Como era tradicional en todos los rincones del mundo, hoy, Jueves Santo, día
del Amor Fraterno, comenzaban las procesiones de Semana Santa en la mayoría de
pueblos y ciudades. Por este motivo les dejo de forma resumida la parte esencial
del origen de nuestras cofradías pasionistas y las procesiones en Bailén, enmarcadas
en aquellas ancestrales procesiones de Jueves y Viernes Santo, y con un análisis
más exclusivo de la Escuadra de la Virgen (actual cofradía de la Virgen de los Dolores)
ya que es un texto extraído del trabajo “La ermita de La Soledad: Historia del monumento más antiguo de Bailén”. Este es un trabajo totalmente renovador de lo
ya conocido que reescribe más exhaustivamente cómo y cuándo nacieron las cuatro
tradicionales cofradías: Jesús, Dolores, Santa [Vera] Cruz y San Juan.
1.
Cofradías y escuadras de Semana Santa
Hasta la segunda mitad del
siglo XVII las únicas procesiones de Semana Santa en la villa de Bailén fueron
las organizadas por las dos únicas cofradías de penitencia existentes entonces
en la parroquia de Santa María de la Encarnación: la Cofradía de la Santa Vera
Cruz (c.1550) y la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad (c.1560).
La primitiva Cofradía de la
Santa Vera Cruz salía de la ermita de Nuestra Señora de Consolación al
anochecer del Jueves Santo, con sus hermanos disciplinantes revestidos de
túnicas blancas, flagelándose en conmemoración de la Pasión del Señor,
presidiendo su cortejo penitente dos imágenes del “Santo Cristo” y “María
Santísima” (así citadas desde 1558 hasta 1650).
Estas dos primeras imágenes
procesionales de la Santa Vera Cruz de Bailén pueden documentarse expuestas al
culto público en su ermita de Nuestra Señora de Consolación hasta la segunda
mitad del siglo XVIII: un Cristo Crucificado, a veces citado bajo la advocación
de “Santo Cristo de la Expiración”, y una Virgen Dolorosa que en la documentación
disponible puede aparecer denominada indistintamente como “Nuestra Señora de
Consolación”, “Nuestra Señora de las Angustias” o simplemente “Nuestra Señora
de la Vera Cruz”.
El Viernes Santo por la
tarde, después de los “Divinos Oficios”, salía la Cofradía de Nuestra Señora de
la Soledad desde la ermita de San Marcos, con todos sus hermanos de riguroso
luto, en la solemne procesión del Santo Entierro de Cristo, procesión que al
menos desde 1628 ya consta formada por los pasos de la “Santa Cruz”, el “Santo
Sepulcro”, “San Juan Evangelista” y “Nuestra Señora de la Soledad”.
No obstante, estas dos
únicas primitivas cofradías penitenciales de la parroquia de Bailén (Vera Cruz
y Soledad), superados algunos años de crisis o estancamiento en torno a 1650,
experimentaron una significativa evolución durante la segunda mitad del siglo
XVII con la incorporación de nuevos titulares, la configuración definitiva de los
cortejos procesionales y la organización de una serie de cuadrillas de cofrades
denominadas “escuadras”, esto es: nuevas hermandades de Semana Santa a las que
estas primitivas cofradías fueron cediendo sus diferentes imágenes para que les
dieran culto y las sacaran en sus respectivas procesiones.
En febrero de 1660 doña
María del Pozo, viuda de don Gabriel de Alcocer (+1656), administrador del
patrimonio del duque de Arcos en la villa de Bailén, hizo la siguiente
donación a la Cofradía de la Santa Vera
Cruz:
“por
mi devoción y porque con más veneración saliese la proçesión de la Vera Cruz
desta villa de la hermita de Nra. Sra. de Consolaçión, he traído para ella una
Ymagen de Nro. Sr. Amarrado a la Columna, de cuerpo entero al natural. Y otra
imagen de Señor San Juan Ebangelista también al natural, para que estén en la
dicha hermita [de Consolación] y se saquen en la dicha proçesión [del Jueves
Santo]”.
En la década de 1680 la
Cofradía de la Santa Vera Cruz incorporó una nueva imagen de Nuestro Padre
Jesús Nazareno, advocación muy del gusto sentimental de aquella época, que
pronto adquirió gran devoción y reconocimiento popular. De esta imagen
procesional sólo tenemos noticias documentadas a partir de 1684, probablemente
producto de una nueva donación a favor de la primitiva Cofradía la Santa Vera
Cruz que, casi a continuación, desdobló su hasta entonces única procesión del
Jueves Santo para organizar una segunda estación de penitencia dedicada a “Nuestro
Señor con la Cruz a cuestas” durante la mañana del Viernes Santo. En aquellos
años, tan rotunda y unánime fue la devoción popular alcanzada por esta nueva
imagen del Nazareno que se le construyó un camarín o “capilla de Jesús
Nazareno”, nueva capilla edificada entre 1696 y 1720, dentro del conjunto de la
ermita de Nuestra Señora de Consolación. Tanta devoción popular alcanzó este
titular que a principios del siglo XVIII la sede de la Vera Cruz de Bailén comenzó
a denominarse (indistintamente) como “ermita de Consolación” o “iglesia de
Jesús Nazareno”.
En torno a todas estas
imágenes procesionales de las primitivas cofradías de la Vera Cruz y de la
Soledad fueron organizándose diferentes escuadras o hermandades de Semana
Santa. En primer lugar se fundó una “escuadra de Jesús Amarrado a la Columna”
(organizada por primera vez para la Semana Santa de 1660), que en los años
siguientes también se hizo cargo de llevar los pasos del Santo Sepulcro (desde
1661) y Nuestro Padre Jesús Nazareno (desde 1688).
El Sábado de Gloria 30 de
marzo de 1660 se constituyó otra “escuadra de Nuestra Señora de la Soledad”
como hermandad particular con la obligación “de servir a Nuestra Señora en las
dos procesiones de la Soledad y Vera Cruz”, acompañando y portando las imágenes
correspondientes: “el Jueves Santo con
Nuestra Señora de la Vera Cruz y el Viernes Santo con Nuestra Señora de la
Soledad”.
