Tenía cierta ansiedad en la ya
madrugada del Domingo de Resurrección porque psicológicamente (físicamente estaba
bien, bendita sillita) ya costaba aguantar, pero a la vez me quedaba una de mis
hermandades más especiales. Tanto es así que si Santiago me dejara sacar al
Resucitado haría el esfuerzo de esos locos que se recorren España para sacar pasos
en Sevilla. Por ello remataba la maleta y casi exigí (perdonadme) a los demás que
hiciesen como yo, ya que por la mañana temprano habría que salir rápido, sacar
el equipaje (no estábamos en hotel) y estar en la ida de la Resurrección, que para
mí es sagrada. Para unos, antes la gran mayoría, una hermandad desconocida y
hoy cada día más seguida precisamente por abrirse a los cambios y no al inmovilismo
del que peca (porque no es perfecta) Sevilla. Esa ansiedad continuó cuando sonó
el despertador que me llevó a por el coche que no visité en una semana, sucio
por el agua del martes y de las hojas de los árboles donde no se movió en esta
semana que cuenta el tiempo al revés. Corriendo por que había tres huecos en la
calle Goles fui a por él y cuando volví solo me quedaba uno… menos mal. Maletas
guardadas, un día más y el último, Dios mediante, buscamos la Alameda y la
plaza de Montesión.
Tanta prisa metí que para una vez
que no voy solo llegué antes que nunca. Siempre me he encontrado al que vive,
como si fuera María Magdalena, ante el que temblaba de miedo en el huerto de Montesión.
Desde la capilla observa gozoso cada domingo que abre la Pascua el culmen de su
redención. “¿Nos quedamos aquí? Bueno vamos a buscarlo”. Y me adentré por un callejón
que me recordó a la ultima vez que la reviró con “La Esperanza de María” …
Apareció el galeón, porque lo han
“engordado”, y comenzó a sonar lo que más esperaba. La ansiedad por sacar el móvil
y grabar el único video de toda la semana me desesperaba. Y comenzó a sonar
VIDA. El Domingo de Ramos ansié ver al Despojado con esta marcha, pero no pudo
ser. En la magna de Málaga, en la vuelta a las procesiones, viendo la Sentencia,
el alma comenzó a revivir. Pero aquel día le dije al Señor en Málaga mientras
caminaba por Larios con esta marcha que el culmen de mi resucitación sería allí,
en la vieja Híspalis con sus cristos y sus vírgenes bajo la luna del Nissan. Y uno
de mis Cristos es esta soberbia imagen (que no entiendo como el amigo Andrés
dice que es horrible) al que solo le falta una cosita para que hubiese sido
eterna, y no es otra que el genio de Mesa hubiese vuelto de la gloria a
rematarle esta genialidad a Buiza que tan bien reinterpretó sus modelos.
Dice el autor de la marcha que la
parte que a todos nos conmueve, la fuga de trompetas, está inspirada en la “Primavera”
del inmortal genio veneciano Antonio Vivaldi. Y es que más que la pelea de pájaros,
parecen ángeles revoleteando en el cielo con trompetas celestiales recibiendo a
su rey en el epicentro de la historia de la Salvación. Grabando esperaba ese momento
mientras Jesús nos buscaba con sus brazos abiertos en un tornillo eterno y la mañana
del domingo supo al gozo de la resurrección. Les diría que me sentí en aquel
paraje del sepulcro encontrándome con el que volvía de entre los muertos. Extendía
sus manos enseñadme los agujeros y contestándome a tantas preguntas. “Yo te daré
vida”. Momento de silencio, de paladear todo lo que mis sentidos pudieran captar.
Rompió de frente y si hubiera extendido su mano izquierda en las apreturas, me podría
haber ido cogido de su mano si Él hubiera querido a su lado a la gloria. Donde mejor
que contigo, como tantas veces me digo. Pero sigue insistiendo en la paciencia
y en la espera. Me derrotó. Fue el culmen. La promesa de Dios hecha en Málaga
hecha realidad. Quizás este fue mi momento de la vuelta a la vida. Que en esa
semana pareció que nunca pasó lo de los tres años anteriores. Fue en esos días cuando
vi hasta dónde me afectó estos tres años y todo lo que he pasado. No estaba allí
en las condiciones deseadas, pero estaba, y eso es quizás lo único que importaba
y lo que Él quiere que entienda. A partir de ahora todo lo que les cuente, será
una mera crónica. Nada superó aquel momento de ese callejón que no tiene ni
encanto arquitectónico. Entre la sencillez Él me llamó para abrirme o mostrame
las puertas de la gloria. Casi caigo de rodillas pidiéndole fuerza para
continuar y que su semana no me falte como el motor que alimenta mi alma y el
sentido del mío existir… como diría Silvio.
