Este artículo fue publicado en la
siguiente dirección: http://iglesiaenbailen.es/2016/06/santos-juanes/ [consulta realizada el 24 de junio de 2022] el 25 de junio de 2016. Su autor fue D. Juan Ignacio Damas, párroco por
entonces de Bailén. Lo comparto en mi blog con el ánimo de dar a conocer esta
historia tan interesante entre mis lectores a sabiendas de la fugacidad del
mundo digital. Para que de alguna forma este en más lugares y no se pierda.
¿Por qué en Bailén se celebra
la fiesta de San Juan Evangelista el día de la fiesta de San Juan Bautista?
Mucha gente se pregunta por qué,
desde hace muchos años, la cofradía de San Juan Evangelista de Bailén celebra
la fiesta de su titular el día 24 de junio, que en realidad es el día de la
solemnidad del Nacimiento de San Juan Bautista. Hay incluso quien piensa que se
trata simplemente de un error, fruto de la poca formación religiosa que
confundiría a los dos santos que llevan el mismo nombre. el asunto no es
tan simple. Y además viene de más a antiguo de lo que podría a primera vista
pensarse.
Discusiones y disputas
teológicas a partir de la Edad Media
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Retablo de los Santos Juanes de la Capilla Real de Granada |
La Edad Media fue pródiga en
rivalidades religiosas entre las comunidades cristiana, musulmana y judía; de
ello la literatura nos legó numerosos testimonios. El Renacimiento europeo fue
a su vez testigo de las luchas de religión a partir de la reforma luterana,
cuando el reformador alemán se convirtió en el gran rival del papado romano.
Por su parte, la universidad medieval y del Siglo de Oro vivió con intensidad las
rivalidades entre las distintas órdenes religiosas por conseguir imponer una
determinada concepción de la vida intelectual para explicar algunos problemas
teológicos.
En estos contextos religiosos se entiende hasta cierto punto la rivalidad, como
se entiende a propósito de dos facciones deportivas en la actualidad.
También en la hagiografía
Lo que resulta más llamativo es
que esta rivalidad aparecía también en el tema de la hagiografía. Dos santos
muy significativos en la piedad cristiana, san Juan Evangelista y san Juan
Bautista, van a provocar auténticas disensiones en el seno de la comunidad
religiosa medieval y del Siglo de Oro. El núcleo de la disputa que enfrentará a
evangelistas y bautistas es muy simple: cuál de los dos fue más santo; cuál de
los dos tiene mayor poder de intercesión, qué rango ocupará cada uno de ellos
en el Reino de los Cielos ante la divina presencia.
El fundamento que dio origen a esta discusión y los argumentos a favor de uno y
otro santo se encuentran en los mismos Evangelios. Cristo se refirió al
Bautista en estos términos: “entre los nacidos de mujer no ya nadie mayor que
Juan el Bautista” (Lc 7,28). Al Evangelista, Jesús le profesó un amor especial
y le recomendó a su madre antes de morir (ver Jn 19,26-27).
Por otra parte, la liturgia festejó desde antiguo el nacimiento de los dos
santos con honores muy especiales. En la fiesta del nacimiento de san Juan
Bautista (24 de junio) se decían dos misas: la primera porque había preparado
la venida del Redentor, y se celebraba al final de la vigilia; la segunda
porque había instituido el Bautismo de penitencia, que el mismo Cristo quiso
recibir de sus manos.
Con honores semejantes a los del
Bautista la Iglesia veneró también desde muy antiguo a san Juan Evangelista con
los atributos de apóstol y profeta, virgen y mártir, discípulo predilecto del
Señor. Originariamente en la fiesta del Evangelista, como en la del Bautista,
había también dos misas, una por la noche, después de la vigilia, y otra el día
de la fiesta (27 de diciembre).
