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lunes, 11 de mayo de 2015

JUEVES SANTO LINARES... CON MI CRISTO DE LINARES.

Amaneció en Sevilla, temprano, porque se gestaba una vuelta a la gloria, es curioso, el pasado año por estas fechas me preguntaba si el próximo año estaría en la vieja Híspalis en el primer jueves que reluce más que el sol en la ciudad, y estuve, pero como dijo el viejo capataz poeta… “el Señor ha querido que vuelva”… pero a Linares. Si uno estaba nervioso era nada más que por Félix y su desconfianza de volver tan ajustados para comenzar nuestro periplo cofradiero desde dentro de una cofradía, pero aun así quise que fuese el jueves recordado que comenzara viéndole la cara entre una escolta de armaos a mi Esperanza Macarena y acabase devolviendo gloriosamente a San Agustín al Soberano de Linares, pero Ella no quiso o los dos, tal vez el Señor estaba más de parte de mi amigo y una larga cola a las horas donde aún parecía dormir la ciudad me hacían irme con una espina clavada, no verle la cara bajo su palio a mi devoción mariana, la bella perla de San Gil… aunque la verdad, creo que no he hecho viaje más placido que ese, Ella se vino con nosotros y tal vez por la cuesta desde donde se ve el santuario de la Morena andujareña se nos incorporó el Soberano en los vacíos asientos traseros porque nos quería… ¿frescos? Para que les voy a engañar, algo cansados, pero que tengo muy claro que mientras pueda seguiré firmando esta Semana Santa, porque el jueves y la Madrugá de allí algún año me esperarán, y debe ser con juventud y si es soltero como ahora mejor, pero ese Dios linarense me tiene enganchado y este año le debía muchas cosas, este año eran muchas las gracias  que puse en sus remarcadas y barroquizadas facciones.
El rito volvió a alzarse, donde la verdad ni saboreo el momento, es siempre igual… a prisa y corriendo mientras se desvanecía esa depresión que volví a sentir al volver. Tanto es así que llevo dos años olvidándoseme la medalla y la papeleta de sitio, por ello le doy las gracias a la hermandad por la comprensión con mi torpe cabeza pero aquí os la dejo para testimoniar que yo por lo menos cumplo con mis honorarios. El rito de la gloria volvía a dibujarse ante las puertas de San Agustín con la toma controlada o eso creo de los caldos de la vitalidad, siempre digo que uno levanta al costalero, pero solo uno. Repartimiento de abrazos, y de estampitas donde Acuña me decía rancio y Encarni tras el Burladero esperando la faena de su hermandad celebraba el detalle de las fotos “viejas”. También momento de repartimiento de trabajos en un año que la cuadrilla si no me equivoco ha salido algo más de doblada, lo que ha hecho que este año sea un poquito menos aunque así mejor que salir a morir.











El Soberano esperaba, revestido de primavera nuevamente, de majestad divina y con las nuevas formas en su exorno floral aunque este año solo fuesen lirios morados. Color penitente para los que buscábamos el éxtasis en el fresco del templo aunque con tanta gente que estamos, aun yo siendo de los “bajitos”, ya no hice falta “para llevarlo a Linares”. Cómo olvidar aquella frase de su recordado capataz, la que escuché tal vez en el mismo lugar aunque esta vez sobre mis hombros callera la doble trama en lugar de unas señoriales dragonas. Un humilde pregonero costalero veía como su Cristo linarense –como dejé claro en mi pregón-, el que reina en lo alto de su cama se alzaba por primare vez de manos de otra pregonera, dicen que en su exaltación tuvo presente al capitán de ese pesado caballo, el que le ayudó a levantar su actual comandante, ya saben, como en el fútbol se retiran números, en la cuadrilla “capitán” solo se le puede llamar a uno, del que el año próximo se cumplirá diez años de aquel “hasta siempre…”
Y el galeón tomó vida, lo llenaba todo, hasta las almas que hasta la iglesia no quería despedirse de Él sin rozarlo y es que a veces no entendemos el amor desmesurado hasta de lo que parece inerte, falto de vida con nuestro Señor. Nueva experiencia, ver a Linares sumergiéndose en la Effetá que lanza el Señor desde lo alto, yo en un costero mientras sus elegidos lo llevaban sobre los pies hacia la gloria, me parecieron los viejos momentos mientras era uno más de los niños ya hombres que caminan tras Él impactando con su música, volviendo a sumergirnos en la burbuja de esa esperada marcha real, de esa bajada con “Cristo del Amor”, cosas nuevas… este año no he sentido madera en mi cerviz mientras sentía la madera de la rampa en mis pies, que en aquella tarde fueron del Señor. No cogería al Dios Prendido hasta la puerta de mi amiga Encarni y de su Jorge donde unos paisanos me saludaban, se extasiaban y se llevan el primer papel sagrado de la tarde… dicen que les gustaría sentir la galera de su Madre… hay otros a los que solo se les quedó una estampa de costaleros con cubalibres faldeando, si es así, habrá que cuidar más las formas.








