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“Misiva sobre la intención de restaurar la imagen de San Juan Evangelista de Baños de la Encina por Pedro María Rueda”. Años 1863. Fuente: Archivo Histórico Diocesano de Jaén. |
Elaborar un inventario sobre los imagineros
establecidos en la provincia de Jaén en el siglo XIX sigue siendo una tarea ardua
de realizar. La catalogación de tallistas en el Santo Reino desde el siglo XVI
fue decayendo durante las dos siguientes centurias hasta llegar al siglo decimonónico
con unas importantes lagunas documentales de quienes eran los que realizaban “los
santos” para el culto provincial. Existen noticias de algunas familias que
figuraron como artistas de arte sacro en las primeras décadas del siglo, con
sus últimas dinastías dedicadas al oficio, como los Espantaleón en Úbeda o los Briones
en Baeza, pero de los que prácticamente nada se les ha podido adjudicar a sus
gubias. Aquel siglo pareció vacío, que incluso en La Carolina aludieron que tuvieron
que acudir a artistas de la corte madrileña porque afirmaban que en las tierras
de Jaén no había artistas para ello, o por lo menos de valía notoria.
Existe un gran desierto entre más
o menos la posguerra de la Independencia y el llamado periodo valenciano, que
utilizando la cita del historiador Manuel López Pérez[1],
pudo abarcar el periodo comprendido entre 1850-1950. Los talleres casi
industrializados o totalmente industrializados fueron los protagonistas artísticos
de este periodo, dejando su sello artístico en nuestra provincia. Pero, ¿hubo
alguno entre medias?
Referencias a un posible
escultor imaginero en la década de los 60 del siglo XIX, las encontramos en una
población donde es extraño que se afincase un taller de estas características por
su cuantía poblacional, como es Baños de la Encina.
En ese pueblo existió un
misterioso escultor llamado Pedro Rueda. Su nombre aparece por primera vez en
una publicación de Diario Jaén firmada por el sacerdote y periodista Juan Rubio
Fernández[2]. Documentó
la hechura por parte de Pedro Rueda de una imagen de un Nazareno para una
desaparecida cofradía de Linares (probablemente de carácter glorioso) [3] cuya advocación
fue de la Misericordia[4], y al que
el pueblo llamaría popularmente como el “Cristo de la Escalera”.
Sobre 1867-68 se fundó y se
tuvo que realizar la cofradía e imagen. En una misiva enviada al obispado con
fecha del 12 de febrero de 1868, D. Francisco Aguilar Jurado y varios hermanos
de la cofradía tramitan petición al Señor Obispo para que accediese a las pretensiones
de sus cofrades de colocar la nueva imagen en la capilla de Ntra. Sra. de Belén,
situada en la hoy Basílica menor de Santa María. En su carta citan que la
cofradía tenía aprobados sus estatutos con fecha del 13 de febrero de 1867, que
la imagen estaba realizada pero aun sin bendecir, estando custodiada en casa
del hermano mayor, pero sin citar nada sobre su autor. Siguiendo las noticias
de Rubio Fernández, fue encargado para la fiesta del día 24 de mayo de 1868.
Más noticias sobre este enigmático imaginero bañusco las pudimos encontrar entre la correspondencia de la parroquia de Baños de la Encina[5], corroborando que existió y al que se le quería encomendar la restauración de la imagen de San Juan Evangelista de Baños de la Encina por parte de su cofradía en el año 1863. La cofradía pidió permiso al Señor Obispo, con fecha del 29 de mayo de 1863 para que el párroco diera su consentimiento para que los cofrades pudieran sacar la imagen de la iglesia y llevarla “a la casa del artista D. Pedro María Rueda, o a otra que esté más próxima a la parroquia con el objeto de que se lleve a dicho efecto lo manifestado [la restauración]…”. La misiva fue enviada por José Moreno Galindo en nombre del hermano mayor José Núñez. El 8 de junio, el obispado pide un informe al párroco sobre el contenido de la solicitud.
Esta es la trascripción de la petición de la cofradía:
“Excmo. e Itmo. Sor. Obispo de esta Diocesís.
Los individuos que componen la cofradía del señor San
Juan Evangelista vecinos de esta villa por conducto de su hermano mayor a
V.E.Y. con el debido respeto expone: que se tiene acordado la restauración de
referida imagen por encontrase sumamente deteriorada y necesitando sacarlo de
la iglesia y llevarla a la casa del profesor, el párroco no se determina a
prestar su consentimiento sin previa orden de su superior por lo cual
recurrimos a V.E.Y.
