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domingo, 20 de octubre de 2013

UNA TROMPETA SONÓ DESDE EL CIELO...


Lo cierto es que en ocasiones la elaboración de algunas entradas creo que deben estar guiadas y premeditadas desde las alturas, para así conseguir darme el pellizco necesario para sumergirme en otras. Buscaba en la tarde de ayer alguna buena chicotá del Gran Poder iliturgitano y me encontraba una especial chicotá al compás de una marcha muy significativa. Sin duda que fue Él quien eligió ese video, me hizo buscar hasta dar con él y acordarme de alguien al que vería unas horas después, el cual con todo su amor y pasión hace un tiempo confió en este humilde capillita para que con el sentimiento que siempre intento derrochar me acordara de algo que tanto a él como a otros muchos les tocó el corazón, que sin duda lleva desde entonces bordado a su alma.
Se hacia el tiempo de las vísperas, de la llegada del tiempo mejor y en el viejo convento franciscano de la ciudad de las minas la Pasión llenaba la oscuridad y los sentimientos a flor de piel. Llevaban mucho tiempo preparando un concierto muy especial, el que quizás nunca se quisiera organizar pero el que sin duda, siempre se recordará en el arcón de las cosas buenas que atesora cada ser humano. La médula del contenido cristiano de la Semana Santa quedó contenido en aquel acto, en este video que cuando lo visualicé en su momento consiguió llevarme a esa misticidad, que solo los que estamos tocados por la gracia de la fe podemos llegar a sentir en ocasiones. Se hacia la música en memoria de un amigo que creció junto a una misma pasión, desde los tiempos en que eran incomprendidos y casi perseguidos, donde la verdad siempre triunfó a la luz… pero llegaron los problemas en el campo más temido por los hombres, la falta de salud, y su banda siempre estuvo con él, siempre dándole el aliento necesario para continuar, para que su pasión lo recuperase para siempre. Y seguramente el eterno nacido en Belén le dio un tiempo más, pero solo un poco más porque aun con todo el cariño, seguramente porque mi fe me lo hace ver de este modo, se lo llevase consigo porque aunque no sepamos para qué, allí tendría su verdadero hueco, aunque el que dejara en la tierra seria quizás aún más grande…
El genio de Nicolás Barbero seria guiado desde allí arriba como hace con todos nosotros, cuando el amor, la verdad y el corazón guían nuestras acciones, para conformar el arte mundano que traspasa y te acerca a la mística. El músico nazareno casi bordaría en los pentagramas la banda sonora del adiós, del recuerdo, de la amistad, del amor en su memoria… el silencio se tuvo que poder cortar con un cuchillo, la penumbra dibujó el marco perfecto, no hacían falta imágenes, el espíritu cristiano emergió, porque gracias a Dios también dominamos la espiritualidad los católicos, y simplemente la memoria comenzó a dar sus frutos, solo bastaba escuchar y sentir los evocadores sones de lo que nació como no marcha, y al final se convirtió en una más del repertorio, pero una muy especial. Evocadores y escalofriantes sonidos que dibujaban la melancolía que seguramente hizo resbalar más de una lagrima, pero aunque bienaventurados son los que creen sin ver, al ser humano, más si es andaluz le encanta este recurso de ver aunque lo que veamos no termine de ser lo pura mente real… pero nos lo parezca.
Puede sentirse orgullosísimo José Manuel Mena Hervás cuando cierto día se hizo grande y casi diría que legendario entre los grandes, al componer una marcha que se engancharía al alma de muchos que sienten a Dios a través de un instrumento y caminantes, casi errantes tras los pasos de Dios por Andalucía. Para su Estrella nazarena nacería esa “Oh Bendita Estrella” que un día dislocó de sentimientos indescifrables a toda la vieja Cástulo, como al protagonista de esta historia. Al amigo que me pidió esta historia, ya se lo comenté, que aquel día se creó algo que no se si en realidad existe, yo lo definí como “iconografía viva”… recursos mundanos para llegar a la gloria…la banda lloraba a través de los instrumentos sumergidos en el sueño de los recuerdos y el coro de San Francisco se convirtió en puerta astral, era simple luz artificial y un simple componente tan vivo como todos los que estamos leyendo esto, pero en aquel día no miraban nuestros ojos mundanos, miraban los ojos del alma, y aunque el solista no era él todos vieron que si era él, entonando su melodía preferida, la que sin duda en aquel momento sentado sobre la pradera eterna entonaba con los clarines celestiales para el que sin duda lo devolvió a la vida… la puertas de cielo aunque no lo creamos se abrieron un poquito aquel día para todos los que vivieron la experiencia, y para los que la seguimos viviendo a través de la cámara, el perfecto homenaje, el que quizás nunca se quisiera realizar pero que sin duda se queda guardado para siempre en el arcón de las cosas buenas de todos los que nos hacemos llamar Hijos de Dios…

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