Es difícil condensar tanta información en tan pocas páginas, aunque algunos piensen que son muchas. Me estrenaba en el “Programa de Fiestas” 2017, la “revista cultural” más antigua de Bailén desde que hace casi un siglo decidiesen que aquel compendio de páginas, además de publicar los actos y celebraciones de las fiestas (aquí nunca se le ha llamado feria) en conmemoración de nuestra página más rutilante en la historia de España y en si en el mundo, la victoria sobre Napoleón en la Batalla de Bailén (el 19 de julio de 1808), fuese también un lugar para darle cabida a la cultura bailenense, y con ella darle un lugar a la historia de la misma. Muchos siempre han pensado que en él se debería de hablar de batalla y más batalla, pero yo, como haría uno de sus grandes impulsores de la publicación, don Pablo Morillas (investigador aficionado como el que suscribe), preferí y así lo intentaré hablar de toda la historia, desde las diferentes perspectivas que pueda acaparar la vida de la ciudad. Siempre dije que mis estudios, vistos desde la vida religioso primarían, pero puede que no, y espero que lo vean en el próximo número. Pero en esta ocasión, ponerle un título acertado era complicado. Llevaban no sé cuántos años sin hablarse de la Virgen de Zocueca en el mismo, a veces, como diría un amigo mío, parece que lo religioso ha de apartarse, y es un error, porque si de algo nos queda grandeza es mayoritariamente desde el aspecto religioso, aunque también se haya perdido no poco, sino una barbaridad.
Año de Coronación Canónica, y qué mejor que hablar de esa corona que siempre luce el 20 de julio, porque las fiestas son los soldados y la Virgen, y después lo demás. Pero había más porque aparecían nombres. Qué poco se ha investigado sobre los nombres de los bailenenses. Ilustres Soriano Marañón, propensos como todos los hacendados de la época a una fuerte afiliación y realce de todo lo concerniente a la iglesia (y las necesidades del pueblo), ya que sus valores deberían ser los de toda una nación, forma de entender la vida en un respectivo período, con o sin imposición, como la vida misma, como hoy día, desde todos los ámbitos de la sociedad, aunque a veces no lo veamos. Recuerdos románticos que nos llevaron a conocer ese gran árbol genealógico de la popular familia Corchado, aunque muchos de las nuevas generaciones no les pongamos cara, pero su apellido aún resuene con fuerza en la cultura bailenense, aunque a mi parecer poco valorada y quizás desvirtuada, según quién cuente la historia... Investigando siempre se encuentra lo que no se busca y dimos con el donante, don Tomás Soriano Marañón, de ahí a sus descendientes y de él a sus ancestros para poder conocer quién fue don Manuel de Aguilar, aquel misterioso caballero que duerme el sueño eterno en el suelo sagrado de la ermita de la Soledad (cuánta devoción a su Virgen de los Dolores). Las obras benefactoras de todo un árbol genealógico condensado en muchas páginas para unos, en poquísimas para el que suscribe, que ojalá, en el futuro pueda volver a ampliar, pero primero fue la casualidad y después la búsqueda con intención. Porque la investigación nunca para, y ya de por sí, este artículo es corregible y ampliable (ya en el periodo de imprenta), solo dos detalles que me pinchan desde entonces; decía que no sabía porque se enterró en la Soledad cuando pidió que se enterrarse en su ermita de la Toscana, en un codicilo que yo no tenía entonces, en él cambió muchas cosas, entre ellas esta y su heredero, que acabó siendo su sobrino Pedro Vicente Soriano Aguilar, padre de D. Bartolomé Soriano y Aguilar (utilizó los mismos apellidos de su padre) y no su hermano menor como atrevidamente puse ante la falta de más datos, aun sabiendo que ya había muerto la hermana de Manuel de Aguilar y no se citaba entre sus hijos ningún Bartolomé, pero creo es de buen investigador, equivocarse y rectificar. La figura de Bartolomé Soriano Aguilar, otra de las grandes personalidades a mostrar a las generaciones actuales…
En este enlace podrán leer un artículo que me consta, fue muy agradecido en el pueblo.
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