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lunes, 10 de mayo de 2021

EL RETABLO DEL SANTUARIO DE LA FUENSANTA DE VILLANUEVA DEL ARZOBISPO (JAÉN), OBRA DE FRANCISCO RUIZ "CURRITO EL DORADOR " DE SEVILLA (1928).


Aunque no es una noticia nueva en el ámbito historicista local de Villanueva del Arzobispo (Jaén), recientemente hemos descubierto una sorprendente noticia que nos habla sobre una “rareza” de influencia artística en la provincia de Jaén en un contexto histórico inusual como fue 1928 de un taller muy conocido en el los ámbitos artísticos sevillanos. Este fue el que regentó Francisco Ruiz Rodríguez (1884-1961), conocido coloquialmente como “Currito el dorador”, del que hablaremos después.

En un amplio y exquisito trabajo (de un rigor histórico encomiable basado en el trabajo de archivo sobre las fuentes primarias) sobre la historia del Santuario de la Virgen de la Fuensanta,patrona de Villanueva del Arzobispo (Jaén) del historiador giennense Francisco Jesús Martínez Asensio[1] hemos podido sorprendernos de este “raro” trabajo como indiqué al principio. Y digo raro, porque es bien sabido por los interesados en las artes suntuarias en la provincia de Jaén que desde mediados del siglo XIX hasta mediado el siglo XX la influencia artística que acaparó casi por completo el arte religioso en la diócesis del Santo Reino llegó en su mayoría del levante español, sobre todo desde Valencia y Cataluña o Madrid, que también se subió al carro de este arte casi industrializado y con una oferta de comercio alejada de los aún tradicionales obradores sevillanos. ¿Los motivos? Yo sigo apostando por las teorías de los prelados valencianos entre Jaén y Valencia, la influencia de la publicidad en la prensa, los agentes comerciales que traían sus catálogos (que difícilmente podían competir con el gusto del sevillano en Sevilla) y con ello las facilidades de transporte por ferrocarril, unido todo esto al fuerte nexo social y laboral de la sociedad giennense más proclive a la capital de España que al occidente andaluz, donde los sevillanos se bastaban y sobraban con los trabajos para su provincia, Huelva y Cádiz. Como siempre he dicho, es ínfimo el tanto por ciento de obra sevillana en la provincia de Jaén en aquel periodo.

Con otro de los excelsos ejemplos de camarines de la provincia de Jaén, la antigua Virgen de la Fuensanta era venerada ante la contemplación de un retablo barroco que meramente enmarcaba la embocadura del camarín. Por motivos que desconozco, y según fui descubriendo en el trabajo de Martínez Asensio, en 1928, se cambia aquel retablo por uno nuevo, que gracias a Dios no fue destruido en su totalidad en la Guerra Civil Española (1936-1939) como pasó con tantos y tantos en esta provincia dominada por el bando republicano durante toda la contienda civil. Se perdió la Virgen, pero no el retablo que en 1928 realizó el taller de “Currito el dorador” en Sevilla.

Francisco Ruiz "Currito el dorador".




Es curioso, que los expertos en arte que se han detenido en él, lo situaban en los obradores de los siglos de oro de la talla retablista, cuando en realidad se trataba de un neobarroco del siglo XX, y es que los talleres hispalenses han seguido tan fieles a la manera de trabajar del barroco, que hasta pueden llegar a confundir a los expertos. Incluso a aventurar que el retablo tenía que estar remodelado tras un posible ataque en la guerra tras la finalización de esta y la reconstrucción de templos y devociones perdidas. Caso que parece, también sucedió.

La noticia no se conoce de ningún archivo, ni civil ni eclesiástico, sino que surge de una publicación periodística fomentada por Los Trinitarios, orden que estuvo establecida en este santuario como bien nos cuenta Francisco Martínez en BIEG. La revista que aporta el dato en concreto era El Santo Trisagio[2].



También se hace eco de esta historia el Padre Arturo Curiel que también consultó aquel número de la revista donde se hacía eco de la hechura del retablo.[3] La obra fue costeada como era costumbre como en tantas y tantas ocasiones por las élites adineradas de las poblaciones, en esta ocasión por Doña Carmen Benavides y Millán demostrado con ello su acendrada devoción y con esto, tal vez inconscientes de ello, logrando la remarcación de sus estatus sociales.