Los testimonios bíblicos y litúrgicos aducidos constituyen los fundamentos de
una teología hagiográfica sobre los dos santos. Esta tradición teológica será
recreada por la hagiografía medieval. La compilación elaborada por Santiago de
la Vorágine, en su archiconocida obra “La leyenda dorada”, que sirvió de fuente
de inspiración a artistas y predicadores, es, sin duda, la más completa y
exhaustiva. Con una perfecta estructura escolástica de la Vorágine expone la
doctrina teológica sobre los dos Juanes; primero enumera los dones o gracias
que adornan a cada uno de los santos, para a continuación exponer, aduciendo
testimonios de la Biblia, la Patrística y la Liturgia –las tres fuentes del
quehacer teológico–, las prerrogativas de los dos santos. De la Vorágine ya se
hace eco, a su vez, de las disputas sobre cuál de los santos tendría una mayor
preeminencia en el Reino de los cielos:
Conviene advertir que en tal
día como hoy emigró al Señor san Juan Evangelista; no obstante, en lugar de
celebrar en esta fecha la festividad de su tránsito, celébrase tres días
después de la del nacimiento de Cristo. Así lo dispuso la Iglesia por dos
razones: porque un 27 de diciembre se dedicó a Juan Evangelista el primer
templo construido en su honor, y porque convenía reservar esta fecha del 24 de
junio para solemnizar el acontecimiento de la Natividad de Juan Bautista y dar
cumplimiento a las palabras del ángel, que dijo a Zacarías: “Todos se alegrarán
en su nacimiento”. Pero el hecho de que la festividad del Bautista ocupe el día
que correspondía a la del Evangelista no quiere decir que éste sea de menor
categoría que aquél. Debemos huir de dogmatismos impertinentes, y procurar no
caer en incorrectas disputas acerca de si uno de ellos es más importante que el
otro. Esto no es del agrado del Señor. Así nos lo dio a entender por medio del
siguiente episodio milagroso: En cierta ocasión surgió una contienda entre dos
notables teólogos; uno sostenía que san Juan Evangelista aventajaba en
importancia a san Juan Bautista; el otro, en cambio, se empeñaba en afirmar que
san Juan Bautista era más importante que san Juan Evangelista. Apegados ambos a
sus respectivas opiniones, decidieron celebrar sobre este tema un debate
público y solemne. Los dos contendientes se prepararon a fondo, buscando
afanosamente argumentos de autoridad en favor de sus correspondientes puntos de
vista. El mismo día en que iba a celebrarse el susodicho debate, y poco antes
de la hora en que éste debería comenzar, cada uno de los santos se apareció a
su respectivo defensor diciéndole que se dejaran de semejantes discusiones, y
haciéndole saber que ellos vivían con mucha paz y concordia en el cielo. En
vista de esto, los dos teólogos, tras de comunicarse mutuamente la visión que
habían tenido, comparecieron ante el numeroso público que se había congregado
para asistir a la disputa, les dieron cuenta de lo que les había sucedido,
bendijeron al Señor y dieron por concluida la polémica que entre ellos se
traían (SANTIAGO DE LA VORÁGINE, La leyenda Dorada 1, Alianza, Madrid
1982, 341).
Esta historia fue recogida
igualmente en la hagiografía castellana medieval, especialmente en las diversas
ediciones de Flos Sanctorum.
La diatriba en la corte de los
Reyes Católicos y en los conventos de monjas
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Detalle del retablo de los Santos Juanes de la Capilla Real de Granada
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Los Cancioneros del siglo XV nos
dejaron asimismo numerosos testimonios de esta rivalidad hagiográfica. Incluso
esta rivalidad la vivía la propia corte de los Reyes Católicos. El rey Fernando
parece que se inclinaba a favor de san Juan Bautista (“siervo de san Juan
Bautista”, se dirá en la copla), mientras la reina, por el contrario, mostraba
su predilección por el Evangelista. Los predicadores de la corte, primero Fray
Hernando de Talavera y después Fray Antonio de Montesino, vivieron en su
propio quehacer literario y espiritual las “desavenencias” que entre sí tenían
Isabel y Fernando.
La devoción de la Reina Católica
por San Juan Evangelista parece haber sido la causa de que los monarcas
incorporasen el águila monocéfala aureolada al escudo de España como símbolo
iconográfico del autor del cuarto evangelio. La devoción al Evangelista recibió
de esta manera un gran impulso de la Reina de Castilla y de su poeta Montesino,
a pesar de que don Fernando era especial devoto del Bautista. Pero ya es
sabido el talante dominador de la Reina Isabel. Como ocurre siempre, las
disputas de la corte muy pronto se expandieron por el reino. Con ello se
avivaron entre los devotos de uno y otro santo, sobre todo en los conventos de
monjas, una rivalidad que va a durar más de un siglo.
La teología del siglo de oro
La teología del siglo XVI también
se ocupó del problema. Era inevitable mantenerse al margen de un problema
existencial que dividía a los conventos. Sin embargo, la pretendida objetividad
de la ciencia teológica se ve comprometida. Unos escribían sus tratados para
satisfacer a los devotos del Bautista, otros para contentar a los seguidores
del Evangelista; ya que tanto se hablaba de estos santos, se dieron a escribir
sus vidas o a explicar los pasajes en que se hablaba de ellos en el Evangelio,
añadiendo los testimonios de los Padres y doctores de la Iglesia, y lo que la
misma Iglesia oficiaba en su liturgia. Y las disputas estériles sobre cuál de
los dos santos Juanes era el mayor dieron origen a nuevos libros sobre el tema,
con lo que las disputas entre los teólogos, más que amainar las desavenencias
entre los conventos de los dos bandos la avivaban.