Es decir, lo mismo que la “escuadra de Jesús” quedó
encargada de servir las imágenes titulares de dos cofradías diferentes (Columna
y Santo Sepulcro), la “escuadra de Nuestra Señora”, en su origen, quedó
encargada de acompañar y llevar las andas de las dos imágenes dolorosas
existentes entonces en la Semana Santa de Bailén (Nª Sª de la Vera Cruz y Nª Sª
de la Soledad).
En cabildo celebrado el 25
de marzo de 1661 la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad (con las
imágenes del Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad ya cedidos a sus
respectivas escuadras) continuó designando oficiales encargados de portar los
pasos de la Santa Cruz y San Juan Evangelista en su procesión del Santo
Entierro. Sin embargo, los siguientes cabildos de la primitiva cofradía de la
Soledad se celebraron sin adjudicar cofrades para llevar estas dos insignias,
señal inequívoca de que para la Semana Santa de 1662 debieron participar dos nuevas
escuadras: la “Hermandad de la Santa Cruz” y la “Hermandad de San Juan
Evangelista”, organizadas a imitación de las citadas escuadras de Jesús y de
Nuestra Señora.
Estas cuatro escuadras o
hermandades de Semana Santa ya constan bien consolidadas en la década de 1680,
completándose así el panorama más tradicional y característico de la Semana
Santa bailenense durante todo el siglo XVIII (y hasta la segunda mitad del
siglo XX): al menos cuatro escuadras o hermandades diferentes (Nuestro Padre
Jesús, Santa Cruz, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de los Dolores), las
cuatro independientes y autónomas en cuanto a su organización y gobierno, sólo
con la obligación de congregarse para formar, todas juntas, las tradicionales
procesiones de la Semana Santa de Bailén.
Esta es la génesis de las
cuatro hermandades históricas de la Semana Santa de Bailén: las actuales
cofradías de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Vera Cruz, San Juan
Evangelista y Nuestra Señora de los Dolores tienen su origen en aquellas cuatro
escuadras organizadas durante el trienio 1660-1662, todas fundadas como
hermandades filiales de las primitivas cofradías de la Santa Vera Cruz y
Nuestra Señora de la Soledad.
Para explicar de forma más
detalla esta gran reconfiguración cofrade de la Semana Santa de Bailén durante
las décadas de 1660-1680 (y su evolución hasta la actualidad), estamos
ultimando la redacción de un gran trabajo monográfico sobre la historia de
todas las cofradías y ermitas de Bailén, que esperamos pronto será publicado.
2. Extinción de las primitivas cofradías
La formalización y
consolidación de estas cuatro escuadras o hermandades de Semana Santa durante
el último tercio del siglo XVII provocó que las primitivas cofradías matrices
de la Vera Cruz (ermita de Consolación) y de la Soledad (ermita de San Marcos)
quedaran muy pronto sin protagonismo real en el cortejo de sus propias
procesiones, pues todos los pasos procesionales habían sido cedidos a estas
escuadras.
Esta disgregación o
repentina dispersión cofrade en cuatro escuadras o hermandades diferentes
provocó un rápido declive de estas corporaciones matrices, que en muy pocas
décadas quedaron desorganizadas por falta total de hermanos y en proceso de
extinción. Mientras tanto las diferentes escuadras continuaron congregándose
los días de Jueves Santo y Viernes Santo para seguir formando, todas juntas,
las tradicionales procesiones de Semana Santa de la parroquia de Bailén.
Durante las primeras
décadas del siglo XVIII las dos cofradías matrices de la Vera Cruz y Soledad
subsistieron reducidas en la figura de un único mayordomo o administrador de
bienes (sin más oficiales ni otros cargos directivos). En el caso concreto de
la primitiva Cofradía de la Santa Vera Cruz los tres últimos nombramientos de
mayordomos realizados en cabildo fueron los de don Antonio Soriano y Tenorio
(1725), don Juan Martín de Rui Martín (1727) y don Aparicio Sánchez Soriano
(1729). En el año 1731, al no renovarse el nombramiento bianual como
correspondía, puede darse por desorganizada la corporación, por ausencia total
de hermanos.
Del mismo modo la primitiva
cofradía de la Soledad quedó completamente desorganizada, sin corporación de
hermanos, reducida a obra pía en manos de un único cargo de mayordomo, que lo
fue durante más de una década don Martín Soriano Padilla (al menos desde 1689
hasta 1700), sustituido por don Juan Antonio de Costilla y Narváez en cabildo
de 17 de marzo de 1700. Este fue el último cabildo que celebró la primitiva
Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad:
“[…]
que por cuanto Martín Soriano Padilla hace muchos años que sirve la dicha
mayordomía y arreglándose al Decreto del Ilmo. Señor Obispo de Jaén mi Señor,
nombraron por Mayordomo para que sirva la dicha Cofradía por tiempo de dos años
y no más, a don Juan Antonio de Costilla Narváez, vecino de esta villa, al que
dieron poder cumplido, el que de derecho se requiere, para que pueda percibir y
cobrar todas sus limosnas, censos y demás que tocare a dicha Cofradía, dar
cartas de pago, finiquitos y hacer todas las diligencias que fueren necesarias
para el buen cobro de la dicha Cofradía. Y estando presente el dicho don Juan
de Costilla aceptó el dicho nombramiento y se obligó a dar cuenta con pago de
los bienes y rentas de la dicha Cofradía y se obligó en forma con sumisión al
fuero eclesiástico y renunciación de las Leyes y fueros de su favor […]”.
Al margen de la
administración de los bienes de la ermita y cofradía de la Soledad, durante las
primeras décadas del siglo XVIII, a efectos de desfile procesional la única
obligación de este último mayordomo electo fue cumplir con su “privilegio
[familiar] de sacar el Pendón que gobierna y dirige dicha Procesión” del Santo
Entierro de Cristo, acompañado de “cuatro hombres con sus túnicas negras y
hachas [de cera] en las manos guiando dicha procesión”, encabezando y abriendo
paso al solemne cortejo penitencial de la tarde del Viernes Santo, en el que
participaban las diferentes escuadras particulares, cada una llevando su propio
estandarte y el paso procesional correspondiente, según el siguiente orden
tradicional: Santa Cruz, Santo Sepulcro, San Juan Evangelista y Nuestra Señora
de la Soledad.
