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martes, 11 de noviembre de 2014

QUE SÓLO ESTÁS CACHORRO...

Te veo venir de lejos, que para no pecar de culto no diré como dijo el poeta pero si, el irrepetible pregonero, atravesando el Altozano con sabor de monte Carmelo, conquistando el puente más costalero del universo, en volandas camino desde el mar de Triana en busca de esa orilla como las gaviotas cuando buscan el ocaso de sus días… la muerte, pero siempre sin encontrarla, alzándote majestuoso, sentado sobre tu trono, pero no la joya arquitectónica de pan de oro del eterno tallista del barrio, pero si el de los dos travesaños que por detrás traes Jorobaito y en la noche santa paseaste vencido en el suelo por su peso. Te veo venir reinando y muriendo sobre tu santo trono real de la cruz y el momento, la instantánea solo me sabe a la frase de maestro Herrera…. “Qué solo estás Cachorro con tanta gente… ¡qué sólo en tu cortejo!”


Que sólo en tu Expiración, como desde niño siempre sentí al Hijo de Dios, muriéndote a chorros, empapado en “ca´chorro de sangre” desplomándose como ríos de redención sobre tu cuerpo, sobre tu Gólgota de claveles rojos, pero con cuerpos y rostros diferentes, pero siempre un mismo Dios que nunca vemos vencer los ojos, que nunca percibimos desplomar la cabeza a plomo como triste certeza de que todo está consumado, apagado, finalizado, como si todo no hubiese merecido la pena. La primera vez que te vi ilustrabas los libros de la cultura que alimentaba las incipientes memorias de unos niños. Uno de ellos dibujaba tu muerte Cachorro, y soñaba con pasear tu Expiración, con otra cara, otro cuerpo, pero un mismo Dios, hoy en el cielo quizás no ve tu cara o quizás sí, cosas de ser el que todo lo puede… hoy te miro y recuerdo cuando te alzabas como bandera que enarbolar en mis sueños y ahora no sé si aquel sueño es estar simplemente contigo, aunque lleve ya tantos años sin verte pasear tú muerte o acaso tu eterna vida… como aquel día de septiembre en que me llevaron a embriagarme con la gracia de tu tierra en que una cúpula y un azulejo me aceleraban el pulso soñando contemplar, oler y sentir tu figura o como ese en que te recortabas entre el frio mármol escuchando mis oraciones escritas sobre lamentos alfareros  en los pentagramas o como cuando me concediste tu primer favor para poder seguir buscando tu muerte en Sevilla mientras Tú te ibas de noche del vuelta a tu casa, aquella que sobrecoges y emocionas, que te manda de vuelta a la Cava tan vivo y agonizante como aquel día de regocijo y leyenda. Gijón no te soñó, el de Utrera solo tuvo que ejecutar tus directrices, tú guiaste su gubia sobre el tronco de vida donde tú dormías esperando salir como del capullo que abre la primavera. ¿Quién sería aquel gitano? ¿Cómo sería su corazón? no sé si entonces te apoderaste de él y lo elegiste para que le pusiera cara y luz a las miserias mundanas desde el viejo camino de Camas, ¿Quién lo apodaría Cachorro? ¿por qué? Seguramente hasta en eso estuviste presente para elegir en un cabildo divino como te llamarían los siglos, los que se siguen extasiándo al verte venir por las calles de Sevilla como el retoño del Altísimo, cachorro del vientre de María hecha Señorita de Triana...
Que escalofrío cuando llego a tu viejo arrabal por la carretera nueva de Camas y el indicador anuncia “El Patrocinio” y en mi alma comienza a dibujarse los repelucos de tu figura, de tu escorzo, de tu mirada reflejándose en un cielo vestido de celeste vistiendo de celeste la tarde del viernes, sin saber si es el fin o es que vuelves ya a la vida, sin pasar por el sepulcro, sin ni siquiera bajarte de la cruz, el temeroso tormento que elegiste como insignia de tus elegidos y como trono austero para todo un Rey del universo. Atraviesas el puente tan sólo, que no sé cómo no lo vences sobre las aguas del gran rio, qué menos para el que creó el mundo en siete días, que pesar más que el mismo mundo, envuelto en una primavera de flores doradas que se encenderán hasta el infinito cuando alguien desde el cielo con forma de calle Castilla te vuelva a preguntar si estás dormido o vas despierto con el quejio que se clava como dagas desde los balcones, porque no sé si eres cualquiera, incluso dudo si eres madera, porque sin terciar palabra no paras de hablarle a todo el que te rodea, aunque siempre vayas tan sólo, como aquel gitano que mirando al cielo, al son de una flamenca trompeta nazarena, sentía que la vida se le escapaba con la misa ternura con la que exhalas eternamente tu vida. Tú, siempre entre el hombre y el Dios, que te llamaron cachorro como a un perseguido y un denostado, para que el universo no le quedara duda de que tú eres como sentenció el pregonero, ¡Cachorro de Dios! ¡Cachorro!

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