Ya ha pasado el tiempo suficiente
de regeneración tras el agotamiento psicológico producido por toda una semana
tan intensa. Jamás me había pasado, serán los años… Los tiempos comienzan a
realizar su trabajo y vuelve a prender la chispa indispensable… se enciende la
llama de esperarla, que a nuestro modo, todo nos sabrá a la alegría del reencuentro…
parafraseando al genio de Barbeito. Ya ha vuelto esa cuesta de las ansias, de
la necesidad de que llegue, y lo hacemos rememorando la última. Ahora es cuando
gusta ver lo videos, y con ellos, las fotos y mi memoria volveré a contarles lo
que fueron los días del gozo.
Terminó un martes que más que
santo fue madridista. Por cierto, ya no le cabrá duda a nadie de que Dios es
madridista ¿no?, aunque aún nos tiene que elevar a la gloria en la final, y no
sé… ya me dijo uno una aplastante verdad: si quieres ver a Dios reír cuéntale
tus ambiciones. Y por eso el miércoles amaneció con un cielo limpio vestido de
celeste y decidimos la nueva locura, desde las 12 de la mañana hasta más de la
3 de la madrugada (a las 3:18 eché la última foto). Sevilla necesita más líneas
de metro, porque está bien eso de ir a ver cofradías en metro, pero la caminata
hasta la Puerta Jerez te la tienes que meter y a la vuelta lo mismo. Como
lombrices emergimos a la tierra de la nueva Sevilla donde la Giralda parece un
faro que ilumina a toda Sevilla. Me decían que había poca gente como os dije el
otro día. Las calles de Nervión hervían de gente y no pudimos llegar hasta la
salida. Pero de repente llegó el galeón del Señor de la Sed y con su inconmensurable
altura, todo lo llenó.
Todos hipócritamente decimos que
lo importante es lo que va arriba, pero sabemos que no lo es todo. Que un buen
paso, una buena cuadrilla y una buena banda hace mucho. Pensemos también un poquito de forma terrenal.
Y me plantaba en mi primer Miércoles Santo de Sevilla conociendo al Cristo de
la Sed con el Rosario de Cádiz detrás, en su barrio (la extraordinaria no vale,
no es lo mismo, y no fue lo mismo). Les admito que hasta que no han metido a Cádiz
en ese paso, no disfrutaba en lo musical con esta hermandad, buscaba más su
arte como aliciente. No le puedo pedir más a lo que viví y me regaló el Señor. Apareció
portentoso, poderoso, con su inconfundible escorzo el hijo en la madera de Duarte,
quizás su más genial creación, y los gaditanos comenzaron a enamorame como lo
hicieron el lunes. Que potencia, que afinación y con “Septem Dolorum” nos
metieron en la burbuja de la gracia. Nos vino el Señor arrollador y su escolta
nos dejó meternos tras el canasto, en cuanto le dije que llevaba desde el
primer año que llegaron esperando hacer eso. Qué me gusta caminar detrás de un
paso con el compás de la gracia costalera. Y volvió “El Milagro” y “Eternidad”,
y en el hospital de San Juan de Dios me sentí arropado por el Señor, me sentí
su protegido privilegiado mientras hablábamos Él y yo de “El Dolor” y sus
consecuencias mientras sonaba en las cornetas de los caleteros. El Señor consoló
a su barrio como diría el nombre de la marcha con la que nos fuimos detrás, a
los pies del Sánchez Pizjuán, nos volvíamos al centro como hacemos en Madrid, bajo
tierra… porque había que buscar al negado al oír el canto…del gallo.
