hermanas se viven nuevos tiempos y la potencia de antaño se echó en falta. Entró con el costero y la magia costalera comenzó a sumergirnos en la burbuja, y la vuelta, y Dios saludó a su Madre con el lenguaje de Triana que el Vizcaya bautizó como trianear. La esencia del dios de la calle San Jacinto se volvió a dibujar con su personal estilo y por ello la música cantó “A la Triana Costalera” con la que el Señor puso punto y final en este muy fugaz saludo al Baratillo cuando el voluminoso canasto con el centurión en lo alto se fue con un poder asombroso en busca de Triana. Pasó todo tan rápido que antes de despedirme tuve que irme hacia adelante para poder verle la cara al Señor, que ni me dio tiempo a echarle unas fotillos al paso. Buscamos a la Estrella y la encontramos en su perfil traspasando el Postigo, justamente antes, su costalero, Miguelillo me regaló sendas estampas de los titulares… este año ha sido malo en recolección de estampitas, solo me dieron dos veces, y las dos veces eran de costaleros de Linares en Sevilla. En una calle Arfe no muy apretada llegó la bella Señora de la calle San Jacinto bajo su espectacular paso de palio llenando con su luz aquel rincón sevillano y es que ya mas quisieran las estrellas del universo desprender la luz de la Estrella de Triana.







Como ven un domingo que se pudo romper y ya íbamos a por el broche final con todas en la calle, el Gran Poder hizo el milagrito que le pedí aunque por la Amargura me dejé en el tintero a la cofradía de Jesús Despojado. Y es que ver su salida me la borró del mapa cofradiero y ahora volvía a la recogía, ya que el año pasado me enganchó desmesuradamente. Había que correr, porque todas corrían ya que todas entraron antes de su hora, tal que sí, que el misterio del Herodes ya estaba llegando a las setas mientras el año pasado con igual dibujo sobre los planes lo pudimos ver revirar con Laraña. Por los callejones llegamos a San Juan de la Palma, mucho más llena que el pasado año y esperando al final pudimos sentarnos en un bordillo desde que a las diez de la mañana me bajara del coche. Y estábamos en lo cierto, ligeras lloviznas empezaron a caer en Sevilla, flojísimas, pero agua era que trajo al misterio del Señor del Silencio poderoso al compás de “Al Desprecio de Herodes” y pensando que entraría dando la espalda al pueblo, comenzó el giro completo para perderse en el interior con “Silencio Blanco”, mientras Triana entonaba, incluso con esto, un triste y melancólico himno o marcha real. Ahí cayó la quizás más intensa lluvia, no fue nada pero “la Madrugá” no llegó a terminarse cuando la Amargura ya se encontraba en los umbrales de su casa. Comenzó a sonar la marcha de Font de Anta y la rapidez por encerrarse, también dando la cara al pueblo hizo que se descompusiera un poco la cuadrilla hasta que con el mimo de su gente de abajo se perdió un año más en el interior de esa iglesia que cada día del año desprende el pellizco por el reencuentro con un sueño de cada Domingo de Ramos. Todo pareció acabar en la primera jornada de la semana de la vida pero por radio decían que el Socorro aún no había entrado. Y sin Socorro no me iba a quedar, así que nueva caminata ligerita y ante la masa apostada en el Salvador por fin pude contemplar como la Madre del Amor y el Dios de los niños enmudecía la apagada plaza mientras “La Madrugá” dibujaba la perfecta banda sonora por donde el Domingo de Ramos se nos marchó, con la magnificencia de un manto de los que quitan el hipo. Se acabó, un año esperando y todo pareció pasar fugaz cuando la lluvia pareció esperar a que se recogiera el Socorro –según la radio la Estrella a la misma vez- y comenzó a llorar, y es que la jornada no fue para menos, para llorar de emoción, que tras un día cargando paraguas, al final por Cuna tuve que abrirlo y según dijeron después, dio una noche de agua buena a la espera de otro milagro para el lunes, el día que decía estaban peor los pronósticos…