Llegaba nuevamente el más poderoso Soberano de la ciudad, con su trianear, con su zancada, Él con su mansedumbre y por fin sus faldones se abrieron para engullirme en la gracia. Comenzaba de verdad la gloria, sin apenas vislumbrar los fogonazos del sol que volvía hacerme sentir que arriba podría ir fácilmente la Virgen del Carmen en pleno julio, tal vez contar aquella noche del cartel como es su salida quiso que este año la viera como si fuera un espectador tocado por la arpillera. Dicen que la doble trama es un engaño ¿entonces? Que eran esos kilos que me clavaron por todo Julio Burell. Es curioso, quise comenzar el día con la Esperanza y comencé la gloria con “Una Vida de Esperanza” mientras un año más volvía a dibujarse nuestra estampa en que el Prendimiento llena la larga avenida, la que la verdad se me hizo larga y es algo que no entiendo o no entendí en su momento, quien debe me dio una explicación y por ello la acepto, pero la “cafetera” se encendió muy pronto y diría que en cinco años nunca ha hecho tanto café… no sé qué pudo pasar ni voy a dar opciones a pensar, que este año si he vuelto es porque entre el Señor y yo hemos firmado un pacto por la tranquilidad, era Él y yo y así lo sentí toda la jornada pero me tocó tres chicotás decirle a los demás: “vámonos de frente con el Hijo de Dios”, ellos, los costaleros me llamaron, ellos me señalaron, yo miraba al palo esperando la voz y ellos quisieron que fuese la mía, supongo que arriba todo lo movió, pero para los que esto es un honor, pues lo fue, y para los que esto es una circunstancia más, pues eso fue sin más… a servir que para eso estamos.
Caían los kilos del que nos quita los pecados, en un día que hablé tan poco, me tocó hacerlo para levantar esas almas que hinchan el musculo. Antonio, que David se fue a por la catedral errante del Rosario, aceptaba el son que llevábamos porque no podía descolgarse la cofradía ante la salida de su Madre, aunque creo que más de eso en aquel momento no se hubiese podio dar más. El costalero también tiene que estar preparado para esto. Alguno pensará ¿aún no habías disfrutado? La verdad la sensación fue extraña, pero era Jueves Santo un año más y el Señor nos lo estaba ando, ahora éramos nosotros los que teníamos que hacerlo glorioso, y así comenzó tras el descanso de Espartero, mientras se arreglaba el olivo que este año sucumbió al dintel de San Agustín, esperando al Dios del izquierdo por delante por antonomasia de la ciudad que venía caminando al son de una marcha muy especial para mí, con “Pasa la Estrella”, esa misma que me envenenó hasta la medula de la forma trianera de andar con “un Cristo que hasta sentao anda sobrao de compás”.