Suplicándole se sirva accediendo a esta nuestra petición
de las órdenes oportunas a este cura párroco para que se permita que la imagen de
dicho santo de que somos cofrades, se traslade a la casa del artista de D.
Pedro María Rueda, o a otra que esté más próxima a la parroquia el objeto de
que se lleve a dicho efecto lo manifestado; a […] lo esperamos conseguir de los
nobles sentimientos de V.E.Y. cuya vida guarde Dios muchos años para la
felicidad de esta diócesis. Baños 29 de mayo de 1863.
Firma a ruego por José Núñez hermano mayor
[rúbricas]
José Moreno Galindo
***
Jaén 8 de junio de 1863
Informe del vice párroco de Baños acerca del contenido
de esta solicitud cuanto haya y se le ofrezca y parezca.
El obispo [rúbrica]
***
Jaén 1º de julio de 1863.
No ha lugar.
El obispo [rúbrica]”
Con fecha del 11 de junio, el párroco Francisco de Mora muestra su
disconformidad ante esta operación exponiendo lo siguiente:
“Que en efecto, es verdad que el
exponente con otros varios cofrades con el fin que indica la solicitud,
recurrieron a mi exigiéndome les permitiera la traslación de la efigie del Sr.
San Juan Evangelista a casa del profesor o artista D. Pedro María Rueda, o a
otra casa más próxima a la parroquia; y que yo me negué a ello por tres razones
muy sencillas a mi modo de ver que son: La primera, porque la referida efigie
encontrándose en estado inmejorable, no existía la necesidad de su reparación;
la segunda, porque debiéndose hacer esta según las indicaciones del mayordomo
de la expresada cofradía por el D. Pedro Mª. Rueda, que no es profesor y sí, un
aficionado a la pintura, ni debía ni podía consentir que una efigie de tanto
merito como lo es, esto expusiera a perderle por un retoque que se hiciera a
ella, sin el suficiente conocimiento; y la tercera es que sin que V.E.I. no
viese justificados estos antecedentes, y que en virtud de ellos me dirigiese la
orden oportuna, no me era positivo acceder a su insistencia sin faltar
expresamente a mi deber”. Con este documento podemos comprobar
que, si para Linares realizó una imagen cinco años después, en su pueblo, Baños
de la Encina, el párroco solo lo define como un “pintor aficionado”,
aconsejando que no se restaurase la antigua imagen por considerar que no era
necesario y temiendo una repolicromía de alguien que no consideraba cualificado
para tal trabajo. Así, el obispado daba el 1 de julio su negativa con un “no hay lugar”.[6]
Tanto en el Nazareno que realizó
para Linares como este San Juan tuvieron que perecer en los ataques iconoclastas
de la Guerra Civil Española (1936-1939), por lo que poco a nada podemos valorar
del trabajo de este artista, que el cura de Baños lo califica como un simple
aficionado a la pintura. Desconocemos como pudieron ser aquellas imágenes,
porque no existen fotografías que nos conste. Es cierto, que desde la irrupción
de la piedad popular y las cofradías pasionistas en el siglo XVI, muchas han sido
las imágenes que se han ido sustituyendo motivados por sus deterioros o
accidentes que las consumieron, ya fuesen fortuitos o provocados por las
guerras que se cebaron con el patrimonio religioso. Decía el cura de Baños, Francisco
de Mora, que la imagen de San Juan era de mérito, es decir, que era una imagen
con cierto nivel artístico si no se refería simplemente a su antigüedad. Probablemente
aquella imagen que querían sus cofrades que repolicromase Pedro Rueda fueran la
que ejecutó el gran imaginero del manierismo giennense Sebastián [Ortiz] de Solís
como nos documentó el historiador Manuel López Molina[7]
y que reflejó el también historiador Rafael Galiano Puy en su impagable monografía
sobre este símbolo de la estatuaria y retablística giennense[8].
El 23 de octubre de 1613 Sebastián
de Solís se obligó con la parroquia de Baños ha realizar un crucificado de
siete cuartas y media de alto, que tuviese los brazos articulados para poder
realizarse la por entonces muy común en todos los pueblos; ceremonia del descendimiento
(tradición aun mantenida en este pueblo) en que la imagen se depositaba en la
urna y se procesionaba así en la procesión del Santo Entierro. En el encargo también
figuraba la hechura de una imagen de San Juan de siete cuartas de altura con su
peana para llevarlo a hombros. Además, se le encargó una imagen de Santa Olalla
de cinco cuartas de alto.
