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Santiago en la Ejecutoria de Hidalguía de los Escalante de Bailen (1639) |
Una de las piezas artísticas del Antiguo
Régimen más interesantes, bellas y demandadas en la actualidad por
coleccionistas (que gastan grandes sumas de dinero en adquirirlas, sobre todo
en subastas) son los libros miniados de las Cartas de Ejecutoria de Hidalguía.
Las Ejecutorias de Hidalguía son
unos documentos que otorgaban las Salas de Nobleza de los dos Altos Tribunales
de Justicia de la Corona de Castilla; la Real Chancillería de Granada y
Valladolid. Resumidamente, con estos documentos se pretendía demostrar la
limpieza de sangre y lustre nobiliario de las familias, sobre todo por los
Hidalgos, la considerada más baja clase entre la nobleza. Movidos por algún reclamo
administrativo que no les correspondía por disfrutar de los privilegios que su
condición les otorgaba, solían entablar pleitos para demostrar la pureza de su
linaje. Estos bellos libros eran una copia de la escritura original que se
conservaba en las chancillerías, siendo estos los que guardaban las familias como
un preciado tesoro. Por eso, estas copias se hacían de manera tan solemne y artística.
Fue entre los Hidalgos, el
principal elemento fehaciente y probatorio de la calidad de su sangre ante los
ayuntamientos, órganos autores de los padrones fiscales. En la ejecutoria se reunían todos los símbolos
de su nobleza: el rey que la otorga y reconoce, la religión como elemento
supremo del sistema de valores, y la pertenencia a un linaje. Pero no fueron
los únicos documentos objeto de adorno. La alta nobleza, titulada y notoria,
extiende el uso de la miniatura a otros tipos documentales como fundaciones de
mayorazgo, cartas de venta o censos, capitulaciones matrimoniales, permutas o
privilegios, y a medida que avanza el siglo XVII, a las concesiones de títulos
nobiliarios y grandezas de España.
En definitiva, la Carta de Ejecutoria
de Hidalguía era el “diploma” con el que podían demostrar que no eran plebeyos,
sino los llamados “cristianos viejos”. Por ello, estaban exentos del pago de
determinadas obligaciones tributarias y tenían derecho a portar armas ya que el
rey podía pedirles en cualquier momento una prestación militar. Era tal el afán
por sustentar ese estatus de creerse nobles que gastaban grandes sumas de
dinero en sostener estos pleitos.
Probablemente en Valladolid y
Granada debería haber artistas que se ocupaban de realizar estos trabajos
“editores” a donde los interesados acudían a encargarles la fabricación de
estos libros. Este oficio se le llamaba normalmente (consultando en fuentes
primarias como protocolos notariales o libros de fábrica de iglesias) como “escritores
de libros”. Éstos realizaban artesanalmente una copia que solemnizaban y decoraban
o “iluminaban” con este tipo de dibujos creando un documento de gran prestancia
para que la familia lo conservase como un tesoro custodiado en casa y heredado por
generaciones. Era tal la importancia del documento para ellos, que sin duda se
esmeraban para que se hiciera muy bien. Una vez que esta copia estaba terminada
e ilustrada conforme al original era finalmente llevada a la Sala de los
Hijosdalgo de la Chancillería para que el secretario los encuadernara, contara
las páginas, hicieran los colofones del final, etc. es decir, la validara y la
sellara con un sello de plomo colgante al final del libro.
