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miércoles, 12 de septiembre de 2012

EN EL DÍA DE LA GRACIA... BAJO PALIO.

Hoy es la festividad de una de las dolorosas de las que quizás menos me he parado en toda la vida de Simplemente Capillita. Una bella Virgen María de piel tostá que llevo dos años sin poder paladear por el rincón que les muestra las magnificas imágenes del video que les adjunto. Ya en su día les mostré las sensaciones que me dejó su hermandad y el misterio donde su Hijo es abofeteado por este sevillanísimo enclave, la calle Alemanes pero en este caso buscando la calle de Hernando Colon en busca, rasgando las horas de la madrugada de su alcoba allá por San Lorenzo. Y es que si el aura mística que dibujó el misterio me dejó embrujado, no lo fue menos su Dulce Madre, la que tiene por advocación ningún nombre por que María ya es por los siglos de los siglos el más Dulce Nombre, por ser Élla la Madre del abofeteado, del Hijo de Dios…
Conforme pasan los años, uno va conociendo esos rincones llenos de sabor, que poco a poco se van haciendo imprescindibles. Siempre buscando más el misterio, pero cuando llega la apoteosis andante del paso de palio de la Virgen del Dulce Nombre, lo que en esa revirá o giro se produce no se puede explicar con palabras. Todo es sublime, el andar de palio con los Gallego igualmente demostrando elegancia a raudales… aquí tenemos otro ejemplo de aquellos que dicen que el paso se a “ensosao”, tan solo porque sus geniales bambalinas de Juan Manuel – otra de los prototipos de Rodríguez Ojeda que serian imitados hasta la saciedad- no van “destrozándose” contra los varales, “que ese es su movimiento natural”, pero ¿Cuál es el movimiento natural? Eso es algo que también depende mucho de los priostes, no solo de la categoría de abajo, de cómo agarrar la pieza a la parihuela, y además, andar así es más complicado que las maneras “ochenteras” y casi “noventeras”, ¿desde cuando lo complicado ha sido más elegante que lo que hacen todos?
Un ingrediente más para consolar a la del Duce Nombre, la bella morena que naciese de la genialidad de un maestro poco querido por una parte de la critica popular, que con trabajos como este les bastaría para ser respetado e idolatrado, Antonio Castillo Lastrucci. Realizando a su Hijo abofeteado y la sublime teatralidad del conjunto secundario le valió para encumbrarse y aportar su grano… que digo, su carro de arena para la conformación actual de la Semana Santa sevillana y andaluza. Pero la categoría siguió emergiendo en los años donde aun no había llegado el desbordamiento de encargos y por ende de estudio y matización de las obras de arte y su acabado. En 1924 tallaría la que para mi es su obra cumbre, en lo referente a imágenes marianas, donde en algunas ocasiones realizó obras que andaban lejos de la calidad que desprende la Dulce Morena sevillana de San Lorenzo. Creó un prototipo de dolorosa nuevo y creo que nunca más repetido en la imaginería, una autentica sevillana castiza y morena convertida en la Madre de Dios. Incluso se cuenta que recién finalizada tuvo que retocarla ante el gran paralelismo con una bellísima muchacha del barrio que al parecer tomó por modelo y que bailaba en la academia de la calle Trajano perteneciente a Manuel Montosa Real, aunque fue más conocido en el mundo del flamenco como "Maestro Realito" o "Realito". A Lastrucci no le bastó con salirse del mapa demostrando inspiración artística y sin duda divina, que quiso que tanta belleza fuese siempre acompañada, como guardas espaldas de lo sacro, que defendiese ante todo a tan sublime belleza. Por ello la creó para pasearse cada Martes Santo en aquello que llaman “sagrada-conversación” o “sacra-tertulia” con el discípulo predilecto del que camina comiéndose las calles, de espaldas, abofeteado por la ignorancia humana. Reinterpretó con su genuino estilo, siglos después la “sacra-tertulia” por excelencia, la de la Amargura de San Juan de la Palma, endulzándola más que a día de hoy son estos los dos grandes iconos que se ponen como ejemplos cuando una hermandad quiere acometer una “sacra-conversación”.
Me faltarían calificativos para hablar como ven a la Virgen del Dulce Nombre mis ojos, no es difícil que Sevilla entera se pierda en su mirada, en su rostro y en su caminar, porque en la noche se hace la revirá eterna, ¿Qué madre no se abalanzaría antes los que agreden a un hijo? Pera Élla no, ni siquiera San Juan tiene que intervenir, porque Élla está para dar testimonio de entrega y aceptación, y tan solo gira levemente el rostro para no querer verlo, por le cabe la suerte de ser la única que va viendo el rostro todo el camino a su Hijo Bendito, que la mira con su mirada abierta, directa, aguantando el suplicio para que Élla no llore más.

Se hace la música, y la genial partitura de Emilio Cebrián se expande ante el inmortal entorno, lleno de luces y de sombras, y de silencio. Sones clásicos, ni fúnebres ni rítmicos, como suele estilar el estilo de esta hermandad para su Madre Bendita, es lo que siempre me retrotrae la audición de los compases de “Macarena” con el único acompañamiento “instrumental” del tintineo del palio contra los varales. “Con esto ya me puedo acostar tranquilo” exclamó un emocionado desconocido cuando ya por Hernando Colon se perdían el que llaman, trasera genuina y prototipo de paso palio sevillano, de esos de “impacto”. Un año, un valiente saltó entre la multitud como tal saetero y le recitó a viva voz una dulce, como su nombre, poesía que acababa con una enérgica frase que un día el padre Ramón Cue, genio en el éxtasis de la palabra para con la Virgen María la vino a definir como “La Gracia de Sevilla bajo palio”… y muy equivocado no andaba…

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