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martes, 1 de abril de 2014

COSTALEROS DEL SOBERANO... DE LINARES.

“trabajo le costó a aquellos locos que emprendieron la ilusión de llegar a lo que es hoy la que para mí, y lo digo desde la objetividad, no es la mejor cuadrilla de Linares pero como ella sin duda no hay otra en la ciudad donde antes que en ninguna otra en esta provincia Sevilla plantó su bendita cruz, David nuestro capataz fue uno, cerca  siempre de él,  Andrés Gámez el maestro y locos del costal como Antonio Acuña, el cual muy pronto se quiso acordar del que quizás más los envenenó con toda esta bendita locura, seguro que allí arriba junto a Barranco, Maikel y otros tantos se mordía los labios de envidia, de alegría y porque no, también un poco decepcionado por situaciones que se han vivido, que con él pocas veces se dieron… Félix dice que fue la mejor del Jueves Santo, no lo sé, pero seguramente que a don Andrés Caparros le encantó ver como lo que fue su mayor orgullo, su cuadrilla, elevaba a su Dios en la madera siempre por él, creo que nunca debería dejarse de enseñar en esta hermandad quien fue, como fue y que nos legó el Capataz del Soberano…”
Este texto, este trozo de crónica cerraba la primera parte de mi vivencia personal de lo que fue el pasado Jueves Santo en Linares, en la bodega, en la galera divina del Señor del Prendimiento de su homónima hermandad, como costalero del que me gusta llamar Soberano, porque para mi Dios es simplemente eso. Y la tomo porque definitivamente creo que el pellizco me ha vencido, o que quizás nuevamente me siento un instrumento cuando desde hace unos días esta idea me ronda por la cabeza, quizás unos actos que llevé a cabo hace unos días fueron promovidos por alguien allí arriba para acabar no solo en esto, si no en la vivencia de contemplar a muchos compañeros sacando su lado más noble gracias al recuerdo del que tanto les aportó. Buscaba una túnica de papel y me encontré un ramillete de recuerdos quizás dolorosos, pero que tal vez el que los protagonizaba quiere desde allí arriba que salgan nuevamente del cajón de los recuerdos y posiblemente nos aporten un grado más de sabiduría y bastantes más de humildad para poder caminar en la vida por derecho, aunque el compás siempre caiga en el izquierdo, y nuestra esencia se adelante como él nos legó, con la izquierda por delante…
Ya lo dije en la crónica, que en la puerta de la bolera, cuando el Soberano aún no se había hecho a la idea de que estaba caminando por Linares, su amigo Antonio Acuña ya lo invocaba, porque aquí nadie se quiere olvidar del que fue el gran capitán, don Andrés Caparros, el que nuevamente digo, nunca debería dejarse de enseñar a todo el que llega quien fue él y que nos aportó como personas, para luego hacernos mejores o menos malos cofrades… y también capillitas, aunque él siempre fue de apostar por la figura del cofrade, aunque sabía de la necesidad en este mundo del capillita.
Esta fotografía que abre la entrada ilustraba una crónica o carta de despedida más de las tantas que llenaron el boletín más próximo a la fecha de su adiós en el año 2006. La observé y evidentemente lo primero que sentí es la nostalgia de su recuerdo, aunque yo nunca fui su costalero, aunque muchas veces con sus siempre correctas formas me lo pidió, invitándome a la gloria y evidentemente en su incansable lucha de hacer que ese paso se paseara como deben pasearse los pasos. Porque lo siguiente que me llegó es el recuerdo de aquellos ensayos o mudás, como se observa en la fotografía, en que tal mole de arte y kilos intentaba mejorar sin lo más necesario para ello, el paso, qué mínimo, que lleno de costaleros. Decidí compartirla con los compañeros en la redes sociales y ahora decido traerla aquí, a esta bitácora del sentimiento capillita con la misma intención que con los llamados en el seno de la hermandad, los “Costaleros del Rosario”, lema símbolo de la costalería, me gustaría decir en Linares, pero la realidad es que es solo en la hermandad, eslogan que viene anunciar quienes fueron los padres de este bendito veneno cuando en la ciudad se veía utópicamente todo lo que traería estas esencias sevillanas.
Y es que el largo camino de la cuadrilla del Soberano comenzó a la sombra de la proeza del paso palio de su Madre del Rosario, primeramente en aquel pasito local y después bajo el galeón que Guzmán Bejarano comenzó a realizarle al Soberano. De la fase de ebanistería, a las primeras tallas, el galeón fue tomando forma, una locura para entonces he incluso puede que aun siga siendo una locura teniendo la cultura costalera que atesora Linares, las proporciones que se idearon y se realizaron. En la pasada Magna de Córdoba, me comentaba nuestro actual capataz, David Parra, al contemplar algunos misterios cordobeses como el de la Sentencia o la Redención, que tal vez las medidas de esos pasos – algo más pequeños que el del Prendimiento- hubiesen sido las más acertadas para poder haberlas adaptado a la realidad costaleril de no solo la hermandad, sino de la misma ciudad, porque sin duda que el paso del Prendimiento de Linares está en ese selecto y a su vez temeroso grupo de los grandes galeones andaluces.
La soñadora e imparable hermandad de los años ochenta siguió dejándose llevar por su entusiasmo, lo que los llevo a traer a Linares una muestra más de toda esa magnificencia que los sorprendía en la capital de Andalucía. Un gran galeón para su Cristo, el que se remodeló, para que la calidad artística estuviese a la altura y además se comenzó a rodear de esos conjuntos que tanto han sorprendido siempre por las calles de Sevilla. Quizás había más pasión que cabeza, y en este punto quiero recordar que esto es una visión externa y personal vista desde fuera, porque evidentemente aquello no lo viví. Por ello, aquella década fue bella pero también dura, sobre todo para la gente de abajo comandada si no me equivoco por José Luis Maestre, el primer capataz del Prendimiento de Linares. La moda de entonces y las pocas o muchas enseñanzas que venían de Sevilla fueron las que marcaron los primeros pasos de aquel paso acabado en la madera sin dorar. Viendo cualquier video de los más antiguos se puede contemplar ese paso corto, casi como de palio al compás de agrupaciones musicales, lo que en verdad se llevaba en la capital hispalense, pero siempre con la desventaja de ir atrasados a allí en todo. Ahí evidentemente se formaron las bases para crear los costaleros adeptos al Señor en una hermandad que por entones se erigió como una gran mariana, de hecho fue la revalorización de la Virgen Santísima en la Semana Santa de Linares, jamás antes tuvo tanto protagonismo una dolorosa o las dolorosas en la ciudad. Incluso paradojas de la vida, se tenían que luchar ante un boom de los palios en detrimento de los cristos.