Pues en la Puerta Jerez, otra
vez, viendo la hora y que había que ir hasta la calle Feria, nos fuimos en un
urbano para quitarnos paliza a los pies y las espaldas… ya tempranico,
comenzando fuerte. Luego pensé que si hubiésemos cogido un taxi en el Pizjuán
nos hubiésemos gastado lo mismo… así, caminamos desde Torneo por el barrio de San
Lorenzo, La Alameda y llegamos a Ómnium Sanctórum donde nos desesperábamos por
poder comer en el bar de la plazuela. ¡Cuánto han trabajado los hosteleres esta
Semana Santa! eso no tiene que estar pagado seguro. Y se abrió la antiquísima
ojiva para vivir el reencuentro y el estreno. Apenas pude saborear el lunes un
paso sevillano con la Pasión de Linares, y en el Carmen nos íbamos a resarcir. Salía
el paso de cuadriculadas formas y la hermandad se le notó que se quiso esmerar,
y que busca fórmulas por hacerse notar entre tanta excelencia que derrocha su Semana
Santa. La Pasión nos devolvió a la vida con la marcha del Gándara, la cuadrilla
la anduvo como si no fuera el primer año y miré la mano de Pedro, y esta vez no
fue para acordarme de los que me han negado y traicionado, si no para sentirme Pedro
reprochándole y exigiéndole el por qué de los sufrimientos de la vida. Pero
allí estaba, mientras me decía: “te he devuelto a la vida” mientras se marchaba
negado por su amigo para convertirlo en “Reo de muerte”. Luego los veríamos
otra vez, pero aprovecho para decir que para mí la Pasión con el Señor de la
Paz en las negaciones de San Pedro estuvo genial, aunque después de ver todo el
recorrido en videos, no me ha gustado mucho la elección del repertorio elegido.
La Pasión es mucho más que las últimas marchas, tiene auténticas joyas desde el
año de su fundación que, o no sonaron o en sitios poco importantes, como por
ejemplo “Sangre en tus clavos” que fue en una chicotá de las de “vamos a
quitarnos esto rápido” … y Nicolás Barbero tiene que sonar más, y en los
lugares más punteros. Es de cárcel que no tocaran “Lloras en tu soledad” o “A
la memoria de un amigo”.
La Virgen del Carmen dolorosa
(que dicen que es un error eso de “en sus misterios dolorosos”, eso solo sirve
para la advocación del Rosario al parecer [uno no deja de aprender]) volvió a
llenar la salida con su salve marinera y su palio azul, como si no llevásemos
desde 2016 sin vernos, con su petalada y a los sones de un himno inmortal de la
Semana Santa… “Pasan los campanilleros”. No sé, pero noté que la hermandad
quería dar un golpe de efecto. Expectantes estamos de ver definitivamente ese
palio con tintes carmelitas. Y tantos años con esos varales lucentinos ya son
demasiados para todo un Sevilla. No sé porque no se la viste ya como se proyecta,
con el manto blanco y el atuendo carmelita propio del inmortal icono glorioso
nacido en aquel monte que la Virgen me dio el privilegio de visitar en Haifa.
Su escapulario me protege en el coche junto al rosario de Jerusalén, ya paso de
medallas…
Después me fui a ver una de esas
hermandades a las que le sigo buscando algún año su momentazo. Pero solo nos cabía
buscarla por San Nicolás cuando nos sale del puente que le da nombre, a su
legendario barrio. Por la calle San José nos venía el sinuoso canasto del Cristo
de la Salud, Dios torero de la gente de San Bernardo. Uno de nosotros que no se
esperaba gran cosa, fue atrapado por eso momentos de burbuja y ante la puerta
de La Candelaria, el Señor nos enmudeció mientras la banda de Dos Hermanas
presentaba su apuesta: volver a los orígenes, sonando bien y con fuerza, pero aún
le queda para ser la del disco de “La Historia de un Profeta”. Bajamos,
(arrollamiento de niño incluido, sin querer claro) a los dominios de Santa María
la Blanca por donde nos venía hecha Refugio de los pecadores, con fuerza, con
su ritmo rápido, la Virgen del paso de oro sevillano. Fugaz y eterna se quedó en
nuestros corazones. Muchos nazarenos para vivirla bien… ese es el problema. Y
lo que vino ahora fue de lo poco que planee semanas antes. Mientras por los
callejones de Santa Cruz intenté señalarle a Oscar el pasillo de la Escuela de
Cristo de donde provenía el cristo san bernadiano… pero no di con el… las
prisas.