Este autor describe así la obra:

Los tres son de madera curada, finamente tallados y totalmente dorados con pan de oro, siguen el estilo de los antiguos retablos dorados con pana de oro, siguen el estilo de los antiguos retablos de muchas catedrales españolas.

Las dos columnas salomónicas del altar central, a la vez que recortan el camarín de la Santísima Virgen, agrandan el presbiterio. Merecen ser destacados el Sagrario y el manifestador, ambos realmente singulares. El templete, terminado en cúpula, estaba sostenido por cuatro columnas y tres arcos románicos, verdaderas filigranas en el arte sagrado. Digna de igual mención era la talla de la Trinidad, de corte tradicional, sentada, centrada en lo alto del majestuoso retablo, con dos singulares serafines a ambos lados. Había además, otros cuatro singulares y primorosos ángeles a lo largo del retablo con sus respectivos cofres, invitando al ofrecimiento del corazón a la Divinidad, como mejor don.

Completaban los nichos del altar central las tallas de San Juan de Mata, San Félix de Valois, el Beato Juan Bautista de la Concepción y el estático San Miguel de los Santos.

Desaparecidos y destrozadas todas las tallas en la ‘persecución’ de 1936, fueron más tarde repuestos en una restauración posterior”.

Volviendo al trabajo de Martínez Asensio nos desvela una nueva noticia sobre este retablo sacado de la prensa provincial, en concreto de EL Pueblo Católico que el 2 de octubre de 1928 publicó una noticia redactada por el corresponsal Francisco Crespo, con motivo del solemne novenario que se iba a celebrar en honor de la Virgen de la Fuensanta:

Quiero rendir un tributo de justicia a la virtuosa dama doña Carmen Benavides, que con generoso altruismo, mandó construir a sus expensas el soberbio retablo que se inauguró hace unos meses, y no satisfecha de la gran belleza que proporcionó al Santuario tan grande mejora, ordenó la construcción de dos magníficos retablos laterales…. La inauguración de estos dos últimos han sido causa de la mayor solemnidad de estos cultos”.

El retablo central se bendijo el 15 de febrero de 1928; con tal motivo se llevó a cabo en el Santuario un Triduo. Los retablos laterales se bendijeron unos meses después, concretamente el 20 de septiembre de 1928.

Hace unos meses visité por primera vez y última hasta la fecha el santuario y me complació de cierta envidia sana ver como muchos pueblos de mi provincia contaban con retablos neobarrocos que sustituían a los destruidos. Este no era el caso, y sin informarme de nada llegué a pensar que pudo ser una obra influenciada por el trabajo de un taller sevillano en Jódar en la realización del retablo mayor de la iglesia de la Asunción, obra del sevillano Carlos Bravo Nogales en 1955.

Como decíamos al principio, la realización de un retablo de talleres sevillanos en Jaén en los años 20 es una auténtica “rareza histórica”. Hay que tener en cuenta que los talleres sevillanos no solían aparecer anunciados en las revistas religiosas ni los periódicos de tirada nacional (muy común en aquel tiempo), como norma más generalizada (al contrario de los madrileños, catalanes y valencianos). Entonces, conocer cómo Currito el dorador trabajó para el santuario de la Fuensanta es un misterio. Pudo darse por cualquier relación con Sevilla de la donante con alguna familia sevillana de su élite social, no descartando que fueran de filiación cofradiera y piadosos como también era muy común en la sociedad sevillana. O incluso algún trinitario venido de tierras hispalenses que hablara maravillas del renacido arte neobarroco en la capital hispalense que había abandonado los retablos y pasos de estética neoclásica y romántica para volver a explotar el modelo del paso del Gran Poder de Sevilla, auténtico tesoro del siglo XVII imitado y tomado como fuente de inspiración hasta la saciedad.


