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domingo, 13 de octubre de 2013

LA VICTORIA QUE PERDURARÁ...

Ciertamente el despertar del sábado día 5 de octubre no fue tan evocador y reconfortante como el del domingo. Quedaban pocos minutos para que el reloj marcase las cinco de la mañana y este servidor de ustedes se levantaba un sábado más a enfrentarse a la vorágine del trabajo, de ocho horas por delante donde si la cosa no se desviaba, me haría tomar nuevamente la autovía que me comunica con mi particular paraíso de mis sentires. Una semana dura en la que hasta prácticamente el viernes no me dejaba a las claras si podría ir a pasar el fin de semana de esencia cofradiera a esa ciudad que me es inevitable no poder mirarla a través de los avellanados huecos imaginarios de un caperuz.
Y la vuelta, tras el inolvidable Sábado Santo tenía un gran motivo, por fin tras algunos años de auténtica sequía, los meses del otoño verían algún paso más que los anuales y comunes de las procesiones letificas. Una nueva salida extraordinaria recorrería las calles de la vieja Híspalis que unida a tres procesiones de gloria entre los dos días, dibujaron la excusa perfecta como para cambiar nuevamente el chit del fin de semana, y hacernos perdernos por las ensoñadoras calles de Sevilla.
Y en esta ocasión me acompañaron nuevamente David Mira -al cual agradezco su aportación fotográfica-, Pedro Guerrero y para alegría mía, volvió a acompañarme después de mucho tiempo en este tipo de viajes mi buen amigo Félix Gómez, que seguramente fue llamado por la causalidad de que en este día su Esperanza Divina Enfermera estaría por las calles de la ciudad además de una excepcional e histórica visita al barrio donde dicen que vive la Madre de Dios.
Pero en esta entrada, por razones de espacio y de no quitarles las ganas al contemplar los tochos, me sumergiré tan solo en la salida extraordinaria de una Virgen que por razones obvias aún no he podido contemplar en la calle, incluso solo he podido encontrar su capilla abierta en una ocasión, como es la Virgen de la Victoria de la hermandad de las Cigarreras. 450 años cumple su antigua hermandad de Azotes y Columnas, la que nos llegaría a la actualidad siendo reconocida como la hermandad de las viejas cigarreras de la fábrica de tabacos de Sevilla. Y curioso que la hermandad comenzase su caminar en aquella noche de los tiempos rindiéndole quizás culto tan solo a la figura del Hijo de Dios amarrado a una columna, recibiendo los legendarios azotes hasta que se incorporara en fechas aun por esclarecer la imagen que sin duda no ha tenido ni un pero en sus centenarios años mientras las del Señor han sido de las imágenes más cambiadas de la historia, de una hermandad que igualmente ha conocido tantas sedes distintas. Hoy residente en el barrio de los Remedios, esa extensión de Triana, habría la madrugada en rosario de la aurora, bajo su regionalista paso de palio de cajón en busca de la Catedral, algo que obviamente no podría presenciar aunque esto de la tecnología y las redes sociales hicieran que pasadas las seis de la mañana el alma se me llenara de la Effetá contemplando una foto de la Virgen saliendo de su capilla en Facebook, llenándome de ilusión y ganas por reencontrarme con Ella  en la tarde, la cual volvería en procesión y con su banda de música hasta su barrio.
Así con el cansancio en el cuerpo de solo haber dormido cinco horas y haber trabajado ocho, nos encaminamos hasta Sevilla, aparcando un vez más en la Cartuja bajo las cada vez más avanzadas obras de la torre que parece que no le gusta a ningún sevillano, la que nos abrió rasgando el cielo azul el domingo, la torre Pelli. Como se llegó con la hora justa, y la distancia a recorrer hasta la Catedral era algo larga, cuando llegamos al entorno del primer tramo procesional, seguramente la Virgen ya se encontraba en la calle, lo que nos hizo esperarla por Entre Cárceles y Álvarez Quintero. Un dato curioso de esta salida fue la publicación del repertorio programado para toda la procesión a interpretar por la banda de música de la hermandad, algo que en cierto modo nos pareció que le restaba encanto a esa eterna sorpresa cuando te encuentras ante el mayor de los artes efímeros del planeta. Así que ya sabíamos lo que íbamos a escuchar, pero antes venia abriendo el cortejo la que es la banda de la hermandad, bueno una de ellas, pero en este caso la prestigiosa banda grande, las Cigarreras volvía a levantar el asombro con uno de los estilos más admirados y a la vez tan desconocidos en el mundo de la música universal. Acertadamente, recientemente un gran músico hispalense valoró que en Sevilla se tendría que impartir clases de corneta en el conservatorio, sin duda afición a este instrumento hay en la ciudad como en ninguna otra. Las Cigarreras altruistamente viene realizando esta función en su local-escuela de ensayos, de ahí que la música viniese sonando a genialidad a raudales, parecía un Domingo de Ramos por la calidad derramada, la edad de sus componentes viene  a evidenciar las cotas de excelencia. Creo que venían con “Prendidos a Jesús”, casi sin descanso le tocó el turno a “Maria, Reina y Madre” mientras los músicos cigarreros dejaban su estela para acabar por tocarnos la fibra más sensible y regalarnos esa genialidad llamada “Sagrado Decreto”, cuantos buenos recuerdos al compás de esta música nos levantó a Félix y a mí y qué me acordé de mi amigo Cris, el cual ya no puede venir con la asiduidad de antaño.








