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sábado, 11 de mayo de 2019

SÁBADO DE PASIÓN 2019... LA ANTESALA DE LA GRACIA.




Un historiador sin documentación, sin datos, sin historia…  no es nada.  Si alguien no hubiese dejado pistas en la vida, en el pasado, poca historia podríamos haber contado.  Es una reflexión que viene inundando mi cabeza desde prácticamente el día que dejé de publicar en el blog.  No pretendo volver a ser el de antes, he vuelto, pero de otra forma, aunque no piense calentarme mucho la cabeza porque ya no tengo mi tiempo para esto.  Tengo ganas de contar algo, y eso será el volver a dejar constancia de mi Semana Santa. Yo pretendo hacer un diario, una fuente documental que me haga recordar las mejores sensaciones del año en la Semana de Dios. Ya estaba hasta perdiendo la costumbre de estas cursilerías, y es que en este camino andado le pegaron una patada en el trasero a mi romanticismo. Tal vez debería buscar nuevas frases, nuevos términos. Me viene diciendo estos últimos años mi amigo Cristóbal que desde que no hacía crónicas ya le costaba revivir lo vivido en la ciudad eterna, eterna pasión de nuestra vida…
Por ello dejaré constancia de esta Semana Santa 2019, de una Semana Santa que estos últimos años no ha sido como tantos años las conté.  La Semana Santa que, por la gracia del trabajo, me quedo sin la gracia al menos tres días en Sevilla.  Todo ha cambiado tanto que he decidido volver a la calle, creo que es el mejor lugar para poder vivir la Semana Santa con algo de más verdad en esta vida con tanta mentira e hipocresía, aunque también me estoy encontrado los sinsabores de este lugar, al final las miserias de la vida se reflejan en todos los campos de la vida. Así que todo este bagaje ha obrado que haya que volver a la víspera, a vivir un Domingo de Ramos apretado con la noche y una vuelta gloriosa al mediodía del Jueves Santo hasta que la Aurora roce el mediodía del Domingo de Resurrección en el adiós de la calle de madre Angelita. Pasan los años, y pasa muchas cosas. Ahora saboreo más el momento y con un par de fotitos hay suficiente.
Y he de ser franco. Volvemos a Sevilla en lo que llaman las vísperas. Viajamos con la misma ilusión como si la Semana Santa empezará antes del Domingo de Ramos. Y la primera sensación que tengo que admitirles es que para mí no es Semana Santa.  Por lo menos la de Sevilla no empieza dos días antes.  Las Vísperas es lo que requiere la religiosidad cofradiera de los barrios alejados del centro. Ese centro que tanto le da sus cofradías, obviamente deja a esas cofradías huérfanas de esa gracia. Las vísperas son la procesión anual del barrio, en este caso de penitencia, las que cubren esa necesidad parroquial que en otros barrios lo hace una de gloria.

He de admitir que no siento la magia de la semana esperada cuando llegué por San José Obrero.  Allí había bulla y las esencias sevillanas.  Y salió el paso del Señor de la Caridad y detrás la Virgen de los Dolores bajo su palio azul.  Comienza la gloria, pero no termina de explosionar. 
Las Vísperas aportan al programa iconográfico de Sevilla algunas imágenes, que son buenas, algunas mucho, otras menos… pero siguen dibujando esa esencia de hermandad que no parece de Sevilla. La costalería es buena, prácticamente en Sevilla ya no hay costaleros o cuadrillas malas. Cualquier Cruz de Mayo puede dar lecciones a media Andalucía en el arte de llevar las imágenes.  Tengo que confesar que me quito el sombrero cuando veo andar los pasos de Antonio Santiago. Cómo un paso tan pequeñito, dónde un Nazareno y el Cirineo están tan apretados, puede moverse con ese aplomo y fijación.  Tras Él, la agrupación musical de los Gitanos. Este año las agrupaciones musicales han sido muy protagonistas en nuestras conversaciones por la llegada de la Pasión de Linares a Sevilla.  Y los Gitanos pues suenan bien, pero no consiguen levantar esos pellizcos que solo Sevilla podía hasta hace pocas fechas. La verdad, no sé qué buscan con las nuevas rearmonizaciones que desfiguran lo mejor de su esencia. Preferimos que suene “La Saeta” que cualquier propia.  Nos preguntamos cuántos años tienen que pasar para que se apueste por un paso de calidad, de los que gusta Sevilla. En el paso palio seremos más permisivos, los bordados tardan más en llegar.
