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lunes, 29 de septiembre de 2014

EL MOMENTO DE ZOCUECA...

El último fin de semana de septiembre se abre para el bailenense con las miradas puestas en una aldea que no le pertenece en los papeles pero si en el corazón. A orillas del Rumblar y a orillas de la gran nacional andaluza, por el paraje que los siglos han contemplado como vía principal del sur español se celebra la romería en honor a su más ilustre vecina, aquella del nombre enigmático que por desgracia cada vez es más complicado de encontrar en el DNI de las féminas que viven en la vieja tierra donde al ser humano le dio por pelearse en sendas batallas, desde Baécula mientras los arqueólogos no se lo curren un poquito más hasta el día que a los franceses se les atragantó el pasar por esta tierra por donde han viajado todas las culturas e incluso la palabra de Jesús, a través de su enviado… Santiago.
Fin de semana de fiesta y juerga, entre fritanga, alcohol, risas, bajones, subidones, exaltación de la amistad e incluso el encuentro del amor que se supone será para siempre. Un año más Zocueca ha tomado vida entre olivos, eucaliptos y carpas y tiendas de campaña, por pena sin lumbres… La ebullición de la música, desde las sevillanas al más estridente House hace de la aldea el centro de atención del bailenense, del joven y del viejo. En la mañana, cuando los rayos de sol aun ni besan los carcomidos cerros arcillosos del oriente, la pequeñita del frutero, la nacida de los sueños de Ricardo Font vuelve a caminar acompañada de muchos de sus hijos, en sus míticas andas neogóticas de Meneses un grupo de hombres se hacen dueños de su caminar, se hacen sus pies mientras otros cientos siguen a pie los escasos siete kilómetros que unen Bailén con la aldea donde sentimentalmente sigue siendo la casa de nuestra Reina. Son ya muchos años los que no hago el camino, quizás ya va tocando volver a caminar contemplando su manto, este año por cierto, luciendo el donado por la comunidad parroquial de San José Obrero, un total acierto de la Real Archicofradía –que bonito sería que aun existiesen las filiales y también engrandecieran este día…- el de unirse de esta forma tan especial y bella al aniversario que solo una persona como don Antonio Balboa podría proponer en este pueblo a veces tan poco echado pa´lante con las celebraciones extraordinarias, que por cierto pena me da en ocasiones el comprobar que a veces tenía razón en sus reproches en las homilías cuando parecía que su trabajo escocia, pero parece que la Santísima Virgen ha querido dejar su legado en buenas manos, porque ayer Zocueca iba esplendida en lo que se refiere a su atavío, apostando, creo que por primera vez por utilizar diferentes piezas de su ajuar para conformar su presencia, con el manto que ya llaman del “Cincuentenario de San José” y la saya blanca del manto que dicen pudo pertenecer a la desaparecida Virgen del Rosario de la Encarnación, además que quizás por primera vez esta imagen, salida de las gubias de Font, ha lucido un tocado.
En los últimos años, he tenido la suerte de encima de no tener que mover un dedo para poder contemplarla llegar hasta su aldea en un lugar privilegiado. En ese Ventorrillo donde sueño divisar los perfiles de la gloria en el occidente andaluz, le volvió a caer la manta de agua, decían muchos que raro es el año que no le llueve, lo típico cuando cae el líquido elemento, qué rápido olvidamos que otras veces ha venido reluciente, revestida del sol del cielo, abriendo la mañana. La tristeza es que llegó a su legendaria casa con el manto menos deseado, el del plástico cuando su silueta la dibujé bajando la cuesta que llega hasta ese mini castillo “de Santa Catalina” que tenemos en Zocueca, porque sus muros son ya tan parte indisoluble de la romería, que no nos imaginamos la llegada de la Señora, haciendo vibrar hasta sus únicas piedras, ante ese trocito embriagador que recibe a los viandantes en la vieja aldea del Rumblar.

Bailen, simbólicamente devuelve a la Patrona que se tuvo que llevar por la fuerza, para que Ella siguiese siendo de Bailén y la masa la rodeaba, ya no sonaban ni los “Ecos del Rocío”, ni el “Minimal” más cansino digno de un “After”. Los más fieles entonaban la salve, algunos su himno que como de costumbre solo se saben el estribillo y sus costaleros sin costal la llevan apresuradamente, por el largo camino… en los últimos años es mi momento esperado, donde olvido las risas y los bajones, la fritanga y el alcohol, incluso la posibilidad de encontrar el amor. Llega y pasa tan rápido que apenas puedo saborearla, en sus grafismos de Font, su sonrisa se hace más especial que la de su “hermana” de Bailén, en su más serio semblante, la sonrisa parece más cómplice. En ese momento seguramente el más clásico y el de “minimal” se acercan a la calzada y ambos parecen ser “iguales” y es el momento justo y preciso en que se hace un atronador silencio que parece durar una eternidad y no llega ni a los dos segundos, lo que tardan sus hombres en llevarla siempre de frente, dejando una estela a fragancia de jazmín y las flores de la gloria. Es un momento en que se detiene el tiempo, se hace como un eco hueco, se olvida todo lo mundano, aun bajo el plástico parezco sentir que Ella también estaba esperando el recuentro, alguno me dijo incluso si me pasaba algo, no sé qué cara se me pondrá cuando pasa María Zocueca… Me persigno despacio, suelo hacerlo desde que me enteré que Ella, en su presencia divina en sus apariciones en Fátima le dijo a Lucia que había que hacerlo despacio, saboreándolo, no es un gesto más… sin duda entre tanta fiesta mundana, es el momento en que vuelvo a sentir esa burbuja de la gracia de la que tanto les hablo. Un viejo amigo de los que me acompañan normalmente en la búsqueda de la gracia, me suele reñir cuando hago fotos o grabo el momento en video, porque cree que así saboreo menos el momento, seguramente tiene razón, y por esto, este momento siempre hace que ni me acuerde de la cámara, pero por allí estaba mi amigo Cabrera para ilustrar sus crónicas periodísticas con la cámara al hombro, él pensará que fue casualidad, yo pienso que Ella movió los hilos para que ilustrase con el tiempo detenido del fotograma el momento en que la Virgen me convierte en una fotografía…
No sé qué tendrá mi Patrona generala, mi alcaldesa perpetua, sin golpeos de pecho, sin escribirle cartas de amor incluso imponiéndome mis ideas, pero me hace sentir una verdad que su autor Ricardo Font tuvo que contemplar el día que subió al cielo, la Madre de Dios tiene que tener la cara de Zocueca…

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