La excelencia sevillana dibujaba el cortejo de cómo tienen que ir un acompañamiento con seriedad, de cómo debe de ir vestidos un hombre y una mujer, como debe ser el cirio y las distintas representaciones, nada nuevo para nosotros, pero que aun cuesta hacer entender en otras latitudes, porque ayer mismo la contemplación de algunos cortejos en la “magna” de Linares, evidenciaron el porqué de las críticas a cómo piensa un sector de cómo deben de hacerse las cosas, que nivel de exigencia hay que marcarse como meta.
El programa nos marcaba la genial marcha “Valle de Sevilla” aunque la distancia hizo que no saborearemos la chicotá del palio con tintes de otras modas pasadas pero acertadamente conservadas en esta hermandad. Magnifico conjunto aderezado con el para mi acertado estilo que se insufló a esta hermandad, olvidando épocas trianeras pasadas por las formas más rancias actuales. Sin duda que la revirá con la marcha de Pantión; “Jesús de la Penas” nos volvió a meter en la bendita burbuja del capillita, y hacernos sentir que esto tan solo, nos levantaba más magia y pellizco que cientos de magnas juntas. Sevilla parecía casi un día de Semana Santa mientras la Virgen buscaba el ayuntamiento, que por cierto que vaya barbaridad de imagen cuando se contempla en directo, nada que ver con las fotografías o videos, es de esas imágenes que quitan el hipo teniéndola cerca. Ojos grandes y mirada penetrante que quizás pudo sacar de un nuevo sueño imaginero el eterno Juan de Mesa que se complementaba con unas geniales manos que vinieron a sustituir a las primitivas, que quizás como mostré en esta mi casa, le podrían aportar algo más de validez a la teoría Mesina de su hechura. Por Chapineros había menos bulla mientras el elegante son de los hombres de la familia Villanueva nos la traía con nuevos y rancios sones como “Quinta Angustia” de Font de Anta. La siguiente parada fue en el andén del ayuntamiento, en plaza Nueva la cual presentaba un lleno de Domingo de Ramos, donde me encontré a mi buen amigo Rubén Gómez que se sorprendió que acertásemos la marcha que comenzó a sonar… comprobé que muchos no sabían de la publicación del repertorio… las cornetas nos traía la música de Gámez Laserna y su genial “María Stma. del Subterráneo” para comenzar a dibujar un eterna revirá al compás de la marcha de las marchas, que menos que ante el alto estamento de la ciudad que caminar al compás de la oficial en el alma de los sevillanos… mágica fue la vuelta con “Amarguras”, aunque como me apuntó Félix, para revirar con una marcha que dura casi ocho minutos hace que en ciertas ocasiones el paso no siga girando y se movía sobre el sitio y es que a nosotros nos gusta la esencia de que un paso este siempre ganando metros aunque sea girando. Magnifica la salida de la cuadrilla tras la maniobra que evidencia la buena mano de los capataces para llegar hasta la puerta donde la esperaban la autoridades con la marcha “Coronación de la Macarena”, que tal como le espeté a David; que si sonaba el himno “oficial”, también debería sonar la marcha de la que es la Madre de Dios según Sevilla…
Curioso que a esas horas tenia programado escuchar “Amarguras”, si se pudiese en el interior de nada más y nada menos que San Juan de la Palma con el paso de la Virgen de la Cabeza de la filial sevillana y después buscar la basílica para contemplar a la Divina enfermera, se pensó pero no se pudo hacer realidad, pero quizás “Ellas” me quisieron regalar el éxtasis de estos momentos de completo arte efímero, y es que como dice Cretario en ABC esta procesión es de esas que “siguen viviendo una vez que concluyen”, lógico que se pregunte como esta delicia de dolorosa aún no está coronada…


















