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jueves, 2 de junio de 2022

MADRUGÁ EN SEVILLA 2022


























 


Y llegó una nueva Madrugá, no porque volviera solamente desde 2019, si no porque me presentó lo que dicen que era la Madrugá, además del encanto y la magia cofradiera, una noche en la que unos desgraciados les encantaba hacer correr a las masas. Y para que eso pase tenia que haber de eso mismo, mucha gente. Y no hubo carreteritas (aunque dicen que hubo levísimos amagos), pero si mucha gente deseosa de volver a encontrarse con ese primer orden cofradiero de la antológica jornada que no tenia pared.

Pasamos de ver entrar a Pasión a buscar en el Bacalao a aquel que venía como le cantó Pascual González, Jesús Nazareno (del Silencio) cargando su cruz… no sé si la llevaba hasta el cielo, pero como Él la porta, la postura de este Cristo… nunca deja de maravillarme cada noche santa. El Nazareno del Silencio es para verlo entre las tinieblas de sus nazarenos que nos tuvieron allí media hora sentados viéndolos pasar a toda velocidad. Es el mejor lugar para saborearlo. Llegó la jornada de las filas de hermanos sin medida y que algún día, no sé cuándo, les hará ver a los sevillanos, que esto no puede seguir así. No puede ser que lo que tarde en ver dos pasos casi una persona conduzca 240km, porque así venían tres más que se sumaba a la gloria.

Pero llegó silente el Cristo de la que dicen es la hermandad más antigua de Sevilla. Ocampo en su mirada perdida cogiendo la cruz al revés. ¿La coge al revés? ¿O simplemente la lleva como un cetro real? En la altura de su paso nos dejó mudos, intentando paladear cada milésima que nos brindaba y desde aquella esquina de Alemanes-Argote de Molina, en una nueva perspectiva, se fue con la fugacidad que nos llegó y vi su zancada. No sé si de frente parece un cautivo y por detrás un auténtico nazareno que empuja el madero ¿Cómo la cogería en su origen? ¿cómo sería esa cruz? ¿Que nos quiso mostrar su autor cuando la gubió? Esas preguntas se quedaron resonando en mi alma, mientras mi detector de eternidad sentía ver que había pasado Dios y su vez una joya de madera. ¿Les he dicho que había mucha gente? Bueno pues el 2019 había poca gente y este año parecía Domingo de Ramos. Otra media hora de nazarenos veloces (“madre mía cuando pase una hermandad con música”, decíamos), con una sed que me destrozaba (rogando agua a los que venían de fuera en el coche por el WhatsApp) vino la catedral veneciana errante de Sevilla. Si su hijo nos deja mudos, María, la Inmaculada, nos deja hasta sordos. Menos mal que nos mantiene la vista para extasiarnos de esta joya indescriptible. De verdad, me iría toda la noche tras esta hermandad. Poco, poquísimo valor (y mira que se le da) se transmite de este singular paso de palio de plata donde el compás solo lo marcan los borlones. Solo verlo andar sientes el aplastante peso en los costales y la bella Virgen de Sebastián Santos fue contando los centímetros como minutos, girando y dejándonos su manto de hojilla como carta de despedida. Solo dos pasos y ya estaba media Madrugá echada.

Seguimos el rito, el último itinerario temblando por ver como estaría la puerta de la iglesia de la Magdalena donde un caballo guia el camino de ida. A rebosar, aunque me decían que así estaba el último año. No recuerdo tanta, pero pudimos ver como estaba allí su gente. Eran capaces de callar como para escuchar el llamador en los Rayas que lo mismo jaleaban, no sé si al Cristo, o a la esencia de su barrio. “Y esto es Triana, y viva Triana”, escuchábamos una y otra vez. Es un público distinto, muy concentrado en este paso y hermandad. Se tuvo que levantar ante la ovación y poco a poco el vecino más antiguo de la calle Pureza fue mostrándonos las plumas de Rafael, el hocico de Calamar y su serena tercera caída mirando al camino del calvario hecho plaza de San Pablo. Y los de blanco volvieron con su éxito del año para las grandes ocasiones. Hay una parte de “El Hijo de Dios” que me estremece y sé que algo hablé con Él, seguramente fue un gracias y a la vez un por qué, porque estábamos otra vez viendo como venía el paso que tanto le gusta a mi madre, el del Caballo de Triana. Su cuadrilla lanzada a un sinfín de izquierdos, pasitos, picaitos, sin cesar hasta que casi se comió la plaza, pero no se llevaba ni un olé ni una ovación… “Cris esto se va para atrás…”, y el galeón de Bejarano se fue nueve zancadas para Triana… “esto es Triana” gritaba uno con los ojos pasionales de un hooligan. No es nuestra filosofía, diríamos que no nos gusta (cada vez disfruto menos con los pasos con cambios), pero admitimos que no sé cómo lo hacen pero con Él le queda bien y hasta cierto repeluco (sin que se entere nadie) nos dejó el Santísimo Cristo de la Tres Caídas. Cuanta fama despierta, que hice una foto y la colgué porque uno de mi pueblo me lo pidió el Sábado de Pasión. Por cierto, allí estaba Momentos Cofrades y mientras escribo esto han publicado la escena en su ya archiconocida plataforma neflicofrade, lo que me ha hecho parar la crónica para saborearla en el sofá. Nuevamente lo buscamos por la verdadera plaza de la Magdalena, donde Triana se hace clásica. No sé, pero parece que se guardan para Campana y la vuelta. Volvimos a San Pablo y ya estaban aquí los que venían desde Bailén (apenas 5 pasos se ven mientras se ducharon y se personaron frente a mi “en lo de las palmeras” [de chocolate]).