Pero Sevilla siempre ha marcado las pautas y allí la tónica comenzó a cambiar por la ciudad que corona un Giraldillo. Las Cigarreras revolucionaban las cornetas y tambores y San Gonzalo los andares como para llegar a ser hoy el sector de los cristos el que desborda en mas cuantía las pasiones de cofrades y capillitas. El andar de palio, los ritmos de las marchas de cornetas y tambores, las medidas de los costales y la importancia de ir bien puesto fueron la premisas del legado que en esta cuadrilla quiso insuflarles dos “Andreses”; Andrés Gámez como capataz y Andrés Caparros como su segundo. Basándome en lo que me cuentan o lo que he escuchado y entendido, su apuesta para seguir haciendo crecer a la cuadrilla del Prendimiento fue seguir estas pautas, incluso yendo todo lo que se pudiera a Sevilla “y levantar los faldones de los pasos” para ver como trabajaban los costaleros.
Esa apuesta trae tras el Judas del Prendimiento los “pitos”. El estilo de cornetas y tambores es la apuesta para buscar ese crecimiento y una búsqueda definitiva del canon de la hermandad. Quiero volver a recordar que no se si exactamente fue así, esto es solo una reflexión propia de lo que hasta a mí ha podido llegar. Esta fotografía que nos muestra un banderín es un completo símbolo de aquella época. Como leerán es el banderín de la banda de Sor Ángela de la Cruz de Sevilla, la banda que hizo caminar al Soberano de forma distinta, la que hizo que por ejemplo “Amor de Madre” o “Macarena” sean hoy símbolos en el repertorio de la banda que le de música al Prendido de San Agustín. Es curioso, un banderín sevillano realizado en Jaén, como así me apunta Jorge del “Burladero Copas”, ya que esta banda la dirigía un linarense afincado en Sevilla, el cual se lo ha cedido para el pub para la cuaresma, una banda que por cierto llegó a ser la propia de la Sed de Nervión, donde dio sus primeros pasos el compositor “Quini de Triana” y que en la actualidad está extinguida.