Intentos de pacificación
¿Cómo corregir aquellas
desavenencias que perturbaban la paz conventual? Alonso de Villegas (+1603)
reconocía que no bastaban las exhortaciones piadosas y las reflexiones
teológicas o ascéticas para acabar con los dichosos bandos; por ello considera
que eran necesarios medios más radicales. A propósito de lo cual trae un
ejemplo de Cesáreo de Arlés muy parecido al que refieren De la Vorágine en
su Leyenda dorada:
Y para del todo allanar, si
fuese posible, estos bandos de baptistas y evangelistas, quiero referir aquí lo
que escribe el Abad Cesáreo en su libro octavo, capítulo cincuenta y uno, el
cual dice que había dos monjas en un monasterio de la diócesis de Trevidiense,
la una grande devota de San Juan Baptista, y la otra del Evangelista. Estas
siempre que se juntaban entre sí contendían sobre la mayoría de sus devotos de
modo que con dificultad su maestra podía apaciguarlas. La una refería los
privilegios de su santo, y la otra las prerrogativas del suyo. Sucedió que una
noche antes de maitines apareció en sueños san Juan Baptista a su devota y
díjole: “Sabe hermana, cómo el Evangelista san Juan es mi igual: ningún hombre
fue más casto que él en cuerpo, y en espíritu fue virgen: él voló más alto que
los cuatro Evangelistas, y puso los ojos de su alma en la divinidad, comentando
en el Evangelio In princio erat Verbum; escribió el Apocalipsis que no hay cosa
más santa ni oscura que las figuras celestiales; padeció por Cristo tormentos,
azotes, óleo hirviendo y destierro. Por estos y por otros privilegios es igual
a mí. Quiero que mañana te levantes y delante de tu maestra y perlada llames a
tu hermana y de rodillas la pidas perdón de las veces que la has enojado y
descompuesto por mi causa”. Con esto tañeron a maitines, y despertó la monja y
pensaba lo que en visión la habían dicho. Acabados los maitines, estando la
otra durmiendo, apareciósele san Juan Evangelista, y habló de esta manera:
“Hermana, sabe que san Juan Baptista es el mayor entre todos los nacidos de
mujeres, que así lo dijo Cristo; es Profeta y más que Profeta; su nacimiento
fue anunciado por ángel; fue concebido contra lo que naturaleza disponía, de
madre vieja y estéril; en el vientre de su madre saltó; conversó sin pecado en
el desierto; conoció al Salvador y lo señaló con el dedo; lo bautizó en el
Jordán y vio los cielos abiertos y oyó la voz del Padre; fue martirizado por
volver por la justicia. Estas y otras grandezas tiene. Por lo cual te encargo
que delante de tu perlada y maestra llames a tu hermana y derríbate a sus pies,
y pídele perdón de lo que la has enojado anteponiéndome a mí al Bautista”.
Venido el día, las dos se presentaron delante de su perlada y maestra;
refirieron lo que habían visto, postrándose la una a los pies de la otra, como
les fue mandado, pidiéndose perdón; y con esto quedaron amigas, sin tratar en
delante de las mayorías de los santos, que son a solo Dios manifiesta. Lo dicho
es de Cesáreo.
A pesar de todos estos intentos
de conciliación entre los dos bandos, la concordia no llegaba a los
monasterios. Parecía que tan solo la autoridad eclesiástica podía zanjarlo, no
con consejos y exhortaciones, sino a través de disposiciones disciplinares. Así
sucedió. En 1583 el Arzobispo de Valencia, Juan de Rivera, determinará, en la
Instrucción dada a los visitadores de monjas, que:
Las religiosas celebren todas
juntas las festividades de los gloriosos santos, san Juan Bautista y el
Evangelista, sin parcialidad ni invenciones. No tengan rencillas ni cuestiones
sobre la mayor santidad de estos santos. La que lo contrario hiciere sea castigada
con un mes de cárcel.
Las iglesias y los retablos de
los Santos Juanes
Y se dedicaron iglesias bajo la
titularidad de los dos santos Juanes. Y se levantaron retablos dedicados a
ambos, recogiendo escenas de sus vidas tomadas de los evangelios y de la
leyenda cristiana. Baste aquí citar algunos ejemplos.
- La Real parroquia de los Santos Juanes, de origen
gótico, pero reedificada en los siglos XIV y XVI.
- La iglesia de los Santos Juanes de Nava del Rey
(Valladolid), del siglo XVI.
- La iglesia de los Santos Juanes de Bilbao, del
siglo XVII.
- El retablo de los Santos Juanes de Vaixana (1432),
pintado por Bertnat Martorell, conservado en parte en el Museo Nacional de
Arte de Cataluña.
- El retablo de la Capilla Real de Granada
(1519-1522).
- El retablo de los Santos Juanes (segunda mitad del
siglo XVI) de la iglesia de San Juan Bautista de Estella.
Como se puede apreciar el asunto
no era tan simple como podía parecer a primera vista. Y, supuesto todo esto,
entendemos que San Juan Bautista no se enfada porque el día de la festividad de
su nacimiento celebremos igualmente la fiesta de su homónimo.
| Detalle del retablo de los Santos Juanes de Estella.
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