En ese contexto se formó Francisco Ruiz Rodríguez, que era apodado como Currito el dorador porque al parecer era su verdadero oficio, aunque se le adjudique también trabajos de talla. Según el magnífico libro del profesor Sevillano José Roda Peña[4], Francisco Ruiz regentaba un negocio según una publicidad en la revista Amargura (nº 3, 1931) denominado  “Taller de Dorados. Carpintería y Restauraciones. Molduras, Espejos y Cornucopias. Francisco Ruiz Rodriguez. Francos, 41. Sevilla. Especialidad en Articulos Religiosos. Precios Módicos”, en un principio, desde 1913 en la calle Siete Revueltas nº 10 y después en la cofradierísima calle Francos nº 41. Ya en la década de los 50 contó con varias sedes en las calles Siete Revueltas nº 10, Varflora nº 13 y Ceniceros nº4. Uno de sus trabajos más conocidos fue su actuación en el paso del Cristo de las Tres Caídas de la hermandad de la San Isidoro (de la que era hermano), junto al maestro tallista Salvador Domínguez Gordillo, padre este, por cierto, del gran historiador, de reconocimiento nacional, D. Antonio Domínguez Ortiz.

Las referencias históricas a su figura parecen indicar a que en realidad Currito era el líder empresarial de un obrador con distintos profesionales en su materia, donde colaboraban en la labor de talla otros tallistas como Rafael Fernández del Toro o José Gil Ferrera, lo que nos hace entender, de que él no tallaba si no que dirigía, diseñaba y realizaba las labores de dorado. Como ocurriría por ejemplo con el taller de Pérez Calvo o Rodríguez Ojeda (bordados), a los que se les asignan los trabajos cuando en verdad ellos se valían de otros operarios para realizar los encargos del taller. Algo que por otro lado aún sigue ocurriendo en los talleres de arte sacro.


En su obrador se reformó pasos como el de La lanzada (1917), la Soledad de San Lorenzo (1919), Panaderos (1917), San Roque (1929), Desprecio de Herodes (1940), el paso de la Canina y el Duelo (1948). También salieron los pasos de la Virgen de Consolación de Cartaya (1926), el Santo Crucifijo de la Salud de Jerez de la Frontera (1945)[5] o el paso de gloria de la Salud de San Isidoro (1949), también en Sevilla. En 1924 se desechó por su elevado coste la realización del paso de Cristo para la Hermandad de los Estudiantes[6]. En aspectos retablistas realizó el monumento eucarístico de San Juan de la Palma, el retablo de la hermandad de San Roque en Sevilla y más ejemplos de su retablística (como dije sin salirse de su área de influencia) con altares en la iglesia de la Asunción de Almonte (Huelva), ermita de la Virgen del Valle de La palma del Condado y su parroquia, la de San Juan Bautista.


Sus pasos más representativos, adjudicados parece ser como obra de talla y dorado son el ya citado de las Tres Caídas de San Isidoro (1941) y el actual de la Soledad de San Lorenzo (1951), además de un paso que no realizó para Sevilla, pero que actualmente procesiona en la ciudad como es el paso de Cristo de la hermandad del Sol, el del Santo Cristo Varón de Dolores de la Divina Misericordia, que realizó para la cofradía de la Vera Cruz de Lebrija (1951), amén de cuantiosos trabajos de dorado en los mejores pasos de la Semana Santa de Sevilla.

 




[1] MARTINEZ ASENSIO, F.J. (2020): Historia del Santuario de la Fuensanta de Villanueva del Arzobispo: Desde los primeros documentos escritos hasta los comienzos de la guerra civil española (segunda parte). Boletín del Instituto de Estudios Giennenses. Julio-Diciembre 2020, Nº 222, pp. 95-145.

[2] VV. AA. El Santo Trisagio, nº 186, pp. 375-377. Madrid. 1928.

[3]Padre Arturo Curiel (1983): La Virgen de la Fuensanta y su Santuario. Secretariado Trinitario de Cordoba. Málaga, pp. 92.

[4] RODA PEÑA, J. (2016): Retablos itinerantes. El paso de Cristo en la Semana Santa de Sevilla. Diputación Provincial de Sevilla, pp. 215-220.

[5] Basado en las andas barrocas del Cristo del Amor de Sevilla.

[6] https://hermandaddelosestudiantes.es/el-paso-de-cristo/


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