Con ella, con menos hombres de los 48 que calza el paso el Soberano comenzó a forjarse como “el Dios del izquierdo por delante de Linares”, aunque oigo que ya le llamen también el “del compás”, aunque ese término sea más de la calle Pureza, aquí se miró más para el Tardón y la calle San Jacinto. Se plantan unas bases, que sobre todo hacen que el paso cambien del pasito corto al largo y compás abierto, para mover los kilos, con la idea del siempre de frente y “paso dao metro ganao” y se piensa que la nueva esencia trianera de los cambios encajarían perfectamente con el canon de hermandad que se comienza a forjar en los ochenta, es el tiempo en que tras el paso del Soberano Poder de San Gonzalo empieza a verse muchos cofrades del Prendimiento de Linares cada Lunes Santo e incluso en los ensayos. También me gustaría puntualizar que esta circunstancia seria tomada como referente en la entonces escueta esencia costalera de la provincia, así lo entiende el iliturgitano capataz Rafael Mondéjar Expósito, que nunca ha dudado en puntualizar que cuando el Soberano de Linares dio el primer izquierdo dio en la tecla con el recurso a seguir para revalorizar el mundo costalero en tierras del Santo Reino, esa fue la esencia que siguió en la conformación estética de la hermandad de la Amargura de Jaén, él sabía que ese barco tenía que andar con cambios para que llamara la atención de los que no conocían para nada este bendito arte, y con ello cambio por completo los cánones de la capital.


Hasta siempre...
Con la llegada de Andrés Caparros al martillo tras retirarse Gámez se continua con la esencia emprendida, pero siempre con el objetivo de seguir creciendo, sabiendo que aun está todo por hacer, aliándose mano a mano con un antiguo costalero del palio llamado David Parra como segundo, los cuales entenderían que para guiar a la excelencia ese difícil toro, era necesario formación y más formación. Fue la época en que se apuesta por crear una banda propia de la hermandad basándose en el canon que querían insuflarles desde años atrás al paso de misterio, las cornetas y tambores, y se confía en tres pilares de la música cofradiera de la ciudad en los cánones sevillanos, tres músicos que venían de la gran banda linarense en estos menesteres, la Pasión de Linares, como fueron Raúl García “Vokas”, Manuel Ripoll y Joaquín Gómez que sería el que la dirigiría en su primera etapa junto al actual director Enrique “Kike” Cruz pero con la intención de implantar un estilo en la ciudad casi repudiado, que se limitaba tan solo al sonar de cada Jueves Santo tras el olivo de San Agustín. En la inminente Semana Santa, seis serán los pasos linarenses que caminarán con este estilo por cuatro con agrupación, y dos las formaciones que se crearon tras el Rosario…


Caparros y Parrita tienen claro una apuesta que sin duda podría cambiar la tónica del costalero linarense y relanzar un mundo que tras el boom ochentero se llegó al nuevo milenio en una situación de serio peligro, solo hay que ver que la hermandad costalera de la ciudad también necesitaba cada año pedir ayuda porque esos barcos ideados por “románticos” cada vez costaba más llevarlos a la calle con la decencia que merece el Señor y su Bendita Madre. Y se pidió ayuda, y con ello se estrecharon lazos de unión con hermandades como la Estrella de Jaén o el Resucitado de La Carolina, incluso con cuadrillas como el Amor de Jaén, y con ello se intentaba por lo menos llenar el paso o los pasos, pero la apuesta seguía siendo clara, se quería implantar algo esencial en la costalería actual, y puntal indispensable de siglos en la costalería sevillana, incluso en los profesionales, algo que no tiene por qué borrar ni debe la devoción, pero que debía complementar la esencia… la afición.