La mayordomía de Juan
Antonio Costilla y Narváez (1700-1710) -importantísimo hacendado de la
localidad- fue traspasada luego a Pedro Manuel de Rus Montoro y Orbaneja
(familiar del anterior), que ejerció de administrador de bienes de la Cofradía
de Nuestra Señora de la Soledad desde 1711 y, al menos, hasta 1724,
probablemente como lugarteniente del último mayordomo electo de la cofradía.
Con el paso de las décadas,
constatada la persistente desorganización de la primitiva cofradía de la
Soledad, por ausencia total de hermanos, el Obispado acabó nombrando
directamente un administrador diocesano para la obra pía de la “Capilla y
Cofradía de María Santísima de la Soledad”, que lo fue el presbítero don
Francisco Martín de Rui Martín, al menos entre los años 1752 y 1785.
Del mismo modo la
extinguida Cofradía de la Santa Vera Cruz fue puesta bajo administración
diocesana, oficio que correspondió al sacerdote Jacinto Soriano Rus, designado
y nombrado directamente por el Obispado, al menos desde 1759 (según consta en
las cuentas aprobadas ese mismo año durante la visita del obispo fray Benito
Marín) hasta el año 1779. Durante todos estos años el administrador
eclesiástico de la Santa Vera Cruz se encargó de administrar la ermita de
Consolación, cobrar las rentas de la cofradía, pagar el subsidio (impuesto
eclesiástico) y abonar los derechos parroquiales correspondientes a las dos
procesiones del instituto (Columna y Nazareno): sermones, capilla de música y
cera para acompañamiento del clero parroquial y regidores municipales;
manteniendo además “el privilegio de ir guiando con su Pendón todas las
procesiones que le corresponde, pero sin mezclarse con las Escuadras en nada de
su gobierno, pues este es y ha sido peculiar de sus mayordomos”.
Efectivamente, el viejo
estandarte de la primitiva Vera Cruz, utilizado por los últimos mayordomos de
la cofradía para encabezar, dirigir y gobernar sus procesiones del Jueves Santo
por la tarde y Viernes Santo por la mañana, todavía lo usaba el administrador diocesano
don Jacinto Soriano en el año 1777: “una Bandera o Pendón de tafetán morado,
con Cruz de Plata en la vara y tarja pendiente en la misma Cruz con una Imagen
de Jesús, la misma [bandera] que hasta de presente se saca en dichas
procesiones y días, guiándolas éstas hasta el fin”.
En
una relación de vecinos y propietarios de la villa de Bailén de 1764 las
primitivas cofradías matrices de la Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de la
Soledad aparecen inscritas como fundaciones eclesiásticas de la siguiente
manera:
“Cofradía de la Santa Vera Cruz y Jesús Nazareno, sita en la Hermita de Nuestra Señora de Consolación
de esta villa, que administra don Jacinto Soriano, presbítero, y se compone de
una casa inferior contigua a dicha Hermita donde viven los hermitaños de ella,
tres fanegas de tierra olivar en este término, bien cuidado, y cinco
principales de censo que ascienden a mil ochocientos cincuenta y siete reales y
diez y seis maravedís de vellón.”
“Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Señor
San Marcos, sita en su capilla extramuros de la villa, que administra don
Francisco Martín de Ruy Martín, presbítero; se compone su dotación de dos
fanegas y un celemín de tierra de olivar, una casa inferior contigua a la
ermita que sirve de habitación del ermitaño, otra casa inferior pajar en esta
villa, todo bien cuidado, y trece censos, que sus capitales ascienden todos por
mayor cuatro mil novecientos cuatro reales y treinta y dos maravedís vellón. Y
tiene dicha Cofradía sobre sí la carga de la festividad y procesión del Santo
Entierro de Cristo Señor Nuestro el Viernes Santo en la tarde, y los reparos de
la Ermita que se halla bastantemente deteriorada.”
Debemos
entender que en este censo de 1764 se citan estas dos primitivas cofradías
penitenciales por ser fundaciones eclesiásticas con numerosas rentas y bienes
vinculados a perpetuidad, aunque ya sólo existían “de iure”, como obras pías
bajo administración diocesana. Sin embargo, en este censo de 1764 no se incluye
ninguna de las escuadras establecidas en la parroquia, por la sencilla razón de
no estar fundadas sobre bienes raíces; es decir, por no tener propiedades ni
rentas que fiscalizar. En la práctica ambas cofradías (Vera Cruz y Soledad)
hacía ya un siglo que se habían disgregado en cuatro escuadras diferentes,
oficialmente tituladas Hermandad de Nuestro Padre Jesús en la Columna,
Hermandad de la Santa Cruz, Hermandad de San Juan Evangelista y Hermandad de
Nuestra Señora de la Soledad.
A lo largo del siglo XVIII
las diferentes escuadras sobrevivieron como sencillos grupos parroquiales, a
veces sin aprobación superior de sus estatutos, escapando siempre que fue
posible de toda jurisdicción (civil y eclesiástica).
Por
el mismo motivo en las relaciones eclesiásticas para el Catastro de Ensenada
(1752) sólo se recogieron las declaraciones correspondientes a la “Cofradía de la Santa Vera Cruz y Jesús Nazareno”, propietaria de la ermita de Consolación,
y de la “Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad”, propietaria de la ermita de San Marcos.
Es
muy interesante la declaración presentada por el sacerdote don Francisco Martín
de Rui Martín como “administrador de los
bienes y rentas de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad” (12 de septiembre de 1752) quién reconoció
como posesiones de la cofradía dos piezas de “olivar de secano”: una de
“treinta y ocho olivas puestas a cartabón” en el sitio de Pozo Palomo, más otra
pieza con sesenta y dos olivos en el sitio de “los Ardales”. Además gozaba de
quince censos a su favor sobre varias casas y terrenos de la villa. Las cargas
declaradas por el administrador de la cofradía fueron las siguientes:
“Es
de su cargo la Procesión del Viernes Santo en la tarde, la que tiene de costo
de doscientos y nueve reales de vellón, con esta distinción:
Zera
para la procesión …138 r. [reales]
Del
Sermón de dicho día … 015 r.
De
Mússica … 030 r.
Del
entablado que se hace para el Descendimiento…006 r.
De
los Derechos Parroquiales … 020 r.”
