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domingo, 25 de julio de 2021

SANTIAGO APOSTOL EN LAS CARTAS DE EJECUTORIAS DE HIDALGUÍA

 

Santiago en la Ejecutoria de Hidalguía de los Escalante de Bailen (1639)

Una de las piezas artísticas del Antiguo Régimen más interesantes, bellas y demandadas en la actualidad por coleccionistas (que gastan grandes sumas de dinero en adquirirlas, sobre todo en subastas) son los libros miniados de las Cartas de Ejecutoria de Hidalguía.

Las Ejecutorias de Hidalguía son unos documentos que otorgaban las Salas de Nobleza de los dos Altos Tribunales de Justicia de la Corona de Castilla; la Real Chancillería de Granada y Valladolid. Resumidamente, con estos documentos se pretendía demostrar la limpieza de sangre y lustre nobiliario de las familias, sobre todo por los Hidalgos, la considerada más baja clase entre la nobleza. Movidos por algún reclamo administrativo que no les correspondía por disfrutar de los privilegios que su condición les otorgaba, solían entablar pleitos para demostrar la pureza de su linaje. Estos bellos libros eran una copia de la escritura original que se conservaba en las chancillerías, siendo estos los que guardaban las familias como un preciado tesoro. Por eso, estas copias se hacían de manera tan solemne y artística.

Fue entre los Hidalgos, el principal elemento fehaciente y probatorio de la calidad de su sangre ante los ayuntamientos, órganos autores de los padrones fiscales.  En la ejecutoria se reunían todos los símbolos de su nobleza: el rey que la otorga y reconoce, la religión como elemento supremo del sistema de valores, y la pertenencia a un linaje. Pero no fueron los únicos documentos objeto de adorno. La alta nobleza, titulada y notoria, extiende el uso de la miniatura a otros tipos documentales como fundaciones de mayorazgo, cartas de venta o censos, capitulaciones matrimoniales, permutas o privilegios, y a medida que avanza el siglo XVII, a las concesiones de títulos nobiliarios y grandezas de España.

En definitiva, la Carta de Ejecutoria de Hidalguía era el “diploma” con el que podían demostrar que no eran plebeyos, sino los llamados “cristianos viejos”. Por ello, estaban exentos del pago de determinadas obligaciones tributarias y tenían derecho a portar armas ya que el rey podía pedirles en cualquier momento una prestación militar. Era tal el afán por sustentar ese estatus de creerse nobles que gastaban grandes sumas de dinero en sostener estos pleitos.

Probablemente en Valladolid y Granada debería haber artistas que se ocupaban de realizar estos trabajos “editores” a donde los interesados acudían a encargarles la fabricación de estos libros. Este oficio se le llamaba normalmente (consultando en fuentes primarias como protocolos notariales o libros de fábrica de iglesias) como “escritores de libros”. Éstos realizaban artesanalmente una copia que solemnizaban y decoraban o “iluminaban” con este tipo de dibujos creando un documento de gran prestancia para que la familia lo conservase como un tesoro custodiado en casa y heredado por generaciones. Era tal la importancia del documento para ellos, que sin duda se esmeraban para que se hiciera muy bien. Una vez que esta copia estaba terminada e ilustrada conforme al original era finalmente llevada a la Sala de los Hijosdalgo de la Chancillería para que el secretario los encuadernara, contara las páginas, hicieran los colofones del final, etc. es decir, la validara y la sellara con un sello de plomo colgante al final del libro.

