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domingo, 17 de mayo de 2015

FUE JUSTAMENTE EN ESTE MISMO TIEMPO...

“…y regalándote rosas como aquellas que anunciaban los tiempos cálidos entre las verjas del hogar de los que afrontan el último tramo de sus vidas. Fue en aquel tiempo donde me perdí en los ojos de aquella Madre, la que quiso levantarme en mi historia más oscura para poder seguir enganchado a ti y percibí que sus arcaicos perfiles me hablarían de Vos allá donde mis pasos se encaminaran, que su penetrante mirada me hablaría de la tuya caminando cualquier callejón de la existencia y que ella se fundiría en ti misma como icono al me aferraría a tu ser hasta el final de mis días… Siempre suelo pensar que junto a Ella y a tu lado, siempre debería estar lo más profundo de mi futuro, aunque a veces me cueste tanto engancharme de vuestro brazo y perdernos caminando con andares a la antigua. Ella no aparecerá pero estará en cada lágrima que Ella misma, con otra cara, con otra nombre, derramará en apenas una semana. Y a su brazo me engancho para venir a narrarte la historia más grande jamás contada, la de aquel jovenzuelo que recoge frutas de su bendito frutero, ¡ay! chiquilla de tintes goticistas, la que a su vez llena a toda una diosa llamada Encarnación o a un joyero de volutas aldeano a orillas de un Rumblar de sentimientos para que seas siempre mi guía como Capitana y Generala de mis misiones más verdaderas, siendo la receptora de todas mis pasiones que explosionarán en los sentidos en apenas siete días, cuando apreciemos que ya ha llegado la semana de las fugacidades e intuyamos emanar en nuestros corazones esos aires de mujer que son el Alfa y el Omega de esta vieja muchacha de arcilla y cabellos de hojas de oliva, Ella es la luz y la guía donde te encontré en el fondo de los ojos de Zocueca, tu eres el sueño, el tiempo detenido que se alzará a la luz cuando comencemos a respirar que ya huele a Semana Santa, tú eres hoy mi musa y yo la sombra que te rondará por las esquinas ¡chiquilla!, déjame hoy acariciarte, pasearte y mecerte, y gritar desde lo alto de los cerros, mientras me vuelves la mirada en un pícaro vaivén y llamarte como los tiempos te proclaman ¡Bailén!”
Pregón de Semana Santa de Bailén de 2015.
Juan Pedro Lendínez Padilla.
Tal como comenzó el pregón, ya ha pasado mucho tiempo…. No mucho pero si el suficiente para echar a volar los recuerdos que se quisieron plasmar para aquel día. Debo de admitir que solo he recogido elogios, más mis padres que yo, pero eso es de agradecer, aunque haya habido alguno que haya sentido la necesidad de recordarme ciertos criterios de mi vida a la hora de valorar si yo me merecía –como si eso fuera simplemente un reconocimiento- dar el pregón… como si lo que dije hubiese sonado como si hablaran de oídas… y es que llegué a escribir un pregón que duraba casi tres horas y aun así sentía que me seguía quedando corto…

Se ha valorado mucho no pero de vez en cuando el que yo no esté aquí en cuerpo y alma, el que yo no aporte nada aunque los hijos de Bailén y el resto del universo se dejan caer por aquí para conocer la historia y en si la idiosincrasia de la Semana Santa de mi pueblo, aquel al que le dije que no venía a pelotearlo, que no venía a adularlo con piropos que adentrándose en la verdad podrían caer en el profundo pozo de la falsedad. Yo te quiero Bailén a mis mañas y maneras, como lo hacen todos tus hijos a mí me pasa como aquel que le dicen las miserias de sus padres y aun sabiendo que es verdad se ofende, a mí me pasa lo mismo contigo en los caminos de la vida por donde nos lleva Dios. Por eso hoy mismo recuerdo este trozo donde me habría ante mi pueblo, diciéndole toda la verdad de mi alma, sin engaños, sin golpes de pecho ni medallitas, fui sin medalla porque no pertenezco a lo oficial sino a lo extra oficial, “a la que nunca me dará con la puerta en las narices”, a Bailén, esa que encontré en el fondo de los ojos de Zocueca, y ¿saben porque? Porque hoy, hace 21 años venia de vuelta para casa de mi tía y me cruzaba a nuestra pequeña “chiquilla de tintes goticistas” que venía de vuelta a su diosa llamada Encarnación bajo un manto de plástico, podría decir que el cielo quería llorar, que presagiaba lo que me encontraría al llegar a casa de mi tía. Pero no lo creo, allí arriba era un día de fiesta, aunque aquí nos derrumbábamos y las lágrimas fundían como regueros de ácido nuestras caras. A los días tu uniforme del alma volvía hasta esta “vieja muchacha de arcilla y cabellos de hojas de oliva” para fundirse con ella misma, porque aquí quiso Dios que naciéramos y tal vez desde donde deba de partir algún día. La Virgen de Zocueca lo movió todo y sobre sus andas en el altar asistía como una más a aquel entierro que no desdibujó su sonrisa ni un momento mientras nos daba sus condolencias, Ella ya sabía que estabas jugando con el jovenzuelo que recoge frutas de su bendito frutero. Estuvieron todos, hasta todos nuestros iconos pero la Madre de todos los baileneros, su Alcaldesa Perpetua, su Capitana y Generala quiso estar con nosotros… entonces ¿alguien puede seguir dudando que en mi corazón no esté Zocueca? y que ya me la encuentre hasta en una marisquería de Benidorm el repeluco de lo bailenés emerja en mi alma, porque fue en el tiempo de las flores, por hoy, desde hace 21 años Ella quiso estar levantándome en mi tiempo más oscuro… por eso te encuentro en el fondo de sus ojos.
Fotos: Juan Simón García.

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