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miércoles, 22 de abril de 2015

MARTES SANTO SEVILLA... VOLVÍ POR LA PUERTA GRANDE.

Cinco años después de aquel duro caminar, con los pies desgastados, en busca de la Cartuja porque dormíamos en Camas – que es un pueblo de Sevilla…-, por fin volví a sentir la fragancia y el pellizco de vivir un Martes Santo en Sevilla. Tres años siendo un martes más bajo la lluvia y al cuarto el trabajo me lo impide, aunque el gozo de la gloria me hiciese conocer el granadino. Hasta le dediqué el pasado año una crónica que no viví y es que tenía ganas del martes sagrado sevillano, aquel que despedí en 2010 después de hincharme de Bofetá, de la misma forma que lo acabé este año. Pero comencemos por el principio, que quise que comenzara reviviendo aquellos sueños de la Coronación del Cerro del Águila, tenía muchas ganas de Cerro y en definitiva de zambullirme en el Martes Santo. Algo que he ido masticando cada jornada es que debía de vivirlas al máximo, porque nunca sabría lo que depararía el futuro a la hora de volver a disfrutar de la gloria y en esta jornada tenía un buen ejemplo, como igualmente me pasa con el Viernes Santo. Pero lo del lunes no podía repetirse, por lo que la jornada comenzó tranquilamente al medio día, menos mal que hubo menos trajín de duchas y maletas en el hotel y nos fuimos a comer al lugar de más costumbre. Tuve que comprar una silla de las polémicas de los chinos porque si no moría, y es que… que sí, que mucha polémica y todo lo que quieran, pero que cada año esperar a las hermandades se está haciendo más insufrible con tanto nazareno y tanta gente. Entiendo que molesten los que forman una barricada en primera fila o llena toda una estrecha acera, que me molestaron a mí también, pero es que si se presentan estas nuevas cosas que haga menos insufrible las largas jornadas cofradieras, habrá más bien que replantearse que esta es la evolución de los tiempos y que solo queda adaptarse a ellos.
Por ello comenzamos indecisos, si es que aún no tengo experiencia con el Martes Santo, pero eso iba a cambiar este año, donde pude completar una jornada plena disfrutando de todos sus pasos y en la gran mayoría, saboreando momentos de pellizcazo gordo, y eso seguramente fue debido a que en este día no tendríamos a media tarde ningún momento especial que afectara al resto, fuimos minuto a minuto con el programa. Por ello optamos por algo nuevo, aunque Félix me recomendara la salida de los Javieres, al final buscamos esos “suspiros que se elevan cuando se vence y florece la piedra de San Esteban” que diría Carlos Herrera en su antológico pregón, y es que la salida y entrada del palio de la Virgen de los Desamparados es uno de los puntos álgidos de la Semana Santa sevillana. Una hora antes, apretando un día más el sofocante calor y la puerta de la iglesia ya estaba totalmente plena, con las sillitas haciendo su trabajo, se hace más complicado cada año pillar un lugar privilegiado. Algo más arriba tuvimos que quedarnos hasta que las bandas anunciaban que se iba hacer un día más la Semana Santa de Sevilla. Tantos años después los nazarenos azules de San Esteban conquistaban la calle prieta donde por cierto pedí la primera estampita del año y curiosamente no fue para mí, sino para un niño que le pedía a todos los nazarenos, el cual acabó al final con una extensa colección, a partir de entonces su padre me dejó más hueco en la apretada acera…








Ha sido una cuaresma y año intenso en este hermandad motivado por los hombres del martillo y me picaba la curiosidad como podrían andar los pasos. Así apareció poco a poco el paso de misterio, que por su iconografía de Cristo sentado no presenta tanta dificultad para salir por la ojiva. El viejo paso del Cachorro, regusto decimonónico que sustentaba las lágrimas del Cristo de la ventana, Dios lloraba bajo el sol de la tarde mientras Sevilla hacía de “perra gorda” ignorando al rey de la Salud y Buen Viaje, el que no era de este mundo. Que hubiese pensado el rey si hubiese estado en esta jornada también al ver tal coronación y veneración a un rey que tenía por cetro una simple caña. Se vistió con su manto de rey humillado, en la materia y en la música cuando “La Clámide Purpura” nos introdujo en esa burbuja de la igualdad mientras el paso se daba de bruces con nuestras narices, abriendo el costero largo y es que al parecer, a San Esteban volvieron los viejos modos aunque lo cierto es que he de admitir que a mi entender el paso anduvo mejor que todo lo que le he visto con los Ariza, y lo hacia paradójicamente con la marcha “Costalero”.
