A veces tengo ganas de decirlo,
pero no sé si me matarían por ello… pero creo que el Viernes Santo de Sevilla
es cada día más mi día preferido. Cómo explicar que lo luctuoso me llena de
satisfacción. No sé si tendrá que ver con alguna reminiscencia psicológica de
mi vida. A veces sin que lo sepamos guardamos inconscientemente lutos eternamente
y la muerte se vuelve una placentera compañera. No lo sé, pero la estética
creada para el dolor de la muerte de Cristo en Sevilla me traspasa sobre todas
las cosas.
Y ese romanticismo de la muerte
me empujó otra vez a Castelar por donde dos ladrones y un Mesías me traía La Carretería.
Con la paliza de horas que me había pegado, con las pocas que dormí, otra vez
volvimos a la vida. Desde 2018 si no recuerdo mal sin ver caminar al galeón de
las pezuñas de bronce, el de los Toneleros, con ese aplastante son solmene que
le imprime Las Cigarreras. Llegó el crucifijo de la Salud y la Virgen de la Soledad
y me dijeron que me prepara porque volverían al irse la luz tan especial y
única de este día, que volvería a entrar un ratito en la eternidad.
Por Carlos Cañal fuimos en busca
de más paladar rancio y luctuoso. Qué pellizco el de las pequeñas hermandades.
La Soledad de San Buenaventura nos llegó soberbia desde su recóndita casa.
Aunque también este día ha subido en masa, nos quedamos un poco antes de la
salida porque quería saborear la Virgen al pie del calvario cuando la Cavalleria
Rusticana de la marcha de Abel Moreno sirve como telón a la dolorosa de Gabriel
de Astorga. Caoba y plata, manto nuevo, y los trombones destrozando las fibras
de mis emociones. Bajo las gafas de sol comenzó a emerger un símbolo de
victoria y de despedida. Las lágrimas del adiós y de agradecimiento por poder
volver a la vida.
A estas alturas, parecía que no
había existido la pandemia. Que el año pasado también hubo procesiones. Curioso
cómo podemos manejar el tiempo. Lo mismo nos parece eterno, que fugaz. Con los
ojos escociéndome nos marchamos mientras en la revirá Margot me advertía que
había llegado el día, pero eso sería después.
En una repleta plaza de San Pablo
íbamos en busca del que quise haber visto en su barrio, y detrás su vecina
hermandad de La O. Pero lo de jueves-madrugá lo evitó, así que en un lugar ya más
que acostumbrado volvió Dios a detener el mundo. Nuevamente le sobró todo a
este portento que solo ha visto el cielo azul de su tierra y las cosas más
altas que se cruza por su camino… las tejas de la cava, el Giraldillo o la
Inmaculada del Triunfo…. Qué duende tuvo Ruiz Gijón para tallar tu figura, y es
que hasta me daban ganas de cantarte la sevillana de Pascual González. Sí, venía
el Cachorro. Venía de estreno de modificación del paso. Yo me quedo con los
cambios de candelabros y rebajarle un poco más el monte, que lo dejaba más
suspendido si cabe en la soledad de la cruz. Lo demás, le ha quitado su
personalidad. Su juego de faroles y sobre todo las peanas en que se asentaban
era de lo mejor del paso. Que sólo venía con “Silencio Blanco”, cuanta
excelencia en la talla que nos dejó a todos mudos. Estaba allí mi amigo Sergio
con su familia que venía de ver el día anterior otro gran crucificado que algún
día tendré que visitar. Dos polos opuestos, Mena de Málaga y Cachorro de
Triana. La buena muerte para volver a la vida, porque el Cachorro nunca sabemos
si muere o despierta a la vida…
Con sus hijos en brazos le
hablaba a su Madre Patrocinio mientras les contaba a los niños que llegaba la Señorita
de Triana. Que dulzura y que joyero de paso. Otro que a la gente pasa muy
inadvertido. Entonces me mandaron el video de Bailén, me contaron la levantá y
me preguntaba si lo había hecho correctamente. Estaba donde ansiaba y el Domingo
de Resurrección, de vuelta en casa saqué sus claveles, y le dije: también es un
enorme orgullo traerte cada año sus flores. Mi gran sueño ya lo cumplí, y mi
gran sueño sigue siendo repetir, y desde allí arriba, hacen lo que puede para
que lo cumpla.
Detrás venía el que lleva los
pecados del mundo hechos de carey. Nazareno de la calle Castilla, Jorobaito de
Triana con su andar poderoso marca Ariza, con una banda del Sol en modo clásico
nos traspasó con la fugacidad de las cofradías que no se hacen insoportables. Como
nos hunde la cruz Señor, que nos llevas jorobaos por este valle de lágrimas.
