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viernes, 6 de mayo de 2011

LUNES SANTO EN SEVILLA... EL ULTIMO GRAN DIA (y II)

Sin duda uno de los alicientes del Lunes Santo sevillano es poder contemplar por sus calles dos de las grandes genialidades del maestro de San Roque (Cádiz), Luis Ortega Bru. Acababa de pasar fugaz el rompedor y renovador misterio del Traslado al Sepulcro, habíamos comenzado la jornada con el que definiría grabándolo en su cuerpo “mi Cristo para Sevilla”, el Soberano Poder ante Caifás del barrio León, de ese pedacito tan de Triana que a esas horas emprendía su camino de vuelta a su barrio de casa blancas, como su Madre de la Salud. Pero antes como hace toda Triana hay que despedirse en el Arenal de la cofradía que duerme a espaldas de la prestigiosa plaza de toros de la Maestranza, llena de vida por cierto estos días por la feria de abril (bueno este año mayo), el Baratillo.
Hace dos años pasé uno de los agobios más grandes que he pasado en mi vida entre la impresionante cantidad de espectadores que se agolpan en la calle Adriano para presenciar el saludo de la hermandad ante la capilla del Baratillo. La calle, amplia sin duda se llena hasta el último rincón provocando casi dos horas antes una estancia casi asfixiante y este año –ya que el anterior no salió- me venía rondando en la cabeza como hacerlo para no pasarlo tan mal. Pensé en la opción del día anterior, de marchar a los aledaños de la Catedral y meternos tras el barco de Guzmán Bejarano hasta la susodicha parada en Adriano pero este año estábamos con David, Antonio, Nico, etc... Que nos aconsejaron que nos fuéramos directamente a la capilla y así actuamos…a ver que nos encontrábamos. Una enorme cola para cruzar por el paso de la avenida para desembocar en la calle García de Vinuesa hasta llegar a la Puerta del Arenal y después a Adriano.





Cuando llegamos, el panorama de hace dos años… hasta la bandera, ya estaba allí la cruz de guía y por culpa de un timbal de la banda que abre el cortejo se descolgaron Antonio, Óscar, David y Félix quedándonos Nico, su hermano Seba, la novia de este último y un servidor. Nico nos aconsejó quedarnos en la misma esquina junto al establecimiento de helados y esperar al Soberano para meternos detrás… ¿Qué bulla podría traer detrás? Nos tocaba esperar, sentados en la sillita (lugar desapacible de personas en las que apenas se molestaba) a la “sombra” de los nazarenos blancos del Tardón, el cual uno de ellos me regaló lo más preciado en la vida… Salud, representada en la carita de su Virgen que ya duerme en mi cartera junto a otras tantas de tantos años. Tras el buen rato de espera y sin saber dónde estaban mis demás acompañantes aparecieron los síntomas visuales y olfativos que nos indican la llegada de los pasos, los ciriales e incienso y nuevamente aparecía Él, en su retorcido escorzo, con la mirada baja en su eterna contestación que hiciese que Caifás se rasgase las vestiduras al escuchar esa verdad, que dicho sea de paso ¿quién de nosotros la hubiese creído?... Caifás fue el ejemplo personificado de la incredulidad del hombre ante el hombre que al tercer día demostró que sobre todo era Dios.
Dentelladas de pan de oro surcaron por delante de mis narices para en el momento justo, el que marcó el experimentado Nico en estas lides nos apostamos los primeros en la bulla, tras su emblemático contraguía “Cucu” y casi debajo de la manigueta derecha trasera ya que ese es el puesto de Nico bajo su Soberano, el de Linares. El plan no pudo salir mejor, y el Señor llegó ante su Madre de la Piedad, aquella que lo recoge en sus brazos gozando del sueño de los justos y que las paradojas de Sevilla, saliese de la inspiración del maestro de San Roque. Y la “sinfónica” de cornetas y tambores de las Cigarreras hicieron sonar sus oraciones musicales con la marcha “Reinas del Baratillo” en honor de las dos Reinas de la corporación que recibía al galeón del Soberano de Triana. Reviró el misterio y comenzó el “trianerismo”, el costero, el izquierdo y un sinfín de cambios que marcan este estilo tan seguido en casi cualquier rincón de España y del mundo. Sonó la marcha “Por Triana Soberano” para presentar su carta de presentación a sus Madres Baratilleras, para que supieran quien se postraba a sus plantas. Descansaba la genial cuadrilla y pude ver que mis acompañantes con toda chiripa se plantaron a los pies de la capilla con algún que otro disgusto del personal y se levantó fuerte pa´rriba nuevamente la ciega galera a la voz de Garduño para subir una vez más al cielo a su Cristo, para que lo viera allí arriba su padre Antonio el cual quedara para los anales como el hermano mayor que encargó su hechura. Nueva marcha y la chicotá central con una obra – porque lo de esta banda a veces se sale de la forma marcha- llamada “Y fue Azotado” que escuche el día anterior con el misterio de la Cena y que en este momento llenaba toda la calle Adriano con su genialidad, siempre llena de matices y pellizco provocando la exaltación de los sentidos, sin duda mi marcha del año y para gran colofón, otro marchón “Sagrado Decreto”, la cual escuché por primera vez en este mismo momento dos años antes y que hizo elevar al máximo las sensaciones vividas para con un costero largo” –Félix valla "sentención"- marcharse definitivamente en busca del eterno puente. La verdad intento narra lo vivido y es que no me salen las palabras, por eso siempre diré que la Semana Santa es para vivirla, lo que cada uno ve y siente, eso es lo que quedará grabado en la retina de los recuerdos.






