La antigua imagen presentaba una lucidez impropia de una talla tan antigua |
Un aspecto desconcertante que
creemos que desvelamos en 2018[1],
fue la confirmación de que la antigua imagen de la Virgen de Zocueca (destruida
en agosto de 1936 en los sucesos intencionados iconoclastas de la Guerra Civil
Española) tuvo que ser remodelada en su estética original ya que presentaba
para entonces un aspecto confuso o distante a la época en que se tuvo que
realizar (siglo XV-XVI) a través de lo que nos decían los grafismos que
presentaba su escultura. La reluciente imagen (aun siendo fotografías en blanco
y negro) y los matices polícromos de su encarnadura hacían dudar a expertos en
historia del arte la probable época de su ejecución.
Éramos de la opinión de que la
imagen había sufrido una repolicromía en algún momento de su dilatada historia.
Algo común por otra parte, ya que las recientes técnicas de restauración son
eso mismo: recientes. Antaño según los gustos o el deterioro, o se cambiaba la
imagen o se intervenían a unos niveles (hoy inconcebibles) de tal magnitud que
se desvirtuaba el aspecto original, ya fuese con retallados o repolicromías. Incluso,
se hacían a conciencia llevados por las corrientes de moda del momento, sobre
todo a partir del barroco, para poder revestir aquellas primitivas imágenes de
talla completa, en las que incluso, se les añadían nuevos niños, nuevos brazos
articulados y manos o candeleros para hacerlas “crecer” en tamaño.
Como decíamos, el aspecto era
demasiado reluciente, aunque parece que su talla siempre fue respetada. No contamos
con testimonios cercanos a la época de su destrucción de una posible intervención.
La más próxima fue la que nos relató el último párroco del Rumblar, D. José María
Marín Acuña en su monográfico (1923) dedicado a la patrona de Bailén en la que
consultando una fuente primaria, que tal vez ya no exista, nos indicó la intervención
sobre la imagen tras un incendio fortuito de la imagen en su camarín en el año
1832. Así describió el acontecimiento en su libro:
“Retoque de la sagrada imagen: En el año
1832 la llama de una vela, colocada por un devoto en el camarín del Santuario
de Ntra. Sra. de Zocueca, quemó el manto que la vestía, salvándose
prodigiosamente la imagen del incendio. Algo padeció en su barniz, y, por
acuerdo de una junta que celebró la cofradía el 12 de agosto del mismo año, fue
restaurada con esmero, previa autorización del prelado, ilustrísimo señor don
Diego Martínez Carlón, cubriendo los gastos un piadoso vecino de Bailén cuyo
nombre se ignora”.[2]
No me cabe duda, que en un libro
de actas tuvo que consultarlo, aunque a falta de una examinación
profunda del archivo de la Archicofradía, creemos que no se conserva, al menos
en poder de la hermandad. Años después, Marín Acuña, en un artículo fechado en
1932 en una revista local llamada “Bailén Festivo” [3]
realizó un pequeño artículo en conmemoración de algunas efemérides como el
tercer centenario del comienzo de las obras del santuario (1632) y el
centenario de esta restauración citando lo siguiente:
“…
y el primero [centenario] del prodigio que conservó casi incólume la imagen venerada de Nuestra
Señora mientras ardieron todas sus vestiduras. Algo padeció solo el barniz
siendo restaurada seguidamente en Valencia por acuerdo de una junta que celebró
su cofradía el 12 de agosto de 1832 y previa autorización del prelado, ilustrísimo
señor Don Diego Martínez Carlón, merced a la generosidad de un vecino, quien
con humildad cristiana mantuvo oculto su nombre”.[4]
En este articulo añadió el
lugar donde se acometió aquella restauración, Valencia, sorprendentemente en un
lugar alejado para lo que era entonces las áreas de influencia artísticas. Hasta
la creación del ferrocarril, era frecuente entre el siglo XVII-XVIII que los
artistas no sobrepasaran su área comercial más allá de la provincia donde vivían
y las limítrofes. Por ejemplo, es complicado encontrar “escuela sevillana” en
el este andaluz o “escuela granadina” en el oeste de la comunidad, o más bien
que los contratantes acudiesen a un taller tan alejado de su tierra. No sería
hasta mediados del siglo XIX cuando la llamada “escuela levantina o valenciana”,
con centros operativos en ciudades como Valencia, Barcelona, Olot y también Madrid
comenzasen a globalizar la industrialización del arte sacro en todo el
territorio nacional e intercontinental, aunque los focos locales aun siguieran latentes,
en unos lugares lo hicieron con más fuerza que otros, donde llegaron hasta a desaparecer.