Se hace pesada una jornada de Vísperas (y eso que no fuimos ni a Torreblanca ni a San Jerónimo), sin ese encanto que tiene el centro de que en la otra manzana hay otra hermandad o que el paseo puede durar como mucho diez minutos buscando una cofradía en lo más normal de los casos. En las vísperas, las cofradías están separadas por kilómetros. Con lo que hay que ir en el coche y el consiguiente problema de aparcamiento. Por ello aposté por viajar a un barrio especial para nosotros. La Hermandad de Padre Pío hace estación de penitencia a la que ya he bautizado como la Triana del Este. Volver al Cerro del Águila es siempre un placer porque el barrio tiene encanto para ello.  Cuánto tiempo (desde que lo pisé la primera vez) sin visitarlo y ahora estoy cada dos por tres por sus calles.
Buscábamos similar estampa; un Nazareno, paso de líneas sencillas y correctas, y barnizado. Agrupación musical tras sus pasos y un paso palio con una virgen nuevamente de Álvarez Duarte. Fue un placer volver a aparcar sin premeditarlo en aquel polígono donde nos dejó el autobús en septiembre de 2002. Desde entonces tengo menos pelo, más kilos, con muchas experiencias y palos que nos han ido modelando, en fin, con 17 años más caminábamos en busca de ese pequeño pueblo que es el Cerro rodeado de esa Sevilla que no parece Sevilla. El Cerro es lo más parecido a Sevilla en aquellas latitudes. Tiene la misma vida de Triana. Sus calles, los naranjitos, sus vecinos… no me podía ir sin comerme otro helado de los Valencianos (el San Marcos, de otra galaxia…).  Era la primera vez que veía a Padre Pío y se presentó una cofradía típica de las Vísperas.  No muchos nazarenos, pero con la decencia y las formas que solo Sevilla consigue con poco. Buscábamos la puerta de la iglesia del Cerro mientras en una esquina reviraba el Nazareno.  Pero nos dimos cuenta que el Señor ya había hecho su estación y que la que llegaba a las puertas de la Casa de la Virgen de los Dolores era la Virgen de la Divina Gracia.  Admito que sentí el pellizco de la gracia cuando apareció la misma luz de la tarde y la misma bulla de aquel 15 de septiembre mágico.  La multitud abrazaba el palio de Padre Pío cuando ante la puerta de la Iglesia se presentaba.  Terminó la marcha y un vecino decía: “tiene que ser Coronación…” y la silbaba al compás. Y así fue, volvió a sonar la marcha de la coronación, el himno de nuestra primera vez viendo un paso en las calles de Sevilla, aunque a esa Sevilla le cueste divisar el Giraldillo entre sus calles. Solo le faltó Campanilleros y el sonrrison de Vicente al escuchar el redoble de la caja.




