Buscar este blog

miércoles, 29 de octubre de 2014

A LA AURORA... LA REINA DE LINARES.

El cambio horario de cada último domingo del mes de las cuentas entre los dedos nos trajo paradójicamente la aurora del amanecer revestida de manto negro dominico para cubrir el cielo, como si el universo aun nos mostrara el cosmos, aunque el mismo fuese azul limpio y puro concepcionista ya que sendos colores abrazarían a la Reina de los cielos un año más por las calles de la tierra del Linarejo. Pocas horas de descanso cuando el domingo fue como un día más, como el resto de la semana a la hora de aporrear el “rin rin” del móvil sobre la estantería que rezuma a pasión y gloria por todos sus rincones. Pero el cuerpo se levantaba incluso con más fuerza que los días que le precedieron, siempre sufriendo por la incertidumbre de si podría estar junto a Ella. Un arrebato me llevó a clamar en mi interior que la Virgen movería sus hilos para que así fuese, no se qué me movió a ello, pero este año cumpliría un anhelo que era ser su servicial acolito para darle luz, rivalizando con el mismo sol, estrella cerifiraria del día a día que había salido antes que en los últimos tiempos para iluminar su cara, simple y mera llama, de mi fe en Ella, mi Virgen de Linares, de mi fe y pasión por su Hijo, Soberano Él, algo más que mi Dios en la ciudad vecina y como no, Soberana Ella, simple luz para que la emperatriz costalera me ilumine, y visto lo visto de lo que vuelvo a recordar y narrar, su luz la sentí sin cesar sobre todo mi ser durante las horas siguientes.
















Prisas en la vestimenta en el ajetreo del templo… que poco pude mirarle la cara al de la mansedumbre en la mirada y las manos poderosas. Estos últimos domingos de Rosario de la Aurora me están deleitando nada más que por la simple razón de llegar y contemplarla a Ella en el centro de la casa de su Hijo, sobre escueto paso, aunque bello –todo un acierto la reforma de los varales, llenando los costeros de portadores-, alzando siempre su mirada al infinito. Dalmática negra dominica, cirial en mano en busca del lugar elegido para acompañar por la vieja Cástulo a la Reina de Linares, no sé lo que los oriundos de lugar piensen, para mi sin duda es la Reina y Señora de la ciudad. Ese “sopetón” al encontrártela nada más entrar al templo del que murió en Hipona hace sentir por los oídos del alma aquella certeza… “Aquí vive la Madre de Dios”.
La comitiva rajó la mañana, como siempre tranquila, despoblada, pareciéndonos a unos locos que salen a no sé qué, cuando no hay público que contemple la muestra de fe, pero qué más da, si los que íbamos caminábamos cantándole casi por sevillanas las grandezas de la nacida sin mancha. Pesaba el cirial, que la pértiga le tocó a su más chiquitín costalero, que en este día le es complicado igualar entre tanto “gigante”, que lo bordó en todo momento, mirando al frente con la seriedad que requiere, incluso dándole continuas lecciones a este capillita que dicen que de esto sabe un poco… que ilusos ellos. Pero es que la aurora se llenaba de Rosario, de canticos, benditos últimos octubres que me hacen gozar de la presencia de esta Madre nuestra, bendita Virgen María, en su advocación de Rosario que por sus lágrimas nos lleva a los misterios dolorosos, aunque la mañana rezumase al espíritu letífico.
Avanzaba a un son que enamoraba, Madre Ella de los costaleros, que dieron alarde de que los primeros tendrían que ser siempre el ejemplo a seguir. Travesía poderosa al compás de la guitarra, el cante y el altavoz por Julio Burell y enfilaba cuesta abajo su calle, pero no la del azulejo y muros ancestrales donde ruge un león romano, sino la calle que Linares dedica a  aquella a la que se le apareció el arcángel San Gabriel. El otoño en los números del calendario, pero más bien parecía que amanecía un esperado y soñado Domingo de Ramos, las horas preludiaban el miedo a un achicharrante calor revestido de falso diácono, pero siempre servidor de Dios, en esta ocasión de su Santísima Madre.
Reviraba en esa revirá que tan bien le salía a los chicos de su Hijo hace unos años y su dulce silueta, dolorida, aunque siempre con las comisuras de sus labios dibujando una leve sonrisa, parecía querer bajar la mirada perdida en el infinito para extasiarse de la estampa que dibuja el viejo convento de Francesco el italiano que se sumió en las más estricta humildad, coronando la calle por donde en el jueves del éxtasis inenarrable su Hijo la bajó flotando como sobre las nubes de la gloria. El rumor de la vida crecía, la ciudad se despertaba al compás de guitarra y una salve que sabía a los paladares de la marisma, pero cambiando Rocío por Rosario, Almonte por Linares, una misma fe, una misma Madre.


















