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lunes, 30 de septiembre de 2013

SAN DIMAS EN "DON LOPE DE SOSA"


Durante todo este mes que está en su último pétalo, bajo los primeros síntomas de la marcha del verano, me encuentro en la obligación, casi exigiéndome realizar esta nueva entrada, que quisiera fuese la primera de las que hagan falta para poder elevar al sitio que merece una imagen muy especial de mi pueblo, la que ha venido recibiéndoles cada día en la portada. Una representación plástica que no deja indiferente a nadie, desde los más sencillos hasta los más eruditos, sin duda se alza hoy como la imagen o escultura de más valor artístico de la ciudad, la que desde que nos alcanza la memoria a sorprendido y enamorado a todo aquel que se ha plantado frente su poderosa y sublime planta. Recuerdo aun en mis tiempos del colegio, de cómo el profesor que en cierto modo me inculcó la pasión por la historia, D. José Calvillo (q. e.p.d), el cual llevaba a sus alumnos a visitar el mayor reclamo artístico de la ciudad, la parroquia de la Encarnación, cuando se lo mostraba a una profesora que nos impartía las ciencias, que llamábamos Doña Lola, la misma que no paraba de extasiarse contemplando los grafismos, entonces bajo una patente capa de pátina del tiempo, de San Dimas, el buen ladrón o el malhechor arrepentido.
Grandes y nuevos descubrimientos, o más bien grandes avances científicos de investigación han surgido de las mentes eruditas para por fin poder dedicarle una entrada o unas a esta bella y a la vez enigmática imagen, algo que la verdad, desde que abrí el blog ha estado presente en mis anhelos e incluso algún que otra seguidor tanto local como de otras latitudes me pedían que hablase del mismo al mundo cofradiero y también artístico de este planeta  gracias a esto del internet. Pero el problema es que lo que tenía era muy poco, prácticamente todo está ya dicho en estas páginas aunque intentaré completarlo, pero lo cierto es que no existía –y si lo hay lo desconozco- apenas nada que nos hablase fehacientemente y documentadamente de esta imagen que magistralmente restauró hace unos años el restaurador iliturgitano José Luis Ojeda Navío. El mismo desmintió con su trabajo algunas de la leyendas urbanas en torno a la imagen, como que tenía la firma del autor grabada en el paladar o “cielo de la boca”, exageración surgida seguramente del acervo popular para quizás engrandecer aún más sus grandes cualidades artísticas, y es que el mismo desconocimiento, esta vez en los más cultos de otros tiempos, la solían atribuir como ocurría entonces con toda obra antigua con cierto nivel artístico a la mano de dos de los más conocidos artistas de todos los tiempos como son Juan Martínez Montañés u Alonso Cano.

Si es que ni siquiera se sabía el origen y que pudo despertar la intención para que iconografía tan rara recibiera culto en Bailén, donde se desconoce algún nexo de unión de algún estamento con aquel, que en la cruz, Jesús prometió la vida eterna. Se apuntaba a que pertenecía a los saqueos artísticos del ejército francés en nuestra Guerra de Independencia, posiblemente llegada desde Córdoba y otros que venía de Madrid, incluso esta teoría podría tener su consistencia, ya que Ojeda Navío me comentó cierto día en ARCOAN, que al parecer el profesor granadino Sánchez Mesa-Martin la atribuyó al genial imaginero Luís Salvador Carmona, algo que sí dejó escrito aún sigo buscando donde… pero si esto es cierto, no iba mal encaminado.
Pero lo cierto es que si podemos casi confirmar de donde vino la imagen y quien fue la mano generosa que hizo posible que hoy sigamos extasiándonos en su contemplación, y veneración, porque me consta, que tiene una cierta devoción, pero callada, sencilla y muy privada de muchos bailenenses que se acercan hasta su capilla, antaño lugar de culto de la extinguida hermandad del Rosario. Gracias a aquel al que no se debería tener muy en cuenta como se me debatió en esta casa, en otros tiempos… el considerado “cronista oficial de la provincia de Jaén”, Alfredo Cazaban y su revista “Don Lope de Sosa” podemos conocer el origen de este San Dimas “glorioso”, incluso la única fotografía que se conoce de la misma anterior a la Guerra Civil Española, cuando el párroco de la Encarnación permitió que la imagen se sacase al atrio, por la puerta gótica para que la calidad de la instantánea fuese mayor. Lo cierto es que aún me perece bastante curioso y misterioso como en la profanación del templo por las “hordas marxistas” no se salvara ni la mismísima patrona y si se salvase esta imagen. Teorías también hay para esta circunstancia, la más rocambolesca  a mi parecer es que los izquierdistas en defesa del estado republicano, por lo más común, hombres casi analfabetos, trabajados por las durezas del trabajo, en muchos casos al pleno sol durante muchas horas, contemplara en su piel, ese moreno que dan los años y llegasen a considéralo como “uno de los suyos”. Otra trata de que llegaron a entender de la valía inmaterial que ni la tocaron, algo muy harto complicado la verdad, porque igual merito inmaterial tenía el retablo mayor de Sebastian de Solís y la talla, que si gótica, que si bizantina de la Virgen de Zocueca, y por ende que en aquellos tristísimos años se destruyeron auténticas obras de ate que quitaría el hipo. La que más peso tiene es que alguien intuyo en la sociedad, cargada de un espirito anticlerical enorme, que esta obra podría correr peligro por su integridad y la escondieron en la casa del colegio de las monjas, en la calle Real, lo cual también me extraña, porque las hermanitas de San Vicente Paul fueron expulsadas de sus dependencias y puestas al servicio del hospital como enfermeras. Lo cierto es que me sigue pareciendo un enigma, de cómo pudo salvarse la imagen, sin duda Dios le volvió a echar otro cable…
Gracias a Cazabán podemos conocer que la imagen llegó desde Madrid en algún año entre 1831 y 1847 ya que el Sr. D. Carlos Posute, administrador del Duque de Osuna, la trajo consigo como consta en el inventario practicado el 11 de diciembre de 1849 por el cura párroco, d. Andrés Merlo y por el Vice-prior D. Juan Ildefonso Herrera, para hacer entrega de la parroquia al nuevo prior D. Juan Pérez Galindo, y en cuyo documento figuraba la imagen con el número 126. Gracias a Dios la imagen se salvó y ahí la tenemos luciendo esplendida en nuestros días, pero lo que no se salvó fue este documento aludido en el artículo publicado en la revista “Don Lope de Sosa”, seguramente junto a otros tantos documentos que nos hablaran más de los padres artísticos que dejaron su legado en nuestro pueblo y que pereció en las llamas del odio. Pero aquí no acaba esta historia, debe de continuar, porque gracias a este simple aporte, las manos expertas y formadas, es decir un historiador del arte, publicó recientemente un completo estudio en torno a nuestra querida imagen donde los datos aportados en este artículo de Alfredo Cazaban tuvieron un granito de arena fundamental.

Les dejo las páginas de la revista para que puedan leer el artículo, donde como curiosidad se sonsaca de donde pudo surgir las famosas atribuciones, en este caso a Alonso Cano, de un simple carpintero, seguramente conocedor gracias a su trabajo de ciertas imágenes de categoría adjudicadas a los eternos maestros de la gubia. Además de otro articulito publicado en un viejo programa de fiestas, donde se intuye que algo se conocía, la historia que publicó a Dios gracias Alfredo Cazabán.



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