Buscar este blog

miércoles, 21 de abril de 2021

LA CAPILLA Y CRIPTA DE SAN ELOY EN LA IGLESIA DE LA MERCED DE JAÉN (EL PUEBLO CATÓLICO 1910)

 

San Eloy en el retablo junto a él, el paso del Abuelo. Foto: Pasion y Gloria.




De gran interés es la siguiente noticia que vamos a estudiar publicada nuevamente en el periódico provincial “El Pueblo Católico” en la edición del día 22 de marzo de 1910. Un extenso artículo de opinión del director de la publicación, D. José Valladar Serrano (Granada, 1844-Jaén, 1918)[1], que en su narrativa tan propia de la época nos refiere, y nos documenta la hechura de un espacio significativo de la iglesia de la Merced de Jaén, como es el retablo del crucero del lado del evangelio y la cripta que hay bajo sus pies. Un altar dedicado a la antigua imagen de San Eloy perteneciente a la iglesia y que bien pudo salir de las gubias de José de Medina. Una efigie a la que rindió culto una cofradía o congregación de la que se conocen datos extremos hasta la segunda década del XVIII.[2] Tanto la imagen como el retablo aún se conservan, aunque la imagen no se venera en el lugar que le dedicó su promotor.

Valladar en su columna titulada “Arte Religioso” nos desglosa la historia de la construcción, deshaciéndose en elogios en el promotor de la misma, el médico e higienista, D. Eloy Espejo García (1848-1935)[3]. El redactor no escatima en ensalzar el buen propósito social que Espejo realizaba con la inversión en esta obra de arte en una sociedad que comenzaba a dejar de un lado estas antiguas costumbres entre las altas élites y la iglesia, sobre todo en un periodo donde ya era complicado que se enterrasen seglares en los templos.

D. Eloy Espejo, para su construcción fundó un patronato con el título de “Patronato de la Capilla y Cripta de San Eloy” (suponemos que por ser su santo, reutilizando la antigua imagen) con las correspondientes licencias eclesiásticas. Nos narra como las obras comenzaron en 1907 y concluyeron en agosto de 1909, bajo la dirección arquitectónica del entonces ínclito arquitecto D. Justino Flórez Llamas acompañado de su hijo D. Antonio Flórez Urdapilleta. No escatima (para gozo del investigador) en citar los nombres del albañil, el cantero, el escultor y lapidario, los carpinteros, los herreros y el pintor que trabajaron en la elogiada obra. Incluso cita como autor del retablo a la Casa Bellido de Valencia (con obras documentadas en la ciudad de La Carolina), aunque no llegamos a acertar si se refiere al altar que está instalado en la pared del crucero o a uno más pequeño en la cripta.

D. Eloy Espejo García (1848-1935)

La claraboya en la actualidad.


Posteriormente hace una descripción pormenorizada del interior de la cripta, de sus medidas, detalles artísticos, los difuntos familiares del patrono ya enterrados, he incluso nos documenta la hechura de la claraboya que permite entrar la luz solar a su interior. Toda la obra fue bendecida el 24 de octubre de 1909

Para más detalles podemos leer la misma noticia y la transcripción realizada a este propósito.






TRANSCRIPCIÓN:

Arte religioso

El Patronato de la Capilla y Cripta de San Eloy en la iglesia de la Merced

Cojo la pluma, impresionado todavía por un sentimiento profundo, emocionante, mezcla de dulce tristeza y de respetuosa admiración. He visitado recientemente una obra de arte, seria, majestuosa y que se aparta del camino que por desgracia sigue la humanidad en estos tiempos de insensatez, de locura y de deseos inaccesibles de goces materiales, y he experimentado honda pena al considerar, cómo el hombre en general, olvidando su último destino, medita poco en la vida futura y no preocupa como debiera de ese más allá eterno, a que no nos podemos sustraer.

Esta visita, que con gran satisfacción he realizado, me ha hecho ver prácticamente que no todos abrigan en su alma sentimientos tan pequeños y superficiales y que por el contrario, cuando se gastan capitales y energías en levantar circos, plazas de toros y otros centros, destinados a satisfacer tan solo caprichos venales o exigencias, demasiado mundanas; cuando como en nuestra vecina Francia se está haciendo ese despojo incalificable que se llama liquidación de los bienes de las órdenes religiosas, existen también personas piadosas en nuestra católica España y en esta misma hidalga capital del Santo Reino, que animadas por un espíritu eminentemente religioso, al mismo tiempo que por el bendito amor a la familia, santos y puros móviles que impulsaban todos los actos de nuestros gloriosos y felices antepasados, emplean iniciativas y riquezas en edificar una obra religiosa, llena de grandeza y magnificencia, verdadero alarde de arte cristiano, que constituye valiosa ofrenda al Dios de las alturas y es también prueba tierna y respetuosa de purísimo amor filial.

Todo esto, y algo mas que mi pluma no acierta a consignar, es la cripta construida en el amplio e histórico templo de la Merced, a expensas de mi querido y respetable amigo D. Eloy Espejo y García.

Vano empeño sería en mi hacer una descripción completa y detallada de ese monumento severo y grandioso que forman el altar levantado a San Eloy y el mausoleo donde se guardan ya los restos queridísimos de los padres y hermanos del respetable y sabio médico señor Espejo; tarea es esta que ha sido realizada a pocos días con su reconocida competencia por el culto Cronista de Jaén en los dos hermosos artículos, que he leído y saboreado en nuestro estimado colega La Lealtad; pero el natural deseo de que los lectores de EL PUEBLO CATÓLICO conozcan algo de la nueva fundación que con el título de Patronato de la Capilla y Cripta de San Eloy se ha instituido en la iglesia de la Merced, a virtud del Real Orden de 21 de septiembre, Decreto Episcopal de 5 de octubre y auto definitivo del Tribunal Eclesiástico de 20 de noviembre de 1906, me decide a escribir algunas palabras sobre una obra que todavía, y en verdad que es algo extraño, no ha sido admirada por la mayor parte de los habitantes de Jaén.

Los trabajos para construir el altar de S. Eloy y la cripta que bajo él existe, se empezaron en julio de 1907, concluyendo en agosto de 1909, haciéndose bajo la dirección y con arreglo a los planos levantados por el Arquitecto de esta Diócesis don Justino Flórez Llamas y su hijo don Antonio Flórez Urdapilleta, pensionado en Roma por el Gobierno de nuestra nación.

A la ejecución de las obras, han contribuido con pericia y sus esfuerzos el maestro albañil don Francisco Argote; el cantero don Manuel Barajas; el escultor y lapidario don Tomás Cobo; los carpinteros don Antonio y Don Rafael Montuno, los herreros don Joaquín Mejías, don Luis Delgado y don Luis Ureña y el pintor don Manuel Mosquera, todos los que han demostrado cumplidamente sus especiales aptitudes para las artes que con tanto provecho cultivan.

Hermoso golpe de vista presenta el altar dedicado a San Eloy, obra que, separándose de la costumbre, hoy en boga, de adornar templos y altares con un gusto modernista, que abusa de los colores chillones, tiene la severidad que campea en nuestros antiguos retablos y que tanto ayuda a la meditación y al recogimiento.

Nada hay en el nuevo altar, trabajo excelente de los señores Bellido, de Valencia, que siga esta tendencia que he apuntado; que -aun siendo, como es, bellísimo en el conjunto y en todos sus detalles, no se desvía un punto de los preceptos de nuestro arte cristiano.

A la izquierda del altar y en el pavimento del templo, abrese la entrada a la cripta por medio de una reja de hierro, primorosamente calada. Una amplia escalera, cuya anchura es próximamente de dos metros, permita la bajada al subterráneo, donde se llega, no con el temor de abismarse en lo tétrico y misterioso del sepulcro, sino con una especie de respetuosa y dulce melancolía, que nos hace pensar serenamente en el forzoso tránsito de esta vida de azares y luchas a otra más reposada y tranquila. La luz delicada y suave que despiden mariposas colocadas en pequeñas hornacinas, que se han abierto en los muros de piedra, dejan ver lo bastante para contemplar con verdadera admiración el hermoso trabajo de arte que allí se ha realizado, merced a la unión que ha enlazado el talento del artista con la piedad del hijo amante y católico ferviente.

