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lunes, 25 de mayo de 2015

DOMINGO DE RESURRECCIÓN... DIOS RESUCITÓ EN SEVILLA.

Voy a hablarles de vida, de cómo puede estar naciendo, viva, extendiéndose y a la vez uno siente como si estuviese muriendo… ¿se le puede llamar noche a esas pocas horas donde creo que el colchón solo sirvió para relajar el cuerpo? o eso creo porque no me lo pareció aunque a la vuelta a casa tendría que hacer acto de presencia y hacerme el camino un poquito difícil de soportar, menos mal que iba conmigo alguien, Cris que no pudo evitar levantarse en esa misma noche que pareció apagarse por la fachada amarillenta de la que hoy celebra su onomástica (esto se escribió el domingo). Que noche más extraña, que sensaciones más difíciles de explicar, él quería ver que había vida bajo esa misma noche que parecía nueva aun sin haberla cortado ninguna pared de por medio. Mi conciencia me decía que había que seguir descansando pero algo, no sé qué, no me dejaba dormir en una noche donde alguien muy especial decidía levantarse muy temprano, de una fría losa de piedra haciendo de sus sabanas como un capullo de gusano que se vaciaba sin agujero alguno. Y me levanté y dejé aquel hostal pensando que pagaba como si no lo hubiese aprovechado. El silencio en la noche me invitaba, no sé, al miedo, a esas soledades de las madrugadas donde piensas que poca cosa buena te puedes encontrar, recorriendo el solitario y amplio parrking con la maleta del amigo linarense, yo me fui con lo puesto casi y al emerger de ahí, algunas caras raras por la estación de autobuses me invitaban a irme rápidamente en busca de esa vida que fluía por el centro de la ciudad, solitaria aunque seguida de unos locos, que como Cris, no la dejaban sola bajo la hora extraña en que se hecha a anunciar una buena nueva que ya casi nadie o muchos menos la salen a buscar.
Calles casi solitarias, donde algunos iba y venían, no sé si de un sábado de fiesta más o de aquello que buscaba entre las casi desérticas calles por donde sentí brotar la vida durante una semana o casi, porque llegaba el final de la cuenta atrás, llegábamos a una meta que te sumergía en la melancolía, en esa que te va apagando el corazón aunque no deje de latir, se acababa la semana, pero no una cualquiera, era la santa… y eso me produce síntomas como si la vida se me escaparé como el suspiro eterno del que a las horas esperaría los besos en su casa de la Cava. Sentimientos raros ante una nueva experiencia, cansancio aliñado con la pena de quien pierde algo para rencontrarnos con la vida, porque se abría la gloria, la de verdad no esa a las que nos sigue llamando Carlos Herrera desde el cada vez más lejano año 2001. Allí donde llegué me encontré al periodista que camina como uno más tal vez sin saber que quizás nadie mejor que él nos llevó a esa gloria que comienza en el Domingo de Ramos y que acaba con el final del de resurrección para comenzar la paz y el tiempo de gloria en la tierra. Era la Campana, con sillas amontonadas y un palquito donde por lo menos el consejo si estaba presente. Parecía lo de los días precedentes pero no, aquello tenía otro matiz aunque la música fuese la misma, los nazarenos pareciesen los de la Paz viniendo del parque, hasta el mismo capataz, aunque el paso rememorara los canastos de la pasión, pero no, no había pasión ni muerte solo a un Jesús que nos enseñaba la mano perforada y a mí no me sabio a Semana Santa, pero si a la gloria.