Habré visto el video ciento de
veces, la “primavera” de la marcha la habré tatareado hasta la saciedad. Mientras
sonaba allí la tatareaba con una pasión que me desbordaba el nudo de la corbata.
¿Por qué me gusta la música? no, porque así también se reza. Por eso los músicos
rezan o un costalero con un buen trabajo también lo hace como alabanza al altísimo.
“Estas obsesionado con Sevilla” me dicen los que ven la Semana Santa como un
entretenimiento turístico. “Hay mas sitios” me dicen y siempre les digo que voy
a sentir, a vivir, cuando alguien me presente un modelo que lo supere, quizás cambiaremos
de lugar. Que las cambien de fecha…
Sale el Resucitado más tarde y
por ello, también este año, Él fue con muchísima gente acompañándolo. Prefiero este
horario, pero echo de menos el antiguo, sobre todo porque podías ir caminando
junto al paso casi hasta sor Ángela. Ya no puedes ni entrar a la catedral. En aquellos
años veías quien era capillita de verdad y que en Sevilla también son los
mismos de siempre.
A partir de ahí, ya nada fue
igual. Dios fue anunciando la buena nueva por la plaza de los Carros mientras
nos dimos un abrazo con mi Soberanete; “ponte el tricornio, cuca” le dije para
la foto para la posteridad. Y hasta desayunando tranquilamente, por fin, seguimos
disfrutándolo antes de lamer la Alameda de Hércules en busca de Trajano. Y venga,
rápido a Campana para pillar sitio. Les digo una cosa, el día que es gratis es
cuando está el público más selecto en Campana, gente que sabe y ama esto de verdad
(mi experiencia de aquel Domingo de Ramos dejó mucho que desear). Muchos de los
que solo saben callejear, los conocedores de verdad de la Semana Santa. Llegó un
hombre de color, y no sabemos si se quiso cachondear o solo no sabia de la
cultura en la que se metió ignorantemente. Se puso a cantar a viva voz “Sevilla
tiene un color especial” y la sevillanía se levantó echándolo mientras la policía
se lo llevó con el aplauso de los que pedimos mucha seriedad con esto. Para nosotros
traspasa todos los límites. Dios es nuestra verdad más pura, y aunque seamos todos
unos pecadores no consentimos que se mancille el único amor de verdad que
existe. Ante un paso no hay lugar a la vulgaridad ni a la broma.
Además, les dije en el sábado que
no me explico como las Hermanas de la Cruz no quieren que se les grabe. Saben, allí
estaban mis amigos de los Estudiantes de Oviedo. 10 años después del pregón nos
dimos un abrazo. Cuantas cosas me regaló el Señor este año. Toda la noche conduciendo
para ver al Dios de la Resurrección y me dijeron… sor Ángela es sagrado. Hermanas,
si no fueran por los videos, esta gente no lo conocerían, ni se hubieran atravesado
dos veces la península ibérica para disfrutar de la VIDA. “Sois unos benditos
locos” les decía a Iván y Tino. Y me dieron un pellizco que me lo cuelgo como
una medalla. “Lendi, la Semana Santa no puede estar sin gente como tú dentro”. Gracias
amigos.
Y llegó a Campana la Resurrección,
“Al tercer día” volvía vivo y eterno. Un hombre volvía a la perfección y comenzó
la otra marcha que está copando los grandes éxitos recientes de los Reyes. “La Esperanza
de María” enmudeció la Campana mientras el Señor seguía crucificado en el abismo
de una cruz transparente como los grandes crucificados de Sevilla, pero
levitando como signo de que el niño de Belén no era cualquiera. Una mano me tocó
en el brazo y mire hacia atrás viéndolo llorar como una Magdalena… no hay nada
más que decir. Aquel día hubo muchos conociendo al Resucitado por primera vez y
todos me lo han dicho: “Ahora entiendo porque es uno de tus ojitos derechos”. “El
Rey de Reyes” (no está nada mal esta nueva marcha) reviró ante nosotros y se
nos fue con “La Saeta” enmarcado entre la cafetería donde este año no me comí
ni un San Marcos ni una torrija… este Hércules Mesianico, tan perfecto que podíamos
contarle las vértebras de la columna.