No dio tiempo a los abrazos cuando llegó el palio de la Esperanza de Triana irreconocible… con “Amarguras”. Yo creo que Ella también quería decirme que me estaba esperando. Y muchas veces nos veríamos más mientras apenas nos pudimos despedir con el sonido de sus varales grabados aun en la memoria. Luego me enteré que estuvieron 50 minutos ahí parados, y que montó para algarabía de los seguidores de este estilo… lo suyo. Esto es Triana como siempre dicen, no se puede decir más. Lo que es incompresible es tener apretada una hermandad todo ese tiempo. Mismo tiempo, más nazarenos, y siguen haciéndose los locos con el problema. Por cierto, por ahí iría mi amigo David gozando del estreno de su capa verde junto a su Reina morena. Los sueños, como diría Carleto, están para cumplirlos...

Y las bullas nos llevaban por las sombras de la noche al Museo. Tanta gente nos robó poder caminar con el SEÑOR. Ya no hay que indicar más. El Museo repleto de almas en la oscuridad esperando a que volviese a pasar el que siempre se queda en nuestras almas. A Félix le conmocionó cuando vio a Dios caminar, por la puerta del Bellas Artes, a la para mi más bella de las artes de Sevilla. Aun parecía aquel día de octubre, aun parecía que solo había pasado minutos y nos llegó tras la larga hilera de espigados capirotes negros. Venía más poderoso como exaltadamente decía Félix. Con la túnica lisa moviéndose y Dios volvió a caminar hasta que nos aplastó en la puerta de la capilla del Museo donde le rezamos un Padre Nuestro al que es Gran Poder de Sevilla. Tanta gente había que no pude ver amanecer entre las bambalinas de su Madre del Mayor Dolor y Traspaso. Me perdí ese azul tan irrepetible de la calle Bailén, pero por la misma senda de su hijo nos dejó estremecidos con el poderoso candor de su palio, andando como un paso cristo. El movimiento del palio fue de esas cosas que se te quedan grabadas en la memoria.