Lo dije en mi pregón, gracias a esa mano tenemos el cielo esperándonos, porque todo lo vivido no tendría sentido si no viésemos por una Sevilla muy diferente al glorioso Cristo que tallase Francisco Buiza como si de un desgarrado crucificado se tratase, imponente y majestuoso sobre su pasito, que aun con la ampliación, así lo sigue pareciendo. Todo parecía una más pero todo era diferente, como la talla, era totalmente diferente a todo lo vivido y tal vez por ello el maestro de Carmona estará orgulloso en el cielo porque supo transmitir perfectamente a través de la gubia la nueva vida que tomaba Jesús y la nueva oportunidad que nos brindaba moviéndose al compás, siempre sobre los pies al son de su inseparable Agrupación Musical Virgen de los Reyes, escolta emuladora de la benemérita. Llegué del vacío y la soledad y una bulla considerable, pero lejos obviamente de lo que hay allí cada jornada de la semana de Dios abrazaba al misterio que no esperamos como capillitas pero si como cristianos. Tenía ganas de Resurrección en Sevilla y en las redes anunciaba que recibía la noticia esperada… Jesús ha resucitado… en Sevilla. Que emoción, que nudo en la garganta, “Al Tercer Día” aparecía como una brisa en la amanecida que parecía mover las alas del ángel, portento a mi entender, de infarto, donde Buiza sacó nuevamente el genio que tenía en sus manos.
Sobre los pies, muy despacito, entraba en Campana, ya sin televisiones, sin sillas montadas ni nada que la hiciera especial como lo es durante la semana, pero ellos como quieren ser una más entraron en Campana como una más. Ya puedo decir que he visto una cofradía por Campana, muchos así lo sentirán, los que no pueden acceder a un abono y en esta ocasión sí, la verdad tampoco tiene mucho de especial, incluso descubrí que la amplitud del lugar le resta ese sabor que las apreturas le presta a esas distancias cortas que es en donde Sevilla muestra esa cara inigualable. Ya sé por qué no podía dormir, Dios había resucitado y me quería pronto a su vera, y junto a Él me tiré casi toda la mañana, como en esos días de salidas extraordinarias, como pudo ser el año pasado en el Corpus con el Señor de la Cena, el que tristemente este año me perderé u eso creo, no puede ser todo me dirá Él… sensaciones similares me transmitió esta primera vez con la Resurrección de Sevilla, como aquella mañana gloriosa, el sabor tenia tintes de letífica aunque nazarenos blancos atravesasen la ciudad. Junto a Él y “Junto a la Aurora”, la marcha con la que se fue por una Sierpes irreconocible y junto a la Aurora nos quedamos esperando esa dolorosa que no llora, pero que se viste como las demás. La primera gloria de Sevilla la anteceden nazarenos y se mece bajo palio en la mañana elegida solo por los más jartibles.
Flores que invitaban a la alegría de la primavera la cubrían, la abrazaban, bella Reina de Santa Marina, una de las más geniales creaciones del maestro Dubé de Luque que se entrecortaba entre la poderosa luz de esa candelería que empieza a ser vencida por un ansiado sol y un cielo azul deseado por una corporación que había sido castigada por el líquido elemento en los últimos años. “La Estrella Sublime”, marcha himno de la ciudad era su perfecto telón musical, en un día donde las mismas emocionaban tanto como el primer día, porque se sabe que serán las últimas ocasiones en que las escucharemos en la semana de la gracia hasta un nuevo año. El palio se marchó por Sierpes, tras él, Marvizón, y Herrera el que sin duda más me inspira a la hora de realizar un pregón. Todo estaba aún cerrado en Sevilla y eso que Dios caminaba resucitado por la misma, como dije en el pregón… algunos es que ni se levantarán, pero señores, este final merece muchísimo la pena. En el mismo lugar donde comimos el día anterior desayunamos y nos fuimos para la catedral, de verdad, solo faltaba el olor a romero en el asfalto, tanto me retrotraía los paisajes a aquella mañana de Corpus. El Señor caminaba poderoso por la avenida y como no había sillas también pudimos caminar junto a Él con la banda interpretando los clásicos cantos litúrgicos que me recordó una sentencia que alguien alguna vez me lanzó en mis discusiones sobre qué pasos le pegan más una agrupación o las cornetas y que decía que parecía que para mí, las agrupaciones solo le venían bien a los Resucitados… no pienso esa extrema, pero el estilo le venía perfecto al momento mientras por la calle Alemanes los primeros rayos de sol rivalizaban por calentarle el cuerpo al que volvía de entre los muertos. Ante la puerta de la Magna Hispalensis observaba que la gente entraba sin impedimentos, a mi casi me faltó buscar al que me alquiló la silla aquel jueves de Corpus, y es que seguía con esa sensación tan extraña de que aquello ya no me parecía Semana Santa.