En
1797
figura como administrador
eclesiástico de la ermita y cofradía de la Soledad el presbítero don Juan de
Arboledas, que tuvo que hacer frente a la llamada “desamortización de Godoy”
(1798), primer proceso desamortizador de bienes eclesiásticos propiamente
dicho. A esta época parecen corresponder la mayor parte de los títulos de
propiedad conservados en el Archivo Municipal de Bailén, que figuran
encabezados por las últimas escrituras y reconocimientos de censo de los años
1792 y 1797. Tras superar los nuevos procesos desamortizadores decretados durante
el Trienio Liberal (1820-1823), la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la
Soledad apenas sí existía sobre el papel, si
acaso como un reducido conjunto de rentas a cargo de la colecturía parroquial.
Finalmente, la gran desamortización parroquial decretada en septiembre de 1841
supuso la definitiva liquidación de bienes y total desaparición de las dos
primitivas cofradías de la Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad.
3. La solemne procesión del Santo Entierro de Cristo
Durante el siglo XVIII, a
pesar de la popularidad de la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, el
Santo de Entierro de Cristo continuó siendo, desde el punto de vista litúrgico,
la más importante y solemne de las tres procesiones celebradas en la villa,
dentro de la extraordinaria sencillez y humildad de aquella Semana Santa
bailenense.
Por ejemplo, mientras el
administrador de la primitiva Vera Cruz tenía unos gastos muy limitados por la
organización general de sus dos procesiones (limosna a los predicadores por los
dos sermones y derechos de la capilla de música por acompañar en ambos
desfiles), el presbítero don Francisco Martín de Rui Martín, como administrador
de la primitiva cofradía de la Soledad, tenía “sobre sí la carga de la festividad y procesión del Santo Entierro de
Cristo Señor Nuestro el Viernes Santo en la tarde”, “[…] teniendo en esta procesión que pagar más que en las otras
Derechos Parroquiales”, carga que se cita muy elevada “por razón de ser
Entierro de Cristo”, lo que demuestra su tradicional consideración como
procesión “oficial” de la parroquia, esto es, como función culminante de la
liturgia del Viernes Santo.
Siguiendo las citadas
relaciones del Catastro de Ensenada (1752), este mismo administrador de la
Soledad declaró que para su única procesión del Santo Entierro solía gastar 138
reales en cera (el doble de cera que gastaba la primitiva Vera Cruz en dos
procesiones), lo que revela un mayor acompañamiento de invitados,
representantes municipales y clero parroquial. A los gastos de la cera que se
daba “a los eclesiásticos y
capitulares del Concejo” habría que sumar el salario para la “Capilla de Música y Predicador” del
sermón previo a la procesión. También consta el gasto anual de 6 reales por el
“entablado que se hace para el Descendimiento”. Es decir, a mediados del siglo
XVIII en la villa de Bailén todavía se verificaba la ceremonia del
Descendimiento, tan antigua y tradicional en este tipo de cofradías y
procesiones.
Efectivamente, lo más
característico de esta solemne procesión del Santo Entierro de Cristo fue la
simbiosis entre imágenes, clérigos y cofrades en su representación escénica del
Descendimiento. Una representación teatral muy arcaica, común en casi todas las
cofradías de la Soledad que proliferaron durante la segunda mitad del siglo
XVI, también documentada en diferentes puntos de nuestra provincia (Jaén,
Linares, Villanueva del Arzobispo, Torredonjimeno o Jódar), que destacaba por
la plena inserción de determinados espacios urbanos en el transcurso de la
procesión. Por ejemplo, en la villa de Bailén es más que probable que el amplio
atrio de la ermita de la Soledad, extramuros de la población, sirviera como espacio
sacro y singularizado en el cual se instalaba ese pequeño escenario o
“entablado que se hace para el Descendimiento”, continuando desde allí la
comitiva del Santo Entierro, hasta el templo mayor de la Encarnación, donde
quedaría depositado (sepultado) el cuerpo yacente de Cristo, en un ambiente de
pavoroso silencio. El drama así interrumpido, como la propia liturgia del
Viernes Santo, continuaba luego el Sábado de Gloria y el Domingo de Pascua, ya
con nuevos matices de luz, alegría y música triunfal, en la espléndida
celebración parroquial de la Resurrección del Señor.
En este tipo de
ceremonias del Descendimiento (o “del Desenclavamiento”) se mostraba una
evocación del Monte Calvario, al menos con las figuras más básicas y
principales (San Juan y la Virgen), respondiendo al modelo iconográfico de la
Quinta Angustia (“Stabat Mater
dolorosa iuxta crucem
lacrimosa”). Durante la representación, un sacerdote o predicador narraba la
escena, entonando el sermón más grave y apropiado, generalmente sobre “las Siete
Palabras”. El cuerpo de Cristo Crucificado era desclavado de la Cruz por dos
clérigos o cofrades que actuaban como los Santos Varones y que, plegando sus
brazos articulados, lo descendían y lo depositaban en el sepulcro. A
continuación, el Santo Sepulcro (el paso de Jesús Yacente) era portado a
hombros por los cofrades, a la que seguían el resto de imágenes, transcurriendo
así la solemne procesión del Santo Entierro de Cristo, con gran acompañamiento
de clérigos, autoridades y vecinos devotos, en el momento culminante de la
Semana Santa.
En la villa de Bailén esta sencilla y tradicional ceremonia del
Descendimiento es la razón por la que desde principios del siglo XVII (1628) se
tiene constancia de la participación de hasta cuatro pasos para la procesión de
la primitiva cofradía de la Soledad (Santa Cruz, Santo Sepulcro, San Juan y
Nuestra Señora), conforme al estilo más generalizado en este tipo de cofradías.
Es más, puede advertirse que el origen de la Santa Cruz en las
procesiones de Semana Santa de Andalucía se encuentra más vinculado a este tipo
de insignia de la Cruz sola, grande y desnuda, vacía tras la ceremonia del “desenclavamiento”,
que a la advocación titular de las antiquísimas cofradías de la Santa Vera
Cruz. Incluso, todavía hoy, la presencia y participación de pasos con la Santa
Cruz sigue estando mayoritariamente relacionada con estas procesiones y
cofradías de “Soledad y Santo Entierro”, tan populares y extendidas en toda
España. Nótese, por ejemplo, en los sencillos ejemplos cercanos de Mengíbar y
Baños de la Encina, o en los más importantes de Andújar y Linares, donde sus
antiquísimas cofradías de “Soledad y Santo Entierro”, de alguna u otra manera,
son las únicas que, siguiendo la tradición, continúan incluyendo un paso de la
Santa Cruz, con escala y un sudario, en sus respectivas procesiones del Viernes
Santo.
