Mantiene la ciudad de Mengíbar uno
de los ejemplos aun existentes más peculiares de la religiosidad popular. No es
otra que la procesión del Domingo de Resurrección con la imagen del que ellos
llaman el “Niño de las Uvas” (conocido así por portar un símbolo tan común de
la eucaristía como es un racimo de uvas). Este Niño Jesús del Dulce Nombre es
una de las pocas muestras en la diócesis de Jaén junto al que procesiona en Baeza.
No nos vamos a detener en qué significado tiene, porque ahondar en los
misterios teológicos de la Resurrección de Cristo y su iconografía no es tarea fácil.
Pero si, las procesiones de imágenes de Cristo Resucitado, o su generalización no
va en la mayoría de los casos mucho más allá del siglo XX. Antaño, la procesión
de la Resurrección la solían protagonizar estas pequeñas imágenes de Jesús
niño, y como ejemplo también tenemos testimonios sobre ello en Bailén donde también
existió una cofradía del Dulce Nombre de Jesús y lo procesionaba el Domingo de Resurrección.
En esta labor sorpresiva que me
he llevado al leer al historiador jiennense Rafael Galiano Puy con su trabajo
de Sebastián de Solís[1], me
he ido dando cuenta de las muchas noticias que podemos llegar a tener
publicadas y que luego pasan desapercibidas, ya que posteriormente pocos se
hacen eco en nuevos trabajos donde sería de obligada citación. Galiano, mencionando
un descubrimiento del también gran historiador Manuel López Molina nos habla de
una carta de obligación otorgada en Jaén, en la escribanía de Pedro Quesada Cañizares
un 7 de marzo de 1609, primer viernes de cuaresma en la que un vecino de Mengíbar,
Luis de la Choza Cano, se obligaba a pagarle al ínclito artista de origen
toledano, 12 ducados y 1 real por la compra de un Niño Jesús y unas andas.[2] El
pago se debía de hacer efectivo en la ciudad de Jaén el día 15 de agosto de ese
mismo año.
Además de dejarle una reproducción
de la escritura les dejo la transcripción que aportó López Molina:
“Sepan cuantos esta carta vieren
como yo Luis de la Choza Cano, vecino que soy de la
villa de Mengíbar, estando al presente en esta muy noble, famosa y muy leal ciudad
de Jaén, otorgo y conozco que me obligo de dar y pagar a Sebastián de Solís, vecino
de esta ciudad que está presente, o a quién su poder hubiere en cualquier manera,
doce ducados y un real que le debo de la compra de una hechura de un niño Jesús,
con sus andas doradas y pintadas, de bulto ... y me obligo a pagárselos en la
ciudad de Jaén llanamente y sin pleito alguno al día de Nuestra Señora de Agosto
primero que vendrá...”[3]
Un mengibareño se hacia con una
imagen del Niño Jesús. Hasta aquí esta historia no tiene nada de novedosa. La imaginería
de devoción particular es tan antigua como el mismo arte religioso, y estos
ejemplos iconográficos eran y siguen siendo muy demandados para los oratorios y
rincones hogareños. Lo curioso es que también le encarga unas andas… y eso de
que un particular saque una procesión, creo, que eso ya no es tan normal.
Las fuentes históricas sobre la cofradía
del Dulce Nombre de Mengíbar que he podido consultar, no nos hablan del autor
de la antigua imagen (recuerdo que fue destruida en la Guerra Civil, siendo la
actual imagen una obra de Tomás Parra, adquirida en Madrid[4]) y
me extraña que la voz más autorizada en la historiografía de nuestros “hermanacos”
mengibeños, el Cronista Oficial D. Sebastián Barahona Vallecillo, no haya hecho
mención sobre este aspecto en sus incontables trabajos. Más cuando
recientemente ha publicado un trabajo sobre la religiosidad popular de su
pueblo.[5]
Según este trabajo, nos apunta
que la cofradía del Dulce Nombre se fundó el 6 de junio de 1611 en la parroquia
de San Pedro de Mengíbar. Aunque este dato es dos años posterior a la hechura de
la imagen y andas, eso no quiere decir que no tengan conexión. La formación de
las cofradías fue en aquellos tiempos en su mayoría, primeramente, con un carácter
espontaneo. Un grupo de fieles se juntaba e incluso encargaban sus imágenes y
bienes sin autorización eclesiástica hasta que el prior de turno (por entonces el maestro D. Fernando Cristóbal de Avilés entre 1608-1635) los llamaba al
orden y les obligaba a la formalización eclesiástica oficial y normalmente a la
confección y aprobación de sus estatutos o reglas. Es decir, la cofradía podía llevar
algún tiempo funcionando, pero hasta que no era aprobada por la iglesia, no
constaba como asociación oficial de fieles de la iglesia. Por lo que probablemente,
Luis de la Choza fuese desde el mayordomo o un cargo de junta que le encargará
a Sebastián de Solís el primitivo “Niño de las Uvas”, el que se veneraba, por
lo menos en una foto del siglo XX, en la hornacina izquierda del retablo mayor
de la iglesia[6], una pieza de los años 40
del siglo XVIII que bien pudo tallar los hermanos Antonio y Juan Briones y
Velasco o Juan de la Barrera en sus talleres baezanos si no fue algún tallista
del foco artístico de la capital.