A partir de entonces tocaba salirnos pero a ver quién era el guapo que atravesaba ese mar de personas para decidir seguir un rato más con Él hasta la calle Reyes Católicos. No era lo previsto pero se convirtió aquello en algo que se quedó grabado seguramente para siempre, la cuadrilla y la banda siguieron dibujando estampas y chicotás para el recuerdo en esas “Noches de Lunes Santo” como titularía la marcha de ese otro genio de la hermandad llamado Bienvenido Puelles para encontrarnos con una de esas escenas menos conocidas de la Semana Santa de Sevilla al acompañar a ese personaje desconocido, más que anónimo y que no sale en ningún libro como es el que lleva la escalera para auxiliar al paso. No le pregunte el nombre, pero si reconoció por nuestra habla que no éramos sevillanos, persona de estas que desprenden humildad y sencillez al hablar y como sorprendentemente te pedía disculpas si te daba con la escalera cuando sinceramente no debíamos estar allí para hacerle más dura si cabe la gran estación de penitencia que estaba viviendo de intentar no perderse en la bulla e ir siempre cerca del paso para cuando se le requiera. Al decirle de donde éramos, nos dijo que tenía familia en Andújar y que por aquí se le quiere mucho a la Virgen de la Cabeza, “La Morenita”. Creo que dijo que fue costalero del Soberano y ahora tocaba vivir el día grande de la hermandad en otro sitio por eso digo que fueron unos momentos bellos regados siempre por el simpar compas del barco de su Soberano. Al llegar a Reyes Católicos me esperaban Félix y Óscar y nos despedimos de este hombre diciéndole: “San Gonzalo es lo más grande de Sevilla” y humildemente, como con gesto de llamarme exagerado me contesto: “todas tienen su puntito, su cosita” a lo que le volví a responder: “pero esta es especial” asintiéndome el hombre con una sonrisa sincera mientras no salíamos entre la bulla y el seguía con su escalera por trabajadera del vuelta al barrio León.
Nos despedimos de Nico, Seba y su pareja que volvían a su bella ciudad renacentista de Baeza para continuar con el final del Lunes Santo, aquel que se hace sobrio y de negro ruan en el barrio de San Vicente y para allá que marchamos sin pararnos aun a comer… ¿a que capillita no le quita el hambre lo vivido?










Buscamos la plaza de la Gavidia para buscar a la primitiva cofradía de la Vera Cruz de vuelta a su recoleta capilla de la calle que lleva el nombre de su titular cristífero, el Cristo de la Vera Cruz. Este pequeño crucificado de trazas góticas considerado como el más antiguo que procesiona por Sevilla sobre su nuevo paso estrenado hace pocos años dibujó una estampa tan diferente a la que acabamos de vivir en el Arenal. Los grandes contrastes de Sevilla que hacen que se pueda mascar muchos detalles como el tipo de personas que contemplan esta hermandad o las que abarrotaban la calle Adriano.
Poco más se puede decir del silente discurrir de esta corporación para marcharnos a la calle Baños para completarla enteramente entre las estrecheces de esa calle que tanta veces cruzo cuando aparco en el parking de la Concordia. Música de capilla y grupo coral para el discurrir del Dios que pende del Santo árbol de la Cruz y tras Él Ntra. Sra. de las Tristezas bajo su palio de reminiscencia antigua en el sobrio y austero paso que la cobija. Desfile multicolor de túnicas de las típicas representaciones de la Vera Cruz de otras poblaciones que tiempo después me aria ver otras de las grandezas de Sevilla.