Llegó el momento esperado, la Virgen de los Desamparados buscaba Sevilla bajo la malla de su palio por donde vería a la ojiva luchar contra la física. Rodilla a tierra y el enorme esfuerzo hizo espesar el aire en la puerta de Carmona, la tensión se masticaba a tantos metros mientras veíamos votar entre un mar de cabezas las bambalinas del palio. Al final se enganchó un poco el palio en la puerta pero no pasó nada, muchos han hecho leña del asunto pero la verdad es que la solución a eso será algo que supongo en Sevilla ni se platearán, que es sacar el palio a ruedas en lugar de rodillas como por ejemplo hemos hecho este año con el Rosario en Linares. La música se elevó como esos suspiros que exaltaba Herrera, algarabía y el palio, a mi entender se fue con la misma finura que el misterio en busca de la Alfalfa… por cierto, el manto, tenían razón, una obra efectista pero cortita de ejecución.
La siguiente parada estaba en el Cerro cuando conquista Sevilla, en otra nueva estampa, buscándola por plaza Nueva pero al final nos encontramos con ella en Hernando Colón, donde minutos antes pude saludar a uno de los costaleros del misterio, Kiski que me regaló dos curiosas estampas, una del Cristo que paseó el día anterior; Redención y otra del Cristo que nos hizo conocernos, el Señor de la Sagrada Cena de Almería, y es que más de un almeriense va bajo el galeón del barrio que se levantó en el Cerro de las Águilas. Entre Hernando Colón y el paso que cruza hasta plaza Nueva nos llegó poderoso este singular paso donde Dios duerme desamparado y abandonado de los suyos mientras la tierra tiembla entre romanos y verdugos, temblando con el son poderoso de los hombres de Reguera, temblando con la potencia del Sol llenando el lugar de los llorones de plumas y su singular quejio cornetero. Que imponente me pareció el paso, y es que cómo ganan los pasos en las distancias cortas y ahora con la finalización de los respiraderos me hace considerar un gran trabajo la culminación de las andas… el año que viene puede que lo anteceda el esperado Nazareno de la Humildad. Y como la bulla no apretaba nos fuimos hasta la revirá de Alemanes en busca de la Reina que me mostró cual es la gracia de Sevilla en aquel año 2002. Allí me encontré con David Mira y algunos bailenenses más disfrutando de la magia de Sevilla he incluso a mi amigo Carlos Madueño que venía delante de las andas apresurado como nos llegaba la Virgen de los Dolores, con su palio de corte mustio, con la sobria marcha dedicada a su Hijo “Desamparo y Abandono” pero con la alegría propia de los barrios, esos que ya decía Herrera… son “los repelucos de Sevilla”. Fue fugaz, aun con tantos nazarenos si las cofradías caminasen así… no harían falta sillitas. A Ella también le di gracias por tantas cosas este año, por volver a reencontrarme con su divina majestad, Reina del Cerro, Ella que es tan especial para mí.