Y nos fuimos al interior de la grandiosa montaña hueca de piedra donde Dios sigue impresionando a las generaciones venideras. Quien me lo iba a decir y qué privilegio seguir acompañando al Señor bajo su casa más grande en la ciudad, bajo las bóvedas, junto a la tumba del colonizador del nuevo mundo, con el altar del jubileo al fondo, lamiendo la grandiosidad de Pieter Dancart o rezarle a la que por Ella reinan los reyes, patrona de los sevillanos aunque para mí su Señora me estaba esperando allá por las murallas de San Gil. El sol cegaba la Puerta de Palos y un whatsapp de mi amigo Pedro Soriano me recordaba las mieles calladas de aquella noche de pregón, una frase que tanto le gustó donde metafóricamente hice de la Encarnación bailenense figurado sepulcro por donde Dios vuelve a la vida, él como morado que es, se tocaba de caperuz blanco para seguir a raja tabla lo exaltado y yo le contestaba que más o menos yo también estaba en un gigantesco sepulcro gótico donde los brazos fornidos recubiertos de tensas venas, su cabeza tocada por tres de su divinidad y realeza, las alas del ángel, quien sería éste, ¿alguno de sus generales? O tan solo pudo ser uno más, como el que yo tengo y que gracias al agujero de su mano, sé que algún día podré volver a abrazarlo. La luz lo cegaba todo y parecíamos verdaderos espectadores de la auténtica resurrección en Jerusalén, la mañana jubilosa se abría y la ciudad comenzaba echarse a vivir el pacto de la nueva alianza entre el cielo y esta tierra que dos mil años después aun le cuesta entender. Salíamos a la plaza de la Virgen de los Reyes, casi vacía, la verdad la gente que lo veía iba prácticamente como nosotros, caminando a su vera pero la belleza del paisaje era indescriptible, Sevilla se lo pierde cuando los Reyes comenzaron a decirnos con su música que Cristo vence, recordando aquel video donde conocí la voz por vez primera de su eterno capataz, Manolo Santiago y es que el paso andaba de dulce y eso que dicen que los Cristos de Santiago como que no… para mí en lo esencial no los supera nadie, otra cosa es el pellizco que cada uno encuentre al arte del mundo de abajo…
Bajo la Giralda un nazareno me regalaba la estampa de sus titulares y el minarete cristiano se prestaba como bello dosel donde extasiarse viendo a Jesús Resucitado. Le decía a Cris que apenas veo cofradías en la Cuesta el Bacalao y como había sitio, pasé y me acomodé en sus placeres mientras Dios seguía poderoso a su vuelta donde se hace más cofradía de Sevilla, sin bajarle la intensidad que “La Clámide Purpura” se comió toda la calle que no sé qué hubiese pensado de este arte efímero que se creó, aquel por el que nombran la calle, y es que Gonzalo Argote de Molina era un exquisito con las genialidades de las artes. “Cádiz Cofrade” sonaba de los instrumentos de las Cigarreras, obviamente la banda de música cuando llegó ritmosa, con el compás abierto la Virgen de la Aurora mientras en la esquina nuevamente se abría el ya famoso balcón y asomaba la cama y la Virgen detuvo el ritmo y se giró lo justo para que aquella señora volviese a encontrarse con la paz y el triunfo dibujado en la cara de María.