Al concluir la escalera, penetrase en una habitación de reducidas dimensiones destinada a capilla, donde irá el altar dedicado a San Eloy, altar que será primoroso, a juzgar por el proyecto que para su construcción se tiene, y en el que cuando se celebre la santa misa, podrá ser oída por gran número de personas, puesto que ha de verse desde la misma escalera.

Ya dentro de la cripta, lugar que trae a nuestra imaginación el recuerdo de los más ricos y celebrados panteones que la humanidad ha levantado, nos encontramos en un octógono cuya anchura es de tres metros y medio y su elevación de cinco. En sus paredes artísticamente labradas abunda el mármol negro de Jabalcuz y la piedra blanca del Mercadillo. Tres tumbas abiertas en los lados que dan frente a la integra capilla, son las destinadas a guardar los restos queridos de los seres que ya separó la muerte del lado del fundador del Patronato, los de sus parientes que aún viven, y los de él mismo.

Reposan actualmente en la mitad inferior de la tumba del centro, los padres del fundador, D. José Mª Espejo y Ortega y doña María del Carmen García Moreno y sus hermanos D. Anselmo, Dª Concepción, doña Carmen y D. Félix. Destinase la mitad superior a sepulcro del fundador, y las otras dos para cuando fallezcan sus hermanos.

Una maravilla de severidad, no reñida con el buen gusto, y la solidez más inquebrantable con los rasgos característicos de esta construcción reveladora una vez más del talento de los que la han realizado; sorprendiendo también que en aquel paraje, donde alguien no creería encontrar más que sombras y oscuridad, pueda admirarse un rayo de sol claro y consolador que penetra en la cripta, merced a una claraboya abierta en el muro de la iglesia.

En 24 de octubre del año último fue bendecida la cripta por el Ilmo. Sr. Provisor de las Diócesis D. Saturnino Sánchez de la Nieta, y sobre la tumba central hace colocado una lápida en la que se lee esta inscripción:

OSTENDE NOBIS DOMINE MISERICORDIAM TUAM

En varias cartelas, que forman los lienzos de pared, léense también otras inscripciones que recuerdan las fechas de la construcción, la Bula Pontificia y otros datos interesantes, y además, sobre la puerta de entrada, hay otra cartela de bronce labrado, dispuesta para guardar todos los documentos que han de constituir la historia de la fundación.

Tal es la obra, que cautivó grandemente mi atención, causándome la impresión de que hablaba al principio de estos desaliñados renglones. Sentí, sí, dulce tristeza al pensar en la paz y la soledad eterna de la muerte, y respetuosa admiración hacia la persona caritativa y católica que al dedicar un piadoso homenaje a Dios y un sentido recuerdo a los que le dieron el ser, piensa también en su vida futura, emplea además el fruto de sus afanes en proporcionar trabajo a cientos de artistas u obreros, e invierte otras cuantiosas sumas en mejorar las condiciones del lugar santo en que ha depositado los helados restos de los seres para él más queridos y donde algún día ha de ir a reunirse con ellos para dormir el sueño eterno.

Bien merece ser conocida por todos los giennenses la magna empresa realizada por el Sr. D. Eloy Espejo y García, y bien merece el prestigioso ex-Decano de la Beneficencia Municipal la gratitud entusiasta de sus nobles paisanos.

José Valladar Serrano.

Jaén - Marzo -1910

 

 

 



[1] Dirige El Pueblo Católico el 31 de diciembre de 1909 -cuando comienza a publicarse diariamente- José Valladar Serrano, maestro, vicepresidente de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, que estaba al frente del periódico desde noviembre de 1907, al que sucederá Clemente Santamarina Muñoz, licenciado en Filosofía y Letras y funcionario de Tabacos, quien dirigirá el vespertino durante una década. Antes lo ha dirigido, en el periodo 1905-1907, Fernando Fernández Morales, a quien sucede Valladar. CHECA GODOY, Antonio (2013): Historia de la Prensa en Jaén 1808-2012. Asociación de la Prensa de Jaén. pp. 126.

[2] CASADO TENDERO, Antonio (2018): “Apuntes acerca de la Congregación de San Eloy de Jaén”. Pasión y Gloria. Agrupación de cofradías de Jaén, nº 36, pp. 28-35.

[3] Le debemos a él la idea original del Parque de la Concordia, antes llamado Parque de la Victoria, pero no se construyó hasta veinte años más tarde en el Plan de Ensanche de Luis Berges Martínez. En https://www.facebook.com/logiaandresdevandelvira/photos/sab%C3%ADas-qu%C3%A9-eloy-espejo-y-garc%C3%ADa-1848-1935-de-nombre-simb%C3%B3lico-servet-fue-miembro/2212622865438530/

miércoles, 7 de abril de 2021

CULTOS A LOS DOLORES DE TORREDONJIMENO Y MARTOS EN "EL PUEBLO CATÓLICO" (1899).

 




Una de las fuentes imprescindibles para el estudio de las cofradías a partir del siglo XIX, es la prensa. Tanto la nacional, como provincial o local, nos aportaran noticias que se perdieron en la memoria.

En Jaén, uno de los antiguos periódicos que nos van a ofrecer noticias novedosas del pasado, fue “El Pueblo Católico”. Un periódico fundado Por D. Emilio Mariscal Mendoza y que como su propio nombre indica, era una publicación afín a la extensión del catolicismo y a todo fenómeno político-social que se encuadraba en las convicciones de la iglesia en su época. De hecho, basta con leer alguna de sus descripciones en la cabecera de un ejemplar a la hora de afirmar que objetivos tenía la publicación: “Unidad católica, obediencia a la Iglesia, guerra al liberalismo: todo por Dios y por la patria”. Su sede estaba en Jaén, en la calle Muñoz Garnica nº 5 y en la capital costaba su suscripción 1´50 ptas. y fuera de ella 1´70 ptas., saliendo a la venta los lunes y jueves de cada semana.

Por eso, para esta nueva microhistoria cofradiera nos valdremos de la edición del día 29 de marzo de 1899, con un especial que anunciaba la Semana Santa, donde como ya he dicho en otras ocasiones, se nutría de artículos de un patente valor teológico y catequético, algo muy propio de aquel tiempo, y por el que aún muchos siguen apostando como único modelo en las publicaciones actuales.

Como anécdota nos habla de sendas crónicas de los cultos finales de cuaresma en dos localidades vecinas, antaño dependientes de la orden de Calatrava como son Torredonjimeno y Martos.

Por ello, les dejo aquella dos pequeñas noticias para entender cómo se vivía la antesala de la Semana Santa con algo muy particular de la semana santa provincial, por no decir universal, con los cultos dedicados a los Dolores de María, los que acaban en el Viernes de Dolores.

Desde Torredonjimeno, con la firma de “S.V. de R” nos habla este curioso corresponsal que al parecer no vivía en el pueblo normalmente, porque se refiere al director de la publicación aludiendo que llevaba unos días en la localidad y se disponía a pasar una temporada. Durante aquellos días vivió y describió la novena a la popular y devota imagen de la Virgen de los Dolores de Torredonjimeno.

Es significativo a la hora de valorar el pensamiento de cada época como destacaba, dando por sentado, que la iglesia y el católico de entonces apostaba por la suntuosidad ornamental para el exorno de los templos en celebraciones tan significativas. Del texto extraemos que el párroco o cura ecónomo de la iglesia de Santa María era el sacerdote “Fuentes Pérez”.

Los cultos comenzaron el 14 de marzo destacado la actuación en ellos de una capilla musical dirigida por un “sr. Cámara” y se deshace en elogios para describir el buen nivel del predicador en los sermones, que fue el dominico R. P. Antonio González, del que dice que, aunque era desconocido, difícil sería que se olvidara su oratoria. De hecho, destaca que fue invitado por las monjas dominicas de  Torredonjimeno para que hiciera el panegírico en la fiesta de San José.

El corresponsal de Martos firmaba su crónica el 25 de marzo he igualmente destaca el septenario celebrado en la parroquia de Santa Marta en honor de la Virgen de los Dolores. Siguiendo los mismo patrones periodísticos-cofrades de la época reseñaba la decoración efímera del templo y la predicación del cura ecónomo, D. Juan Francisco Páez y la del coadjutor D. Juan Bautista Pérez, siendo Páez quien predicaría la última fiesta que fue costeada por la Asociación de Señoras.