Llegó su Madre, la Aurora, con su
magnífico paso de palio estrenado bambalinas bordadas. La última vez nos llegó
con el de la Estrella de Garduño y este, bueno sigue el diseño del anterior,
pero a mi personalmente no me parece una obra de tanto relumbrón, eso sí
bordado mejor que recorte, que llegué a verlo en su exposición antes de la
pandemia. Lo que no me gustó nada y ahora les ha dado a todos por aplaudir es
su movimiento. Se ha entrevistado y hecho crónicas ensalzando los porqués de
este movimiento. Que si ahora pesa más y etc. pero a mi me pareció lo que llamamos
“los rancios”: los limpias balcones, y casi metería la mano en el fuego, que
por mucho aplauso, el único capataz que llevó mascarilla en Semana Santa (ahora
no), su capataz, ya estará investigando para que el año que viene no se mueva así.
El vinagre lo llama un amigo mío, porque dice que no tiene gracia, pero bendito
vinagre que hace que los palios se mueven dignos de una Reina y del paladar de
primer orden sevillano. Cada uno entiende la gracia y el paladar a su manera… Quien
no entienda esto, no sabe porque Sevilla es lo que es, y no es por ese falso
populismo que nos venden, ni los chilladores ni tampoco somos un neofloclore
negro. Sevilla y sus formas, no son una moda. “Campanilleros” de Farfán, himno cofrade
por antonomasia para cerrar en Campana la Semana Santa.
De ahí cambié de opción. Otros años
la seguía por la carrera oficial hasta casi la entrada de la catedral. Los de Oviedo
querían ver la estampa de verlo salir de la catedral. Tuvieron acierto, por que
salió con una conmovedora “Consuelo Gitano” (creo que aún no he visto a los Reyes
tocarla). Yo me aposté a esperar, cosa extraña en Domingo de Resurrección en la
cuesta del Bacalao (en el lado donde no hay arboles) antes de que ni siquiera
saliese la cruz de guia de la catedral. Como otro día cualquiera, se llenó
mucho antes. Creo que es la primera vez que me llevo la sillita. Así vimos
subir el Bacalao completo, aunque no elegí bien este año, porque quizás la música
que nos tocaron no me hizo mucho tilín. Viendo a Antonio Velasco (siendo un
niño era uno de mis ídolos, y le he puesto cara a los 40 años, para que vean
quienes eran los ídolos de un niño capillita) me preguntaba “¿por qué no te
metes un Consuelo Gitano?”, pero ya lo había hecho en la catedral. Yo es que en
la revirá de “Vida”, ya me podía haber vuelto y ya solo el día me pedía que
tocaran esta marcha en cada chicotá, todo me parecía poco. Por cierto, ya en la
ida nos pudimos deleitar con la culminación de la ampliación del paso del Señor
que acertadamente lo han adaptado a las proporciones perfectas porque desde que
está en Santa Mariana se podía ampliar y lo cierto es que se le quedaba
pequeño. Las esquinas con los ángeles pascuales remataban una obra que en
cierto modo ahora me pregunto ¿si no hubiese sido mejor hacer uno nuevo?,
porque dicen que a los respiraderos también le quieren añadir más cositas. Como
les digo, no acerté mucho este día, porque la Virgen me subió con “Mi Amargura”
y cada día la soporto menos. Aunque siempre nos quede Ella, el arte suntuoso,
el trabajo costalero, la emoción de un pueblo (sevillano o sevillanizado) que
ve sus cofradías como nadie. Nos quedaba sor Ángela y en el camino nos paramos
en San Isidoro a ver sus pasos y el cirineo, pero estaba el paso embutido en la
capilla de la hermandad. Si hubiese estado solo hubiera repetido el rito de
escuchar la misa, pero seguimos y lo que fue una cañita en las Setas, se nos
alargó tanto que me perdí “Vida” en Boteros con Sales y Ferre, o “La Esperanza
de María” en San Pedro. Como dije, no me atreví a esperar al paso y meterme detrás,
consecuencias de la pandemia, que no sabes si un policía vendrá y te echará en
el momento más esperado.