Estos libros eran encabezados normalmente por un dibujo o pintura donde se mostraba a la familia que requería la ejecutoria de hidalguía destacando su escudo heráldico y remarcando la patente filiación que la iglesia tenía en la sociedad. Por ello es normal que los familiares se encontrasen reflejados venerando a una iconografía religiosa, la mayoría de las veces a la Virgen Santísima, e incluso a devociones particulares, como por ejemplo puede ser la ejecutoria de la que escribí en septiembre del año pasado, perteneciente a la familia de D. Martín Escalante de Bailén en el año 1639, donde aparecen venerando a la Virgen de Zocueca, patrona y devoción principal de su pueblo.[1]

En esta también aparecía su escudo heráldico, y entre la decoración manierista de esta página aparecen dos representaciones hagiográficas que podrían tener un nexo de unión con la familia. En este caso aparece San Martín de Tours representando su pasaje iconográfico del momento en el que el Santo parte su capa con una espada para compartirla con un mendigo. Es lógico pensar que aparezca por ser el santo de Martín Escalante.

Que apareciera una devoción en concreto (a veces eran simples y comunes iconografías cristianas como una Trinidad o la Inmaculada) respondía a uno notorio signo de veneración y de filiación familiar con el lugar, en este caso la Virgen de Zocueca como gran devoción de Bailén y como protectora de la familia.

Pero una de las iconografías plasmadas en estos libros iluminados más común era la del patrón de España, Santiago apóstol, del que hoy celebramos su festividad. Que aparezca Santiago es algo muy común en este tipo de documentos y es rara la carta de hidalguía donde no aparece. Santiago era el patrón de la Monarquía y de España como el apóstol que trajo el cristianismo a la península. Era el emblema religioso por excelencia del sentimiento nacional, de hecho, sería absurdo negar que nuestra propia cultura actual no sería la misma, si al primer apóstol de Cristo martirizado no llevase a buen puerto la misión que le encomendó el Hijo de Dios, llevar el evangelio hasta los confines del mundo. Y en el siglo I, Finisterre se consideraba como el fin del mundo. Como la tradición cristiana nos cuenta que él trajo a esta península la palabra de Dios, de que sus restos se conservan en la ciudad a la que daría nombre bajo un campo de estrellas (Santiago de Compostela), el hijo de Zebedeo se convertiría en nuestro apóstol por antonomasia para los que sienten que España nació cuando pisó por primera vez esta tierra, la que ha derramado su sangre para que la fe cristiana fuera la fe de sus pobladores e incluso la del nuevo mundo. Normalmente suele representársele en una de sus curiosas iconografías, el “Santiago matamoros”, en la que montado a caballo lucha contra los musulmanes.

Santiago se asociaría a la nobleza porque es el santo “militar” por antonomasia de la monarquía como protagonista tradicional de la reconquista como una figura divina que ayuda directamente a los reyes en la batalla contra el islam, sobre todo desde el milagro de La Batalla de Clavijo (La Rioja) en la que el apóstol se les aparece a las tropas montado a caballo y guía a los cristianos para que salgan vencedores el día 23 de mayo del año 844. Todo visto desde la óptica del Medievo y la Edad Moderna, y claro, esta idea flaquearía ante el concepto que tenemos hoy en día sobre el mensaje de Cristo y las guerras santas. Pero la aparición de esta iconografía en estas cartas de hidalguía, sobre todo, se asocia a la militar por estar montado a caballo, como los caballeros, que son los que pueden mantener una caballería y su servicio en la guerra que en definitiva era la gran manifestación de la nobleza. Este hecho, también es reflejado en la ejecutoria de los Escalante de Bailén en 1639 con San Martín montado a caballo.

Por ello, por ser hoy el día de Santiago les dejo algunas cartas de ejecutoria de hidalguía recopiladas de internet donde se refleja al apóstol Santiago, sobre todo cabalgando con espada en mano guiando a los castellanos viejos en su lucha por devolver la península al cristianismo. Por ello, y para concluir, como decían los antiguos: ¡Santiago y cierra, España!

 



[1] Lendínez Padilla, J.P. (2020): La representación iconográfica más antigua de la Virgen de Zocueca en la Carta de Hidalguía de la familia Escalante (1639). Programa de Romería de Zocueca 2020, pp. 18-25.

 













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