Y vámonos a buscar el Calvario. Fue por el Postigo aquella vez y entonces nos quedamos a la vera del crucificado y seguimos al palio por el Triunfo. La masa lo evitó. En la Puerta del Arenal había más gente que a las 8 de la tarde de cualquier jornada o más. Nos quedamos contemplado la hermandad quizás más tapadita de la noche. Sobriedad, la mesa de billar al revés. El nazareno del Silencio crucificado podríamos decir del Cristo del Calvario. Pero las horas iban sumando y se me descuadraba la Madrugá mientras a la Virgen de la Presentación nos embelesaba con su belleza decimonónica. De silencio en silencio y ahora tocaba la Esperanza. Bares cerrados, servicios colapsados y por los callejones que salen a plaza Nueva parecían que habían regado con orina. Las escenas vividas esa noche hubieran dado para poner tres rombos antes de pasar de lo que mearía allí la gente. En el cruce del ayuntamiento volvimos a encontranos con la Trianera con “Procesión de Semana Santa en Sevilla” de Marquina. No daba crédito al ver a la Trianera tan irreconocible… eso sí, en la siguiente marcha volvieron a sonar campanillas, palilleras, mecías, Triana mostraba su cara por fin. Con todos los respetos al Calvario, pero por pararnos, en San Pedro nos dejaron sin Sentesia, para pena de mis amigos. “No hay más, como lo busques ya creo que podemos dar por finalizada la Madrugá, (que ya era de día)”. El último año nos metimos tranquilamente hasta Sales y Ferre, la vimos y este año estaba aquello totalmente abarrotado. No se vendía, Ella era sagrada. Esto no me lo puedo perder cuando la genialidad que surgiera de los sueños de Juan Manuel comenzó a emerger con la macha de Abel Moreno dedicada a aquella noche. Todas las vírgenes son la Madre de Dios, pero Ella es la MADRE DE DIOS. Mientras la veía venir comencé a pensar que tenía que decirle muchas cosas. Se levantó con un ruido aplastante que levantó el pellizco de todos, y con “Pasa la Virgen Macarena”, la Reina de San Gil volvió a ser descendida a Sevilla por los ángeles y nos traspasó. No fue una chicotá del otro mundo, pero todos querían irse enganchados de su manigueta. Venía, y no pasaba del “Ma..” (de Madre), y mi cabeza me decía: perdón, gracias, ayudame, pero no, no, ¡no salían! En su perfil de la pena y la sonrisa (¡hay que ver el sonrojo de sus ojos a esas horas!) me habló como mi madre en la tierra, cayada, sin palabras, lo percibí todo… “ya está todo hablado, mucho has venido a hablar conmigo, mucho me lo has pedido y aquí me tienes”. Esas cosas que dicen: no pienses más de un segundo en adelante de lo que estás viviendo. Fue el presente y fue la eternidad. Nos volvió a hacer a todos iguales en el tiempo justo que vi borrarse su rostro tras el manto de coronación. Se fue la Reina de Sevilla (y de allí a la eternidad) y hasta Alemanes, donde comenzamos la jornada a buscar al Dios que se quedó sin su voz de bronce. Pensábamos que ya había pasado, aquello atestado de gente y no había ni salido de la catedral. “Una hora más tarde que siempre” les dije a mis amigos, “ya voy tarde para la cama” sobre las 9 de la mañana (25 horas despierto sin parar) llegó el Manué, el Señor, como decía Pascual González, que los gitanos erigen a como rey del quejio y del compás y como consuelo de sus frustraciones… Ntro. Padre Jesús de la Salud. Hablando de consuelo, lo que echo de menos a los Reyes en este paso o a otra banda. Con todos mis respetos, que poco duende me despierta la llamada sección musical de la hermandad que ni me conozco las marchas que sonaron. Según un video “De Bronce y Oro”, y “Andando y con Sentimiento” …

Cogió el llamador Juanma Martín, gran protagonista esta Semana Santa en la que el bicho sí que privó a su padre de seguir disfrutando de la gloria. Pudimos vivir como invocó a la voz de bronce para comenzar la chicotá eterna del Bacalao, cuando el Dios Moreno comienza esa vuelta contando los adoquines que lo llevarán hasta su santuario sobre su genial altar errante. En esta corriente de defensa por poner túnicas bordadas (de la que me sumo), hay que admitir que el Manué con la lisa, parece más el Gitano de Sevilla. Bueno, creía que era tiempo de despedida, que había que arriar ya las horas, y me quería ir a dormir sin ver a su madre Angustias. Ya no me salen mejor las cosas con tanta gente y tanto nazareno. Pero esta gente quería ver más… ¡y con ellos que me fui! Me ganaban, ellos venían de sacar un paso de mármol a mármol (bravo por los que ibais a mejorar).

Vamos al Baratillo donde la Esperanza de Triana lamía los dinteles de la capilla de la calle Adriano con su marcha de coronación. Salimos a la Maestranza y en el puente se dibujaba la inconfundible y popular estampa de la figura del misterio del Caballo de Triana. Aun no me había dado la pájara tradicional y corriendo buscamos el puente, y andamos un poco junto al Tres Caídas. Esos segundos fueron de paladar. Ya sobraba el abrigo (en las fotos he visto que no me eche el fachaleco), ya apretaba un poco el sol y nos apostamos cerca de la casa de la Estrella donde Triana echa el aldabonazo a una noche que parece que pasa en segundos.

Echándome las manos a la cabeza mirando el reloj, pensando que precisamente lo que viene por la tarde son de mis anhelos más esperados. Triana estaba en Triana, calle San Jacinto, el caballo guiando ahora de vuelta al Señor. Sus marchas más actuales y sus marchas clásicas… “Silencio Blanco” (esta marcha solo me gusta con su Cristo). Y sonaron las saetas y mientras más alargaban los quejíos, la pájara más me aplastaba. Estaba derrotado, el cuerpo entrecortado. Apenas el saludo me pareció un sueño mientras vi al cirineo marcharse con “Verde Esperanza” con el rojizo color de San Jacinto como dosel. Eran las 12 de la mañana, subimos por Castilla, sacamos el coche del parking, llevamos las mátelas al apartamento, fuimos a aparcar a la Cartuja, volvimos andando, en la pasarela del rio marcaba cerca de las 13:00 y la Trianera ni asomaba por el Isabel II. En el apartamento todos acomodándose, una ducha, comer algo, mucha agua, a la cama y entré en coma durante casi tres horas, sobre las 13.30 me acosté y a las 15:45 ya estaba esperando el galeón de los Toneleros… les juro que ni en mis sueños imagine hacer esto.

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