Solo bastaría con consultar las fuentes
de donde se toma la fundación de la cofradía, cualquier papel sobre sus
primitivos hermanos para comprobar si Luis de la Choza Cano era hermano,
incluso no descarto que fuese un cura de la parroquia[7]. Probablemente
podemos decir, que el primitivo niño del Dulce Nombre de Mengíbar era otro de
los trabajos perdidos de Sebastián de Solís, y no se intuye en las fotografías que
la imagen se pudiese cambiar en otra época. Barahona nos habla de un
decaimiento de la cofradía en el siglo XVIII, y que la imagen aparece en un inventario
de bienes de la parroquia en 1723, la que se seguía utilizando para colocarla
en el Monumento del Jueves Santo en la iglesia. La cofradía resurge el 28 de
noviembre de 1787, tal vez fusionándose o creando una nueva cofradía que rescataría
también el culto al Santísimo que venia desarrollando su cofradía Sacramental
desde 1541.
Citando nuevamente a Barahona,
constan un Juan de la Choza entre los hermanos que figuran en los estatutos fundacionales
de la cofradía de la Virgen de la Cabeza de Mengíbar fechados el 7 de marzo de
1573.[8] Entre
1637-1655 estuvo en Mengíbar un escribano llamado Luis de la Choza Santisteban,
tal vez su hijo.
[1] GALIANO
PUY, R (2004): Vida y obra del escultor Sebastián de Solís. Un artista toledano
afincado en Jaén. Boletín del Instituto de Estudios Gienneses, nº
187, pp. 309.
[2] LÓPEZ
MOLINA, M. (1996): Nuevas obras de Sebastián de Solís. Senda de los
Huertos, nº 43-44, julio-diciembre, pp. 29.
[3] Archivo
Histórico Provincial de Jaén, Protocolos Notariales (Jaén), Pedro Quesada
Cañizares, legajo 1.153, fol. 44v-45r.
[4] Fue
adquirida el 22 de marzo de 1940 y costó 1.070 ptas. Consiguieron la financiación
a través de una obra de teatro llamada “La mala Uva” de Muñoz Seca que fue representada
con gran existo en Mengíbar y Bailén. BARAHONA VALLECILLO, S. (1995): La parroquia
de San Pedro Apóstol de Mengíbar (templo y comunidad. Historia, tradición y fe).
Imprenta Enrique Reca. Marmolejo, pp. 100.
[5]
BARAHONA VALLECILLO, S. (2019): Religiosidad popular en Mengíbar. Costumbres y
tradiciones. Boletín del Instituto de Estudios Giennenses, nº 216, pp.
29-57.
[6] La
actual imagen estuvo en el mismo lugar en el nuevo retablo de posguerra hasta
1970.
[7]
Parece ser que se conserva el acta fundacional de la hermandad. BARAHONA VALLECILLO, S. (1995): La parroquia de San
Pedro Apóstol de Mengíbar (templo y comunidad. Historia, tradición y fe). Imprenta
Enrique Reca. Marmolejo, pp. 99-100.
[8]
BARAHONA VALLECILLO, S. (2007): Nuestras cofradías (Cofradía de la Virgen de la
Cabeza). Programa de Semana Santa de Mengíbar 2007, pp. 100-101.
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