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lunes, 22 de febrero de 2016

BIENAVENTURADOS LOS LLAMADOS OTRA VEZ… A LA GLORIA

Llegada nuevamente la cuenta atrás de la cuaresma hacia una nueva Semana Santa, mi pluma saldrá reflejada en algunos de los boletines o programas editados preparativos para la esperada semana por los cofrades. Este año solo he participado en el Programa de Semana Santa de Bailén 2016, al que vuelvo a escribir un nuevo año con motivo del Pregón de Semana Santa, en el cual tendré la dicha de presentar a mi predecesor, Enrique Camacho Sánchez. Esta vez escribo como el último pregonero dejando en mis palabras un artículo alusivo a mi experiencia como pórtico de lo que está por llegar. Este año también he vuelto después de algunos años a dejar un artículo de investigación que más adelante compartiré.
En esta ocasión, como el programa ya está en la calle llegando a los cofrades de la ciudad, les dejaré el primero de ellos, escrito como pregonero del pasado año, para aquellos que no puedan tener acceso a un ejemplar. Un artículo escrito en un momento de la vida que me hizo cambiar el rumbo o eso intento de la misma, un texto que creo versa sobre la verdadera verdad que nos intentó transmitir Jesucristo cuando el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros.

BIENAVENTURADOS LOS LLAMADOS OTRA VEZ… A LA GLORIA
Cuando estén leyendo estas palabras, estarán haciéndolo en el único tiempo que vivimos que es el presente, no hay más universo en nuestra vida terrenal que el momento en que respiramos y el latido de nuestro corazón retumba en el silencio de nuestra conciencia, aunque ya de por sí estas palabras les hablen de pasado y con ello les haga viajar a él, curiosamente como preparación para algo que va a venir, o se espera, en el futuro.
Dicen aquellos que estudian el pensamiento y el comportamiento humano, que el ser humano estamos continuamente amarrados en nuestra conciencia al pasado, siempre intentando buscar la felicidad de momentos que ya pasaron o lo que es peor, latigándonos con los momentos que en cierto modo, como pasados que son deberían olvidarse.
Aunque dicen que si hay que volver a aquel momento presente que ya pasó y que aún vive en nuestra memoria hay que hacerlo con aquellos que te aporten, más incluso que los que te hicieron feliz, que aún son capaces de no sacarte de aquel punto del pasado, soñando con un futuro que ojalá volviese a hacerte sonreír como aquél lo hizo o en ese otro en que piensas que tu vida comenzó a ir cuesta abajo. No hay más tiempo, que el que vivimos, ese mismo que estás utilizando para leer esta sucesión de palabras donde la primera ya es pasado y donde aún te esperan muchas más para concluir un nuevo futuro que serán, seguramente las sensaciones que te haya producido esta lectura.
Muchos piensan que el único momento que viven es un tiempo de tránsito, casi sin valor, como en un estar por estar, un vivir sin vivir… donde la rutina los hace pensar en aquel pasado que los empuja a un futuro que aún no existe simplemente porque no se paran a observar el tiempo que viven con el detenimiento de aquel que ya solo vive en su mente, sea pasado o futuro. Hace un año, en un sábado de saludo invité al pueblo cofradiero de Bailén en aquel mismo presente, en ese momento vigente que vino antecedido de mucho temor hasta que el tiempo -aunque diría que no existió el tiempo en esa hora y poco más- o más bien ese momento presente, fue elevándome sobre el suelo viviendo unas indescriptibles sensaciones, que la verdad, no les voy a engañar, en el pasado las soñé como cualquier humano sueña con las luces de la gloria, como esas otras tantas que quizás no llegarán. Si la ilusión de la vida fuese como la recompensa tras el aplauso del pueblo, aunque fueron más las palabras de emoción, de haber llegado a las profundidades del alma de aquellos en aquel mismo presente, valdría la pena darle vueltas y vueltas a la guarida de la mente con el deseo por el reencuentro con la gloria.