Cuando el palio se marchó, no podíamos estar en el Cerro sin entrar a visitar a su hermandad, la bandera del barrio.  Pocas cofradías he visitado este año en los templos. La verdad, sí el Cerro es conocido en la ciudad y fuera de ella es por su hermandad del Martes Santo.  Martes Santo que no pude volver a visitar como llevo ya tres años. Me quedé con las ganas del gran estreno de la Semana Santa.  Sin duda, Sevilla va al Cerro del Águila a contemplar a la Hermandad de Padre Pío.  La Iglesia se abarrotó para contemplar los pasos que ya esperaban la Semana Santa y sobre todo el nuevo del Nazareno de la Humildad, porque ya todo el mundo lo llama El Nazareno del Cerro.  He de confesar que lo que se refiere a la talla no cabe duda que es una joya, su autor tal vez es el referente hoy en día en la talla neobarroca de los pasos procesionales. Se ha dicho que el barnizado es probablemente muy oscuro que no deja ver la calidad de talla.  Pero no lo creo, ya que es la tonalidad más o menos más utilizada en el barnizado de pasos. Tal vez lo que falla es el diseño que a vista más común desde dónde se ve un paso, a pie de calle, poco de novedoso ha tenido a mi percepción ante tanto bombo y platillo de lo que iba a aportar. Incluso la altura de los candelabros y la estrechez que asfixian al Nazareno.  El nivel de la imaginería de las andas tampoco creo que esté a la altura de lo que demanda el arte cofradiero de la ciudad referente en estos menesteres. La cruz me parece portentosa, pero aunque estoy seguro que Miñarro realizó el Nazareno con vistas a que procesionase, yo veo las manos del Cristo como para que cogieran una cruz con la sección mucho más plana y el travesaño más corto para abrazarla como desde su bendición hemos venido viendo al Señor de la Humildad.  No se ven naturales sus manos agarrando esa cruz más realista que nos recuerda a la que carga Jesús en la película de Mel Gibson. Frontalmente es un cristo de capilla, sin duda.
A su vera, el misterio el Cristo del Desamparo y Abandono.  Y la reina del Cerro, bellísima genialidad el maestro Sebastián Santos. Llegados a este punto, aprovecharé la ocasión para exponer un sentimiento que me inunda. El Crucificado del Cerro, una antigua imagen que pasó desapercibida prácticamente durante siglos de los sevillanos por la calle San Luis y que esta hermandad relanzó a la fama que arrastran las imágenes de Sevilla gracias a convertirla en un titular de una cofradía de la ciudad. Mucho he venido reflexionando sobre la imaginería que se hace hoy en día mientras tenemos grandes joyas de los Siglos de Oro aguardando en templos (o incluso anticuarios) tal vez el impulso que le podía dar una cofradía.  Algunas cofradías de las vísperas o de las que llegaron de las Vísperas a la Semana Santa podrían haberse planteado está alternativa, aunque es cierto que hoy en día, que con las imágenes de culto interno de los templos y conventos son mucho más reacios sus propietarios a ceder su imaginería y renunciar al culto en sus templos. Algo que en otros tiempos no se echaban tanto las manos a la cabeza. El Crucificado del Cerro es un ejemplo.  Veo estos nazarenos, que están bien, pero por ejemplo recuerdo al que está en El Salvador en el retablo de la nave del Evangelio o para el Sábado Santo el Varón de Dolores de la Hermandad del Sol y pienso que sería si fuera el Varón de Dolores de Roldán del Pozo Santo.  Perdónenme si les molesta, pero me cuesta ver Sevilla como si fuera otra ciudad que le cuesta crecer. Nos quedará la duda de ver que hubiese sido el Cristo de los Desamparados del Santo Ángel caminando por el centro con la solemnidad que se vaticinaba.  
Volvimos en busca del Nazareno de Padre Pío. Me gustó las proporciones del paso a comparación del que venía de ver de San José Obrero. En esta ocasión me fui preguntándome cómo en Sevilla, aunque estés más allá de la SE-30, se lleve la música que llevaba.  He visto algunos vídeos y he contabilizado un cuerpo de seis cornetas, pero en aquel momento iban tocando dos… Hay cientos de bandas en España qué mejorarían en esto... pero sus circunstancias las sabrán estas hermandades.
Tocó coger nuevamente el coche y buscar probablemente la hermandad “estrella” de la jornada. Por Nervión buscamos aparcamiento en un momento complicado la verdad, cuando en el Sánchez Pizjuán se jugaba un derbi sevillano. Ciertamente, aburrido de dar vueltas lo metí en el parking bajo el estadio del Sevilla pensando que los sablazos iban a ser históricos cuando volviese a la noche a por él... pero curiosamente fue baratísimo.  Hasta en estas cosas el Madrid o el Barça están a años luz del resto del fútbol español.



