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domingo, 9 de enero de 2011

DESDE LOS CERROS A LA CASTELLANA.... (VI ESTACIÓN)

Difícil como su tormentoso camino al calvario ha sido la elección de la siguiente estación del Vía Crucis de las Jornadas Mundiales de Madrid dentro de ocho meses. La frustrada intención de que uno de los pasos más representativos de la Semana Santa sevillana participase en el pusieron sus miras en el vecino más antiguo de la calle Pureza, el Santísimo Cristo de las Tres Caídas de Triana para representar la caídas de Nuestro Señor Jesucristo, que tras un movido cabildo sus hermanos decidieron que el “Moreno” no se moviese de Triana y Sevilla. Tras esto se eligió una imagen de Nicolás Fumo - Nicolò o Nicola Fumo (1647 - 1725), fue un arquitecto y escultor barroco italiano, considerado como uno de los más destacados exponentes de la estatuaria napolitana en madera- que recibe culto en la madrileña iglesia de San Ginés la cual sería la única que asistiría sin pertenecer a ninguna cofradía ni ser procesionada.

Al parecer la imagen no se encuentra en un estado óptimo para procesionar – o quizás para horrarse el trabajo de buscar un paso y el personal humano que se encargue de todo lo concerniente a su participación en el evento- y se designó la imagen del Cristo de la Caída de la hermandad homónima de la ciudad jienense de Úbeda.

Así esta imagen representara al orbe cofrade jienense en la cita con Benedicto XVI y los jóvenes, siendo un claro ejemplo de la particular Semana Santa ubetense. Una celebración que desde siglos atrás siempre ha gozado de fama debido al esplendor que siempre ha reinado durante su existencia.

Una ciudad que desde antaño ha gozado de un gran espíritu cofradiero, destacando la gran cantidad de hermandades con las que cuenta desde tiempos remotos dando como resultado varios motivos para ser hasta prácticamente los años ochenta del siglo pasado el gran referente cofradiero de la provincia de Jaén. Un espíritu que aria que se conformase en un estilo peculiar más cercano a los modelos castellanos que a los andaluces con grandes pasos o carrozas trasportadas a ruedas que contrastaban con los sencillos de otras localidades, incluso la capital. Su impresionante casco antiguo también tiene mucha culpa del encanto de esta Semana Santa, que aunque no sea mi modelo si he de evidenciar muchas de sus cualidades.

El gran esplendor que siempre ha gozado también tendría su reflejo en la imaginería, con grandes joyas escultóricas que por desgracia se perderían en su gran mayoría para siempre en la guerra civil. Incluso tuvo que albergar algunos círculos artísticos tras la documentación existente de encargos a artistas de la ciudad como la familia Zayas.

El Cristo de la Caída que acudirá a Madrid es una inspirada obra del valenciano Mariano Benlliure en 1942, fiel al estilo del maestro, de talla completa aunque a veces procesiona revestido de túnica de cola que recuerda en su rostro a Cristos como el de la Expiración de Málaga o el Prendimiento de Cartagena. Una imagen que en aquellos días creó controversia ya que en nada recordaba a la anterior destruida en la guerra, una impresionante talla de estilo granadino posiblemente salida de las manos de José de Mora o José Risueño, siendo muy similar al Cristo de la misma iconografía y advocación de la vecina Baeza. Aquella imagen fue llamada popularmente como “El Cristo de la Espina” y portaba la popular peluca de modas dieciochescas que no continuaría Benlliure en su nuevo trabajo, como ocurriese con su Nazareno del Paso de Málaga.




El Cristo procesiona sobre un paso transportado a ruedas como a acostumbrado el sentir cofradiero de la ciudad. Unos tronos o carrozas bajitas que el malagueño Palma Burgos aria famosas en la ciudad adaptando el arte malagueño – o más bien granadino- de las tallas de los tronos al ubetense aunque esta cofradía no llegaría a recurrir a sus servicios, procesionando a su titular en un trono donde el primer cuerpo está realizado en madera barnizada por el artista local Juan Dueñas López y un segundo cuerpo por los talleres Meneses –seguramente “Hijos de Leoncio Meneses” en 1951. Como podemos contemplar es un conjunto netamente de estilo castellano o levantino, estilo que imperó en esta provincia hasta la llegada del “sevillanismo” –incluso Úbeda ha sido afectada, bien para mi claro está- y que en muchos casos fue como la referencia a seguir en pueblos, sobre todo de la comarca antes y después de la guerra civil.

En Úbeda procesiona en la mañana del Viernes Santo desde la iglesia de Santa María, desde el incomparable marco de la plaza Vázquez de Molina acompañado del paso de palio de María Santísima de la Amargura, una obra de Juan Luis Vasallo Parodi en un igualmente peculiar trono que hace tan diferente y única a la Semana Santa de esta ciudad renacentista, aunque el “sevillanismo” ha venido a enriquecer más si cabe el culto y la vida de hermandad de la que llaman “Úbeda, Ciudad de Semana Santa”.



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