Esa gloria hecha semana de cofradías a la que quise sumergirles, ¿recuerdan? “Parece que es la hora”, y es que no era la hora, pero ya la presentíamos, y es que el pregón era un presente obsesionado con un futuro que es de verdad, el que estalla con los sentidos. Esta tarea, que tal vez no hayan entendido es la única que atesora el pregonero; llenar de ilusión y de gracia al que espera siempre en esa cárcel que a veces convertimos el presente, el único que vivimos. Menos mal que no pasamos mucho más allá de esa frontera como sí la traspasa el único protagonista de todo esto. Esa es la única tarea según mi parecer, fuera de las ovaciones que te elevan el alma, fuera de ese honor patrio que ha de suponer según aquellos que no saben el tormento que supone que cada día, cada presente, te obsesione con un futuro que será un nuevo presente por construir sin poder asegurar ni un ápice como acabará aquella obra que es cada minuto del día, como si ello mismo supusiese el alcance de algo tan superior que en realidad… no lo alcanza. Los honores, las mieles de la gloria, el cariño, el afecto, el pregonero… se fueron diluyendo mientras bajaban los decibelios de las palmas, mientras en el teatro los flashes iban en decrecimiento, cuando en el silencio del patio de butacas solo quedó el alma del pregón y en el brindis de la noche solo quedaba saborear el caldo de un pasado tan cercano que aun parecía presente, pero ya no lo era... 
La espera de la Semana Santa es algo parecido o eso creo. Es tan grande la recompensa de lo vivido -porque no me equivoqué, la invoqué, los invité y la Semana de Dios llegó, pero lo más importante es que se hizo la Semana Santa y volverá-, que el cofrade se sumerge en una espera que en realidad lo hace vivir en una continua Semana Santa presente… o casi. Pero la realidad aplasta y las señales del tiempo marcan unos presentes que obsesionan con un futuro teñido de blanco y rojo y palmas balanceándose en un aire que necesitamos respirar, porque sabemos que no hay otro como el de ese presente que intentamos dibujar en nuestras almas y que lo bautizamos en la pila bautismal del Domingo de Ramos. Saboreen la espera que en sí es la vida, llegarán las luces y las emociones y otra vez tocará volver al letargo, pero no duden en abrirse al estruendo de la gracia que un nuevo pregonero intentará trasmitirles, en ese único momento para transportarlos a un futuro ansiado donde nos parece estrenar hasta el aire, tan solo porque es el día en que inconscientemente aprendemos a vivir el presente.
Por ello, aunque ya vive en los anales, pero la misma historia me vuelve a pedir una cita… ¡gracias vieja Baecula! a los que me hicieron sentir eso que dicen que vive en la posteridad y que en realidad se difumina cuando por fin una palma juega con el aire bailenense, aquellos que vivieron el presente del pregón y que solo allí sintieron prenderse la llama de un fuego de vida que no te recompensa ni textos, ni videos ni mil explicaciones aunque te puedan hacer sentir algo más de lo que en realidad le da un pregón al pregonero. Somos humanos, nuestro pasado no trasciende tal vez al futuro como la entrega de amor que Nuestro Señor rememora cada día en la eucaristía y en su bendita semana que abre la primavera, pero gracias por hacerme recordar aquel presente del pregón como algo satisfactorio, pero del que aprendo desde que se cerraron las puertas de la Casa de la Cultura a que hay que seguir creciendo como SER que VIVE, no con un “fui” o con un “sería”, sino forjando grandes presentes y esperando, como nos indican desde las alturas, el futuro en el único tiempo que vivimos: el presente. Por ello quedémonos con las vísperas, que la gracia de la Semana Santa, aunque solo dura siete días, será el desbordamiento del corazón y los sentidos en un tiempo sin relojes… solo un consejo, hagan de su vida un continuo pregón, sentirán como yo en aquel presente que no tocarán el suelo.
Juan Pedro Lendínez Padilla


Pregonero de la Semana Santa de Bailén de 2015

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