Así, que en un hipotético libro de actas, Marín Acuña leyó que la Virgen se vio
afectada en su “barniz” (policromía) en el incendio y que se llevó hasta Valencia
(probablemente en una caballería), donde un artesano anónimo la intervino. Pero
¿Qué le hizo?
Once años después saldría publicada una curiosa noticia en el diario “El Corresponsal” de Madrid, en su edición del 3 de mayo de 1843 donde un anónimo redactor publicó un pequeño artículo lleno de significativas noticias. Entonces, se les llamaba redactores, pero en realidad podrían tratarse en verdad de simples ciudadanos que enviaban noticias u opiniones (sobre todo en la naciente prensa sensacionalista) a través de telegramas que luego eran transcritos en las redacciones. Este es el motivo por el que es fácil encontrarse cuantiosas erratas.
Aquel desconocido aportaba una
visión de lo que acontecía entonces entre la sociedad bailenense y la del
Rumblar. Da la sensación del que el “periodista” fuese un vecino de la que fue
una de las Nuevas Poblaciones de Sierra Morena desde la proclamación del fuero
de 1767, hasta que se derogó en 1835 pasando su término municipal a la
propiedad de Guarromán, la Nueva Población del fuero promovido por Carlos III más
cercana.
Sería complicado en esta pequeña
entrada poner en contexto todo lo que contó aquel personaje anónimo a través del
periódico, por lo que su escrito no habría que tomarlo al pie de la letra, pero
sí valorarlo en el contexto histórico en el que fue publicado. Tan solo
pretendemos divulgar este trocito de historia. Entre todo lo que narra, se
intuye notoriamente cierto resentimiento o enfrentamiento hacia Bailén. Tan
solo hay que leer su significativa opinión sobre la Batalla de Bailén del 19 de
julio de 1808, de la que afirma debería “apellidarse
con más propiedad de Zocueca; porque Zocueca fue el punto principal de acción y
donde se terminó aquel inmenso lance”. Sigue añadiendo la poca dicha de la
nueva población (convertida ya en pedanía), la cantidad de viviendas que tenía
y la poca fuerza social de su escaso vecindario que incluso los mismos vecinos
se veían obligados a abandonar la población ante la poca esperanza de prosperidad
que ofrecía la pedanía. Incluso para entonces la parroquia se encontraba
cerrada desde 1838 a consecuencia de unos episodios vividos durante la primera
Guerra Carlista (1833-1840), entre el párroco y tres sublevados carlistas,
siendo restituida al año siguiente de esta noticia.
Son curiosos los ataques a Bailén,
definiéndola como atrasada y desagradable en su aspecto (aunque si enfatiza que
es rica), colmando su indignación con Bailén narrando el histórico traslado o rapto
(según el punto de vista de cada población) de 1834 donde los bailenenses se
llevaron la imagen de la Virgen de su iglesia “a mano armada”. Su defensa por el Rumblar es manifiesta como podrán
leer de la transcripción que adjuntamos y el recorte de periódico. Aunque lo
más significativo, polémicas aparte de la época, y lo que más nos interesa son
los datos que aporta de la imagen, de la que sin duda desconoce su antigüedad,
-ya estudiada entonces por Rus Puerta (1634)[5] y
Ximena Jurado (1654)[6]-,
ya que según el corresponsal “…su
existencia allí se cree anterior a la fundación de la colonia y aún haber dado
lugar a ella, hay quien supone, procedió de la gran batalla de las Navas de
Tolosa, cuyo campo dista solo 3 o 4 leguas”. Este detalle creemos que deja claro
que el redactor probablemente tuviese un posible origen colono, o por lo menos
de Bailén poco demostraba ser, al desconocer por completo la historia de su
entorno.
Obviamente, claro que la Virgen
de Zocueca era anterior a la creación de las Nuevas Poblaciones, aunque
actualmente es hoy cuando a través de las fotografías que se conservan de la
Virgen, se está delimitando (gracias a los avances en investigación histórica)
el periodo en que la imagen tuvo que ser realizada. Su aspecto tardo-gótico, según
el profesor Miguel Ruiz Calvente[7], muy
en consonancia con la Virgen de la Capilla de Jaén, conllevaba controversias
entre expertos del arte como hemos mencionado. La lucidez de sus vestiduras y
sus profusos estofados, la casi nula presencia de oscuras capas de pátina del
tiempo, el dulce realismo de los grafismos de su rostro y las características
de su encarnadura parecían apuntar a una etapa más cercana que lo que las
crónicas nos hablan sobre la presencia más remota de la Virgen en el Herrumblar.