La única levantá donde me dejaron colarme, que no me llamaron ni una vez en toda la tarde fue para mi amigo Óscar que a esa hora sí que estaba de estación de penitencia, pensé que el Señor lo dejaría, esperé el milagro pero al final no fue mientras en los pirineos soportaba el peor peso penitencial que era no estar debajo del Soberano. Volvió la fuerza cuando sentí a mi amigo, él decía que tenía que hablar el Lendi para que aquello no pesara y a mi Moro, pareció solo un mal sueño o un sueño menos bonito lo pasado, el Gitano de San Agustín volvía a repartir bien los kilos de sus dones. Habrá cien tíos, pero mi Moro sigue siendo titular indiscutible, un costal de oro se merece si nos comparásemos con el mundo del balompié cuando volvió a dar una lección de cómo se revira un galeón, al son de “Al Desprecio de Herodes”, fue cuando comencé a gestar el paladar, la elegancia, el porte y el señorío que al menos siempre intento alcanzar. Qué me gusta salir solemne, aunque debo de advertir que un año más, las sensaciones bajo el paso fueron bastante más superiores a lo que luego veo en los videos, hay que seguir aprendiendo, que aún no hemos hecho nada o eso creo. San Francisco fue el nuevo objetivo, y en la mítica plaza del linarensismo se quedaría mi vuelta mientras el Señor volvía a pasar al son de la marcha al Nazareno, este año no tendría Rosario pero por ello me llevaría la gracia de sentirme protegido por su manto…
En busca de la que dicen es nuestra calle, el Soberano se paseó como dijo su segundo, este año más primero porque a Rosario se le antojó que quería al Parrita cerca, dando el paseíllo, Señor de taurinos, Dios de toreros, cofradía manchada del albero del alma. Un nuevo torero de la tierra tocaba el caballo del Pisar, un hijo de Linarejos, de los que se juegan la vida en este oficio tan señalado en nuestros días. Con vergüenza torera David Gil elevó al Dios que parece recibir al toro de nuestros problemas, así, dando el paseíllo el Señor se fue al coso que espera cada año el triunfo. Venían los chicos de la banda hinchados de Paz cordobesa y “Tu Divina Humildad” convirtió la revirá con Pontón casi en la misma magia de la plaza del Cristo de los Faroles. Lugar de embrujo donde el cante se hizo eterno, y desde un balcón alguien dignificó el cante con saetas que bien merecen parar más de la cuenta al Señor y dejar un año más para otra ocasión ese paso por la calle sin bajarlo ni una vez. La saeta enmudecía, dicen que es una calle más pero no lo creo, si no el capataz no diría a sus peones: “venga a disfrutar”. Comenzó el paso por la que es nuestra catedral donde el único monumento es el bello rostro de nuestra Madre en el azulejo. Hasta ahí se tiene que posar su Hijo del Prendimiento. Este año, aun cumpliendo con todos mis ensayos, igualá e incluso mudá a ruedas me he quedado sin Rosario, si digo que me dio igual les engañaría pero también tenemos que comprender que con dos cuadrillas a todos se le tiene que dar el caramelo de la gracia, la verdad como me diría Acuña, tal es el trabajo y responsabilidad que le supone hacer los relevos, que cualquier queja es una falta de respeto. Hubo un tiempo donde los quebraderos de cabeza era llenar el paso y ahora como contentar a lo que va sobrado, son nuevos tiempos y demasiada concesión a la réplica nos dan aquellos que su mando tiene que ir a misa sin rechistar.









“En tus Lagrimas Amargura” llenaba la vuelta hacia el Getsemaní deseado de todos los del corazón burdeos y crema y la tarde del jueves volvió a saber de ese sueño de mis amigos del Rosario que fueron los “Sueños de Miércoles Santo”. Virtuosismo de la corneta, de los nuevos sones, auténticas sinfónicas que mecían al Señor de costero a costero, impresionando con el poderío de su zancada, con el izquierdo que deja helado. El Señor parecía hacer estación ante el vidrio azulejo de su Madre, volvía a fluir el son de la saeta, más austeras que la de la otra esquina, no todo el mundo vale para ser grande la verdad. En la peña de  los leones rojiblancos linarenses parecía esperar nuevamente el hueco de gloria de su galera mientras volvía a venir con esa “Pasa la Estrella” de los videos del correo que me llenaron de la gracia más grandiosa… ser capillita. Mas música cordobesa para el Señor castulense, al que el león del museo le rugía en alabanza y la patena vibraba por sentir que el Dios que lleva grabado seguía vivo en los corazones de su actual tierra tantos siglos después. Sonaba “Soleares por San Lorenzo”, que la banda sonó aun si alguien pudo pensar que podrían venir con el “pico cansao”. Pero no, la banda siguió siendo “Tú Estela” Señor, con la melancolía de esa marcha de mi Vokas que traspasa el alma mientras el Dios de la manos poderosas dejaba su calle un año más para la eternidad.