Había mucha gente. La incertidumbre
de la vuelta a la normalidad no despareció hasta el Domingo de Resurrección.
Siempre era ¿Cómo estará este año? Y el lugar estaba marcado en el mapa. Nos
dejamos a la expectación de Triana, Virgen de la O, pero la Carretería iba de
vuelta. Y comenzó la carrera, atravesando lo que hiciera falta, caminando entre
los músicos casi y nos colocamos donde en 2018 tuve una de las raciones de eternidad
más grandes de mi vida. Hasta la capilla de los Toneleros, momento “Crucifixus” de locura de las trompetas, la estrechez
de Rodo, y muchas cosas más. Solo sé que Él me estaba esperando porque sonó “Madre
Cigarrera” nada más llegar y sabe que en la cuaresma de 2020, antes de que
llegara la pesadilla esa marcha me derrotó en un concierto en el Cachorro el día
que vine de Santiago de abrazar al que cierra España. No les cuento nada, se
queda para mí no vaya que lo ponga de moda y me arrebaten mi romance de amor
con mi amada Carretería.
Es vigilia, pero el placer del
pescaito de la Puerta de Arenal, hace de todo menos un sacrificio. Entre adobos
nos llegó el Dios de la cava siempre mirando al cielo, esta vez negro de las tinieblas.
¿Qué diantres es la muerte que hasta Dios llora por ella? Sevilla un año más le
devolvía a Triana a su Cachorro vivo. ¡malas puñalás gitanas si lo dejaran
morir! Y de genialidad a otra. Para mí, Conversión es el mejor de Mesa y desde
el cruce en la avenida volvió a apagar mi mente paladeando sus últimas palabras
perdonando a mi querido Dimas. Buscamos al caído de San Isidoro. Hermandad también
de calle, no sirve para videos ni fotos. Esta hay que verla para volverse loco.
Me volví loco buscando una acera para poder caer de rodillas como Él pero al
observar la genialidad del cirineo. Fue en la salida de Francos. Buscábamos al Cachorro
anciano, pero no pudo ser. Como digo, la masa también ha trastocado un poco
esta jornada que es dulce entre otras cosas por no tener a mucha gente en las
aceras. La Reina del plus ultra solo la vería detenida en el silencio de la
misa de resurrección sobre su casita de oro. Y había que volver al otro lugar
elegido. Hay que ver aquel 2008 donde apenas había unos cuantos y ahora se te
hace más complicado ver de cerca a Monserrat en Molviedro. Que delicia de paso
de cristo. Si va un Mesa arriba poco se puede decir, pero Triana no me dio por
el gusto, con lo bien que debe de quedar ahí “En manos de Jesús” en la revirá.
Otra vez “Silencio Blanco” … solo me gusta con el Herodes, que le vamos a
hacer.
Con que amor mira el Señor a Dimas
¡y compasión! Cuanto amor tiene Jesús en su corazón para anteponerlo a todos
los orgullos. Nunca duda en perdonar, su apuesta es siempre amar, y cuanto me
cuesta imitarlo, aunque siempre me digo, que oye, que Él esperaba que le
pidieran perdón, no iba buscando a los pecadores para perdonarlos. Después
volvió el rito, siempre igual siempre distinto. La alegría que nos produce esta
escena de tristeza no hay palabras que lo expliquen. Crestería de plata, cajón
en las bambalinas, flores borbónicas y Tejera se convirtió en cuadrilla de
ángeles para hacer sonar Margot y crear otra vez la burbuja donde todo se apaga
y vivimos. Ojalá pudiésemos vivir siempre como conseguimos en esos instantes.
Otra caminata, cruzando todo el
centro. Del Arenal a Boteros donde en un reluciente paso recién dorado venía la
segunda Piedad de Sevilla. La que anda en silencio rodeada de todos los suyos
preparando el amortajamiento de un rey. Qué diferente sería en aquella losa de Jerusalén
que toqué con mis manos. Silencio, los justos por fin y La Mortaja se diluyó
con la rapidez con que nos llegó. No era muy tarde para nuestra sorpresa.
Creíamos que sería el final, pero pensé que a Monserrat le podría quedar un
rato para entrar. Allá que fuimos, ya que teníamos la cama cerca pero el
misterio ya había entrado y con muchísima más gente que aquel 2018, la Moreneta
hispalense se nos marchó al son de “Virgen del Valle”. Por fin volví al viernes
que no es simple viernes. Llegó ese culmen en que la cabeza comienza a decirte
que todo ha terminado, aunque aún queden dos jornadas. En esas en las que
luchas por gozar y a la vez no querer desconectar. Se fue el gozo, pero aún
quedaban algunas lágrimas más que derramar…
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