Incluso puede que gracias a este
corresponsal se desvelara el porqué de una histórica confusión de la inscripción
del zapato de la Virgen, el hoy popular y rebatido[8]
significado del “NOIRNTOIAI”. En la noticia lo llama sandalia o zapato[9] y
la inscripción la describe en su aspecto como “renovada su pintura”. Con este testimonio quería decir que la
imagen había sido nuevamente policromada y para aquel año, deducimos que
recientemente (apenas once años antes). Seguramente la intervención de 1832 consintiese
en una nueva policromía (por otro lado, lógica ante el incendio), motivo por el
que la imagen no presentase la pátina del tiempo y su rostro no apuntase a los arcaicos
modelos tardo-góticos que presentaban el resto de sus rasgos artísticos. Si se
pintó de nuevo, podemos imaginarnos por qué Marín Acuña en 1923 no coincidiese
con Rus Puerta (1634) en la trascripción de la extraña palabra del zapato. Tal vez
el artista pudo errar (o pudo ser mal informado) en la restauración y en la
nueva repolicromía al escribir nuevamente la antiquísima inscripción, no siguió
lo que el prior Rus Puerta dejó escrito en sus anales eclesiásticos del siglo
XVII. El anónimo corresponsal dijo del aspecto que contemplaba de la Virgen que
“…Al renovar la pintura y dorado de la
efigie fue sin duda renovada [la inscripción], pues según aparece flamante, no puede ser
muy antigua”, aunque tristemente no cite la inscripción (dice de ella: “aunque la tenemos dibujada no la
transcribimos por no haber caracteres adecuados”) para poder corroborar lo que Marín Acuña nos describió en
1923.
Esta es la noticia publicada en
la edición del día 3 de mayo de 1843:
“La memorable Batalla de Baylén, nos escribe un estimado corresponsal,
debió apellidarse con más propiedad de Zocueca; porque Zocueca fue el punto
principal de acción y donde se terminó aquel inmenso lance. Zocueca es una
aldeíta de las Nuevas Poblaciones establecida por Olavide y que nuestros
actuales gobernantes por su desgobierno o indolencia destruyen, situada entre
Baylén y la parada de postas llamada Casa del Rey: sobre el río Herrumblar, que
recoge las aguas de la Alcudia y otra parte de la Mancha, y atravesando la
Sierra-Morena se arroja con un ímpetu indescribible (sic) al Guadalquivir por bajo de Jabalquinto.
En esta aldea cuyo porvenir parece desapareció con su fundador [se
refiere a Pablo de Olavide], existía una imagen de la Virgen María,
notable por su belleza, por la finura de sus formas, y por sus detalles
artísticos. Pareciera de ejecución helénica. Su existencia allí se cree
anterior a la fundación de la colonia y aun haber dado lugar a ella, hay quien
supone, procedió de la gran batalla de las Navas de Tolosa, cuyo campo dista
solo 3 o 4 leguas; y que el rio (llamado del Castillo) que lo atraviesa, viene
a unirse al Herrumblar junto a Zocueca.
Esta efigie, por su crédito y nombradía ha sido objeto de cuestiones
acaloradas entre Baylén y la Colonia, hasta el término de que considerándola un
paladión contra el cólera-morbo, los vecinos de aquella villa, la arrebataron a
mano armada, despojando a Zocueca de su patrona y, como en tantas otras cosas,
ha quedado triunfante el derecho del más fuerte; y el "hecho
consumado," justo o injusto está sancionado por la debilidad de los vencidos.
Esta efigie de escultura exquisita, renovada su pintura tiene una
inscripción singularísima en caracteres extraños, la cual ha sido objeto de la
atención de varios viajeros. Al renovar la pintura y dorado de la efigie fue
sin duda renovada, pues según aparece flamante, no puede ser muy antigua. La
inscripción se presenta en el grueso de la suela del cothurno [coturno] o sandalia que calza la Señora, y aunque la tenemos dibujada no la transcribimos por no haber
caracteres adecuados.
Un orientalista, que la ha examinado recientemente pretende que dice
traducida:
"Nunca os dejaré"
Esta Virgen existe hoy (porque los pobres aldeanos de Zocueca no tienen
fuerza ni actor para vindicar su derecho) en la iglesia parroquial de Baylén,
donde los viajeros podrán entretener en su examen el hastío que causa aquella
población tan atrasada en todo y tan desagradable por su aspecto como rica.