Estas dos escuetas noticias, nos hablan de las cuaresmas de la época, de las corrientes sociales a las que se enfrentaba la iglesia y que colectivos componían la vida parroquial, como vimos recientemente estudiando Bailén como ahora en Torredonjimeno y Martos.




jueves, 1 de abril de 2021

EL ORIGEN DE LAS PROCESIONES DE SEMANA SANTA EN BAILÉN


 

Como era tradicional en todos los rincones del mundo, hoy, Jueves Santo, día del Amor Fraterno, comenzaban las procesiones de Semana Santa en la mayoría de pueblos y ciudades. Por este motivo les dejo de forma resumida la parte esencial del origen de nuestras cofradías pasionistas y las procesiones en Bailén, enmarcadas en aquellas ancestrales procesiones de Jueves y Viernes Santo, y con un análisis más exclusivo de la Escuadra de la Virgen (actual cofradía de la Virgen de los Dolores) ya que es un texto extraído del trabajo “La ermita de La Soledad: Historia del monumento más antiguo de Bailén”. Este es un trabajo totalmente renovador de lo ya conocido que reescribe más exhaustivamente cómo y cuándo nacieron las cuatro tradicionales cofradías: Jesús, Dolores, Santa [Vera] Cruz y San Juan.

 

1. Cofradías y escuadras de Semana Santa

 

Hasta la segunda mitad del siglo XVII las únicas procesiones de Semana Santa en la villa de Bailén fueron las organizadas por las dos únicas cofradías de penitencia existentes entonces en la parroquia de Santa María de la Encarnación: la Cofradía de la Santa Vera Cruz (c.1550) y la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad (c.1560).          

 

La primitiva Cofradía de la Santa Vera Cruz salía de la ermita de Nuestra Señora de Consolación al anochecer del Jueves Santo, con sus hermanos disciplinantes revestidos de túnicas blancas, flagelándose en conmemoración de la Pasión del Señor, presidiendo su cortejo penitente dos imágenes del “Santo Cristo” y “María Santísima” (así citadas desde 1558 hasta 1650).

 

Estas dos primeras imágenes procesionales de la Santa Vera Cruz de Bailén pueden documentarse expuestas al culto público en su ermita de Nuestra Señora de Consolación hasta la segunda mitad del siglo XVIII: un Cristo Crucificado, a veces citado bajo la advocación de “Santo Cristo de la Expiración”, y una Virgen Dolorosa que en la documentación disponible puede aparecer denominada indistintamente como “Nuestra Señora de Consolación”, “Nuestra Señora de las Angustias” o simplemente “Nuestra Señora de la Vera Cruz”.[1]

 

El Viernes Santo por la tarde, después de los “Divinos Oficios”, salía la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad desde la ermita de San Marcos, con todos sus hermanos de riguroso luto, en la solemne procesión del Santo Entierro de Cristo, procesión que al menos desde 1628 ya consta formada por los pasos de la “Santa Cruz”, el “Santo Sepulcro”, “San Juan Evangelista” y “Nuestra Señora de la Soledad”.[2]

 

No obstante, estas dos únicas primitivas cofradías penitenciales de la parroquia de Bailén (Vera Cruz y Soledad), superados algunos años de crisis o estancamiento en torno a 1650, experimentaron una significativa evolución durante la segunda mitad del siglo XVII con la incorporación de nuevos titulares, la configuración definitiva de los cortejos procesionales y la organización de una serie de cuadrillas de cofrades denominadas “escuadras”, esto es: nuevas hermandades de Semana Santa a las que estas primitivas cofradías fueron cediendo sus diferentes imágenes para que les dieran culto y las sacaran en sus respectivas procesiones.

 

En febrero de 1660 doña María del Pozo, viuda de don Gabriel de Alcocer (+1656), administrador del patrimonio del duque de Arcos en la villa de Bailén, hizo la siguiente donación  a la Cofradía de la Santa Vera Cruz:

 

“por mi devoción y porque con más veneración saliese la proçesión de la Vera Cruz desta villa de la hermita de Nra. Sra. de Consolaçión, he traído para ella una Ymagen de Nro. Sr. Amarrado a la Columna, de cuerpo entero al natural. Y otra imagen de Señor San Juan Ebangelista también al natural, para que estén en la dicha hermita [de Consolación] y se saquen en la dicha proçesión [del Jueves Santo]”.[3]

 

En la década de 1680 la Cofradía de la Santa Vera Cruz incorporó una nueva imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, advocación muy del gusto sentimental de aquella época, que pronto adquirió gran devoción y reconocimiento popular. De esta imagen procesional sólo tenemos noticias documentadas a partir de 1684, probablemente producto de una nueva donación a favor de la primitiva Cofradía la Santa Vera Cruz que, casi a continuación, desdobló su hasta entonces única procesión del Jueves Santo para organizar una segunda estación de penitencia dedicada a “Nuestro Señor con la Cruz a cuestas” durante la mañana del Viernes Santo. En aquellos años, tan rotunda y unánime fue la devoción popular alcanzada por esta nueva imagen del Nazareno que se le construyó un camarín o “capilla de Jesús Nazareno”, nueva capilla edificada entre 1696 y 1720, dentro del conjunto de la ermita de Nuestra Señora de Consolación. Tanta devoción popular alcanzó este titular que a principios del siglo XVIII la sede de la Vera Cruz de Bailén comenzó a denominarse (indistintamente) como “ermita de Consolación” o “iglesia de Jesús Nazareno”.

 

En torno a todas estas imágenes procesionales de las primitivas cofradías de la Vera Cruz y de la Soledad fueron organizándose diferentes escuadras o hermandades de Semana Santa. En primer lugar se fundó una “escuadra de Jesús Amarrado a la Columna” (organizada por primera vez para la Semana Santa de 1660), que en los años siguientes también se hizo cargo de llevar los pasos del Santo Sepulcro (desde 1661) y Nuestro Padre Jesús Nazareno (desde 1688).

 

El Sábado de Gloria 30 de marzo de 1660 se constituyó otra “escuadra de Nuestra Señora de la Soledad” como hermandad particular con la obligación “de servir a Nuestra Señora en las dos procesiones de la Soledad y Vera Cruz”, acompañando y portando las imágenes correspondientes: “el Jueves Santo con Nuestra Señora de la Vera Cruz y el Viernes Santo con Nuestra Señora de la Soledad”.

 

Es decir, lo mismo que la “escuadra de Jesús” quedó encargada de servir las imágenes titulares de dos cofradías diferentes (Columna y Santo Sepulcro), la “escuadra de Nuestra Señora”, en su origen, quedó encargada de acompañar y llevar las andas de las dos imágenes dolorosas existentes entonces en la Semana Santa de Bailén (Nª Sª de la Vera Cruz y Nª Sª de la Soledad).

 

En cabildo celebrado el 25 de marzo de 1661 la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad (con las imágenes del Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad ya cedidos a sus respectivas escuadras) continuó designando oficiales encargados de portar los pasos de la Santa Cruz y San Juan Evangelista en su procesión del Santo Entierro. Sin embargo, los siguientes cabildos de la primitiva cofradía de la Soledad se celebraron sin adjudicar cofrades para llevar estas dos insignias, señal inequívoca de que para la Semana Santa de 1662 debieron participar dos nuevas escuadras: la “Hermandad de la Santa Cruz” y la “Hermandad de San Juan Evangelista”, organizadas a imitación de las citadas escuadras de Jesús y de Nuestra Señora.[4]

 

Estas cuatro escuadras o hermandades de Semana Santa ya constan bien consolidadas en la década de 1680, completándose así el panorama más tradicional y característico de la Semana Santa bailenense durante todo el siglo XVIII (y hasta la segunda mitad del siglo XX): al menos cuatro escuadras o hermandades diferentes (Nuestro Padre Jesús, Santa Cruz, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de los Dolores), las cuatro independientes y autónomas en cuanto a su organización y gobierno, sólo con la obligación de congregarse para formar, todas juntas, las tradicionales procesiones de la Semana Santa de Bailén.

