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domingo, 3 de enero de 2016

EL RENACER DE LAS PENAS...

Hace pocos meses les mostré en estas páginas una serie de fotografías sobre la imaginería procesional de Linares donde por norma general mostraba algunos aspectos diferentes de las mismas a lo que conocemos en la actualidad. Desde antiguas imágenes, antiguos modos de presentarse a cómo eran en un tiempo pasado antes de recibir restauraciones “profundas”. Una de ellas era la imagen de la Virgen de las Penas de la hermandad del Descendimiento.
Una imagen que llega en un periodo restauracionista de las místicas imágenes linarenses, sobre todo de las obras salidas por el genio contemporáneo Víctor de los Ríos Campos. Un imaginero siempre tildado de escuela castellana, no sé si por su procedencia, no sé si por la zona de influencia de su arte o porque en realidad su arte estuviese impregnado por las características más comunes de la escuela imaginera de Despeñaperros para arriba.
Aunque a mi entender Víctor de los Ríos lo que en realidad fue es un escultor de la escuela contemporánea, aquella que intentó salirse de las corrientes “neo” de los siglos pasados, aunque bueno, muchos de sus conceptos fuesen mejor asimilados en el norte que en Andalucía. A principios de los noventa del pasado siglo un leonés, José Ajenjo Vega es presentado en la ciudad como discípulo de De los Ríos y comienza a restaurar muchas imágenes con el resultado que con los años y el aprendizaje nos daríamos cuanta de que restó más que sumo. Dentro de esa idea, de ser discípulo del santoñés la hermandad del Descendimiento le tuvo que encomendar la hechura de una nueva dolorosa que procesionaria en un segundo paso tras el misterio. Linares hervía en marianismo y esta cofradía no querría quedarse atrás, aunque ya en su gran misterio contase con la figura de la Madre de Dios, que como es común en el norte, no se le suele poner ninguna advocación especial.


Año 1993.
Pensando en que la obra de este artista podría estar en consonancia con la imaginería del misterio tuvo que nacer María Santísima de las Penas, una imagen que no iría bajo palio, sino sobre un sobrio paso de madera barnizada, salido de los más escuetos ebanistas locales la cual lloraría las penas por la muerte de su hijo a los pies de una cruz de sección plana, seguramente queriendo seguir el modelo del misterio. Sin duda como ya vimos en aquella entrada, en 1993 se estrenaría la imagen de la Virgen que, aunque seguía los cánones andaluces de imagen de candelero para ser vestida, la misma presentaba un aspecto que sin duda difería de los cánones andaluces y en una ciudad donde lo castellano perdía el pulso ante lo andaluz o sevillano.
Año 1994.


No duró mucho aquel aspecto, al año siguiente su mismo autor interviene su obra y el cambio nos habla claramente de una búsqueda de ideas más andaluzas. La Virgen se rejuvenece, abandona la “lógica” madurez de la María ante la muerte de su hijo de treinta y tres años. Es evidente que el resultado primigenio no agradó y una mejora sobre la misma intentó subsanarlo, y así la Virgen ha permanecido más de veinte años. Una imagen que obviamente se asentó en los corazones de sus devotos, como cualquier titular de cualquier cofradía que se la quiere y con ello se la defiende como a algo más que una simple obra material.
Cuando escribí aquella entrada dije que la imagen estaba en pleno proceso de restauración, ya no por su autor, sino por un andaluz, que, aunque jiennense está formado y tiene el taller en Sevilla, Mario Castellano Marchal. Entonces dije que tenía ganas de contemplar el resultado sobre todo porque quería saber si la restauración seria conservadora o la misma tendría algo más. Desde que llegó la imagen en 1993, con la remodelación posterior incluida, está claro que fuera de los círculos de su cofradía, en los corrillos cofrades primero hasta llegar a la era de los foros y redes sociales después se ponía en entredicho la calidad artística que la misma aportaba al cómputo de la gran o notable imaginería con la que cuenta Linares. Aún recuerdo como se nos desgarraban las vestiduras, donde algunos incluso recomendaban el cambio de imagen. Hoy como pueden ver, no se decía las cosas para hacer daño, sino para sumar…




Este que les habla, a sabiendas de conocer los postulados científicos sobre restauración, nunca he ocultado que una imagen contemporánea, si la misma no luce una gran calidad, una buena opción sobre ella sería una remodelación que siguiese respetado la base y se le diera lo que su primitivo autor no consiguiese alcanzar, ¿para que cambiar una imagen que se la quiere cuando sobre la misma se le puede dar lo que necesita? Ejemplos hay cientos, cada vez que veo uno de ellos acertado por lo menos lo comparto por mis redes sociales para que los menos adeptos a estas opciones abran los ojos, porque a veces con tan solo una repolicromía basta.
En el caso de las Penas siempre apunté que era lo que necesitaba y con el tiempo… se nos ha dado la razón. Sin conocer en profundidad las acciones acometidas, a simple vista, sin lugar a dudas la imagen ha sido encarnada con una policromía de más calidad y de un cierto tono más pálido, de unos matices más propios del neo barroco. Si observamos las comparativas, las facciones y las proporciones siguen siendo las mismas, aunque es palpable ligeros matices de perfeccionismo de los mismos como en la nariz, entrecejo e incluso el cuello, amén de sus manos, que tan solo con la riqueza cromática de la nueva policromía las ha llenado de más vida. Quizás un ligero retoque en los labios es lo que más intuyo que haya podido ir mas allá de la mera repolicromía, donde el dibujo de las cejas ha cambiando ligeramente y la expresión de su mirada, lo que sin duda hace y ha hecho que muchos consideren una intervención más que profunda y que incluso se haya cambiado rotundamente. Enhorabuena a la hermandad por el trabajo realizado, apostando por mantener la imagen de sus corazones, pero dándole la viveza artística que a mi entender necesitaba.


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