El cirial apuntaba al cielo, azul o casi morado que también hacía las veces de saya de Maria Rosario y la encomienda se trataba de sobrellevar con la mayor seriedad que requiere el puesto. Pero como no reír cuando cruzas la mirada con aquellos que me hacen que se me aprete el nudo en mi rechoncho cuello cada vez que miro a ese Dios que nos empuja a luchar por los callejones de nuestras vidas. Como no responder con una ligera sonrisa ante una enorme, ante una felicitación pregonera, Julián, mi primer hermano mayor me preguntaba con su singular sorna de los de Linares si iba a nombrar a la Virgen de “S”ocueca –él que trabajó tantos años aquí y nos conoce tan bien-, por aquello de nuestro acento bailenés y yo le respondía que qué menos honores teniendo una Capitana Generala… como no aguantar más el goteo de la cera para que mi German atrape sus sentimientos a través de un objetivo, amigo yo creo que se cómo va esto, y el cariño a veces tiene que ganarle a la rigidez, que somos de barrio y siempre hemos sido la HERMANDAD de Linares.
Rosario empujaba, los varales acariciaban casi mi nuca con la ternura de la mano de María. Sus comandantes incentivaban hacia adelante, el acolitado a Dios gracias empujaba a la junta gobernante que iba mostrando a la ciudad que al Prendimiento aún le queda mucha mecha. Las luces de la hora temprana jugaban con el rostro de Rosario, dibujándole un ramillete de gestos que me hacían buscarla sin cesar y los fotógrafos no cesaban en su búsqueda de  encontrarle a María todas sus sensaciones, y es que unos meses por la Axarquia, en casa del “doctor” Cornejo se le tenían que notar en la viveza que desprendía. Avanzaba Isaac Peral con la tensión de un año más por reencontrase con más amigos, de Ella misma en diferentes caras, de su Hijo Soberano en distintas versiones pasionistas, y sobre todo de encontrarse cara a cara con el Dios del pueblo, el Señor de Linares. El humilde de Asís en la hornacina manchado por la pátina de los tiempos parecía querer aplaudir a la llegada de María, mientras en los perfiles de su rostro petrificado, sacados del genio y la gubia del que nació en el pueblo de las mejores anchoas del mundo, nos preludiaba lo que esperaba dentro, tras alegres cánticos, obviamente tras el rezo que le da nombre y fama en la ciudad… el Santo Rosario.
Una densa nube de incienso envolvía el viejo templo franciscano mientras dicen que la estampa que dibujaba María bajo el umbral de la puerta que enmudece las Madrugás era casi comparable como contemplar a María salir de su alcoba de los cielos para pasear por el jardín de la eternidad. Casa cofradiera, tres capillas se llenaban de luz para recibir a la que llena Linares de la luz del compás y la gracia. En una, Esperanza se sentía nerviosa y tan ansiosa, que hasta se bajó de su trono real expiracionista que pareció que suspiraba por el tierno beso de las noches de diciembre, y tal vez el más delicado y amoroso de su hermana Rosario, aquella que hace tan pocos años la visitaba radiante bajo el burdeos de su palio en el jueves más reluciente por antonomasia y que tanto se alejaba ya que ya lo echaba en falta, tras Ella, elevándose sobre su trono real de la cruz, como todos los crucificados, tan acompañado y tan solitario a la vez… Expiración, Dios muriéndose a plomo según la gubia del maestro Amaya y la gratificación de poder contemplar in situ por vez primera la “carne de Duarte”, la piel sacada de los pinceles, aunque fue esa ensangrentada mirada la que más me tocó el alma. Rosario pisaba quizás por primera vez el bello templo, reliquia de los tiempos de la tierra hasta donde llegó aquel jinete de leyenda que aún sigue llamando a la gloria a los pies de aquel que esperaba impaciente por San Agustín. Alguien exclamaba que “vivíamos en el templo más feo del mundo”, perdónenlo, si es que a los cofrades aun nos cuesta asimilar ciertos parámetros de Vaticano II. Pero que menos cuando la cúpula se llenaba de Rosario, porque Ella miraba hacia allí y buscaba a su Soberano tendido sobre la losa del descanso eterno, tan pálido, esperando la resurrección, ya sea sobre los brazos de Angustias o junto a la ternura de la mirada azul de doña Purificación hecha Soledad linarense.