Trabajito costó, que hizo que hasta la banda fuese una especie de cantera de las cuadrillas, como fue mi caso, que al retirarnos de la banda siguiésemos enganchados al Dios de la mirada gitana, como igualmente hizo Óscar y Sergio Ortega, Emilio, Carmelo, Waly, Arcos, Iñaki, Chamorro, Leonardo, Seco, etc… algunos aun activos y otros que estuvieron. El buen hacer y el cariño heredado de los veteranos como Tito, costalero de la etapa ochentera aun en activo, los nuevos aires en la búsqueda de técnica de Andrés Gámez hizo que Caparros consiguiese ver en su último año el paso lleno y derrochando quizás el sueño de tantos años,  el paso lleno ahora era hacerlo andar como Dios manda, gracias a una mejor y correcta técnica de los hombres de abajo, donde los costales se amoldaron más a las formas correctas o la importancia del calzado a favor de la comodidad contra la estética de la alpargata y el trabajo de la nueva hornada también contribuyó a aquel premio de un trabajo con más de dos décadas a sus espaldas, donde habría que destacar la labor de Eugenio López dando los cambios, “nuestro Bienvenido Puelles” que cedió el testigo a dos costaleros embutidos en ese esencia imprescindible que es la afición al servicio de la fe, como fue Manolo Olmedo y Agustín L. Marjalizo el cual también ha puesto al servicio de esta cuadrilla sus enseñanzas junto a los costaleros sevillanos y también bajo los pasos de la capital de Andalucía, siendo junto a su hermano Alejandro y Félix Gómez los encargados desde el interior de hacer andar a la cuadrilla del Prendimiento.
Sin duda que esta fue la época en la que llegué, y de la que quizás puedo hablar más por haberlo vivido, aunque fuese en un segundo plano. En ella, Andrés Caparros era todo un líder, teniendo un dominio que está al alcance de pocos, y es el don de saber dominar casi todos los estamentos de la hermandad y saber llevar a tantas personas –por eso el día de su entierro no cabía un alfiler en San Agustín-, no solo limitándose al costal, sino una junta de gobierno, a la priostía, la banda o hasta imponer la importancia que deben de tener las cofradías en la sociedad en su ciudad, donde pocos como él le habrán calentado tanto la cabeza a los estamentos políticos que consideró que perjudicaban a su hermandad, como en el caso de la construcción de la rampa de acceso al Parking de San Agustín entorpeciendo la salida o entrada de la cofradía. Pienso que lo hizo todo tan bien, tan difícil de superar, que su legado patrimonial –dorado del paso de misterio o la banda del Rosario entre otras cosas- como humano se podría considerar como la segunda gran revolución de la hermandad tras la sevillanización de los ochenta del pasado siglo. Por ello, quizás aquel Cristo que cada Jueves Santo lo iba mirando en lo alto de ese galeón que soñaron locos románticos, el que consiguió domar le concedió que en su última llamá pudiese despedirse de lo que fue su pasión… la cuadrilla del Prendimiento con un hasta siempre… y con él se marchó el contraguía por antonomasia del paso, Loren “Maikel”, creo que no debía olvidarme de él.

Su legado lo continuó quien tenía por derecho que continuarlo, David Parra, nuestro capataz  actual, el cual escogió o le escogió la hermandad, no lo sé a ciencia cierta, como segundo a un hombre que según sus ideas se amoldaba al canon de costalero que él gusta, hombre de hermandad, discreto y al servicio del conjunto, pero con muchas dosis de afición, Antonio Acuña, “Moños” entre los de abajo. Con él y con la ayuda de los más sabios de abajo, aun hoy de todas las etapas se ha conseguido milagros como que los ensayos ya no sean como los de esa foto, donde quizás ensayaban 25 costaleros, sino que vayan llenos y con relevos, como el Jueves Santo. Que la estación de penitencia sea una estación casi de gloria donde el paso va sobrado de fuerza por toda la ciudad y con unas señas claras de cuál es su idiosincrasia y como cada año las mejora. Que las rencillas de las hermandades se olviden y sean muchos costaleros de otras hermandades los que quieran ser costaleros de este paso y este Cristo, incluso que en cada ensayo otros capataces de la ciudad asistan a pasar un buen rato viendo el resultado del trabajo de todos estos años –incluso dejándolos llamar a la cuadrilla-, donde se tuvo claro muchas arriesgadas apuestas para conseguir estos objetivos, como facilitar el acceso de los costaleros a la cofradía con la intención que la filiación de los mismos con la hermandad surgiera del roce y el cariño, y no la imposición, que la realidad es que hecha a muchos para atrás, porque las mentalidades de estos últimos diez años no tenían que ver nada con las de los ochenta donde todo era… como definirlo, más “patriótico”, y el resultado está que en una ciudad como Linares se consiga crear una cuadrilla de este nivel con casi todos sus componentes siendo hermanos de la misma, cuando en Andalucía y en grandes ciudades, incluso puede que Sevilla –donde se ha conseguido con la exigencia debido al desbordamiento en las igualás- obviando el caso de Santa Marta, hay hermandades donde sus costaleros ninguno son hermanos, con la paradoja de que suelen ser las cofradías con menos problemas en este sentido y de las que mejor andan sus pasos.


Esta extensa entrada es solo un breve resumen donde seguramente me deje muchas cosas y muchos nombres de cómo yo, el simplemente capillita, no el hermano del Prendimiento, ve y cree que obró las diferentes personas que hicieron que cada año creciera esta cuadrilla a la que pertenezco desde el año 2010, donde tantos y tantos nombres anónimos, como debe de ser, dieron lo mucho o poco para que esta cuadrilla sea algo más que un simple grupo de devotos que sacan a su Cristo, sino un referente y un espejo donde mirarse en el noble oficio y la cultura del arte que cierra la gracia, el arte efímero de las chicotás en este costero de Andalucía. Y la que aún sigue aprendiendo y pensando que aún hay muchas metas por alcanzar…

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