Como veíamos el buen ritmo que llevaba la cofradía, la comodidad hecha excelencia para ver cofradías nos fuimos al lugar por el que sin duda necesitaba por fin empaparme de la resurrección según Sevilla. Las Campanas de la Giralda repicaban y el Giraldillo sonreía porque la resurrección le daba sentido, él que es la fe de bronce y por San Pedro la misa de la buena nueva se enmarcaba entre los pasos de la hermandad del Cristo de Burgos, que poderío por cierto al contemplarlos detenidos, con los lirios muertos, como ya estaba al penitencia; muerta porque las lágrimas ya solo eran como esos chorreones de cera de la candelería de la Madre de Dios de la Palma. Volvíamos al convento tal vez más sagrado de la ciudad y en ambos lados de su puerta y enfrente ya había gente guardando el sitio, con una picaresca que no dejó de sorprenderme hasta que a las horas se marchase de allí el palio de la Aurora con la marcha “Pasa la Virgen Macarena”. “No ponerse ahí que luego la policía los quitará”, bla, bla, bla… la verdad yo no sé cómo la gente quiere ver las cofradías, como si la calle fuese de ellos y es que hay que entender que al final la bulla se hará y te tendrás que aguantar y no llegar casi a la manos como uno casi llega porque otro quería ponerse a su lado y al estar más apretados el hombre estaría más incómodo. Como si no supiésemos cómo funciona esto, increíble de verdad, una señora que no dejó en ningún momento pasar a nadie para estar a sus anchas, eso si allí estábamos una hora antes de que llegase la cruz de guía, total para nada porque luego los pasos traen cangrejeros que se quedan a disfrutar el momento en primera fila. Una señora que por fin dejaron pasar nos hablaba y se sorprendía que como conocíamos la sevillania y que por nuestro habla reconociese que no fuésemos sevillanos. Señora devota de Santa Ángela, la que le echó una mano con la dichosa enfermedad, como a mí con el hijo de un amigo o así lo creo yo, le encantó que le dijera que era devoto de la Madre de los Pobres gracias a un video de lo que íbamos a vivir y que estaba allí para vivirlo en directo por primera vez. Pero llegaron los nazarenos blancos y la banda de cruz de guía anunciaba lo que todos esperábamos en los labios de las monjitas y entre las estrechuras se volvió a dibujar la figura triunfadora del Hijo de Dios vivo que venía al son de su Reyes diciéndonos que Santa Ángela “Eres de todos” y que las hermanas le abriesen la puertas a Cristo.













La música del gran Kiko Arguello sería la protagonista, él que alaba a Dios con la música. La marcha "Resurrexit" anunciaba la buena nueva que sirvió para llegar ante el lugar esperado tantos años, ante la casa de la “Azucena de Sevilla” que lo hizo girar para que las palomas blancas recibieran la alegría de la semana donde lo vieron despreciado de blanco loco, agonizando en el huerto, cargando con la cruz entre ángeles churumbeles, exaltado a la cruz sevillana y muerto sobre ella en el melancólico caminar de los hermanos de San Francisco Javier. Se hizo el silencio, todos sabíamos que los cánticos ya no serían de pena y mirándole la espalda al Señor, esa que pareciese salida de las gubias de los siglos de oro, me pareció escuchar decirle a las extasiadas monjitas; “hermanas ¿Y la muerte? ¿Dónde está su victoria? Y ellas contestaron como nos enseñase Kiko Arguello… “Aleluya, aleluya, aleluya… Él resucitó, resucitó, resucitó…” y aquello se llenó de burbuja divina, los que se peleaban por el sitio callaron, se olvidaron de las apreturas y todos mientras duró aquel cántico parecimos… iguales. Tantos años esperándolo y la verdad que les digo que no hay mejor manera para mí de vivir el día de la resurrección que viviendo lo que viví. Pronto vino a mi memoria aquel momento, parecía brotar por mi alma hasta mis oídos aquello de “no levanto al Señor hasta que no le cantéis otra coplita”, y dicen que no quieren que las graben, ¿saben hermanas cuanta gente desconocida en Andalucía se le pone un nudo enorme en la garganta viendo aquel video? Se hizo un silencio, sonó el llamador, no sé qué les pudo decir Iván Prieto pero ya nunca será igual como cuando llegaba el maestro con el Cristo de la cofradía que le entregó por vez primera el cargo de ser capataz independiente del Salvador Dorado, de convertirse en la leyenda que es, y es que el recuerdo de Manolo Santiago rezumaba por las paredes del convento, a Cristóbal le dije al oído “¿la que manda aquí quién es?” o aquella verdad que solo sabemos sentir los costaleros… “el eco de ese martillazo es subir al cielo… a la gloria”. Dios, el de la Resurrección se encontró un año más con sus palomas blancas, las que lo dan to´ por los que no tiene na´, benditas manos y benditos corazones… se acababa todo pero que bonito es creer en Dios y su Madre bendita, todo se moría gota a gota, no de repente y la música llamaba como lo hizo Carlos Herrera en el atril… ¡A la Gloria! mientras Jesús Resucitado subió al cielo y se fue hasta Santa Marina… muy despacito, al son de su ciudad, al son de la marcha “Sevilla”.