Por ello nos fuimos al “solitrón”
de la puerta del convento de las Hermanas de la Cruz un día más. Allí estaban
los ovetenses, y hermanas precisamente no bajaron a reírse de ustedes. Si no
tengo la gorra cani como me dijo mi amigo Cris viéndome en los videos, hubiera
muerto allí… en qué mejor lugar y con qué mejor compañía. ¿Soy yo un loco? La pasión
por esto no entiende de limites ni estudios que lo expliquen. A mi lado había una
señora mayor en silla de ruedas seguramente acompañada de su hijo. Y me dije: “y
le digo a mi padre que cómo lo voy a llevar allí en silla de ruedas”. El sol la
aplastaba mientras el muchacho que la acompañaba le echaba agua en la cara. Lo que
estaban dispuestos a soportar por ver a las hermanas cantarle el Resucitó. De repente
una señora de uno de los pisos de enfrente le bajó un paraguas para que se protegiera
del sol. Le dijo: “no tengo otra cosa que darle, pero es que la veo y me estaba
dando algo”. Que podríamos esperar, miré a la puerta cerrada y me dije: “estamos
en territorio de caridad, en los dominios de sor Ángela”, ella le mandó el paraguas,
seguro... Bendito sea Dios, Benditos sean los hombres y mujeres buenas y
bendita siempre sor Ángela que abrió las puertas de su casa para que Dios
hicieran sonreír a sus hermanas. Por fin Jesús no venía dolorido ni menospreciado.
De la muerte del regazo de su madre del sábado a la triunfal vuelta a la vida. Estaba
tan derrotado que no goce ni de la música de los Reyes, solo intenté que sus
voces angelicales se calaran por mis sentidos en la despedida, siempre
recordando aquella voz… “el eco de ese martillazo es subir al cielo, a la gloria”.
Cuando sonó el llamador se repitió en mi alma de niño el “ha tocao ese martillaso
una mano bendita”. Entre las apreturas nos fuimos un año más tras el ángel de
la resurrección. Y nos salimos en Jerónimo Hernández donde siempre me despido de
Él. La foto para el recuerdo. Unos dicen que cómo trasmitía la felicidad de disfrutar
de mi pasión. Pero solo fue petición de Óscar. No soy de poner sonrisas, mi
semblante es serio de capitán general. Pero, aunque ya ansíe que vuelva, en ese
momento solo quieres volver a tu nido, a tu casa. Pero aún quedaba más. También
comimos como Dios manda, se acabaron los bocadillos y había que despedirse del
que muere o se despierta en Triana. Me llevé el coche a la torre Pelli (por cierto,
parking gratis en ese momento) temblando por ver cómo sería la cola del no-besapies
del Cachorro. Pero no había, cuando siempre le da la vuelta a la manzana. Lo que
hace un beso, que el Gitano de la Cava estaba erguido, sin tumbar y en la basílica
estaban los justos. Deleitándonos con los dos portentos, Cristo y paso de palio
Sevilla me empujó definitivamente fuera de sus dominios y me llevé las flores
de cada año.
Era tal el cansancio que tras la
vuelta a la vida no quise pararme en la vuelta a la rutina echando unas cervezas
con los amigos. Aun estaba en mi cabeza la chicotá en Bailén ante mi puerta, y
nada más llegar, y subir a mi casa, la foto de mi hermano que recibe a todo el
mundo me hizo abrir mi mochila (que me dieron en la peregrinación a Tierra Santa)
para coger los claveles del Cachorro, y con lagrimas en los ojos se las puse
diciendo: “es un orgullo poder sentir que te pongo las flores de nada más y nada
menos que del Cachorro de Triana”, y mi alma descansó porque se que hice lo que
quise y esta vez Dios no se rio de mí (alguien me ha enseñado en estos últimos tiempos
una verdad rotunda: “si quieres escuchar a Dios reír cuéntale tus ambiciones”),
y él tuvo mucho que mediar para ello.
Se acabó la Semana Santa, el paseo triunfal de vida que me dio el Resucitado y ahora solo me queda esperar si me dejará volver el 22 de octubre cuando vuelva a resucitar en un otoño de resurrección. Solo me queda esperar, paciencia y que sea lo que él quiera… de todo lo que le pido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario