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martes, 16 de septiembre de 2014

SEVILLA ALCANZÓ LA PAZ...

A veces para encontrar la Paz, hay que levantarse a las cinco de la mañana, o antes más bien, navegar por una jornada dura de nueve horas cuando deberían haber sido ocho, meterte entre el cuerpo entrecortado y agotado más de dos horas de carretera, porque costaba llegar hasta la velocidad máxima permitida y comenzar a sentir la fragancia de una ciudad a la que siempre vuelvo, en busca del aire de la gloria, esta vez buscado la Paz… gracias a María, al fin y al cabo, estos tiempos duros, por lo menos Ella y su Hijo soberanísimo me los contrarrestan… y la Paz me esperaba, su cofradía le da las gracias a Sevilla pero ¿qué hay de los que venimos de fuera y lo damos todo por ella? Volvía a atravesar la nueva y vieja Híspalis, un indio de Kansas, seguramente devoto del Cautivo de San Pablo parecía saludarme con su típico saludo a lomos de un caballo que no tenía el arte y el duende ni de lejos del Calamar… mientras por la Ronda por donde se hizo en mayo la Esperanza comenzaba a saborear el frescor del parque por antonomasia en la ciudad, donde reina una humilde Jardinera bendita toda vestidita de blanco… y plata.














La Reina con la impronta de Isabel Salcedo me esperaba y me lo ponía fácil, aparcar en plena calle Temprado… la “gorrilla” me espetaba de la suerte que tenía, que estaba media Sevilla viviendo la vida por la zona… si al final voy a tener suerte. Entrecortando una sonrisa, dándole la propina pensaba… la Paz me estaba esperando. De venir de vivir horas menos dulces a hospedarme frente a la urbe, montaña hueca de piedra, magna hispalensis… “jo” si hubiese sido Semana Santa y estar en ese balcón por donde parecía ver emerger la Giralda como si de un transbordador espacial del tiempo almohade pareciese…
Comenzaba una vez más las cascada de sensaciones por la ciudad que vive como yo quiero vivir, como siempre, intentado asimilar ese estado de shock de venir de un lugar y llegar a otro, casi sin darme cuenta, reviviendo momentos dulces, los que al final siempre recordamos, de un fin de semana como este, pero de hace doce años. “El sueño de un barrio hecho realidad” curiosamente también fue mi primer sueño cumplido. En la plaza de San Francisco, El Cerro del Águila nos mostraba el fruto material de veinticinco años de buen hacer, de ese patrimonio que embriagaba contemplando los verdugos del Cristo del Desamparo y Abandono, el palio que me descubrió quizás mi verdadero destino o que la remodelación del paso de misterio en persona es otra cosa a comparación de las fotos… en el Salvador, la capilla del Salvador de Montañés se cerraba, ligera visita a su hermano del Amor y a completar una experiencia más, sentir el dulce tacto en mis labios de la mano de la Virgen de la Merced. Con tan poco para Sevilla, ¡cuánta magnitud por Dios! apenas hay que ponerle nada si el besamanos es bajo la mirada de Pasión, con su capilla y altar de plata por dosel, Ella, revestida de gran gala… quizás tan solo, el servidor de librea, embriagadora estampa para los rancios, era el único elemento a colocar para llenar de magia un momento que a pasos agigantados me iba metiendo en ese “jet lag” que siento siempre en mis primeros minutos por Sevilla…
En busca de las primeras chicotás, de las primeras marchas, de la primera bulla, que no era de Paz, sino que traía la Luz allá por donde florece la piedra de San Esteban, hubo que arriar la chicotá personal en un rincón propio para ello… El Refugio. Zumo amarillo con dedito blanco, fresquísimo, un bocadito de pringá y el lujo de charlar con el capataz Manolo Gallego, recodando buenos momentos en su charla de Linares… que pena que no pudiese contemplar su trabajo paseando las Maravillas de María por Sevilla, en sí, Sevilla con sus cofradías es una maravilla… por Águilas venia el primero de la tarde, que esto de la cofradías, para los capillitas es como el toreo, una forma de vida. La masa no esperaba, sino que abrazaba, como un batallón de devotos, amantes del costal, de la estética, de la música, lo que sea, pero esperando a la Virgen, que traía una Luz radiante a pasito corto, avanzaba poco, bello, pero cada vez me gustan más que lo pasos avancen con decisión. Apenas se podía andar junto a Ella sobre su joyero lastruciense, bienvenido sean las manifestaciones pacíficas como esta. Paró en un convento, donde las monjitas le cantaron y una “Macarena” de Abel Moreno se alzaba al cielo… y a través del móvil, para que su más profundo admirador se embriagase en la otra punta de Andalucía… sería una noche de escuchar esta nana a la de que vive en San Gil mucho.








El cielo de septiembre se había puesto el manto negro de la Virgen de los Dolores, pero un ascua de plata parecía moverse como una estrella entre la frondosidad del universo vegetal del parque de María Luisa. Era el momento de buscar la Paz, quizás no de la forma que la humanidad desearía, esa, la Virgen sabe que simplemente está en manos de esa humanidad que rechaza la paz entre los hombres, por más que nos emocionara todo lo que desplegó esta dolorosa vestidita de blanco, capitana del Porvenir, sultana de un lugar que no pertenece a la vieja Isbiliya, extramuros de la muralla y que la cristiandad unió a los caminos de la fe. Un paseo parecía, pero el paseo pesó sobre ese aguante que comenzó un poco antes de las cinco de la madrugada.
En sí, Ella abrió la senda al nuevo concepto de cofradía en la ciudad, el “barrio” ya estaba por Triana o la Macarena, hasta que la blanca de plata le quitó el privilegio de ser la más larga, y bendito fruto, que otras vinieron para quitárselo a Ella, y convertir una capital como en un enorme casco antiguo de las embriagadoras formas para con las cosas de Dios. Los niños jugaban dándole golpes, para sentir el eco metálico de la figura de don Aníbal González, que como yo se quedaba extasiado contemplado la joya de la corona a su carrera profesional, la verdad… la Plaza de España me impresiona más de día. De la oscuridad arbolada del parque parecían emerger la vida como hormiguitas, como si la muchedumbre viniese de las tinieblas, aunque lo cierto es que venía de contemplar como la fe en llama convertía en oro, los hilos de plata de palio de la Paz.







Pronto comencé a palpar que no estaba ante una extraordinaria más, como tantas otras a las que he asistido en Sevilla. La masa parecía de Semana Santa, en este caso de Domingo de Ramos. Era la hora justa donde fluyen todos, pensaba yo, hasta que la ascua gótica de la Paz apareció entre la oscuridad y la magnificencia arquitectónica y vegetal del parque. Demasiado jaleo en el público, sin duda la nota negativa de la jornada, a veces la gente no se callaba ni con el paso delante, he aquí la necesidad de los puristas en muchas ocasiones… los silencios de Sevilla, en momentos, es lo que más sorprende al que llega para disfrutar y sin darse cuenta, también para aprender.
Mientras algunos van donde la gente quiere ir, otros vamos donde la lógica debería llevarnos, aunque lógicamente vamos donde queremos, y esa lógica aplastantemente reducida nos llevó a extasiarnos con el suave compás de los hombres de Santiago. Todo el equipo alrededor del respiradero neogótico, caminando con tal elegancia que me hacía soñar eso para un lugar donde se prefiere otros destinos, y luego se preguntan porque aquí sí y allí no… la realidad nos da la respuesta y seguimos preguntando… en el futuro haré algo de lo que ya nos enteraremos si Dios quiere, si se alza el éxito es gracias a apostar por ir a este destino en lugar de otros… y se seguirán preguntando qué porque allí sí y aquí no…










Comenzó el encuentro con la Paz, la Señora que gubiase Illanes pensando que era para un pueblo, se quedó en Sevilla, en el nuevo horizonte cofradiero del Porvenir. Esta linda jardinera se le hizo de noche en su jardín y marchó a pasearse por su barrio llenándolo de la fragancia de los nardos, ahora que están en temporada. Que perfume el de un paso de palio en septiembre –como aquel día de hace doce años…-, mezclado con el humo bendito, que aún sigo absorbiendo, porque de Pureza me traje una bolsita, y es que si viene David conmigo, la cita es casi segura con su Esperanza… y con la mía, que me volvió a guardar el sitio. No había metros de humanidad esperándola, pero recreaba un tapón humano que caminaba junto a Ella, por delante, por detrás y por los lados, Sevilla y más allá, se perdía en su solemne caminar por las calles por donde nunca pasa, por lo menos en Domingo de Ramos, y es que tiene mérito, que en la Semana de Dios, sea la vieja Híspalis el destino, y el barrio no le dé la espalda a la cofradía, al contrario, la convierta en su bandera. Muchos se embobarían por primera vez del caminar de la Paz… que desglose de finura, en la mesa y en el palio… por cierto, los varales me parecieron la joya secundaria del paso palio de la Paz, la joya es siempre Maria claro, el gótico de su catedral llenando de algarabía a la hermandad alegre por antonomasia.
Pensaba que la Paz no elegía marchas a mi gusto, me equivoqué, chicotá tras chicotá disfruté como nunca, mucho Marvizón, en verdad le siente genial el compás de este genio, pero los clásicos presentes y nada que se saliese de la línea de la calidad.


















Los repelucos de la esencia llegaron cuando Santiago fue nuevamente utilizado como simple instrumento. El mismo decía que esta salida iba a ser diferente, que al no tener que correr por la razones obvias del Domingo de Ramos el compás iba a ser más corto… la verdad no se a que se refería, porque la Paz caminó poderosa y lo disfruté, ni siquiera se recreó en revirás eternas. De repente, aguantó la zancada y comenzó a revirar la delantera… “¿Qué pasa?” murmuraba la masa… en una esquina, en un balcón abierto de par en par, se dibujaba un escueta silueta entre la oscuridad… una señora, parecía sin duda muy mayor, y quizás ya muy desvalida por el peso de los años se encuentra que la Paz quiso hacerle una visita. Mientras el palio volvía a su ser, la muchedumbre se caía en aplausos, ¡pues claro! Esto es la verdadera medula espinal de toda la parafernalia que según algunos montamos con los pasitos en la calle. Observé que alguien con báculo, se volvió hacia el palio como en busca de alguien, parecía como indignado… espero que no fuese para reprender el acto por un posible corte al ritmo estipulado, dejemos que la Virgen a veces se salte el papel, que Ella, siempre nos deja que hagamos lo que queramos.
















La policía nacional y la guardia civil, a veces parecían un poco nerviosos, ¿es que aún no se han dado cuenta que la de blanco iba controlándolo todo con su mano bendita? Llegó un momento, delante del paso, que ya se quedará para los anales de mi corazón, fue el momento en que me di cuenta que las penas me las iba a quitar Ella, Virgen blanca de la Paz. Una correcta Santa Ana de Dos Hermanas, a veces… así me lo pareció, banda de la Trianera, arrancó con una “Madrugá Macarena” que hizo surgir la burbuja de la gracia, caminando de espaldas, parecía que iba flotando perdido en la mirada de la Paz, que dicho sea de paso, gana mucho más en el directo. Cada sobre los pies cayendo en el izquierdo me parecieron ver a la Virgen caminar de verdad hacia mí. La dulce melodía, los fuertes de bajos, todos callaron, pareció que por unos minutos éramos todos iguales, que cuando terminó la marcha, al nacional pareció que aún le costaba sacar su malos modos para decirme que me quitase de ahí… qué iluso, más quisieran tus jefes organizarlo todo como lo iba haciendo la Virgen de la Paz sin terciar palabra… que Ella me estaba esperando, una semana entera pidiéndole su Paz, y Ella me la quiso conceder…
Momentos de gloria siempre junto al paso, pegándome con el gótico de bruces, charlando con el amigo Kiski, me encantó encontrarme contigo amigo. Llegaron chicotás de ensueño, que callaron a una multitud demasiado parlanchina… “Sevilla Cofradiera”, “Dulce Nombre” de Lerate, “Esperanza Macarena”… ay la nana de su alcoba, un “Azul y Plata” que la hacía más dama de la primavera de septiembre… y cuando los albores de San Sebastian se presentían sonó algo que ya no puede ser normal, que suene tanto… algo tendrá, cuando venía con el palio detenido en el abismo, seguramente fue la más rancia del repertorio en contra de eternas partituras… la Paz venia en la ya madrugada con “Valle de Sevilla”. La Trianera según Farfán marcaba la antepenúltima revirá que en la siguiente llegaba el adiós, la recogía ya me vencía, total, en la otra parroquia ya la sentí con su marcha, la del genio de Lopera. En su calle me regaló el último gran pellizco, unas luces de focos y dos azoteas repletas de gente preludiaban lo que estaba por venir, en el Porvenir. Sonaba la genial partitura a la más sublime de la estrellas y comenzó a llover la única lluvia que ansiamos los cofrades o capillitas. Impresionante estampa, solo digna de la magia de las cofradías, una manta impresionante parecía llevarnos a un hipotético cielo, donde a cada hora la Madre de Dios tiene que ser tan bellamente alabada. La fatiga se olvidaba extasiado en la estampa hasta que el palio llegó hasta nosotros, reviró en busca de San Sebastián, la cual se encontraba al final de la calle, con sones de Coronación Macarena y veíamos que en cierto modo, Antonio Santiago tenía razón, con los pétalos, los rayos de sol, en el día no podrían calar por la malla de plata, pero igualmente digo que el tapiz multicolor que se dibujó a modo de techo palio era encantador, incluso me extraña que algunos de los más atrevidos no hayan intentado recrear un palio con esa esencia que se dibujaba.
La Paz me esperaba, y la Paz se me despidió hasta cuando Ella quiera otra vez, fue el momento de dar gracias, como al día siguiente el cura en Santa Ana nos invitaba en la función principal de la Pastora de Triana, a dar siempre gracias antes que reprochar, venia de un día duro, y la dureza ha vuelto, pero entre medias tuve una isla blanca, de refulgente gótico florido en la carita bendita de la Virgen de la Paz… las campanas de la catedral me despertaron de lo que parecía a ver sido un sueño, como llevo haciendo desde hace doce años… soñando.

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