Aunque en 1925 se la encargarse el señor Francisco Camero para su hermandad de la Hiniesta, aunque el titulo pueda provenir de las coplas históricas a la Virgen de la Hiniesta y en la partitura original del genio de Farfán lo deje más que claro, que cuando pensó en una Estrella sublime lo hacia allá por San Julián, absorto en los grafismos inmortales de aquella dolorosa calcinada por la ignorancia de este mundo, lo cierto es que tantas décadas después, cuando el palio de azul y plata se alza al cielo ante la histórica ojiva y suena la marcha letífica por antonomasia para calmar la pena de la Madre de Dios, lo cierto es que a mi sus inigualables compases, de siempre me saben a Triana…
Muchos se confunden, desconocen la historia y el título los lleva hacia la bella moza de la calle San Jacinto, más cuando siempre arranca el paseo de la gloria a sus sones y es que yo soy uno de esos que escucha su tema principal y rápidamente ve moverse el palio de Juan Manuel o de Garduño, más rítmico o más pausado. Escucho su fuerte de bajos y veo la sonrosada cara de esta imponente Señora llorando las penas por el “Zapatero” más bendito del viejo arrabal. Y es que soy muy de la Estrella, a mí, que cuando me señalan como profundo macareno me arrebato, porque no soy de partidismos encegados y les hablo del embrujo, del duende y el arte que desprende en mi ser cada vez que piso Triana, pero es que perdónenme, mi Reina en Triana se llama Estrella –aunque no les quepa duda que la Madre de Dios sigue viviendo en San Gil-.
Esa sobrecogedora dolorosa, guapa a más no poder, así eran las mujeres guapas del barroco, así de joven nos ha llegado a través de los siglos, seguramente con cara de dulce marquesa o reina o quién sabe si de pobre plebeya que los siglos la vieron caminar por la vera del rio. Lección magistral del arte, de lo irrazonable que nos parece en ocasiones lo producido por la mano humana, cubierta de la pátina del tiempo o con la magnificencia clara de su inigualable piel tras su paso por la Cartuja. Por ello creyeron que solo el dios de la madera pudo ser su autor, aunque los eruditos, los que nos están descubriendo que hubo más dioses con la gubia nos indiquen que pudo salir de un sueño de mujer, quizás ahí el secreto de su belleza, que su madre en el obrador de imaginería pudo ser una emperatriz de la madera, denostada por la sociología del tiempo que le tocó vivir, pero que nos ha llegado a Dios gracias porque el Hijo sentaito –y sobrao de compás- de la Estrella así lo quiso, tocar a doña Luisa Ignacia de la gracia para que crear genialidades como la que se apodera cada tarde de Domingo de Ramos de la arteria emblemática de Triana. Si algún día se encontrara un papelito que lo confirmara, la Estrella coparía todas las portadas sobre los estudios en torno a la hija del gran Roldán…
Y es que la Estrella me tiene enamorado, no hay verso, prosa ni palabra bien escrita que pueda describir su bendita faz, pero las cosas de los datos van y le quitan su melodía más perfecta, aunque bueno, para muchos, cuando ven su compás al son de Farfán no dudan de que la Estrella Sublime tiene su trozo de Triana. Y es que solo escuchar ese trio que ideó Farfán si la Semana Santa fuese para un teatro y el aire comienza a saber a la Cava, a paladear la esencia de Triana… ¿Quién al escucharla no me puede decir que podría ser el mismísimo himno cofrade de la Sevilla del otro lado de río? Y es que el repertorio para mi Estrella es complicado de encontrar, para ese palio digno de la hermandad más rancia salpicado de la alegría de los encajes de su magistral tocado, de la embriagadora presencia castiza y popular de las flores de cera, y el jubiloso andar de los hombres del señor Luna. La luna del Nissan se queda absorta ante su mirada caída cuando en la noche vuelve entre las tinieblas del puente, siendo él también su costalero, y vuelve a sonar la más sublime de la estrellas para iluminar el cielo, aunque por San Julián también parezca clarear el palio de la gloria, que es el cielo anunciando lunes de Tardón. Es un palio complicado y su pena aun lo pone más difícil aun, ya que su dolor es digno de cofradía de negro y de la penitencia más severa, pero su gracia solo propia del barrio de sus entrañas.
Aún tengo grabado aquella revirá, cuando los varales no iban apretados tal como ahora le han dado por criticar a los eruditos a Antonio Santiago. Aquel momento en que hipnotizó a una masa extensa, deteniendo el tiempo, dibujando el escalofrío, consolando el dolor del que busca la gloria sin descanso, haciéndonos casi levitar sin haber levantado un centímetro del asfalto, porque Ella, mi bendita Estrella era la que iba flotando y parecía que no se movía, si hizo hasta sublime la partitura del Paco Lola ante la Caridad que también sueña con el frescor de las aguas que nacen por Cazorla. Hizo bueno lo mediocre, su pena, su gracia, sus costaleros y rompió la cuadrilla en busca de sus “hermanas” baratilleras y aun me parece adentrarme por un cielo negro de bordados decimonónicos al estruendo del repeluco y el éxtasis de un cuerpo de cornetas como Dios manda arrancando a la marcha que no escribieron para Ella, pero que como a Ella no le sienta a otra… Estrella de Triana, que te quiero Estrella, colgada en forma de medalla acompañándome en cada uno de mis viajes, ya sea lejos o cerca, siempre rozando con la delicadeza del que acaricia a su amada, tu cara en el engaño visual de la plata, que es para mí la más sublime de las Estrellas…
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