La siguiente parada fue en un lugar cofradierismo, donde las estampas sublimes están aseguradas. Por ello un cartelito recomendaba el no uso de la sillitas, pero allí no había nadie y donde me coloqué, junto al Arco del Postigo, seguro que no molesté a nadie, pero para el que llega a última hora, pues lo siento mucho, ya lo dije, son los nuevos tiempos a los que habrá que adaptarse, al igual que en el pasado se adaptaron a las aglomeraciones. Como la que se formó cuando bajo el arco llegó la lección universitaria de la Buena Muerte de Dios y es que contemplando tan sublime escultura, solo cabe pensar que el Dios de carne y hueso camina delante nuestra, dormido más que muerto, así lo entendería Mesa cuando gubió a este portento, sobre sobrias andas, hundido en el monte para sobrepasar el arco y con ese compás, como de palio de los pasos de cristo en silencio, más a la antigua, la verdad, es que así no me transmite un paso andando, pero Él, el Dios de los Estudiantes le sobra con su hechura… Lección magistral… una hermandad demasiado lenta a mi parecer para ser sobria, contemplarla entera es un verdadero suplicio, es con sillita y machaca, como estoy seguro que machacó a Félix que no quería sillita, aunque él me diga que no. Eso sí, merece la pena la espera cuando sonó “Amarguras” y el arco se llenó de una catedral. Renacimiento bordado para cubrir a esta belleza neoclásica que vivió en San Isidoro y ahora conquista la antigua fábrica de tabacos como Reina de la Angustia y Madre de la Buena Muerte, sublime compañía para Hijo tan perfecto. Qué decir de este paso, llenaba todo con su magnitud, con ese compás de Santiago, el que dicen que no tiene personalidad, pero para mí su personalidad radica en que lo esencial de las cuadrillas de costaleros lo va bordando, como esa bambalina que no se mueve, dicen que de este palio salió esa moda de frenar el movimiento de los palios. Entre la bulla nos marchamos con Ella, hasta la Puerta del Arenal donde me sorprendió que esta hermandad consienta que suene tras su palio “Caridad del Guadalquivir”.









Nuevamente en busca del corazón de la vieja Híspalis, y es que Roma renacía por sus calles y por Laraña nos venía Pilatos presentando al Hijo de Dios a Sevilla. Reencuentro con San Benito, la primera vez que la veo de una tacada, en una revirá entre Laraña y Orfila que se encontraba con la cruz de guía presente un poco despoblada. Claro, hasta que llegó el galeón que sustenta el lienzo que Lastrucci pasó a la madera. Es este misterio, su cuadrilla a mi entender bastante criticado, en técnica y personalidad, pero se alzó arriba al Hijo de Dios como diría su capataz y su banda comenzó a interpretar una marcha, la verdad, para mi inesperada. Pensé que sonaría alguna de sus aflamencadas marchas que levantaría al público, pero no, fue sobria y no hubiese apostado mucho por meterme en la burbuja si antes me hubiesen advertido que iba a pasar… pero comenzó a sonar una mítica marcha de la Encarnación, “Jesús Sacramentado” que desde aquí le doy la enhorabuena al que la haya rearmonizado, porque las líneas melódicas me traspasaron, me emocionaron, me metieron en esos momentos inesperados que se quedan guardados para siempre, vamos diría que esta marcha ahora está completa porque aunque sea sobria, la gente de abajo realizó una magnifica revirá, y con lo difícil que es meterle pellizco con los cambios a este tipo de marchas, consiguieron dibujar uno de mis momentos más mágicos de toda la Semana Santa… por cierto, que me gusta ese medio izquierdo extraño cuando cambian a costero y costero, esto es personalidad.
La Loba Capitolina se marchaba poderosa, y lo bueno de que una hermandad lleve tres pasos, es que la espera es más amena, tal vez sería esto una solución a las que ya sacan casi o más de dos mil nazarenos. El retablo andante, como lo llaman nos traía la genialidad de Buiza crucificada, el Cristo de la Sangre enmudecía e ensimismaba mientras detenía el tiempo al son de “Ego Sum”, aunque la banda no llene como lo hubiese hecho las Cigarreras. Rápidamente nos llegó un paliazo que aún no había disfrutado como merece en las calles de Sevilla. Genialidad juanmanuelina para cubrir a una antigua trianaera que acabó reinando en la Calzada, esa guapa y más limpia Encarnación que repartía baberos hasta Linares, y es que la foto que le mande a Encarni tuvo que obrar esto mismo. La antaño “Palomita de Triana” se nos marchó al compás de una marcha de la actual Reina de la Cava, “Esperanza Marinera” mientras la cruz de guía de la Candelaria esperaba en Cuna. Ahí tocaba según lo previsto contemplar a esta cofradía, pero solo se quedó en el Cristo, que nos llegó coqueto como lo es todo en su ser, con las cornetas de Triana llenándolo todo de “Verde Esperanza” mientras la noche ya nos consumía. Pero la Candelaria se quedaría para después, porque me quedaba una de mis sagradas en este santo martes de Sevilla.