En cualquier caso, es muy probable que en la parroquia de Bailén, como
en otras muchas poblaciones, esta ceremonia del descendimiento se perdiera
definitivamente en las décadas finales del siglo XVIII. Sabemos que en la villa
de Linares “el desenclavamiento” de Cristo se celebraba cada Viernes Santo en
la lonja de la iglesia conventual de San Francisco desde mediados del siglo XVI
(en su atrio o compás de “las moredillas”, hoy plaza de San Francisco); hasta
que en el año 1784 esta ceremonia litúrgica fue prohibida por mandato expreso
del obispo de Jaén, don Agustín Rubín de Ceballos.
Pero aunque
desaparecida aquella ceremonia definitivamente a finales del siglo XVIII, tanto
en Bailén como en Linares, la solemne procesión del Santo Entierro siguió
siendo especialmente relevante e importante, debido a su carácter oficial y
altamente representativo, al que asistían todo tipo de autoridades y
corporaciones, considerada como la función culminante de toda Semana Santa en
la tarde noche de cada Viernes Santo.
4.
La escuadra de la Virgen
La escuadra o “hermandad
de Nuestra Señora de la Soledad” siempre tuvo muy claro su origen, como
hermandad más moderna y distinta de la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de
la Soledad (c.1560). En aquel tiempo este título de Nuestra Señora de la
Soledad era la denominación popular más usual para referirse, de manera
genérica, a una advocación dolorosa de la Virgen o “Nuestra Señora de los
Dolores”. Pero a pesar de ser corporaciones homónimas, la Hermandad de Nuestra
Señora de la Soledad siempre alardeó de su total independencia con respecto de
la cofradía matriz de la ermita de la Soledad. De hecho, su fundación se
formalizó en cabildo celebrado en la ermita de Nuestra Señora de Consolación el Sábado de
Gloria 30 de marzo de 1660, aprobando sus primeras reglas de gobierno
para constituirse en hermandad particular con la obligación principal de servir
y sacar en procesión a las dos imágenes dolorosas existentes entonces en Bailen: “el Jueves Santo
con Nuestra Señora de la Vera Cruz y el Viernes Santo con Nuestra Señora de la
Soledad”. El capítulo 8º de estos estatutos fundacionales lo
dejaba bien claro:
“Item que por cuanto esta Santa Hermandad está sentada por
cofrades de la Vera Cruz y de la Soledad que se sirven en esta villa y esta Santa Hermandad está obligada a salir
el Jueves y Viernes Santo de cada un año en las procesiones con las insignias
que les toca; ordenamos que esta dicha Hermandad haya de servir en dichas dos
procesiones con la imágenes que le toca sacar, conviene a saber: el Jueves
Santo con Nuestra Señora de la Vera Cruz y el Viernes Santo con Nuestra Señora
de la Soledad, para cuyo efecto se hayan de juntar en casa del mayordomo, [y] en haciendo señal la campana de la
cofradía, vestidos con sus túnicas, hayan de ir guiando el Gallardete y en
forma de procesión a la ermita o iglesia donde la procesión saliere […]”
En la exposición de motivos de estos primeros
estatutos otorgados el 30 de marzo de 1660, los hermanos fundadores reconocen que “la cual Hermandad
hicimos habrá diez años, poco más o menos”, siendo necesario constituirse
formalmente y dotarse de reglas internas de gobierno para evitar “discordias y
retenciones” entre los cofrades, para “asegurar la paz y conservar la unión con
que los fieles debemos servir a los Sagrados Misterios y Pasos de la Sagrada
Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo”.
Para la Semana Santa
del año siguiente, la nueva “escuadra de Nuestra Señora” fue admitida como
hermandad filial para participar en las procesiones organizadas por las
primitivas cofradías de la Santa Vera Cruz y de la Soledad, según convenio y
determinadas condiciones establecidas en sendos cabildos celebrados el 25 de
marzo de 1661:
“Que por cuanto Luis Comino Godoy,
vecino de esta villa, y otras treinta personas, por escritura de concordia que
entre sí tienen hecha, han determinado de servir a la Imagen de Nuestra Señora
en las dos Procesiones de la Vera Cruz y de la Soledad, con cierto número de
hachas que para este efecto han labrado a su costa, llevándola hermanos de
dicha Hermandad en dichas Procesiones […]”
En el Archivo Municipal de
Bailén (caja nº 14, legajo 6) se conserva el antiguo libro de cabildos de la
hermandad, con actas desde 1673 hasta 1843. Este tomo incluye un primer
listado, sin fecha, titulado “Memoria de los hermanos de la escuadra de Nuestra
Señora de la Soledad”, en el que figuran 48 hermanos numerados, aunque con
numerosas tachaduras y adicciones posteriores (como hermano nº 1 aparece el
fundador Luis Comino de Godoy) y, a continuación, sus primeras ordenanzas de
gobierno, según las citadas escrituras otorgadas ante notorio en la ermita de
Nuestra Señora de Consolación a 30 de marzo de 1660. Probablemente la Hermandad
de Nuestra Señora de Soledad sea la mejor documentada de todas las escuadras de
Semana Santa que existieron en la villa de Bailén.
