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Antigua imagen de "la Malena" de Mengíbar. fuente: facebook de Antonio Liborio Sánchez Zafra (21/03/2020) |
No sabremos como hubiera
evolucionado los tiempos, por eso de que por hoy se han venido acabando las Fiestas
de Bailén, pero antaño, por hoy, 22 de julio, festividad de Santa María Magdalena,
la desaparecida (o absorbida por la Santa Vera Cruz en la posguerra) cofradía de
la Magdalena de Bailén celebraba su fiesta, y tal vez hoy hubiese sido su “velada”.
Aunque seguramente las circunstancias presentes por las fiestas y el “culto” a las
vacaciones, la hubiese trasladado a otra fecha.
Una cofradía, como ya contábamos
Juan José Villar Lijarcio y un servidor[1] que
fue fundada sin que sepamos muy bien que pudo promover esta nueva cofradía o
escuadra en una Semana Santa que llevaba inalterable con sus cuatro escuadras
desde 1660-62. Tal vez la cofradía de Mengíbar con su maravillosa imagen (probable
obra de José de Medina) tan similar iconográficamente hablando a la que talló Juan Francisco García Martínez "el tomatero" en 1945 o la existencia desde el siglo XVIII de escuadras de la Magdalena
en pueblos limítrofes como Baños de la Encina y Linares pudo influir en la idea
de creación de esta nueva cofradía de la posguerra de Independencia. Sus estatutos
fueron aprobados por el ordinario diocesano el 16 de febrero de 1816. No tenemos
un documento grafico de cómo era aquella imagen (destacada por un cronista de
antaño como entre las mejores imágenes de Bailén), la que se colocó en 1887 en
la antigua capilla de la Virgen de la Guía (actual de la Virgen del Carmen)
hasta que en 1913 fue desplazada de la misma, al remodelar el espacio sagrado la
Familia Alcalá Torres, que terminarían siendo sus nuevos patronos en 1915. Incluso,
movidos por estas circunstancias, los cofrades llegaron a solicitar se les cediese la ermita
de la Limpia y Pura, entonces un oratorio dependiente de Dª. Concepción Rentero
Rentero donde aún no se albergaba a la imagen de San Juan, algo que ocurriría tras
la Guerra Civil.
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Nueva imagen de Bailén de Juan Francisco García (1945) |
Durante la década de 1940 se haría cargo de su culto la Cofradía de la Santa Vera Cruz, “a la que entregaron sus propiedades, consistentes en un arca, un juego de horquillas de hierro y un gallardete” que aún se conserva, aunque desvirtuado por intervenciones posteriores.
Durante el siglo XIX, es significativa la manda testamentaria en que los cofrades bailenenses pedían que sus cofradías auxiliasen en sus respectivos entierros según correspondiese en sus estatutos, algo por otra parte, también común en siglos pretéritos. Normalmente consistía en la aportación para el velatorio de los gallardetes (a veces tenían uno exclusivo para estos momentos) y cera que iluminara a su hermano difunto. También se podría obligar a los hermanos a asistir al entierro o incluso a sufragarlo. Como esta hermandad nació en este siglo, es curiosa la aportación de una manda testamentaria entre sus hermanos sobre el día de su fallecimiento en distintas décadas de la centuria.
Por ejemplo, en el testamento de Maria Antonia Arance (†7/01/1834) otorgado el día 4 de enero de 1834 manda que su “cadáver sea sepultado en el lugar sagrado que acostumbra hacer en esta villa con la forma de que tiene señalado la hermandad de Santa María Magdalena de la que soy cofrade, y por consiguiente dicho entierro es de cuerpo y cargo de la misma hermandad, por la que se aplicaran por mi alma diez misas que están señaladas en sus constituciones y también las que están concedidas por la de San Francisco que igualmente soy cofrade”.[2]
Además
de pertenecer a una Orden Tercera Franciscana (que llama cofradía, pero que
propiamente dicho no es el término más ajustado), nos deja entrever una de las
reglas de unos estatutos que a fecha de hoy desconocemos si existe algún original
o copia en algún archivo o cajón particular. Hemos encontrado más referencias a
esta manda en testamentos en aquel mismo año de 1834, 1835, 1871 y 1884. Por cierto, en esta manda de enterramiento comenzamos a vislumbrar el cambio de los lugares de sepultura, de la iglesia al entonces nuevo cementerio, por lo que la testadora no aclara cual deberia ser el lugar donde debía ser enterrada.
[1] Lendínez
Padilla, J. P. y Villar Lijarcio, J. J. (2018): Iconoclastia religiosa en Bailén:
la destrucción del patrimonio artístico durante la Guerra Civil. Locvber,
vol. 2: pp. 88.
[2]
Archivo Histórico Provincial de Jaén, Protocolos Notariales (Bailén), escribano
José Godino Sovarzo, legajo 6.118, fol. 9r-9v.
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