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jueves, 9 de abril de 2015

DOMINGO DE RAMOS... ¡SEVILLA HÁGASE LA SEMANA SANTA!

Ha sido una cuaresma intensa, donde me he dejado ver poco o no con la asiduidad acostumbrada. El pregón me absorbía la mente y el espacio, llegó la semana de la gracia y la viví como creo que pocas he vivido donde al Señor le he estado dando gracias a cada paso. Vuelvo al trabajo, que Él sigue sin fallarme y me roba el tiempo y las ganas y además se me junta un proyecto que si sale bien marcará igualmente mi vida, pero la verdad sea dicha hay que dárselo a esta ventana en la que todos ustedes entran para darme a mí unas cositas que ni en sueños imaginaba. Por eso intentaré seguir al pie del cañón, porque quiero que el blog me siga haciendo soñar pero tal vez no podrá ser como yo quisiera, incluso pensaba ni siquiera hacer  mi acostumbrada crónica del epicentro de todo esto, la Semana Santa, la que yo vivo,  pero hacer eso sería como faltarle algo ya a mi ser, con decirles que apenas he echado fotos ni videos, fui a disfrutar con la cámara de mis pupilas y guardarla en la memoria de mi alma, por ello perdonen la calidad de las mismas, porque un año más haré crónica y por ello se las mostraré como siempre hago, con el sentido de mostrarles testimonios gráficos de que estuve allá donde mis palabras versan, bien saben que esto no es un blog de fotografía, sino de sentarse a leer y sobre todo, lo que más busco … a soñar.
Pero espero que no se les haga eterna la lectura, ni la espera, porque escribo pero el tiempo me sigue faltando, por ello las mismas serán breves o más bien espero no alcanzar series y series en cada jornada. Este año comenzaré cronológicamente, desde el primer día, saltándome la costumbre de anteponer aquellos días donde me hacía cofrade y no espectador, porque lo que espero es que para este mes les haya contado que sentí por la calles de Andalucía. Esa Andalucía que tiene por capital la que es para mí la capital universal de la Semana Santa mundial, a la que volví por fin a disfrutar del máximo de días posibles, de Domingo de Ramos a Miércoles Santo, este año completo y la vuelta al Sábado Santo y mi estreno ante una nueva jornada, la que me supo a gloria, la que me pareció la mañana de Corpus, pero era la del Domingo de Resurrección.




Sevilla me abrió sus puertas bajo un sol que derritió y aplastó a la ciudad, que duros se hicieron los comienzos de cada día, pero mejor así que estar mirando al cielo si no es para acordarnos ante el paso de Dios y su Madre excelentísima de los que ya están allí arriba. Llegó como pregoné en Bailén, ese “domingo que no es simple domingo”, mi amigo Pedro me lo recordaba vía móvil, él en su semana santa de fiesta y yo en la mía de gozo cofradiero, y lo empecé donde no puedo engañar a nadie, donde más ansío y eso que llegué quizás tan tarde que la visita obligada al beso del Hijo de Dios en Sevilla, el sobrao de poder y gloria, donde su Madre vestía el “manto de mi Rosario”, fue prácticamente la única visita “capillita” que realicé. Todo fue la calle aunque me dejara caer por San Vicente, que pasazos alberga señores, en San Lorenzo soñando con el martes y el sábado y un viernes de conversión por la Magdalena que añoro bajo una urna manierista. Entramos tarde en el hotel, nuevo para el diario de la vida en esta semana donde la vivo y la cuento al revés. Creo que esto hizo que se diera lo imperdonable para mí, no ver todos los pasos de la jornada, y no uno cualquiera, este año me quedé sin ver a ese Cristo que parece  qué más que salir lo que quiere es entrar triunfalmente en la plaza del Salvador a lomos de la Borriquilla. Por ello, porque estaba más cerca la calle de la capital de los maños nos abrió las puertas de la gloria con la cofradía del antiguo Compás de la Laguna. Que compás más ochentero nos traía el misterio de Jesús Despojado, emergiendo bajo el aplastante calor por la angosta calle de Fray Bartolomé de las Casas a los ecos de aquellas décadas. Virgen de los Reyes entonaba el “Himno de San Antonio”, entre “liras” parecía florecer el paso que se nos esfumó, en esta semana de las fugacidades con un costero largo mientras los Reyes volvían con una nueva marcha de esas que alguien tildó durante la Semana Santa como de “Quo Vadis”, y es que las marchas de hoy son bandas sonoras en toda regla. No mucho cortejo, la longitud de la banda de los tricornios imponía tal vez más. De la alegría ochentera parecía que nos marchamos al siglo XIX cuando llegó el clásico palio de Dolores y Misericordia, acompañada de San Juan al compás de la marcha “Impresión de Jueves Santo”… contrastes de Sevilla, se alzaba su Semana Santa y aun no nos daba tiempo a asimilarla cuando ya dejábamos la primera hasta otro año. Seguimos entre la bulla y fuimos a parar a la Puerta del Arenal donde los ciriales llegaron a la misma vez que nosotros. De las pocas nubes de la semana que vimos, ahí estuvieron para cubrir la Victoria del Señor, parecía que se le antojaba un palio de gris plata como el de su Madre, Él que miraba a ese cielo ligeramente nublado en busca del abrazo a su santo trono real de la cruz. Había ganas de Paz y la gente del Porvenir no nos decepcionó, por cierto que se me olvidaba, volvía dos años después junto a mi amigo Félix en busca del estruendo de la gracia. San Benito entonaba la triste melodía de  “Virgen de la Paz” y ese “Padre Nuestro” que me envolvía bajo la omnipotencia del canasto del Señor de la Victoria. Magnífico trabajo abajo, ahora le ha dado al mundo por criticar a Antonio Santiago, pero ver sus pasos es una muestra irrefutable de buen hacer. Iván Prieto mandaba el misterio en puesto del ya pasado… Ernesto Sanguino ante la atenta mirada del capataz general de los “legionarios del Porvenir”. A mí a compañero Guille le voy a regalar unas gafas nuevas porque dice que este paso ni fu ni fa… el paso donde camina el que no es nazareno ni cautivo y que es hijo de esa blanca y plateada Madre de la Paz de la que me hinché una noche de septiembre y que me volvió a dar una lección magistral de Paz y de buen hacer costalero aunque a mi lado alguien dijera que venía un palio de Santiago, “el mata bambalinas”… la verdad no sé qué le ven de bonito a un palio sin control… la marcha de la coronación canónica de la Señora de Sevilla marcó el adiós de la próxima Señora en Sevilla en ser coronada para buscar momentos del pasado, allá entre Laraña y Orfila donde la Cena detendría el tiempo. Hubo poca gente en la Paz y allí a razón de otros años, tampoco estaba muy apretada la cosa, sería el calor, la verdad aguantar las cofradías bajo el sol, era una temeridad.



