Seguimos por el laberintico
callejero porque había que vivir uno de los momentazos cofrades en los sitios
donde casi seguro sabes que van a ocurrir… a la Cuesta del Bacalao. Pero el
miércoles comenzaba a dar muestras de lo que nos depararía, una masificación
que hace que las jornadas se te hagan durísimas. En el Bacalao veríamos al
Carmen y La Sed seguidas. Y aquello creo que supuso unas cinco horas en el
sitio. Dicen que no llevemos sillita, que no hagamos acampadas ¿Quién soporta
eso de pie? Si hasta sentado te destroza. Más de una hora antes de que llegase
la cruz de guia carmelita, estaba aquello a punto de colgar el cartel de
completo. Nos pusimos bajo los árboles. Opción desacertada que luego corregí el
Domingo de Resurrección. Ya había sombra en toda la calle. Pero en definitiva, llegó el misterio del
gallo, con su apuesta por andar con cambios con una banda deseada para ello por
muchos. Menuda absurda batallita parece que hay en las redes, parece ser que Reyes
VS Pasión. Que pasa ¿Qué la Redención, San Benito o los Gitanos no sienten que
le quiten pasos las de fuera? Pues la Pasión sonó de lujo (los bajos de
orquesta) y le vino al paso como anillo al dedo, a mis cortas luces, aunque es
cierto que tuve la suerte de verla en lugares con las marchas bien escogidas. Sonó
Nicolás Barbero Rivas (debe de componer una nueva obra maestra), y sonó la mítica
“Triunfo de tu Santa Cruz”. Si le tengo que poner un pero a ese examen
milimétrico a la que está siendo sometida (no entiendo porque en el Cautivo si
queda bien y aquí no, para los que dicen eso, yo lo veía totalmente al revés),
es que la cornetería no ha sido la de otros años. Dicen que han cambiado de
cornetas o no sé qué. Quizás el problema es que la Pasión ya está montando
marchas que necesitas a los primeras de Cigarreras para que eso suene como dice
la partitura que debe de sonar, o quizás más cornetas... Pero en esa búsqueda
de la musicalidad les está pasando como a todas. Está cerca, y parece que está
a kilómetros. Triunfó la chicotá con “Triunfo”, que se puede esperar, “jo si
hubiera estado el Willy” me decía uno de mis compañeros de fatigas,
enamorado del trabajo pasionero… y las negaciones se asentaban en la revirá, la
percusión llenaba la calle de los videos que de niños nos hacían soñar con
estar allí, y allí estábamos cuando los platillos anunciaban y creo que vivimos
el estreno en la cofradía de la marcha que le han dedicado… “Al oír el canto”
de Cristóbal López Gándara. Sin duda otro pedazo de obra de este ubetense que a
todos nos tiene sorprendidos, donde me quedo sin duda con el principio, con lo
que me gusta esas melodías tenebrosas, casi de película de terror, sentí en mis
adentros el miedo de Pedro que no fue capaz de decir: “sí, soy su amigo, y
daría la vida por Él”, como nos pasaría a todos en la vida. Lo difícil es
perdonar, no, rectifico, eso es fácil, lo difícil es perdonar sin que te pidan
perdón, y sobre todo olvidar como lo hace el Príncipe de la Paz que lo miraba
con amor mientras un gallo cantaba que el sol estaba a punto de asomar en
aquella inmortal madrugada del año 33 donde también Él sufrió el abandono de su
gente. María del Carmen envuelta en lágrimas venía de vuelta tras la
expectación que iba levantando su hijo. La “Estrella Sublime” dibujando otra
estampa típica de la Semana Santa sevillana, como advertíamos, es fácil
disfrutar en esta calle, por eso cada vez se hace más complicado acceder a
ella.
Ahora venía otra vez el Dios de Nervión
y la verdad, disfruté, pero Cádiz no tocó precisamente mis marchas favoritas.
Nunca me ha hecho tilín “Gitano tu eres de Santa María” y otra vez “Consuela a
tu barrio, Señor” en la revirá. Esa calle pedía “De Cádiz un Rosario” y “El Verbo”
en la vuelta (y ya podría morirme tranquilo), o eso quería yo... Que lo apunten
para la próxima. Eso sí. Impresionante ver siempre retorcerse en la cruz al Señor,
aunque dudo que pidiera sed con esa agonía. Lo tuvo que pasar mal, muy mal,
pero solo pedía sed para que se cumplieran las escrituras… por eso no bebió. Y
ya vimos a su Madre, la Madre de la iglesia, la Consolación que dibuja de verde
con sus ojos a todo su barrio… curioso que en el barrio del Sevilla, su Virgen
tenga los ojos con los colores del Betis… marchas de corte trianero, andares
solemnes y alegres, para éxtasis de los más marianos llegó y se nos marchó la Virgen
de Dubé de Luque bajo las lluvias que nos gustan a los capillitas, las de
flores… pero sin chilladora-es por favor.
De ahí nos fuimos a ver a las
madres baratilleras. Exhaustos por las horas allí y todavía faltaba lo peor.