Llegó el fin primordial, se visitaba otra parroquia, se elevaba la santa misa y se hacía un año más la vuelta que convierte este último domingo en un retazo de Jueves Santo. Antes, la Reina de Linares tenía que visitar a alguien muy especial, mientras un fotógrafo que jugaba en casa se perdía a través del frio objetivo en el alma de esta dulcísima Señora… lo echaban porque estorbaba para la maniobra, nada más, pero estaba ensimismado… un “Diego quítate” lo devolvió a la realidad mientras le decía este que les habla ”Reche, los del Prendimiento siempre echándote” a lo que me respondió con la misma sorna que él estaba en casa, y como estaba en casa, estoy seguro que feliz porque en su corazón tiene un gran lugar para esta Madre de mirada elevada al cielo franciscano y que su Soberano Hijo lo tiene prendido a la medula espinal de su fe, porque todos los que hemos pasado por sus filas, sigamos o no, siempre volvemos ante este Dios del izquierdo por delante.
Nuestro Dios es este, es su espacio, su lugar en la vieja ciudad minera, o para mí lo es, Cristo de mi vida cada vez que piso el pueblo vecino, que tampoco necesita más. Su segundo capitán rasgaba como en los jueves de la gloria, el eco profundo del viejo templo, como trompetero humano, bajo el varal de su Madre, siendo sus pies, gritaba vivas por el Dios de su pueblo, que se presentaba con un porte y una majestuosidad que no le recordaba, sin duda, el Nazareno se puso lo más guapo posible, con su tierna y dolorida mirada, cargando sobre su hombro con los problemas de todos los linarenses, entre su alcoba de columnas salomónicas encendidas en la vid de la vida de la que nace su sangre derramada por los suelos de este mundo, con la única intención, de querer llevar sobre sí, todas nuestras penas y miserias.
Rosario y Nazareno cara a cara, histórico dicen. La historia de la religiosidad popular de los siglos ante la culpable de que Linares sea lo que es hoy día en términos cofradieros. Había felicidad por el momento que hasta San Francisco clamaba en el cielo ¡viva el Nazareno! y ¡viva la Virgen del Rosario!. Un cruce de miradas electrizante que se encargó de calmar la niña del Mayor Dolor con su ternura juvenil, de esta joven cordobesa que también rezuma costalería de la buena por los cuatro costados… las Reinas del mundo de abajo se lanzaron una sonrisa.
Se hacía de nuevo el cortejo mientras en la plaza los ecos de su banda sonaban a solera, templanza y madurez. Así me lo decía mi compadre Félix que llegaba para pasear a la Madre de su Dios… si es que somos muy de nuestro Cristo pero sabemos del amor de una madre, y con la Madre de nuestro referente siempre de frente… la plazuela se llenaba, será la hora o es que “lo que le gusta a la gente una banda” qué más da, la estampa era digna de orgullo y esta hija astorguiana o valenciana, qué más da, se recortaba bajo la fachada de unos de los puntos neurálgicos de la fe en Dios de Linares. La marcha real lo inundaba todo de felicidad, tantos años y ya calzan tres tocándole también a la que les da nombre. Un año más la Virgen los buscaba, ellos, vestidos de blanco con instrumento en mano, de los que se dicen que solo creen en su corneta o tambor se perdían en el privilegio que estos últimos tres domingos de octubre les ha brindado la Reina de Linares poder rezarle en la calle solamente para ellos.













Las marchas se sucedieron, los hombres sobre los pies, sus dulcísimas devotas en un costero a costero más pausado. Por Nueva se respiraba el aire de aquellos Jueves Santos que la recorrían como hacíamos ahora, de vuelta a San Agustín. Momento de meterse en la burbuja de la gracia, sonaba “Tu Estela” y el desgarrado son a triste inundaba mi alma. Solo podía buscar su mirada, mientras el pertiguero me regañaba una y otra vez. Caían pétalos y vivas para esta Reina de Linares como lucia de balcón a balcón sobre nuestra enseña roji-gualda. Reina de Linares, Reina de tantas cosas, hasta de los retablos callejeros, estando su bendita faz una vez más plasmada por los rincones de su tierra. Caminaba María y sonaba una marcha que como diría mi Pedro, te hace “Sentir” cada compás erizando tu pelo, y este mal cirial aguantando que no se le fuera los pies al son. Jóvenes turiferarios que me mostraban que los de mi estirpe tenemos el futuro asegurado mientras soñaban ser costaleros del Soberano metiéndole los cambios como veían en los videos del youtube, que ponían hasta la misma voz de Agustín a la hora de meter una “sentencia” que la voz de pito de mi Félix a la hora de darle aire a las penas de nuestro Soberano. Aires de San juan de la Palma por las Ocho Puertas entre una gran multitud, hoy con la templanza del análisis, pienso que Rosario tiene que tener algo especial en Linares, porque el lleno fue histórico.