Y la Sevilla mariana emergió con el paso de palio, contemplando su liso manto del color del cielo deseado, con su palio de recorte y esos candelabros que elevan a los Hermanos Delgado a la categoría de genios. Las monjitas también se les notaron el pellizco mariano y le cantaban alabanzas a la que soportó lo que pocos soportaríamos. Antonio Santiago comenzó a rezar con ellas y se llenó el aire de misticidad entre la melancolía imperecedera. A pulso, ellos también quisieron ser mártires como ellas y querer a Dios y a la Virgen a sus mañas y maneras y comenzó la música con una marcha que ayer cumplió un año y que hoy se cumple un año cuando la Madre de Dios en Sevilla la colapsó. La belleza del trio de “Como Tú, Ninguna” acabó porque todo volviese a merecer la pena, por volver, siempre por volver a Sevilla y acabó y los músicos se fueron al principio del papel y la Virgen se marchó ya con la Sevilla cofradiera entregada a su camino y yo… tenía una cuenta pendiente y escribiéndolo, escuchando el trio del video de youtube se me saltan hasta las lágrimas, no me podía ir sin verte en tu joyero Juanmanuelino Madre mía de la Esperanza Macarena, a Ti que también tenía que darte tantas gracias, tal vez por eso sonó esta tu nueva joya musical porque otro año más no pudiste visitar a tus palomas blancas, pero yo me fui por tu calle Feria, echándole un vistazo a tu hermana Amargura, Aquella que el año pasado por hoy bajó de su camarín para recibirte y el arte detenido del galeón del Silencio Blanco nos sumergía más y más en la nostalgia que empezaría cuanto no nos diéramos cuenta.













Por San Gil, por la basílica, como siempre la gente abrazando a su Esperanza, a la Virgen María según la gran mayoría de los sevillanos, tenía cara como cuando te levantas de haber pasado un día intenso, su candelería nos anunciaba que había que empezar a contar y que el mejor broche de oro para esta inolvidable Semana Santa es acabar perdidos en su mirada y a su vera siempre el Sentencia con esa nueva túnica que sigue exaltándolo como Rey de cielos y tierra, con ese color malva y bordado de plata que a muchos no les ha gustado, como a mi hasta que la vi allí Él vistiéndola, y la verdad que en el directo gana una barbaridad. Se acababa todo y teníamos las vistas puestas en Triana donde Dios también se podría decir que resucita de una manera extraña, pero Cris me invitó a tirar por San Luis a la recogía del Resucitado, bajo el intenso calor que ya mareaba, el Señor venía desde la lejanía y reviraba en su colegio de la Salle, verdadero motor de esta cofradía que camina entre la penitencia y la gloria. Me entristecía porque sonaba la marcha “Resucitó” y no podía saborearla hasta que el Dios de la Resurrección entraba en su plaza al son de “La Conversión de Sarah” y comenzó la revirá de movimientos tan matemáticos que seguía quitándome el sombrero o más bien la gorra del merchandising del Rosario de Linares ante el trabajo de los hombres de Antonio Santiago. Y terminó la marcha y se hizo un son muy especial, “po rrom pom pom” de la caja y se alzó el clásico para que la despedida de la gracia se hiciera más emotiva, Virgen de los Reyes hacía sonar su “Saeta” y ya solo quedaba meterse otra vez en la última burbuja de la semana… se me olvidaba destacar los trabajos de enriquecimiento del paso con los nuevos candelabros, la mayor altura del Cristo que resucita en Sevilla y que en verdad fueron tan acertados