 

Esta es la génesis de las cuatro hermandades históricas de la Semana Santa de Bailén: las actuales cofradías de Nuestro Padre Jesús Nazareno, Santa Vera Cruz, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de los Dolores tienen su origen en aquellas cuatro escuadras organizadas durante el trienio 1660-1662, todas fundadas como hermandades filiales de las primitivas cofradías de la Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad.

 

Para explicar de forma más detalla esta gran reconfiguración cofrade de la Semana Santa de Bailén durante las décadas de 1660-1680 (y su evolución hasta la actualidad), estamos ultimando la redacción de un gran trabajo monográfico sobre la historia de todas las cofradías y ermitas de Bailén, que esperamos pronto será publicado.

 

2. Extinción de las primitivas cofradías

 

La formalización y consolidación de estas cuatro escuadras o hermandades de Semana Santa durante el último tercio del siglo XVII provocó que las primitivas cofradías matrices de la Vera Cruz (ermita de Consolación) y de la Soledad (ermita de San Marcos) quedaran muy pronto sin protagonismo real en el cortejo de sus propias procesiones, pues todos los pasos procesionales habían sido cedidos a estas escuadras.

 

Esta disgregación o repentina dispersión cofrade en cuatro escuadras o hermandades diferentes provocó un rápido declive de estas corporaciones matrices, que en muy pocas décadas quedaron desorganizadas por falta total de hermanos y en proceso de extinción. Mientras tanto las diferentes escuadras continuaron congregándose los días de Jueves Santo y Viernes Santo para seguir formando, todas juntas, las tradicionales procesiones de Semana Santa de la parroquia de Bailén.

 

Durante las primeras décadas del siglo XVIII las dos cofradías matrices de la Vera Cruz y Soledad subsistieron reducidas en la figura de un único mayordomo o administrador de bienes (sin más oficiales ni otros cargos directivos). En el caso concreto de la primitiva Cofradía de la Santa Vera Cruz los tres últimos nombramientos de mayordomos realizados en cabildo fueron los de don Antonio Soriano y Tenorio (1725), don Juan Martín de Rui Martín (1727) y don Aparicio Sánchez Soriano (1729). En el año 1731, al no renovarse el nombramiento bianual como correspondía, puede darse por desorganizada la corporación, por ausencia total de hermanos.

 

Del mismo modo la primitiva cofradía de la Soledad quedó completamente desorganizada, sin corporación de hermanos, reducida a obra pía en manos de un único cargo de mayordomo, que lo fue durante más de una década don Martín Soriano Padilla (al menos desde 1689 hasta 1700), sustituido por don Juan Antonio de Costilla y Narváez en cabildo de 17 de marzo de 1700. Este fue el último cabildo que celebró la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad:

 

“[…] que por cuanto Martín Soriano Padilla hace muchos años que sirve la dicha mayordomía y arreglándose al Decreto del Ilmo. Señor Obispo de Jaén mi Señor, nombraron por Mayordomo para que sirva la dicha Cofradía por tiempo de dos años y no más, a don Juan Antonio de Costilla Narváez, vecino de esta villa, al que dieron poder cumplido, el que de derecho se requiere, para que pueda percibir y cobrar todas sus limosnas, censos y demás que tocare a dicha Cofradía, dar cartas de pago, finiquitos y hacer todas las diligencias que fueren necesarias para el buen cobro de la dicha Cofradía. Y estando presente el dicho don Juan de Costilla aceptó el dicho nombramiento y se obligó a dar cuenta con pago de los bienes y rentas de la dicha Cofradía y se obligó en forma con sumisión al fuero eclesiástico y renunciación de las Leyes y fueros de su favor […]”.[5]

 

Al margen de la administración de los bienes de la ermita y cofradía de la Soledad, durante las primeras décadas del siglo XVIII, a efectos de desfile procesional la única obligación de este último mayordomo electo fue cumplir con su “privilegio [familiar] de sacar el Pendón que gobierna y dirige dicha Procesión” del Santo Entierro de Cristo, acompañado de “cuatro hombres con sus túnicas negras y hachas [de cera] en las manos guiando dicha procesión”, encabezando y abriendo paso al solemne cortejo penitencial de la tarde del Viernes Santo, en el que participaban las diferentes escuadras particulares, cada una llevando su propio estandarte y el paso procesional correspondiente, según el siguiente orden tradicional: Santa Cruz, Santo Sepulcro, San Juan Evangelista y Nuestra Señora de la Soledad.[6]

 

La mayordomía de Juan Antonio Costilla y Narváez (1700-1710) -importantísimo hacendado de la localidad- fue traspasada luego a Pedro Manuel de Rus Montoro y Orbaneja (familiar del anterior), que ejerció de administrador de bienes de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad desde 1711 y, al menos, hasta 1724, probablemente como lugarteniente del último mayordomo electo de la cofradía.[7]

 

Con el paso de las décadas, constatada la persistente desorganización de la primitiva cofradía de la Soledad, por ausencia total de hermanos, el Obispado acabó nombrando directamente un administrador diocesano para la obra pía de la “Capilla y Cofradía de María Santísima de la Soledad”, que lo fue el presbítero don Francisco Martín de Rui Martín, al menos entre los años 1752 y 1785.

 

Del mismo modo la extinguida Cofradía de la Santa Vera Cruz fue puesta bajo administración diocesana, oficio que correspondió al sacerdote Jacinto Soriano Rus, designado y nombrado directamente por el Obispado, al menos desde 1759 (según consta en las cuentas aprobadas ese mismo año durante la visita del obispo fray Benito Marín) hasta el año 1779. Durante todos estos años el administrador eclesiástico de la Santa Vera Cruz se encargó de administrar la ermita de Consolación, cobrar las rentas de la cofradía, pagar el subsidio (impuesto eclesiástico) y abonar los derechos parroquiales correspondientes a las dos procesiones del instituto (Columna y Nazareno): sermones, capilla de música y cera para acompañamiento del clero parroquial y regidores municipales; manteniendo además “el privilegio de ir guiando con su Pendón todas las procesiones que le corresponde, pero sin mezclarse con las Escuadras en nada de su gobierno, pues este es y ha sido peculiar de sus mayordomos”.  

 

Efectivamente, el viejo estandarte de la primitiva Vera Cruz, utilizado por los últimos mayordomos de la cofradía para encabezar, dirigir y gobernar sus procesiones del Jueves Santo por la tarde y Viernes Santo por la mañana, todavía lo usaba el administrador diocesano don Jacinto Soriano en el año 1777: “una Bandera o Pendón de tafetán morado, con Cruz de Plata en la vara y tarja pendiente en la misma Cruz con una Imagen de Jesús, la misma [bandera] que hasta de presente se saca en dichas procesiones y días, guiándolas éstas hasta el fin”.[8]

 

En una relación de vecinos y propietarios de la villa de Bailén de 1764 las primitivas cofradías matrices de la Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad aparecen inscritas como fundaciones eclesiásticas de la siguiente manera:

 

“Cofradía de la Santa Vera Cruz y Jesús Nazareno, sita en la Hermita de Nuestra Señora de Consolación de esta villa, que administra don Jacinto Soriano, presbítero, y se compone de una casa inferior contigua a dicha Hermita donde viven los hermitaños de ella, tres fanegas de tierra olivar en este término, bien cuidado, y cinco principales de censo que ascienden a mil ochocientos cincuenta y siete reales y diez y seis maravedís de vellón.”

 

“Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Señor San Marcos, sita en su capilla extramuros de la villa, que administra don Francisco Martín de Ruy Martín, presbítero; se compone su dotación de dos fanegas y un celemín de tierra de olivar, una casa inferior contigua a la ermita que sirve de habitación del ermitaño, otra casa inferior pajar en esta villa, todo bien cuidado, y trece censos, que sus capitales ascienden todos por mayor cuatro mil novecientos cuatro reales y treinta y dos maravedís vellón. Y tiene dicha Cofradía sobre sí la carga de la festividad y procesión del Santo Entierro de Cristo Señor Nuestro el Viernes Santo en la tarde, y los reparos de la Ermita que se halla bastantemente deteriorada.”[9]

 

Debemos entender que en este censo de 1764 se citan estas dos primitivas cofradías penitenciales por ser fundaciones eclesiásticas con numerosas rentas y bienes vinculados a perpetuidad, aunque ya sólo existían “de iure”, como obras pías bajo administración diocesana. Sin embargo, en este censo de 1764 no se incluye ninguna de las escuadras establecidas en la parroquia, por la sencilla razón de no estar fundadas sobre bienes raíces; es decir, por no tener propiedades ni rentas que fiscalizar. En la práctica ambas cofradías (Vera Cruz y Soledad) hacía ya un siglo que se habían disgregado en cuatro escuadras diferentes, oficialmente tituladas Hermandad de Nuestro Padre Jesús en la Columna, Hermandad de la Santa Cruz, Hermandad de San Juan Evangelista y Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad.