Allí me encontré con una legión bailenera encabezada por mi amigo Pedro Guerrero que se erigía como cicerone que les mostrase la gloria. Esa gloria clásica que nos trajo el galeón de los Terceros, con el sabor clásico de las Cigarreras que dibujaron una sinfonía de la corneta mientras abajo, los hombres de los Palacios volvieron a dar una lección de maestría de cómo se ha de llevar un paso. Me encantó el exorno floral, parece que los faroles vuelven a asentarse y las hechuras imagineras me hicieron ver que algún Domingo de Ramos me tengo que hinchar de este paso. “Prendidos a Jesús” se fueron las Cigarreras tras el decimonónico galeón y nuestros corazones que se abrieron para recibir la lección de Humildad y Paciencia, para el Cristo y paso más humilde de la cofradía, que derrochó buen hacer y arte por los cuatros costados. El que espera a un vía crucis del consejo para descubrirlo es porque no es un capillita verdadero. “El Alma de la Trinidad”, música malagueña para el Subterráneo de Sevilla nos la trajo tan inconmensurable y bella como siempre aunque parezca otra de las grandes olvidadas de la jornada. La esencia alegre marcó su adiós, con la primera “Pasa la Virgen Macarena” de la semana, en una semana donde nos hemos hinchado de marchas macarenas.
El pasado año este punto me llevó hasta la Hiniesta, pero este año ha vuelto a ser la denostada, perdónenme hermanos de San Julián, que no tengo nada contra Ella, al revés torpe de mí que me pierdo su belleza, pero es que un año más nos era inevitable borrar una cita o dos en el calendario que hacen que le tocara esfumarse a Ella por la ojiva de la impotencia. Salida de Amargura y Estrella en el Baratillo es la razón… por ello buscamos por Santa Catalina al Nazareno de Illanes que nos llega desde San Roque, con el perfume clásico que le da la Centuria mientras en una azotea alguien obviaba que significa los “cánones clásicos” a la hora de ver una procesión de Semana Santa, vamos cualquier procesión, hacía calor, pero tapate mujer… seguimos la marcha y nos encontramos a Gracia y Esperanza por la plaza donde el Perejil cantaba saetas tras una barra, iluminando la tarde con el dorado de su magistral palio mientras algunos hacia libremente algo que ya comienza a ser un problema para el desarrollo de la Semana Santa… y es que digo yo ¿no habrá días en el año para hacer botellón? Botellona que estamos en Sevilla.
Llegó la hora, perdónenme pero hasta que no veo salir la Amargura para mí no empieza la Semana Santa. Más de una hora antes y aquello ya colmaba el cupo, pero mereció la pena porque la salida del misterio del “Herodes” –obviamente del Señor del Silencio, que algunos no pillan mi prosa- y el paliazo de la Señora que habla sin terciar palabra con San Juan como ninguna otra, fue como siempre les he contado o no… siempre igual y siempre distinto señores, el arte se alzó cuando el galeón enmudeció todo y sonó “Silencio Blanco”, surgiendo como de la nada, pero el alma terminó por desplomarse cuando la butaca flotó para marcharse de San Juan de la Palma. Y el aire se espesó cuando sonó la marcha que en mi pregón no sonó por casualidad. Allí me enseñan a hablar y sentir y esta marcha era el mejor homenaje para mi exaltación o “discurso”… cuando vi el arte de Juan Manuel caer como una cascada fue cuando grité a mi alma “¡hágase la Semana Santa!”
Es curioso que discutiera el año anterior con mis amigos por ir a ver salir el Amor y este año, me fuese para allá sin más, aunque claro, el año pasado si lo hacía me queda sin cenáculo y este año ya iba en la mochila de los recuerdos. El marco, que decir, inconmensurable pero la verdad no me gusta ver pasar cofradías por allí, por la masificación y por lo que esto le resta al recogimiento. Otra vez salió tarde, espera eterna al parecer por la rotura de un varal del palio de la Hiniesta. Ellos se quitan el parón pero a la gente no nos lo perdona nadie, y una nota negativa a todo esto es que cada vez se mira menos por dos grandes protagonistas, los nazarenos y los espectadores. Pero al fin se hizo el silencio, traspasó la plaza la rancia sin cruz de guía de la jornada y el Amor infinito hecho anatomía perfecta en las manos de Juan de Mesa cortó la respiración. Estas son las cofradías que les sobra todo para emocionar, aunque el galeón de Ruiz Gijón anduviese por allí algo más largo, como a mí me gustan que anden los pasos. La “rampla” del Salvador se abrió para que por ella bajase la emperatriz de Sevilla, porque eso me perece la Virgen del Socorro sobre su soberbio paso de palio mientras la banda interpretó la marcha que menos me esperaba. Les cuento un secreto, en mi pregón quise comenzar con la “Cavallería Rusticana” de fondo, pero no me convenció el experimento pero para eso estuvo el Socorro, para encandilarme apoyado sobre la valla –tras la acostumbrada desbandada tras los cristos, me quedé el primero- con la marcha que nació de aquella sublime obra, la “Soledad Franciscana” mientras me acordaba que por donde andaría a esa hora mi amigo Antonio Pradas. La estela de su inmortal manto nos dibujó la estampa solemne del adiós con la fragancia del azahar en sus jarras mientras buscábamos la estampa pletórica de los barrios… “¡un respeto señores! que vienen los repelucos de Sevilla” como dijo hace ya tantos años un pregonero de los de verdad, no éste que les habla. Nos marchamos en busca de un Dios sobrao de compás, pero entremedias, por Sierpes nos vino otro con un compás muy diferente que nos pareció preludiarnos que el Domingo de Ramos iba a ser entre Él y nosotros, imponente, Herodes seguía despreciando al de la túnica reluciente al trianear serio de en “En tus Lagrimas Amargura”.
