Félix me daba la enhorabuena por la elección, porque la estampa que se dibujaba en la calle de Santa Ángela era indescriptible cuando al fondo, el crucificado de los Javieres, el Cristo de las Almas parecía moverse como un ánima, con un son que parecía emular el movimiento del humo bendito que lo envolvía. Parecía flotar como el incienso, éste pesado paso que lleva el sello Palacios. Poca gente en el entorno, tal vez por contarles la belleza que viví el año que viene no quepa ni un alfiler, por eso el paladar fue más excelso, porque allí había los que saben buscar estas cofradías y eso se nota en el ambiente que fue sobrio, ni un “Shhh” hizo falta mientras me di cuenta que esta grandiosa cuadrilla tiene dos ritmos, el largo famoso y otro más corto, tal vez para los lugares más “pomposos” que sin duda me recordó al son que llevamos en el Sepulcro de Córdoba. El Cristo de las Almas rasgaba el aire, parecía no poder con las nubes de los turiferarios y giró casi sin que nos diéramos cuenta. Un nuevo momento para el recuerdo escuchando rezar a las palomas blancas del Señor con un Credo que se nos clavó en el alma junto al Cristo de las Almas, el que se marchó con su mismo son, desprendiendo una categoría difícil de igualar, siendo como diría su mítico capataz… la más humilde de Sevilla. No pude evitar grabarlo, la verdad que ahí sí que había pocos móviles alzados, esta vez sí me preocupé de grabarlo para mostrarlo por donde fuera, esta humilde hermandad de silencio, como la Humildad de Linares, donde debajo iba mi segundo Antonio Acuña, el cual no pudo saborear la chicotá que le mandé, él que deja claro que es su paso de silencio preferido.
También pude paladear por primera vez como merece el paso palio de su Madre, la Virgen de Gracia y Amparo, tal vez una de los pasos más olvidados de Sevilla, pero que dibujó otro momento para sumergirse en la burbuja de lo que iba repartiendo… gracia. Llegó a tambor destemplado, reviró, me extrañó que no sonara la música de Julián Cerdán. No había mucha bulla pero obviamente el entorno de la puerta del convento si estaba atestado. Que me hubiese gustado estar cerca para ver que les decía Rafael Palacios a las palomas blancas de Santa Ángela y la Beata Madre María de la Purísima, estos capataces poetas que me hicieron devoto de estas santas mujeres a fuerza de apretarme los nudos en la garganta. Mandaba alguna foto a Pedro Guerrero por WhatsApp  mientras ellas cantaban rezando y me informaba de que el capataz que se tiraba todos los Martes Santos “sin beber agua pa´ no llorar” se encontraba hospitalizado. Supongo que el pedazo levantá que realizó esta también pedazo de cuadrilla seria por su recuperación. Y es que lo que siguió fue para hincharse de llorar cuando la banda de Sanlúcar de Barrameda comenzó a tocar una adaptación del “Pescador de Hombres” al que solo le faltó las voces angelicales de la monjitas, mientras esa Sevilla selecta que allí se apostaba comenzó a susurrar la letra en sus labios, ya que la Virgen nos había hecho dejar “en la orilla la barca” de nuestros problemas. El pellizco espiritual, en una eterna revirá dio paso al pellizco de la gracia cofradiera, cuando la Virgen me concedió verla caminar con una marcha que para mí me sobrepasa… aquello fue digno de paladares exquisitos cuando María detuvo los relojes al son de “Valle de Sevilla”.







