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lunes, 23 de mayo de 2022

JUEVES SANTO EN SEVILLA 2022

 

































Sonó el despertador y llegó el jueves en ese estado que dice la frase popular: reluciendo más que el sol. Que tendrá este día que parece domingo. Desde 2018, el Jueves Santo ya es lo que en mis adentros anhelaba desde que Sevilla se cruzó en mi vida. Pero el último, el de 2019 no amaneció tan radiante y donde nos achicharrábamos este año, caía el diluvio universal. Me volvía a levantar un jueves del amor fraterno en la vieja Isbiliya, con apenas 3 horas de sueño, a las 8 de la mañana para cambiar de hotel a apartamento. Y hasta las 14:30 del viernes no me echaría a dormir… este año no me he dormido en la sillita, así que quizás los otros años fueron peores, aunque este me quejara mucho más. Que no se me olvide, qué pellizco cuando en la plaza del Museo me crucé a la primera… ver a las mantillas por la calle, eso si es bonito, los cortejos no son para ellas. Los pasos tienen que venir precedidos de nazarenos.

Como decía antes, en 2019 le diluviaba a mi amigo Cris en la puerta de Santa Catalina (a mí por el tanatorio entrando a Sevilla). Entonces, solo he visto a la Exaltación dos veces. A la 4ª semana Santa iría la vencida. 18 años después por fin el Cristo de la Exaltación volvió a besar con sus potencias (nunca mejor dicho) los dinteles de su casa. Se hizo rogar. Y ¿había que vivirlo no? ¿Qué creen ustedes? Pues más de una hora allí antes a acampar (sin cachimbas ni cosas raras, nosotros y la sillita) como dicen esos que les gusta llegar de traje a última hora y ponerse los primeros. Es cierto, observándolo, pocas veces ves a la policía echar al tío que va con el uniforme de las bodas… habrá que tenerlo en cuenta.

Y diluviaba, pero el rey sol, que no pude convencer al personal de aguantar lo suficiente para poder ver lo que buscábamos, la salida de la Exaltación desde Santa Catalina por primera vez. Me tuve que conformar con un lugar privilegiado bajo la sombra de la taberna del Rinconcillo (se pueden creer que aun no me he tomado nada allí). Así, en la silla, pensando que quizás no hubiera merecido la pena comenzar tan temprano, departiendo con una toledana fascinada de Sevilla y unos sevillanos fascinados conmigo por cómo conocía y quería a su Semana Santa (y su Corpus, y sus glorias), el exaltado a la cruz volvió a mirar al cielo de Sevilla en la recóndita plazuela de su antiquísima iglesia. Se estrenó por fin Málaga tras sus pasos. La banda del Paso y la Esperanza  confirmó primero (es llevar una banda cigarrera) y sorprendió lo segundo, porque parecían las Cigarreras con el volumen un poco más subido.

Jueves Santo y sonó “Eucaristía” a la salida que apenas podía ver por las ventanas del bar. Y la corta calle dedicada a don Manolo Santiago enmarcaba el asombro, el galeón de Los Caballos que nos deslumbraba con el refulgente dorado del canasto. Enorme. Lo digo: la Semana Santa es para las distancias cortas y las estrecheces por más que agote. El espíritu de la familia Roldán jugaba entre el misterio y el Señor seguía aceptando su destino alcanzado la cima de la cruz, todo por mí, por ti, y por ti… “Un cielo para mi Virgen” cronometraba la medida perfecta de la revirá de tornillo y el galeón se sumergió sin miedo en el estrecho de Gerona. Quedaba su madre de las Lágrimas que nos trajo el desborde alegre de los palios. La magnificencia de los pasos buenos de verdad, de bordados de locura y diseños para paladares exquisitos. Nos anunciaba con la música que ya se esperaba con impaciencia en la madrugá a la que le dijeron que ¡Como tú, ninguna! La panorámica de irse un manto de verdad enmarcado entre casas de sabor antiguo cerró el primer agotamiento con el regusto del placer. “Suerte” nos decíamos los que allí nos conocimos, quizás ya hasta nunca.