Estos libros eran encabezados
normalmente por un dibujo o pintura donde se mostraba a la familia que requería
la ejecutoria de hidalguía destacando su escudo heráldico y remarcando la patente
filiación que la iglesia tenía en la sociedad. Por ello es normal que los
familiares se encontrasen reflejados venerando a una iconografía religiosa, la mayoría
de las veces a la Virgen Santísima, e incluso a devociones particulares, como por
ejemplo puede ser la ejecutoria de la que escribí en septiembre del año pasado,
perteneciente a la familia de D. Martín Escalante de Bailén en el año 1639,
donde aparecen venerando a la Virgen de Zocueca, patrona y devoción principal
de su pueblo.[1]
En esta también aparecía su
escudo heráldico, y entre la decoración manierista de esta página aparecen dos
representaciones hagiográficas que podrían tener un nexo de unión con la
familia. En este caso aparece San Martín de Tours representando su pasaje iconográfico
del momento en el que el Santo parte su capa con una espada para compartirla
con un mendigo. Es lógico pensar que aparezca por ser el santo de Martín Escalante.
Que apareciera una devoción en
concreto (a veces eran simples y comunes iconografías cristianas como una Trinidad
o la Inmaculada) respondía a uno notorio signo de veneración y de filiación
familiar con el lugar, en este caso la Virgen de Zocueca como gran devoción de
Bailén y como protectora de la familia.
Pero una de las iconografías
plasmadas en estos libros iluminados más común era la del patrón de España, Santiago
apóstol, del que hoy celebramos su festividad. Que aparezca Santiago es algo
muy común en este tipo de documentos y es rara la carta de hidalguía donde no
aparece. Santiago era el patrón de la Monarquía y de España como el apóstol que
trajo el cristianismo a la península. Era el emblema religioso por excelencia
del sentimiento nacional, de hecho, sería absurdo negar que nuestra propia
cultura actual no sería la misma, si al primer apóstol de Cristo martirizado no
llevase a buen puerto la misión que le encomendó el Hijo de Dios, llevar el
evangelio hasta los confines del mundo. Y en el siglo I, Finisterre se
consideraba como el fin del mundo. Como la tradición cristiana nos cuenta que él
trajo a esta península la palabra de Dios, de que sus restos se conservan en la
ciudad a la que daría nombre bajo un campo de estrellas (Santiago de Compostela),
el hijo de Zebedeo se convertiría en nuestro apóstol por antonomasia para los
que sienten que España nació cuando pisó por primera vez esta tierra, la que ha
derramado su sangre para que la fe cristiana fuera la fe de sus pobladores e
incluso la del nuevo mundo. Normalmente suele representársele en una de sus
curiosas iconografías, el “Santiago matamoros”, en la que montado a caballo
lucha contra los musulmanes.
Santiago se asociaría a la
nobleza porque es el santo “militar” por antonomasia de la monarquía como
protagonista tradicional de la reconquista como una figura divina que ayuda
directamente a los reyes en la batalla contra el islam, sobre todo desde el
milagro de La Batalla de Clavijo (La Rioja) en la que el apóstol se les aparece
a las tropas montado a caballo y guía a los cristianos para que salgan
vencedores el día 23 de mayo del año 844. Todo visto desde la óptica del Medievo
y la Edad Moderna, y claro, esta idea flaquearía ante el concepto que tenemos
hoy en día sobre el mensaje de Cristo y las guerras santas. Pero la aparición de
esta iconografía en estas cartas de hidalguía, sobre todo, se asocia a la
militar por estar montado a caballo, como los caballeros, que son los que
pueden mantener una caballería y su servicio en la guerra que en definitiva era
la gran manifestación de la nobleza. Este hecho, también es reflejado en la ejecutoria
de los Escalante de Bailén en 1639 con San Martín montado a caballo.
Por ello, por ser hoy el día de Santiago
les dejo algunas cartas de ejecutoria de hidalguía recopiladas de internet
donde se refleja al apóstol Santiago, sobre todo cabalgando con espada en mano guiando
a los castellanos viejos en su lucha por devolver la península al cristianismo.
Por ello, y para concluir, como decían los antiguos: ¡Santiago y cierra, España!
[1] Lendínez Padilla, J.P. (2020): La
representación iconográfica más antigua de la Virgen de Zocueca en la Carta de
Hidalguía de la familia Escalante (1639). Programa de Romería de
Zocueca 2020, pp. 18-25.
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