Costó salirse de la burbuja, mientras le giraba la mirada a la petrificada Madre de los pobres que se aposta a los pies de San Pedro… el pescador de hombres. El martes iba sobre ruedas, atravesando por una atestada Alfalfa que esperaba a San Esteban y San Benito ya de vuelta. Hubo dudas si quedarse o no, pero seguimos atravesando la vieja Isbiliya, en busca de la magna montaña gótica hueca, por donde, bajo María Inmaculada contemplaríamos a la Candelaria y remataríamos en la Alianza con Santa Cruz. En su calle, en su barrio cenamos para la larga espera sin saber muy bien si nos saldría lo planeado. Pero salió, como de la catedral salió el Nazarenito de la Salud en busca de los Jardines de Murillo. Nosotros nos quedaríamos en la revirá del Patio de Banderas donde obviamente se dibujan estampas colosales, y es que la Giralda hace el resto. Andar decidido de un paso pequeño pero proporcionado y maravilloso. Sones clásicos que dieron paso a lo más actual. Dentro de esa vorágine criticadora de las nuevas instrumentaciones de la bandas “Policía Armada” habría que añadir también “campanas tubulares”, las que sonaron cuando Triana entonó “Vía Crucis de la Salud” bajo la omnipotencia de su Madre sin pecado concebida. El martes comenzaba a marcharse pero aún quedaba mucho. Tras Él he de admitir que llegó unos de los palios “ochenteros” que más me han gustado. El movimiento de su palio azul mar y plata nos trajeron esa mirada profunda donde el gran pregonero encontró el alma de Sevilla. Llegaba Candelaria con la personalidad de los palios alegres para calmar la pena de María y se nos marchó con el mismo entusiasmo para por fin irnos corriendo a coger el lugar preparado en la plaza de la Alianza, ese mismo donde el azulejo en azul cobalto es iluminado por cera y por la misma Giralda.













Tenía ganas de contemplar a Santa Cruz por este enclave, más desde que pasa de noche. Dicen que el Martes Santo fue un desastre en retrasos, la verdad es que ya íbamos con una hora de más sobre el programa, pero a mí el día me sabio a la perfección cuando llegó el neogótico paso espesando el aire de la recoleta y embrujadora plaza. La luz, la arquitectura, el azulejo, Tejera escuchándose perfectamente a las puertas de la catedral… imagínense como era el silencio. Llegó y paso el Cristo de las Misericordias, el que invita a la Esperanza sobre la cruz y todo pareció un sueño. Un sueño cuando la crestería de la Virgen de los Dolores parecía jugar con el Giraldillo y otra vez “Valle de Sevilla” te hacía sentir, que allí tendríamos que estar para siempre, más si suena de Tejera la cual se arrancó con la clásica por excelencia “Cristo en la Alcazaba”, mientras la notas jugaban con la bambalinas de esta “prima hermana” de la Reina de Molviedro, entre los naranjos y todo supo aún más a la primavera esperada de azahar.