que pareciese que el paso fuese así desde que eran una agrupación parroquial que salía por el barrio desde el colegio de la Salle. Se nos iba Dios para la ojiva, al son de un Cristo que también traspasa otra ojiva y la florece, sonaba “Cristo de San Julián” del maestro eterno de Arahal y la cuenta atrás llegaba a cero, sonaba el himno y “Al Tercer día” se llevó al Señor hasta el altar mayor mientras yo ya no podía aguantar más, me quedé sin esas “Amarguras”, como himno que cierra la semana de la gracia mientras la Aurora se nos marcha lentamente. Nos fuimos hasta el Parlamento y allí un Urbano nos llevó hasta donde comencé la jornada, hasta la esquina de la plaza de Armas por donde tomamos el camino hacia el puente del Dios que queríamos visitar. No podía estar un Domingo de Resurrección en Sevilla y no besarle los pies a uno de los que considero como “mi Cristo” y es que ya saben que mi cristo no tiene cara, tiene tantas… pero una de ellas es la del Santísimo Cristo de la Expiración, el Cachorro, será porque lo expirantes me pegan el pellizco desde niño, será porque lo tendría de modelo para el que es mi Cristo en mi pueblo, será porque un día me extasió con mi música en esa que se le sigue llamando “su capilla” aunque sea ya basílica, será por… no sé, por tantas cosas que al medio día tenía allí formada la cola, ya había acabado la Semana Santa que ya todo parecía más a cuaresma, y es que en este día curiosamente celebra esta hermandad el piado besapiés de su titular. Cómo no, su galeón de oro ya dormía en el museo, mientras te recibía el mantazo de su Madre que sigue estando hecha una Señorita, trianera de pura casta, la que le apretaba el nudo al siempre eterno Silvio, él que era “nacionalista” de Triana y que tal vez buscaba soportar la vida con la gracia de María siempre al ritmo de swing. El Cachorro estaba tumbado, en el centro de las miradas y un hermano me daba su sublime rostro en una estampita y mi beso, mi amor y mis gracias se iba a su sagrado pie de Cristo andaluz crucificado, mirando a los cielos, yo no sé si la vida se le escapaba en el viejo camino de Camas o es que volvía a ella aun estando crucificado, como despertando de un largo sueño en esa máquina martirial que llevamos los cristianos grabada a fuego en nuestro pecho. Estar cerca de su cara, encogerse con su mirada, ¡que solo estás Cachorro! como se quedó aquel gitano muriéndose a chorros que Ruíz Gijón supo plasmar tu muerte a plomo aun inclinado sobre el suelo. Que luz más bonita entraba por el portón por donde te fuiste al cielo por el padre de un costalero que falleció esa misma mañana, y él debajo… esa es la fe de tu gente… era la hora nona del Domingo de Resurrección y parecía que en la Cava también resucitaba el Hijo de Patrocinio, sublime en su paso de palio, que no sé qué pasó, pero en aquel momento me pareció más excelso que nunca con los matices que le daba el sol del mediodía. Allí en la Cava comimos arroz y en Triana nos despedimos de la gracia, de una Semana Santa que me costará olvidar, ¿y para qué tengo que olvidarla? así volvimos, con algo de sueño a esa rutina, volví a buscar a mis amigos, salí de la burbuja, volvía a este mundo y al día siguiente a trabajar que esto hay que pagarlo, más gracias no puedo darle y es que aun te doy las gracias pero Señor, si me permites, ¿es mucho pedirte que me des más de estas?… que sea tu voluntad. 

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