De esta forma se podría considerar el día de ayer en Sevilla, como el inicio de un tiempo que dura más de una semana, hasta prácticamente el gélido diciembre en el que las hermandades de gloria toman el protagonismo cofradiero en la ciudad. Se apagaron las luces de la penitencia, que prácticamente no iluminaron para despertar un año más el tiempo letífico.
El sábado se celebró el Pregón de la Glorias en la Santa Iglesia Catedral que como viene siendo costumbre preside una imagen de las tantas corporaciones letíficas de Sevilla, recayendo este año el honor en la sedente Virgen del Rosario del barrio de los Humeros. De esta forma la pequeñita imagen de Jerónimo Tiburcio Roldán y Serrallonga fue traslada en su personal “pasito” hasta el templo metropolitano para volver en la mañana de ayer a su capilla que tantas veces he contemplado en su exterior y que nunca me encuentro abierta, allá por la Puerta Real. Como si de la “Borriquilla” se tratara, ha sido el primer paso de gloria en pisar las calles en esta salida extraordinaria ya que su tiempo grande es en el mes de su onomástica, es decir octubre. Al ser su capilla de reducidas dimensiones y por ende la puerta, su paso es más pequeño de lo normal. Un curioso paso –el cual es guiado por los hermanos Gallego- que se caracteriza por llevar una sobrepeana (tarimilla o canastilla) de cobre repujado en su color. Sobre ella se dispone otra peana dorada. Los respiraderos son de madera oscura, formando un friso de hojarasca. Manos anónimas en los años veinte del pasado siglo o Jesús Domínguez son algunos de los nombres que trabajaron para realizar estas andas, las cuales para la ocasión lucieron unos candelabros de guardabrisas cedidos por la hermandad del Santo Entierro.

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