A lo largo del siglo XVIII
la devoción popular en torno a la Virgen de la Soledad debió ser muy
floreciente, hasta el punto de convertirse en la Dolorosa por excelencia de la
parroquia de Bailén. Recordemos que durante la primera mitad del siglo XVIII
debió concluirse el espléndido camarín barroco de la ermita de la Soledad. La
propia “escuadra de Nuestra Señora” comenzó a centrar su atención en esta
imagen de la Virgen de la Soledad, en detrimento de Nuestra Señora de la Vera
Cruz (Nuestra Señora de las Angustias o de Consolación), que comenzó a quedar
relegada, poco a poco, de los desfiles procesionales. Durante este proceso
encontramos la siguiente acta de 1746:
“En
diez de abril de mil setecientos quarenta y seis años, estando en casas de su morada de Pedro de
Moya, mayordomo actual de la escuadra de Nra. Sra. de la Soledad, los señores
consiliarios de ella y demás hermanos con dicho mayordomo acordaron unánimes y
conformes renovar la imagen de Nra. Sra. de la Soledad haciendo a dicha Sra.
cabeza y brazos nuevos con la mayor perfección, y para este cuidado nombraron
por agentes y comisarios por su conocido celo a los señores D. Miguel de Molina
y D. Miguel de Gámez, presbíteros, en quienes confían lo harán como
corresponde, y para ello ofreció cada hermano un real de vellón por ahora, y se
dan por entregados en sesenta y dos reales de vellón, y de lo que más costase
darán cuenta y se les pagará por los hermanos de dicha escuadra, y firmaron: Don Miguel de Molina [rubrica] y Don Miguel de Gámez [rúbrica]”
En nota posterior figura el
siguiente ajuste de cuentas:
“Se
ajustó la cabeza y manos que hizo Fran.co
Vriones [Francisco Briones] para Nra. Sra. de la Soledad en ciento y
veinte reales de vellón, de los cuales dio D. Luis de Medina cincuenta reales
que se cobraron de cincuentas hermanos a un real cada uno, y lo restantes hasta
los 120 reales los prestaron los llaveros de [lo existente en] el arca para
abonárselos, que son Sebastián Pérez y Luis Camacho, y para ello se determinó
repartir dicho importe entre los hermanos. Y firmamos en Vaylén a 21 de mayo
del 47 [1747].- Y entregó el dicho D. Miguel de Gámez a dichos llaveros
quarenta y nueve reales a cuenta de los setenta reales arriba dichos y queda
dicho Sr. en cumplir con dicho resto: que son veinte y un reales, 21.”
Renovar o cambiar la cabeza
y las dos manos a una talla de candelero (probablemente la misma imagen de
candelero heredada desde el siglo anterior) es tanto como decir que se hizo una
nueva Virgen Dolorosa para la ermita de la Soledad. Costó 120 reales de vellón,
según el ajuste de cuentas de la hermandad fechado en 21 de mayo de 1747. El
autor de esta nueva imagen de la Virgen de la Soledad fue Francisco Briones,
entallador de Baeza, perteneciente a una destacada familia de escultores
baezanos del siglo XVIII, sobre la que profundizaremos en el siguiente
apartado.
No obstante, aquella imagen
renovada en 1747 fue definitivamente sustituida en el año 1779, cuando la
Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad apostó por la adquisición de una
nueva imagen titular. Por sus muchas referencias y curiosidades (incluyendo los
sobrenombres de las ermitas de la villa) transcribimos a continuación el acta
completa que da testimonio de esta nueva incorporación:
“En
el año 1779, siendo Mayordomo Don Juan Antonio de Costilla y Narvaéz y Alférez Don Miguel Rentero Nájera y Alcalde
Don Simón de Aranda y Soriano, se determinó por toda la Hermandad el hacer una
Ymagen de Nuestra Señora que sirva en los días de Jueves y Viernes Santo y
Novena de los Dolores, lo que con efecto se efectuó y costeó por dicha
Hermandad, trayéndola de la ciudad de Úbeda. Y dicha Sagrada Ymagen se colocó
en la Hermita de San Nicasio (alías Hermita de la Soledad) extramuros de esta
villa, y la Señora Antigua se condució [condujo]
por dicha Hermandad a la Hermita de Nra. Sª. de Consolación (alías Jesús). Y
movió a esta Esquadra el ver las indecencias de las dos Ymágenes Antiguas de
Nra. Señora, así la de Jesús como la de la Soledad, que ambas imágenes de Nra.
Señora eran de esta Esquadra por causa de averlas costeado, como la que hemos
hecho o costeado al presente. Y nos quedamos con la referida nueva Ymagen en
posesión y propiedad como que ha sido costeada por nosotros los Hermanos de la
Soledad y Dolores, cuyo costo fue el de cincuenta ducados, y para darle
adoración la llevamos a casa de D. Juan Pedro de la Chica y Valderrama, Prior
de esta Parroquial, quien la vendixo en Baylen a 30 de marzo de dicho año, que
fue en el referido año Martes Santo. Y por los Comisarios que recogieron la
limosna de los Hermanos y por quien corrió su hechura y conducción, Don Alonso
Pablo Sánchez presbítero y Don Juan Antonio de Costilla y Narváez, para que conste lo firmamos en dicha villa y
dicho día y mes y año.”
Advertir que el mayordomo
que figura en esta acta de la hermandad era nieto de aquel Juan Antonio de
Costilla Narváez que fue último mayordomo electo de la primitiva cofradía
matriz de la Soledad en el año 1700. Sabemos que este descendiente, durante
esta década de 1770, ya no cumplía (por desinterés o por simple desconocimiento)
con su antiguo privilegio familiar de sacar “los pendones que de antiguo se usaban” en la procesión del Santo
Entierro. Todo esto demuestra que la participación popular, el interés cofrade
por la Semana Santa, ya sólo podía entenderse encauzado a través de las
diferentes escuadras, verdaderas protagonistas de las procesiones y del culto
público tributado a las Sagradas Imágenes.
Cuando el texto anterior
dice “indecencias” se refiere sin duda al mal estado de conservación “de las
dos Ymágenes Antiguas de Nra. Señora, así la de Jesús [la de la ermita de Jesús
o Consolación] como la de la Soledad [la de la ermita de la Soledad], que ambas
imágenes de Nra. Sra. eran de esta Esquadra”. Queda claro que la Hermandad de
Nuestra Señora de la Soledad trasladó su antigua imagen de la Virgen de la
Soledad (la renovada por el escultor Francisco Briones en 1746-1747) hasta la
ermita de Nuestra Señora de Consolación (o de Jesús Nazareno), donde también se
custodiaba su otra antigua imagen de Nuestra Señora de la Vera Cruz.