Me gustó la alternativa tomada este año por la Hermandad de La Milagrosa en lo que se refiere a su itinerario.  Dejó esa zona que busca del parque para volver por unas calles bastante poco cofrades a su recogida.  Optó por un entramado de calles más de pueblo afines a la gracia de la Semana Santa. Me dijeron que esa es su feligresía y lo cierto es que deberían de tomar siempre esta zona.  En un callejón (curiosamente muchas calles tomaban el nombre de históricos imagineros) vimos revirar al galeón de Ciudad Jardín.  Imaginería contemporánea de primer nivel en la mano de Navarro Arteaga.  Un año más contemplando al Cristo de la Esperanza cruzando el caudal del Cedrón al compás de la Redención de Sevilla.  Nos preguntamos si tiene que haber alguien en la hermandad que sea muy de la Redención para que el misterio, no solo lleve a esta banda, sino que prácticamente ande como el Beso de Judas de la calle Santiago.  Creo que tienen como sus pasos personales, parece que buscan un sello particular, aplicando una parada extraña tras los izquierdos.  El tema de las agrupaciones musicales volvió a salir escuchando la Redención.  La verdad opino como Cristóbal, la banda ya no es la de hace 10 años.  No sabemos si es esa búsqueda de la musicalidad o yo qué sé…  pero se pierde esa fuerza, más aún con las marchas que tienen el son a balada romántica.  Sigo pensando que su marcha estrella sigue siendo “Señor de San Román” y que poco se parece todo lo nuevo a aquel irrepetible trabajo discográfico.
Le sigue la Virgen del Rosario, magnífica dolorosa del maestro Buiza que si está pidiendo a gritos alcanzar la catedral y a partir de ahora evitaré decir la Campana ante la más o menos decepción que me he llevado al llegar al vivirla.  Sonó una de esas tantas marchas de palio que ya nos es imposible reconocer ante tal avalancha de composiciones nuevas.  Pero el trío de la marcha me recordó poderosamente al mismo trío de la marcha “Virgen de los Clavitos” de Abel Moreno. En la noche, en el hotel, una simple búsqueda me llevó hasta la marcha “Galeona de Sevilla” del mismo autor.  Veo que todo cambia poco, las viejas glorias repitiéndose…  La Banda de Música de la Cruz Roja de Sevilla, dando lecciones de lo que debe hacer una banda cuando pierde nivel, volver a resurgir, chapó por ellos…  el Sábado de Pasión continúo acompañando al paso de misterio de los guardias del Sanedrín, al que los asturianos sevillanos dedicaron una interpretación de gaita, pienso que en una especie de homenaje autóctono de Asturias para el Señor.  Ofrenda que como cristiano aplaudo pero que resulta como fuera de lugar ante un estilo tan definido como el de las cofradías de Sevilla.
La noche ya caía y optamos por intentar ver recogerse a la Hermandad del Parque Alcosa. Más coche y más prisas por Kansas City. Parecía que nos íbamos de Sevilla, a un pueblo por lo menos. Llegamos tarde, nos perdimos a un nuevo Nazareno obra de Navarro Arteaga mientras la Estrella de Dos Hermanas interpretaba el himno y La Saeta y el paso seguía su caminar en el interior del templo.  Llegó el palio azul de la Virgen de este barrio a los sones de “Mi Amargura”.  Finalmente se ha convertido en la marcha de moda... y en la oscuridad de aquella avenida, una candelería iluminaba el rostro de la Virgen indicándonos que parecía que es la hora, pero aún no era la hora…  poniendo rumbo a Sevilla, a la vieja Híspalis, por los callejones de la Costanilla, que una noche de Sábado de Pasión más, nos mostraba que la urbe descansaba esperando el día más grande del año, de hecho, el reloj ya lo anunciaba... era Domingo de Ramos.





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