Este año hemos vivido una circunstancia difícil de explicar en la hermandad. La cuadrilla de la Madre y Maestra se quedaba sin sus capataces en plena cuaresma, difícil situación para la cuadrilla y la hermandad, las cosas que pasan en este complicado mundo, donde para mí no hay culpables, o por lo menos yo no tengo porque señalar a nadie, tal vez la solución es la que quería la dulce Señora que mira a los cielos deteniendo los pulsos de su tierra. Y es que Ella, como todos, queremos un montón a Juan Raya, yo les digo que ni Caparros me recibía en la hermandad con la sonrisa que siempre me ha brindado, pero David sin buscarlo se vio convertido en una especie de capataz general de la hermandad y el palio salió este año a sus órdenes y sobre todo bajo su estilo y formas de actuar. Con decirles que la Señora salió y entró a ruedas, sin esa rodilla a tierra que machaca a cualquier costalero, más si la cuadrilla no está ni completa, ya está bien las locuras del “corazón” ochenteras o eso creo... Por ello, como capataz único de la hermandad aunque Joaquín Escribano estuviese delante de la Madre del Rosario pidió , no exigió, la colaboración de sus costaleros del Señor, que no simplemente gracias a Él, sino al trabajo de gente como David si está sobrado y lleno de una fuerza admirada no solo ya en Linares. Para mí fue además un honor, servir a mi capataz, porque también soy costalero de capataces, yo no saco cualquier cosa, tengo que confiar en el que va delante, cuando no me interese ya sé cómo tengo que irme por la puerta… me hice costalero de palio, me hice costalero por tres chicotás de la Madre y Maestra, la que llegaba de la calle que llaman como a Ella, se salían su legionarios y entrabamos quince “enanos” de su Hijo, junto a Miguelillo que este año ha paseado a dos de las grandes devociones de Antonio Garduño; Estrella de Triana y Rosario de Linares, creo que nadie puede decir eso, y detrás mía Emilio dándole sabor y elegancia a la pata de la catedral errante de Linares, que sin esperarlo este año volvió a sentir a su Madre.









Se fue al cielo el palio y la verdad yo me fui con Ella, la emoción me traspasó mientras miraba su manto y sentí que Ella nos protegía. El amor de una madre fluía por las trabajaderas, con que fuerza llevamos a la Madre de Dios, como no paré de decir, que Ella sí quiso que fuese un poco “poeta”, creo que todos sintieron un pellizco electrizante único. Seguiremos siendo costaleros de Dios pero el regalo que Ella nos dio en el ayuntamiento no se puede explicar con palabras. Y yo sé que Ella me esperaba, que sabía que iba debajo cuando comenzó a sonar una marcha que me gusta tan solo porque emociona a mi padre con ese “Aniversario Macareno”… y es que nos vinimos de Sevilla sin ver a la Esperanza Macarena, como esa marcha del maestro de Lopera que sonó y que es una de las bandas sonoras de mi vida. Estaba ya más que claro que Ella sabía que iba debajo y estaba contenta y me lo quiso decir de alguna forma mientras en el trio les decía a todos que escuchasen la música que suena en la alcoba de la Virgen María allí en el cielo, bajo su casita de la trabajadera, Rosario se me prendió más en el alma, aquella que llevé con mi música durante cuatro años, aquella que pario al más grande de los nacidos, Áquel que por San Francisco ya me estaría esperando y es que yo no sé qué pasó en aquel momento que hasta el contraguía, Pedro Muñoz no paraba de jalearnos la majestad que llevó la Virgen y Zapata me decía: “Lendi ya puedes decir que eres costalero…” y que verdad tan grande… aiii... ¡Rosario!¡¡ Rosario!!¡¡¡ Rosario!!! y es que yo no sé si Tú eres la Reina de Linares, pero yo que soy bailenero no siento más verdad al entrar en tu pueblo, de que no hay más dueña y Soberana alteza en el viejo pueblo minero…