Así fue como en 1779 “las
dos imágenes antiguas de Nuestra Señora” quedaron custodiadas en la céntrica
ermita de Consolación, ambas imágenes retiradas del “servicio procesional” pero
expuestas al culto público, mientras que la nueva y flamante imagen de Nuestra
Señora de la Soledad, bendecida el Martes Santo 30 de marzo 1779, quedó
entronizada en su flamante camarín de la ermita de San Nicasio. No se conoce el
autor de esta nueva talla de la Virgen, procedente de Úbeda, probablemente perteneciente
al círculo artístico de la familia García Espantaleón, otra destacada saga de
pintores y escultores asentada en la ciudad de Úbeda durante la segunda mitad
del siglo XVIII.
Sólo a partir de entonces “los
Hermanos de la Soledad y Dolores” consideraron a esta nueva imagen de Nuestra
Señora como su única titular, para “que sirva en los días de Jueves Santo y
Viernes Santo y Novena de los Dolores”.
La citada “Novena de los
Dolores” (que culminaba en la antigua festividad del Viernes de Dolores) ya se
celebraba en 1741, año en que se cita costeada por la propia hermandad. Este
solemne novenario parroquial se consolidó durante la segunda mitad del siglo
XVIII, pero celebrado a expensas de don Manuel de Aguilar (1722-1789), según
explicaremos más adelante. La devoción de este ilustre vecino, uno de los más
grandes hacendados de toda la historia de Bailén, merece un lugar específico en
la historia de la ermita de la Soledad.
En 1783 el obispo de Jaén,
don Agustín Rubín de Ceballos, obligó a la hermandad a reformar sus antiguas
ordenanzas fundacionales de 1660, que ni siquiera contaban con la preceptiva
aprobación o confirmación de la autoridad diocesana, además de que “por su antigüedad es muy dificultosa su
lección”. Finalmente, las reformadas ordenanzas de la “Hermandad de
Nuestra Señora de la Soledad” fueron aprobadas por el
obispo de Jaén el 22 de marzo de 1784. Su regla primera estableció lo
siguiente:
“1ª.
Mandamos que todos los Nros. Hermanos sean obligados a asistir a las tres
procesiones que salen de esta Iglesia Parroquial el Jueves y Viernes Santo de
cada año, llevando túnica de holandilla negra y cordón de esparto, y para ello
acudirán con tiempo en casa del Hermano Mayor en donde tomarán su cetro y los
demás sus blandones, y juntos con el Alférez con su Gallardete, formando cuerpo
llevarán la devota efigie de Nra. Sra. de la Soledad que para este santo fin se
costeó a nuestras expensas y vistió con la mayor decencia a la citada
Parroquia, sin que en esto se advierta la mayor falta […]”
A estas tres procesiones de
Jueves Santo (Columna), Viernes Santo madrugada (Nazareno) y Viernes Santo
tarde (Santo Entierro), la propia hermandad añadió una estación propia durante
la noche del Viernes Santo; una postrera “procesión contemplativa del paso del
día”, la denominada “procesión de la Soledad”, instituida por primera vez en
cabildo de 8 de abril de 1798, que acordó lo siguiente:
“que
el Viernes Santo de cada un año al toque de la oración de la noche se haga una procesión
nombrada de la Soledad, que saldrá desde su Ermita acompañada de la Señora de
la Hermandad que llevará toda la cera de ésta, y se publicará que todos los
vecinos que quieran asistir han de llevar precisamente una hacha o vela de cera
de forma que el que no la lleve no ha de ser admitido a dicho acompañamiento, y
ha de seguirse una procesión por la estación hasta volver y dejar colocada la
Señora en su Santa Casa Ermita, procurando el que se vaya con buen orden de que
celará [cuidará] el Alcalde de la Hermandad y en caso necesario se pedirá a la
Justicia el que auxilie este fin, pues el ánimo principalmente que en esto
lleva la Hermandad es el que se haga una procesión contemplativa del paso del
día y que gentes de todas clases asistan detrás de la Señora andando la
estación, las que acaso por falta de haber tenido lo preciso para hacerlo de
día lo ejecuten a esta hora, y si para ello fuere forzoso se impetrará
[solicitará] la licencia oportuna del Señor Provisor y Vicario General de este
Obispado.”
No consta que ermita de la
Soledad fuera asaltada durante la Guerra de Independencia, a pesar del atroz
saqueo napoleónico que sufrió la villa de Bailén el 20 de enero de 1810, en uno
de los episodios más brutales de la expedición y triunfal viaje del rey José
Bonaparte por Andalucía. Después de varios años de desorganización se documenta
un acta titulada Principian de nuevo las reuniones de las personas que
componen la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad. Año 1816.
En el acta de este cabildo
de reorganización, celebrado el 7 de abril de 1816, se explica “que a la entrada de los Franceses en 1810
quedaron destrozados los fondos de Cera, Gallardete y todo lo demás necesario
para las funciones de dicha hermandad”, acordándose a continuación el
reparto de “los gastos precisos de
nuevo Gallardete, Palio y lo demás que sea necesario”. El arca con la
cera y enseres de la escuadra siempre se custodiaba en casa del hermano mayor
correspondiente, pero nada se dice de la imagen de la Virgen (bendecida en
1779), que estaría custodiada en la ermita, por lo que entendemos que ésta se salvó
y no fue necesaria su renovación. No obstante, en un cabildo similar de “restauración
o nueva fundación de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en la Columna” (14 de
abril de 1816), se recuerda de forma explícita la profanación y destrucción de
todas las imágenes pertenecientes a esta hermandad en aquel infausto 20 de
enero de 1810, cuando las tropas francesas entraron a saco en Bailén, por lo
que fue necesaria la adquisición de “nuevas efigies de Nuestro Padre Jesús en
la Columna, Nuestro Padre Jesús Nazareno y Jesús en el Sepulcro”. Sabemos que
el saqueo napoleónico de 1810 afectó especialmente a los grandes edificios
públicos del centro de la villa (castillo, casas ayuntamiento, cárcel pública,
ermita de Jesús o panteón parroquial), pero también sabemos que la Virgen de
Zocueca (que estaba en Bailén desde el 4 de agosto de 1808) no sufrió ningún
daño.