Por Boteros nos fuimos en busca del Dios de los negros (que en Sevilla esto no suena a racismo) y su ángel blanco bajo palio. Un placer cruzarme por Sales y Ferré a grandes maestros de la historiografía giennense disfrutando de la Pasión según Sevilla. “Una procesión muy bonita acaba de pasar por ahí” me dijo Miguel, y es que sin duda era un día hecho para él saboreando los mejores grafismos de la imaginería del XVI-XVII de Sevilla. Abarcaba terreno la hermandad de los Negritos, comenzaban las filas eternas de nazarenos y tuvimos que ir desde la Cuesta del Rosario hasta Tetuán para ver al Cristo de la Fundación. Qué decir que no haya sentido ya al verlo. Este paso no es ni de videos ni fotos. Este Cristo es para verlo recortarse entre sus incomparables faroles sobre ese monte de flor que cada año parece insuperable. Silencio en el júbilo del sol radiante, porque su Madre venia así, radiante de júbilo. Ya la memoria me falla, pero gracias a los videos se vuelve a abrir el archivo que protege mi calavera y he vuelto a sentir las vibraciones de la éffeta con la cornetería de la marcha “Virgen de la Palma” de Marvizón mientras el palio modernista detenía el tiempo flotando en otro tornillo. Un paso, una melodía, Sevilla y a vivir se ha dicho.

Teníamos esperanzas del ver al cigarrero de Buiza por el Arenal. Era tarde. Ya nos llegaba el barco de los Remedios a la plaza Nueva, y en eso… que no. No se consigue el pellizco, aunque por ser muy tiquismiquis solo. Solo es que mi credo solo me pide burbuja tras burbuja de eternidad. No, que ni la colocación, el lugar escogido, mientras la orquesta sonaba como si estuviera en Heliópolis. Nos dijimos: ¿quién son las Cigarreras, esta o la que va con la Exaltación? Si es cierto, que escuchando a Málaga en videos da la sensación de menos nivel, pero allí, parecía las mismísimas Cigarreras. Llegó el atado a la columna, sonó "Jesús, Salvador y Soberano", revirá medida y examen del misterio de Arteaga, fijate el romano más antiguo como cambia con el resto… quizás su obra cumbre aún…

Palio de cajón de excelsa ejecución. Romanticismo puro conquistando el centro de Sevilla. La Victoria de María se hizo presente en la regordita cara de señorita antigua. De princesa de otra época. Que vino con los compases de otro tiempo. Pero la vimos tan mal que ni fotos pude echarle. El calor apretaba mucho y las sombras se rifaban. También por qué no decirlo, a estas alturas de la semana tu cabeza ya no regula bien… el cansancio te aprieta en muchas ocasiones sin piedad.

Creo seriamente que el jueves se puede salir tarde a verlo completo. Por que ya me lo conozco y ya comenzaba a mostrarnos que no iba a estar tan vacío como las otras veces. O buscamos lo visto o veíamos algo nuevo. ¿Subir hasta Montesión? “Va a ser paliza y quizás no merece la pena”. Vean las fotos, en Conde de Barajas (que no bajaba por Trajano) ver un paso tan lejos… pero el Señor de la Oración en el huerto se me cayó de rondillas, me abrió sus manos y me dijo, que hasta Él tenía miedo. Mientras la Redención tocaba volví a preguntarle ¿pero por qué y para qué todo esto Señor? Aunque estoy seguro de la respuesta, no sé porque me lo pregunto más que nunca. Ojalá no se creciera… a veces.