Por Antón de Jaén me encontré al galeón de los sueños mientras veía a David hablando con alguien muy especial de la banda. Él se lo llevaba y por ello me alegro de haber estado fuera para vivir esas cositas que Dios hace para ponernos a todos en nuestro sitio. Cuando llegué a esta banda conocí a unos hermanos que eran y siguen siendo pilares básicos en el entendimiento de lo que es la banda del Rosario. “Los Pistos” en honor al apodo del mayor, de Miguel, son de esa gente que podríamos encuadrar en aquel dicho que hizo suyo el mítico Manolo Santiago de “bendito sea Dios y los hombres buenos” y estos hermanos son muy buenos –aun con ese punto negro barcelonista-  y ellos están junto a Dios, ese al que le ponen la cara del Soberano. El más pequeño, que ya es todo un tío, Raúl, le demostró a David el valor que tiene y David se lo correspondió con un regalazo, levantando al Dios de todos los rosarieros, tantos años siendo el compás de sus costaleros, nos emocionó a todos llamando al “caballazo”, como él lo tildó, del Soberano. El galeón se fue por las estrechuras de la Carbonería al son de “Blanca Pureza” donde la torería del Señor se hizo nuevamente presente cuando a su martillo llamó aquel joven maletilla que le prometió al portero de las Ventas que algún día le haría quitarse la gorra cuando él pasara como figura del toreo. Un ya veterano Palomo Linares alzaba a un Dios de ese Linares que tanto se le llenaba la boca de decir en aquella película que hasta a los de Bailén nos gusta tanto, será porque el camión en el que entra a Linares era del “Farto” de Bailén.
Volvía al mismo sitio donde me salí, buscando a mi Dios pero con el alma henchida de su Madre. Tocaba carrera oficial, ya ven; un año Rosario, otro año carrera oficial. Volvíamos la pata del corazón y Félix comenzó a mandar una marcha muy especial. Alguien que se fue molesto al cielo cuando la banda la quitó, y es que su Cristo tenía que entrar en carrera oficial siempre con “Macarena” de Bienvenido Puelles. Este año, tal vez porque Él lo quiso volvió por lo menos a entrar en Isaac Peral con ella, y es que ya para nosotros el paso por tribuna casi que comienza a las faldas del templo franciscano. Por fin volvía a andar con el Señor en lo alto con esta marcha que tanto me pega el apretón en el gaznate, recordando tantos momentos inolvidables y es que este año me hubiese gustado dedicarle alguna levantá a Andrés… fue un Jueves Santo extraño en esto de las levantás, no tuve apenas oportunidad de hablar, no porque no quisiera, así pasó, parece que el Señor me quiso callado, la verdad todo lo que tenía que decirle se lo dije con los labios del corazón pero me hubiese gustado decirle a Andrés que gracias  a él, por conócelo, por ser un referente para unos baileneros que veníamos  a hincharnos de gracia, que me han pasado cosas muy bonitas, que él quiso estar conmigo en el pregón pero no pude, incluso ¿alguien se acordó de él durante el Jueves santo? Quise darle las mejores levantás, que a mi entender se dieron en carrera oficial, que fue agotadora pero por la simple razón de que la música no cesaba y la cuadrilla dio lo que creo que tiene que dar siempre, el 120%. La intensidad y la templanza, la majestad y la elegancia, un derroche de todo –mejorable aun, no echemos campanas al vuelo- para llevar a Jesús Prendido a ese Linares que también lo esperaba a través de las cámaras. En tribuna nos esperaba un año más los hermanos Expiracionistas, cuanto amor y admiración nos trasmiten y que grato recuerdo siempre cuando su “Esperanza guapa” nos esperaba cada Jueves Santo bajo el verde de su palio.