Tras esto tocaba caminar hasta la otra manzana para apostarnos a los pies de la iglesia de San Vicente para presenciar la entrada de una de mis hermandades preferidas de Sevilla, de las que considero como mí referentes, Las Penas de San Vicente. Sobrecogedor entorno a media luz que luchaba con la imponente Luna del Nissán cuando sin decir nada llegaban los negros nazarenos escoltando al magnifico titular cristífero de esta corporación, esta vez sí, colocados en lado correcto para poder verle la cara al Señor. El rico bordado malagueño surcaba su desvanecido cuerpo bajo el peso del sagrado madero del carey que realizase un antiguo paisano iliturgitano sobre el ejemplar monte del clavel rojo que a modo de cojín purpura pareciese emblandecer y dulcificar las dolorosas caídas. Llegó y enmudeció al gentío y sin decir palabra se adentró en su casa porque tras Él llegaba la dulce señora de rasgos señoriales bajo su sin igual palio de cajón y crestería plateada, la Virgen de los Dolores. Espectacular el momento, para que vean que los sobrio también sorprende cuando ese pedazo de banda que es Maestro Tejera entonó los dos himnos de esta hermandad, “Tus Dolores son mis Penas” y sobre todo “Jesús de las Penas” que saliera de la genial inspiración de Antonio Pantión para esta sublime corporación. Al compás genial como no, como cualquier palio que manda Antonio Santiago dibujó belleza y categoría en la lejanía, ante nosotros y perdiéndose entre el umbral de la iglesia de San Vicente. Esto señores, en Sevilla no sé pero fuera de ella es lo más complicado de imitar.



Y quedaba el colofón, nuevamente cambiando a la siguiente manzana –pero antes, eso si comimos un serranito en las primeras horas de la madrugada- en busca de la plaza del Museo junto a nuestro “tradicional” bar, fuimos a presenciar la última hermandad de la jornada y sin saberlo porque así lo siente mi corazón terminar la Semana Santa de este olvidable a medias 2011. Comprendo las quejas de la hermandad del Museo por su horario de recogía, la verdad ya no son horas para una hermandad de este corte en las que te puedes encontrar de todo pero aun así la plaza apagada esperaba al serpenteante escorzo del crucificado de la Expiración y la Virgen de las Aguas. Esperando esto vislumbro una escena que me sorprende, un nazareno sentado en un escalón, sin caperuz y fumándose e un cigarrillo que me impactó, ya que no estoy acostumbrado a ver esto por tierras hispalenses hasta que me di cuenta que era uno de los que acompañaban en el cortejo de la Vera Cruz y que no pertenecía a ninguna hermandad de Sevilla… estas son las grandes diferencias, las difíciles de “copiar”. Con el cuerpo cansado llegó la sobrecogedora escena como entre ascuas de luz de sus altos candelabros, sobriedad sobre sobriedad que enmudecía la no repleta plaza cuando una saeta rasgo el aire, su eco me sonaba y era algo que soñaba con vivir en Sevilla y que es tan difícil de encontrarte como es el desgarrado “quejio” del Perejil, ¿parece el Perejil? A lo que Óscar me asintió: “lo acaban de decir en la radio que es el”. Ya ven un sueño cumplido cuando el expresivo y agonizante Cristo se plantaba en el umbral de la puerta para escuchar nuevamente el “quejio” del cante popular en la voz de Álex Ortiz, ese otro saetero que me gustaría escuchar en otro de mis sueños que aún no he cumplido como es el momento en que la Señora de Sevilla vuelve a entrar en su basílica tras un intenso peregrinaje de Esperanza. El cansancio ya nos ganaba y en la lejanía de Alfonso XII no se vislumbraba el curioso y alegre paso palio de la corporación por lo cual decidimos marcharnos a descansar al hotel porque aún nos quedaba un jornada en la que en estos últimos años han caído lluvias esplendorosas de flores para convertirse en la poco deseada en estas fechas agua.

Fotos: Óscar Ortega y un servidor.

4 comentarios:

  1. una vez mas una entrada magnífica. me haces recordar y rememorar y revivir momentos muy especiales. enhorabuena. sigo impaciente entrando varias veces al dia para ver si hay una nueva entrada y deleitarme con lo vivido esos dias.
    un abrazo

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  2. jejeje pues ya queda poco por contar, el vacio martes santo y lo poco el miercoles en jaen.

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  3. Impresiontante.

    Enhorabuena por el artículo desde Oído al Izquierdo.

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  4. esta claro que esta vacio respecto a ver hermandades en la calle (que al fin y al cabo es a lo que ibamos). pero al menos (o por lo menos para mi) esta lleno de experiencias y de sensaciones desde el primer momento que nos levantamos y emprendimos camino para ver a la SEÑORA DE SEVILLA, pasar por Santa Marina, comer en "el viejito", y finalizar en casa de Javi.
    esta claro que fue una pena el final del dia...
    pero tranquilo, habra años mejores, o distintos, segun como se mire.
    lo que sí que tengo claro es que, como minimo, firmaba otro año con vosotros en Sevilla igual que este...
    un abrazo amigo

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