Que gusto subir la corredera del que amansa un león con el evangelio acompañado de la gente que quiero, la que siguen ahí con los años, quizás algo que necesitaba y que la Virgen pareció querer regalarme en forma de luz, para eso iba yo iluminándola, la Virgen subía en familia, sobrecogedora estampa de hermandad de barrio que cuando vislumbró a la gran señora del albero llamada Margarita ahí me di cuenta porque la escoltaban dos ángeles… los mismos la bajaron de cielo para entregársela a Linares, aunque muchos ángeles vi en aquel momento llevándola con una maestría digna del fruto del buen trabajo. Entre la bulla, en la revirá, un ángel vestido de negro traspasó mi alma, la corneta avisaba algo más que una marcha, tenía que avanzar y lo buscaba delante de las andas, mientras en el costero avisaba a su fiel amigo y sucesor en el caballo de la fuente del pisar que sonaba nuestra marcha, nos venía… “Macarena” del genio de Bienve. Revirá en Julio Burell que me sabio a la tribuna de mis primeros años. Como no lo encontraba con la mirada, casi le suelto a Encarni si no le parecía paladear su presencia, aunque me hubiese dicho loco, retuve mi zancada, aguantándola todo el rato y las andas se apoderaron de todo y fui a parar junto a mi Félix, entre sornas de ¡pregonero, pregonero! de los compañeros, le espeté que si sabía quién iba mandando, para que simplemente se sumergiera en la burbuja, saboreando los matices, que bien te suena Rosario la marcha del capitán, no la quites nunca por favor que hasta en el fuerte final, contemplando la estrella de San Agustín parecían dibujarse las facciones del rostro de mi Soberano, de mi Dios, como si se tratase de un vero icono gigante y casi, casi se me va un izquierdo por delante en busca de la gloria…











En Martínez de la Rosa, Pedro Guerrero, por cierto, que se pegó el gustazo de salir por primera vez en el Prendimiento como cirial me avisaba que nuestro Balboa estaba en la acera, me alegró verlo tan sonriente, venia María y eso para él es motivo de satisfacción ya que sin duda se palpó que Rosario le llenó el alma ahora en su nueva etapa sin hacer como a él le gustaría su mayor pasión, evangelizar… Rosario, tal como él lo definiría, siguió su compás como evangelio de los sencillos, tan bella que la mirada se me seguía yendo en su busca, el mismo motivo que le pasaba a don Antonio en Sevilla cuando caminaba delante de su Amargura y no guardaba el rigor de las reglas. Por la vieja calle de la casa hermandad, con el impresionante dosel de la diosa taurina y un toro venido a menos con nada más sentir la fragancia de la Madre de Dios, el “negro” me preguntaba si tenía calor, que tenía suerte porque medio se había nublado y le dije que Ella me lo había ido poniendo fácil todo el rato. Llegó a su puerto, octubre en San Agustín ya es historia, la última etapa estaba en llegar ante el que nosotros queremos que sea su Hijo, aunque no paró de contemplarlo en toda la mañana. Sonaba la salve, se hacía más centro de atención que nunca, era la última y se guardaba ya los recuerdos para la eternidad y yo pude por fin plantarme ante Él revestido de un cardenal embriagador, y Él no paraba de apretarme el gaznate, de estrujarme los lagrimales, de hablarme sin terciar palabra, como diría el poeta… “si eres madera, ¿quién me habla?” no podía aguantarle la mirada, aunque sé que no le había hecho nada… Soberano no me apartes así más la mirada, solo soy un pobre hombre, imperfecto pero eres tanto para mí que nunca podría olvidarme de Ti ni dejarte solo… hasta el Jueves Santo y como dirían los pregoneros… he dicho.