La Sevilla mariana nos dejaba casi en primera fila para ver a su Madre del Rosario, esta si, en sus misterios dolorosos. La dulce niña de la calle Feria, la del manto blanco recogío y la de la crestería del palio de lo que ya parece que no se puede hacer… volvió a seguir con su camino mientras me recordaba que había alguien esperándome en la mañana. Sonó “Coronación de la Macarena”. Y seguimos sumando pasos en el reloj inteligente, si no reiniciara a las 12 de la noche si les podría decir que anduve mientras estuve despierto alrededor de 40 kilómetros.

Volvimos al Salvador, donde vive el Nazareno perfecto. La talla perfecta. El Dios de los sueños de cualquier artista. El historiador del que os hablé se apostaba para verlo salir bajo el monumento del genio que lo tuvo que hacer, no hay papel viejo que lo confirme, pero es casi pecado dudar de que Pasión no es de Montañés. No estuvo tan cargada la cosa. Y el joyero de plata volvió a bajar la rampla enmudeciéndonos. ¿Por qué es de silencio? No, solo su figura detiene el ruido de la mente para examinarlo desde el talón a las potencias. O te extasía como diletante o de echas a hablar con Él como hacia con el de Alcalá la Real. Él es mucho más que capillismo aun cuando arrancó su cuadrilla en busca de Cuna y no hiciera falta que su túnica bordada se moviera, para verlo caminar con esa majestad. “Esto sí”, me decía Cris. Las cosas del primer orden amigo…

La Virgen de la Merced nos llegó con su dulce belleza apagando la tarde enmudeciendo al joven San Juan. Suntuoso paso, genialidad digna de Sevilla, que pedía a gritos la música fúnebre que le siguió el compás con “Jesús de la Pasión” de Braña. Pero no me gusta tanto movimiento de las bambalinas. Dicen los opinadores que el genio de esto puede cogerla, la verdad que Santiago le vendría como anillo al dedo.

Nos quedamos por la zona. Por la iglesia de las goteras como la sigue llamando mi madre desde que la conoció en 1991. Por la Cuesta del Rosario subía el galeón de la Exaltación como si fuera de papel. Me sonrío leyendo los comentarios de la gente en el video que he buscado para recordarlo. Lo que se sufría debajo de ese paso, y lo que hace hoy el boom de las dos cuadrillas. Arriba los kilos de ese transatlántico. Eso si que es un Saratoga como le decían en mi pueblo unos costaleros a su viejo paso. Y la banda del Paso y la Esperanza de Málaga dejándonos atónitos. “Triana llora tus Penas”, “A Jesús de la Agonía”, “La Trabajadera del Metal” y “Triana” sonaron mientras el paso no se detuvo en su vuelta a Santa Catalina (otro año si Él quiere habrá que probar la entrada). Ya ven, o Cigarreras o la Triana del aniversario como le decimos los viejos banderos que ya subimos de los 40, sonando espectacularmente. Que se pongan muchas las pilas que las de fuera ha pasado como en el futbol, lo mismo te da el de fuera que el de casa, o a veces más. Sin duda me quedo este año con el Rosario de Cádiz y el nivel de esta banda.

En la plaza del Pan nos hinchamos de bregar buscando pan para cenar. He notado menos servicio de hostelería callejera. No sabias donde comer. Eso no pasaba antes. Un bocata de jamón “de pegatina” que casi acaba conmigo en la madrugá. Por Dios, no se pueden cerrar las tiendas o bares y dejarnos sin agua. Los jartibles no vamos a emborrachanos señor alcalde, vamos a emborracharnos de otro líquido que sacia la sed por siempre, bueno una semana al año.

Eso le dijo el Hijo del Padre a la samaritana. En la plaza nos llegó el agonizante de Montesión. Ahora si había que vivirlo mejor. Nos hizo disfrutar porque sonó “Padre” (o eso creo), marcha de una época dulce de la banda a nuestro entender. Lamiendo las casas del costero izquierdo con el Salvador como telón nos llegó el Señor haciéndome reflexionar viendo a los apóstoles si a veces preferiría dormir en la ignorancia, porque como a Jesús, la verdad aplasta y no siempre te baja un ángel a reconfortarte. Pero estaba allí, viviendo el momento como se dice tanto hoy día.