 

A lo largo del siglo XVIII las diferentes escuadras sobrevivieron como sencillos grupos parroquiales, a veces sin aprobación superior de sus estatutos, escapando siempre que fue posible de toda jurisdicción (civil y eclesiástica).

 

Por el mismo motivo en las relaciones eclesiásticas para el Catastro de Ensenada (1752) sólo se recogieron las declaraciones correspondientes a la Cofradía de la Santa Vera Cruz y Jesús Nazareno”, propietaria de la ermita de Consolación, y de la “Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad”, propietaria de la ermita de San Marcos.

 

Es muy interesante la declaración presentada por el sacerdote don Francisco Martín de Rui Martín como “administrador de los bienes y rentas de la Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad” (12 de septiembre de 1752) quién reconoció como posesiones de la cofradía dos piezas de “olivar de secano”: una de “treinta y ocho olivas puestas a cartabón” en el sitio de Pozo Palomo, más otra pieza con sesenta y dos olivos en el sitio de “los Ardales”. Además gozaba de quince censos a su favor sobre varias casas y terrenos de la villa. Las cargas declaradas por el administrador de la cofradía fueron las siguientes:

 

“Es de su cargo la Procesión del Viernes Santo en la tarde, la que tiene de costo de doscientos y nueve reales de vellón, con esta distinción:

Zera para la procesión …138 r. [reales]

Del Sermón de dicho día … 015 r.

De Mússica … 030 r.

Del entablado que se hace para el Descendimiento…006 r.

De los Derechos Parroquiales … 020 r.”[10]

 

En 1797 figura como administrador eclesiástico de la ermita y cofradía de la Soledad el presbítero don Juan de Arboledas, que tuvo que hacer frente a la llamada “desamortización de Godoy” (1798), primer proceso desamortizador de bienes eclesiásticos propiamente dicho. A esta época parecen corresponder la mayor parte de los títulos de propiedad conservados en el Archivo Municipal de Bailén, que figuran encabezados por las últimas escrituras y reconocimientos de censo de los años 1792 y 1797. Tras superar los nuevos procesos desamortizadores decretados durante el Trienio Liberal (1820-1823), la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad apenas sí existía sobre el papel, si acaso como un reducido conjunto de rentas a cargo de la colecturía parroquial. Finalmente, la gran desamortización parroquial decretada en septiembre de 1841 supuso la definitiva liquidación de bienes y total desaparición de las dos primitivas cofradías de la Santa Vera Cruz y Nuestra Señora de la Soledad.

 

3. La solemne procesión del Santo Entierro de Cristo

 

Durante el siglo XVIII, a pesar de la popularidad de la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno, el Santo de Entierro de Cristo continuó siendo, desde el punto de vista litúrgico, la más importante y solemne de las tres procesiones celebradas en la villa, dentro de la extraordinaria sencillez y humildad de aquella Semana Santa bailenense.

 

Por ejemplo, mientras el administrador de la primitiva Vera Cruz tenía unos gastos muy limitados por la organización general de sus dos procesiones (limosna a los predicadores por los dos sermones y derechos de la capilla de música por acompañar en ambos desfiles), el presbítero don Francisco Martín de Rui Martín, como administrador de la primitiva cofradía de la Soledad, tenía “sobre sí la carga de la festividad y procesión del Santo Entierro de Cristo Señor Nuestro el Viernes Santo en la tarde”, “[…] teniendo en esta procesión que pagar más que en las otras Derechos Parroquiales”, carga que se cita muy elevada “por razón de ser Entierro de Cristo”, lo que demuestra su tradicional consideración como procesión “oficial” de la parroquia, esto es, como función culminante de la liturgia del Viernes Santo.[11]

 

Siguiendo las citadas relaciones del Catastro de Ensenada (1752), este mismo administrador de la Soledad declaró que para su única procesión del Santo Entierro solía gastar 138 reales en cera (el doble de cera que gastaba la primitiva Vera Cruz en dos procesiones), lo que revela un mayor acompañamiento de invitados, representantes municipales y clero parroquial. A los gastos de la cera que se daba “a los eclesiásticos y capitulares del Concejo” habría que sumar el salario para la “Capilla de Música y Predicador” del sermón previo a la procesión. También consta el gasto anual de 6 reales por el “entablado que se hace para el Descendimiento”. Es decir, a mediados del siglo XVIII en la villa de Bailén todavía se verificaba la ceremonia del Descendimiento, tan antigua y tradicional en este tipo de cofradías y procesiones.

 

Efectivamente, lo más característico de esta solemne procesión del Santo Entierro de Cristo fue la simbiosis entre imágenes, clérigos y cofrades en su representación escénica del Descendimiento. Una representación teatral muy arcaica, común en casi todas las cofradías de la Soledad que proliferaron durante la segunda mitad del siglo XVI, también documentada en diferentes puntos de nuestra provincia (Jaén, Linares, Villanueva del Arzobispo, Torredonjimeno o Jódar), que destacaba por la plena inserción de determinados espacios urbanos en el transcurso de la procesión. Por ejemplo, en la villa de Bailén es más que probable que el amplio atrio de la ermita de la Soledad, extramuros de la población, sirviera como espacio sacro y singularizado en el cual se instalaba ese pequeño escenario o “entablado que se hace para el Descendimiento”, continuando desde allí la comitiva del Santo Entierro, hasta el templo mayor de la Encarnación, donde quedaría depositado (sepultado) el cuerpo yacente de Cristo, en un ambiente de pavoroso silencio. El drama así interrumpido, como la propia liturgia del Viernes Santo, continuaba luego el Sábado de Gloria y el Domingo de Pascua, ya con nuevos matices de luz, alegría y música triunfal, en la espléndida celebración parroquial de la Resurrección del Señor.

 

En este tipo de ceremonias del Descendimiento (o “del Desenclavamiento”) se mostraba una evocación del Monte Calvario, al menos con las figuras más básicas y principales (San Juan y la Virgen), respondiendo al modelo iconográfico de la Quinta Angustia (“Stabat Mater dolorosa iuxta crucem lacrimosa”). Durante la representación, un sacerdote o predicador narraba la escena, entonando el sermón más grave y apropiado, generalmente sobre “las Siete Palabras”. El cuerpo de Cristo Crucificado era desclavado de la Cruz por dos clérigos o cofrades que actuaban como los Santos Varones y que, plegando sus brazos articulados, lo descendían y lo depositaban en el sepulcro. A continuación, el Santo Sepulcro (el paso de Jesús Yacente) era portado a hombros por los cofrades, a la que seguían el resto de imágenes, transcurriendo así la solemne procesión del Santo Entierro de Cristo, con gran acompañamiento de clérigos, autoridades y vecinos devotos, en el momento culminante de la Semana Santa.

 

En la villa de Bailén esta sencilla y tradicional ceremonia del Descendimiento es la razón por la que desde principios del siglo XVII (1628) se tiene constancia de la participación de hasta cuatro pasos para la procesión de la primitiva cofradía de la Soledad (Santa Cruz, Santo Sepulcro, San Juan y Nuestra Señora), conforme al estilo más generalizado en este tipo de cofradías.

 

Es más, puede advertirse que el origen de la Santa Cruz en las procesiones de Semana Santa de Andalucía se encuentra más vinculado a este tipo de insignia de la Cruz sola, grande y desnuda, vacía tras la ceremonia del “desenclavamiento”, que a la advocación titular de las antiquísimas cofradías de la Santa Vera Cruz. Incluso, todavía hoy, la presencia y participación de pasos con la Santa Cruz sigue estando mayoritariamente relacionada con estas procesiones y cofradías de “Soledad y Santo Entierro”, tan populares y extendidas en toda España. Nótese, por ejemplo, en los sencillos ejemplos cercanos de Mengíbar y Baños de la Encina, o en los más importantes de Andújar y Linares, donde sus antiquísimas cofradías de “Soledad y Santo Entierro”, de alguna u otra manera, son las únicas que, siguiendo la tradición, continúan incluyendo un paso de la Santa Cruz, con escala y un sudario, en sus respectivas procesiones del Viernes Santo.

