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viernes, 23 de octubre de 2015

SÁBADO DE RAMOS...

A las cuatro de la tarde. Media hora antes del horario que marcan los siglos con el reloj de arena que se estrecha en la calle Feria. A las cuatro de la tarde. Cuando el sol empiece a buscar el cerro de Santa Brígida. A las cuatro de la tarde. Cuando la ojiva una en su vértice las líneas que marcan el paréntesis vertical del tiempo. A las cuatro de la tarde. El barrio será una sinfonía de azul y plata. Da igual que el cielo engañe a la vista con un nublado de plomo. Azul y plata. Como en el pentagrama donde las corcheas de Marvizón buscarán —vencejos de octubre— la libertad acompasada del vuelo: el aire es el ecosistema de la música. A las cuatro de la tarde. Media hora antes de que los relojes marquen los cuatro siglos y medio de historia que acumula esta cofradía de artesanos y de obreros.
Azul y plata en la Sevilla que fue roja en aquellos tiempos lejanos y olvidados del Moscú sevillano.
La Hiniesta no se queda en el perdón. Olvida. Ahí está la cima de la ética y de la moral, del cristianismo que estos cofrades pregonan en silencio. Resurgieron de sus propias cenizas dos veces. En lugar de esgrimir los agravios del pasado, miran hacia delante. El perdón es el mejor hilo para suturar el fuego intencionado, la destrucción del patrimonio, el rencor acumulado en los bidones de gasolina. Las barricadas y las represalias quedaron atrás. Trincheras hundidas en el hueco que algunos pretenden cavar de nuevo. No hay nada más inútil que el odio. Ni más dañino.
Esta cofradía nació en el Renacimiento y ahí sigue, renaciendo cada Domingo de Ramos. Renace, cual Ave Fénix, de los escombros del fuego. Y también renace de la memoria donde guardamos, como en un estuche sin relojes, aquellas tardes de adolescencia y de ilusión, aquellas noches de Alfalfa y Arahal: todo con la a abierta del tiempo que nos quedaba por vivir, y que entonces parecía una prolongación del infinito. Hiniesta medieval y renacentista, gótica y barroca. Todos los estilos fundidos en el gusto popular de esta cofradía que guarda la esencia de los corrales de vecinos, de los nazarenos vestidos de azul, de los geranios en los balcones, de las saetas que se quedaron prendidas en el ojal de la nostalgia.
¿Sábado de Ramos? Mañana será un día grande para esa Sevilla norteña y montaraz, de orígenes cimarrones y techumbres mudéjares, de torres almohades y retablos carbonizados. Pura contradicción en ese dédalo de calles que se remansan en San Juan de la Palma o en el Pumarejo. Ciudad sin límites en el tiempo, estrecha como una bulla, elegantísima en el palio juanmanuelino que marcará los pulsos —sístole y diástole— de la efeméride. Mañana le daremos la vuelta a los programas. Si la Hiniesta está en la calle, será Domingo de Ramos. Amén.

Francisco Robles (¿Para cuándo pregonero de la Semana Santa de Sevilla?)

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