Buscar este blog

domingo, 19 de octubre de 2014

AL CIELO POR JUAN MARTÍNEZ ALCALDE...

No quería en esta tarde placida de domingo, en la que ahogar el cansancio de la semana y un intenso sábado, sentarme frente al ordenador para escribir en este blog que como muchos advertirán le he bajado el flujo de actualización, será cosas de los tiempos pero últimamente la mente no me empuja tanto a esta pasión que ya peina unos cuantos años.
Pero en esta tarde luminosa de octubre, tarde propicia para disfrutar por ejemplo… de las glorias de María, Ella la sonriente y victoriosa Madre de Dios, con su sonrisa, con su retoño divino en brazos quizás me ha llamado a enfrentarme al teclado porque quizás quiere que mi estilo exalte a una persona, que a mí personalmente se merece mi más insignificante homenaje, pero puro y verdadero. Ya en algunas ocasiones he procedido de igual formar para exaltar la actualidad más triste como es la muerte de una persona. Pero de personas que obviamente tienen un aura cofradiera como para aparecer en esta mi bitácora del capillismo. Algún imaginero o tallista entre otros protagonista de la gracia, así que recuerde ahora mismo han ocupado esos especiales espacios en esta casa, porque así me lo parece y así lo transmito como verdaderos artífices de la grandeza de la religiosidad popular, me encanta el arte y por ello, esas personas me parecen importantes y dignas de elogio.
Pero de las cofradías se pueden sacar varios matices, muchas circunstancias que las hacen grandes y las conforman. El estudio de su historia, para saber de dónde venimos, es imprescindible hoy día para saber dónde vamos y en alguna ocasión para intentar no caer en la misma piedra. Así los historiadores e investigadores con su trabajo, a mí, también han conseguido llevarme a la gloria y en mucho grado, llenar de ese éxito que dicen que tiene este blog e incluso llegar a hacerme pregonero de lo más grande que hay para mí, la Semana Santa.
Una Semana Santa que hasta hace poco ocupaba toda la fragancia de mi alma, hasta que un día comprobé que había otra semana santa que también colmaba la sed de cofradías que ansía mi espíritu cada día del año. Las glorias, según Sevilla me hacían aprender más y valorar un apasionante mundo aún muy desconocido. Incluso, me hice costalero de una de esas que también sigue las directrices de la sevillania.

En la víspera del Corpus, como en otras tantas procesiones, caminaba a la misma vera de la Hiniesta gloriosa camino del altar de la plaza de San Francisco que tenía que presidir para recibir la Divina Majestad de Dios Sacramentado en la Custodia de Arfe como cada jueves de Corpus, como así aun quiere mantener la vieja ciudad hispalense. El otro día alguien definía perfectamente el trabajo de esta persona, que dedicó su tiempo a levantar y exaltar a unas cofradías que precisamente no le darían la fama y las petaladas que si podría encontrar de la Semana Santa. Pero su trabajo lo llevó a conseguir ese reconocimiento en un mundo que aun con su gran aportación sigue siendo muy desconocido para el sevillano.
Mi forma de escribir también está influenciada por su particular manera de expresarse, gracias a él y su inmortal obra de los anales de las Glorias de Sevilla, he aprendido, quizás un poquito solamente, a entender y saber estudiar y hablar sobre cofradías letificas. En Semana Santa quizás no lo recuerde haberlo visto, que también era capillita “semanasantero”, muy de la Amargura –ya vemos que clase y buen gusto desprendía a raudales-, pero en las glorias, en casi todas era fácil cruzártelo, como en la Reina de Todos los Santos, en momentos en los que a veces me daba ganas de acércame a estrecharle la mano y darle la enhorabuena por una dedicación que si la tuvieran todos los historiadores, seguramente el conocimiento sobre nuestro pasado se triplicaría y seria extensísimamente más conocido.

Ya lo dije en la crónica de aquel día, en aquel periodo que viví embriagadoramente, que fui testigo de excepción de un momento que ya será histórico, aquel día que no quise grabar nada, algo me hizo intuir el momento y saqué el móvil, casi apartando a Rafael Ariza de la manigueta del paso –intuí que él quería que grabase el momento y se apartó-, lo acerqué para que se escucharan las palabras de su hermano, que pedía a la cuadrilla que levantase a la Virgen en honor de este genio que se nos ha marchado ya junto a Ella. Juan Martínez Alcalde estaba delante, de manos del hermano mayor de la Hiniesta que lo buscó al contemplarlo humildemente entre los espectadores y lo llevó delante del paso de la Reina de San Julián, un gesto que verifica quien es este hombre para las Glorias de Sevilla. Ahora me doy cuenta que la Virgen me quiso conceder esa estampa, porque mi admiración sale de la pureza sana y verdadera, levantá que merecía mi aplauso, él que no me conoció de nada ni nunca intercambiamos una palabra, pero que tenía y tendré como uno más de los maestros que han forjado mi personalidad.
Los acérrimos capillitas “semanasanteros” tenemos una aspiración, los que disfrutamos de ver a la Madre de Dios siempre envuelta en lágrimas, que es la esperanza de encontrárnosla algún día, cuando nos toque la marcha al mundo eterno, sonriente y luminosa, dándonos el definitivo pellizco de que la Resurrección de su Bendito Hijo nos trajo la gloria… a Martínez Alcalde no le ha tenido que sorprender mucho el gesto cuando haya contemplado la cara de la niña nacida sin mancha en Nazaret, porque el vivió en este mundo enamorado de la sonrisa de la Virgen María…

No hay comentarios:

Publicar un comentario