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jueves, 29 de octubre de 2015

EL MOMENTO ANTE EL CRISTO DE LA VENTANA...

Había pasado la pesadez de la espera, la que se colmó con las Amarguras de Font cuando el azul y plata lamió esos dinteles que se iluminan con la luz de su marcha cada atardecer de ramos. Pareció el domingo anhelado esperando una serpiente larga y blanca que nunca apareció, porque aquello se parece pero nunca es como la semana de las semanas. Había pasado el caramelo de engullirnos tras el manto de plata que llenó San Juan de la Palma del alma y la esencia de San Julián, una delicatesen hecha salve para la Reina que visitaba, Hiniesta y la Reina que recibía; Amargura, siempre acompañada del sustento del más amado discípulo. Había pasado la plenitud del momento glorioso donde las “famosas” devociones nos brindaron un momento único y privilegiado, hasta de la gloria que no pudo salir días antes nos acordamos. La “Estrella Sublime” se marchó dejando una estela de azul y plata en busca de Gerona y las luces de la iglesia donde el silencio es blanco –por fin cuelga del retrovisor la cruz de San Juan- se comenzaron a apagar. Llegó el momento de seguir, de continuar emborrachándonos de María bajo el azul marino del cielo y la luna plateada y la bulla se la llevaba encendida sobre el asfalto en una noche eterna, en los dos sentidos…



Y la bulla nos llevó a dar un rodeo en busca de la Feria, apresurándonos que a Pedro le quedaba poco y tras la grandiosidad, de los ingredientes que hicieron el portento surgió una tenue luz, de un rincón humilde, casi desapercibido, quizás, por la gran marea que por allí se congregó. Estas cosas tuyas vieja Híspalis que llenas de Dios y de María cada rincón de tus entrañas nos robó un momento simple y fugaz donde un Hijo de Dios más desconocido nos llamó con la aflicción de su mirada. “Antonio ¿lo conocías?”, desde una pequeña capilla que hace la calle templo, a través de una ventana, el otro Cristo de la ventana de Sevilla paró unos segundos nuestro ímpetu de palio, música, Hiniesta… no estábamos en San Esteban aunque pareciera al Señor de la clámide purpura, Él no era el que se le pedía salud y buen viaje, o quizás si, quien sabe, pero la Sevilla desconocida, esa que no se conoce a través de la Campana se abría humildemente ante nosotros. Un Cristo Cautivo, parecía eso mismo, como si al Sentencia lo sentaras como a un humilde y paciente Cristo iconográficamente hablando, pero vestido de impoluta y correcta túnica lisa. En una ventana, quizás desapercibida de San Juan de la Palma un singular Cristo, el de los Afligidos recibe las únicas chicotás de aquellos que le rezaban  través del cristal cada año desde que aquel poco conocido José Sanjuán lo levantase de las cenizas de la guerra gracias a la piedad del pueblo que lo quiso devolver a esa humilde morada donde da paz a los afligidos de corazón. Es curioso, no me dio por contarles a mis amigos su historia, quien no lo conocía, lo dejo atónito ante tal muestra de devoción popular, fueron unos simples segundos contemplado la negrura de la pátina que lo cubre, algo de lo que quizás no me hubiese acordado en una crónica de todo lo vivido, pero quiso el Señor pegarme el pellizco en mi corazón afligido haciendo de aquellos segundos una obra de arte, cuando por allí pasó José Campaña, nadie lo vimos y quiso hacer aquellos simples segundos, sin rimbombancia cofradiera, eternos…

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