También sobre la puerta de la sacristía hay un relieve notable, y una
inscripción en el palacio y alguna otra antigüedad.
Zocueca, lejos de haber sacado partido, de ser allí donde se decidió la
suerte del mundo, capitulando Dupont, tiene hoy desiertas, parte de sus treinta
y dos casas; aunque le circunda un despoblado baldío de más de medio millón de
fanegadas de tierra (desde Despeñaperros a Montoro, y desde el arrecife hasta
la Mancha). Siquiera como monumento de gloria nacional debiera conservarse.
Era de desear que la Jefatura Subalterna que en [1]821 se estableció para aquel territorio,
volviera a constituirse en fomento de la prosperidad general y de aquellas
hermosas, aunque desiertas comarcas”.[10]
[1] LENDÍNEZ PADILLA, J.P. (2018): Nuevas documentaciones
de obras de la escuela de imaginería “levantina” en la provincia de Jaén (s.
XIX-XX). Pasión y Gloria, nº 36, Agrupación de Cofradías de Jaén, pp. 103-104.
LENDÍNEZ PADILLA, J.P. (2018): La imagen de la Virgen de Zocueca en la prensa. Programa
de Romería 2018, pp. 47-48.
[2] MARÍN ACUÑA, J.M: “Nuestra Señora de Zocueca, Patrona de la
M. N. y L. Ciudad de Bailén”. (1923) Editorial Tip. Del H. de Hombres,
Jaén. Pág. 39-40.
[3] MARÍN ACUÑA, J. M. (1932): Doble Centenario. Revista “Bailen
Festivo”, pp. 23-25.
[4] MARÍN ACUÑA; J.M (1932): Doble Centenario. Revista "Bailen
Festivo", pp. 23-25.
[5] RUS
PUERTA, Francisco de (1634): “Historia
Eclesiástica del Reino y Obispado de Jaén”. Imprenta de Francisco Pérez de
Castilla (Jaén).
[6] XIMENA JURADO, Martín de (1654): “Catálogo de los Obispos de las Iglesias
Catedrales de la Diócesis de Jaén y Anales Eclesiásticos de este Obispado”.
Imprenta de Domingo García y Morras (Madrid).
[7] LINARES
LUCENA, Francisco Antonio (2017): Zocueca:
un topónimo para una reina. (Nuevas aportaciones al estudio del origen de
Nuestra Señora de Zocueca y de su topónimo). Boletín del Instituto de
Estudios Giennenses, nº 215, 2017, pp. 246.
[8] "NOIRNTOIAI", según Rus de la Puerta en 1.634 y "NOIRNTONIATI", según Marín Acuña en 1.923. En una conferencia impartida el 2 de diciembre de 2015 por Francisco Antonio Linares Lucena, apuntó la teoría de que podría tratarse de una palabra creada a partir de las abreviaturas de una frase en latín, pudiendo aludir al periodo en que pudo ser realizada la primitiva imagen, gobernando en Castilla el rey Alfonso VII (1105-1157). Para esto se basó en la inscripción que citó Francisco Rus Puerta en 1634. Analizándola filológicamente en más de veinte lenguas medievales o clásicas hispanogalas y no viendo equivalencia posible, y siendo habitual la utilización de abreviaturas o acrónimos en la época, llegó a la hipótesis de que, ya que muchas de ellas y con base en muchos documentos medievales que invocaban a Jesucristo en latín, puede tratarse de un acrónimo. Rastreando las iniciales y en búsqueda de equivalencias, presentó esta hipótesis. Dicho rey, Alfonso VII murió en la Aliseda en 1157 y fue quien vendió la villa de Baylén del Arroyo a Abdelaziz de Baeza. La frase sería esta: NOmine Iesuchristi Redemptoris Nostri, TOleti Imperator Adefonsus Totius Imperii. Y la traducción al castellano: “En el nombre de Jesucristo, Redentor nuestro, [siendo] Alfonso emperador de Toledo, y de todo el Imperio”. LINARES LUCENA, Francisco Antonio (2017): Zocueca: un topónimo para una reina. (Nuevas aportaciones al estudio del origen de Nuestra Señora de Zocueca y de su topónimo). Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 215, 2017, pp. 236-242.
[9] Es
curioso que apunta a que la Virgen calzaba coturno o sandalia, mientras en las
fotografías conservadas contemplemos que llevaba un zapato.
[10]
El Corresponsal, nº 1427. 3 de mayo de 1843. Pág. 3.
Interesantísimo, como siempre, Juanpe. Un enorme mérito su desinteresado trabajo.
ResponderEliminarGracias de nuevo Blas.
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