Mi Félix con esto del  “running” está paradójicamente más flojo que éste que les habla que no sabe ya que método tomar para perder los kilos que le sobran y me hacía obviar la maniobra de los últimos años y optar por la de los primeros, esperar a la Estrella en las aceras de Adriano mientras la Piedad baratillera esperaba ansiosa el recuentro con el “Zapatero”. Larga la espera, el pie quieto eterniza cualquier cosa y los pies me recordaban que este año tenía Semana Santa sin las diez o más horas rutinarias del trabajo. En un bar me negaban la necesidad de evacuación vejigal, pienso que podrían poner un tío vendiendo entradas en sus servicios que también harían su agosto o su abril porque Sevilla en agosto ná... El hambre y la sed me consumían y por ahí me encontré uno de esos sentidos para que esté aquí una vez más dándoles el tostón con mi Semana Santa. Uno de esos anónimos que leéis estas cosas que os cuento, todo un señor porque me lo pareció llamado Manuel Semitiel que viaja desde su murciana Cieza a soñar con la Effetá sevillana de la primavera. Allí esperando la cofradía trianera me reconoció, me saludó y me emocionó al hacerme sentir “grande”, uno de esos “premios” que me da esta bitácora del sentimiento  que solo podré colgar en la pared de mi alma. Manuel sé que disfrutas de mis extensas crónicas, pero perdóname que este año no puede ser más.
Así los “¡shhh!” avisaban de que no llegaba cualquiera, Aquel que pude besar por primera vez en mi vida esta cuaresma y que arrancó las lágrimas de mis miserias… llegaba sentao sobre un monte morado, pero venia como siempre… sobrao de compás… homenaje musical a los de abajo, su “Triana Costalera” para plantarlo ante la capilla donde el desglose de cambios de paso fue como a mí me gusta y como creo que esta cuadrilla lleva a gala como ningún otra… con arte y pellizco. Dicen que no son nada del otro mundo, que si tal que si cual… yo los he visto ensayando y una vez más dándole gracias al Señor de la Penas y solo me cabe afirmar que son una cuadrilla perfecta, eso sí, no se le perdona ningún fallo. Para mí no los tuvo, se abrió la burbuja y los hombres de Vizcaya volvieron a enmudecer a la muchedumbre con uno de los saludos al Baratillo más antológicos de los que recuerdo. “Una Vida de Esperanza”, “Trianeando por Sevilla” y Dios se fue con “Sentir”, el que nos hizo vivir un Domingo de Ramos más… este año me dejaba además poder seguir enamorándome de su ciudad en la semana de la gloria. El plan era acabar en un momento cofradiero nuevo, nuevamente en San Juan de la Palma y la llegada del lucero de Triana se eternizaba, por ello acabamos buscándola por el temor a que la Amargura ya rozara las puertas de su casa. Pero Ella vino imponente por Arfe, la Estrella caminaba con “Rocío” y todo su ser, su rostro, su dolor y su paso de palio nos congeló el alma, menos ese movimiento de las bambalinas de Garduño… lo siento, pero no me gusta ver a tan magna Señora y tan excelso paso moverse así, será eso que se dice, para gustos colores…
Nueva caminata entre un estercolero, que es en lo que acaba pareciendo cada jornada la carrera oficial. No íbamos mal, el galeón que comanda los Villanueva iba por Cuna lo que nos hizo apostarnos en una famosa revirá que nunca he vivido… Cuna con Laraña. El “primer orden” venía dándole ese tono especial a la noche. La percusión atronaba en las tinieblas mientras el paso, nunca mejor dicho relucía por doquier. El Cristo que tiene blanco hasta la tez de su piel buscaba su alcoba y se dibujó esos momentos que se buscan pero que nunca sabes buscar. Sonó “Santa Cruz”, la revirá les costó la verdad trabajo que no se les fuera de las manos y la salida no fue tan poderosa, pero la música paró los relojes y no sé si los corazones, pero aquello pareció estar en el cielo, y es que no veas como ha ganado Triana con las tubas…