Nos marchamos tras los bombos de la Redención. Oigan que bien se ha portado todo el mundo este año. En la bullazas que se generaban no había malos royos. Había paciencia. Y los músicos que poco nos regañaban. En algo hemos vuelto mejores. Así estaba todo, con ganas de vivir. Pero muerto venía el Hijo de Dios balanceándose en el sudario de su descendimiento. Quinta Angustia volvía por el Arenal a la Magdalena y lo hacía con gran estreno: banda de música. Por Molviedro había buena entrada. Pero lo alcanzamos en la Puerta del Arenal. Allí, en 2019 estábamos solos (que este si salió) y este año, podías caminar, pero despacito. Un ritual muy curioso con cantores, música de capilla y la música que suena de repente, sin tambor. Caminó por Castelar con “Jesús de las Penas” … ¡cómo no iba a ser sublime! aunque el conjunto de la cruz hacía unos movimientos que daban miedo. Yo pensé en alguna rotura de la sujeción y hasta temí que se nos cayeran el Cristo en lo alto. Luego leí que al parecer la cuadrilla llegó arrastrando los zancos. Hubo disparidad de gustos entre los que estábamos, a mi me encantó, aunque no esperaba esa puesta en escena con distintas músicas o sonidos.

Hacía más calor que en Marruecos, pero entre Cris y la experiencia nos hizo irnos a por los abrigos, que aún quedaba la madrugá entera. A mí con el llamado “fachaleco” me sobró, a las 7 de la mañana me lo puse, solo con camisa “en lo arto la carne”… en contra de lo normal, hizo calor para hartase. Paliza para el hotel y su vuelta. Y el temor a lo que faltaba o aun continuaba… el calor, la sed, la bulla más fuera de lo común me mataba psicológicamente. Encima por la Puerta Real no paraba de entrar una marabunta de gentes que venían a como se ha escrito, recuperar la Madrugá de gente y bulla, cosa que yo apenas he conocido. Ya estaba el Silencio hasta arriba y aun le quedaba tela para salir.

Me desesperó no poder ver el misterio de la Coronación del Valle que volvía por Tetuán, aunque si al también llamado Nazareno del Valle hasta que nos llegó la Virgen que le da nombre a toda la cofradía: la Virgen del Valle. Que cansado y agotado iría que ni fotos eché, bueno de la Virgen sí. Creo que sonó “Amarguras” y la Virgen con el palio más antiguo de Sevilla nos llegó sin él. Estampa para el recuerdo. Todo hay que decirlo. Yo lo viví… pero la Virgen bajo palio siempre y si no se podría haber buscado algo distinto. Pero bueno, ya estaríamos diciendo que las cosas como son y otros lo contrario. Hacer como hizo la Macarena en la extraordinaria del estadio Olímpico (mi pobre Madre María de la Purísima) e incluso que recreara la sacra conversación. Iba muy “pobre” aunque con todo esto, iba sublime.

Total, se hacian las tinieblas de la noche más importante de la humanidad y Jesús volvía cargando la cruz de su Pasión. Repetimos el rito de la ultima vez y en la oscuridad del Salvador los flases (que ya son menos con las nuevas cámaras) iluminaban ese señorial caminar de un mismo Dios hecho hombre subiendo la rampa del imaginario calvario hecho refulgente retablo rococó de Cayetano de Acosta (aunque el suyo es mejor, todo hay que decirlo). Todo terminaba, pero no, llegó la Merced y “Margot” volvió a abrir el frasco de la gloria. Ya no era Jueves Santo. No hay pared, las últimas entran y por Campana ya iba El Silencio. A esa hora dos (más una) locos salían de Bailén después de meterse un paso entre cogote y séptima vertebra y les decía por WhatsApp ¡locos!… porque no acabó una jornada, empezaba otra. Seguimos en la siguiente memoria.

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