La contemporánea “festividad de Nuestra Señora de los Dolores”
se celebró por primera vez el domingo 20 de septiembre de 1840, quedando fijada
desde entonces como fiesta principal de la hermandad, para su celebración el “tercer domingo del dicho mes [de
septiembre] de cada año perpetuamente”,
según se acordó en cabildo celebrado el 19 de abril de 1840. Esta fiesta
alcanzó gran notoriedad hasta los años de la II República, celebrándose siempre
con el traslado de la Virgen de los Dolores hasta la iglesia de la Encarnación,
donde se consagraba solemne función religiosa y multitudinaria procesión de
regreso a su ermita. Realmente la cofradía nunca ha dejado de celebrar esta
festividad de Nuestra Señora de los Dolores, trasladada al 15 de septiembre por
el papa Pío X en 1913 y conservada en el actual Calendario Romano General.
Esta efeméride de 1840 es
muy importante, pues supone la definitiva asimilación del título moderno de la
cofradía, que a partir de entonces dejó de denominarse “Hermandad de Nuestra
Señora de la Soledad” para intitularse “Cofradía de Nuestra Señora de los
Dolores”, cambio de denominación que ya se advierte de forma tímida en las
actas de cabildo desde 1818, pero que sólo consta como título definitivo a
partir de 1840.
Como curiosidad, señalar que las ordenanzas de 1784 estuvieron vigentes
hasta que los nuevos estatutos de la “Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores
de Bailén” fueron aprobados por el obispo de Jaén, don Rafael García y García
de Castro, mediante decreto episcopal de 11 de mayo de 1942.
AHDJ, Sección
Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 124-137.
AHPJ,
Protocolos Notariales, legajo 5937, folios 50rº- 61vº.
AHDJ, Sección
Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas. 22-33, 65-86 y 108-137.
Por escritura de 1 de abril de 1624, otorgada ante el
notario de Jaén Diego García Monreal, previa licencia previa del provisor del
Obispado, la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad “vendió el
derecho de sacar dichos pendones y gobernar dicha procesión” a “don Juan
Costilla y Narváez, vecino de esta dicha villa y cofrade de la citada
Cofradía”. Esta escritura debe referirse al primogénito del hacendado Juan
Costilla y Orbaneja, natural de Bailén, casado con María de Narváez Chirino,
natural de Úbeda; patriarcas de un linaje de gran poder en Bailén. La cesión de
este derecho a un particular no debe resultarnos nada extraña, pues durante los
siglos XVII y XVIII fue común la subasta de insignias en el funcionamiento
ordinario de este tipo de cofradías penitenciales. Fue habitual que esta
subasta anual de insignias, a fuerza de repetirse en un mismo beneficiario o
grupo de beneficiaros, degenera en la cesión o adjudicación definitiva del
derecho a portar determinadas insignias. De hecho, así mismo nacieron las
escuadras de la Semana Santa de Bailén: por cesión o adjudicación definitiva de
los diferentes pasos procesionales de la procesión organizada por la cofradía
matriz.
Con
posterioridad los sucesores de Juan Antonio Costilla y Narváez, último
mayordomo electo en el año 1700, se desentendieron de este derecho y obligación
familiar de sacar “los pendones de la cofradía” de la Soledad, según se
declaraba en el año 1777: que “tales pendones muchos años hacen que no se sacan
en las procesiones por haber estado ausente de esta dicha villa el que posee el
tal derecho, pero hoy día se haya en ella siendo vecino que lo es otro don Juan
Costilla y Narváez, nieto de aquel primero, el que no usa del dicho derecho,
por lo que no salen dichos pendones ni la cera a que se obligaron a sacar con
ellos en dicha procesión”. AHDJ,
Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 306-314 y 337-348.
Un
caso parecido, sobre un privilegio familiar de portar el gallardete, lo
encontramos en la Cofradía de Nuestra Señora de Zocueca.
Los datos de este
de administración entre 1711 y 1724 han sido obtenidos de las diferentes
escrituras sobre censos conservados en Archivo Municipal de Bailén, caja 14.
AHDJ, Sección
Cofradías, Bailén, caja II,
pleito de 1776, páginas 356-360.
Archivo Histórico de Nobleza (Toledo), Osuna, caja
3476, documento 1, folio 93rº y vº (páginas 185-186) y folio 94rº (página 187).
En la misma relación de vecinos de 1764 (folio 58rº, página 115) podemos
encontrar a Andrés Polo, casado con María Rodríguez y con tres hijos, vecino de
la calle de la Puerta de Baeza, que declara ser “santero en la Hermita de la
Soledad, extramuros de esta villa”. Un siglo antes documentamos una mujer
ermitaña de la Soledad, la vecina Ana Delgado, esposa de Pedro de la Torre, que
en su testamento de 6 de agosto de 1685, ordenó “que mi cuerpo sea sepultado en la casa y ermita de mi Señora de la
Soledad, donde soy ermitaña, en sepultura que pareciera al prior de la villa”:
en AHPJ, Protocolos Notariales (Bailén), legajo 5991, folios 100rº-101vº.
AHPJ, Catastro de Ensenada, libro 7629, folios
231rº-233vº.
AHDJ, Sección
Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 306-314.
Archivo Municipal de Bailén, caja 14, legajo 6: Libro de cabildos de la Hermandad de Nuestra
Señora de la Soledad / Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores (1673-1843).
Este legajo incluye las ordenanzas fundacionales de 30 de marzo de 1660 y la
reforma de estatutos aprobada por el obispo de Jaén el 22 de marzo de 1784.
Este legajo no debe confundirse con el resto de la documentación en esta misma
caja, sobre propiedades relativas a la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de
la Soledad (c.1560 -1841).
Durante la segunda mitad del siglo XVIII solo
se conoce en
Úbeda el obrador de la familia García Espantaleón. Sobre este linaje de artesanos
apenas se ha conservado trabajos documentados, tan solo la imagen de la Virgen
del Rosario y de la Aurora de Jódar, obra de Jose Garcia Espantaleon “El Joven” en
1760 o la ornamentación barroca del
retablo mayor de la capilla del Salvador de Úbeda del mismo autor en 1766.
Esta festividad
de Nuestra Señora de los Dolores en el tercer domingo de septiembre (propia de
la Orden de los Servitas) fue extendida a toda la Iglesia Católica en el año
1814 por el papa Pío VII (en recuerdo de su liberación, prisionero de
Napoleón). Así se explica su llegada a la parroquia de Bailén en fecha tan
tardía.