No sabía por dónde entrar en la plaza pero observé que la calle de Santa Ángela se encontraba vacía desde la perspectiva de Jerónimo Hernández. Así que buscamos por la calle de las “palomas blancas del Señor”. Me sorprendió ver que entraba la cruz de guía y allí te podías colocar perfectamente cerca del convento a razón de las bullas que me cuentan se forman allí. Pero preferimos la oscuridad de esa plaza que pocas horas antes nos había sumergido en la luz. Y es que si la salida es de embrujo que decir de la recogía… “Silencio” sonaba por el Espíritu Santo y el galeón apareció como un ascua de luz, tan poderoso que parecía un cometa por un universo llamado Sevilla. Silencio y más silencio al compás del Desprecio de Herodes, una saeta rasgó el aire y nos hizo entender que ya era la hora exacta donde nos damos cuenta que estamos en Semana Santa. Todo fugaz pero magistral, imposible de explicar, revirá completa otra vez con la marcha de Julio Vera para este Cristo de ojos rasgados perdidos en el infinito al escuchar las sandeces del que descansa en la butaca. El canasto se perdió sin decirnos casi adiós y sin poder decírselo nosotros ante tanto éxtasis indescriptible. Marcha real escueta, sin piano ni consternación, más rancidez no le cabe hasta que llegó un nuevo cometa donde una mirada perdida parecía no escuchar al amado discípulo que poco más puede hacer. “La Madrugá” para la Amargura, que llegó algo apresurada a mi parecer, con esa bambalina que me gustaría a mí particularmente ver más detenida. Dio la sensación de que la cuadrilla iba de kilos hasta el cimbreante nimbo del Juanillo y nuevamente la saeta dio paso  a la partitura que solo pudo nacer de la amargura y la melancolía humana. Momento para no perdérselo en la vida, bien metidos en la madrugada, cruzando la noche que ya lloraba la despedida y todo acababa de empezar, hasta el Domingo de Ramos que viene… pero ahora venía el lunes, la jornada que estuvo sobrá de reyes por sus calles… 

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