Sé que esta crónica está siendo larga, pero no fue para menos. Allí mismo Félix me volvió a repetir “vaya un día de momentazos y lugares bellos”. Sevilla comenzaba a dormirse, a limpiarse del largo día. La atravesábamos y nos la íbamos encontrado obviamente… pero quedaba la guinda, nos quedaba el Cristo que no la busca, sino el que nos vio llegar entre los dedos de Malco aunque antes viésemos en Velázquez esa maravilla de trasera de palio de su Madre morena que ni el genio de los pinceles hubiese podido imaginar. Cinco años esperando y mereció la pena reencontrarnos con el Dios más humano de Lastrucci, con la misma tez de aquellos años veinte, el que lo hizo eterno, de vuelta a San Lorenzo, en la madrugada… tocaba engancharse y perderse en la mirada del Señor ante Anás, tocaba ración de Bofetá. No sabíamos por donde andaría, por lo de los retrasos pero el galeón que comanda los Gallego se abría paso entre la multitud que estaba hasta el final acompañando cofradías por la plaza del Duque. Un ligero cambio en el recorrido de vuelta, dando un rodeo por Trajano y la calle Aponte para salir a su acostumbrada calle de Jesús del Gran Poder. En esa primera revirá lo esperamos y en esa nos marchamos detrás mirándole siempre la cara aunque, para mí, el trabajo de abajo fue para enmarcarlo y no quitarse el babero. Empezamos fuerte, “Costalero del Soberano” a la que le siguió en la otra revirá “Refúgiame” y el Señor sintió la brisa de la calle del Señor de Sevilla en su nuca bendita, caminando poderoso por las apreturas, al mejor son cigarrero con muchísima más bulla que aquel inolvidable Martes Santo de 2010 entre tanto manchego donde tenía los pies muchísimo peor que este año… por la sillita. En las apreturas se dibujó la anécdota graciosa de la Semana Santa, que podría estar sacada de la película “El mundo es nuestro”. Llegan los nacionales y nos piden por favor que entre el paso y la banda no podemos estar, que los costaleros no escuchan la banda… la pamplina de siempre. Parece que las cofradías no saben ni de donde son como alguien explicó a continuación. Nadie se mueve y la policía lo hace un poquito más brusco, pidiendo que nos vayamos a los lados en una calle donde el paso da poco lugar al hueco en las aceras, que estaban llenas. Un señor salta explicando al agente que ahí es imposible hacer lo que piden y el policía contesta: “usted ve esto normal”, a lo que aquel señor responde: “aquí en Semana Santa si” que fue acompañado por una cerrada carcajada de la bulla y un policía atónito a lo que vivía… le faltaron decirle que si era de Burgos… al final nos echaron, y la verdad salimos ganando y la cofradía tal vez perdiendo, porque nos pusimos delante, sin verle la cara al Señor pero viéndolo venir poderoso. No me explico cómo no puede haber un video de la revirá con Conde de Barajas donde la Bofetá volvió a parar el tiempo y donde volvió a sonar “Ante Caifás, el Hijo de Dios” y un tipo que sobrepasaría los cuarenta hablaba por teléfono tildando el momento musical digno de un: “acabo de escuchar Quo Vadis” y es que ya lo dije, las marchas de hoy parecen bandas sonoras de películas, esa es la evolución. Pero a mí me gustan, allí entre nazarenos blancos el éxtasis ya era indescifrable mientras un costalero suyo de Andújar, con el compartí palo el pasado año bajo el Carmen de Andújar me reconocía, saludaba y me regalaba a la Morena guapa que pario al que de espaldas se comía las calles del barrio de San Lorenzo. En la plaza la oscuridad se prestaba a dibujar un broche de oro para la eternidad. Allí lo esperamos mientras se hizo “Y fue Azotado”, “En mis Recuerdos” que plantó al misterio poderosamente sobre la vieja plaza donde duerme Dios cada día. Ese Dios que es el “Señor de Sevilla” como la marcha que echó el aldabonazo a tanta sensación indescriptible, como en aquel video del Correo de 1995 como me recordaba Cris y la única luz entre tanta tiniebla alumbraba al Dios que ve a Sevilla por la parte de atrás, así se marchó con la marcha real, sin perder de vista a la ciudad que lo ronda por detrás de paso para rezarle. En un último esfuerzo esperamos a su Madre, bendita Virgen del Dulce Nombre, siendo lo que la misma gente le dice, “la gracia de Sevilla bajo palio”, aunque las sensaciones me transportaron a la recogía de la Amargura el domingo, la cuadrilla parecía que volvía muy tocada por lo que en la gracia costalera no disfruté en demasía, aunque su palio, su cara, el otro gran San Juan compañero de María y su cara morena lo hicieron cerrando un reencuentro para la gloria con la marcha que para mí siempre definirá la esencia de Sevilla, y es que la vieja Híspalis siempre me sonará a procesiones, como la marcha de Marquina “Procesión de Semana Santa en Sevilla”. “El Corpus” cerró la noche que se apagó con el portón de San Lorenzo, a altas horas pero con los pies nuevos, pude volver a saborear un Martes Santo de ensueño.

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