Y es que la procesión fue digna de alabar, en ningún momento la hermandad aprovechó el momento extraordinario para recrearse en la calle, al revés, la procesión llevaba el ritmo sobre el papel, que nos hizo hilvanar con alfileres nuestra visita a la salidas letificas, casi en la otra punta de la ciudad. Pero esto como dije al principio será para una nueva entrada, porque en esta solo recordaré  y les narraré como me dicen ya algunos; “cronista” cofradiero, la salida de la Victoria de las Cigarreras, la que yo viví. Y es que casi tuvimos que correr desde la basílica de la Macarena – con parada a cenar un buen serranito- para poder volver a contemplar el palio del Jueves Santo, casi rozando su llegada al patio de la fábrica Altadis donde se encuentra su recoleta capilla. Y fue aquí donde una vez más se hizo el éxtasis de la fiesta del sentir popular, del acervo folclórico conjuntado con el sentimiento y la devoción. Estaba tan oscura como repleta de personas, que parecía que nos adentrábamos en un laberinto de personas para buscar un buen sitio. Gente joven la mayoría que con envidia sana en mí ser, me hacía contemplar que en Sevilla ser cofrade o capillita es mucho más normal que en cualquier otro lugar, cada uno en su mundo y en sus cosas hasta que los ciriales comenzaron a dar la tenue luz en la oscura plazuela, que así ganaba muchísimo más en encanto.















Luz que fue contestada por la simpar iluminación de un candelería, sin focos ni nada como me apuntaba bien bajito el amigo Pedro, y digo bajito porque cuando el palio comenzó a adentrase a la hora pactada en su encierro, se hizo un sepulcral silencio, un respeto increíble para que todo el protagonismo se lo llevara la Virgen que consolaba cada día a las Cigarreras de Sevilla. Comenzó a sonar una marcha que nunca me había parado a escuchar, mal por mi  parte cuando tan solo por su autor debería haberme levantado antes la curiosidad, y es que Gámez Laserna nunca defrauda para conseguir dibujar sobre pentagramas melodías de un pellizco poco igualable, que convirtió la entrada del palio en el patio en un momento que me hizo sentir que el esfuerzo del día, los cabreos de toda una semana dura, habían merecido la pena. “Ntra. Sra. del Patrocinio” marcaba el elegante compás del palio, que apenas se movía, pero caminaba decidido en busca de la capilla, que incluso parecía que el elegante caminar pareciese propulsado por mecanismos no humanos. Cuanta perfección que terminó por elevarse a la categoría de un sueño viviente cuando comenzó a sonar la legendaria partitura de “Virgen del Valle”. Marchón sin paragón en el ámbito cofradiero, pero que ante su continua interpretación hace que uno llegue a darle más de lado, por lo de “machacá” hasta la saciedad, pero el momento vivido ante la puerta sagrada de  las Cigarreras hizo que la marcha volviese a parecerme algo irrazonable que tan bellas melodías pudiesen salir de la mano humana. Igualmente revirá completa, eterna, al compás de la marcha que por momentos hacia que te perdieses en el punto fijo de su paso y su mirada cuando el giro lo permitió. En esos momentos que parece que despiertas de un sueño y te da por cerciorarte de cómo está el ambiente, contemplando en la oscuridad un mar de cabezas con la mirada fija en la Virgen, guardando un respetuoso silencio y como dije,  de la presencia de muchos jóvenes, envidia sana porque por otros lados, parece que los jóvenes solo debemos entregarnos al culto de la marcha y la fiesta, que me encanta, pero que no lo es todo, y este momento para mi tuvo más valor que todas las fiestas que me he pegado desde que acabó la Semana Santa pasada. Estos son los momentos de los que es complicadísimo encontrar palabras para explicarlos, solo me vale intentar inyectar la curiosidad para atraer a los que no conocen esta gracia y esta magia, esa que casi nunca deja indiferente a nadie que incluso llega a convertir a las personas… mientras se perdía el paso, plena ascua de luz, se cerraba a la vez como las puertas de la capilla la primera de las dos grandes jornadas que viví por las calles de la que cada vez más considero mi segunda casa… Sevilla. 

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