 

En cualquier caso, es muy probable que en la parroquia de Bailén, como en otras muchas poblaciones, esta ceremonia del descendimiento se perdiera definitivamente en las décadas finales del siglo XVIII. Sabemos que en la villa de Linares “el desenclavamiento” de Cristo se celebraba cada Viernes Santo en la lonja de la iglesia conventual de San Francisco desde mediados del siglo XVI (en su atrio o compás de “las moredillas”, hoy plaza de San Francisco); hasta que en el año 1784 esta ceremonia litúrgica fue prohibida por mandato expreso del obispo de Jaén, don Agustín Rubín de Ceballos.

 

Pero aunque desaparecida aquella ceremonia definitivamente a finales del siglo XVIII, tanto en Bailén como en Linares, la solemne procesión del Santo Entierro siguió siendo especialmente relevante e importante, debido a su carácter oficial y altamente representativo, al que asistían todo tipo de autoridades y corporaciones, considerada como la función culminante de toda Semana Santa en la tarde noche de cada Viernes Santo.

 

4. La escuadra de la Virgen

 

La escuadra o “hermandad de Nuestra Señora de la Soledad” siempre tuvo muy claro su origen, como hermandad más moderna y distinta de la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad (c.1560). En aquel tiempo este título de Nuestra Señora de la Soledad era la denominación popular más usual para referirse, de manera genérica, a una advocación dolorosa de la Virgen o “Nuestra Señora de los Dolores”. Pero a pesar de ser corporaciones homónimas, la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad siempre alardeó de su total independencia con respecto de la cofradía matriz de la ermita de la Soledad. De hecho, su fundación se formalizó en cabildo celebrado en la ermita de Nuestra Señora de Consolación el Sábado de Gloria 30 de marzo de 1660, aprobando sus primeras reglas de gobierno para constituirse en hermandad particular con la obligación principal de servir y sacar en procesión a las dos imágenes dolorosas existentes entonces en Bailen: “el Jueves Santo con Nuestra Señora de la Vera Cruz y el Viernes Santo con Nuestra Señora de la Soledad”. El capítulo 8º de estos estatutos fundacionales lo dejaba bien claro:

 

“Item que por cuanto esta Santa Hermandad está sentada por cofrades de la Vera Cruz y de la Soledad que se sirven en esta villa y esta Santa Hermandad está obligada a salir el Jueves y Viernes Santo de cada un año en las procesiones con las insignias que les toca; ordenamos que esta dicha Hermandad haya de servir en dichas dos procesiones con la imágenes que le toca sacar, conviene a saber: el Jueves Santo con Nuestra Señora de la Vera Cruz y el Viernes Santo con Nuestra Señora de la Soledad, para cuyo efecto se hayan de juntar en casa del mayordomo, [y] en haciendo señal la campana de la cofradía, vestidos con sus túnicas, hayan de ir guiando el Gallardete y en forma de procesión a la ermita o iglesia donde la procesión saliere […]”

 

En la exposición de motivos de estos primeros estatutos otorgados el 30 de marzo de 1660, los hermanos fundadores reconocen que “la cual Hermandad hicimos habrá diez años, poco más o menos”, siendo necesario constituirse formalmente y dotarse de reglas internas de gobierno para evitar “discordias y retenciones” entre los cofrades, para “asegurar la paz y conservar la unión con que los fieles debemos servir a los Sagrados Misterios y Pasos de la Sagrada Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesucristo”.

 

Para la Semana Santa del año siguiente, la nueva “escuadra de Nuestra Señora” fue admitida como hermandad filial para participar en las procesiones organizadas por las primitivas cofradías de la Santa Vera Cruz y de la Soledad, según convenio y determinadas condiciones establecidas en sendos cabildos celebrados el 25 de marzo de 1661:

 

“Que por cuanto Luis Comino Godoy, vecino de esta villa, y otras treinta personas, por escritura de concordia que entre sí tienen hecha, han determinado de servir a la Imagen de Nuestra Señora en las dos Procesiones de la Vera Cruz y de la Soledad, con cierto número de hachas que para este efecto han labrado a su costa, llevándola hermanos de dicha Hermandad en dichas Procesiones […]”[12]

 

En el Archivo Municipal de Bailén (caja nº 14, legajo 6) se conserva el antiguo libro de cabildos de la hermandad, con actas desde 1673 hasta 1843. Este tomo incluye un primer listado, sin fecha, titulado “Memoria de los hermanos de la escuadra de Nuestra Señora de la Soledad”, en el que figuran 48 hermanos numerados, aunque con numerosas tachaduras y adicciones posteriores (como hermano nº 1 aparece el fundador Luis Comino de Godoy) y, a continuación, sus primeras ordenanzas de gobierno, según las citadas escrituras otorgadas ante notorio en la ermita de Nuestra Señora de Consolación a 30 de marzo de 1660. Probablemente la Hermandad de Nuestra Señora de Soledad sea la mejor documentada de todas las escuadras de Semana Santa que existieron en la villa de Bailén.[13]

 

A lo largo del siglo XVIII la devoción popular en torno a la Virgen de la Soledad debió ser muy floreciente, hasta el punto de convertirse en la Dolorosa por excelencia de la parroquia de Bailén. Recordemos que durante la primera mitad del siglo XVIII debió concluirse el espléndido camarín barroco de la ermita de la Soledad. La propia “escuadra de Nuestra Señora” comenzó a centrar su atención en esta imagen de la Virgen de la Soledad, en detrimento de Nuestra Señora de la Vera Cruz (Nuestra Señora de las Angustias o de Consolación), que comenzó a quedar relegada, poco a poco, de los desfiles procesionales. Durante este proceso encontramos la siguiente acta de 1746:

 

“En diez de abril de mil setecientos quarenta y seis años,  estando en casas de su morada de Pedro de Moya, mayordomo actual de la escuadra de Nra. Sra. de la Soledad, los señores consiliarios de ella y demás hermanos con dicho mayordomo acordaron unánimes y conformes renovar la imagen de Nra. Sra. de la Soledad haciendo a dicha Sra. cabeza y brazos nuevos con la mayor perfección, y para este cuidado nombraron por agentes y comisarios por su conocido celo a los señores D. Miguel de Molina y D. Miguel de Gámez, presbíteros, en quienes confían lo harán como corresponde, y para ello ofreció cada hermano un real de vellón por ahora, y se dan por entregados en sesenta y dos reales de vellón, y de lo que más costase darán cuenta y se les pagará por los hermanos de dicha escuadra, y firmaron: Don Miguel de Molina [rubrica] y Don Miguel de Gámez [rúbrica]”

 

En nota posterior figura el siguiente ajuste de cuentas:

 

“Se ajustó la cabeza y manos que hizo Fran.co Vriones [Francisco Briones] para Nra. Sra. de la Soledad en ciento y veinte reales de vellón, de los cuales dio D. Luis de Medina cincuenta reales que se cobraron de cincuentas hermanos a un real cada uno, y lo restantes hasta los 120 reales los prestaron los llaveros de [lo existente en] el arca para abonárselos, que son Sebastián Pérez y Luis Camacho, y para ello se determinó repartir dicho importe entre los hermanos. Y firmamos en Vaylén a 21 de mayo del 47 [1747].- Y entregó el dicho D. Miguel de Gámez a dichos llaveros quarenta y nueve reales a cuenta de los setenta reales arriba dichos y queda dicho Sr. en cumplir con dicho resto: que son veinte y un reales, 21.”

 

Renovar o cambiar la cabeza y las dos manos a una talla de candelero (probablemente la misma imagen de candelero heredada desde el siglo anterior) es tanto como decir que se hizo una nueva Virgen Dolorosa para la ermita de la Soledad. Costó 120 reales de vellón, según el ajuste de cuentas de la hermandad fechado en 21 de mayo de 1747. El autor de esta nueva imagen de la Virgen de la Soledad fue Francisco Briones, entallador de Baeza, perteneciente a una destacada familia de escultores baezanos del siglo XVIII, sobre la que profundizaremos en el siguiente apartado.