Comenzábamos a ver que en Sevilla no iba a caber más gente. Por el cruce de la Avenida,
nos quedamos en primera fila junto a un policía la mar de simpático (ojalá
fuesen todos como ese señor, Dios le bendiga y lo proteja en su oficio que con
tanto cariño realizó con nosotros) vimos pasar la copia de la Síndone de Turín
que lleva el Buen Fin en su cortejo. Por la verdadera plaza de la Magdalena
llegaba la Piedad con cornetas de Sevilla. Ya saben hay tres piedades con tres
estilos distintos. Nos llegó la primera, siempre sobre los pies, como debe ser
cuando lleva al Señor muerto en su regazo, al son de la banda del Sol con una
marcha que me agradó. Pero oigan, estas bandas o se ponen las pilas o no sé qué
va a pasar porque el jueves se estrenó otra de fuera que no dejó indiferente…
feliz con el recuentro, buscamos a la Morena del Arenal que colapsaba la calle Reyes
Católicos. Parecía que pasaba la Trianera y aquello ya empezó a “olerme mal”.
Llegó la Caridad con la solemnidad con que la llevan los Palacios, con “Madre
de los Gitanos Coronada” (cuanto Abel Moreno he escuchado este año) tocada por
Salteras (a todo esto ¿se ha retirado el metralleta?) y nos pegó el pellizco de
lo efímero. No me gusta ver cofradías tan deprisa. Seis años esperando para
unos segundos… como que no.
Pero buscaba una despedida. Mi
amigo Oscar se volvía como antaño hacía yo para sacar a su Soberano (y el mío también,
no me hace falta sacarlo ni pagar una cuota para quererlo, a mis mañas y
maneras) y se iba a Bailén, y por la calle Bailén buscamos la Puerta Real de
Sevilla, la calle Goles donde el viernes volveríamos a afincarnos. Llegó Las Siete
Palabras y aquello estaba tres veces más lleno que el último año que la vi.
Paso de plata para sus divinas plantas, por fin con las dos nuevas águilas del
canasto, nazareno de zancada poderosa, muy Ortega Bru aunque en su cara nos
engañe. Poderoso y sobrio como siempre con ese trio de viento metal de los Reyes,
que a mí, la verdad, no me convenció, y eso que tocaron el “Ánima Christi”, que
a mi ese canto de San Ignacio de Loyola me traspasa. Nos traspasó el Señor de
la divina e infinita misericordia y nos llegó el Cristo más alto de Sevilla. Jesús,
el de las Siete Palabras, pero en verdad, diciendo la 3ª, dejando un mandato,
de que María era la nueva Eva, la nueva Madre de la humanidad que con su
servicio a Dios, trayéndolo al mundo, el Altísimo se iba a reconciliar con todo
el mundo nacido y por nacer representado en la figura de su fiel, amigo y
valiente San Juan… he ahí tu(s) hijo(s). Sones clásicos de Esencia para el
misterio. La conjunción perfecta se dijo en su día. Sonaba “Eucaristía” como la
tocaba las Cigarreras en su concepción hace ya… pufff ¿30 años? Sabor romántico
en el paso y el asombro de ver el diálogo del Señor con su madre desbordándonos
por completo. Terminó con la Virgen de la Cabeza dolorosa (ven, aquí no se pone
“en sus misterios dolorosos”) y sin duda nos fue imposible no recordar los
movimientos de cambio de imagen de los últimos tiempos. La “Estrella Sublime”
para la dolorosa con tintes de Cerro del Cabezo, de Andújar hasta San Vicente
en Sevilla, siguió el rastro del camino de sus hijos, mientras Oscar y yo nos dábamos
un abrazo y le deseaba suerte en el viaje y en la salida de costalero, por él,
por la gente buena que quedó (a la menos buenos me sigue costando) y porque al Señor
del Prendimiento (Soberano de Linares) solo le puedo desear cosas buenas.