Comenzaba ahí mismo la vuelta, aun entre tribunas, dándole aire a la penas de nuestro Cristo, dándole fuerza y sabor, lo mismo que sintió en sus cabellos cuando conquistó la Corredera de San Marcos. Volvimos fuera, que Dios quería comerse la corredera pero antes subió al cielo para que Lorenzo lo tocase mientras su nietecito lloraba en brazos de David ante el galeón del Dios de su familia. Y arrancó a andar el galeón, extasiando, sorprendiendo, tal vez incluso dando miedo. Un compañero de trabajo me saludaba totalmente impresionado con su hijo en brazos que se llevaba un nazareno de caramelo, ya nos habíamos quedado todos sin estampitas, ¿cuantos os llevasteis la cara del Señor del Prendimiento y de su Madre del Rosario? Es curioso que hasta hace unos días no me di cuenta de algo que me chocó en aquel momento, que fue que el Señor se paró a mitad de la cuesta, cuando lo normal es subirla de un tirón y es que el Soberano me siguió dando más aun con todo lo que ya me había dado y es que sabía que tenía un deseo pendiente y desde arriba vio a mi sobrino casi asustado abrazado a la pierna de su padre y mandó a David simplemente parar… y pasó lo que ya les conté…
Con él en brazos, gritándole con su vocecita “Soberano, Soberano” llegó el Cristo que me ha dado tanto a vislumbrar la estrella que corona la fachada de su casa mientras sonaban los clarines en Santa Margarita para el Cristo que da el paseíllo cada Jueves Santo, el que venía ya del ayuntamiento sentenciado, allí donde Acuña le dijo a Alfonso Gámez que sus manos son las del Soberano. Volvimos al último trabajo, tampoco lo entraría, en el Burladero nos saldríamos de la “casita de Dios” hasta un nuevo año. El Rosario volvió a hincharse, a darlo todo, yo la verdad otra vez clavado como una estaca en Julio Burell, dejándome tantas gracias en la cartera del corazón, como la de aquel chaval que una tarde de mayo le insufló su gracia bendita mientras yo le rogaba que nos volviese a demostrar quién es el verdadero médico de la vida, quien es el que todo lo puede, quien es el Cristo, quien es el que nos ama más que nadie… quien es el que da sentido a todo, quien es el que nos abre las puertas de la gloria. También creo que se nos olvidó unas palabras para un nuevo costalero del Soberano igualado en el cielo, para el carolinense Paco Ibáñez que también fue uno de aquellos que ahora llevábamos a nuestro Cristo entre las penumbras de la noche, con la sonrojada luz de sus candelabros, entre los suyos, ¡cuánta gente este año en la recogía! mientras “Por ti Rosario” enmarcaba a mi Soberano en la última hasta que Él quiera otra vez.
Todo acabó delante del galeón, viéndolo venir, con mayor majestad imposible, despacito, sobre los pies dando las vueltas que la remodelación de la plaza le hace dar, al son de “Tu Divina Humildad” volvió a subir la rampa y volvió a estremecernos cuando poderosamente, con los costeros a tierra volvió a su casa, a su letargo, a pasar un año más consulta tras haber visitado al pueblo que lo buscaba o no pero que Él llenó con su gracia. Todo acabó con mas majestad la que traía Maria del Rosario, que para mí ha andado este año mejor que los catorce años que llevo en esta hermandad, dirán que es pasión de amigo, pero me quedo con la certeza de ver las caras de sus costaleros al salir de debajo del “palio de Linares”, que no tenían que ver nada con las caras desencajadas de otros años, con el “Ave María” que interpretó la banda de Lopera, llenándonoslo todo de tanta divinidad e espiritualidad, reventando los relojes de unas manecillas que aun sabían al son de la tarde de un reino de costaleros que abrieron las puertas de los suspiros en cada mecía. Todo acabó, con el abrazo de Ricardo que para una vez que me llama no lo escuchaba diciéndome “y ya no querías salir más”, y es que aquí he mamado tanta cosa buena y he conocido tanta buena gente, que el Señor del Prendimiento me hizo volver un año más, se lo debía, a sentirme rosariero corriendo por mis venas la sangre soberana del Prendimiento de Linares, ya lo dije en el pregón, mi Cristo no tiene cara, no la tiene definida, dije cuál era el de mi pueblo y dije cuál era el de Linares, el Soberano.

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