 

No obstante, aquella imagen renovada en 1747 fue definitivamente sustituida en el año 1779, cuando la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad apostó por la adquisición de una nueva imagen titular. Por sus muchas referencias y curiosidades (incluyendo los sobrenombres de las ermitas de la villa) transcribimos a continuación el acta completa que da testimonio de esta nueva incorporación:

 

“En el año 1779, siendo Mayordomo Don Juan Antonio de Costilla y Narvaéz y Alférez Don Miguel Rentero Nájera y Alcalde Don Simón de Aranda y Soriano, se determinó por toda la Hermandad el hacer una Ymagen de Nuestra Señora que sirva en los días de Jueves y Viernes Santo y Novena de los Dolores, lo que con efecto se efectuó y costeó por dicha Hermandad, trayéndola de la ciudad de Úbeda. Y dicha Sagrada Ymagen se colocó en la Hermita de San Nicasio (alías Hermita de la Soledad) extramuros de esta villa, y la Señora Antigua se condució [condujo] por dicha Hermandad a la Hermita de Nra. Sª. de Consolación (alías Jesús). Y movió a esta Esquadra el ver las indecencias de las dos Ymágenes Antiguas de Nra. Señora, así la de Jesús como la de la Soledad, que ambas imágenes de Nra. Señora eran de esta Esquadra por causa de averlas costeado, como la que hemos hecho o costeado al presente. Y nos quedamos con la referida nueva Ymagen en posesión y propiedad como que ha sido costeada por nosotros los Hermanos de la Soledad y Dolores, cuyo costo fue el de cincuenta ducados, y para darle adoración la llevamos a casa de D. Juan Pedro de la Chica y Valderrama, Prior de esta Parroquial, quien la vendixo en Baylen a 30 de marzo de dicho año, que fue en el referido año Martes Santo. Y por los Comisarios que recogieron la limosna de los Hermanos y por quien corrió su hechura y conducción, Don Alonso Pablo Sánchez presbítero y Don Juan Antonio de Costilla y Narváez, para que conste lo firmamos en dicha villa y dicho día y mes y año.

 

Advertir que el mayordomo que figura en esta acta de la hermandad era nieto de aquel Juan Antonio de Costilla Narváez que fue último mayordomo electo de la primitiva cofradía matriz de la Soledad en el año 1700. Sabemos que este descendiente, durante esta década de 1770, ya no cumplía (por desinterés o por simple desconocimiento) con su antiguo privilegio familiar de sacar “los pendones que de antiguo se usaban” en la procesión del Santo Entierro. Todo esto demuestra que la participación popular, el interés cofrade por la Semana Santa, ya sólo podía entenderse encauzado a través de las diferentes escuadras, verdaderas protagonistas de las procesiones y del culto público tributado a las Sagradas Imágenes.

 

Cuando el texto anterior dice “indecencias” se refiere sin duda al mal estado de conservación “de las dos Ymágenes Antiguas de Nra. Señora, así la de Jesús [la de la ermita de Jesús o Consolación] como la de la Soledad [la de la ermita de la Soledad], que ambas imágenes de Nra. Sra. eran de esta Esquadra”. Queda claro que la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad trasladó su antigua imagen de la Virgen de la Soledad (la renovada por el escultor Francisco Briones en 1746-1747) hasta la ermita de Nuestra Señora de Consolación (o de Jesús Nazareno), donde también se custodiaba su otra antigua imagen de Nuestra Señora de la Vera Cruz.

 

Así fue como en 1779 “las dos imágenes antiguas de Nuestra Señora” quedaron custodiadas en la céntrica ermita de Consolación, ambas imágenes retiradas del “servicio procesional” pero expuestas al culto público, mientras que la nueva y flamante imagen de Nuestra Señora de la Soledad, bendecida el Martes Santo 30 de marzo 1779, quedó entronizada en su flamante camarín de la ermita de San Nicasio. No se conoce el autor de esta nueva talla de la Virgen, procedente de Úbeda, probablemente perteneciente al círculo artístico de la familia García Espantaleón, otra destacada saga de pintores y escultores asentada en la ciudad de Úbeda durante la segunda mitad del siglo XVIII.[14]

 

Sólo a partir de entonces “los Hermanos de la Soledad y Dolores” consideraron a esta nueva imagen de Nuestra Señora como su única titular, para “que sirva en los días de Jueves Santo y Viernes Santo y Novena de los Dolores”.

 

La citada “Novena de los Dolores” (que culminaba en la antigua festividad del Viernes de Dolores) ya se celebraba en 1741, año en que se cita costeada por la propia hermandad. Este solemne novenario parroquial se consolidó durante la segunda mitad del siglo XVIII, pero celebrado a expensas de don Manuel de Aguilar (1722-1789), según explicaremos más adelante. La devoción de este ilustre vecino, uno de los más grandes hacendados de toda la historia de Bailén, merece un lugar específico en la historia de la ermita de la Soledad.

 

En 1783 el obispo de Jaén, don Agustín Rubín de Ceballos, obligó a la hermandad a reformar sus antiguas ordenanzas fundacionales de 1660, que ni siquiera contaban con la preceptiva aprobación o confirmación de la autoridad diocesana, además de que “por su antigüedad es muy dificultosa su lección”. Finalmente, las reformadas ordenanzas de la “Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad” fueron aprobadas por el obispo de Jaén el 22 de marzo de 1784. Su regla primera estableció lo siguiente:

 

“1ª. Mandamos que todos los Nros. Hermanos sean obligados a asistir a las tres procesiones que salen de esta Iglesia Parroquial el Jueves y Viernes Santo de cada año, llevando túnica de holandilla negra y cordón de esparto, y para ello acudirán con tiempo en casa del Hermano Mayor en donde tomarán su cetro y los demás sus blandones, y juntos con el Alférez con su Gallardete, formando cuerpo llevarán la devota efigie de Nra. Sra. de la Soledad que para este santo fin se costeó a nuestras expensas y vistió con la mayor decencia a la citada Parroquia, sin que en esto se advierta la mayor falta […]”

 

A estas tres procesiones de Jueves Santo (Columna), Viernes Santo madrugada (Nazareno) y Viernes Santo tarde (Santo Entierro), la propia hermandad añadió una estación propia durante la noche del Viernes Santo; una postrera “procesión contemplativa del paso del día”, la denominada “procesión de la Soledad”, instituida por primera vez en cabildo de 8 de abril de 1798, que acordó lo siguiente:

 

“que el Viernes Santo de cada un año al toque de la oración de la noche se haga una procesión nombrada de la Soledad, que saldrá desde su Ermita acompañada de la Señora de la Hermandad que llevará toda la cera de ésta, y se publicará que todos los vecinos que quieran asistir han de llevar precisamente una hacha o vela de cera de forma que el que no la lleve no ha de ser admitido a dicho acompañamiento, y ha de seguirse una procesión por la estación hasta volver y dejar colocada la Señora en su Santa Casa Ermita, procurando el que se vaya con buen orden de que celará [cuidará] el Alcalde de la Hermandad y en caso necesario se pedirá a la Justicia el que auxilie este fin, pues el ánimo principalmente que en esto lleva la Hermandad es el que se haga una procesión contemplativa del paso del día y que gentes de todas clases asistan detrás de la Señora andando la estación, las que acaso por falta de haber tenido lo preciso para hacerlo de día lo ejecuten a esta hora, y si para ello fuere forzoso se impetrará [solicitará] la licencia oportuna del Señor Provisor y Vicario General de este Obispado.”

 

No consta que ermita de la Soledad fuera asaltada durante la Guerra de Independencia, a pesar del atroz saqueo napoleónico que sufrió la villa de Bailén el 20 de enero de 1810, en uno de los episodios más brutales de la expedición y triunfal viaje del rey José Bonaparte por Andalucía. Después de varios años de desorganización se documenta un acta titulada Principian de nuevo las reuniones de las personas que componen la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad. Año 1816.