No terminé de ver cofradías ese día,
y ya me dijo: “estoy ya en Bailén planchado ropa”, lo que se puede hacer
mientras se ven pocas cofradías… y volví al encuentro de Cris que se fue
buscando otras estampas de la jornada. Entre tanto, siempre un cruce por Sierpes
te deja ver algún paso y la Baratillera pasó con su acostumbrada elegancia bajo
su coqueto palio en busca de la metropolitana iglesia de Sevilla. Por el Salvador
nos veríamos y llegó el caos. En la plaza no se cabía. Acababa de pasar el Cristo
del Buen Fin y me tuve que conformar con ver su espalda dolorida colgado del
madero muerto por un buen fin: salvarnos para cuando nos llegue nuestro fin y
podamos encontrarnos con Él en la gloria. No sé cómo atravesé la bulla metida a
presión, la cofradía y bajo Montañés, en mal lugar de visión, pasó el palio de
la Virgen de la Palma. Llegó con “Madrugá Macarena” según veo en un video,
porque cuando pasó por delante mía ya no lo recuerdo. Me encontraba estresado y
desbordado por la marea de gente que había. No estábamos contentos de donde
estábamos y lo que parecía que iba a ser un fin de jornada complicado.
Llegó el misterio de La Lanzada y
Triana hizo sonar la marcha que ha tocado este año calle si, calle no, calle
si, calle no. Pero me atrapó en la burbuja, sonaba “El Hijo de Dios” y Él y yo
comenzamos a hablar... “¿Cuánto hay que aguantar más Señor? ¿existe la
felicidad? Si hasta aquí sufro” … y de repente, con su barba hundida en el
pecho, signo de muerte, me contestó: “mira al de caballo, después de muerto me siguió
ultrajando…” entonces me mandó uno de sus guantazos a mano abierta… si te lo hicieron
a ti leño verde, ¿qué me harán a mí, leño seco? El galeón nos llenó de eternidad
y silencio, me apagó la mente, pero comenzaron las emociones, a partir de ese
momento, hubo muchas situaciones donde hice lo que casi nunca he hecho…soltar lágrimas
en Semana Santa.
“Vámonos de aquí”, me dijo el Cris,
a ver que nos encontramos. “Aquí va a ser imposible. Vamos a San Andrés”, pero
al llegar, dije: “por una calle más lo vemos entrar”. Y faltaba mucho para que llegase
la cruz de guia y la plaza de San Martín casi a rebosar. En las últimas filas
pudimos echar los costeros a la sillita, mientras aquello se seguía llenando. Y
valió la pena. Ver entrar al galeón neogótico fue sublime con una banda de las Tres
Caídas sacando su artillería pesada, y otra vez “El hijo de Dios”, me recordaba:
“mírame, hasta a mi cadáver lo siguieron traspasándolo”. Si estás conmigo, es
esto o nada. Ese es el precio para la felicidad que buscas, aquí (aunque no te
entienda) y en la gloria (que paradójicamente lo entiendo más o ya veremos el día
que vaya y me quiera abrir las puertas). La Lanzada levantaba el asombro entre
las tinieblas de la vieja Híspalis de casas señoriales y callejones mudos durante
todo un año, hasta que sale el hijo de la Divina Enfermera. Aunque la que lo
llora es la Virgen del Buen Fin, que a mi pesar (odio dejarme pasos sin ver)
tuvimos que dejar. En aquel callejón, me dijeron eso de tus ídolos porque iba
un musico por delante… y pensé aquello de que en verdad no podemos admirar a
nadie, las lecciones de la vida… a la más mínima lo podemos crucificar, como
hicimos con el que acababa de entrar allá donde enterraron a Juan de Mesa.
Por los callejones del Pozo Santo
nos fuimos a buscar al Cristo de Burgos. Quien conozca la plaza del Cristo de Burgos,
sabe que es bien grande. Pues bien, un año lo vi entrar y aquello no tenía ni
la tercera parte de la media de entrada. Pues estaba colapsado. Apenas pudimos
ver bien al silente Cristo de devoción universal burgalesa caminante en la
noche con el sobrio discurrir de su cofradía. Llegó su Madre, la de Dios, la de
la Palma sobre su juanmanuelino palio haciéndome recordar mis sonrisas cuando
debato con los que me dicen que lo sobrio solo le cabe el palio de cajón...
pues que me digan si no hubo rancidez absoluta cuando venía flotando la Virgen
a las órdenes del genio que hace estas maravillas en el andar. Los hombres del
hijo de Manolo Santiago nos trajeron a María implorante al cielo, mientras Tejera
seguía demostrando que no hay banda que haga música como ellos. Allí
apretaditos y con señoras subidas a unos bancos para que aún lo pudiéramos ver
peor. Y luego dicen que los jóvenes somos unos desaprensivos y poco tolerantes…
sonó “Amarguras”, y con eso estaba todo dicho. Por cierto, parece que las setas
del Cuevas ya pasaron a la historia ¿no?.