Estas tres figuras se obliga a
hacerlas con las condiciones siguientes: el Cristo lo daría encarnado y la Cruz
de color verde, al óleo todo con sus listones de oro: el San Juan llevará sus púrpuras
de oro y los colores al óleo; y la Santa Olalla, estofada y dorada, con las
parihuelas al óleo. Parece ser que en la escritura original se citaba que era
un San Juan de la Cruz, pero debería de referirse al evangelista ya que San Juan
de la Cruz no fue elevado a los altares hasta 1726. La cuantía del encargo ascendió
a 119 ducados.
Esta noticia nos indica, que si
no se sustituyó la imagen hasta la destrucción de 1936, la imagen de San Juan de
Baños de la Encina era otra de las tantas imágenes desaparecidas del genial Sebastián
de Solís.
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Contrato entre Sebastian de Solís y la parroquia de Baños (1603) |
Descubriendo nuevos aspectos sobre la vida de este
artista bañusco, es conocida la existencia de muchas pinturas salidas de sus
pinceles conservadas en muchos hogares de la localidad de diversa índole. De su
obra se recuerda que hasta el año 1936 existió en la parroquia de San Mateo un
gran cuadro al óleo salido de sus pinceles. Representaba la aparición de la
Virgen de la Encina al labrador, con su arado y yunta de bueyes ante la encina,
que manaba aceite por una hendidura del tronco y era recogido por un grupo de
mujeres y niños. Debió pintarse cuando era prior de la parroquia el insigne
sacerdote don José Jurado Lara (1883-1891) y ante este altar se cantaba la
Salve solemne todos los sábados. Aún existen en poder de particulares réplicas
más pequeñas con parecido motivo.
Esto lo hemos podido corroborar recientemente al
conocer la existencia de una pequeña pero curiosa exposición permanente en el Museo
Etnográfico "Torreón del Recuerdo" (en la Oficina de Turismo) de
Baños de la Encina de una serie de cuadros realizados por el pintor. Firmados casi
todos en 1900 (uno en 1904) nos habla de la longevidad que tuvo que alcanzar ya
que probablemente alcanzara los 70 años, si no estamos ante otro artista con el
mismo nombre, quizás un hijo, algo aún por dilucidar porque no sabemos mucho
sobre su vida. La temática de las pinturas trata sobre escenas cotidianas, muy
centradas en la vida de las mujeres donde se las refleja con hijos por el
campo, músicos junto al rio, lo que parece ser el cotejo de un caballero a una
dama, el trabajo de lavandería en los ríos e incluso el trabajo del mundo
pesquero marino en las costas.
[1] LOPEZ PEREZ, M. (1980): Escultura Valenciana en la Semana Santa de Jaén. Alto Guadalquivir (especial Semana Santa Giennense). Monte de Piedad y Caja de Ahorros de Córdoba.
[2] RUBIO FERNÁNDEZ, J. “Apuntes cofrades (La vieja cofradía de “Jesús de la Misericordia”)”. Diario Jaén, día 13 de marzo de 1996.
[3]Archivo Histórico Diocesano de Jaén (AHDJ), Sección cofradías, Linares, caja 5, s/f.
[4] PADILLA CERÓN, A. (2009): “Linares Nazareno (Aproximación histórica a la cofradía de Ntro. Padre Jesús Nazareno y a la iglesia de San Francisco de Linares)”. pp. 65-67.
[5] AHDJ, Correspondencia, C.O. 33, Baños de la Encina (1800-1882), año 1863, s/f. “Petición e informe sobre la restauración de la efigie de San Juan Evangelista de Baños de la Encina por Pedro María Rueda”.
[6] LENDÍNEZ
PADILLA, J.P. (2018): Nuevas documentaciones de obras de la escuela de
imaginería “levantina” en la provincia de Jaén (s. XIX-XX). Pasión y Gloria,
nº 36, Agrupación de Cofradías de Jaén, pp. 102.
[7] LÓPEZ
MOLINA, M. (1996): Nuevas obras de Sebastián de Solís. Senda de los Huertos,
nº 43-44, julio-diciembre, pp. 30-31.
[8] GALIANO
PUY, R (2004): Vida y obra del escultor Sebastián de Solís. Un artista toledano
afincado en Jaén. Boletín del Instituto de Estudios Gienneses, nº 187, pp.
310.