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domingo, 17 de mayo de 2020

LA SALVE QUE DURMIÓ A MARIA...


Es este mes de mayo el mes de María. Hoy por fin he vuelto a sentir las vibraciones del tiempo visitando a María en uno de los lugares que más me gusta hacerlo. Hoy hemos dado un pasito más para recuperar eso tan grande que hemos perdido los que la muerte del bichito no nos ha visitado: la libertad. Hoy he vuelto a tomar el alimento del cuerpo y la sangre a los pies de María en su cielo del Zocueca, a orillas de su legendario Rumblar.
Aun no me creo que haya vuelto a escribir en el blog. Se lo deben a mi amigo Juanjo que consiguió abrir una nueva visión en mi alma. En Semana Santa me dijo ante mi decepción e impotencia, que el mundo necesitaba que les contara historias. Que ya no habría procesiones, que los videos los teníamos más que vistos. Me pidió que les regalara algo nuevo porque eso sí será inédito y nunca visto, y se podrá vivir de verdad. Desde entonces tengo más ganas de escribir. Incluso ya me he vuelto un poco a esposar al tiempo que me ahogaba en este rincón. No quería dejarme esto para otra ocasión…
Los asiduos al rezo de las flores de mayo no podrán este año hacerlo como los siglos lo han venido haciendo. Rezar a María en los templos. Rezar a María es sinónimo de Ave María, Rosario o La Salve. Hay una de las salves que es la que más me toca la fibra. Suele ser las que se cantan en procesiones. En Sevilla, en muchas procesiones extraordinarias he vivido momentos mágicos escuchándola, ¿saben por qué? Porque la cantaban casi todo el mundo, desde jóvenes a hombres como castillos. Porque allí ser cristiano es tan normal que los que no lo son parecen los raros, justo lo contrario de lo que vivimos fuera (Tierra Santa está repleta de estampas de imágenes sevillanas por todos lados que dejaban los peregrinos, he ahí las diferencias). Aun recuerdo aquella entrada de la Hiniesta ante la Amargura y la magia de la salve ante el palio encendido. Los momentos mágicos y únicos de Sevilla que tantas veces les he contado.
Hoy viendo a Zocueca he recordado cuando para su romería (tristemente suspendida ya para este año), el padre Alfonso Puche la cantó en su pregón aquel año al mismísimo lienzo que tenía su abuela (y que se llevó al teatro) y que tantas veces vi cuando en su casa jugábamos. Me embriagó, me hizo sentir la importancia de hacerlo bien y con sentimiento, y mi amigo se le da bien cantar, ya lo hacia de laico en los coros parroquiales. Cura de guitarra, aunque yo sea más de órgano y del latín de la noche de los tiempos. El gozo en la basílica de la Anunciación de Nazaret en el ángelus fue indescriptible. Me pasa como a al emperador Carlos I (y V de Alemania), a Dios hay que hablarle en latín (aunque otros dicen que dijo en español).
Pero ni sé latín y ¡nunca recuerdo bien las salves! (yo es que soy de rezar más como en una conversación normal). En el mes de María ha venido a mi memoria una nueva salve del amigo Puche. Fue en Jerusalén. En Tierra Santa se rezó mucho a la Virgen, pero aquella salve no solo me traspasó a mi… llegamos a un lugar entre tantos en aquel primer día en Jerusalén, entre los lugares de los juicios, prisión, negaciones, la última cena… en esa marabunta de recuerdos, recuerdo la cripta donde la Virgen se durmió… a muchos os sonará esto de cada 15 de agosto con esa iconografía de la Virgen como fallecida. Muchos recordaréis mis visitas a Córdoba a la procesión del Tránsito. Aquella visita nos produjo una curiosa disputa, preguntándole al cura ¿Que la Virgen se murió? ¿pero no subió al cielo en cuerpo y alma? No sé, pero todos adolecimos de clases de teología. La basílica de la Asunción o la Dormición con su imagen de la Virgen del Tránsito tallada en mármol se abría a nuestros sentidos.


Llegamos a La Abadía de Hagia María en Sion, en el mismísimo Montesión (que bonito se vería por ahí el misterio de la oración de la calle Feria, tal vez el son del olivo convertiría a muchos… ¿Quién sabe?). El nuevo templo que visitamos se encuentra en el lugar en el que, según la tradición, tuvo lugar la Dormición de la Virgen María, por lo que antiguamente fue conocida como Abadía de la Dormición de la Virgen María, pero en 1998 cambió en referencia a la iglesia de Hagia Sion que hubo antiguamente en ese lugar. Horas antes estuvimos en la tumba de María, iglesia ortodoxa (junto a la Gruta del Prendimiento) con techos tan negros por el humo de las velas que parecía que estábamos en el horno de un tejar o una alfarería.
Como ya les he contado en otras entradas, la iglesia también era de arquitectura y arte reciente, construida en unos terrenos que el emperador Guillermo II de Alemania recibió del sultán Abdul Hamid II. El arquitecto del Arzobispado de Colonia Heinrich Renard (1868–1928) investigó el lugar en 1899 y descubrió los restos, entre otros, del templo bizantino de "Hagia Sion". La dirección de la construcción fue confiada al arquitecto Theodor Sandel, residente en Jerusalén. La primera piedra fue colocada el 7 de octubre de 1900 y terminada sólo 10 años después, el 10 de abril de 1910 por el Patriarca Latino de Jerusalén. Por ello está encomendada a los padres benedictinos alemanes. Al bajar a la cripta me encontré con una iconografía muy conocida por mí. Es curioso que haya conseguido visitar antes la Virgen del Tránsito de Jerusalén que la del Pozo Santo de Sevilla. La arquitectura y la decoración es muy bella (de un estilo neo-románico y neo-bizantino), el espacio no dejaba lugar a la indiferencia, aunque los visitantes, ya sean peregrinos o turistas parezcan arrebatarle ese misticismo con tanto fotografiar y observar como si en un museo estuviésemos. De repente, Puche comenzó a entonar la salve y se hizo el silencio, el respeto y todos a nuestra manera le cantamos a la Madre de Dios. Dije que no solo a mi me traspasó ese canto, sino que muchos desconocidos se acercaron al padre Alfonso, a mi amigo Puche a darle las gracias, por que a veces olvidamos la santidad del lugar donde estamos con tanta curiosidad, y una vez más, mi primer amigo por las cofradías, volvió a entonarla como si de una nana fuera, que la Virgen pareció quedarse dormida…

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