De ahí al Salvador… que era
imposible entrar, aunque desde el azulejo del Amor en la Cuesta del Rosario
pudimos ver pasar decentemente al misterio del Prendimiento, Dios de los
Panaderos. Jesús abría sus brazos: aquí me tenéis. Y me dijo aquí me tienes,
aquí tienes lo que tanto has pedido. La orquesta de Nuestra Señora de la Victoria
“las Cigarreras” hicieron sonar la tetralogía de marchas de “Ante… el hijo de
Dios” de Gándara. Las cuatro marchas que lo han elevado al olimpo de la música
cofradiera en Andalucía. Les voy a contar un sentimiento, visto de que ya no
voy a hacer algo corto y conciso. El Lunes Santo de 2021, amargado por esa Semana
Santa alternativa que se inventaron, me fui a “conocer” la Semana Santa de Úbeda
(¡incluso el Castillo de Canena!). Entre comillas, por lo que vi fue lo que
puedo ver hoy mismo, las imágenes en sus capillas por mucho altar especial que les
montaran. Eso no era Semana Santa, no disfrutaba, y ya apenas poca cosa más vi
el resto de semana. Me limité a hacer lo que nunca puedo hacer, ir a los
oficios (¡e ir al cine el Viernes Santo!). Pues bien, en Santa María, en Úbeda,
se iban a realizar algún acto. Y allí había músicos. Conozco a Cristóbal López Gándara
de vista, como a tantos, no tengo el placer de su amistad, es famoso pues porque
hace música para lo que es mi pasión. Allí estaba con sus músicos y entonces un
sentimiento me derrotó. Estuve a punto de decirle como los locos: “¡yo debería
estar en el Baratillo con el Soberano escuchando «Ante Caifás el Hijo de Dios»!” su marcha
estrella que le abrió las puertas de la gloria.
Pues allí estaba yo en el Salvador
(de Sevilla), con otro Soberano, escuchando sus marchas de “tribunal” como ya
las han tildado. Los Panaderos para disfrutarlos debería salir por lo menos
desde Triana o San Benito y más temprano. Con esta masificación, se te hace imposible
verla. A su Madre de Regla solo la pudimos ver malamente revirar en Álvarez Quintero.
El día pesaba como si fuera costalero de la Sed y si mi memoria no me falla,
porque fotos no hay, acabamos en San Vicente viendo entrar a Las Siete Palabras.
Había poca gente, nos pudimos apostar en casi la misma puerta, pero nos
quedamos antes. Lo vivido solo se puede escribir con la pesadez a la que
alcanza mi crónica. Llegó el Señor de la Divina Misericordia silente y se sumergió
en San Vicente, lo mismo el misterio. Bueno el misterio lo seguimos un poco
antes por Alfonso XII. Y la noche oscura (del alma también) se llenó con las
cornetas de los que dicen que buscan la esencia (cuando la esencia de la vida
es la reinvención, quien no lo hace, se estanca y muere). Sonó en la última
revirá el himno de las cornetas: Cristo del Amor del linarense Alberto Escámez
(recomiendo el libro que el director de esta banda ha sacado sobre la historia
de estos compositores, muy recomendable por la labor de investigación) y se perdió
el Cristo de las alturas imposibles. Nos levantamos y buscamos a María que si
venía más solita. La gente se agolpaba a la entrada. Pero es que en esta
Sevilla mariana que dicen que es, cuando pasan los cristos, el aforo se queda a
la mitad. La buscamos y con aires de Jaén nos vino. Curioso, la advocación
mariana con más devoción de mi provincia con la marcha dedicada al Cristo con más
devoción en Jaén. Se acababa a las 3 o más de la mañana el Miércoles Santo con
la Virgen de la Cabeza caminando con la marcha del Abuelo de Jaén, del genio de
Emilio Cebrián. Rendidos, sin saber que aún nos quedaba jornadas igual de
intensas… el jueves ya estaba a las 8 levantado para irme a otro (hubo que
hacer peripecias para no pagar el pastón que pedían los alojamientos) y me
acostaría cerca de las 2 de la tarde del viernes y antes de las 4 de la tarde
ya estaba viendo la Carretería. ¿Entiende ahora porque empecé a decir que ya me
he curado del desgaste psicológico? Por cierto, no se me ha olvidado contaros
la cena, cené unos kikos con agua de la máquina del hotel cuando llegué…
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