 

En el acta de este cabildo de reorganización, celebrado el 7 de abril de 1816, se explica “que a la entrada de los Franceses en 1810 quedaron destrozados los fondos de Cera, Gallardete y todo lo demás necesario para las funciones de dicha hermandad”, acordándose a continuación el reparto de “los gastos precisos de nuevo Gallardete, Palio y lo demás que sea necesario”. El arca con la cera y enseres de la escuadra siempre se custodiaba en casa del hermano mayor correspondiente, pero nada se dice de la imagen de la Virgen (bendecida en 1779), que estaría custodiada en la ermita, por lo que entendemos que ésta se salvó y no fue necesaria su renovación. No obstante, en un cabildo similar de “restauración o nueva fundación de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en la Columna” (14 de abril de 1816), se recuerda de forma explícita la profanación y destrucción de todas las imágenes pertenecientes a esta hermandad en aquel infausto 20 de enero de 1810, cuando las tropas francesas entraron a saco en Bailén, por lo que fue necesaria la adquisición de “nuevas efigies de Nuestro Padre Jesús en la Columna, Nuestro Padre Jesús Nazareno y Jesús en el Sepulcro”. Sabemos que el saqueo napoleónico de 1810 afectó especialmente a los grandes edificios públicos del centro de la villa (castillo, casas ayuntamiento, cárcel pública, ermita de Jesús o panteón parroquial), pero también sabemos que la Virgen de Zocueca (que estaba en Bailén desde el 4 de agosto de 1808) no sufrió ningún daño.

 

La contemporánea “festividad de Nuestra Señora de los Dolores” se celebró por primera vez el domingo 20 de septiembre de 1840, quedando fijada desde entonces como fiesta principal de la hermandad, para su celebración el “tercer domingo del dicho mes [de septiembre] de cada año perpetuamente”, según se acordó en cabildo celebrado el 19 de abril de 1840. Esta fiesta alcanzó gran notoriedad hasta los años de la II República, celebrándose siempre con el traslado de la Virgen de los Dolores hasta la iglesia de la Encarnación, donde se consagraba solemne función religiosa y multitudinaria procesión de regreso a su ermita. Realmente la cofradía nunca ha dejado de celebrar esta festividad de Nuestra Señora de los Dolores, trasladada al 15 de septiembre por el papa Pío X en 1913 y conservada en el actual Calendario Romano General.[15]

 

Esta efeméride de 1840 es muy importante, pues supone la definitiva asimilación del título moderno de la cofradía, que a partir de entonces dejó de denominarse “Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad” para intitularse “Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores”, cambio de denominación que ya se advierte de forma tímida en las actas de cabildo desde 1818, pero que sólo consta como título definitivo a partir de 1840.

 

Como curiosidad, señalar que las ordenanzas de 1784 estuvieron vigentes hasta que los nuevos estatutos de la “Cofradía de Nuestra Señora de los Dolores de Bailén” fueron aprobados por el obispo de Jaén, don Rafael García y García de Castro, mediante decreto episcopal de 11 de mayo de 1942.

 



[1] Un ejemplo en AHPJ, Protocolos Notariales (Bailén), legajo 5997, sin foliar: escritura 25 de octubre de 1693 otorgada por Maior de la Cuesta, viuda de Miguel de Tenorio, sobre donación de censo de veinte ducados de principal “a la cofradía de la Santa Vera Cruz e imagen de Nra. Señora de las Angustias que esta sita y colocada en la ermita de Nra. Señora de Consolación de esta villa”

[2] AHDJ, Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 124-137.

[3] AHPJ, Protocolos Notariales, legajo 5937, folios 50rº- 61vº. 

[4] AHDJ, Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas. 22-33, 65-86 y 108-137. 

[5] AHDJ, Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 124-137.

[6] Por escritura de 1 de abril de 1624, otorgada ante el notario de Jaén Diego García Monreal, previa licencia previa del provisor del Obispado, la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad “vendió el derecho de sacar dichos pendones y gobernar dicha procesión” a “don Juan Costilla y Narváez, vecino de esta dicha villa y cofrade de la citada Cofradía”. Esta escritura debe referirse al primogénito del hacendado Juan Costilla y Orbaneja, natural de Bailén, casado con María de Narváez Chirino, natural de Úbeda; patriarcas de un linaje de gran poder en Bailén. La cesión de este derecho a un particular no debe resultarnos nada extraña, pues durante los siglos XVII y XVIII fue común la subasta de insignias en el funcionamiento ordinario de este tipo de cofradías penitenciales. Fue habitual que esta subasta anual de insignias, a fuerza de repetirse en un mismo beneficiario o grupo de beneficiaros, degenera en la cesión o adjudicación definitiva del derecho a portar determinadas insignias. De hecho, así mismo nacieron las escuadras de la Semana Santa de Bailén: por cesión o adjudicación definitiva de los diferentes pasos procesionales de la procesión organizada por la cofradía matriz.

Con posterioridad los sucesores de Juan Antonio Costilla y Narváez, último mayordomo electo en el año 1700, se desentendieron de este derecho y obligación familiar de sacar “los pendones de la cofradía” de la Soledad, según se declaraba en el año 1777: que “tales pendones muchos años hacen que no se sacan en las procesiones por haber estado ausente de esta dicha villa el que posee el tal derecho, pero hoy día se haya en ella siendo vecino que lo es otro don Juan Costilla y Narváez, nieto de aquel primero, el que no usa del dicho derecho, por lo que no salen dichos pendones ni la cera a que se obligaron a sacar con ellos en dicha procesión”. AHDJ, Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 306-314 y 337-348.

Un caso parecido, sobre un privilegio familiar de portar el gallardete, lo encontramos en la Cofradía de Nuestra Señora de Zocueca. 

[7] Los datos de este de administración entre 1711 y 1724 han sido obtenidos de las diferentes escrituras sobre censos conservados en Archivo Municipal de Bailén, caja 14. 

[8] AHDJ, Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 356-360. 

[9] Archivo Histórico de Nobleza (Toledo), Osuna, caja 3476, documento 1, folio 93rº y vº (páginas 185-186) y folio 94rº (página 187). En la misma relación de vecinos de 1764 (folio 58rº, página 115) podemos encontrar a Andrés Polo, casado con María Rodríguez y con tres hijos, vecino de la calle de la Puerta de Baeza, que declara ser “santero en la Hermita de la Soledad, extramuros de esta villa”. Un siglo antes documentamos una mujer ermitaña de la Soledad, la vecina Ana Delgado, esposa de Pedro de la Torre, que en su testamento de 6 de agosto de 1685, ordenó “que mi cuerpo sea sepultado en la casa y ermita de mi Señora de la Soledad, donde soy ermitaña, en sepultura que pareciera al prior de la villa”: en AHPJ, Protocolos Notariales (Bailén), legajo 5991, folios 100rº-101vº. 

[10] AHPJ, Catastro de Ensenada, libro 7629, folios 231rº-233vº. 

[11] AHDJ, Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 306-314. 

[12] AHDJ, Sección Cofradías, Bailén, caja II, pleito de 1776, páginas 27-31.

[13] Archivo Municipal de Bailén, caja 14, legajo 6: Libro de cabildos de la Hermandad de Nuestra Señora de la Soledad / Hermandad de Nuestra Señora de los Dolores (1673-1843). Este legajo incluye las ordenanzas fundacionales de 30 de marzo de 1660 y la reforma de estatutos aprobada por el obispo de Jaén el 22 de marzo de 1784. Este legajo no debe confundirse con el resto de la documentación en esta misma caja, sobre propiedades relativas a la primitiva Cofradía de Nuestra Señora de la Soledad (c.1560 -1841). 

[14] Durante la segunda mitad del siglo XVIII solo se conoce en Úbeda el obrador de la familia García Espantaleón. Sobre este linaje de artesanos apenas se ha conservado trabajos documentados, tan solo la imagen de la Virgen del Rosario y de la Aurora de Jódar, obra de Jose Garcia Espantaleon “El Joven” en 1760  o la ornamentación barroca del retablo mayor de la capilla del Salvador de Úbeda del mismo autor en 1766

[15] Esta festividad de Nuestra Señora de los Dolores en el tercer domingo de septiembre (propia de la Orden de los Servitas) fue extendida a toda la Iglesia Católica en el año 1814 por el papa Pío VII (en recuerdo de su liberación, prisionero de Napoleón). Así se explica su llegada a la parroquia de Bailén en fecha tan tardía.